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pilou12
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Castil de Carrias ( Burgos)
Agradecimiento muy cordial y efusivo para Irene Sáez Saiz por su extraordinaria colaboración y ayuda en la aportación de datos acerca de su pueblo. Una amabilidad tremenda.
Irene es autora de un magnifico blog, donde entre poesías, relatos y recuerdos nos invita a saber más sobre Castrillo, pueblo al que ama con verdadera pasión. Entrañables son las historias de María donde a través de los ojos de una niña podemos leer como era la vida y costumbres en este pueblo.
Imprescindible visita al blog: Poesía en mi vida
Uno de los pueblos míticos de la despoblación en España, ese es Castil de Carrias, pueblo relativamente grande y con un excelente estado de conservación de sus edificaciones. Resulta sorprendente pasear por sus calles y no encontrar un alma, parece como si sus vecinos hubieran ido a realizar alguna faena y fueran a regresar a casa de un momento a otro.
El lugar te envuelve con su belleza silenciosa y es de lo más bonito que el visitante se pueda encontrar.
El pueblo era más conocido en toda la comarca por Castrillo que por su propio nombre.
"En cierta ocasión un señor de otro pueblo, que iba a comprar Paj* con su carro y su ganado, al llegar al indicador en el que ponía el nombre oficial del pueblo y no reconocerlo, siguió carretera adelante sin entrar. Después de recorrer varios kilómetros más, ya le pareció que algo no iba bien, y al pasar por otro pueblo, preguntó a alguien con quien se encontró en su camino.
-¿Pero dónde está Castrillo? Me dijeron que estaba a catorce kilómetros del mío, y creo que ya llevo andados muchos más.
-Ese pueblo lo has dejado atrás hace más de una hora.
-Pues no lo he visto, en ninguno de los carteles ponía ese nombre.
Al buen señor hubo que explicarle el juego de nombres, después de todo, seguro que ya no volvió a equivocarse". IRENE SÁEZ.
Algo más de 55 viviendas componían el pueblo. Casas de buena construcción y algunas de gran tamaño.
Situado en una paramera al borde de una hondonada del terreno. Sus campos se sembraban principalmente de trigo, cebada y yeros. En la ganadería era la oveja lo que más abundaba, pero los castrillanos fueron conocidos también por tener una importante cantidad de ganado mular. Cada vecino tenía varias mulas y las más pequeñas que aun no trabajaban eran llevadas a apacentar por un muletero. A esto se le llamaba la dula de Castil y era una de las más grandes del contorno.
La fiesta principal del pueblo era la fiesta de Gracias que se hacía en septiembre en fecha acordada cuando se hubieran terminado las faenas del campo y procurando que no coincidiera con ninguna de otros pueblos. Duraban dos días y solía subir algún acordeonista de Belorado o Briviesca. Por la mañana se hacia una ronda antes de la misa por parte de los músicos por las calles del pueblo, después una misa y una procesión llevando a la virgen hasta la ermita. Se hacia un pequeño baile hasta la hora de comer. Por la tarde se rezaba el rosario, quedando para el final el baile principal.
Se acostumbraba a hacer una comida un poco especial para todos los familiares que venían de fuera y se preparaban sopas de fideos y paella con conejo o pollo.
Tenían otros días festivos como el 7 de agosto, día de los Mártires de Cardeña.
El día 11 de junio celebraban a San Bernabé.
El día 15 de mayo celebraban a San Isidro. Se hacia una misa y se iba en procesión a la salida del pueblo donde el cura bendecía los campos.
El cura (don Jenaro) acudía cada dos domingos a celebrar misa desde Bañuelos de Bureba, había que ir a buscarle con una mula, de Bañuelos también venia el cartero que bajaba a Briviesca a pie dos veces por semana a recoger la correspondencia y luego la repartía en Bañuelos, Carrias y Castil.
Si había maestra residente que se hospedaba en alguna casa del pueblo.
El médico había que ir a avisarle a Briviesca si había alguna enfermedad grave, esperar a que el doctor hiciese la visita para comprar las medicinas que hubiera recetado y volver al pueblo.
Por Castrillo aparecía el panadero de Belorado o el pescadero de Briviesca primero en una bicicleta y luego en una moto, los leñeros de Cerratón de Juarros y Turrientes también aparecían por allí para vender leña de la que andaban escasos en Castil debido a la falta de arbolado en su término.
El grano transportado en carros lo llevaban a moler a los molinos de Fresno de Rio Tiron o de Alcocero de Mola.
La luz eléctrica y la carretera llegaron en los años 50 al pueblo y fue todo un acontecimiento, pero pese a estas mejoras no fue obstáculo para que los castrillanos fueran tomando el camino de la emigración, y una de las causas principales fue la falta de agua, tenían dos fuentes por debajo del pueblo pero no eran buenas para beber ni para lavar la ropa, solo era apta para los animales, además del sacrificio que suponía subirlas hasta el pueblo por un camino muy empinado e impracticable en los meses de invierno, por lo que los castrillanos tuvieron que recurrir a los tinajeros adonde conducían el agua de lluvia debidamente canalizada de los tejados para almacenar agua para beber e incluso algunos vecinos en ocasiones iban con cantaros en los carros hasta Belorado, Villalomez ó Villanasur Montes de Oca a por agua potable. Con la paradoja de que se construyo una fuente con agua potable canalizada desde Villafranca Montes de Oca cuando ya solo quedaba un vecino viviendo en el pueblo. Así que el problema del agua añadido a la marcha de la gente joven hacia las capitales fue acelerando el proceso de despoblación en el pueblo. La gente se marcho principalmente a Bilbao, Briviesca y Burgos.
"Ya no llegaban a media docena de vecinos. Varias personas mayores habían fallecido y otras se fueron con sus hijos. La taberna ya no la alquilaba nadie y los vendedores de fuera dejaron de llegar. Todos fueron vendiendo el ganado, tanto las ovejas como las mulas. Otros vendieron las fincas. Se hizo la parcelaria agrícola y las fincas se hicieron mucho más grandes. Algunos vecinos compraron tractores, se fueron a otros pueblos o ciudades más grandes y desde allí llegaban a hacer las faenas del campo. Para recoger las cosechas empezaron a llegar cosechadoras. Cada vez era más difícil estar allí, sobre todo para los que no tenían coche.
En el año 1975 llegó el momento en el que sólo quedó una persona. Esta persona era un señor que estaba acostumbrado a vivir en el campo, con sus dos perros, su escopeta de caza y sus gallinas, estaba soltero y no tenía ni pedía, cuentas a nadie. Sus hermanos quisieron llevarle con ellos, pero él prefirió quedarse y vivir a su aire. Le dejaron la casa de la taberna en la cual estaba el teléfono y alguien le regaló una radio para que no se sintiera tan solo". IRENE SÁEZ.
Este hombre era Florentino González que vivió solo en Castil durante 19 años hasta el año 1994 en que unos cazadores lo encontraron recién muerto en su casa con la comida hirviendo todavía en el puchero, poniéndose fin así al ciclo de vida en Castil de Carrias. A partir de aquí llegó el saqueo de las casas y la iglesia, un expolio que fue brutal según sus antiguos vecinos. Un mal endémico que ha azotado a todos los despoblados desde los años 60 que empezó la emigración masiva, cuando un pueblo se quedaba vacío (e incluso con algunos vecinos todavía viviendo) al día siguiente los amigos de lo ajeno ya estaban abriendo todas las casas en busca de antigüedades, muebles, herramientas y adornos de valor.
Actualmente el pueblo es frecuentado por los agricultores que trabajan las tierras y por los cazadores en temporada. Desde hace unos años se celebra el último sábado de agosto la fiesta de Castrillo en donde vuelven por un día los que se fueron y sus descendientes. Se monta una carpa, se realiza una misa y una procesión, para continuar con un pequeño baile y una comida de hermandad, realizando por la tarde una serie de actividades y juegos y una chocolatada, sirviendo este día como encuentro de confraternización entre gente que llevaba años sin verse.
A MI PUEBLO SOLITARIO
Pueblo mío que estás triste, pueblo mío que estás solo,
en soledad infinita, de destrucción y abandono.
Rezuman todas tus piedras, lágrimas de desencanto,
porque tus hijos queridos, todos nos hemos marchado.
Venimos a verte un día, llenas de amor nuestras manos
y unidas unas con otras, todos juntos te abrazamos.
Te abrazamos con ternura, te miramos con amor,
mas tus casas derruidas, nos causan un gran dolor.
Los años cambian los cuerpos, pero no cambian las almas
y todos los castrillanos, quisiéramos volver mañana.
Y quedarnos para siempre, para que no sufras más,
y hacer con todas tus piedras, una inmensa catedral.
"Irene Sáez".
Agradecimiento muy cordial y efusivo para Irene Sáez Saiz por su extraordinaria colaboración y ayuda en la aportación de datos acerca de su pueblo. Una amabilidad tremenda.
Irene es autora de un magnifico blog, donde entre poesías, relatos y recuerdos nos invita a saber más sobre Castrillo, pueblo al que ama con verdadera pasión. Entrañables son las historias de María donde a través de los ojos de una niña podemos leer como era la vida y costumbres en este pueblo.
Imprescindible visita al blog: Poesía en mi vida
Uno de los pueblos míticos de la despoblación en España, ese es Castil de Carrias, pueblo relativamente grande y con un excelente estado de conservación de sus edificaciones. Resulta sorprendente pasear por sus calles y no encontrar un alma, parece como si sus vecinos hubieran ido a realizar alguna faena y fueran a regresar a casa de un momento a otro.
El lugar te envuelve con su belleza silenciosa y es de lo más bonito que el visitante se pueda encontrar.
El pueblo era más conocido en toda la comarca por Castrillo que por su propio nombre.
"En cierta ocasión un señor de otro pueblo, que iba a comprar Paj* con su carro y su ganado, al llegar al indicador en el que ponía el nombre oficial del pueblo y no reconocerlo, siguió carretera adelante sin entrar. Después de recorrer varios kilómetros más, ya le pareció que algo no iba bien, y al pasar por otro pueblo, preguntó a alguien con quien se encontró en su camino.
-¿Pero dónde está Castrillo? Me dijeron que estaba a catorce kilómetros del mío, y creo que ya llevo andados muchos más.
-Ese pueblo lo has dejado atrás hace más de una hora.
-Pues no lo he visto, en ninguno de los carteles ponía ese nombre.
Al buen señor hubo que explicarle el juego de nombres, después de todo, seguro que ya no volvió a equivocarse". IRENE SÁEZ.
Algo más de 55 viviendas componían el pueblo. Casas de buena construcción y algunas de gran tamaño.
Situado en una paramera al borde de una hondonada del terreno. Sus campos se sembraban principalmente de trigo, cebada y yeros. En la ganadería era la oveja lo que más abundaba, pero los castrillanos fueron conocidos también por tener una importante cantidad de ganado mular. Cada vecino tenía varias mulas y las más pequeñas que aun no trabajaban eran llevadas a apacentar por un muletero. A esto se le llamaba la dula de Castil y era una de las más grandes del contorno.
La fiesta principal del pueblo era la fiesta de Gracias que se hacía en septiembre en fecha acordada cuando se hubieran terminado las faenas del campo y procurando que no coincidiera con ninguna de otros pueblos. Duraban dos días y solía subir algún acordeonista de Belorado o Briviesca. Por la mañana se hacia una ronda antes de la misa por parte de los músicos por las calles del pueblo, después una misa y una procesión llevando a la virgen hasta la ermita. Se hacia un pequeño baile hasta la hora de comer. Por la tarde se rezaba el rosario, quedando para el final el baile principal.
Se acostumbraba a hacer una comida un poco especial para todos los familiares que venían de fuera y se preparaban sopas de fideos y paella con conejo o pollo.
Tenían otros días festivos como el 7 de agosto, día de los Mártires de Cardeña.
El día 11 de junio celebraban a San Bernabé.
El día 15 de mayo celebraban a San Isidro. Se hacia una misa y se iba en procesión a la salida del pueblo donde el cura bendecía los campos.
El cura (don Jenaro) acudía cada dos domingos a celebrar misa desde Bañuelos de Bureba, había que ir a buscarle con una mula, de Bañuelos también venia el cartero que bajaba a Briviesca a pie dos veces por semana a recoger la correspondencia y luego la repartía en Bañuelos, Carrias y Castil.
Si había maestra residente que se hospedaba en alguna casa del pueblo.
El médico había que ir a avisarle a Briviesca si había alguna enfermedad grave, esperar a que el doctor hiciese la visita para comprar las medicinas que hubiera recetado y volver al pueblo.
Por Castrillo aparecía el panadero de Belorado o el pescadero de Briviesca primero en una bicicleta y luego en una moto, los leñeros de Cerratón de Juarros y Turrientes también aparecían por allí para vender leña de la que andaban escasos en Castil debido a la falta de arbolado en su término.
El grano transportado en carros lo llevaban a moler a los molinos de Fresno de Rio Tiron o de Alcocero de Mola.
La luz eléctrica y la carretera llegaron en los años 50 al pueblo y fue todo un acontecimiento, pero pese a estas mejoras no fue obstáculo para que los castrillanos fueran tomando el camino de la emigración, y una de las causas principales fue la falta de agua, tenían dos fuentes por debajo del pueblo pero no eran buenas para beber ni para lavar la ropa, solo era apta para los animales, además del sacrificio que suponía subirlas hasta el pueblo por un camino muy empinado e impracticable en los meses de invierno, por lo que los castrillanos tuvieron que recurrir a los tinajeros adonde conducían el agua de lluvia debidamente canalizada de los tejados para almacenar agua para beber e incluso algunos vecinos en ocasiones iban con cantaros en los carros hasta Belorado, Villalomez ó Villanasur Montes de Oca a por agua potable. Con la paradoja de que se construyo una fuente con agua potable canalizada desde Villafranca Montes de Oca cuando ya solo quedaba un vecino viviendo en el pueblo. Así que el problema del agua añadido a la marcha de la gente joven hacia las capitales fue acelerando el proceso de despoblación en el pueblo. La gente se marcho principalmente a Bilbao, Briviesca y Burgos.
"Ya no llegaban a media docena de vecinos. Varias personas mayores habían fallecido y otras se fueron con sus hijos. La taberna ya no la alquilaba nadie y los vendedores de fuera dejaron de llegar. Todos fueron vendiendo el ganado, tanto las ovejas como las mulas. Otros vendieron las fincas. Se hizo la parcelaria agrícola y las fincas se hicieron mucho más grandes. Algunos vecinos compraron tractores, se fueron a otros pueblos o ciudades más grandes y desde allí llegaban a hacer las faenas del campo. Para recoger las cosechas empezaron a llegar cosechadoras. Cada vez era más difícil estar allí, sobre todo para los que no tenían coche.
En el año 1975 llegó el momento en el que sólo quedó una persona. Esta persona era un señor que estaba acostumbrado a vivir en el campo, con sus dos perros, su escopeta de caza y sus gallinas, estaba soltero y no tenía ni pedía, cuentas a nadie. Sus hermanos quisieron llevarle con ellos, pero él prefirió quedarse y vivir a su aire. Le dejaron la casa de la taberna en la cual estaba el teléfono y alguien le regaló una radio para que no se sintiera tan solo". IRENE SÁEZ.
Este hombre era Florentino González que vivió solo en Castil durante 19 años hasta el año 1994 en que unos cazadores lo encontraron recién muerto en su casa con la comida hirviendo todavía en el puchero, poniéndose fin así al ciclo de vida en Castil de Carrias. A partir de aquí llegó el saqueo de las casas y la iglesia, un expolio que fue brutal según sus antiguos vecinos. Un mal endémico que ha azotado a todos los despoblados desde los años 60 que empezó la emigración masiva, cuando un pueblo se quedaba vacío (e incluso con algunos vecinos todavía viviendo) al día siguiente los amigos de lo ajeno ya estaban abriendo todas las casas en busca de antigüedades, muebles, herramientas y adornos de valor.
Actualmente el pueblo es frecuentado por los agricultores que trabajan las tierras y por los cazadores en temporada. Desde hace unos años se celebra el último sábado de agosto la fiesta de Castrillo en donde vuelven por un día los que se fueron y sus descendientes. Se monta una carpa, se realiza una misa y una procesión, para continuar con un pequeño baile y una comida de hermandad, realizando por la tarde una serie de actividades y juegos y una chocolatada, sirviendo este día como encuentro de confraternización entre gente que llevaba años sin verse.
A MI PUEBLO SOLITARIO
Pueblo mío que estás triste, pueblo mío que estás solo,
en soledad infinita, de destrucción y abandono.
Rezuman todas tus piedras, lágrimas de desencanto,
porque tus hijos queridos, todos nos hemos marchado.
Venimos a verte un día, llenas de amor nuestras manos
y unidas unas con otras, todos juntos te abrazamos.
Te abrazamos con ternura, te miramos con amor,
mas tus casas derruidas, nos causan un gran dolor.
Los años cambian los cuerpos, pero no cambian las almas
y todos los castrillanos, quisiéramos volver mañana.
Y quedarnos para siempre, para que no sufras más,
y hacer con todas tus piedras, una inmensa catedral.
"Irene Sáez".
Los pueblos deshabitados
lospueblosdeshabitados.blogspot.com