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pilou12
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Bujalcayado ( Guadalajara)
Pueblo escalonado en la ladera de la sierra de Bujalcayado, orientado hacia el sur, con vistas al pequeño valle donde se encuentran las salinas de La Olmeda y de Bujalcayado.
Unas dieciocho viviendas llegaron a conformar el pueblo, estando habitado por unas 70 personas aproximadamente, que vivían de la agricultura con sus campos sembrados de cereal (avena, cebada, trigo) y de legumbres (garbanzos y lentejas).
La ganadería tenia su mayor volumen en el ganado lanar dedicado a la cría del cordero, venían a comprarlos carniceros de Sigüenza para a su vez llevarlos a Madrid y Barcelona.
Algunos vecinos acudían también a trabajar en las cercanas salinas en los meses de verano que era la época de más trabajo.
El cura acudía a dar misa desde La Olmeda de Jadraque.
El médico lo hacía desde Riosalido.
El cartero desde Sigüenza hacia el recorrido Carabias, Cirueches, Bujalcayado, La Olmeda, unas veces a pie y otras en yegua haciéndolo más tarde en bicicleta.
Para los asuntos administrativos iban a Riosalido, ayuntamiento al que pertenecían.
A moler el grano se desplazaban hasta Sigüenza, a la fábrica de los Ochovas, en ocasiones acudían al molino de Santamera.
Tres días duraban las fiestas patronales que se realizaban para San Bartolomé el 24 de agosto. Se hacia una misa y una procesión encabezada por el cura montado en una mula y detrás todo el pueblo hasta la ermita de San Bartolomé (distante un kilómetro y medio del pueblo y actualmente en ruinas). Se mataba un cordero para estas fechas para consumir con los familiares venidos de fuera y por la tarde en la amplia plaza se dejaba oír el acordeón de Candidillo, músico que acudía desde el pueblo de Renales para animar el baile.
El 22 de mayo celebraban a Santa Quiteria, con una misa y la bendición de los campos desde la cruz de la Rivilla, terminado el acto había costumbre de regalarle una gallina al cura.
En algunas ocasiones aparecían titiriteros por el pueblo realizando actuaciones teatrales y malabares, que alegraban un poco el ambiente y les sacaba un poco de la rutina diaria en una época donde cualquier cosa fuera de lo normal era un acontecimiento. Los juegos de cartas en los fines de semana y el frontón en la pared de la iglesia conformaban un pasatiempo en los días de ocio.
La escasez de arbolado en su término obligaba a muchos vecinos a ir con el macho a buscar leña a El Atance, Cirueches o Carabias.
La gente en los años 60 empezó a marchar hacia las capitales en busca de un mejor futuro y se esparcieron por Barcelona, Madrid, Guadalajara e incluso hasta Argentina recibió algún bujalcayanero, mermando considerablemente el pueblo hasta llegar al único habitante que mantiene en la actualidad: Luis, que con 73 años, siete de ellos viviendo solo, se resiste a abandonar al pueblo y quiere que haya una chimenea de la que salga humo permanentemente en los días de invierno para enseñar que Bujalcayado sigue vivo.
Pueblo escalonado en la ladera de la sierra de Bujalcayado, orientado hacia el sur, con vistas al pequeño valle donde se encuentran las salinas de La Olmeda y de Bujalcayado.
Unas dieciocho viviendas llegaron a conformar el pueblo, estando habitado por unas 70 personas aproximadamente, que vivían de la agricultura con sus campos sembrados de cereal (avena, cebada, trigo) y de legumbres (garbanzos y lentejas).
La ganadería tenia su mayor volumen en el ganado lanar dedicado a la cría del cordero, venían a comprarlos carniceros de Sigüenza para a su vez llevarlos a Madrid y Barcelona.
Algunos vecinos acudían también a trabajar en las cercanas salinas en los meses de verano que era la época de más trabajo.
El cura acudía a dar misa desde La Olmeda de Jadraque.
El médico lo hacía desde Riosalido.
El cartero desde Sigüenza hacia el recorrido Carabias, Cirueches, Bujalcayado, La Olmeda, unas veces a pie y otras en yegua haciéndolo más tarde en bicicleta.
Para los asuntos administrativos iban a Riosalido, ayuntamiento al que pertenecían.
A moler el grano se desplazaban hasta Sigüenza, a la fábrica de los Ochovas, en ocasiones acudían al molino de Santamera.
Tres días duraban las fiestas patronales que se realizaban para San Bartolomé el 24 de agosto. Se hacia una misa y una procesión encabezada por el cura montado en una mula y detrás todo el pueblo hasta la ermita de San Bartolomé (distante un kilómetro y medio del pueblo y actualmente en ruinas). Se mataba un cordero para estas fechas para consumir con los familiares venidos de fuera y por la tarde en la amplia plaza se dejaba oír el acordeón de Candidillo, músico que acudía desde el pueblo de Renales para animar el baile.
El 22 de mayo celebraban a Santa Quiteria, con una misa y la bendición de los campos desde la cruz de la Rivilla, terminado el acto había costumbre de regalarle una gallina al cura.
En algunas ocasiones aparecían titiriteros por el pueblo realizando actuaciones teatrales y malabares, que alegraban un poco el ambiente y les sacaba un poco de la rutina diaria en una época donde cualquier cosa fuera de lo normal era un acontecimiento. Los juegos de cartas en los fines de semana y el frontón en la pared de la iglesia conformaban un pasatiempo en los días de ocio.
La escasez de arbolado en su término obligaba a muchos vecinos a ir con el macho a buscar leña a El Atance, Cirueches o Carabias.
La gente en los años 60 empezó a marchar hacia las capitales en busca de un mejor futuro y se esparcieron por Barcelona, Madrid, Guadalajara e incluso hasta Argentina recibió algún bujalcayanero, mermando considerablemente el pueblo hasta llegar al único habitante que mantiene en la actualidad: Luis, que con 73 años, siete de ellos viviendo solo, se resiste a abandonar al pueblo y quiere que haya una chimenea de la que salga humo permanentemente en los días de invierno para enseñar que Bujalcayado sigue vivo.
Los pueblos deshabitados
lospueblosdeshabitados.blogspot.com