El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Bujalcayado ( Guadalajara)



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Pueblo escalonado en la ladera de la sierra de Bujalcayado, orientado hacia el sur, con vistas al pequeño valle donde se encuentran las salinas de La Olmeda y de Bujalcayado.
Unas dieciocho viviendas llegaron a conformar el pueblo, estando habitado por unas 70 personas aproximadamente, que vivían de la agricultura con sus campos sembrados de cereal (avena, cebada, trigo) y de legumbres (garbanzos y lentejas).

La ganadería tenia su mayor volumen en el ganado lanar dedicado a la cría del cordero, venían a comprarlos carniceros de Sigüenza para a su vez llevarlos a Madrid y Barcelona.

Algunos vecinos acudían también a trabajar en las cercanas salinas en los meses de verano que era la época de más trabajo.
El cura acudía a dar misa desde La Olmeda de Jadraque.
El médico lo hacía desde Riosalido.
El cartero desde Sigüenza hacia el recorrido Carabias, Cirueches, Bujalcayado, La Olmeda, unas veces a pie y otras en yegua haciéndolo más tarde en bicicleta.

Para los asuntos administrativos iban a Riosalido, ayuntamiento al que pertenecían.
A moler el grano se desplazaban hasta Sigüenza, a la fábrica de los Ochovas, en ocasiones acudían al molino de Santamera.
Tres días duraban las fiestas patronales que se realizaban para San Bartolomé el 24 de agosto. Se hacia una misa y una procesión encabezada por el cura montado en una mula y detrás todo el pueblo hasta la ermita de San Bartolomé (distante un kilómetro y medio del pueblo y actualmente en ruinas). Se mataba un cordero para estas fechas para consumir con los familiares venidos de fuera y por la tarde en la amplia plaza se dejaba oír el acordeón de Candidillo, músico que acudía desde el pueblo de Renales para animar el baile.

El 22 de mayo celebraban a Santa Quiteria, con una misa y la bendición de los campos desde la cruz de la Rivilla, terminado el acto había costumbre de regalarle una gallina al cura.

En algunas ocasiones aparecían titiriteros por el pueblo realizando actuaciones teatrales y malabares, que alegraban un poco el ambiente y les sacaba un poco de la rutina diaria en una época donde cualquier cosa fuera de lo normal era un acontecimiento. Los juegos de cartas en los fines de semana y el frontón en la pared de la iglesia conformaban un pasatiempo en los días de ocio.

La escasez de arbolado en su término obligaba a muchos vecinos a ir con el macho a buscar leña a El Atance, Cirueches o Carabias.
La gente en los años 60 empezó a marchar hacia las capitales en busca de un mejor futuro y se esparcieron por Barcelona, Madrid, Guadalajara e incluso hasta Argentina recibió algún bujalcayanero, mermando considerablemente el pueblo hasta llegar al único habitante que mantiene en la actualidad: Luis, que con 73 años, siete de ellos viviendo solo, se resiste a abandonar al pueblo y quiere que haya una chimenea de la que salga humo permanentemente en los días de invierno para enseñar que Bujalcayado sigue vivo.



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Castellote ( Guadalajara)



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Castellote es un pequeño pueblo situado en la falda de un cerro. Antiguo caserío de renteros, esta población era propiedad de don Gerónimo de Toledo y más tarde de sus descendientes pero ya en el siglo XX cada vecino compró su casa y sus tierras pasando a ser propiedad de ellos.
Seis viviendas componían Castellote más el antiguo caserón de los marqueses de Embid del que ya no queda apenas nada en pie.
Pueblo eminentemente agrícola dedicado al cultivo de cereal sobre todo (trigo, cebada, avena) y algo de legumbres. La ganadería (ovejas) no era muy amplia pues el término municipal era pequeño.

Aunque en la actualidad pertenece a Corduente siempre ha dependido para todo de Molina de Aragón, cabecera de comarca.
De Molina venia el cura, había que bajar a buscarle con una burra, luego ya los últimos párrocos que eran más jóvenes subían andando.
A la escuela iban los niños andando hasta la de Molina y en los últimos años los pocos niños que quedaban iban a la de Corduente.
Asimismo a Molina iban a moler el grano, a la fragua para que les hiciera cualquier apaño el herrero y la correspondencia también la recogían allí cuando alguien iba a Molina, lo que sucedía muy a menudo pues las mujeres les tocaba ir hasta allí a hacer la compra desplazándose por el viejo camino en un trayecto de media hora andando.

Los domingos por la tarde los jóvenes también bajaban a Molina pues allí había baile y cine y mucho ambiente para la juventud.
Algunos hombres se iban a un antiguo ventorro que había en las cercanías de Valsalobre donde se juntaban con los de aquel pueblo a jugar a la brisca al amparo de un buen porrón de vino.

Tenían las fiestas patronales el día 13 de junio para San Antonio. Ese día se celebraba una misa, procesión y baile en una era con la música a cargo de los Esquiladores (llamados así porque ese era su oficio), que con guitarra y bandurria venían desde Molina de Aragón.
A pesar de que llegaron a conocer la luz eléctrica la gente ya no veía futuro en el pueblo y se fueron marchando buscando el trabajo que ofrecía las ciudades. Algunos se marcharon a Barcelona y otros se quedaron en Molina desde donde seguían subiendo a trabajar las tierras.
Teótimo y su familia cerraron la última casa en Castellote hacia el año 1975.

Actualmente varias naves agrícolas y las tierras que siguen siendo trabajadas por agricultores que acuden todos los días por allí dan un poco de vida al pueblo.



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El Atance ( Guadalajara)



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El pueblo de El Atance lamentablemente hoy día no existe. La construcción de un pantano que lleva su nombre se lo llevó por delante.
Constaba de unas 30 viviendas, además de iglesia, ayuntamiento, escuela, molino y la ermita de Nuestra Señora de la Soledad.
Se dedicaban al cultivo de trigo, centeno, cebada y garbanzos principalmente en lo relativo a la agricultura y al ganado lanar y caprino en lo referente a ganadería.

Además se cortaba leña de encina que se vendía a unas gentes de Sigüenza que venían a por ella y que posteriormente se usaba para las calefacciones.
La mayoría de las casas tenía su horno particular. Se encontraba en la cocina y se hacía pan cada diez o doce días, no se ponía duro porque se guardaba en la despensa, el cuarto más oscuro y a la vez más fresco.

Para moler el grano había molino en el pueblo siendo este de varios propietarios. Además había otro molino en Huermeces del Cerro.
A las gentes de El Atance se les conocía con el apodo de "escarabajos".

Tenían las fiestas patronales el 13 de noviembre dedicadas a San Diego de Alcalá, patrón del pueblo.
Se hacían cuatro días de fiesta. La víspera a las 20´00 horas en la iglesia se cantaban las vísperas al Santo.

El primer día de fiesta, a las 12 horas se decía la misa solemne, presidida por el párroco y dos sacerdotes, cantada con el sacristán y tocada con el órgano por Felipe Blanco Moreno. Cuando el sacerdote estaba diciendo el acto de consagración los músicos tocaban el Himno nacional.
Terminada la misa se salía en procesión con el Santo, la cruz y el estandarte, los monaguillos con los ciriales y el prioste con la insignia del Santo. Por las calles del pueblo durante el trayecto se tiraban cohetes a su paso, al tiempo que los músicos iban tocando y se volteaban las campanas.

Los músicos venían del pueblo de Palazuelos, encabezados por Francisco "el tío Paquillo" a la guitarra, contando además con violín y acordeón. Se les daba alojamiento y comida en las casas donde había mozos varones por turno rotatorio.
Al respecto de los músicos ocurrió una anécdota muy curiosa en el año 1912. Llegada las fechas de las fiestas discutieron los mozos y se formaron dos cuadrillas, cada uno ajustó sus músicos. Tuvo que intervenir el alcalde y echar a suertes cual de las dos rondallas se quedaba y cual se iba porque con las dos tocando a la vez y en el mismo salón hubiese sido imposible escuchar la música. Ni que decir tiene que la que le tocó marcharse se fue tan contenta porque cobró y no tuvo que actuar.

En la comida para compartir en esos días con familiares y amigos era costumbre matar un cordero o una oveja machorra que previamente se la había tenido en la paridera durante dos meses comiendo grano para que engordase hasta el día de la fiesta. Tampoco faltaba a la mesa la paella, el pescado, los pichones escabechados, etc.

Por la tarde después de comer, a eso de las cinco de la tarde se salía con los músicos de ronda por las calles tocando y cantando jotas aragonesas para que la gente y las mozas supiesen que ya iba a empezar el baile y se abría el salón del ayuntamiento. Salón que era bastante amplio y espacioso como no había en los pueblos de alrededor. Baile que se hacía hasta las diez de la noche, momento en que se paraba para ir a cenar y a continuación más baile hasta las cuatro de la madrugada.

La juventud de Santiuste, Huermeces del Cerro, Viana, Santamera, La Olmeda de Jadraque, Carabías y Palazuelos no faltaban a estas fiestas, a todos se les daba cobijo y nadie se quedaba sin cenar.

El segundo día empezaba a las once de la mañana con una misa de difuntos, después ronda por las calles y baile en el salón hasta las tres de la tarde, hora en que se paraba para ir a comer. A las cinco de la tarde reanudación del baile, los mayores algunos se quedaban en casa jugando a las cartas y otros se acercaban al salón a ver bailar sentándose en los bancos que había contorneando la sala, entre los mayores había algunos que se animaban a echar unos bailes. Se paraba para cenar y después nuevamente baile hasta las dos de la madrugada, esta última sesión ya eran los jóvenes solamente los que asistían.
El 15 y 16 de agosto también se celebraba fiesta en El Atance. La primera fecha en honor a la Virgen de Agosto, se celebraba una misa, después juego de pelota y por la noche se hacía la quema de "votos", alpargatas viejas y alguna rueda, era una tradición muy antigua, según la gente mayor para quemar malos augurios.

El 16 le tocaba el turno a San Roque. Se decía misa solemne, se sacaba el Santo en procesión a la vez que se tiraban cohetes y se volteaban las campanas. Por la tarde se daba un vino para todos pagado por el Ayuntamiento y se subastaban los pollos, pichones, conejos, etc que habían sido expuestos en misa en las andas del Santo. Se terminaba con baile.

Otras fiestas de menor importancia eran el 3 de mayo- La Santa Cruz-, el 9 de mayo -San Gregorio con la bendición de los campos- el 15 de mayo -San Isidro-. el 22 de Mayo -Santa Quiteria- o la víspera de la Ascensión en que acudía casi todo el pueblo en caballería portando el estandarte y la cruz procesional a la romería de la Virgen de la Torre en Riofrio del Llano.

Hubo cura residente en El Atance hasta el año 1966, siendo don Francisco el último en vivir allí de forma permanente (este párroco fue el que más tiempo estuvo de manera continua en El Atance durante el siglo XX: 19 años). Llevaba también el pueblo de Santiuste a donde se desplazaba en caballería, le precedió en la misma tarea de llevar los dos pueblos don Cesáreo, y anteriormente fueron don Honorio, don Victoriano y don Julián los que oficiaban todos los actos religiosos (estos se dedicaban en exclusiva a El Atance).
A partir de 1966 los sacerdotes venían desde Sigüenza a oficiar la misa en El Atance, siendo don Gabriel, don Francisco o don Emilio alguno de los citados.

El médico residía en Huermeces del Cerro. Don Gabriel fue durante la década de los 40 el encargado de visitar a los enfermos en El Atance, lo hacía montado en caballo, posteriormente fue don Nicomedes y luego don José María (estos ya iban en bicicleta o en coche). A partir de 1960 ya hacían la visita en coche desde Sigüenza, siendo don Rafael el que realizó tal cometido durante bastantes años.

El cartero (Félix) residía en Huermeces del Cerro. Todos los días tenía que estar en Baides a las siete de la mañana para recoger el correo que llegaba en el tren. Después volvía a su pueblo a seleccionar la correspondencia para posteriormente repartirla además de en Huermeces, en El Atance, Santiuste y Viana de Jadraque. Trayecto que hacía en caballería y más tarde en bicicleta.
Posteriormente cogió el servicio de cartería Julián Bernardo, este ya solo repartía en El Atance y Santiuste, estuvo hasta principios de los 90 haciendo el servicio diariamente excepto los domingos montado en una bicicleta.

El pueblo se auto-abastecía casi por completo con lo que producía (pan, patatas, judías, garbanzos, ajos, cebollas, tomate, lechuga, leche, huevos y por descontado la carne que salía de la matanza del cerdo y de algún pollo u oveja que se mataba de vez en cuando) pero aun así había productos básicos que había que ir a buscarlos fuera como era aceite, azúcar, arroz, pescado, vino, etc, para lo cual se desplazaban a Sigüenza, normalmente los miércoles y sábados que eran días de mercado.

Para completar el abastecimiento llegaban cada quince o veinte días a El Atance vendedores ambulantes como el tío Dionisio de La Olmeda de Jadraque, el "Pitin" de Riosalido, Crescencia de Huermeces del Cerro o Casimira y Carmen que llegaban de Baides, todos ellos se desplazaban con caballerías y solían llevar productos parecidos, además de telas y ropas de todas clases.

Entretenimientos en los ratos libres no había muchos pero con poco les bastaba a los atancinos para "matar" el tiempo de ocio. Se jugaba a la pelota, para lo cual había un magnifico frontón a dos caras, aunque solo se jugaba por un lado. Era costumbre por parte de los jóvenes de echar la partida de pelota todos los domingos y festivos después de la misa hasta la hora de comer. Los mayores, unos se quedaban viendo el partido de pelota y otros iban al salón del ayuntamiento a jugar a las cartas. Las mujeres también acudían por las tardes a dicho salón a jugar a las cartas.
Tampoco faltaba el juego de tiro de barra, donde la fuerza y la maña tenían mucha importancia, había mozos como Rufino que eran especialistas en este juego.

Anteriormente parece ser que también se practicaba el juego de bolos.
Los domingos y festivos por la tarde se hacía baile, si hacía buen tiempo en la plaza y si hacía malo o llovía en el salón del ayuntamiento. Los músicos eran los mismos mozos que se iban turnando para tocar y así poder bailar. Todos de alguna manera tocaban el acordeón, violín, laúd, bandurria o guitarra. Antes de hacer el baile se rondaba por las calles del pueblo tocando y cantando la jota aragonesa. Se hacían paradas en las esquinas para echar un trago de vino y cantarles a las mozas cantares de jota:

"Dicen que El Atance es feo
porque no tiene balcones
pero tiene unas mocitas
que roban los corazones".

"Por Carabias sale el sol
por Palazuelos la luna
por las calles de El Atance
sale toda la hermosura".

"Buenas chicas hay en Huermeces
mejor en Utande
pero se llevan la palma
las mocitas de El Atance",

"Niña si estas acostada
abre el balcón de tu casa
que me voy a confesar
junto al mayo de la plaza".

"Quítate de la ventana
no me seas veinteañera
que las damas de ventana
no sale ninguna buena".



El proyecto de construcción del pantano desanimó mucho a la gente, todo se vivía con mucha incertidumbre, no se invertía en mejoras y la gente fue buscando acomodo en las grandes ciudades con gran pena pero con resignación por la desaparición del pueblo donde nacieron (aunque en estas fechas muchos ya habían emigrado buscando una mejor calidad de vida).

Los atancinos marcharon principalmente a Sigüenza, Guadalajara y Madrid.
En 1996 se inició la construcción de la presa dando fin a la vida de este pueblo.
Rufo y su mujer Pilar tuvieron el honor de ser los últimos de El Atance donde aguantaron hasta el final.



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Hontanillas ( Guadalajara)



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Agradecimiento para Florentino Rebollo, ¨Flores¨, una eminencia en el mundo de la caza en La Alcarria, uno de los últimos en marchar de Hontanillas, con una gran memoria para recordar nombres y datos. Excelente y cordial informante.




Bajo el monte de Los Enebrales, en un promontorio del terreno se encuentra esta población orientada al sol de Mediodía. Veinticinco viviendas aproximadamente llegaron a componer este escondido pueblo alcarreño aunque hay datos de que en tiempos anteriores se llegó a duplicar este número.
Trigo, avena y olivos era la base primordial de su agricultura, al igual que las ovejas y las cabras lo eran en la ganadería.
En sus montes se recogía muchas fanegas de espliego, de cuya flor se extraía un aceite de esencias muy aromático utilizado para productos de perfumería que una vez destilado y elaborado acababa siendo transportado a Sevilla.
Mucha caza había también en los montes de Hontanillas.

"Casi todos en el pueblo éramos cazadores, liebres, conejos y perdices más que nada, en aquellos años no había jabalíes. Los conejos se vendían a los carniceros de Pareja a los que también vendíamos corderos y cabritos y las perdices a los recaderos que las llevaban a Madrid". FLORENTINO REBOLLO.


Pueblo que llegó a contar con escuela, ayuntamiento y molino de aceite, de lo que nada queda actualmente.
En la escuela se juntaban alrededor de 22 niños, las maestras siempre solían ser chicas jóvenes (una de El Recuenco, otra de Berninches y otra de Chillarón del Rey, se recuerdan de su paso por allí) y se alojaban de patrona en alguna casa.

Celebraban sus fiestas patronales el 17 de octubre honrando a su patrona: Santa Filomena. Duraban tres días. Misa, procesión y baile eran los actos principales que sacaban a Hontanillas de la rutina de todo el año.
Baile que se celebraba en el salón del ayuntamiento amenizado por músicos de Alique unas veces y de Morillejo otras, al son de violín, guitarra y bandurria.

El cordero o el cabrito no faltaba esos días tan señalados en la mesa de las casas hontanillanas.
El 22 de enero tenían la fiesta pequeña celebrando a San Vicente Ferrer.
Era costumbre entre los vecinos juntarse en alguna casa a jugar a las cartas y echar un buen trago de vino.
El cura subía cada quince días a oficiar misa. Primero fue don Andrés que subía en burro desde Pareja y luego el último fue don Teódulo que venía en moto desde Chillarón del Rey.

El médico (don Ramón) acudía en casos muy extremos desde Pareja, había que bajar a buscarle con una caballería, el avisador iba con un animal de más para que pudiera subir a Hontanillas el médico y luego volverlo a bajar a Pareja, aunque más bien eran los vecinos los que bajaban a consulta a Pareja por el camino de caballería que había antaño y con medios de traslado al enfermo muy precarios.

De Pareja también subía el veterinario (don Leovigildo) así como también lo hacía Felipe Molina, el cartero, que todos los días excepto los domingos hacia andando el trayecto Pareja-Hontanillas-Alique.
A Pareja bajaban los vecinos de Hontanillas a abastecerse de productos que no hubiera en el pueblo, pues en aquellos años en Pareja ya había bastante comercio e incluso contaba con farmacia.

La emigración que tan masiva fue en los años 50 y 60 no podía pasar de largo por Hontanillas. Las malas comunicaciones que tenían unido a la falta de servicios básicos como la luz eléctrica y el agua en las casas fue mermando el ánimo de los hontanillanos de quedarse en su pueblo.

"Sin carretera ni nada que hacías, se ponía alguien enfermo y había que bajarlo a Pareja a más de una hora de camino en una caballería o en unas andas, además la escuela la iban a cerrar al quedar pocos niños y los padres prefirieron marcharse con ellos". FLORENTINO REBOLLO.


Los vecinos se marcharon principalmente a Madrid y a Alovera, algunos se quedaron en Alique, quedándose el pueblo vacío en el año 1965.
El pueblo se vendió a Patrimonio forestal del Estado para la replantación de pinos, aunque hubo un intento de que no hubiera acabado así.

"El gobernador civil de Guadalajara en aquellos años hizo una oferta a los vecinos que quedaban de construirles unas casas agrícolas en Pareja, debido a que era muy caro el proyecto de construir una carretera y llevar la luz a Hontanillas, salía más económico construir las viviendas en Pareja y desde allí podían subir diariamente a realizar las tareas del campo, pero la gente no aceptó, ya estaban por la labor de marcharse en busca de un mejor futuro y acabaron vendiendo el pueblo". FLORENTINO REBOLLO.


Posteriormente en los años 80 AMAT (Asociación Madrileña de Ayuda al Toxicómano) consiguió la cesión del pueblo para poner allí un Centro piloto de ayuda y rehabilitación de drogo-dependientes en situaciones límite. Realizaron tareas de acondicionamiento, limpieza, conservación y construcción de nuevos edificios, con el compromiso de escombrar todas las viviendas que estuvieran en mal estado y realizar un proyecto nuevo urbanizable con nuevos edificios.

El proyecto se quedó a medias debido a una serie de problemas internos que hicieron que unos años más tarde dicha asociación tuviera que marchar de Hontanillas, quedando la nueva remodelación del pueblo con casi todas las casas del pueblo escombradas y con apenas tres o cuatro casas de nuevo cuño en la parte baja del pueblo.
Casas que actualmente han sido aprovechadas para instalarse allí un grupo de neo-rurales que tratan de hacer una vida lo más ecológica posible, aunque alejada de la historia y de las costumbres de Hontanillas.



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La Vereda ( Guadalajara)



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El pueblo de La Vereda parece sacado de un cuento de los Hermanos Grimm. De una belleza extraordinaria, es una de las joyas de la despoblación en España. Pero no fue tan idílica la vida en La Vereda como pueda parecer. Más bien al contrario, fue una vida muy dura, un terreno muy abrupto, aislado, mal comunicado, con un clima muy severo, situado a más de mil metros de altitud y con muchas carencias de servicios básicos hacían de este pueblo un ejemplo de la lucha por la supervivencia en un medio hostil.

Es el máximo exponente de la llamada arquitectura negra de Guadalajara, en la parte noroccidental de la provincia, en la sierra de Ayllón.
Situado en un saliente rocoso, colgado sobre el arroyo Vallosera, el pueblo de La Vereda perteneció al ayuntamiento de El Vado hasta que este pueblo quedó bajo las aguas del pantano del mismo nombre, pasando a tener ayuntamiento propio hasta su despoblación en los años 70, desde entonces hasta la actualidad pertenece al ayuntamiento de Campillo de Ranas.

Estaba conformado por algo más de una treintena de casas separadas en dos barrios, quedando las casillas y pajares en la parte más baja del pueblo, hacia el barranco.

Todas las viviendas seguían una tipología muy parecida, con el empleo de la pizarra, tanto en muros como en tejados. De una sola planta con cámara o cambara en la parte de arriba, al exterior tenían pocos y pequeños vanos para las ventanas con el objeto de preservar el interior de las casas de las inclemencias meteorológicas.

La ganadería era su principal medio de vida y dentro de ella eran las cabras las que se llevaban la parte más numerosa.
Este animal era primordial en la vida de los veredanos por su aporte de carne en la alimentación, pero también facilitando leche para su consumo y para realizar el queso de cabra, pero sin olvidar que era la venta de los cabritos el mayor ingreso para sus habitantes, cabritos que se llevaban principalmente a Sepúlveda (Segovia)

El ganado se mantenía en el pueblo y sus pastos cercanos hasta San Pedro a últimos de junio, fecha en que se subía a los pastos de verano situados en el Monte de la Cerrada donde se guardaba en las llamadas ¨teinas¨, volviéndose a bajar al pueblo hacia el 16 de agosto.
Las ovejas quedaban en un segundo plano. El día 11 de junio, San Bernabé, se realizaba el esquileo de las ovejas y se subían a los pastos de verano. Este día era tradición comer un cocido con la lengua del cerdo que se había matado el año anterior.
No faltaba un número considerable de mulas, animal necesario para las tareas agrícolas y para el transporte humano en estas tierras donde no llegó nunca un vehículo.

Había mucha tradición en La Vereda de poseer colmenas para la extracción de miel.
La agricultura quedaba en un plano secundario al ser un terreno muy escabroso y de poca calidad.
Se cultivaba trigo y centeno principalmente y legumbres, hortalizas y verduras en los pequeños huertos para consumo propio. En los árboles frutales eran los cerezos y los nogales los que se llevaban la palma.


San Pedro era el patrón del pueblo al que celebraban fiestas los días 29 y 30 de junio.
La fiesta empezaba muy temprano con la ronda de los mozos por las diversas casas para recoger las rosquillas de ¨baño¨ con las que se componía el Ramo. Se tocaba la jota serrana en cada casa, invitando los dueños a pastas y anís para los presentes. Se recogían dos rosquillas por cada casa, una para el Ramo y otra para los mozos.

A mediodía se celebraba la misa y la procesión correspondiente en la que se llevaba la imagen de la Inmaculada Concepción. Tras el breve recorrido, se subastaban las andas y las ¨cintas¨ que adornaban la Imagen antes de la entrada en la iglesia.

Por la tarde se hacía la subasta del ¨Ramo¨, armazón de madera adornado con las rosquillas recogidas y con cintas y ramas de cerezo, con lo obtenido se sufragaban gastos de la iglesia y de la fiesta. Tradición esta del Ramo de la que ya hay constancia desde 1681.
El baile se hacía en el interior de la Casa de la Villa y los músicos eran gentes del mismo pueblo que con guitarras, bandurria y laúd más el acompañamiento de triangulo, botellas de anís y cañas entrechocadas hacían bailar a los presentes la típica jota serrana.

¨Matallana está en un llano, La Vereda en una cuesta,
y El Vado está a orilla del río, ¨arrecogiendo¨ la pesca¨.

¨En El Vado hay buenas mozas, y en Matallana mejores,
y llegando a La Vereda, como ramitos de flores¨.

¨Entre Tamajón y El Vado, han sembrado un melonar,
Matallana y La Vereda, se los bajan a quitar¨.


Había costumbre el día de la fiesta de hacer un guiso de patatas o un cocido de garbanzos, en cada casa se hacían las ¨rosquillas de baño¨. Estas rosquillas se ¨bañaban¨ en clara de huevo al punto de nieve y se intentaban hacer lo más grandes posibles para poder presumir de rosquilla. Dos rosquillas se daban a los mozos en la ronda mañanera, una para el ¨Ramo¨ y otra para los propios mozos, el resto se compartía con vecinos y familiares.
De Matallana y El Vado era de donde acudía más gente a participar de las fiestas y en menor número de La Vihuela, Roblelacasa, Valdesotos...

El cura subía a oficiar misa desde Tamajón en caballería, pero después de la guerra civil ya no se oficiaba misa dominical debido a la incomunicación cada vez más acusada de La Vereda y a la incipiente emigración que iba mermando el número de habitantes del pueblo.
El sacerdote solamente acudía a La Vereda cuando se le solicitaba para un bautizo, primera comunión, boda o entierro, o bien para las fiestas de San Pedro.

Los vecinos llevaban un turno de acogida para saber a qué casa le tocaba darle de comer o incluso cama si pernoctaba en el pueblo.
El médico estaba en Tamajón pero prácticamente nunca subía por La Vereda, eran los veredanos los que bajaban a consulta médica a Tamajón, donde también había botica para comprar medicamentos.

Hay constancia de una niña en 1960 que enfermó de apendicitis y la llevaron en una parihuela sobre mulas hasta Tamajón, y desde allí en coche particular hasta Guadalajara para operarla.
Para los partos o enfermedades sencillas se confiaba en las mujeres del pueblo que tenían conocimiento de ello.
También en Tamajón residía el veterinario.
El cartero vivía en El Vado pero tras la desaparición de este pueblo, eran los propios veredanos los que recogían las cartas en Tamajón cuando iban por allí por algún motivo.

En Tamajón también había tiendas donde se podían surtir de todo lo necesario como comestibles que no había en el pueblo, ropa, útiles de herramientas, medicinas, etc.
A Valverde de los Arroyos llevaban la lana ya hilada de las ovejas para que la tejieran e hicieran mantas, mantones, alforjas, etc.
A Valdepeñas de la Sierra llevaban las aceitunas recogidas de los olivos para hacer aceite.
No había taberna en La Vereda, los mozos compraban arrobas de vino en Tamajón para las reuniones festivas.
Para moler el grano iban al molino de El Vado o a otro molino que había en el curso del río Jarama entre Matallana y El Vado, al quedar ambos molinos anegados bajo las aguas en 1954 se construyó un molino en las cercanías de La Vereda junto al arroyo Vallosera.

Cada casa solía tener su horno.
Todos los sábados se hacía baile en el interior de la Casa de la Villa.
Si ya de por si era difícil el acceso a La Vereda, las frecuentes nevadas en invierno lo dejaban completamente incomunicado. Era época de matanza, de gruesas mantas para dormir y de combatir el frío al calor del fuego en las cocinas.
Propio de los lugares muy aislados era el ¨hilandero¨, reuniones en las que las mujeres y niños desgranaban judías, se tejía y se hilaba y los hombres arreglaban herramientas y hacían cestas, a la par que se contaban historias y recuerdos de tiempos pasados.

Entre las costumbres de La Vereda varias se pueden citar:
- La víspera de Todos los Santos, se reunían para matar la ¨machorra¨, un macho cabrío viejo, hacer con él el ¨repasto¨ (guiso con huevos) y cenar todos los mozos en ¨corrobra¨. En esta cena, los chicos que cumplían 14 años entraban a formar parte de los mozos y pagaban un cuartillo de vino para todos. Luego se comían las ¨puches¨ unas gachas con miel, y cuando ya los mozos estaban un poco alegres, cogían las puches y llenaban las cerraduras de las casas para no dejar pasar a las ¨animas¨. Para dar más ambiente, colocaban calabazas huecas con velas encendidas en su interior repartidas por el pueblo.

- Navidades y Reyes. La celebración de la Navidad en La Vereda era sencilla, la fiesta se concentraba en la Nochebuena con una cena austera en familia, y un gran baile con la rondalla de guitarreros en la Casa de la Villa, con degustación de vino y anís para los adultos.
El día de Navidad se dedicaba a ¨hacendera¨ en la que los hombres reparaban el estado de los caminos que estuvieran en mal estado.
El día de San Silvestre (31 de diciembre), Nochevieja el protagonismo era para la ¨Botarga¨.

Este era un personaje estrafalario que resultaba elegido de entre los mozos para ver quien hacía esa noche el papel. Se vestía con una ¨saya¨ o falda vieja de mujer, una ¨chambra¨ o blusa de mujer y una careta en la cara tiznada previamente. Al cinturón, una ristra de grandes cencerros y en la mano un garrote.

A las doce de la noche salía el botarga acompañado de los mozos, haciendo sonar estrepitosamente los cencerros acompañado del sonido de un gran tambor comunal que se guardaba en la Casa de la Villa.

De esta guisa se iba de ronda casa por casa llamando a las puertas de las mismas con el garrote y entrando hasta la cocina a remover las brasas de la lumbre en busca de patatas asadas. Los mozos que le acompañaban recogían entonces el aguinaldo, consistente en ristras de chorizo con formas de garrota, patatas, judías, trigo, centeno... que iban colocando en dos alforjas a propósito, una para el aguinaldo de los hombres, que se subastaba al día siguiente, y otra para el aguinaldo de los mozos, que lo guardaban para sus reuniones.
Si en la casa había mozas o niños, el botarga bailaba con ellos, cantando los niños:
¨Botarga la larga, cascaruleta, que más vale mi pelo que tu chaqueta¨.
Si había mozos en la casa, estos invitaban a la ronda a torreznos, pastas y anís.
Por último toda la ronda cantaba, con el único son del tambor, el Cantar de San Silvestre aprendido de padres a hijos.
Al día siguiente, Año Nuevo, se juntaban todos los vecinos en la Casa de Villa a celebrar ¨almoneda¨, subastar los bienes recogidos la noche anterior en el aguinaldo de los hombres, siendo el beneficio para los gastos del Común. Un baile con rondalla y vino era el broche final de la fiesta.

- En época de Cuaresma era costumbre que las rondas que habitualmente hacían los mozos a las mozas las noches de los sábados se realizaran con un tambor y no con guitarras como se hacían habitualmente. Las mozas durante este periodo decoraban el armazón del Ramo con picos de enaguas, manteles, cintas de colores y salían con el a pedir a todo forastero que se acercara por La Vereda. Las niñas pequeñas hacían otro tanto con un armazón de madera con forma de aspa o cruz, al que decoraban de igual modo, para pedir iban cantando canciones petitorias y romances.
En Jueves Santo se preparaba el Monumento en la iglesia, con numerosas velas compradas con parte de lo recogido.

-Carnaval. La ¨vaquilla¨ salía el martes de Carnaval por la noche, durante la celebración del baile en la Casa de la Villa. El mozo que ese año quería llevarla se colocaba unas ¨amucas¨ cubiertas con una manta de lana y con una buena cornamenta en la cabeza; hacía sonar ruidosamente los grandes cencerros que se colocaba a la cintura e iba persiguiendo principalmente a las mozas por las oscuras callejuelas del pueblo.

-El Mayo. Los mozos elegían la semana anterior el árbol, preferentemente chopo, que sirviera de ¨mayo¨ , al anochecer del 30 de abril lo colocaban en un profundo hueco excavado en la plaza de Oriente. Lo elevaban mediante sogas y en algunas ocasiones tenían que subirse al tejado de las casas colindantes. El tronco era desmochado de ramas excepto en la punta.

Luego posteriormente salían los mozos de ronda por las calles cantando el mayo a las mozas en general, y a las novias de los mozos en particular. Terminada la ronda, cada mozo preparaba su ¨enramada¨ a su moza, consistente en ramas floridas de jara, tomillo o romero, colocadas en forma de ramos en ventanas, rejas o incluso bajo las lajas de pizarra de los tejados. Si las mozas quedaban contentas correspondían a sus ¨mayos¨ con rosquillas de baño el día de San Pedro. Como broma, los mozos que querían dejar a sus novias, colocaban cardos como enramadas.

La construcción del pantano de El Vado en 1954 fue un mazazo para los veredanos pues desde ese momento se corta el camino que unía La Vereda con Tamajón a través del puente de El Vado. El Estado una vez hecho el embalse no construye una pista alternativa, con lo que La Vereda y Matallana quedan aislados, sin accesos ni ningún tipo de servicios. Tienen que ser los propios vecinos los que realicen penosamente un camino de herradura por el que tardan unas cuatro horas en llegar a Tamajón.

Sin caminos, sin médico cerca, sin servicios básicos se estaba empujando a las gentes de La Vereda y Matallana a emigrar.
Los veredanos se fueron marchando en los años 50 y 60 en su mayoría a San Sebastián de los Reyes (Madrid) en un efecto dominó en el que las primeras familias que se instalaron en este pueblo fueron arrastrando a otras. Otro grupo de personas eligió Madrid como lugar para iniciar una nueva vida.
En el año 1971 cuando aun dos familias residían en La Vereda, ICONA ejecuta la expropiación forzosa de todo el término municipal, con el interés público de la realización de trabajos hidrológicos forestales en la zona.

En el otoño de ese año los últimos habitantes de La Vereda tuvieron que recoger sus pertenencias en baúles y fardos y cargarlas en las mulas para bajar a Tamajón y de allí a su nuevo lugar de destino.
Los últimos de La Vereda fueron por un lado el matrimonio formado por Julián Lozano y María Mínguez con un hijo que vivía con ellos y por otro lado el matrimonio formado por Segundo Mínguez y Anastasia Moreno con un hermano soltero de esta, Jerónimo Moreno.

Paradójicamente en 1974 llegó a La Vereda lo que nunca había llegado hasta el pueblo: un camino rodado para vehículos realizado por el Estado.
En 1977 un grupo de personas solicitó la concesión del pueblo de La Vereda y su entorno y para ello crearon la Asociación Cultural La Vereda con el objetivo de rehabilitar y dar vida al pueblo. Pero eso ya forma parte de la historia moderna de La Vereda.

Desde 1989 los antiguos vecinos y descendientes de La Vereda, Matallana y El Vado se reúnen el 29 de junio en La Vereda para celebrar y recordar el día festivo organizado por la Asociación Cultural Hijos de La Vereda. Asociación que trata de que no se pierdan las costumbres y tradiciones del pueblo así como de conseguir la reversión de las casas que un día fueron suyas.

**Todos los datos aquí publicados están extraídos del blog creado por la Asociación Cultural Hijos de la Vereda y de conversaciones con Francisco Martín Moreno**
Imprescindible visitar dicho blog sobre La Vereda, Matallana y El Vado para conocer toda la historia, costumbres, tradiciones y toponimia de estos pueblos con todo lujo de detalles: http://hijosdelavereda.blogspot.com.es/

Agradecimiento a la Asociación Cultural Hijos de la Vereda y en particular a su secretario Francisco Martín por la extraordinaria colaboración de datos y aporte de fotografías para la realización de este reportaje.




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Matas ( Guadalajara)



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El pueblo de Matas se asoma al pequeño valle que se forma en la carretera de Sigüenza hacia Atienza en su privilegiada posición sobre un cerro por debajo del monte de Matas.
Siete viviendas conformaban este pintoresco pueblo dedicados al cultivo de cereal (trigo, cebada, avena) y a la ganadería con las ovejas como animal principal.

Tenían las fiestas patronales el día 8 de septiembre dedicadas a su patrona: La Natividad. En ella celebraban una misa, una procesión y el baile en la plaza amenizado por los músicos de Pozancos.
El día 15 de mayo tenían un día festivo donde realizaban la bendición de los campos.

Fue siempre un anejo de Pozancos y todos los servicios los recibían de fuera. Así el cura subía desde el pueblo de Palazuelos a oficiar la misa y también de allí subía un practicante para atender algún enfermo en cosas sencillas. El cartero venia desde Sigüenza a traer la correspondencia.
A los maturros les tocaba bajar a la fragua a Riosalido y a Ures a moler el grano (también lo llevaban a Sigüenza).

Apenas visitaban vendedores ambulantes el pueblo y eran ellos los que se acercaban a Sigüenza a suministrarse de productos que no tuvieran en Matas.
La falta de servicios básicos como la luz y el agua unido a los malos caminos que había para llegar al pueblo fueron haciendo mella en los maturros y así fueron marchando del pueblo en busca de una mejor calidad de vida, primero los jóvenes que se fueron principalmente a Madrid y Barcelona y luego los demás que se quedaron en los pueblos de los alrededores y en Sigüenza.

Los últimos de Matas fueron dos hermanos octogenarios
(Eduardo y María) que aguantaron en el pueblo hasta el año 1975 en que lo avanzado de su edad hizo que se bajaran a vivir a Pozancos.
A partir de entonces el pueblo se quedó envuelto en un manto de soledad y silencio y entró en un proceso imparable de ruina.
A pesar de ello en el 2011 estuvo a punto de ser vendido todo el pueblo a una empresa que tenía pensado revitalizar el pueblo y dedicarlo al turismo rural pero la crisis frenó la operación.



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Matillas la Vieja ( Guadalajara)


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Agradecimiento para los hermanos Cañamares (Margarita y Pedro), pertenecientes a la última familia que habitó en el pueblo y del que aun cuando marcharon siendo niños guardan un gran recuerdo del sitio que les vio nacer.


Matillas ha dado nombre a dos pueblos distintos, si bien actualmente lo lleva el lugar que era conocido como la Estación (grupo de casas que se fueron formando alrededor de la fábrica de cemento El León y de la estación de ferrocarril), anteriormente y durante varios siglos llevo este nombre el pueblo que está situado en un altozano un kilómetro y medio arriba y que tras acabar su ciclo de vida y quedarse vacío cedió su nombre e incluso sus fiestas patronales al barrio de la Estación.

Catorce viviendas componían Matillas la Vieja que vivían de la agricultura (trigo, cebada y centeno principalmente) y de la ganadería (ovejas), varios de sus vecinos trabajaban en la citada fábrica de cemento lo que suponía un buen aporte para la economía familiar.
Celebraban sus fiestas patronales el 8 de diciembre para la Purísima (Inmaculada Concepción).
Tenían otra fiesta para San Antonio el 13 de junio, día elegido además para celebrar las primeras comuniones en el pueblo.
Misa, procesión y al finalizar se hacia el subastado de los maneros para el año siguiente (llevar las andas de la virgen).
El baile por la tarde-noche se realizaba en un amplio pajar bien acondicionado para la ocasión, y donde no faltaban las clásicas bromas de algún mozo de apagar los candiles con el consiguiente alboroto.

Otra fecha muy señalada era el Jueves Lardero (jueves anterior al miércoles de Ceniza), en el que la gente joven acostumbraba a ir pasar el día al monte haciendo una comida campestre a base de tortilla con chorizo.
Muy concurrida era también la matanza con gran presencia de familiares y donde al día siguiente había costumbre de comer unas suculentas migas.
El día de Todos los Santos no faltaba tampoco el chocolate con churros.

Don Arsenio y don Epifanio fueron los últimos sacerdotes que subieron a oficiar misa en la parroquial de Matillas.
Don Eladio era el médico que subía desde la Estación, mientras que el veterinario venia desde Castejón de Henares.
Normalmente los vecinos acudían a Jadraque a realizar compras o bien a Mandayona que también era pueblo importante y había farmacia, aunque se recuerda al pescadero de Jadraque subir con la mercancía para vender en Matillas montado en una bicicleta.
Asimismo solían aparecer por el mes de junio cuadrillas de segadores provenientes de Ciudad Real para trabajar en la siega en las fincas donde se les contratase.
La vida transcurría apaciblemente en Matillas, la juventud bajaba los domingos a la Estación donde había cine y baile, pero los niños con cualquier cosa eran felices.


"Es verdad, con cualquier cosa nos entreteníamos: nos poníamos a desenvainar judías para algún vecino sentados en un lateral de la iglesia y a cambio nos daban un par de manzanas a cada niño, otras veces nos íbamos a hacer compañía al tío Eugenio que vivía solo y le ayudábamos en alguna tarea de la casa, o bien nos sentábamos con nuestras madres a aprender a coser. El cura cuando subía los domingos nos hacía unos columpios y jugábamos con él, era todo de una sencillez tremenda visto a los ojos de hoy día pero a nosotros nos complacía mucho". MARGARITA CAÑAMARES.

El pueblo a pesar de todo se fue apagando poco a poco porque la gente se fue bajando para el barrio de la Estación donde había trabajo en la cementera y donde había más comodidades e infraestructuras, siendo Valeriano Cañamares y su familia los últimos en marchar de Matillas en el año 1965.

"En el año 64 nos habíamos quedado solos en el pueblo, así estuvimos un año, hasta que mis padres decidieron también bajarse para la Estación pues allí ya no subía nadie, mi padre estaba a turnos en la fábrica de cemento y nosotros teníamos que bajar todos los días a la escuela". PEDRO CAÑAMARES.

Así se acabó para siempre la vida en Matillas después de siglos de existencia, cediendo su nombre al lugar que habían visto nacer y crecer desde su posición dominante.



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Picazo ( Gadalajara)


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Agradecimiento para Dionisio Jalvo y Victoria Henche, antiguos vecinos de Picazo, amenos y muy agradables informantes.

Picazo es un pequeño pueblo situado en un escondido valle en lo más profundo del corazón de la Alcarria. Fue siempre un anejo de Valdelagua y en la actualidad lo es de Budia.
Nueve viviendas componían este aislado núcleo, dedicados al cultivo de cereal (trigo, cebada) y buen número de olivos, mientras que las ovejas y cabras componían el volumen ganadero.

El 13 de junio era la fiesta principal (un solo día), teniendo por patrón a San Antonio, celebraban una misa y una procesión por las dos calles del pueblo.
En la comida había costumbre de sacrificar un cordero o un cabrito para compartir con los familiares y allegados venidos de fuera.
Para el baile sonaba el violín y la guitarra de los músicos llegados unas veces de Gárgoles, otras de Valdelagua y otras de Castilmimbre según el ajuste que se hiciera para cada año.

No tenían escuela por lo que la media docena de niños en edad escolar les tocaba coger cada día el camino de Valdelagua para asistir a la escuela de allí y posteriormente cuando este pueblo se despobló los niños de Picazo tuvieron que asistir a la de Castilmimbre.

El cura (don Enrique) acudía a oficiar la misa desde Castilmimbre.
Desde el pueblo de Gualda venia el médico en una mula a visitar al enfermo cuando la situación lo requería.
De Gualda acudía también acudía el cartero a repartir la correspondencia.
Eran buenos productores de aceite y lo vendían a los pueblos de La Olmeda del Extremo y Barriopedro o bien lo intercambiaban por patatas.
Proveniente de Gualda aparecía por allí el tío Fausto con una yegua vendiendo arroz, fideos, naranjas y otros productos.
Jesús Rojo, "el Cajillo" venía desde Durón con un caballo vendiendo telas y paños.

Debido a su aislamiento y a la falta de servicios básicos como el agua y la luz (siempre se sirvieron de los candiles y los faroles como fuente de iluminación), la gente fue emigrando en los años 60 en busca del futuro a las ciudades, marcharon principalmente a Guadalajara y a Madrid. No obstante hasta el año 1983 hubo dos casas abiertas en Picazo, por un lado Daniela y Claudia dos hermanas mayores, viuda una y soltera la otra, y la otra casa el matrimonio formado por Bibiano e Irene, estuvieron unos años manteniendo con vida al pueblo, hasta dicho año en que se cerraron las dos casas con muy poca diferencia una de otra.


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Torronteras ( Guadalajara )




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Poco tiene que ver la actual fisonomía de Torronteras con la que tuvo estando con vida. Desapareció la casi totalidad de las viviendas de arquitectura típica alcarreña para dar paso a un tipo de construcciones más característico de Centroeuropa, de donde provienen los nuevos habitantes del pueblo.
Situado en una pequeña planicie a media ladera sobre el barranco de la Hoz se sitúa el pueblo de Torronteras, conformado por dieciocho viviendas, en medio de un paisaje agreste y antaño mal comunicado, en el que como en tantos otros el progreso pasó de largo y las administraciones no hicieron nada por hacer la vida más fácil a los marusos (apodo con el que eran conocidos los habitantes de Torronteras).
Tenían buenas tierras de cultivo dedicadas a la producción de trigo, avena, cebada, garbanzos, almortas y judías entre otros productos. No faltaban las colmenas, las higueras y variados árboles frutales como ciruelos, manzanos y perales.
Como dato sobre las cosechas en Torronteras sirva el apuntado en una libreta por un vecino en aquellos años:

165 kg de trigo a 6'55 ptas/kg.
100 kg de almortas a 5'30 ptas/kg.
168 kg de avena a 4'50 ptas/kg.
100 kg de cebada a 15'5 ptas/kg.
el gorrino pesó 76 kg, a 5´75 ptas la arroba.


La cabra era el animal principal de la ganadería torronterana, todas ellas formaban una dula (conjunto del ganado que eran sacadas a pastar a un terreno comunal) y eran cuidadas por un pastor. En los últimos años, cuando ya no había pastores, cada día un vecino salía al campo con ellas.
La caza (conejos, liebres, perdices) suponía un buen suplemento a la carne que se consumía normalmente.

Torronteras tenia ayuntamiento, escuela, molino de aceite, tienda y taberna (estas dos últimas hasta 1935).
El cura venia desde Pareja (don Andrés) montado en un burro y el último venia desde Escamilla (don José Mesonero).
El médico también venia desde Pareja (don Ramón), había que llevar una caballería para que subiera hasta Torronteras.
Don Leovigildo era el veterinario, que asimismo residía en Pareja.

El cartero era del pueblo (Bautista Nieto), iba y volvía todos los días a Pareja con la correspondencia.
La última maestra fue Juana Rubio, estuvo hasta el año 1966, cuando ya solo quedaban cuatro niños en la escuela.
Para compras o cualquier asunto se desplazaban a Pareja o Escamilla, pero no faltaban vendedores ambulantes por Torronteras como era el caso del tío Mariano, el tío Jacinto o el tío Adón que procedentes de Alique, Escamilla y Pareja, vendían un poco de todo: azúcar, arroz, sardinas saladas, e incluso almanaques de Mariano Castillo. En más de una ocasión era trueque más que una compra de productos. De Ruguilla procedía un sastre que vendía hilos, telas y hacia trajes.

El patrón de Torronteras era San Antonio al que celebraban fiestas patronales el día 13 de junio. A mediados de septiembre celebraban la festividad de El Cristo. En ambas fiestas se hacía procesión y la subasta de las andas por la mañana, y por la tarde ¨El Ramo¨ en la puerta de la iglesia en el que se repartía vino, cañamones, torrados y rollos, lo pagaban los vecinos y el mayordomo designado era el encargado de repartirlos.
No faltaba en las casas torronteranas el cocido, la carne y el arroz con leche en esos días tan señalados para compartir con familiares y allegados.
De Alique, Azañón o Pareja, según el año, era de donde venían los músicos a tocar en las fiestas, normalmente con guitarra, laúd y bandurria.
Entre las costumbres de Torronteras estaban la de cantar los ¨mayos¨, el juego de pelota, tirar el barrón que era una barra de medio metro, cobrar la ¨patente¨ a los novios forasteros o en caso contrario echarlos al pilón.

La matanza tenía que durar hasta el año siguiente y por Navidad se pedía el aguinaldo, consistente en nueces, garbanzos torrados o higos secos.
Nunca tuvieron luz eléctrica, lo que unido a la falta de una carretera que sacara a los marusos de su aislamiento, hizo que la gente fuera tomando la determinación de emigrar en busca de un mejor medio de vida. Primero fueron las chicas jóvenes que se iban yendo a servir a las capitales y buscaban trabajo al hermano o al novio en las fábricas o en la construcción, cuando no eran estos mismos los que al cumplir el servicio militar, veían otro medio de vida en la capital y ya no volvían al pueblo. Todos ellos acabaron más tarde arrastrando a los padres con ellos, con lo que en la década de los 60 ya Torronteras agonizaba. Se repartieron por Guadalajara, Madrid, Valencia, Barcelona y Zaragoza entre otros lugares.

En 1969 tuvo lugar la ¨defunción¨ de Torronteras cuando marcharon los últimos vecinos que quedaban en el pueblo: por un lado el matrimonio formado por Faustino y Rufina y por otro lado Mariano ¨El chato¨.
Poco duró sin embargo la soledad de Torronteras, puesto que en el año 1976 apareció por allí un austriaco (Christoph Gaupp-Berghausen) con su familia, que iba buscando vivir en paz totalmente aislado de la sociedad. Fue comprando varios edificios y viviendo de los animales y de lo que cultivaba y así han pasado casi cuarenta años. En la actualidad es productor de una magnifica y exquisita miel y ha remodelado casi todos los edificios de Torronteras, que en verano aumenta considerablemente su población, pues el pueblo está encauzado para recibir visitantes venidos de todas partes del mundo que celebran allí seminarios, talleres y reuniones espirituales entre otros eventos.

Para saber más a fondo sobre la historia de Torronteras es obligada visita la página web que Carlos Otero lleva manteniendo y actualizando durante años sobre este pueblo y el cercano Villaescusa de Palositos en un impagable trabajo. Página de una grandísima calidad donde encontramos la historia de estos pueblos, fotografías antiguas, documentos, escritos y recortes de prensa de la época: www.villaescusadepalositos.es



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Valdeancheta ( Guadalajara)



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Agradecimiento para Domingo Magro Sanz, agradable y cordial informante, a sus 81 años excelente cronista de la historia de su pueblo.


Pueblo al que la guerra civil le marcó un antes y un después. Fue línea del frente durante la contienda y su población tuvo que ser evacuada en su totalidad hacia el cercano pueblo de Alarilla. Lo que había sido un buen pueblo con cuarenta viviendas, iglesia, ayuntamiento, escuela, con luz eléctrica, buenas tierras quedo reducido a la nada. Al terminar la guerra apareció por allí Regiones Devastadas, organismo creado por las autoridades franquistas dedicado a evaluar daños que se habían producido en las zonas de combate y cuáles eran los edificios susceptibles de rehabilitar. Así en Valdeancheta se tomó la decisión de derribarlo por completo, tal era el estado en que había quedado. Solo se salvó los restos de la iglesia y el edificio del ayuntamiento-escuela, ambos en mal estado y ya no volvieron a tener uso nunca. Durante dos años este organismo se dedicó a escombrar el pueblo con trabajadores venidos de Espinosa de Henares y de otros pueblos cercanos. A los pocos años de marchar Regiones Devastadas, algunos vecinos de Valdeancheta que andaban dispersos por varios lugares decidieron volver a su pueblo debido a que allí tenían las tierras.

Así fue como empezó la segunda vida para Valdeancheta. Se edificaron las nuevas viviendas en la parte baja del pueblo donde estaban antiguamente las bodegas. Unas 15 viviendas se construyeron, la iglesia no se reconstruyó pues estaba en mal estado, lo mismo que la escuela, por lo que los niños tuvieron que ir andando una hora diariamente para asistir a la de Espinosa de Henares. Se dedicaron principalmente al cultivo de cereal (trigo, cebada, avena) y a la ganadería con rebaños de ovejas para la cría del cordero. Corderos muy solicitados por carniceros que venían desde Cogolludo y Tórtola de Henares a comprarlos.

Las fiestas patronales de San Agustín el 28 de agosto ya no volvieron a ser las de antaño.

"Al no tener iglesia no se celebraba nada, ni misa ni procesión, ni tampoco había baile, era casi como un día cualquiera, pero guardábamos ese día de fiesta que se veía reflejado en la comida si venían familiares de fuera. Solamente durante tres años subió un cura de Espinosa de Henares a oficiar una misa al aire libre". DOMINGO MAGRO.

Tuvieron que volver a la luz de los candiles de carburo, pues si bien antes de la guerra si había luz eléctrica, con los daños allí producidos se dañaron todas las instalaciones. En los años 50 estuvieron a punto de tener luz otra vez en el pueblo, pero el robo de todo el cableado y material cuando ya estaba todo a punto hizo que la luz pasara de largo por Valdeancheta.

"El médico venia de Alarilla dos días a la semana y el veterinario venia de Humanes.
El cartero (Luciano) era natural de aquí pero vivía en Espinosa y venia andando a traer la correspondencia a Valdeancheta y a Copernal. De Espinosa también venia el barbero (Manolo) una vez a la semana.

Vendedores ambulantes tampoco faltaban por el pueblo, como el tío Esteban que venía desde el pueblo de Hita con una mula vendiendo todo tipo de telas, de Alarilla venia el tío Chaparro con un burro vendiendo arroz, judías entre otras cosas y a su vez compraba huevos, de Humanes venia otro vendedor con un caballo vendiendo lechugas, zanahorias y otras hortalizas que traía en un serón, de Espinosa de Henares venia el panadero con una mula, también Isabelita que iba con una moto vendiendo carne, el pescadero con dos burros y luego ya su hijo con un motocarro". DOMINGO MAGRO.


A su vez a los valdeancheteros les tocaba salir para otros menesteres y casi siempre cogían el mismo camino: el de Espinosa de Henares.

"A no ser a las fiestas de algún pueblo o a alguna cosa concreta nosotros siempre tirábamos para Espinosa: los niños a la escuela, los jóvenes los domingos a divertirse y los mayores a un poco de todo, a hacer compras, a moler el grano en las dos fábricas de harina que había allí, al herrero, a coger el tren que pasaba por allí (había que salir antes de las cinco de la mañana de Valdeancheta andando para llegar a Espinosa y coger el tren a las seis de la mañana, lo cogíamos para ir a Jadraque a las ferias o a la capital a asuntos más importantes), e incluso para quedarnos instalados un día definitivamente en Espinosa".
DOMINGO MAGRO.


Espinosa de Henares fue el destino que tomaron los valdeancheteros cuando se fueron de su pueblo (alguna familia se fue a Alarilla), la gente fue marchando poco a poco debido a la ausencia de infraestructuras que había en el pueblo como la luz y el agua y a que Espinosa donde había de todo les quedaba cerca para seguir yendo a trabajar sus tierras. En el año 1968 marchó la última familia de Valdeancheta. Fueron los hermanos Andrés y Emilio junto con sus padres ya mayores (Juanito y Tomasa), vendieron todo lo que tenían y se fueron para Madrid.
En la actualidad los agricultores que siguen yendo a trabajar las tierras y unos ganaderos que mantienen un importante rebaño de ovejas son los que siguen frecuentando diariamente el pueblo.


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Valdelagua ( Guadalajara)


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Claro ejemplo de pueblo deshabitado, pero no abandonado. No tiene población estable, pero en verano cuenta con una cada vez más numerosa ocupación, entrando después en un letargo invernal donde el pueblo se sumerge en un silencio solo roto por la ocasional visita de alguno de sus moradores en fin de semana.

Valdelagua se encuentra en la comarca de La Alcarria, situado en el fondo de un angosto barranco, atravesado por un arroyo que divide el caserío en dos.
Llegó a contar con cuarenta viviendas divididas en dos barrios.

Sus campos se cultivaban de avena, trigo y cebada principalmente. Había numerosos olivos de los que sacaban buenas producciones de aceite (para consumo propio y para vender en Budia). Tenían viñas y numerosos árboles frutales con bastante cantidad de ciruelos, además de tener buena cantidad de colmenas para elaborar la miel tan conocida de la comarca alcarreña.
En la ganadería era la oveja el animal predominante.

El cura venía desde Budia para los oficios religiosos.
Del mismo pueblo llegaba el médico para visitar a algún enfermo de gravedad.
El cartero aparecía por el pueblo haciendo el recorrido desde Trillo para traer la correspondencia.

Las fiestas eran en diciembre para la Inmaculada Concepción. La noche anterior se encendían grandes hogueras por todo el pueblo, haciéndose el día de la fiesta una misa y una procesión por las calles, siguiendo con una comida de caldereta de cordero y por la tarde juego de bolos, quedando para la noche el baile en la plaza con la música que sonaba con el organillo procedente del pueblo de El Olivar. Algunos años la música era amenizada por dos hijos del pueblo al son de violín y guitarra para hacer bailar a todos los presentes.

Ante la falta de servicios básicos y las malas comunicaciones (solo había caminos de caballería) la gente emigró principalmente a Guadalajara y Madrid en busca de una mejor calidad de vida.
Valdelagua se quedó completamente vacío en el año 1969, cuando el último vecino que llevaba dos años viviendo en soledad marchó a Guadalajara, con lo que el pueblo se quedó en penumbra a merced del expolio y la rapiña.

Afortunadamente en la década de los 80 y los 90 gracias al empeño de los que se fueron y sus descendientes empezaron a rehabilitarse viviendas y edificios comunales en un gran trabajo de restauración procurando respetar la antigua fisonomía del pueblo y a abordar una serie de infraestructuras como el asfaltado de la carretera, la acometida de luz, alcantarillado y alumbrado público. Se recuperó la fiesta del pueblo realizándola en el mes de julio. Crearon para ello la Asociación de Vecinos y Amigos de Valdelagua con lo que el pueblo se ha salvado de ser uno de tantos que han caído en el saco del abandono y del olvido en la geografía española.



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Aguilar ( Huesca )


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Bellísimo pueblo situado sobre una terraza al borde del barranco Gabarrosa. En tiempos pasados dependía del ayuntamiento de Erdao, más tarde al de Torruella de Aragón y por último a Graus.

Algo más de una veintena de viviendas componían el pueblo, repartidas entre el núcleo central, algunas casas dispersas y dos aldeas: Los Camps y Aldea de Aguilar o Torre de Aguilar. Destacaban entre todas, las de Serena, Lapena, Agostina y Casero como las más fuertes.
Ni la luz, ni el agua ni una pista transitable para vehículos llegaron nunca hasta el pueblo.

Trigo y cebada eran las principales producciones agrícolas. Primeramente se labraba con bueyes y ya posteriormente se hacía con los machos y las mulas.
Se bajaba a moler el grano a la fábrica de harina de Santaliestra. Casi todas las casas tenían su horno para hacer el pan, pero con el paso de los años se dejó de hacer en casa y se bajaba a buscar a Santaliestra.

"Nosotros nos subíamos con el macho catorce panes de dos kilos cada uno, nos duraba una semana, se metía en un arcón y bien fresco se conservaba".
MARIANO PUEYO.


Las ovejas y las cabras se repartían en la ganadería aprovechando que Aguilar tenía mucha zona de monte para el pastoreo como era Galirón, San Saturnino, Las Buixedas, El Solano y el Plano.
Tratantes de variada procedencia eran los encargados de comprar los corderos, cabritos y lechones como podían ser José María de Morillo de Liena o Ramón de Graus. En otras ocasiones se llevaban hasta Abenozas caminando y allí se cargaban en burros o bien se bajaban a Santaliestra a cargar en camiones.

A las ferias de Graus en mayo se llevaban a vender los lechones. Se tardaba alrededor de cuatro horas y media en llegar. Con el consabido tira y afloja a veces se tenían que dar los animales a un precio distinto al que se había pedido en principio y en ocasiones volverse con ellos hasta Aguilar sin ser vendidos.
Se mataban dos o tres cerdos al año, según las necesidades de cada casa.
Los de casa Lapena y los de casa Panet hacían carbón vegetal y lo bajaban al carbonero de Santaliestra.

A pesar de pertenecer al ayuntamiento de Torruella de Aragón muy poco contacto tenían con aquel pueblo. Si en cambio lo tenían muy frecuentemente con Santaliestra, pueblo situado abajo en el llano junto a la carretera.
Allí bajaban con asiduidad las gentes de Aguilar para todo tipo de asuntos, aprovechando que en Santaliestra había tienda de comestibles, estanco, panadería, herrería o molino, o también coger el coche de línea que venía de Benasque y pasaba por Santaliestra a las siete de la mañana.

"Había ocasiones que a lo mejor estabas jugando con los amigos y te llamaba tu madre para que fueras a comprar un kilo de azúcar a Santaliestra, nosotros como éramos niños y teníamos mucha agilidad en poco más de media hora bajábamos, también hay que decir que los caminos estaban mejor cuidados y siempre te encontrabas gente, ya fuera bajando o subiendo". MARIANO PUEYO.


Subían vendedores ambulantes por Aguilar como era el Parro de Santaliestra que vendía comestibles o el botiguero de Besians (Domingo), con un burro que llevaba dos cajones vendía ropa, arroz, sardinas, chocolate...
Muchas veces era un trueque lo que se hacía en vez de dinero y a estos vendedores se les pagaba con huevos.
Había taberna en Aguilar, en casa Panet, donde se podía tomar unos vinos o una gaseosa y jugar al guiñote.

El cura subía desde Santaliestra a oficiar misa, según la ocasión podía ser cada domingo o cada quince días.
Mosén Jacinto, mosén Juan, mosén Javier o mosén Luis fueron alguno de los que realizaron tal cometido. Había que ir a buscarlos con una caballería, en ocasiones subían la víspera y se quedaban a dormir en alguna casa del pueblo.

"Mosén Juan era muy estricto y tenía mala sombra. En una ocasión que subía él para Aguilar se encontró a dos del pueblo por el camino ya casi llegando a Santaliestra y les hizo volverse para asistir a misa.
Yo tampoco me libré de su ira puesto que en una ocasión que me tocaba hacer de monaguillo llegué tarde y me hizo arrodillar y hacer una cruz en el suelo con la lengua. Nos vengábamos a nuestra manera fastidiándole el vino de las vinajeras.
Mosén Luis le gustaba ir a cazar, subía el día antes, hacía la misa rápida por la mañana y seguía cazando" LUIS CAMPO.


El médico venía desde Graus en la persona de don Andrés Blanco. Había que bajar a Santaliestra con una caballería para recogerle y que pudiera subir a visitar al enfermo.

"Los familiares que estaban fuera cuando tenían problemas de respiración venían a curarse a Aguilar puesto que aquí el clima era muy propicio y el aire muy sano" CONCHA RIAZUELO.

El practicante venía desde Perarrúa (don José).
María de casa Lapena y María de casa Joaquina eran las parteras y ayudaron a muchos niños y niñas de Aguilar a venir al mundo.
Francisco de casa El Parro de Santaliestra era el cartero, subía a caballo a repartir la correspondencia y de paso aprovechaba para vender productos y comprar huevos y pieles a los vecinos. No subía diariamente y en ocasiones mandaba a algún vecino de confianza a realizar dicho cometido.
No había herrería en el pueblo y bajaban a la de Sallán en Santaliestra.

Durante años hubo un destacamento de la guardia civil en Santaliestra (casa Montañana), cada dos semanas subía una pareja hacer una ronda por el pueblo y alguna vez se quedaban a dormir en alguna casa. Se les tenía mucho respeto porque imponían su autoridad y abusaban de su poder.

Las fiestas patronales eran el 8 de septiembre en honor a la Natividad de Nuestra Señora. Duraban dos días. Como actos religiosos se hacía una misa y una procesión (un vecino llevaba la bandera y a continuación la Virgen en una peana. El recorrido iba desde la iglesia, Lapena, Agustina, vuelta a la iglesia, Donicio, Serena, Panet, Tomás, Espona, Cilio con final en la iglesia).

El baile se hacía en la era Lapena y otras veces en la era Serena. Se plantaba en medio de la era un pino y se adornaba con cintas. Se hacía baile al mediodía en la sesión vermut y baile por la noche a la luz de los candiles de carburo.
Los dos días se hacía rondalla por el pueblo y se hacía un poco de baile en casa Simón y al otro día en casa Casero (las dos que estaban separadas del núcleo urbano). En ambas se sacaba a los asistentes algo de comer y beber.

Entre las costumbres al bailar figuraba el baile del ramo, en el cual los mozos compraban el ramo a duro y luego se lo daban a la moza que quisiera bailar con ellos.
Orquestas del pueblo de Estadilla como la Katiuska y la Columbia eran las encargadas de amenizar el baile.
Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa para la ocasión y no faltaban los deliciosos postres de la fiesta como eran las rosquillas, tortas y tortetas.

Los dos hijos de casa Serena que habían emigrado a Chile (Ramón y Sebastían) acostumbraban a venir para la fiesta y pagaban buena parte de los gastos. El resto lo hacían a escote entre los mozos.

Mariano de casa Cilio y Daniel de casa Lapena montaron durante algunos años un pequeño bar en su vivienda para estas fiestas.
De Santaliestra, Torruella y Abenozas era de donde más acudía la juventud a participar de las fiestas. No faltaban tampoco los familiares venidos de fuera que no solían faltar en estas fechas tan señaladas.

El día 30 de noviembre se hacía una romería a la ermita de San Saturnino, también conocida como San Andrés. Se hacía allí una misa. Por la tarde se hacía baile en el salón de casa Serena o en el de casa Lapena puesto que la climatología ya no permitía hacerlo al exterior. Ramona del pueblo de Biescas de Campo a la guitarra y Ferré del pueblo de Benavente de Aragón al acordeón eran los encargados de amenizar el baile.
El 7 de mayo tenían otro día festivo que se aprovechaba para hacer las comuniones.

El invierno era muy riguroso en un pueblo que estaba rondando los mil metros de altitud. Mucho frío y nevadas con frecuencia. A finales de noviembre y primeros de diciembre ya solían aparecer las primeras nieves. En contadas ocasiones llegaba hasta el medio metro. Algunos años hasta para Semana Santa se veían los copos blancos hacer su aparición.
Leña de roble y carrasca era lo que utilizaban los aguilareños para calentar la lumbre de las cocinas.

Daniel Campo Mur de casa Lapena, su hijo Manuel Campo Espuña, Antonio Ramí de casa Agostina y Mariano Pueyo Olacia de casa Cilio (éste fue el último) fueron alguno de los vecinos que ejercieron como alcaldes pedáneos.
Otro dato para el recuerdo es la última persona nacida en Aguilar: María Pilar Campo Riazuelo de casa Lapena en 1970.

Pocos entretenimientos había para la gente joven en tiempos de mucho trabajar y poco tiempo libre para el ocio, aún así se hacía algunas veces una lifara (merienda entre los jóvenes) cuando se cazaba algún conejo de monte.
En Carnaval se disfrazaba cada uno con lo que podía y pasaban casa por casa para recoger lo que les dieran (huevos, longaniza). Se hacía una merienda y se bailaba al son de los instrumentos que tocaban los mozos de casa Agustín.
Para los menores quedaban los juegos infantiles como el escondite, la currupeta, la gallinita ciega y la pelota en alguna era.

"Acostumbrábamos a ir algunas tardes de domingo varios niños a la roca de Chuspena, desde ahí se divisaba la carretera y nos entreteníamos viendo pasar los coches y camiones, pasaba alguno cada media hora pero con eso nos hacía felices". MARIANO PUEYO.


La despoblación que tan mortífera fue para multitud de pueblos en todo el pais en la década de los 60, tardó unos años más en llegar a Aguilar. Corría el año 69 cuando se fueron varias casas de una tacada (Espona, Serena, Panet, Agostina y Simón), a partir de aquí la emigración fue imparable llegando hasta 1975 en que cerraron las últimas casas que quedaban abiertas, siendo los de Girón que se habían pasado a vivir a casa Agustín (el matrimonio formado por Domingo y Clara con sus seis hijos: Domingo, Joaquin, Amalia, Palmira, Margarita y José Luis) los que pusieron punto y final al ciclo de vida en Aguilar.
El cierre de la escuela, la falta de una pista de acceso que se había proyectado pero nunca llegó y la ausencia de servicios básicos empujaron a los aguilareños a marchar de su pueblo. Varias familias se quedaron en Santaliestra, alguna a Graus o Binéfar y otras más a diferentes puntos de Cataluña.

Agradecimientos:
A Daniel Campo Lafuente, descendiente de casa Lapena por parte paterna.
A Daniel Campo Riazuelo, nacido en casa Lapena.
A Cristina Pueyo, descendiente de casa Cilio por parte paterna.

Informantes:
Luis Campo de casa Lapena.
Daniel Campo de casa Lapena.
Concha Riazuelo de casa Joaquina.
Mariano Pueyo de casa Cilio.
*Sin su extraordinaria colaboración éste reportaje no habría sido lo mismo*




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