El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Almunia de San Lorenzo ( Huesca)




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Agradecimiento para Santiago Grau de Casa Antón, agradable y emotivo informante de su pueblo y para su hija Maribel Grau por su amabilidad y su desvelo haciendo de intermediaria para la elaboración de este reportaje.


Conocido también como Almunia de Luzás, se sitúa este bonito pueblo en un montículo a escasa distancia del pueblo de San Lorenzo. Ocho viviendas conformaron el lugar, reducidas a seis en la actualidad, las cuales se asoman a una única calle que la recorre de arriba a abajo conformando rincones y pasadizos muy pintorescos.

Aunque contaron con luz eléctrica desde el año 1935 y pista de acceso al pueblo desde los años 40, la vida en la Almunia se sustentaba en una economía de subsistencia basada en la agricultura (trigo, cebada, avena, patatas) y la ganadería (ovejas).
Uno de los mayores problemas que había era el agua.

"Había una fuente por debajo del pueblo que en época de sequía no manaba agua por lo que teníamos que ir al barranco de Luzás a por ella con la mula cargada con cántaros de 12 litros. Más tarde mis padres hicieron un pozo en casa que recogía el agua de lluvia al igual que hicieron en otras casas". SANTIAGO GRAU.

Celebraban sus fiestas patronales el 8 de mayo en honor a San Miguel, tenían una duración de dos días y en ellas se realizaba una misa en la ermita de San Miguel (propiedad de Casa Micolau), después acudían al pilaret de San Miguel en la parte baja del pueblo donde realizaban el acto de hacer o dar caridad, consistente en repartir unos panes o cocas de aceite que previamente se habían bendecido. Cada año eran dos las casas encargadas de hacer las cocas. Después se hacia una hora de baile para llegar a la hora de la comida donde había costumbre de matar un cordero para compartir con los familiares venidos de fuera y por la tarde- noche continuación del baile que se realizaba en la era de Casa Llasaña, amenizado por orquestas de cuatro o cinco músicos que venían desde Graus (en alguna ocasión se agrupaban algunos músicos de Benabarre, Tolva y Caladrones y acudían a la Almunia a tocar).
Aunque hay menos de un kilómetro de distancia y están visibles uno de otro, San Lorenzo pertenecía a Castigaleu y Almunia pertenecía a Luzás.

"Hay ochocientos metros de distancia entre los dos pueblos y en ese trayecto tan corto pasábamos por tres términos municipales: Luzás, Puente de Montañana y Castigaleu. Camino hacia San Lorenzo que hacíamos a menudo porque compartíamos iglesia, cementerio y escuela, a pesar de que a la escuela fuimos poco, sobre todo los niños, las niñas iban algunos años más, en mi caso concreto a los nueve años ya me tocaba ir con las ovejas de mi casa y las de Casa Puy". SANTIAGO GRAU.

Había tres hornos en el pueblo: uno era de Casa Micolau, otro para Casa Chironi, Casa Puy y Casa Antón y otro para Casa Ventura y Casa Marc, aunque años más tarde se dejo de hacer pan y se traía desde Luzás.
También había una prensa de vino comunitaria, donde si había sido un buen año para las viñas cada casa se elaboraba su vino. Así como también con los olivos que tenían producían aceite que previamente habían llevado al molino de Soliveta o al de Tolva. El grano les tocaba llevarlo a moler a Luzás.
A Luzás también acudían a suministrarse de productos en una tienda de comestibles y calzado (alpargatas de caucho y espardeñas). Una vez al mes se desplazaban andando con una mula a Tolva o a Graus a comprar arroz, azúcar, atún, sardinas....

"Hasta el año 56 no llegaron los primeros tractores. El verano del 55 se compró entre todo el pueblo una trilladora en Binéfar que hizo el camino hasta la Almunia trillando por todos los pueblos por donde pasaba.
También me acuerdo que en cierta ocasión se presentó una partida de maquis por el pueblo y hubo que darles comida y alojamiento, repartiéndose dos o tres en cada casa". SANTIAGO GRAU.


La gente en los años 60 y 70 decidieron marcharse del pueblo debido al poco futuro económico que había y la dureza del medio de vida, la mayoría buscaron acomodo en Lleida y alguna familia en Binéfar.
Casa Micolau fue la última que cerró su puerta en la década de los 70.
Aun así Almunia de Luzás (como siempre la han conocido sus habitantes) no permaneció muchos años en el olvido porque las tierras siguieron cultivándose y algunas casas que se cerraron se volvieron a abrir en temporadas veraniegas, actualmente es frecuentado a diario por la familia de Casa Micolau que sigue trabajando las tierras y el día 1 de mayo se reúnen los antiguos vecinos para celebrar el día de fiesta donde se oficia una misa y se hace el reparto de los panes.



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Bagüeste ( Huesca)



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Sobre una atalaya a 1200 metros de altura en las estribaciones de la sierra de Balcez con impresionantes vistas hacía todos los puntos cardinales se sitúa el despoblado de Bagüeste.
Nueve casas (alguna de ellas de considerable volumen) dieron vida a esta recóndita población sobrarbense.
Duros inviernos los que soportaban en este elevado lugar. Había que abrir camino con pala en muchas ocasiones, tal era el nivel de nieve acumulado en sus calles. Combatían el rigor invernal con leña de cajigos y carrasca.
Sembraban trigo, ordio y patatas.
Iban a moler el grano a la harinera de Boltaña o al molino de Letosa.
Varias casas tenían horno para hacer el pan. Las que no lo tenían usaban prestado el de las vecinas. En ellos aparte del pan se hacían unos deliciosos empanadicos de calabaza.

En los últimos años ya se dejó de hacer pan en casa y se iba a comprarlo a Rodellar. Se traían diez o doce panes a la semana.
El agua para beber lo cogían de los pozos que tenían algunas casas.
Media hora empleaban las mujeres en el trayecto para ir a lavar la ropa hasta el río.
Nunca llegó la luz eléctrica hasta Bagüeste. Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación.

Se acostumbraba a matar un par de cerdos al año.
Las ovejas conformaban el grueso principal de la ganadería de Bagüeste.
Cada casa se encargaba de sacar su rebaño a pastar. Como era zona de buenos pastos subían ganado desde otros pueblos como era el caso de Bierge.
Tratantes de Nocito o de Sarsa de Surta venían a comprar los corderos. También venía Bolero desde el pueblo de Naval a comprarlos.

El 29 de septiembre para San Miguel era la fiesta grande de Bagüeste con una duración de tres días.
El primer día se hacía una ronda mañanera con los músicos por las casas del pueblo. Se obsequiaba a la comitiva con porrón y torta.
Se hacía misa y procesión hasta la ermita de San Miguel.

Se mataba un cordero, un pollo, se hacían chiretas, huevos rellenos, entremeses o paellas de carne para agasajar a todos los invitados en cada casa.
Pasodobles, rumbas o valses se bailaba en el interior de la escuela en estas fechas señaladas. Los músicos de Labuerda eran los encargados de amenizar el baile. En otras ocasiones eran Los Berroy del pueblo de Santa María de Buil los que ponían la nota musical.
Venía la juventud de Las Bellostas, de Letosa, de Pueyo de Morcat, de Otin, de Sarsa de Surta, de Matidero, de Paules.... a participar de las fiestas.

"Hasta veinte personas se juntaban en algunas casas como era el caso de la mía. La comida se hacía en una gran mesa que había en la sala y para dormir nos apañábamos todos en los tres dormitorios que había o también se tiraban colchones en el suelo". FELI SÁNCHEZ.


La fiesta pequeña era el 29 de abril en honor a San Pedro. Tenía una duración de dos días.
Iban en romería el 18 de julio hasta la ermita de Santa Marina. Se hacía una misa, una comida campestre y se finalizaba con un poco de baile en el pueblo.

Hubo cura residente en Bagüeste hasta la guerra civil, en los años posteriores venía desde Las Bellostas a oficiar los actos religiosos. Don Victoriano o don Vicente fueron algunos de los que realizaron dicho cometido.
El médico residía en Arcusa. Cuando se le solicitaba había que llevar una caballería para que pudiera desplazarse hasta Bagüeste a visitar al enfermo.
El practicante vivía en Rodellar.
El cartero venía desde Sarsa de Surta andando a traer la correspondencia. Primero Paco y luego Feliciano realizaron tal función.
El herrero venía desde Letosa.

Se iba a hacer compras a Rodellar o a Sarsa de Surta. Se compraba pan, azúcar, arroz y otros comestibles que no se daban en el pueblo.

"Una noche volviendo de Rodellar nos tuvimos que refugiar un tío mio y yo en una cueva del barranco de Mascún por el aguacero que caía". FELI SÁNCHEZ.

Hasta Bierge y Abiego se desplazaban a comprar aceite y vino.
Con gentes de Bierge hacían intercambio de patatas por aceite.
En ocasiones realizaban el trayecto hasta Ainsa y Boltaña para hacer compras de más envergadura (ropa, calzado) o asistir a las ferias que allí se daban.

"Una vez al año íbamos todas las mozas a arreglarnos el pelo a Boltaña. Una tarde volviendo se puso a llover con tanta intensidad que tuvimos que refugiarnos en una casa de Morcat a esperar a que escampara para que no se nos dañara el peinado". FELI SÁNCHEZ.


Manuel desde Alquezar con un par de caballerías aparecía periódicamente por Bagüeste vendiendo aceite, vinagre, anís...
De Rodellar venía Lorenzo con una caballería vendiendo hilos, paños, agujas...
De Binueste llegaba otro vendedor que ofrecía hilos, paños y diversos objetos de quincalla y a su vez compraba huevos.
Ramón desde Pueyo de Morcat venía vendiendo tomates y cebollas.

En los pocos ratos para el entretenimiento se jugaba a pelota y a las cartas (guiñote).
Los mozos acostumbraban a ir de caza y por la tarde hacían una merienda en casa Bara.
Los jóvenes hacían baile los domingos, casi siempre en casa Villanueva. Domingo La Cruz de casa Bara tocaba la guitarra. Se juntaban hasta dieciocho o veinte jóvenes a bailar.
Había una mujer en Rodellar llamada Filomena que enseñó a coser a todas las niñas de los pueblos cercanos.

Las duras condiciones de vida, el aislamiento, la falta de servicios básicos y las ganas de mejorar fueron empujando a los habitantes de Bagüeste camino de la emigración.
Sus gentes se establecieron en diversos lugares: Lleida, Binéfar, Barbastro, Cantalobos, Madrid...
El matrimonio formado por Eufronio y Cristina (natural de casa Giménez de Letosa) fueron los últimos de Bagüeste. Sobre 1967 cerraron la puerta de casa Javierre y se marcharon al pueblo de colonización de Cantalobos.


Fuente de información:
Feli Sánchez de casa Nasarre de Bagüeste. Agradabilísima tarde la pasada en su casa de Huesca escuchando anécdotas, recuerdos y vivencias de su pueblo. Conversación compartida con varias personas de su familia y que se incrementó con la grata presencia posterior de su esposo Ismael Otin, natural de Torrolluela de Obico. Lo que en principio iba a ser una conversación sobre el pueblo deshabitado de Bagüeste se compaginó con los recuerdos valiosísimos que aportaba Ismael sobre su pueblo natal. Cuatro horas de escuchar lo que los anfitriones iban contando y que supieron a poco. Habría dado para otras cuatro horas más.

Agradecimiento a Eva Otin (hija de los anteriores) por su hospitalidad y su labor como intermediaria para llevar a cabo la realización de este reportaje.
Agradecimiento a MF (descendiente de Bagüeste por parte materna) por la aportación de magníficos datos y recuerdos de Bagüeste recogidos de familiares y allegados.



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Castarlenas ( Huesca)



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Agradecimiento muy cordial para Joaquín Figuera de Casa Figuera y Vicente Colomina de Casa Chacinto. Magníficos informantes los dos, con una hospitalidad excelente el primero y con la grata compañía del segundo recorriendo las calles de Castarlenas.



Situado en posición elevada y excelente mirador sobre el valle del Sarrón, Castarlenas vivió épocas de gran esplendor en tiempos pasados. Veintiuna viviendas formaban la población. Pueblo aceitero por excelencia, de buen nivel económico como da idea la magnitud de alguna de las viviendas hoy día ya derrotadas, pero aun así todavía se puede ver la gran belleza que tuvo el pueblo en sus calles, casas y rincones.
Los olivos eran la principal fuente de riqueza, con abundante recogida de aceituna para la elaboración del aceite.

"Subían cuadrillas de temporeros desde el pueblo de Capella para trabajar en la recogida de la aceituna. Aceite que se vendía a estraperlistas de Lascuarre y Pociello para su posterior venta por otros lugares".
VICENTE COLOMINA.


También tenían viñas en menor cantidad con el que elaboraban vino que venían a comprar los bodegueros de Benabarre. El ganado también era parte importante en la economía del pueblo con buenos rebaños de cabras y ovejas.
Nunca llegaron a conocer la luz eléctrica, los candiles de carburo fueron su fuente de iluminación.

"En Castarlenas se vivía relativamente bien, además en muy buena armonía, todo el pueblo eramos como una pequeña familia". VICENTE COLOMINA.

El ayuntamiento estaba en Graus y anteriormente en Barasona (pueblo que quedó sepultado bajo las aguas del embalse del mismo nombre).
El cura venia desde el pueblo de Torres del Obispo, pero había que ir a buscarle con un burro.
El médico venia primero desde Graus a caballo y posteriormente subía desde Torres del Obispo.
De Torres subía el herrero que utilizaba la pequeña herrería que había junto a Casa Guardia.

Las fiestas patronales eran para el 17 de agosto por San Pedro. Duraban tres días, los dos primeros días los gastos corrían a cargo de los solteros y el tercer día les correspondía a los casados. La importancia económica del pueblo queda reflejado también en las fiestas, donde siempre acudían los mejores músicos (violín, guitarra, acordeón, saxofón y trompeta entre otros), como las orquestas La Casino y La Columbia que venían desde el pueblo de Estadilla e incluso algún año subía una orquesta de ocho músicos desde Estopiñan. Celebraban una misa y después se hacia un espectacular pasacalles con los músicos tocando por las calles y todo el pueblo detrás. Más tarde se realizaba un pequeño baile en las eras de una hora y acto seguido llegaba la comida donde acostumbraban a matar un cabrito, cordero o pollo y de postres hacían unos pucheros de natillas hechas con leche de cabra que hacían las delicias de todos los presentes, también se hacía en el horno comunal unos pastillos (tortas) de espinacas que estaban para chuparse los dedos (esta torta se hacía también en otras épocas del año). Por la tarde empezaba el baile en la plaza a ritmo de pasodoble, valses y rancheras entre otros hasta bien entrada la noche. Había costumbre que los forasteros tenían que comprar el ramo para poder bailar con las mozas del pueblo.
El 13 de mayo hacían otra fiesta de dos días que eran las Santas Reliquias.

"En época de sequías se hacían unas rogativas, se bajaba en procesión hasta una balsa que había en el barranco y allí se sumergían las Santas Reliquias para pedir agua de lluvia, algunas mujeres acostumbraban a hacer el recorrido descalzas. Estas rogativas dejaron de hacerse a finales de los cuarenta o primeros de los 50". JOAQUIN FIGUERA.

La gente joven casi todos los fines de semana hacían baile con gramola en Casa Sarrau o en la escuela y a veces bajaban al pueblo de El Pueyo a realizar allí el baile. También había mucho entretenimiento con los juegos de cartas (el 7 y medio principalmente).
Los lunes bajaban a Graus (dos horas y media en burro), que era el día de mercado a suministrarse de productos y enseres que carecían en el pueblo. También a Graus iban para la feria grande que se realizaba los días 27, 28 y 29 de septiembre, siendo el primer día para la compra-venta del cerdo y las crías, el segundo día estaba dedicado al ganado mular y el último día para el ajuste de pastores y criados para la temporada.

Debido a la falta de una carretera que estaba proyectada pero nunca llegó a realizarse, la ausencia de luz eléctrica en las casas y las dificultades de abastecerse de agua de una fuente que estaba un poco retirada del pueblo y que venía escasa en temporadas provocó que los mantequeros (apodo por el que se conocía a los habitantes de Castarlenas), fueran emigrando poco a poco. Algunas familias lo hicieron al cercano Torres del Obispo, otras a Graus y a Binéfar y algunas más se marcharon a Barcelona.
En el año 1970, después de estar tres años viviendo solos, José y María de Casa Rosa, una pareja de ancianos que aguantaron sin querer abandonar su pueblo hasta que ya no se podían valer por si solos, cerraron su casa y marcharon a Graus, teniendo el honor de ser los últimos de Castarlenas.



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Chiriveta ( Huesca)



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Chiriveta es un pueblo situado en los confines de la Ribagorza, en el límite con la provincia de Lleida. Perteneciente en la actualidad al municipio de Viacamp-Litera.

Unas diez viviendas componían este núcleo que padecía un aislamiento muy acentuado como todos los de la parte aragonesa de la sierra del Montsec, con malos caminos de caballería hacia Puente de Montañana y Litera, sus dos salidas más naturales.

Aprovechaban las tierras con el cultivo de trigo y cebada, además de viñas y en los animales era el ganado lanar el que predominaba.
Celebraban dos fiestas al año. La fiesta grande para la Asunción en agosto, donde hacían misa y romería a la ermita de Nuestra Señora del Congost. Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa para la ocasión. Se hacia baile en la plaza animado normalmente por músicos del propio pueblo.
La fiesta pequeña era el tercer domingo de septiembre.

Chiriveta tenía cura, maestra y cartero, mientras que el médico venia cuando la ocasión lo requería desde Puente de Montañana.
En la década de los 50 y primeros de los 60 se produjo la emigración masiva de los chirivetanos, debido al aislamiento anteriormente mencionado, y la búsqueda de un futuro mejor en las ciudades, así como el cierre de la escuela perjudicó a las ultimas familias que residían en el pueblo, al tener que mandar a sus hijos a estudiar fuera, decidieron irse con ellos. La gente marchó principalmente a Barcelona y Lleida, alguna familia a Alguaire y a Tamarite de Litera.

Después de partir los de Casa Borrás en los años 60, se quedó la familia de Casa Sarramona como únicos habitantes del pueblo durante todos estos años. Actualmente el hijo de esta casa (Ramón Turmo) es el único morador permanente del pueblo, dedicado a mantener ganadería ovina. En los últimos años Chiriveta esta viendo como se recuperan tímidamente algunas viviendas.


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Clamosa ( Huesca)



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Pueblo situado en un escarpado cerro en elevada posición sobre el río Cinca por su lado izquierdo.
Perteneciente al municipio de La Fueva, fue cabecera de ayuntamiento antes de su despoblación. Lo formaba junto a los pueblos de Trillo, Salinas de Trillo, Lapenilla y Caneto.

Alrededor de veinte viviendas dieron forma a este precioso núcleo sobrarbense. Además contaba con tres ermitas en su entorno.
Los olivos eran su principal fuente de riqueza. Había un molino de aceite junto al río Cinca. Pertenecía a casa La Selva pero las demás familias participaban en sociedad.

Lo mismo ocurría con el molino harinero. Eran los de Casa Cabero los que más participación tenían pero las demás casas también hacían uso de él en sociedad.

Sembraban trigo, centeno y cebada predominantemente en cuanto a cereal y también viñas en las zonas más llanas.
El otro medio de vida lo conformaba la ganadería (ovejas y cabras).
Ello se complementaba con la caza (conejos, liebres, perdices) y la pesca en el Cinca (barbos, madrillas, angulas, truchas).
La luz eléctrica llegó a las casas de Clamosa a mediados de los 50 por una linea proveniente de Guaso (Fuerzas Eléctricas del Ara). Atrás quedaron los candiles de aceite primero y de carburo después.
Hubo también una cantera de yeso y otra de cal en las inmediaciones del pueblo, pero ya en los años 50 no estaban en funcionamiento.

Al otro lado del río Cinca estaba la carretera más cercana (la de Ainsa-Barbastro). Era la manera más "fácil" de llegar en vehículo lo más cerca posible de Clamosa o también para coger el coche de línea que por allí pasaba. Tenían que bajar hasta la caseta Olivera (a una hora del pueblo) pero como no había puente tenían que salvar el cauce del río Cinca y ello lo hacían por medio del "cajón de Clamosa", un cajón grande de madera con asientos que estaba colgado de cables por encima de las aguas. En cada orilla había unos anclajes fijos y se tiraba del cable según al lado que quisieras pasar (Caseta Olivera en el lado de Clamosa o Casas de la Barca en el lado de Abizanda). Un sistema rudimentario pero que era el más sencillo para pasar al otro lado. Años más tarde construyeron la pasarela de Lapenilla que permitía el paso a las caballerías, pero les quedaba más retirado a los clamosinos, lo mismo que el puente de piedra de Mediano aguas arriba.

Celebraban las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Asunción, el día 15 de agosto (en los últimos años se cambiaron al día 20 para evitar la coincidencia con diversos pueblos de la comarca que celebraban la fiesta el día 15, lo que acarreaba la dificultad de encontrar músicos para esas fechas).
Duraban dos días y en ellos los actos principales era la misa, la procesión, la ronda por las casas donde se cantaban jotas y se obsequiaba a la comitiva con bebida y pastas.
Se mataba un cordero y unos pollos para compartir con familiares y allegados en la comida. Por la tarde tenía mucha tradición los partidos de frontón en la plaza, quedando el baile para la tarde-noche (dos sesiones, antes y después de cenar).

"Los músicos no venían siempre lo mismos, con tres ya hacían buena música. Había unos de Trillo, otros de Santaliestra y otros de Puy de Cinca. En los años sesenta hicieron una orquesta en Palo, eran jóvenes y tocaban muy bien, vinieron varios años, luego faltó el profesor y se dispersaron tomando diferentes caminos.

Los forasteros se sentían como en su casa, los que venían la mayoría eran familia, ellos venían a nuestra fiesta y nosotros íbamos a la suya. Venían de Puy de Cinca, Lapenilla, Palo, Graus, Escanilla y ya se conocían de cada año, jóvenes y mayores todos lo pasaban bien.
Los chicos aunque no tuvieran familia no importaba pero las chicas teníamos que ir acompañadas, porque decían que "El buen paño en el arca se vende". El baile era una buena manera de relacionarse". MERCEDES PESQUE.


La fiesta pequeña era el día 17 de enero, en honor a San Antonio. Se hacía una misa en la ermita del mismo nombre y a continuación se repartía la torta de Caridad que previamente había sido bendecida.
Luego se hacía la subasta de productos (roscos, conejos, longaniza, etc) que habían donado los vecinos previamente.
Por la tarde y por la noche sesión de baile.
En abril iban de romería hasta el santuario de la Virgen de Bruis, en termino de Palo. Centro devocional de La Fueva. Tres horas se tardaba andando desde Clamosa. Jornada de gran afluencia de todos los pueblos del contorno. La misa y la comida campestre eran los actos principales. Por la tarde vuelta para Clamosa.
Los domingos por la tarde se hacía baile con gramola a nivel local en casa Bergua.

Hubo cura residente en Clamosa hasta la guerra civil. Vivía en la abadía. Después de la contienda venía desde Escanilla en la persona de Mosén Tomás. Llegaba andando hasta Clamosa habiendo pasado previamente el Cinca por el cajón. Solía oficiar misa en el pueblo cada quince días. Si acudía por alguna urgencia como pudiera ser una extremaunción había que ir a buscarle a Escanilla pues no había forma de comunicarse. Si venía por la noche se quedaba a dormir en Casa Andreu. Fue un sacerdote muy querido por los vecinos. A su jubilación fue Mosén Ramón, el cura de Abizanda el que le tocaba acudir a Clamosa a oficiar los actos religiosos.
El médico venía desde Graus.

"Durante muchos años fue el doctor Perz. Residía en Graus. Se le pagaba por el sistema de iguala. Si el enfermo iba a su consulta no cobraba la visita pero si el doctor se tenía que desplazar al pueblo del enfermo si había que abonar el desplazamiento.
Para avisar al médico había que bajar a la Caseta Olivera donde estaba el teléfono, mientras que otra persona se desplazaba a Pano con una caballería para esperar allí al médico y llevarle hasta Clamosa, acto seguido se le volvía a llevar de vuelta.

El doctor Perz conocía bien a todas las familias por lo que en muchos casos era un familiar del enfermo el que iba hasta Graus, le explicaba los síntomas al médico y este recetaba los medicamentos que se compraban allí en Graus, en la farmacia. Casi siempre acertaba.
Cuando se jubiló le sucedió el doctor Blanco, que también residía en Graus. En los últimos años de vida del pueblo, el médico venía de Perarrua. A mí me tocó ir una vez hasta aquel pueblo (4 horas), por un camino que era más bien una senda para que me hiciera un certificado médico que me pedían para ir a Barcelona".
MERCEDES PESQUE.


Había cartero en Clamosa (José Lasierra) era de Casa Chia. Recogía la correspondencia en Salinas de Trillo y la repartía en Trillo, Lapenilla, Puy de Cinca y Clamosa.

Los lunes era día de mercado en Graus al que acostumbraban a ir para abastecerse de productos que no tenían en el pueblo (ropa, calzado, herramientas, semillas, alimentos, etc), así como para vender excedentes de productos agrícolas (huevos, almendras, higos, etc). Hacían el desplazamiento en caballería y tardaban alrededor de cinco horas.
El pan en los últimos años de vida de Clamosa lo traía el panadero del Mesón de Ligüerre al que previamente habían llevado el trigo. Lo traía hasta la otra orilla los días 10, 20 y 30 de cada mes. Lo pasaban a través del cajón y allí esperaba alguien de cada casa con una caballería para subirlo hasta el pueblo. A veces una persona por encargo subía el pan de varias casas.
Había tienda en el pueblo, en Casa Lecina, se vendía un poco de todo, cosas básicas. También se dio el caso de un joven de Casa Salamero (Félix) que había ido una temporada a Barcelona, allí compró telas y a la vuelta puso una tienda en su casa (Salamero). Vendía y compraba de todo (desde huevos, pieles de conejos y otros animales hasta hierros, violetas o té de roca).
Algunos vendedores ambulantes aparecían por Clamosa.

"Ramón de Casa Salamero vivía en Barbastro y se dedicaba a la venta ambulante. Traía sardinas, arenques, mandarinas y cosas por el estilo. Venían otros dos vendedores ambulantes que traían cosa de mercería, los recuerdo con un fardo que abrían y enseñaban a las mujeres del pueblo los productos que traían: hilos, agujas, pañuelos, medias etc. Uno era de Puy de Cinca y el otro de Besians".
MERCEDES PESQUE.


La construcción del embalse de El Grado llevó a la Confederación Hidrográfica del Ebro a expropiar el pueblo de Clamosa. Una expropiación voluntaria (pero en cierto modo forzosa) al quitarles las mejores tierras de cultivo junto al río y quedarse incomunicados al suprimirse lógicamente el paso del cajón elevado sobre el Cinca y no construir una carretera como alternativa para conectarse con la otra orilla.
La emigración que en los años 50 se había ido llevando a los más jóvenes, acabó por sacar "a la fuerza" a todos los clamosinos en los años 60.
Barbastro y Barcelona fueron dos de los destinos preferidos para iniciar una nueva vida.
Clamosa se mantuvo con vida hasta 1969 en que cerró su puerta la familia de casa El Pon, Joaquín Pesque y Mercedes Sánchez con tres de los cinco hijos que tuvieron.

"Los de Latorre y nosotros fuimos los últimos en salir de Clamosa porque aún no habíamos cobrado todo lo de la expropiación. Los de Latorre se fueron un poco antes y al final solo quedaron mis padres y hermanos. Cerraron la casa en mayo de 1969 y se vinieron para Barcelona donde estábamos otro hermano mío y yo. Toda la familia se adaptó muy bien al cambio tan brusco que suponía pasar de vivir en un pueblo aislado de montaña a una gran ciudad como era Barcelona. Siempre me sentí muy orgullosa por ello.

Mis padres nunca volvieron a Clamosa. Mi padre no quiso volver. Primero había que ir andando y cuando hicieron la pista el pueblo sufrió un gran expolio y pensamos que a mi madre le causaría un gran sufrimiento ver el saqueo que se había producido en el pueblo. Ella era la heredera, había recibido el patrimonio de su padre y sería muy cruel para ella ver en lo que había quedado convertida la casa cuando pasaron los expoliadores. Resulta que un anticuario les compraba la puerta, le gustaban los clavos que tenía que eran antiguos y hechos a mano. Mi madre no quiso venderla y dijo que quería dejar la casa cerrada, la llave se la trajo para Barcelona. Cuando yo volví por primera vez habían arrancado la puerta, habían saqueado todo lo que encontraron en el interior y se llevaron las tejas de los tejados. Mejor que mi madre no lo vio.
¡Para eso sirvió la pista que hicieron cuando ya nos habíamos ido todos!
MERCEDES PESQUE.




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Colls ( Huesca)


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En las alturas del valle del Noguera Ribagorzana en su margen derecha se asienta sobre un cerro el despoblado de Colls.
Alrededor de una decena de casas dieron vida a esta población ya derrotada y vencida al paso del tiempo y los años de abandono.
No conocieron nunca la luz eléctrica. Los candiles de carburo y de aceite fueron sus fuentes de iluminación. Utilizaban la linterna para ir a la cuadra y a los corrales.

Para consumo de agua tenían una fuente a cinco minutos del pueblo.
Para combatir el rigor invernal y calentar la lumbre de las cocinas utilizaban leña de roble y encina.
Sus tierras de cultivo estaban dedicadas mayormente al cereal: trigo, cebada y centeno.
Iban a moler el grano a la harinera de Puente de Montañana.
La oveja era el animal principal sobre el que se sustentaba la ganadería.

Molí, Coscolla y Riba eran las tres casas que tenían ganado, alrededor de cien cabezas de ovino cada una.
Los corderos se vendían a un tratante que venía desde el Mas de Ribera.
En verano se llevaban las ovejas a Tavascan, en el Pirineo de Lleida donde permanecían hasta mediados de septiembre.

"El día que volvían de la montaña era de mucho ajetreo porque venían todas mezcladas y había que separar las de cada casa". JOSEP PUY.


Conejos, perdices y palomas torcaces eran los animales que se cazaban en los montes del pueblo.
Perdices que se llevaban a vender a Puente de Montañana o a Arén.

"Mi tío cazaba conejos con la modalidad del hurón". JOSEP PUY.

San Pedro era el patrón de Colls pero celebraban sus fiestas patronales el tercer domingo de septiembre.
Tres músicos de Arén eran los encargados de amenizar el baile, el cual se hacía en la era Molí.
En otras ocasiones los músicos venían del Pallars Jussà (Lleida) como era Ramiro Lampurdanés, acordeonista del pueblo de Alsamora o bien Joan Boixet acordeonista del pueblo de Eroles.

Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa para la ocasión en estos días festivos.
De quince a veinte personas se llegaban a juntar a cenar en cada casa.

"Mi padre en una ocasión me dijo que me asomara a la era por si había alguien que no tenía donde ir a cenar". JOSEP PUY.


Venía gente de Soliveta, de Soliva, de Puigfell y de las masías de Montañana a participar de las fiestas.
La fiesta pequeña era para la Ascensión (en mayo normalmente). Este día se hacía una misa y se repartía pan bendecido.
En Carnavales los niños se vestían con ropa vieja e iban pidiendo por las casas.

El cura (mosén David) venía de Arén a oficiar los actos religiosos.

"Venía el sábado por la tarde porque era cazador, salía a cazar con mi padre y se quedaba a dormir en nuestra casa.
Llegaba en bicicleta por la carretera hasta casa Ivars y desde allí subía andando hasta Colls". JOSEP PUY.


El médico venía desde Puente de Montañana, se desplazaba en moto hasta el cruce de la carretera y aquí bajaban a buscarlo con un macho.
Miguel el cartero venía desde Puente de Montañana.

Arén (algo más de dos horas andando) y Puente de Montañana (una hora y media andando) eran sus dos salidas naturales al valle.
Al primero se desplazaban para comprar ropa o utensilios de cocina mientras que al Puente lo hacían para comprar alimentos normalmente, arroz, azúcar, conservas...
Para cosas de forja visitaban al herrero de Puente de Montañana.
La guardia civil de Arén aparecía una vez al mes por Colls haciendo la ronda.
La Sira de Casa Cemelí de Montañana pasaba periódicamente por Colls con un burro vendiendo hilos y paños de cocina y de paso compraba chatarra.
No faltaban tampoco los gitanos que restauraban pucheros y todo tipo de vasijas.
Había prensa en cada casa con la cual los vecinos elaboraban vino para consumo casero.

"Nosotros hacíamos vino para casa y también vendíamos, casi siempre a un almacenista de Pont de Suert (Lleida) que se lo llevaba para luego venderlo en los pueblos de la montaña". JOSEP PUY.

Colls llegó a los años sesenta con solo dos casas abiertas en el núcleo principal, la "defunción" del pueblo era algo anunciado.
Los factores que hizo que se llegara a esta situación habría que buscarlo en las malas comunicaciones, la falta de servicios básicos (luz, agua), el escaso rendimiento que se le sacaba a unas tierras poco productivas y de pequeña extensión, las ganas de mejorar y buscar un cambio de vida.

Sus gentes se repartieron por diversos pueblos de la provincia de Lleida.
Josep Puy Adillón y Dolores Palacin Garuz con el resto de la familia cerraron casa Coscolla en 1965 y se marcharon a Balaguer (Lleida)


cedido y ha arrastrado las vigas y el suelo de los pisos superiores taponando la entrada.
Una calle me permite transitar unos pocos metros hacía el exterior del pueblo pero enseguida toca volver por el mismo sitio. Un buzón de correos (sin puerta) se deja ver en una fachada. Intento seguir viendo más rincones del pueblo. No va a ser tarea fácil. Las calles ya no existen como tal y en la parte alta la ruina es generalizada. Toca trepar como buenamente se pueda entre piedras, vigas y vegetación. Con dificultades llego hasta la parte más alta. Una casa todavía mantiene la fachada exterior en aceptable estado. Un pararrayos llama mi atención. Desde aquí diviso el resto del pueblo a mis pies. El panorama es desolador. Apenas edificios reconocibles, el mal estado es común. A cambio unas buenas vistas del valle del Noguera Ribagorzana y la sempiterna visión de la entrada del Congosto de Montrebei (la vista del Congosto en Ribagorza es como la de la Peña Montañesa en Sobrarbe, se ve desde multitud de lugares de su territorio).
Desciendo hasta la parte baja del pueblo y me acerco hasta la ermita cercana. En ruina pero todavía en aceptable estado si se compara con la iglesia. Nada de mobiliario ni ornamento en su interior. Anexo a ella el cementerio.
Por el mismo camino me voy a visitar las dos casas que hay separadas del pueblo (Agustí y Riba). Media hora de caminar. A mitad de trayecto una gigantesca roca ha caído debido a la erosión del terreno donde se asentaba debido a las últimas lluvias y se ha quedado en medio del camino. Si algún vehículo todo terreno se aventura a llegar hasta aquí no podrá pasar. El pedrusco no deja espacio suficiente.
Continuo el camino y veo a lo lejos el pueblo de Soliva y por encima de este el de Claravalls sobre una colina.
Llego hasta la altura de las dos viviendas que eran objetivo de mi visita pero no hay un sendero claro que me lleve hasta ellas, así que entre matorral y pinos llego hasta una de ellas. En buen estado al exterior con sus correspondientes edificios auxiliares en torno a ella formando un pequeño patio. Bonito y solitario lugar. La vivienda no se puede acceder a su interior pero es bonita su fachada.
Pese a estar cerca no consigo dar con la otra vivienda (luego me enteraré de que está prácticamente en el suelo).
Toca volver para Colls. Vuelvo a pasar por la mole de roca que se plantó en medio del camino (como sería cuando bajara rodando desde su anterior ubicación inalterada desde siglos, apenas unos cinco metros por encima del camino, el desplazamiento fue corto, pero causaría impresión el momento de verla rodar).
Llego otra vez hasta el pueblo. Todo igual. Nadie aparece por allí. Ningún senderista, ni de todo terreno, ni de bicicleta. No veré a ningún ser humano hasta que llegue a la carretera.
Deshago el camino, ahora es bajada y en una hora estoy junto al coche.


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Escartin ( Huesca)



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Agradecimiento para José María Satué de Casa Ferrer. Agradable y completísimo informante de Escartin.

Maravillosa población encaramada en un serrato en el corazón de Sobrepuerto, rodeada de bancales y de difícil acceso.
Una veintena de viviendas componían este pueblo dedicados a una economía puramente de subsistencia con la ganadería como mayor ocupación. Ganadería compuesta de ovejas principalmente y cabras y vacas en menor cantidad. Ovejas que hasta los años 40 se bajaban a Tierra baja, a partir de entonces ya no, se mantenían en los pastos del pueblo.

De la importancia de la ganadería ovina le viene el apodo con que se conocía a los habitantes de Escartin: "comequesos".
El trigo era el cereal reinante en la agricultura aunque también se cultivaba algo de avena, patatas y legumbres.
Celebraban sus fiestas patronales el tercer domingo de septiembre sin estar dedicadas a ningún santo.

Aparte de la misa no faltaban las rondas por las casas del pueblo en las que se cantaba unas jotas y los dueños les obsequiaban con un buen porrón de vino y una torta buena, además iban recogiendo diversas viandas como podía ser tocino, longaniza, café, tortas, etc con la que los jóvenes hacían una comida el tercer día de la fiesta. El baile se solía realizar en la plaza o en una era y estaba amenizado por músicos que venían de Fiscal unas veces y otras de Javierre de Ara normalmente con violín y guitarra y en otras ocasiones acompañados además de acordeón.
Las fiestas pequeñas estaban dedicadas a su patrón: San Julián el día 7 de enero donde solían celebrar una misa y una veilada común por la tarde noche de todos los vecinos en la casa del alcalde.

Acudían el día 25 de junio a la romería de Santa Orosia. A las cinco de la mañana salían en procesión hacia la ermita llevando las caballerías bien engalanadas y portando la cruz un hombre o mozo de una casa diferente cada año. La bandera se iban turnando entre los mozos para llevarla, al llegar a la ermita se juntaban con todos los pueblos de Sobrepuerto y del valle de Basa donde se hacia una procesión todos juntos, una misa, una comida campestre y los celebres dances interpretados por los Danzantes de Yebra de Basa, para regresar por la tarde cada uno hacia su pueblo.
El cura subía desde Bergua a oficiar la misa y en los últimos años de Fiscal.

El médico venia de Fiscal en casos muy extremos, sino tocaba a algún familiar del enfermo bajar hasta Fiscal a explicarle los síntomas al médico y según lo que recetara ir a comprar las medicinas a Broto para subir nuevamente hasta Escartin.
El cartero residía en Bergua y previamente iba a recoger la correspondencia en Fiscal y luego la repartía por Ayerbe de Broto, Escartin y Otal.
De Fiscal también venia el herrero y allí bajaban a moler el grano (años antes lo hacían al molino de Bergua) y a hacer determinadas compras como podía ser telas, arroz, aceite, bacalao, sal, etc, aunque la mayoría de las veces más que compra era un trueque con corderos, patatas, huevos, etc. pues Fiscal era un pueblo que ya tenía buen comercio en esa época.

Algunos vendedores ambulantes se dejaban ver por el pueblo provenientes de Naval y Alquezar vendiendo aceite, vasijas, velas, etc. El macho era el animal inseparable de las gentes para cubrir los largos trayectos que tenían que hacer por los empinados caminos que tenían para desplazarse, como podía ser por ejemplo a las diversas ferias que había en la comarca como la de ganado en Broto el 24 de septiembre o la de Boltaña (8 horas andando) el 23 de abril para la compra-venta de cerdos y hortalizas, también en Boltaña se realizaba para los días 18 y 19 de octubre la feria de ganado vacuno y asnal.
En Biescas había mercado todos los sábados durante la primavera y se bajaba para vender huevos y cabritos y se compraba alguna remolacha, acelgas o coles entre otros productos.

También algunos vecinos bajaban a los pueblos del Somontano (Alberuela de la Liena, Radiquero, Salas o Castilsabas entre otros) a comprar vino.
De la dureza de la vida en Escartin sirva como ejemplo que antes de la guerra civil ya habían emigrado varias familias del pueblo. Lo que en principio eran marchas temporales de algunos vecinos a trabajar a Francia se acabó convirtiendo en definitivo y así hasta seis familias acabaron marchando al país vecino. Hacia la década de los 50 ya solo quedaban seis familias en el pueblo que también fueron emigrando a cuentagotas. Marcharon para Zaragoza, Huesca, Sabiñanigo y Monzón. Así se llegó hasta el año 1967 con el cierre de Casa Navarro por los dos hermanos que la habitaban (Antoné y Generosa) que después de llevar un año viviendo solos se bajaron hasta Bergua.

Los motivos del abandono de Escartin habría que buscarlos en la falta de los servicios básicos como era la luz y el agua, una carretera que nunca llegó y que les habría sacado un poco del aislamiento y en la crisis de la economía rural que empujaba a los vecinos a marchar en busca de las ciudades y pueblos grandes donde si tenian las modernidades que no llegaban hasta Escartin.
Así estuvo el pueblo totalmente abandonado durante muchos años hasta que en los años 90 empezaron a subir el primer sábado de julio los que se fueron y sus descendientes al pueblo para celebrar un día festivo, de recuerdo y de reencuentros para que no se apague la llama y la memoria de Escartin.



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Fumanal ( Huesca)



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Agradecimiento a Ángel Fumanal y a su esposa Elisa de Casa Don Cosme, últimos vecinos en marchar de Fumanal por su trato afable y su hospitalidad.

Aldea escondida en un pliegue del altozano donde se asienta la fortaleza de Muro de Roda en las alturas del valle de La Fueva. Encantador núcleo compuesto de dos viviendas de gran interés, sobre todo la de Casa Don Cosme, casona de origen infanzón por lo que gozaba de muchos privilegios desde la Edad Media hasta principios del siglo XIX que llegó la abolición de la infanzonía. Perteneciente a la familia Fumanal, ha conseguido mantener vivo el apellido hasta nuestros días. Casa Cosculluela la otra vivienda pese a no tener el mismo realengo era también una casa importante.

No conocieron nunca la luz eléctrica en las casas pero si el agua corriente que canalizaron de una fuente que había por encima de las casas, aunque solo Casa Don Cosme gozó de ese bienestar pues la otra casa presintiendo su cercana marcha no quisieron meterse en obras.

Trigo y cebada era lo que recogían principalmente de sus campos y también tenían olivos y viñas. En la ganadería había buenos rebaños de ovejas y cabras.
La fiesta grande era el 24 de agosto para San Bartolomé donde todas las aldeas hacían una romería hasta la fortaleza de Muro de Roda.
La fiesta propia de Fumanal era el 17 de enero donde honraban a San Antón con una misa en la capilla, una comida donde se mataba un cordero o un pollo para agasajar a las gentes venidas de fuera y luego se hacia un baile en el salón de Casa Don Cosme.

Don Jesús el médico de Tierrantona era el encargado de subir a Fumanal cuando había un enfermo grave y la situación lo requería.
El cartero de Palo aparecía con la correspondencia por allí en un impresionante recorrido andando en el cual primero se acercaba hasta el pueblo de Mediano para recogerla y luego repartirlas por todas las aldeas de Muro de Roda.

El herrero acudía cuando se le solicitaba para arreglar algún arado o herrar las mulas desde la aldea de La Plana.
Había también un molino de aceite (ya arruinado), adonde acudían de todas las aldeas de Muro y de La Fueva.

Al tener una economía de autosuficiencia apenas les hacía falta salir fuera de Fumanal, de vez en cuando se desplazaban a Tierrantona a comprar algún producto que no tuvieran, a moler el grano a los diversos molinos que había por La Fueva (más tarde lo llevaban a la harinera de Ainsa), a algún asunto administrativo iban al ayuntamiento de Muro de Roda al que pertenecían y que primero estaba arriba en la fortaleza y luego se trasladó a la solitaria casa de El Plano (vivienda situada en el camino de acceso desde Tierrantona).

En el año 1965 se cerró Casa Cosculluela marchándose sus propietarios a Monzón, y tres años más tarde en el año 1968, echaron la llave a la puerta de Casa Don Cosme Ángel Fumanal y su mujer Elisa (originaria de la poderosa Casa Mur de Luján).

"A pesar de haber incorporado maquinaria agrícola para las labores del campo, la vida se hacía dura en Fumanal, los de Cosculluela ya se habían marchado y solo quedábamos nosotros, yo veía que mis hermanos se habían marchado años atrás a Zaragoza e iban prosperando y yo con tener todas las propiedades de la casa me tocaba trabajar muy duro para salir adelante, mi mujer estaba más remisa a marchar pero yo ya no lo pensé más y nos fuimos a Zaragoza donde trabajé un taxi hasta la jubilación". ÁNGEL FUMANAL.




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Gallisué ( Huesca)



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Agradecimiento muy cordial para Miguel Buisán Villacampa de Casa Antolín, amable informante sobre su pueblo.


Gallisué es una minúscula población situada bajo la sierra del mismo nombre. Perteneciente al municipio de Valle Vió, formado por tres viviendas alineadas en hilera orientadas al sur.

Es un pueblo que ha padecido un aislamiento muy severo con precarios caminos de caballerías para comunicarse con los pueblos cercanos. Tenían una economía de pura subsistencia con cultivos de trigo, cebada, patatas y judías. Las cabras era el animal más numeroso en la ganadería.

Celebraban sus fiestas patronales los días 17 y 18 de agosto en honor a San Mamés, al que dedicaban una misa, para la comida se mataba un cordero o un cabrito para compartir con los familiares y amigos que venían de fuera. Los músicos de Buerba y Vió con acordeón, guitarra y violín amenizaban el baile que se celebraba en una era.

Los jóvenes de Gallisué acudían también a las fiestas de los pueblos cercanos como Vió, Buerba, Puyarruego, Muro de Bellós y Morillo de Sampietro, pueblo este último con el que siempre mantuvieron una gran relación.

Otra celebración muy concurrida y celebrada por sus vecinos era la matacía (matanza) del cerdo, donde se hacia una riquísima sartenada de mondongos.
No había escuela y los niños de Gallisué tenían que desplazarse a la de Buerba, con una hora diaria de camino.
El cura venia desde Fanlo para oficiar los actos religiosos.
De Fanlo venia también el médico.


"En Gallisué nunca hubo médico residente, pero en los años 60 se puede decir que si lo tuvimos permanente durante una semana debido a que un día de invierno había venido a visitar a una abuela de Casa Agraz que se encontraba enferma y fue tal la nevada que cayó ese día que el pueblo se quedó incomunicado por lo menos siete días, por lo que este hombre se tuvo que quedar aquí durante ese tiempo. Tenía fama de hombre serio y hosco, pero aquí se lo pasó bien e intimó con las gentes del pueblo, echábamos partidas de guiñote (juego de cartas) y aquellos días estuvimos muy bien atendidos de cualquier dolencia o malestar, hasta que amainó el temporal y pudo volver a Fanlo". MIGUEL BUISÁN.

El cartero también venia desde Fanlo y más tarde desde Buerba, de este pueblo acudía el herrero una vez al mes.
Se recuerda ver aparecer a un vendedor ambulante de Labuerda vendiendo paños, telas y baratijas.

Bajaban a las ferias de Ainsa a comprar y vender animales y a realizar algunas compras importantes debido al gran comercio que había en este pueblo.
A Escalona también bajaban con las caballerías a comprar vino, aceite y azúcar entre otros productos.

El aislamiento que padecían debido a lo abrupto del terreno y las malas comunicaciones que tenían, unido a la fiebre que había en aquellos años por emigrar a las grandes ciudades, hizo que las tres casas fueran cerrando sus puertas y marchando cada una hacia un lugar distinto, siendo Doro y su madre María de Casa Antolin los últimos en marchar, haciéndolo en el año 1978 hacia el pueblo de Escalona.
Gallisué en la actualidad es de propiedad privada y esta dedicado a la explotación ganadera.



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Ginuábel ( Huesca)



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A mi buen amigo Luis Buisán Villacampa de Casa Salas, incansable y tenaz cronista de Ginuábel, verdadero artífice de que la memoria de su pueblo no haya caído en el olvido. Colaboración impagable.


Se encuentra Ginuábel semioculto entre una densa masa forestal en la ladera derecha del barranco de Yasa. Su disposición urbana muestra una suave inclinación descendente.

Ocho viviendas componían el pueblo en el siglo XX aunque en tiempos anteriores llegaron a ser doce.
Arruinada población del valle de La Solana, poco queda ya de sus tiempos de máxima vitalidad.
El paso del tiempo, un expolio bárbaro de piedras y losas y los fenómenos meteorológicos han convertido este otrora bonito pueblo en un triste conjunto de edificios debilitados para seguir manteniéndose en pie.

Las ovejas eran el principal sustento de sus habitantes, de las cuales sacaban beneficio a través de la lana, los quesos o los corderos. Los tratantes de Boltaña y Ainsa preferentemente eran los que subían a Ginuábel a abastecerse de corderos. Se producía una especie de tanteo, un tira y afloja, en el que muchas veces los tratantes se iban sin haber comprado animal alguno, pero como quiera que estaban interesados volvían a los pocos días con una contra oferta, llegando finalmente a un acuerdo. Unas veces arreaban ellos con la compra y otras veces había que bajárselos a la carretera.
Se realizaba la trashumancia con los rebaños y así subían en verano a los altos pastos del puerto de Goríz en la vertiente sur del macizo de Monte Perdido. Estaban allí desde el 1 de agosto hasta la virgen del Pilar. Por el contrario en los meses de invierno hacían la trashumancia hacía tierras más cálidas, a Tierra Baja donde permanecían desde noviembre hasta abril.

No menos importante era la agricultura para subsistir en estos pueblos tan aislados y con una orografía complicada.
Se cultivaba a base de terrazas, fajas y bancales en una muestra de la laboriosa mano del hombre para sacar provecho del terreno en las laderas montañosas.

El trigo era el cereal principal y por detrás estaba la avena, cebada, centeno, judías o patatas por citar unos cuantos productos.
La luz eléctrica llegó a Ginuábel en el año 1945 desde el plano Giral donde estaba situado un transformador que abastecía a casi todos los pueblos de La Solana. Esta linea a su vez tenía su origen en el molino de Jánovas.

Fue todo un acontecimiento para el pueblo y a falta de carreteras, maquinaría agrícola o agua corriente se puede decir que fue el mayor progreso que llegó a Ginuábel.

El agua corriente no llegó nunca y a pesar de que la fuente que tenían en el pueblo no era potable estaban abastecidos en buen número de fuentes en los alrededores.
Cada casa tenía su horno y se solía amasar y cocer el pan una vez al mes.
Tres casas llegaron a contar con retrete (Ezquerra, Castillo y la casa de la escuela) a la manera rústica de aquellos años, con salida a un prado trasero o a las cuadras.
Las fiestas patronales de Ginuábel originariamente eran el 25 de julio, día de Santiago, pero como quiera que coincidía con la época de siega que eran los días de más trabajo en el campo se cambiaron al 27 de agosto, día de San José de Calasanz.
Se celebraban tres días de fiesta: 27, 28 y 29. El cuarto día, el 30 era solo para la juventud del pueblo.


"La víspera llegaban los músicos, venían en el coche de línea hasta Lacort, uno de los mozos nos encargábamos de bajar a buscarlos con dos caballerías bien ataviadas para que montara alguno de los músicos o el traslado de los instrumentos. Eran momentos de gran expectación en el pueblo a la espera de los protagonistas que debían amenizar las fiestas.

Durante años eran los Solano del pueblo de Tierrantona los que venían a tocar a las fiestas de Ginuábel. Padre e hijo con guitarra y violín que se hacían acompañar muchas veces de otros músicos con saxofón, trompeta y batería formando una pequeña orquesta. Acostumbraban a pernoctar en casa Martín Puyuelo y en los últimos años en casa Clemente. Comían y cenaban una vez en cada casa donde había mozos de fiesta.
La víspera por la noche ya se hacía una ronda con los músicos por el pueblo como anuncio de la fiesta mayor.

A la mañana siguiente era el gran día. A las doce se oficiaba una misa a cargo de mosén Miguel y cantada por los músicos. Después de misa se hacía un pequeño baile en la plaza. A continuación se formaba la ronda y se iba casa por casa a rondar. Si en una casa estaban de luto se paraba la ronda y se rezaba un padrenuestro. Se le cantaba una jota a las mozas de la casa y otra de despedida al amo, al alcalde o al cura. En cada casa sacaban una bandeja con torta fina cortada a trozos y el porrón de vino. Dos mozos subíamos a la vez por cada casa con una alforja pidiendo normalmente huevos y longaniza para realizar una lifara (merienda especial que se realizaba el último día entre todos los jóvenes).
Terminada la ronda cada uno se retiraba a su casa a comer, donde había costumbre de sacrificar una oveja a la que se añadía un cordero si no había bastante.

La comida era abundante para agasajar a todos los invitados con buenos entremeses, guisos de carne, costillas y chuletas. En los postres eran las natillas, la torta bizcochada o el brazo de gitano. Como fruta especial estaban las uvas o algún melón que se había comprado para la ocasión.
Todo ello acompañado de vino encubado, moscatel y rancio, café y alguna copa de anís y coñac.
A la hora de la sobremesa pasábamos un par de mozos vendiendo tiras de número para la rifa del cordero, tiras que también se ofrecían durante el baile de noche. No teníamos mucho éxito pues no sacábamos ni para pagar la orquesta.

El pueblo era un hervidero de gente, mucha alegría por todas partes y reencuentros con personas que no te veías hacía tiempo.
Iba llegando la juventud de otros pueblos y al anochecer comenzaba el baile en la plaza. Venían de Muro de Solana, Sasé, Cájol, Castellar, Giral, Tricás, Lacort, Santa Olaria y Javierre.

El primer baile lo solían empezar los mozos y mozas del pueblo y era costumbre romper el baile el mozo y la moza de más edad. Los mozos forasteros que no hubieran comprado tira de la rifa no estaban bien mirados si querían sacar alguna moza del pueblo a bailar.
A media noche se hacía una parada para la cena, donde nadie se quedaba sin cenar, nos repartíamos a la juventud de otros pueblos que no tenían familia en Ginuábel, el caso es que nadie se quedara en la calle sin probar bocado. El pollo al chilindrón era muy acostumbrado para la ocasión. Y después vuelta al baile que se prolongaba hasta las cuatro de la mañana.

A la hora de dormir había que solucionar el problema del alojamiento, así que los hombres de la casa nos íbamos a dormir al pajar para dejar sitio libre a los familiares que venían de fuera. En otros casos dormíamos tres o cuatro mozos en una misma cama, como también lo hacían las mujeres.
Cuando todos se habían acostado, al alba los mozos del pueblo acompañados de algunos forasteros hacíamos la ronda del jadico, íbamos por las casas requisando alguna cazuela con las sobras del día anterior y un porrón de vino saciábamos nuestro apetito antes de irnos a dormir.
El segundo día de la fiesta nos levantábamos tarde la juventud cansados del ajetreo del día anterior.

Los actos festivos comenzaban otra vez con una misa cantada. Después baile de una hora en la plaza. Era una repetición del día anterior, con ronda por las casas, comida con familiares y allegados y el baile al atardecer pero con más concurrencia de gente que el primer día.
En tiempos pasados se hacían carreras pedestres campo a través, se llamaban carreras de pollos porque ese era el premio que se le daba al ganador. Con el tiempo dejo de realizarse esta competición.

El tercer día se volvía a realizar los mismos actos pero ya muy venida la fiesta a menos. Se habían marchado muchos familiares y amigos y el pueblo recobraba la normalidad, quedábamos los del pueblo y alguno más y aunque aún teníamos ganas de fiesta ya el cansancio empezaba a hacer mella.
El cuarto día era la despedida de los músicos, había que acompañarlos hasta la carretera para que volvieran a sus lugares de origen.
Había llegado el momento de echar cuenta de los gastos, si no llegaba con lo de las rifas lo que faltaba lo poníamos entre los mozos a escote. Asimismo hacíamos la lifara con los productos que habíamos recogido de las casas.

Vuelta a la rutina, a atender el ganado y en otras labores. A esperar a las del próximo año o a asistir a la de pueblos cercanos.
Como anécdota el último año que se celebró fiesta en Ginuábel ya con el pueblo muy mermado de gente, no había músicos ni baile por lo que las fiestas estaban muy descafeinadas, cogí a dos primas mías que habían venido de visita y nos bajamos al pueblo de Santa Olaria que también estaba en fiestas para poder bailar".
"LUIS BUISÁN.


La fiesta pequeña era el 17 de noviembre en honor a San Acisclo.
El baile se hacía en el salón de la casa de los maestros en la escuela, que tenía el piso de tarima. Ese día subían músicos de Javierre, Santa Olaria o Borrastre con guitarra y violín.

Hasta la guerra civil hacían una romería a la ermita de San Bernabé situada en el despoblado de Semúe. Después de la guerra ya no se hizo nunca.
Mosén Miguel subía desde el pueblo de Javierre de Ara donde vivía con dos hermanas. Era nacido en casa Chusé de Sasé. Celebraba misa un domingo al mes siempre que el tiempo no lo impidiera. El día anterior subía a Sasé a casa de su familia donde hacía noche, celebraba en aquel pueblo la primera misa, después se desplazaba a Muro de Solana donde hacía la segunda para terminar en Ginuábel donde realizaba la tercera. Aquí comía en casa Clemente que eran parientes y por la tarde regreso a Javierre. Se desplazaba siempre a pie, era un hombre fuerte y andaba por los caminos con la sotana arremangada.
El médico residía en Fiscal a dos horas de camino y había que llevar una mula para que subiera hasta el pueblo. En bastantes ocasiones no se encontraba el médico en su lugar de residencia por encontrarse atendiendo enfermos en otros lugares por lo que se le dejaba recado. Así podía pasar un par de días. Luego si recetaba había que ir a Boltaña a comprar los medicamentos. Don José, don Jesús o don Antonio son alguno de los que se recuerdan.
En Lacort había un practicante que recetaba y solucionaba algunas enfermedades normalmente a base de remedios caseros.
El cartero era el señor Vicente de casa El Ventorrillo de Lacort, iba montado en una yegua y subía a repartir la correspondencia a Ginuábel y Tricás.
El herrero venía de Santa Olaria, José Picardo. Lo hacía dos o tres veces al año.
De Campol venía Miguel Sánchez el albañil, encargado de hacer las reformas en las casas, blanqueo de interiores, construcción de pajares, bordas, casetas de campo, etc.
A moler el grano iban normalmente al molino de Fiscal.

"Otras veces íbamos al molino de Jánovas o al de Lacort. Incluso a la harinera de Boltaña alguna vez, Y un año más lejos; a la harinera Chéliz de Ainsa. Nos pusimos de acuerdo todo el pueblo, bajamos al alba a Lacort con dos caballerías por casa y dos sacos en cada mulo. Cargamos los sacos en el camión de Marcial y hacia Ainsa a moler todo el día. Por la tarde cargamos los sacos de harina en el camión y regreso a Lacort, allí esperaban las caballerías en las que cargamos los sacos y de subida a Ginuábel". LUIS BUISÁN.

Lacort era el pueblo estratégico y primordial para casi todos los pueblos de La Solana pues era allí donde estaban situados los comercios.
Las tiendas de Marcial y Revilla permanecen en la memoria de todos los habitantes de La Solana.
Más tarde Macario Garcés abrió un comercio que funcionaba como carnicería y panadería.

Hasta aquí bajaban con asiduidad las gentes de Ginuábel a la compra-venta de productos, que en muchas ocasiones se convertía en un trueque. Allí se podía comprar de todo: ropa, calzado, herramientas, azúcar, aceite, vino, bacalao, conservas y toda clase de productos que no se producían en el pueblo.
Si se realizaba trueque las gentes de la montaña ofrecían a cambio patatas, quesos, huevos, manzanas, etc.
Muy importante era el vino para el consumo de la casa. Estos comerciantes de Lacort lo traían de los pueblos del Somontano y de Cariñena. Vino que las gentes de Ginuábel transportaban en boticos a lomos de caballerías y lo encubaban en toneles.

Por Ginuábel y demás pueblos de La Solana aparecían los arrieros de Naval vendiendo todo tipo de cerámica (cazuelas, pucheros, botijos). Llevan la carga en uno o dos machos. De Colungo, de Alquezar, de Adahuesca también llegan vendedores ambulantes ofreciendo sus productos.
Un día muy señalado en toda la comarca era el 19 de octubre. En Boltaña se celebraba la feria de ganado. Las gentes de Ginuábel madrugaban desde bien temprano para hacer el recorrido andando (3 horas). Se volvía a casa ya de noche. Allí llevaban a vender algún animal o a comprar alguno que hiciera falta para la casa. Incluso gente que iba simplemente por pasar el día, por respirar otro ambiente, ver y escuchar lo que acontecía de novedad en la comarca.
En Ginuábel en las noches de invierno eran muy típicas las veladas. Después de cenar, varías casas se juntaban en una de ellas y al calor de la lumbre se contaban historias de brujas, de desaparecidos, de lobos, comentarios y recuerdos sobre los que se habían ido y sobre todo lo que acontecía en el valle en general.

"Nosotros la solíamos hacer en casa Périz, el tío Ramón de esta casa cada dos o tres días traía una carga de leña y allí se consumía en el hogar. Todos juntos, niños, jóvenes, mayores y ancianos al calor de la lumbre escuchando historias y relatos, donde no faltaban nunca las bromas y la buena armonía. Otras veces los jóvenes nos íbamos a casa Clemente que tenían varios hijos y allí nos poníamos a jugar al guiñote, al siete y medio o al subastado". LUIS BUISÁN.

Dos o tres veces al año con ocasión de alguna fiesta especial como Pascua, la Ascensión o el Corpus, se reunían los jóvenes y organizaban un baile. Urbez Pérez de casa Périz sabía tocar la guitarra y así lo apañaban. Hacían el baile en el salón de dicha casa. En ocasiones se hacía acompañar al violín de un joven que venía de la parte de Biescas.

Aunque la emigración ya había empezado a llamar a las puertas de Ginuábel y unas cuantas familias pusieron rumbo a las grandes ciudades en busca de una mejor calidad de vida, fue el proyecto del pantano de Jánovas y la posterior aparición de Patrimonio Forestal del Estado (más tarde llamado ICONA) lo que terminó de empujar a las gentes de Ginuábel y de todos los pueblos de La Solana a marchar. Con mucha presión hacía los vecinos se les hizo ver la conveniencia de vender y marchar pues se iba a expropiar toda la zona de monte para replantarla de pinos y así contener toda la erosión que podían provocar las lluvias torrenciales arrastrando lodo, piedras y fango en las vertientes próximas al proyectado pantano. Se acababa así con la posibilidad de llevar el ganado a pastar al monte, por lo que a los vecinos muy a su pesar no les quedó otro remedio que resignarse a la expropiación y aceptar lo que les quisieron pagar. Tarde, mal y poca cantidad pues en el caso de Ginuábel fue de ¡un millón quinientas mil pesetas! por toda la zona de pastos, montes y terrenos cultivables. Ese dinero a repartir entre ocho familias no le dio a nadie para comprar un piso en la nueva vida.

Fueron días de mucha tristeza, de derramar muchas lágrimas, dejar la casa vacía, los abuelos en el cementerio, de tratar de vender los animales al mejor postor para conseguir algún dinero más. Mucha incertidumbre también ante lo que les depararía la nueva vida en la ciudad.
La gran mayoría de los vecinos de Ginuábel se fueron para Barcelona, quedándose alguna familia en pueblos grandes de Huesca.
La familia de Casa Périz fueron los últimos en marchar de Ginuábel. Eran el matrimonio formado por Urbez y Fina, vivía con ellos un tío soltero nacido en la casa, el tío Ramón. Estuvieron un año viviendo solos en el pueblo, en el año 1963 cerraron la puerta de su casa y se trasladaron al pueblo de Binéfar.
A partir de aquí Ginuábel se envolvió en un manto de soledad y silencio solo roto por los expoliadores que por allí se acercaban o por algún nostálgico que volvía a ver lo que había quedado de su pueblo.

"En el año 1979, más de quince años después de haber emigrado, subí a mi pueblo. Lo hacía en compañía de mi mujer y mis hijas que no conocían Ginuábel. Al llegar al pueblo donde yo había vivido los primeros veintisiete años de mi vida y tras la lógica emoción de los primeros momentos enseguida vi que ya nada era igual: las eras se habían convertido en simples espacios reducidos por los arbustos, los caminos y calles se habían cerrado a base de zarzales y sabuqueros, los huertos se habían convertido en una pequeña selva, de la fuente ya no manaba agua donde siempre había manado, mi casa tenía una parte del tejado hundido, había riesgo de entrar, la iglesia había sido utilizada como establo para las vacas, tuve que luchar duramente con las zarzas para poder ir abriendo camino. Todo me parecía un paisaje extraño, la vegetación estaba exuberante, los pinos que nunca hubo en mi pueblo ahora alcanzaban diez o doce metros de altura, era todo irreal, desolador". LUIS BUISÁN.



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Huertalo ( Huesca)


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Solitario y olvidado se presenta el pueblo de Huertalo en disposición longitudinal sobre una faja de tierra.
Fue un pueblo muy bonito y lleno de vida que se fue apagando de manera cruel a partir de los años 50 en que empezó a disminuir su población drásticamente.

Diez casas que formaban una calle casi rectilínea y una hermosa plaza daban forma a Huertalo.
Solamente cinco casas se mantuvieron abiertas en la última etapa de vida humana en el pueblo.

Tuvieron luz eléctrica hasta los años 20, pero en esas fechas tuvieron la desgracia de que se quemó el transformador y como quiera que en aquel entonces no quedaban ya muchos vecinos las instalaciones no se arreglaron y tuvieron que volver a la luz de los candiles.
Para abastecerse de agua tenían que ir con el macho cargado de cántaros a una fuente que había por debajo del pueblo, en el barranco.
Un terreno de regular calidad permitía sembrar sus tierras de trigo y cebada principalmente.
Iban a moler el grano a Berdún.

Las ovejas y las cabras se repartían el volumen ganadero.
Perdices y conejos que previamente habían sido cazados suponían un aporte alimenticio extra.
Días de mucho trajín era la época de matanza. Se mataba uno o dos cerdos según las necesidades de cada casa.
Leña de roble y de pino era lo que tenían para calentar el fuego de la lumbre en las cocinas y así combatir los rigurosos inviernos que allí se daban.

Celebraban sus fiestas patronales en honor a la Inmaculada Concepción (La Purísima) con una duración de tres días, del 8 al 11 de diciembre. Hacían una procesión llevando a la virgen desde la ermita hasta la iglesia. Allí se tiraba seis meses y para el Corpus la volvían a llevar a la ermita.
En las comidas de las casas en esos días señalados no faltaba la paella, la sopa, se mataba un pollo o un cordero, además se acompañaba de la repostería a base de magdalenas, flan y rosquillas.

Para amenizar el baile venían Alfonso y Manolín desde Biniés con guitarra y bandurria.
Como por esas fechas solía hacer bastante frío, el baile se realizaba en el interior de la escuela pero algún año que la climatología fue benévola permitió que se hiciera en la plaza.

Venía la juventud de Biniés, Majones y Villarreal de la Canal a participar de las fiestas pero no en grupos numerosos debido al condicionante del clima en esas fechas.

El cura (mosén Pablo) venía desde Villarreal de la Canal, andando o en caballería, más tarde venían desde Berdún, mosén Martín fue uno de los que se recuerda.
El médico venía desde Berdún cuando la situación lo requería sino eran los vecinos de Huertalo los que tenían que desplazarse a Berdún para ser tratados de su dolencia o enfermedad. Don Tomas y don Jesús fueron algunos de los que se recuerdan. Había que llevar una caballería para que pudiera desplazarse el doctor hasta Huertalo.
Desde Berdún venía andando todos los días menos cuando nevaba el cartero, José Diéguez de casa Medianero para repartir la correspondencia.

A realizar compras se desplazaban hasta Berdún, Biniés, Villarreal de la Canal o incluso llegaban a Jaca. Si era compra de poca envergadura se iba andando y sino con el burro. Aunque eran casi autosuficientes pues había de todo en las casas (pollos, cerdos, verduras, fruta, vino y pan), también hacían jabón con la grasa de los animales, tenían que abastecerse de productos que no había en el pueblo como era el azúcar, arroz, aceite, sal o pescado. Pescado que solía llegar a Villarreal de la Canal en camión procedente de San Sebastián y que Francisco Solano se encargaba de llevarlo a vender a Huertalo.
También aparecía por allí un vendedor ambulante llamado Cirilo Heriza vendiendo hilos, telas y ropa.
En casa Tresa estuvo durante años la taberna del pueblo donde la gente se juntaba a jugar al guiñote, al tute o al arrastrao.
Los domingos se acostumbraba a tomar café o vermut acompañado de unas olivas o unas anchoas.

El futuro de Huertalo estaba escrito al no llegar allí nunca una carretera que hiciera la vida más fácil a sus vecinos, lo que unido a la difícil calidad de vida en un terreno áspero y abrupto fue lo que motivó que sus habitantes buscaran un mejor porvenir en otros lugares. Así la gente marchó principalmente a Berdún, Sabiñanigo o incluso alguna familia dio el salto hasta América.
Manuel Solano de Casa Matías y Ángel Sanz de Casa Salvador fueron de los que aguantaron hasta el final en este aislado y solitario lugar, pero el último de Huertalo fue José Samitier de Casa Buey, este hombre habitó en el pueblo hasta 1999, después de quedarse viudo en 1982 al fallecer su mujer Julia Sanz estuvo viviendo en solitario hasta que lo avanzado de su edad le hizo desistir de seguir viviendo en Huertalo.
A partir de aquí el silencio y el olvido se apoderaron de Huertalo desmoronándose agónicamente sus edificios y siendo tomado el pueblo por una avasalladora vegetación.



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Las Badias (Huesca)



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Agradecimiento para José Altarriba del pueblo de Monesma, excelente y amable informante sobre Las Badias.


Las Badias fue la antigua cabecera de ayuntamiento del municipio de Monesma, núcleo administrativo y social donde se agrupaban todos los edificios públicos (ayuntamiento, escuela, iglesia, cementerio, herrería, tienda), que daban servicio a varias aldeas y masías.

Cinco viviendas componían este pueblo-plaza de gran belleza (tres de vecinos, más la abadía y la casa de la maestra).
Sus tierras se dedicaban fundamentalmente al cultivo de trigo y cebada. En la ganadería era la oveja la más abundante. Ovejas que en verano se subían a tierras más altas, en concreto al valle de Arán en el pirineo leridano, bajándolas otra vez al pueblo a últimos de septiembre (para San Miguel). Ovejas dedicadas a la cría del cordero que se vendían a los carniceros de Benabarre.

A pesar de estar todos los edificios aquí solo la maestra residía en Las Badias, pues el cura venia desde Cajigar, el médico acudía desde Lascuarres y por allí aparecía el cartero de Luzás unas veces andando y otras en bicicleta, de Castigaleu llegaba el herrero.
Dos días duraban las fiestas patronales (15 y 16 de agosto), donde se celebraba una misa, se solía matar un cordero en cada casa para todos los presentes y por la tarde-noche era el turno del baile en la amplia plaza donde diversas orquestas (un año venían de Aren, otro de Secastilla, de Estadilla, de Campo) hacían bailar a todos los concurrentes allí llegados de las masías y pueblos cercanos.

El día 13 de junio tenían otro día festivo donde celebraban una misa en la cercana ermita de San Antonio.
Eran también muy celebrados los carnavales (carnestoltes), donde los jóvenes se disfrazaban y pasaban pidiendo por las casas (huevos, longaniza, morcillas, etc.) para luego por la noche hacer una cena con lo que habían obtenido y un animado baile.
En los ratos de ocio la gente se reunía en las casas o en la taberna a jugar a las cartas, los jóvenes jugaban al frontón en la pared de la iglesia y todos los domingos hacían baile.

José y María de Casa Manel con un hijo que tenían fueron los últimos en abandonar Las Badias en el año 1968, como habían hecho anteriormente sus vecinos en busca de un mejor futuro a Barcelona, Lleida y alguna familia a Zaragoza.
En la actualidad pese a no tener vida, la iglesia y el cementerio siguen en uso y se encuentran en buen estado. Alguna masía de los alrededores todavía está habitada.


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