El silencio es oro. Pueblos abandonados.

La Granella ( Castellon)




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La masía de La Granella se encuentra situada en un plano en lo alto de la sierra, perteneciente al municipio de Castillo de Villamalefa (aunque se da la particularidad de que la divisoria de términos entre Castillo y Ludiente está situada en mitad de la masía).

Trece viviendas conformaron esta aldea que padecía inviernos duros y unas condiciones de vida bastante difíciles.
El cereal (trigo, cebada, avena) era la base de su agricultura, como las ovejas lo era en la ganadería.

Varios vecinos practicaban el oficio de talladors, consistente en cortar la malea (plantas que crecían en terrenos yermos y no cultivables como eran la aliaga, tomillo, romero), esta malea era el combustible que se utilizaba para hacer funcionar los hornos de azulejos de cerámica de L´Alcora. Era un complemento para la economía de la casa pero era un trabajo duro por estar situadas estas plantas en terreno agreste y utilizar herramientas muy rudimentarias (normalmente la azada)

Buenos productores de vino, hasta La Granella se desplazaban gentes de Zucaina y de pueblos turolenses para comprarlo.
A su cabecera municipal (Castillo de Villamalefa) era donde se desplazaban normalmente las gentes de La Granella, como era el caso de los niños que iban diariamente hasta allí para asistir a la escuela en un trayecto de casi una hora andando.

Los domingos acudían a Castillo a oír misa y ya de paso aprovechaban para hacer compras en las tiendas que allí había. También les tocaba ir allí al médico y en casos muy graves era don Fernando el que se desplazaba en caballo para atender al enfermo.
Asimismo a Castillo bajaban a coger el coche de línea que hacía el recorrido Cortes de Arenoso-Castellón cuando se tenían que desplazar a Llucena o a la capital.

Por la masía pasaban las raberas (rebaños) de ovejas que practicaban la trashumancia desde las altas tierras turolenses camino de Argelita a pasar el invierno. Toda la gente salía a ver pasar el ganado pues era un acontecimiento por ver una cabaña ganadera tan grande acompañada de varios pastores.
Los carnavales eran las únicas fiestas que se celebraban en La Granella, donde la gente acostumbraba a disfrazarse y bailar en los bureos (bailes masoveros) que se organizaban.

Debido a las difíciles condiciones de vida que tenían, unido a la falta de servicios básicos como la luz y el agua (tenían que acudir a una fuente que estaba a casi media hora de la masía) la gente se fue marchando en busca de un mejor futuro hacia L´Alcora, Onda y Castellón principalmente.
En la década de los 60 La Granella se quedó vacío cuando se cerraron las dos últimas casas que permanecían abiertas. Por un lado el matrimonio formado por Herminio y Domitila y por otro el tío Polito que vivía solo.




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Les Alberedes ( Castellón)



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Situada en una hondonada que forma el río de La Cuba se encuentra esta población de una belleza majestuosa perteneciente al municipio de Portell de Morella.
Dos calles paralelas componían su trazado urbano donde se englobaban una buena parte de la docena de viviendas que llegó a contar en sus tiempos.
Cada casa tenía su horno pero con el tiempo dejó de hacerse el pan en ellos y se iba comprar a Portell.
Nunca llegó la luz eléctrica a Les Alberedes.

"Cuando yo era pequeña usábamos quinqués y más tarde lámparas de camping gas, lo cual fue ya un gran avance. Si había que salir de noche a las cuadras o a la casa de algún vecino llevábamos linternas". MAXIMINA MARTÍ.


El trigo y la cebada ocupaba la mayor parte de los campos cultivados y las ovejas eran mayoría en la ganadería, aunque también había un buen numero de ganado porcino.

"Todas las casas tenían ovejas y cabras, unas en mayor número que otras. Nosotros no teníamos mucho. Mi padre fue unos cuantos años con Simón a trabajar a las canteras de talco en Francia, allí se pasaban medio año, iban gentes de Portell también. Con el dinero ganado mis padres lo invirtieron en hacer la granja para los cerdos". MAXIMINA MARTÍ.

Se usaba leña de carrasca para calentar la lumbre mientras que para la comida contaban con cocina de gas butano.
Para lavar la ropa las mujeres acudían al río o a alguna balsa de los huertos.
Para hacer compras iban a Portell pero si era cosa de ropa o zapatos se desplazaban hasta Morella, para lo cual tenían que salir de casa a las cinco de la mañana y hacer una hora de trayecto hasta la carretera puesto que el coche de línea pasaba a las seis de la mañana. En Morella ya se podía enlazar si se quería ir a Castellón o Vinaroz.

"Venía el huevatero de La Cuba (Teruel), que con sus caballerías recorría todas las aldeas y masías vendiendo todo tipo de productos que no hubiera en las casas (jabón, lejía, sardinas, bacalao, etc.) y a su vez compraba huevos, pollos y gallinas a los vecinos". HUMILDAD PALLARÉS.

"De La Cuba venía un vendedor ambulante con una caballería en la cual llevaba unos cajones con toda la mercancía (latas de conserva, galletas, arroz, etc), más tarde venía con una furgoneta y ya traía más variedad, incluso fruta.
Desde Portell llegaba Manuel Vinaixa que traía sardinas frescas en una caballería y desde Ares venía uno con una furgoneta que vendía ropa". MAXIMINA MARTÍ.


Para moler el grano se traía un molino portátil que funcionaba con el tractor, solamente era para moler el grano destinado a comida para los animales.
El vino se iba a comprar a Portell o a La Cuba.

La ermita solo se abría para las dos fiestas que allí se celebraban.
Se aprovechaba para realizar las comuniones el día de San Marcos.
Para escuchar misa dominical, bautizos, bodas o entierros había que ir a Portell.

"En festividades señaladas había que ir a misa a Portell. Cuesta arriba, cuesta abajo, una hora yendo rápido. Cuando alguien se moría se cargaba el ataúd en caballerías y se llevaba hasta Portell, luego ya en años posteriores se trasladaban en tractores. Se ponía una sábana blanca en algún sitio concreto y esa era la manera de notificar a los de las masías que alguien había fallecido". MAXIMINA MARTÍ.


La fiesta propia de Les Alberedes era el 16 de junio, dedicada a San Quirico y Santa Julita, donde se hacia una misa y una procesión por las dos calles y se acostumbraba a comer unos deliciosos caracoles con carne de conejo y ajo aceite. Cada familia comía en su casa y luego era costumbre juntarse a tomar café por la tarde, momento en que los mayores aprovechaban para echar unos tragos de vino y hablar de asuntos propios.
Se hacía baile en el salón de la casa de Eliecer y Primitiva con músicos que venían de las masías de Monserrate y La Escribuelica. Baile que se dejó de hacer en los últimos años.
Anteriormente habían celebrado el veinticinco de abril la festividad de San Marcos. Ese día venían los romeros de Portell.

"Venía la gente desde Portell, aquí les esperábamos los de Las Albaredas. Cada año se encargaba un vecino de todos los preparativos. Se celebraba una misa con el cura que venía de Portell, se repartía el bollo bendecido entre todos los asistentes y se realizaba una comida de hermandad entre las gentes de los dos sitios. Se hacía en las casas o bien junto al río. Por la tarde ya se marchaban los romeros para el pueblo y nos quedábamos nosotros terminando la fiesta". FELI CAMAÑES.

"La víspera se hacía una limpieza a fondo de la ermita, se ponían los manteles y las flores, se preparaba el estandarte con el cual había que salir a recibir a los romeros que venían en procesión desde Portell. Alguien estaba pendiente de su llegada y cuando los veía aparecer se bandeaba la campana y salíamos la gente de Las Albaredas detrás de la persona encargada de llevar el estandarte a recibir a la gente. Se hacían el saludo correspondiente y nos íbamos todos juntos hasta la ermita donde se oficiaba la misa.

Los de Portell se traían su comida y la degustaban a orillas del río. Nosotros comíamos cada familia en su casa y ese día se mataba un conejo o un pollo.
De Portell venía uno que ponía un kiosco ambulante de bebidas y algo de pastas, chucherías y algún juguete para los niños.
A las cinco de la tarde se iban los romeros de vuelta para Portell y nos quedábamos ya solo los del barrio, nos juntábamos para cenar y si alguien se animaba a tocar un poco la guitarra hacíamos un poco de baile". MAXIMINA MARTÍ.


Dicha romería se sigue celebrando en la actualidad pero sin ser el veinticinco en la fecha que caiga sino que se desplaza al sábado más próximo.
Días de mucha celebración eran también los del mata cerdo (matanza). En cada casa se mataba uno o dos cerdos.

"De la matanza guardo buenos recuerdos. Unos días antes se iba a comprar rollos, chocolate, higos secos y aguardiente, ¡este era el primer desayuno! Se mataba uno o dos cerdos, dependiendo si eran cerdas de cría que eran mas grandes, en ese caso solo una, entre todos y con el matarife en cabeza se cogía el animal y se mataba. El matarife era de aquí de La Albareda y se llamaba Severiano.
Luego sobre las diez se almorzaba, ya con la primera carne del cerdo, las mujeres unas preparaban la comida y otras limpiaban las tripas, para por la tarde y al día siguiente hacer los embutidos y así se pasaba el día, comiendo en ocasiones unas ricas albóndigas con tomate de la propia carne del cerdo, también de primero sopa, garbanzos o lo que hubiese". MAXIMINA MARTÍ.


El médico residía en Portell. Se llamaba don Vicente Segura, natural de Vallibona. En caso muy grave acudía a Les Alberedes a visitar al enfermo en un seat 600, en caso contrario era este el que iba a consulta al pueblo o bien algún familiar que le comentaba los síntomas al doctor y este recetaba lo que creyera conveniente.
Carlos era el cartero, venía desde Portell en caballería tres días a la semana.
No había escuela y les tocaba desplazarse hasta la de Casas de San Juan, al otro lado del río, ya en territorio de Teruel.

"Desde La Albareda íbamos cuatro niños en total, nos llevábamos la comida y no volvíamos hasta por la tarde. En invierno comíamos en casa del señor Victoriano que éramos familia y en verano en el porche de la iglesia.
Tardábamos quince o veinte minutos en llegar al Barranco de San Juan, en invierno a veces se complicaba la cosa porque el río llevaba bastante agua y nos tenían que pasar nuestros padres en caballería. Nos íbamos juntando con los de otras masías por el camino y para saber si ya habían pasado poníamos un pequeño mojón de piedras y según ello les esperábamos o no.
En la escuela nos juntábamos alrededor de unos veinticinco niños.

Creo que mi primera maestra fue Mari Carmen Monforte, luego fueron viniendo otras porque algunas no aguantaban todo el año completo. La que más tiempo estuvo fue Montserrat Mayor Gimeno, era de Soria. Recuerdo que cuando tomé la primera comunión la invitamos a comer a casa y me regaló una caja de bombones, una colonia y 50 pesetas ¡anda que no estaba yo contenta ese día! Luego ya vino otra maestra llamada Elena Miguel que me parece que fue la última.
Cada semana dos niños teníamos que llegar media hora antes para encender la estufa y calentar el aula, la leña la traían las familias de forma rotatoria.
Como en invierno hacía mucho frío nos salían sabañones en las manos y la maestra nos ponía en fila para ir poniéndonos crema". MAXIMINA MARTÍ.


Muy buena relación tuvieron siempre con los de las cercanas Casas de San Juan (Barranco de San Juan como era conocido allí). Había poco más de un kilómetro entre ambos barrios y pese a que eran de provincias y comunidades distintas compartían escuela, fiestas y bailes, además de muchos vínculos de familia y de amistad.
El ser un lugar fronterizo con otra provincia de habla castellana, sus frecuentes contactos con San Juan y con La Cuba (pueblos de Teruel) y la enseñanza escolar en castellano propició que allí no dominara la lengua valenciana entre las conversaciones de vecinos e incluso el nombre del pueblo lo decían siempre en castellano, así lo nombraban siempre como La Albareda o Las Albaredas cuando se escribía cartas.

"En mi casa los domingos desayunábamos con chocolate a la taza casero, la comida era un poco más especial: arroz con pollo o conejo ¡qué rico sabía! Después nos juntábamos con los de Simón que eran familia y tomábamos café.
Los jóvenes en principio se iban a Portell al baile andando y los mayores si no había mucho trabajo en la granja con los cerdos o en la recolección se juntaban en casa de uno o de otro a conversar y jugar al guiñote.
Nosotros cuando nos hicimos mayores ya había quien tenía coche y nos íbamos a Portell a juntarnos con los amigos y desde allí nos íbamos a la discoteca de Forcall". MAXIMINA MARTÍ.


"Al dejar ya la escuela nos trajimos una máquina para hacer jerséis. empezó Feli y luego su hermana Tomasa. Lina y yo hacíamos las piezas y luego en Portell los cosían los mismos qué nos ponían la máquina. Con el tiempo Lina y yo nos fuimos a trabajar a un hotel en Morella, y después a Villafranca a la Marie Claire, esto ya lo último luego nos casamos y cada una para un sitio, pero la amistad ha seguido y seguirá siempre, casi como hermanas nos hemos criado". MAXIMINA MARTÍ.

La emigración que se estaba dando en toda España en los años 50, 60 y 70 no era ajena en este recóndito lugar aun cuando la despoblación total tardó unos cuantos años más en llegar y no fue hasta la década de los 80 cuando el barrio de Les Alberedes se quedó vacío.
En los últimos años se quedaron reducidas a cinco las casas que había abiertas en el pueblo.

"Daba mucha pena cuando veías pasar a los del Barranco de San Juan y los de las masías con el tractor cargado de muebles y enseres y de ver como cada vez se iban cerrando más casas". MAXIMINA MARTÍ.

La falta de luz eléctrica, las malas comunicaciones y las ganas de buscar un mejor futuro por parte de la gente joven fueron las causas de la marcha de los vecinos, que emigraron principalmente a Portell, Morella y Vinaroz.

"La gente que iba quedando eran todos de la misma edad más o menos y ya tenían pensado marcharse en cuanto les llegara la jubilación. Muchos ya se habían comprado casa en Portell o en otros lugares para estar cerca de los hijos.
En nuestro caso la marcha fue un poco precipitada debido a la enfermedad de mi padre que requería de cuidados y atenciones del médico. Se llevaron poco mobiliario pues lo habían ido comprando con antelación para ir amueblando la nueva casa en Portell, vendieron los animales y se fueron para el pueblo en 1985". MAXIMINA MARTÍ.


El matrimonio formado por Simón Martí y Julia Bayo fueron los últimos en marchar de la aldea, aunque Julia se fue primero a causa de una enfermedad y Simón estuvo dos años viviendo solo hasta que en 1988 se fue para Morella cerrando el ciclo de vida en Les Alberedes.
A partir de aquí, lo de siempre los saqueadores y los vándalos haciendo de las suyas.

"Daba mucha rabia cuando ibas por Las Albaredas y lo veías todo destrozado, entraban en las casas, rompían todo y se llevaban lo que les parecía, eso motivó en parte que nosotros vendiéramos la casa.
Mi amiga Lina optó por dejar la puerta abierta y así por lo menos no la reventaban la puerta y la destrozaban la cerradura, en su casa se llevaron hasta un balcón". MAXIMINA MARTÍ.




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Mas d'Escrig ( Catellon)


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Aldea perteneciente al municipio de Benafigos en la comarca de L´Alcalatén.

Una docena de casas en sus mejores tiempos dieron vida a esta población aupada en una cresta sobre el barranco del río Montlleó. Alrededor de cincuenta habitantes fue su mayor censo poblacional antes de la guerra civil.
Trigo y patatas eran sus principales producciones agrícolas, igual que las ovejas lo eran en la ganadería, siempre con pequeños rebaños en cada casa.
Cada vivienda tenía su horno para elaborar el pan.

Iban a moler el grano al molino de Marcelino Vives cerca de la ermita de L´Ortisella.
En la época del estraperlo iban de noche a moler a los molinos de Vistabella del Maestrazgo.
Había buena caza por el monte, lo que aprovechaban los vecinos para conseguir tordos, perdices y conejos.
Para hacer compras se desplazaban hasta Benafigos, a Culla o Vistabella. Los sábados acudían al mercado semanal que se hacía en Atzeneta.
Algunos vendedores ambulantes pasaban por el Mas d´Escrig como era uno que venía andando desde el Mas Cremat, era manco y llevaba la mercancía en un cesto.

"Alfredo desde La Cormana recorría todas las masías de Benafigos, Atzeneta, Vistabella y Culla. Iba con un mulo con dos cestos y vendía azúcar, chocolate, hilo, agujas... A su vez compraba huevos, pollos, conejos. En muchas ocasiones era un trueque entre lo que llevaba y lo que le ofrecían. Era una persona muy lista puesto que no sabía ni leer ni escribir pero todo lo almacenaba en su memoria. Cuando llegaba a una masía donde tenía confianza e iba a pernoctar le pedía a alguien de la casa que le escribiera en una libreta todo lo que había comprado/vendido: -En la masía... he comprado dos docenas de huevos, en la masía... he vendido un kilo de azúcar y unos paños, en la masía... he intercambiado unas patatas por arroz- Todo lo llevaba en su cabeza y no se le olvidaba nada". VECINO DE BENAFIGOS

Iban a Benafigos para todo tipo de actos religiosos (misa dominical, bautizos, comuniones, bodas, defunciones).
Asimismo los niños acudían a la escuela de Benafigos donde estudiaban los niños del pueblo y los de las masías próximas.
Don Joaquin, el médico venía en casos de mucha urgencia desde Atzeneta.
Hasta Atzeneta iba andando primeramente y luego en moto, Joaquin el cartero de Benafigos, la repartía en el pueblo y en las masías.
Participaban muy activamente de las fiestas patronales de Benafigos en honor a su patrona: La Virgen de L´Ortisella el 8 de septiembre.
Los domingos se hacían animados bureos (bailes masoveros) en diferentes masías del término.

Debido a la ausencia de los servicios más elementales (luz, agua), la lejanía del médico y las ganas de buscar una mejor calidad de vida la gente del Mas d´Escrig fue emigrando en los años 50 y 60. Unos se quedaron en Benafigos, otros se marcharon a trabajar en las fábricas de azulejos de L´Alcora y Onda y otros probaron suerte en la capital: Castellón.
El matrimonio formado por Joan Agut y Marcelina Vives fueron los últimos del Mas d´Escrig. Se marcharon en la década de los 60.

Fuentes de información: Vecinos de Benafigos.


Punto y aparte. Poco ha cambiado en veintiún años la fisonomía del Mas d´Escrig. Las casas se han deteriorado lógicamente, alguna ha sido mantenida por sus propietarios para evitar su derrumbe y poco más. Recorro con tranquilidad el camino que lleva desde la ermita de La Ortisella hasta ésta solitaria aldea. Es la una del mediodía y el sol aprieta de lo lindo. No tiene compasión del caminante. Echo mano del agua en todo el trayecto. Son apenas veinte minutos de caminar pero las elevadas temperaturas no me hacen coordinar bien los pasos. Cuando llego a una curva al doblar ya se aparece ante mi la majestuosa belleza delMas d´Escrig en su maravillosa ubicación. No me sorprende esta visión repentina puesto que ya lo conocía de mi visita en los años 90. Se pierde ese factor sorpresa que sí se da cuando visitas un despoblado por primera vez.

Contemplo la vista del lugar. El terreno es áspero, abrupto. Difícil la vida en este lugar. Las casas se alinean en hilera. Primero las viviendas, después los pajares y las eras. Las tierras de cultivo antaño abancaladas descienden en vertiginoso descenso desde las casas hasta el barranco del río Montlleó.
Llego hasta la aldea, poco ha cambiado, la estructura urbana se mantiene intacta, una única calle donde se alinean casi todas las viviendas va de un extremo a otro. Se han caído algunos tejados, la vegetación y los árboles silvestres se han ido poco a poco apoderando del terreno. Aún así se puede transitar por la única calle. La majestuosa portalada de una vivienda a mitad de calle sigue estando presente aunque ya más deteriorada, ha perdido parte de sus dovelas así como una de las impostas. Sigo por la calle y pronto llego a su tramo final, unas preciosas eras circulares aparecen ante mis ojos.

Encamino mis pasos hacía la fuente. No tiene perdida. Un hilillo de agua sale de las entrañas de la tierra y cae hacía el pilón anexo. Desde aquí quiero llegar hasta el molino donde iban a moler las gentes de Benafigos y de todas las masías. Tras varios intentos de buscar el sendero adecuado no lo consigo y desisto de bajar hasta el cauce del río. Junto a la fuente voy a dar cuenta de mis vituallas pero no encuentro el lugar adecuado así que me subo otra vez hasta el Mas y aquí a la sombra de una pared lo hago. Son las tres de la tarde y el calor es infernal. Después de aquí ya no tengo previsto ver más cosas. ¿Me quedo aquí un tiempo más a esperar que afloje el calor o me voy? Decido irme hacía la ermita donde tengo el coche. A paso muy lento y empapado en sudor me pongo en marcha. ¿Quién me mandara a mi ver despoblados en el mes de julio y a estas horas? Pero... no tengo otra elección, tengo que aprovechar mi estancia estos días por la zona.



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Mas de Rogle. ( Castellón)



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El núcleo de Araia (pedanía de L´Alcora) formado por diversas masías de cierta entidad sufrió una fuerte despoblación en los años 60, muy mermadas pero aguantaron, solo una sucumbió y ya no se recuperó: el mas de Rogle.
Masía situada a media ladera sobre el barranco del Llosar formando un núcleo compacto de buenas dimensiones, en torno a las veintidós viviendas la conformaban.

El terreno era de regular calidad, un tanto escabroso, lo aprovechaban para sembrar trigo, cebada, maíz y olivos principalmente, quedando la zona de monte para el pastoreo de las ovejas y las cabras.

Para obtener el aceite iban a la almazara de Araia donde formaban parte de la cooperativa.
Había una mina de carbón y otra de arcilla en las inmediaciones de la masía.
La luz eléctrica llegó al Rogle en la década de los 40 proveniente de la Central Hidroeléctrica de Ribesalbes. Costó 300 pesetas por vivienda para instalarla, pero no se pusieron de acuerdo todos los vecinos, así que unos si contaron con este servicio y otros prefirieron seguir con los candiles de carburo.

Los niños tenían que andar diariamente un kilómetro y medio para asistir a la escuela de Araia.
Para la asistencia médica contaban unas veces con el médico de Ribesalbes que venía a caballo y otras veces venía uno de L´Alcora andando.
De Araia venía el cartero trayendo la correspondencia.
Participaban muy activamente de las fiestas de Araia el 15 de agosto en honor a San Joaquín y Santa Ana.
Los jóvenes también se desplazaban los domingos por la tarde hasta Araia donde se organizaban bailes con gramola alternativamente en los tres bares que había en el núcleo. Acudía toda la juventud de las masías de Araia.

Si querían realizar compras de cierta envergadura se desplazaban hasta L´Alcora con las caballerías distante a tres horas de camino. Si era compra de poca cosa se abastecían en una pequeña tienda que había en Araia.

La fuerte demanda de trabajo que había en las fabricas de azulejos y cerámica de L´Alcora fue atrayendo a toda la población de las masías, si a ello se le añade la lejanía de la fuente para suministro de agua que estaba a 20 minutos andando, la incomodidad de tener que bajar las mujeres a lavar al barranco y el poco futuro que tenía el campo se puede comprender el éxodo de las gentes del Rogle.

Algunas familias en una primera emigración optaron por quedarse en Araia para tener más cerca las fincas de cultivo pero más tarde una segunda emigración los llevó también hasta L´Alcora. A últimos de los 60 la masía ya se había quedado vacía.



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Saranyana ( Castellon)



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Agradecimiento a Marco Membrado, la última persona que marchó de Saranyana pero que con su presencia diaria allí sigue dando un soplo de vida al pueblo. Cordial y agradable informante de todo lo relativo al lugar.


Antiguo lugar de señorío, población importante en tiempos pasados, en el siglo XIX se llamaba Todolella y Saranyana, compartía municipio con el pueblo que terminó por absorberle al quedarse despoblado y pasó a ser una pedanía de Todolella.
Seis viviendas componían el núcleo principal, además de siete masías dispersas en los alrededores. Tenían sus campos sembrados de trigo y cebada en su mayoría, combinándolo con la ganadería donde la oveja era el animal prioritario.

Se servían prácticamente de todos los servicios básicos de La Todolella, hasta allí se desplazaban los niños a la escuela, se iba a recoger allí la correspondencia, a moler el grano al molino que había junto al río Cantavieja, el cura también subía de La Todolella y sin embargo el médico lo hacía en caballería desde La Mata de Morella.
Había dos días de fiesta para honrar a sus dos patrones: Santa Quiteria en mayo y San Miguel en septiembre, en ambas se celebraba una misa y una comida.

En su término estaba la ermita de San Cristóbal, actualmente perteneciente a La Todolella donde en el mes de mayo se celebra una romería a la que acuden gente de los pueblos de alrededor (Todolella, Cinctorres, La Mata de Morella y Forcall).
El pueblo se despobló rápidamente en los años 50, y en los 60 apenas quedaban un par de familias, las tierras no daban para vivir y la gente se fue marchando a La Todolella, Castellón, Vinaroz y Barcelona y solo Marco Membrado y su mujer quedaron como guardianes de Saranyana viviendo más de veinticinco años solos, hasta que en el año 1997 cerraron su casa y se marcharon a La Todolella aunque han seguido acudiendo prácticamente a diario a Saranyana.

Actualmente parece que va a cambiar la fisonomía del pueblo, pues hay un proyecto muy avanzado de convertirlo en un centro de turismo rural y es cuestión de tiempo que se acabe con siglos de historia de este lugar antiquísimo para darle una nueva identidad.




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Huertas Chicas ( Ciudad Real )


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Donde Ciudad Real pierde su condición de llanura manchega y se aproxima a Sierra Morena se ubica el pueblo de Huertezuelas y sus aldeas, perteneciente al municipio de Calzada de Calatrava.
Bajo la denominada Cuerda de Huertezuelas se sitúan las diferentes aldeas que englobarían Huertas Chicas.
Alrededor de unas treinta y cinco viviendas conformarían estos núcleos (Los Coloraos, Huertas Chicas, Casas del Castillo y Huerta de la Rosala).
Estas alcanzan su mayor altitud en Las Casas del Castillo a 775 metros.
Nunca llegó la luz eléctrica a ninguna de ellas, siendo los candiles de aceite primero y los de carburo después sus fuentes de iluminación.

Las ovejas y las cabras se repartían casi por igual en su ganadería. Marchantes de El Viso del Marqués y Calzada de Calatrava acudían periódicamente por allí para comprar corderos y cabritos.
Trigo, cebada, avena, centeno, melocotones, olivos y granados eran algunos de los cereales y arboles que ocupaban sus tierras de cultivo.
Llevaban a moler el grano al molino de Huertezuelas. Al pueblo también llevaban a vender las aceitunas que recogían de los olivos.
Para los amantes de la caza, los conejos, liebres y perdices suponían un aporte extra en la dieta alimenticia, lo mismo que los barbos que pescaban en el arroyo.
En los años 40 y 50 varios de sus vecinos iban a trabajar a las minas de plomo de El Centenillo (Jáen), en cuyo trayecto empleaban algo más de dos horas de caminata atravesando la sierra.

A Huertezuelas acudían a realizar compras de productos básicos que no obtuvieran de la tierra o los animales.
Fabiana desde Huertezuelas aparecía periódicamente por Huertas Chicas con una caballería vendiendo sardinas y diversos productos alimenticios.
Desde Aldea del Rey llegaba el tío Pablillo con un carro tirado por un burro ofreciendo su mercancía: tomates, garbanzos, arroz...
En ocasiones la compra se convertía en trueque: un kilo de garbanzos o de arroz a cambio de un manojo de orégano, planta relativamente frecuente en amplias zonas de la sierra.

Para todo tipo de oficios religiosos (misa dominical, bodas, bautizos, entierros) acudían a la iglesia de Huertezuelas.
Al pueblo tenían que acudir también los niños en edad escolar por no haber escuela en Huertas Chicas.
El médico (don Ignacio), acudía en casos muy graves desde San Lorenzo de Calatrava, había que ir a buscarle con una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo.
No había servicio de cartería especifico para las aldeas, y era cualquier vecino que se desplazara al pueblo el que traía/llevaba la correspondencia.

Participaban activamente de las fiestas de Huertezuelas (la Inmaculada Concepción en diciembre y la Virgen del Carmen en julio).
Como principal celebración festiva en Huertas Chicas estaban los Carnavales. La gente joven acostumbraba a disfrazarse de la manera más variopinta y a realizar animados jolgorios.
Había costumbre de que alguna casa que dispusiera de un salón un poco amplio se encargara de celebrar el baile (casa de baile de Carnaval). Contrataba a algún músico y se hacía la rifa de los conejos. Animal que preparaba la dueña de la casa en la cocina para que lo consumiera el ganador del sorteo y sus allegados.
Algunos domingos o festivos se acostumbraba a hacer baile a nivel local (para todas las aldeas) con músicos venidos de Huertezuelas con guitarra, laúd y bandurria.

En los años 50 y 60 la emigración fue golpeando a Huertezuelas y con más tesón a sus aldeas ya que estas carecían de todo tipo de servicios básicos a lo que se unía los deseos de buscar una mejora en la calidad de vida.
Si bien Huertezuelas aguantó con población estable siempre por tener mejores servicios y comunicaciones, Huertas Chicas y el resto de aldeas vio como marchaban sus gentes por un efecto dominó en el que unas familias fueron arrastrando a otras.
Algunas familias se quedaron en Huertezuelas pero el resto se marcharon a Barcelona, Madrid o La Carolina (Jaén) entre otros lugares.
Para últimos de los 60 y primeros de los 70 Huertas Chicas se quedó vacío.




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Carrascosilla ( Cuenca)


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Agradecimiento para José Antonio Saiz Jarabo, antiguo vecino de Carrascosilla, ameno y muy agradable informante sobre su pueblo.

Carrascosilla es una pedanía de Huete situada en la solana de un estrecho valle.
Conocida también como ¨la aldea millonaria¨ debido al buen nivel económico que tenían sus vecinos, donde todos eran patronos y tenían varios trabajadores a su cargo.
Formado por unas veinte viviendas de las que salvo dos o tres las demás presentan un estado de ruina casi total.
Pueblo más agrícola que ganadero, dedicados al cultivo de trigo y cebada principalmente y algo de olivos, en la ganadería mantenían pequeños rebaños de ovejas en cada casa.

Celebraban las fiestas patronales el 15 y 16 de agosto honrando a su patrón: San Roque. Se realizaba una procesión por las dos calles del pueblo, la gente tiraba cohetes a su paso e iban dando vivas a San Roque. De vuelta a la parroquial celebraban una misa. Se hacían rosquillas, tortas y magdalenas para obsequiar a los invitados. En la comida se mataba un cordero para compartir con los familiares y amigos. Por la tarde el turno del baile en la plaza con la música del acordeonista de Valdecolmenas. Se juntaba gran cantidad de gente en la plaza, acudía gente de los pueblos vecinos como Huete, Bonilla, Saceda del Río entre otros, y donde no faltaba nunca una mujer que llegaba desde Saceda-Trasierra con dos maletas cargadas en un mulo y ponía un tenderete de almendras garrapiñadas y martillos de caramelo que hacían las delicias de los niños. Por la noche únicamente se quedaba la gente joven en la plaza donde se preparaban bebidas y pasaban el rato hablando y gastando bromas.

En los años 40 se empezó a celebrar otra fiesta el 8 de diciembre para la Inmaculada Concepción, debido a una ofrenda que hizo una mujer del pueblo y donó la talla de la Virgen.
Por Navidad había costumbre entre los niños y la gente joven de ir pidiendo el aguinaldo, para lo cual iban a buscar al Juanillo al molino de Valdecolmenas donde vivía para que les acompañara casa por casa montado en un burro tocando el acordeón.

"En Carrascosilla había pocos entretenimientos en los ratos libres como no fuera ir de caza o tomar un vino en la taberna, la gente joven nos íbamos a Huete que allí había cine y baile, otras veces íbamos a Saceda del Río al picu (aparato de música anterior al tocadiscos, más tosco y simple) de Macario donde se celebraba un concurrido baile con buena presencia de mozas, y cuando había fiesta en algún pueblo pues para allá que íbamos". JOSÉ ANTONIO SAIZ.

El cura vivía en Valdemoro del Rey y llevaba este pueblo, Saceda del Rio y Carrascosilla. Había que ir a buscarle a Saceda con un burro después de que hubiera dado misa en los otros dos pueblos, sin embargo había veces que se venía el sábado por la tarde a Carrascosilla y hacia noche aquí para dar la misa el domingo a primera hora y luego marchar para los otros dos pueblos.

Había escuela en Carrascosilla pero nada queda de ella, hoy es un montón de escombros irreconocible. Doña Pepita que era de Cuenca fue una de las últimas maestras. Solían estar de alquiler en alguna casa del pueblo.
El médico estaba en Huete y en muchas ocasiones no se acercaba a Carrascosilla por el pésimo estado del camino de acceso.
El cartero venia andando desde Saceda del Río.

Desde Caracenilla venía el herrero dos veces por semana.
Iban a moler el grano al molino de Larez situado en la carretera, entre Huete y Saceda. De los numerosos olivos que tenían recogían la aceituna, la cual la prensaban en el molino de Bonilla para elaborar el aceite que utilizaban para consumo.
Tenían luz eléctrica en las casas desde los años 40 que trajeron la energía desde el salto de Villalba. No así agua corriente, que era uno de los problemas principales de los carrascosilleros, la fuente que había no era apta para el consumo, y tenían que canalizar el agua de lluvia de los tejados hacia unos aljibes que tenían en las casas. En época de sequías iban con el macho con cantaros hasta un pozo que había lejos del pueblo en el camino a Caracenilla.
Pero a Carrascosilla también le llegó su hora.

"A pesar de que era un pueblo que se vivía aceptablemente bien, en cada casa solía haber uno o dos criados para ayudar en las tareas del campo y en verano venían cuadrillas de segadores de la provincia de Albacete de la parte de La Roda para trabajar en la siega, hubo algunos condicionantes que hicieron que la gente se fuera marchando, como era por ejemplo el pésimo estado del camino de acceso al pueblo, en invierno se quedaba impracticable y no se podía llegar a Carrascosilla, como el médico por ejemplo, porque el taxi que le traía desde Huete no podía ir por el camino, lo mismo le ocurría al panadero de Huete que traía el pan e incluso la maestra había veces que no podía llegar al pueblo después de haber estado el fin de semana en Cuenca. Después se le echo zahorra al camino para mejorarlo y cuando se arregló el camino para la parcelaria ya no quedaba nadie en el pueblo. El problema del agua mencionado anteriormente también influyó en la marcha de los carrascosilleros y luego la situación que se daba de que las tierras se quedaron pequeñas para la siguiente generación pues en cada casa había varios hijos y no daba para repartir, así que todos empezamos a marchar, unos antes y otros después y la gran mayoría nos vinimos a Huete, aquí nos establecimos con casa y tierras para trabajar y otros seguían yendo a Carrascosilla a trabajar pero viviendo en Huete donde había más comodidades". JOSÉ ANTONIO SAIZ.

Así fue como en la década de los 70 el pueblo se quedó vacío y empezó el calvario para las edificaciones hasta llegar al estado actual, solamente las tierras se siguen aprovechando hasta la actualidad por los antiguos vecinos y otras gentes que las tienen arrendadas por lo que la presencia de alguna persona en Carrascosilla es constante y diaria.



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El Cañizar ( Cuenca)



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Seiscientos metros separan los dos barrios que componen El Cañizar. El de arriba subido en un cerro y el de abajo en el llano junto al río Cabriel.
El pueblo fue creado para albergar las fabricas y a los trabajadores que se dedicaban a la extracción de la resina de los pinos. El Cañizar era propiedad de la familia Romero-Girón, siendo administrado por don Vicente Romero-Girón, pasando después a su hijo Álvaro Romero-Girón. Hacia la mitad del siglo XX fue comprado por La Unión Resinera Española, empresa importante en el procesado de resinas naturales y la explotación maderera. Tenía más de veinte fábricas repartidas por toda la geografía española dedicadas al mismo cometido.

Unas veinte viviendas formaban los dos núcleos de El Cañizar, donde aparte de la dedicación al trabajo resinero también había un pequeño hueco para la ganadería (ovejas) y la agricultura (trigo, patatas, judías, girasol).

El río Cabriel les proporcionaba abundantes truchas y cangrejos que servían para variar la dieta alimenticia.
En los años 40 había en El Cañizar un destacamento de la guardia civil para combatir a los maquis que a menudo frecuentaban la zona por ser territorio de amplia presencia de guerrilleros antifranquistas (la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón).

En El Cañizar paraban a menudo para suministrarse los gancheros, que transportaban la maderada por el río Cabriel para llevarla a Valencia.
Don Álvaro, el administrador de El Cañizar era el encargado de traer el suministro en un jeep para la gente de su entorno, por lo que estos apenas tenían que desplazarse a Cañete a realizar compras.

Don Policarpo, el cura de Pajaroncillo se desplazaba en un burro hasta El Cañizar a oficiar los actos religiosos.
A don José el médico de Cañete había que ir a buscarle en un jeep cuando la gravedad de algún enfermo lo requería.
Con un laúd y una guitarra que sabia tocar algún mozo se preparaban animados bailes los domingos por la tarde.

El declive de la industria resinera y la búsqueda de un mejor futuro en las ciudades supuso la decadencia de El Cañizar en los años 60, aunque hasta entrados los 90 hubo vida en el pueblo de forma testimonial por medio de un matrimonio de guardeses que estaban al cuidado de la finca.
Barcelona, Valencia y Cañete fueron los destinos mayoritarios elegidos por los habitantes de El Cañizar para iniciar una nueva vida.
En la actualidad El Cañizar sigue siendo propiedad privada y está prohibido el acceso a la finca de El Cañizar de abajo.



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La Nogueruela ( Cuenca)



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La Nogueruela es una de las numerosas aldeas que pertenece al extenso término municipal de Salvacañete en los límites de la Serranía de Cuenca con la provincia de Teruel.
Bellísimo caserío recostado en la solana de un montículo. Era un lugar de clima frío, de duros inviernos con abundantes nevadas. Tuvieron en el ganado ovino su principal fuente de recursos, complementándose con la agricultura dedicada al cereal mayoritariamente (trigo, avena, cebada, centeno).
Llevaban a moler el grano al cercano molino de La Herrería.
De este mismo molino recibieron la luz eléctrica desde el 23 de septiembre de 1920 hasta los años en que se quedó sin población.

Había cartero residente en La Nogueruela en la persona de Eugenio Marín, bajaba a por ella a Salvacañete y la repartía en varios rentos y caseríos además de en La Nogueruela. Junto con su esposa eran excelentes colmeneros y fabricaban velas con la cera para vender en las fiestas y para consumo casero.
El médico y el veterinario subían desde Salvacañete en caballerías.
Bajaban cargas de leña de sabina para vender en Salvacañete y allí realizaban las compras de productos de primera necesidad en los diversos comercios que había.

Por La Nogueruela aparecían diversos vendedores ambulantes como los que venían de los pueblos valencianos de Ademuz y Vallanca vendiendo fruta, vino o productos de cerámica para el hogar (botijos, pucheros, cántaros, etc). De Salinas del Manzano venían los hermanos Torralba ofreciendo arroz, pescado, sal, azúcar o jabón entre otros productos. De Salvacañete llegaba Dámaso Espinosa con una caballería transportando sus productos en banastos de mimbre.

Los oficios religiosos (entierro, boda o bautizo) los hacían en la cercana ermita de El Masegar que compartían con varias aldeas de Cuenca y Teruel.
Con estas aldeas y rentos celebraban las fiestas de San Antoniete en junio y de la Virgen del Rosario en octubre. Se congregaban todos en El Masegar adonde acudían andando o en caballerías debidamente enjaezadas para la ocasión. Se hacía misa, procesión alrededor de la ermita, comida campestre y un baile que se continuaba en La Nogueruela o en Los Cortijos al anochecer.

Los años de la guerra civil fueron duros para La Nogueruela y demás aldeas por encontrarse el frente de guerra en el cercano pueblo de El Cañigral (Teruel). Asimismo los años posteriores (1940 a 1948) fueron años difíciles para los vecinos por ser zona de fuerte presencia guerrillera antifranquista y encontrarse sus habitantes entre dos fuegos, por un lado los maquis y por otro la guardia civil.
En 1950 aun mantenía una población de unos 50 habitantes, pero se quedó deshabitado en 1975, donde la gente emigró a Salvacañete y Valencia principalmente.

En los últimos tiempos ya solo quedaron cuatro casas abiertas, siendo el matrimonio formado por Albino y Cristina los últimos en marchar de La Nogueruela, se bajaron a Salvacañete.

Actualmente La Nogueruela va recobrando poco a poco la vida y se han rehabilitado varias casas, además de conseguir mejorar algunas infraestructuras: las viviendas tienen luz y agua y se ha arreglado la pista de acceso que sube desde la carretera de Salvacañete.



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"La primera vez que visité La Nogueruela tenía ocho o nueve años y subí de monaguillo con don Julián el cura de Salvacañete a la fiesta de San Antoniete el 13 de junio en El Masegar. Para mí todo era nuevo desde el Valle Carmona hacía arriba. Pasada la Casa Nueva se vislumbra un valle y al fondo se encuentra La Nogueruela. La aldea es preciosa con casas de piedra de estilo castellano, rodeadas de sabinas, enebros y prados. Según nos acercamos a ella me parece más bonita. A la entrada esta la fuente con sus tornajos y a continuación la escuela. En La Nogueruela descansábamos un poco. Para mí fue una experiencia inolvidable todo lo que veía. Las sabinas al lado de las casas, las ovejas paciendo cerca, los corrales con su barda de sabina por encima, la leña en la puerta, gallinas, perros y gatos sueltos dando colorido a las calles. Cuando volvíamos de El Masegar parábamos a descansar en alguna casa, como era la de Marina y Eugenio, primos de mis padres. Sobre todo había que destacar la gran hospitalidad de las gentes de La Nogueruela. Unas pocas bombillas situadas en algún poste por la calle daban a la aldea un ambiente de modernidad cuando caía la noche".
MARIANO LÓPEZ, de Salvacañete.




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Sustituyó a la que había en la Casa Nueva de El Masegar, se utilizó las propias maderas de aquella. Inaugurada en 1933, es su primera maestra doña Pilar, acudían a ella también los niños de El Masegar, La Peraleja, Masegosillo, La Herrería y Torrefuerte. Se cerró en los primeros años 70 estando de maestra doña Amada.

"La escuela era pequeña, con ventanas de madera. Los pupitres, los mapas de España, el crucifijo, las imágenes de Franco y José Antonio, una tarima, la mesa del maestro, el encerado de madera y una estufa conformaban el mobiliario. Por allí pasaron varias maestras. ¡Unas cuantas generaciones de niños aprendieron y se formaron en su interior! Amada Solera de maestra y los hijos del tío Valentín y los de Felipe Martínez tuvieron el regusto amargo de ver cerrar la escuela cuando ya solo quedaban tres o cuatro alumnos".
MARIANO LÓPEZ, de Salvacañete.



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Molinàs ( Girona)


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El texto publicado a continuación son extractos extraídos de un magnifico y minucioso libro de Arnald Pluja i Canals:
¨Molinàs; els veinats oblidats del Cap de Creus¨.



A cuatro kilómetros de la costa y a 100 metros sobre el nivel del mar, en la comarca del Alt Empordà, se sitúa la aldea de Molinàs, fundada en 1773. Enclavada en un suave brazo de tierra que desciende de la Sierra de la Balmeta, y flanqueada por dos rieras (la de Sant Miquel y la de Coma d´Infern) que justo un poco más abajo se juntan y forman la riera de Molinàs.

Trece viviendas componían el núcleo principal, contando además con diversas masías en los alrededores. Perteneciente al municipio de Colera (algunos años perteneció al de Port bou), sobrevivían con una economía puramente de subsistencia, donde los olivos eran su principal sustento, como también lo fueron las viñas, hasta que la filoxera fue acabando con ellas. La ganadería se repartía entre cabras, ovejas y vacas. La carne de los animales se vendían a carniceros de Llança, Port bou y Figueres, así como la leche se llevaba a vender a Llança y Port bou. En este último pueblo había mucha demanda de estos productos debido a que la construcción de la estación internacional de ferrocarril que allí se estaba construyendo hizo aumentar considerablemente el nivel de habitantes de esta pequeña villa fronteriza. Como también se llevaba miel a vender a Port bou, producto que fabricaban muchas familias de Molinàs en las colmenas, a la vez que se servían de ella para uso familiar, sacaban un dinero extra con su venta.

Los barbos y las anguilas que les suministraba las rieras también acababan en las cocinas molinencas como un aporte extra a la gastronomía.
Solamente tres meses en toda su historia tuvieron escuela en Molinàs, ¡y fue en 1891!. Debido a una petición que se hizo al ayuntamiento de Port bou para que los niños no tuvieran que desplazarse a otro pueblo, este concedió una subvención de cuatrocientas pesetas anuales para el sueldo de maestro. Dotación económica que pronto retiraron para destinarlo a otros gastos, por lo que los niños en edad escolar tuvieron que hacer lo que habían hecho siempre: andar los cuatro kilómetros diarios que les separaban de la escuela de Colera.

Durante la guerra civil, varias familias de Colera se refugiaron en Molinàs para huir de los bombardeos sobre el puente del ferrocarril que había en aquel pueblo para intentar cortar la comunicación con Francia. Esto supuso que durante esos años Molinàs aumentara sustancialmente su población.
Debido a su cercanía con Francia (a poco más de un kilómetro) en el siglo XIX se construyó a unos cuatrocientos metros una casa cuartel de carabineros para vigilar el paso fronterizo y evitar el contrabando. Era conocido popularmente por los habitantes de Molinàs como ¨la Casilla¨. Durante la guerra civil sirvió de refugio a varias familias colerenses que huían de los bombardeos que había en su pueblo. Después de la guerra se instaló allí primero un destacamento de soldados del regimiento de zapadores, que no tuvieron una buena relación con los vecinos y que dejaron el cuartel en un estado lastimoso con destrozo de mobiliario. Todo cambió cuando fue destinado allí un destacamento de la guardia civil para impedir el paso de los republicanos que huían hacia Francia, así como detener a los maquis que entraban desde el país vecino por aquella zona, lo mismo que durante la Segunda Guerra Mundial intentaban impedir el paso de los europeos que iban huyendo de los nazis.

Debido al mal estado de la casilla, varios guardias se tuvieron que instalar en algunas casas del pueblo que estaban vacías.
El destino aquí de estos guardias civiles que procedían de toda España hizo que se produjeran varios noviazgos y posterior casamientos con chicas de Molinàs y expandiera un poco las relaciones afectivas de las jóvenes molinencas que siempre se habían emparentado con chicos de Molinàs, de Colera y Port bou.
El estado actual de la casilla es de ruina absoluta y solo queda algún muro que apenas sobresale de la tierra.
En los primeros años del siglo XX celebraban la festa major en verano.
Como curiosidad anotar que cada vivienda tuvo que poner un azulejo de cerámica en la fachada con el número correspondiente a cada una. Hecho que costó una peseta por casa.
Como cualquier lugar aislado y mal comunicado tenían sus creencias y supersticiones, así durante el siglo XIX y primeros años del XX se tenía mucha fe en la medicina casera y había la costumbre de bendecir las casas por medio del capellán, así como poner flores y amuletos en las puertas y balcones para ahuyentar los malos espíritus.

En 1945 vivían seis familias en Molinàs con un total de 23 habitantes.

Dos son las fechas que pasaran a la historia negra de Molinàs.
La primera fue el 20 de septiembre de 1920 cuando un impresionante aguacero provoca los desbordamientos de las rieras a su paso por el pueblo, superando el nivel de las casas, dos de ellas quedaron derrumbadas, lo mismo que otros edificios auxiliares, provocando además la muerte de una niña de catorce años que fue arrastrada por el agua, así como el destrozo de todas las huertas y viñas que había en las inmediaciones de la riera. Fue una catástrofe de gran magnitud que dejo a Molinàs sumida en la ruina y la miseria.

La segunda fecha marcada en negro en el calendario de Molinàs fue en febrero de 1956, cuando la entrada de un aire polar hizo descender la temperatura hasta -10º , lo que trajo una helada considerable que afectó a verduras y naranjos, pero sobre todo a los olivos, cuya madera y corteza fue recubierta de una capa de hielo que provocó la muerte del árbol. Como casi todos los olivos se perdieron y debido a que este era el principal recurso de los habitantes de Molinàs, supuso un golpe definitivo para el futuro de los que quedaban.

Si a estos hechos tan trágicos se les une la ausencia de una carretera, de escuela, de luz y agua en las casas se puede comprender la marcha de los vecinos de Molinàs, primero fueron los más jóvenes, empezaron a ir a trabajar a la vendimia en el Roselló francés, acudiendo más tarde toda la familia y donde obtenían buenos ingresos. Algunos ya se instalaron para siempre en territorio francés y otros con las ganancias obtenidas y ya viendo el final de Molinàs compraron una casa en Colera o Port bou.

Solo dos familias optaron por seguir manteniendo la tradición de
l´hereu (hijo mayor que heredaba la casa y todas las tierras) y fueron los que mejor aguantaron hasta el final, las demás casas a la hora de la herencia tenían que repartir entre varios hijos unas tierras ya de por si minúsculas por lo que no podían seguir viviendo del campo y optaron por emigrar.
La emigración repartió a los molinencs por los pueblos de Colera, Port bou, Llança y el Port de la Selva y por los pueblos franceses de Cervere y Banyuls-sur-Mer.

Hasta el año 1970 hubo vida diaria en la aldea por medio de la familia de Can Sala. Fueron los últimos de Molinás el matrimonio formado por Miquel Sala y Pilar Luque con sus tres hijos, Pilar, Isabel y Miquel, que acabaron instalándose en Colera y desde aquí subía diariamente el cabeza de familia a atender un rebaño de cabras y los huertos.

Como también subía diariamente desde Colera Fernanda Soler Ros, personaje emblemático en los últimos años de la historia más reciente de Molinàs, natural de Colera pero casada con un molinenc, tras enviudar tempranamente volvió a fijar su residencia en Colera y desde allí acudía todos los días andando a atender la casa (Can Padrosa), así como los huertos y las colmenas, solo su edad octogenaria le impidió seguir realizando su cometido diario, aun así seguía haciendo alguna escapadita.

Otra mujer para la historia de Molinàs seria Llúcia Corominas Duran como la persona más longeva de todos cuantos allí nacieron. Vino al mundo en 1903 y vivió 101 años.

Como personaje pintoresco en la historia de Molinàs fue Stuart Wilson, americano de Nueva York. Todo empezó con la amistad que forjó con la bailadora Carmen Amaya y su marido Antonio Agüero cuando estos hacían giras por Ámerica. El mencionado Antonio le enseño y le transmitió la belleza mística y paisajística del lugar, idóneo para alejarse del bullicio de la ciudad en temporadas veraniegas, y acabó comprando Can Ros en Molinàs a últimos de los 60, adquiriendo más tarde Can Buxeda. Aunque lo cogió con muchas ganas, la distancia entre su lugar de origen y su lugar platónico acabó por alargar las visitas a Molinàs, hasta que acabó por olvidarse de su retiro espiritual y terminó vendiendo las propiedades a unos descendientes de Molinàs.



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Las Casillas ( Granada)




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Quince viviendas llegaron a componer esta cortijada colgada de la ladera del barranco Grande o de Las Casillas perteneciente al municipio de Polopos en la Alpujarra Baja granadina.

Nunca llegó la luz eléctrica hasta las casas de la aldea, ni tampoco una pista transitable para vehículos (la actual se construyó en los años 90 cuando ya Las Casillas llevaba unos cuantos años vacía).

El agua para consumo lo cogían de una reguera proveniente de la sierra que pasaba junto a las casas.
Casi todas las casas tenían su horno para hacer el pan, la que no disponía de ello ajustaba con alguna que si lo tuviera.
Las cabras conformaban el punto fuerte de la ganadería de Las Casillas.

En sus fincas cultivaban trigo y cebada. También recogían higos en buena cantidad, así como almendras y uvas. Se hacía vino en las bodegas de las casas y luego se llevaba a vender a Polopos.

Había molino en Las Casillas para moler el grano. Venían a él las gentes de Polopos.

De Polopos, su cabecera municipal dependían para casi todos los servicios.
Así se desplazaban hasta el pueblo para realizar compras de productos básicos de los que no se autoabastecían.
Los niños recorrían diariamente los tres kilómetros que había hasta Polopos para asistir a la escuela.

Recorrido que tenían que hacer los vecinos para asistir a la misa dominical o cualquier otro acto religioso (bautizo, bodas, entierros).
El médico también residía en el pueblo y hasta allí se desplazaban los vecinos de Las Casillas cuando tenían alguna enfermedad o dolencia. En casos muy graves era don Luis el que se desplazaba hasta la aldea en una caballería para visitar al enfermo.

Elías el cartero vivía en Polopos. Subía a recoger la correspondencia hasta la pedanía de Haza del Lino y luego la repartía por todo el término municipal. Los vecinos de Las Casillas le evitaban el trayecto hasta la aldea porque muchos días era cualquier vecino que acudía a Polopos para cualquier asunto el que se llevaba las cartas.

No tenían ninguna fiesta propia en la aldea, por lo que la juventud participaba en buen numero de todas las fiestas que había durante el año en Polopos, pero en especial las fiestas grandes de agosto en honor a la Virgen del Rosario.
Algunos domingos se celebraban bailes cortijeros a nivel local en el interior de alguna vivienda. Cuando esto no se daba se desplazaban hasta Polopos para participar de los que allí se celebraban.

Como no podía ser menos, en un caserío mal comunicado y con falta de servicios básicos la emigración tenía que aparecer por Las Casillas.
El envejecimiento de la población por un lado y la marcha de los jóvenes en busca de una mejor calidad de vida en las décadas de los 50 y 60 dejó la aldea completamente vacía.
Polopos, Carchuna y Barcelona fueron algunos de los destinos elegidos por los casillanos para comenzar una nueva etapa en sus vidas.




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Tablate ( Granada)



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Agradecimiento a María Cano Funes, agradable y cordial informante de su pueblo, del que guarda muy buenos recuerdos, desde su infancia hasta los últimos años de su estancia en Tablate.
Otra fuente de información: Antiguo vecino de Tablate.



A 590 metros de altitud, sobre un pequeño altozano se encuentra el histórico pueblo de Tablate.
Enclavado en la comarca del Valle de Lecrín, pertenece en la actualidad al municipio de El Pinar.

Alrededor de una quincena de viviendas dieron vida a esta población, destacando una de ellas principalmente por su volumen y dominio sobre el resto.
Era la Casa Grande o el cortijo de los Damas Hernández, familia residente en Granada pero con amplias propiedades en la zona. Varías de las familias que residían en Tablate eran colonos, vivían en alguna de las casas propiedad de esta familia. No pagaban nada por la casa, solo entregaban la mitad de la cosecha. Otras familias si eran propietarias de sus viviendas.

Los Damas Hernández eran varios hermanos de buena posición social y económica, y aunque todos habían recibido por herencia las propiedades de Tablate, era uno de los hermanos, don Alejandro el que se encargaba de todos los asuntos relacionados con la finca.

"Buen recuerdo guardamos la gente de Tablate de todos los hermanos, se portaron muy bien con nosotros y nos dejaban trabajar a gusto". MARÍA CANO.

Los olivos y los almendros eran las principales producciones agrícolas de Tablate. También había buen numero de naranjos.
Hubo molino de aceite dentro de la Casa Grande, pero en los últimos tiempos ya no se usaba como tal. La aceituna recogida se cargaba en un tractor con remolque y se llevaba a moler a la almazara de Lanjarón. A este mismo pueblo iban a moler el grano en los molinos harineros que allí había.
La ganadería quedaba en un plano secundario, siendo las cabras el animal predominante.
Si llegaron a conocer la luz eléctrica en las casas de Tablate, no así el agua corriente para lo cual se abastecían de una fuente cercana.

Celebraban sus fiestas patronales en julio, en honor a Santiago, su patrón. Duraban dos días y el acto principal era la procesión hasta la cercana ermita de la Virgen de las Angustias. Había baile con orquesta en la plaza y acudía gente de Izbor, Béznar, Talará, Chite, Pinos del Valle y Lanjarón.

El cura venía desde el pueblo de Béznar. Acudía con una frecuencia de dos o tres semanas según la ocasión a oficiar misa los domingos.
El médico residía en Lanjarón y no iba prácticamente nunca por Tablate a no ser en un caso de extrema necesidad. Era al enfermo y su familia al que le correspondía buscar el medio de llegar hasta Lanjarón para ser visto por el doctor.

El cartero primeramente venía de Izbor y luego en los últimos años era Nicolás el cartero de Beznar el que acudía a Tablate a repartir la correspondencia. Lo hacía primero en bicicleta y después en moto.
Nunca hubo escuela en Tablate y los niños iban según la época y la posibilidad de desplazamiento a la de Béznar (medía hora andando) y a la de Lanjarón (casi una hora andando).

"Recuerdo siendo muy niña que tuvimos por poco tiempo un maestro rural en Tablate, de aquellos que iban ofreciendo enseñanza por los cortijos. Dábamos clase al aire libre, sentados en una escalera. Pero solo estuvo unos días. No duró mucho. Yo iba a la escuela de Lanjarón, hubo unos años que iba yo sola, no había más chicos de mi edad, mi madre me acompañaba hasta un alto del terreno y el resto ya lo hacía yo sola. Luego ya en otros años iba un chico también del pueblo y por lo menos ya llevaba compañía, y al final venía también una hermana mía y nos quedábamos en Lanjarón de lunes a viernes en casa de mi abuela. El fin de semana volvíamos a Tablate". MARÍA CANO.

Para hacer compras se desplazaban a Lanjarón o a Béznar. A Lanjarón acudían con frecuencia a vender excedentes de productos agrícolas y de animales. Había muchos hoteles debido a la constante afluencia de turistas y veraneantes que acudían a beber las famosas aguas medicinales por lo que todo tipo de productos tenían buena demanda en aquel pueblo.

"Mi madre iba con un burro a llevar leche de cabra a Lanjarón. Ya teníamos varios puntos fijos de recogida, otras personas llevaban pollos o huevos para vender". MARÍA CANO.

De Lanjarón venía el panadero a traer el pan, otras veces lo hacía el panadero de Albuñuelas. Por Tablate aparecían diversos vendedores ambulantes provenientes de Lanjarón principalmente.
La juventud de Tablate se desplazaba los domingos a Lanjarón donde había cine y baile.

La emigración fue dejándose ver por Tablate en los años 60 debido a las pocas expectativas de futuro que había en el pueblo, la gente joven se marchaba buscando dar un cambio en su vida, probar suerte en el mundo urbano. A ello se le unía el que varias familias no eran propietarios.
Unos cuantos se quedaron en Lanjarón y la gran mayoría dieron el salto hasta Barcelona.
Pero hasta últimos de los años 90 hubo vida en el pueblo. El matrimonio formado por José Bueno Gutierrez y María Cano Funes con las dos hijas que tuvieron fueron los últimos de Tablate.

"Nosotros vivimos allí hasta el año 1997 o 98. Estábamos muy a gusto en Tablate y no nos hubiéramos ido nunca a pesar de estar allí solos. Se vivía muy tranquilamente. Pero la situación no era la idónea. Esta familia que eran los dueños (Damas Hernández) entraron en crisis económica y tuvieron que deshacerse de las propiedades de Tablate. Éstas pasaron a manos de un banco y después a otros propietarios. Estuvimos más de un año sin cobrar y aunque mi marido echó unas cabras para salir adelante nos tuvimos que ir al cambiar de dueño".
MARÍA CANO.


Con la marcha de los últimos de Tablate la lacra del expolio no iba a dejar pasar la ocasión y se dejó notar.

"Mientras nosotros vivíamos allí, nadie venía a llevarse nada, se respetaban las propiedades, pero una vez que nos fuimos aquello ya fue un saqueo total, entraron en la iglesia, en las casas, se llevaron puertas, ventanas, de todo".
MARÍA CANO.



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