El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Letosa ( Huesca)



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A 1025 metros sobre una planicie en la parte norte de la sierra de Guara se asienta el pueblo de Letosa.
Siete casas alineadas en una única calle (San Úrbez) componían esta pequeña población del Somontano de Barbastro.
Nunca conocieron la luz eléctrica en las casas. Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Alrededor de cincuenta personas habitaban Letosa a mediados de siglo XX.

"Nuestro pueblo era un lugar lleno de vida aunque solo tuviera siete casas. ¡Y las recuerdo todas!
Estaban los de Casa Giménez, con ocho hijos y sin apuros económicos. El padre, un hombre muy bueno, fue mi padrino y siempre lo recordaré con cariño.
Los de Casa Molinero también vivían holgadamente con sus cinco hijos. Eran los dueños del molino. Tengo que decir que pese a ser los más pudientes del pueblo eran gente sencilla, siempre ayudaron a quien lo necesitara.

Los de Casa Ferrero, eran parientes nuestros, con sus dos chicos, Lorenzo y José María. ¡Como nos queríamos!. El padre era el herrero de Letosa y de los pueblos cercanos.
Ocho hijos tenían en Casa Blas, tres de ellos ya sirviendo en Barcelona, cuatro había en Casa Jorge y cuatro más en Casa Sierra.
Y tres en mi casa, Javierre. Mi padre, Antonio, era el albañil del pueblo". HERMINIA SALAMERO


Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de trigo, avena, pipirigallo y alfalfa, quedando los pequeños huertos sembrados de patatas, acelgas, remolacha, tomates y judías para el consumo de la casa. El grano se molía en el molino del pueblo situado junto al río Mascún.
Las ovejas y en menor número las cabras conformaban la ganadería de Letosa. Acudía gente de otros pueblos a comprar corderos mientras que las vacas y burros se llevaban a la feria de Boltaña.

"Cada casa disponía de su corral con gallinas, conejos e incluso alguna vaca. Hambre no se pasaba, es lo que hoy se llamaría una economía de subsistencia. Cada casa disponía más o menos de lo necesario para poder vivir durante todo el año.
En cada casa se mataba uno o dos cerdos según las necesidades. Todas las viviendas tenían una bodega subterránea donde la temperatura se mantenía muy fresca y se conservaba la carne de los tocinos. Allí se almacenaban los chorizos, longanizas, perniles y otras viandas que se irían consumiendo durante todo el invierno.

Recuerdo las tinajas donde se mantenían las carnes tapadas con tocino, los arcones donde se acomodaban los perniles salados o las morcillas hechas con sangre, arroz y chicharrones colgadas de percheros de madera que colgaban del techo.
Después de la guerra se impuso el racionamiento y a todos los habitantes de aquellos pueblos nos tocaba ir a Rodellar a buscar lo que correspondía a razón de cuantos vivieran en cada casa: dos kilos de arroz, un kilo de azúcar, un bacalao salado..... y siempre de Rodellar se volvía con vino". HERMINIA SALAMERO


La fiesta mayor se celebraba el 15 de octubre en honor a Santa Teresa de Jesús (años atrás eran para San Úrbez a primeros de diciembre, pero la adversa climatología que se daba en aquellos días de invierno motivó el cambio de fecha).
La fiesta pequeña era el 29 de abril para San Pedro.
Más o menos en ambas se seguía el mismo ritual, misa por la mañana, partida de dominó o de cartas (guiñote) por la tarde y baile por la noche. En la de San Pedro al ser en época primaveral se hacía también una pequeña romería campestre con una comida con lo que cada familia preparaba.


"Si hacía buen tiempo el baile se hacía en una era y si hacía malo en el salón de Casa Giménez o en el de Molinero que eran los que tenían más amplitud en su interior para hacerlo.
Los bailes no eran nada sofisticados. Recuerdo una orquestina de Rodellar pero lo más habitual era que aparecieran pequeños conjuntos de músicos de los pueblos cercanos que se juntaban para ir de fiesta en fiesta con su violín, su guitarra, su acordeón o trompeta.
Nada especial para los niños excepto en algunos casos que nos daban caramelos y golosinas que algún familiar había traído. Lo normal era que mientras los mayores bailaban o charlaban, los chicos estuviéramos corriendo arriba y abajo o jugando a escondernos.

Había costumbre por parte de las mujeres de preparar esos días cocas de masa de trigo con tocino, cebolla o lo que hubiera por encima, también las había dulces, con mermelada o simplemente azúcar. Un postre delicioso.
Sin embargo la fiesta más divertida que recuerdo en Letosa era la de San Silvestre a finales de año. Los mayores se disfrazaban cada uno con lo que podían, se encendían hogueras y se saltaba y bailaba alrededor del fuego entre gritos y canciones". HERMINIA SALAMERO


Para hacer compras se desplazaban a Rodellar y en raras ocasiones lo hacían a Boltaña siempre aprovechando la visita por algún motivo como podía ser las ferias de ganado.

"Algunos vendedores ambulantes pasaban por Letosa como uno que venía de Os Pacinias con caballerías cargadas de enseres, llevaba de todo, desde tijeras, hilos, dedales, hasta ropas clásicas para caballero y señora traídas de Barcelona.

Su llegada siempre era un acontecimiento y acudíamos todos a ver que llevaba el vendedor.
Con el tiempo se abrían comercios en casas de pueblos cercanos especializados en algo en concreto. En Otín se instaló un comercio de telas traídas desde Cataluña a la que acudíamos las gentes de los pueblos vecinos para comprar paños y telas con las que confeccionar camisas, vestidos e incluso abrigo para el invierno". HERMINIA SALAMERO


Como correspondía a una sociedad y un modo de vida tan austero, de mucho aislamiento y deficientes comunicaciones cada familia solía estar especializada en algún trabajo. Así en el mismo pueblo o en los de alrededor se podía encontrar un albañil, herrero, molinero, esquilador, tejedor, carpintero...

"Tengo que decir que todo lo que se podía hacer en casa, aquí se hacía, incluso el calcero (calzado).
Mi padre tenía un aparejo para fabricar cinchas para los animales con el que también hacía suelas de alpargatas.
Mi madre que era muy buena costurera terminaba las alpargatas añadiendo paño a la tela.
Incluso trabajando el cáñamo y mezclándolo con algodón comprado en Boltaña o en Rodellar se hilaban los hilos con los que el tejedor de Otín nos fabricaba las sábanas. Aun guardo alguna de esas sábanas, son más bastas que las actuales, pero más naturales y frescas". HERMINIA SALAMERO


No había escuela en Letosa, los niños les tocaba asistir a la de Otín, la cual estaba a una hora de camino.

"Nos tocaba levantarnos muy temprano, desayunar las judías cocidas la noche antes con tocino o un tazón de fresao (trigo hervido que a veces llevaba un tropezón de tocino), prepararse la comida en una tartera (una tortilla o un trozo de tocino y pan) y marchar caminando hacía Otín recogiendo por el camino trozos de leña para calentar la estufa de la escuela.
Allí nos juntábamos niños de cinco o seis pueblos distintos, de Otín, Nasarre, San Poliz, Ballabriga, Letosa y en ocasiones los de Alastrué. Alrededor de cuarenta críos, de diferentes edades pero todos aprendiendo más o menos al unísono.
Casi nunca se terminaba un curso completo, ya fuera porque el maestro se iba a mitad de año o bien porque había que ayudar en la casa en épocas de mucho trabajo.

Para las niñas sobre todo ir a la escuela era un lujo. Lo más habitual era que nos enviaran a otras casas "a servir".
Cuando algún pariente o conocido de pueblos cercanos necesitaba alguien que les ayudara para cuidar algún niño enfermo o trabajar en las tareas de la casa ofrecían trabajo a las chicas jóvenes a cambio de darles estudio por la mañana y trabajar por la tarde, por ejemplo. Unas veces si era así pero otras veces el estudio se quedaba en nada y todo era trabajar.
Recuerdo a don Joaquín, el mejor maestro de todos los que tuve. Nos enseñaba a contar con un ábaco y en épocas de mala climatología cuando no podíamos asistir a la escuela era él el que venía por los pueblos montado en alguna caballería para enseñarnos alguna materia". HERMINIA SALAMERO


El médico estaba en Rodellar. Había que llevar al enfermo en una caballería o dar aviso para que viniera el doctor a Letosa.

"El médico que yo recuerdo, no tenía titulo, sino que era practicante. Si la dolencia no era urgente, se aprovechaba cualquier viaje a Rodellar para "entrar a preguntar". Así pasaba que en muchas ocasiones ni siquiera se llegaba a a saber de qué se había muerto alguien". HERMINIA SALAMERO


El cura según los años venía unas veces desde Las Bellostas y otras desde Otín. Se oficiaba misa cada dos o tres semanas.

El cartero venía desde Rodellar.

"El buzón estaba instalado en la fachada de Casa Sierra. Todos los vecinos dejaban allí la correspondencia que el cartero recogía cuando venía por Letosa. Asimismo depositaba allí las cartas que hubiera para el pueblo. Por turno el tiempo que hubieran establecido cada casa le tocaba tener la llave del buzón y se encargaba de repartir la correspondencia". HERMINIA SALAMERO

Andando o en caballería siempre fueron los medios utilizados para ir de un pueblo a otro. Nunca llegó un camino rodado para vehículos.
En los años 50 los vecinos de Letosa hicieron un escrito a la administración correspondiente solicitando la construcción de una pista que fuera apta para el tránsito de carros y poder comunicarse más fácilmente con Boltaña y Rodellar.
Además se pidió la construcción de un puente sobre el río Balcés para no tener que vadearlo a pie y un pequeño embalse para fabricarse ellos mismos la luz.

"En un tablón de Casa Ferrero leí en cierta ocasión un bando del gobierno franquista denegando todas las peticiones que habían solicitado los vecinos de Letosa. Sería sobre el año 52. En él venía a decir que se desestimaban las solicitudes de mejoras para el pueblo que habían pedido porque las tierras de Letosa serían expropiadas para crear un Parque Natural, por lo que todos los vecinos debíamos abandonar el pueblo. Así de cruda y tajante fue la respuesta".
HERMINIA SALAMERO


Ante tal panorama los vecinos fueron marchando en los sucesivos años y para primeros de los 60 Letosa ya estaba vacío.
Unos a Monzón, otros a Barbastro, alguna casa a Huesca y otra a Barcelona.
En 1964 se llevó a cabo la expropiación. Los dueños de las casas fueron citados y allí se les notificó que ya no eran dueños de nada.
Por muy poco dinero el gobierno franquista se cargó un pequeño pueblo que había estado lleno de vida.
Uno más....


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Miz ( Huesca)



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Pequeña pero encantadora población perteneciente al municipio de Bara. Situada sobre un pequeño promontorio unos metros por encima del barranco de Miz, dos casas (aunque en realidad una) componían esta deliciosa aldea situada en la parte norte de la sierra de Guara.

Nunca llegó la luz eléctrica a Miz. Candiles de aceite, velas de fabricación casera, teas y a lo último candiles de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Sin embargo si llegó el agua a la casa, provenía de la fuente y debidamente canalizada llegaba hasta la cocina, bajaba por una tubería hasta la cuadra donde había un abrevadero, de aquí salía al lavadero y posteriormente al huerto.

418 hectáreas de terreno era lo que abarcaba el terreno de Miz, ahí se incluía la zona de monte y la de pastos, y el terreno cultivable que se utilizaba para sembrar trigo y alfalfa principalmente.

Cereal que se llevaba a moler al molino de Bara, años después se llevaba hasta Rodellar y allí les devolvían el equivalente en pan.
Las ovejas era el animal sobre el que se basaba la ganadería. Tomás del pueblo de Artosilla era el pastor que se encargaba de ellas.
Ganaderos de Guaso y Rodellar traían su ganado a pastar a los montes de Miz.
Contaban además con dos bueyes, dos machos, un mulo y un burro.

Se mataban dos cerdos al año.
Venían tratantes de Rodellar a comprar corderos y lechones.
Las cerdas de cría las llevaba normalmente una mujer de la casa a Bara para que las cubriera el semental que allí había. Eso suponía realizar un trayecto a pie bastante duro y muchas veces sufriendo las inclemencias del tiempo (frío, lluvia, nieve).
Había muchos conejos en el monte y algo menos de perdices, una vez cazados suponía un aporte extra a la cocina.
Del monte se obtenía madera de pino que se llevaba a las Casas de Montalbán, allí las recogían en camiones para su posterior traslado a fábricas madereras.

Cada quince días subía el cura de Bara a oficiar misa en el pequeño templo dedicado a San Martín.
Un año llegaron a Miz ocho o diez curas jóvenes a realizar ejercicios espirituales, estuvieron cinco o seis días, todas las tardes les acompañaban los dos niños de la casa en sus rezos y paseos por el monte.
El médico venía desde Secorún, el último lo hacía desde Orna de Gállego.

"A mi padre le dio una vez apendicitis, vino el carpintero de Bara para hacer una camilla de madera y así poderlo trasladar a Rodellar. Una vez en aquel pueblo lo recogió un taxi y lo llevó a Barbastro al hospital". JOSÉ LUIS ALLUÉ.


La tía Orosia del pueblo de Biban era la que hacía las veces de partera.
María Luisa era la cartera, venía desde Bara, también ejercía de practicante.
Pedro, el herrero subía desde Bara, era además carpintero y matarife.
Desde Guaso venía el cobrador de impuestos.
A la escuela bajaban diariamente hasta Bara, cuarenta y cinco minutos diarios de caminar.

"Llevábamos mi hermano Miguel Ángel y yo botas viejas para el camino y al pasar el río nos las quitábamos y nos poníamos unos zapatos para llegar limpios a la escuela, los guardábamos en una oquedad que había cerca del río, por la tarde hacíamos el proceso a la inversa". JOSÉ LUIS ALLUÉ.

"Alrededor de ocho o diez niños asistíamos en aquellos años a la escuela. La maestra que recuerdo se llamaba María Rosa, era de Monzón y la escuela de Bara fue su primer destino. Aprendimos mucho con ella.
Comíamos en casa Sánchez en Bara porq
ue la abuela era de Miz. El primer plato y algunos postres lo ponían ellos, nosotros llevábamos el segundo plato en una tartera". MIGUEL ÁNGEL ALLUÉ.


Las fiestas patronales eran para San Martín, el 11 de noviembre. Tenían una duración de tres o cuatro días según el año.
Pedro el herrero de Bara que tocaba la guitarra y Eulogio del pueblo de Abiego que tocaba el violín eran los encargados de amenizar la fiesta.
Se hacía el baile en el salón de la casa.
Se bailaba y se jugaba al guiñote.
Se mataban corderos, conejos y pollos para agasajar a todos los presentes.
A todo el que se quedaba a dormir se les daba alojamiento en cualquier estancia de la casa.

"Recuerdo a los músicos subidos en una mesa alta a modo de tarima tocando el violín -tris, tris, tris- y la guitarra -ras- ras- ras". JOSÉ LUIS ALLUÉ.

"Venía gente de Bibán, Letosa, Bara y Binueste.
Asistían también a la fiesta los guardias del puesto de Adahuesca con el teniente a la cabeza.
Nos llegábamos a juntar en esos días alrededor de cuarenta personas".
MIGUEL ÁNGEL ALLUÉ.


Cada quince días iban a comprar a Rodellar con dos mulos bien cargados de trigo. Se llevaba a casa Herrero y se intercambiaba por azúcar, patatas, café, arroz, anís. Tres horas y media de camino era lo que empleaban en llegar a Rodellar, atravesando el Mascún a veces con cierto peligro si venía crecido el río puesto que había que vadearlo al no haber puente.
Se desplazaban hasta Abiego y Bierge para comprar el vino.
Cerca de Bierge tenían un olivar, allí entregaban las olivas y les daban el equivalente en aceite.
José María de casa Tendero de Bara subía periódicamente a vender productos de toda clase.

"Se vivía muy a gusto en Miz. La familia estaba muy unida, era un lugar muy tranquilo y se comía muy bien. Todo el que llegaba era bien recibido".
SILVIA NASARRE.


1963 fue un año clave en el devenir de Miz. Hasta aquí llegó la presencia humana en la aldea, ininterrumpida durante generaciones.
El matrimonio formado por Justo y Silvia con su tres hijos, José Luis, Miguel Ángel y Jesús, el abuelo Justo (natural de Matidero) y dos tíos solteros, Pepe y Andrés fueron los últimos de Miz.

"Nos fuimos de Miz por el cierre de la escuela de Bara. Además la gente de los pueblos de alrededor se iban marchando todos.
Elegimos Monzón porque allí había todo tipo de servicios e infraestructuras y ya teníamos familia viviendo allí.
Habíamos echado previamente una solicitud para los pueblos de colonización, pero no nos la concedieron". SILVIA NASARRE.

"El cierre de la escuela de Bara fue determinante. Nos marchamos mi hermano y yo un año al Pueyo de Santa Cruz con unos familiares para continuar estudiando allí, pero ya mis padres decidieron bajarse también porque aquello no era plan. Un hermano de mi padre estaba en Monzón y nos fuimos allí".
MIGUEL ANGEL ALLUÉ.


"El día de Reyes llevamos todos los muebles y enseres a Rodellar en caballerías y desde allí en camión hasta Monzón. No se me olvidará el frío tan terrible que pasamos ese día en la nueva casa puesto que estaba helada, no había dado tiempo a que se calentara.
El abuelo Justo llevó muy mal el cambio de Miz a Monzón, dos años vivió aquí, apenas salía a la calle". JOSE LUIS ALLUÉ.



Agradecimiento a los hermanos Allué Nasarre, Miguel Ángel y José Luis. Encantadora tarde junto a ellos en Monzón escuchando sus vivencias y recuerdos de niñez pasados en Miz, un lugar al que no olvidan y que visitan con cierta frecuencia.




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Mongay ( Huesca)




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Mongay es un pueblo recostado en unos farallones rocosos que le sirven de cobijo en la sierra del mismo nombre.
Se componía de seis viviendas sometidas a un aislamiento severo, con malos accesos y alejado de vías de comunicación, por lo que tenía que tener una autentica compenetración con el medio físico del entorno para sobrevivir y sacarle el mayor rendimiento posible.

Estos obstáculos de aislamiento y dureza del modo de vida supusieron que en la década de los 60 el pueblo quedara completamente abandonado por sus habitantes, que marcharon en busca de un mejor futuro a Barcelona, Monzón, Camporrells y Tamarite de Litera entre otros sitios.
Aprovechaban los inclinados terrenos para cultivar trigo, cebada, olivos y viñas y utilizaban la zona de monte para el pastoreo de las ovejas.
Algunos vecinos subían en cuadrillas a segar a los pueblos del Pirineo para ayudar en la economía de la casa.

El cura venía desde Chiriveta a oficiar los actos religiosos.
El médico subía cuando era imprescindible desde el Puente de Montañana.
El cartero llegaba desde Chiriveta para repartir la correspondencia.
No había escuela en Mongay por lo que los niños en edad escolar tenían que bajar todas las mañanas por el camino que les llevaba a Chiriveta.
Celebraban la fiesta mayor para San Salvador en agosto.

El pueblo ha estado muchos años abandonado y en progresiva ruina, aunque actualmente está en manos de particulares que compraron todo el pueblo y están llevando a cabo una restauración del pueblo que se aleja un poco de la fisonomía antigua de las viviendas, por lo que parece que Mongay va a perder su identidad y se va a transformar en .....



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Morcat ( Huesca)




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Morcat es un precioso pueblo deshabitado perteneciente al municipio de Boltaña, situado en lo alto de un monte por encima del barranco de Sieste. Espectador privilegiado desde sus alturas dominando amplias vistas que llegan hasta el Pirineo Central.
Pueblo de gran belleza formado por cuatro casas escalonadas en pendiente (en el siglo XIX eran cinco). Cada vivienda tenía su horno.
Vivieron de la agricultura (trigo, centeno, patatas, olivos) y de la ganadería (ovejas y cabras), Corderos que venían a comprarlos carniceros de Ainsa, Boltaña y Barbastro.

Fueron también buenos vendedores de madera y de leña debido a la gran abundancia de arbolado que tenían en sus montes.
Buenos cazadores eran las gentes de Morcat (jabalíes y conejos).

El cura venia andando desde el pueblo de Las Bellostas. Se quedaba a comer en casa Juste. Algún año subió el párroco de Arcusa.
El médico y el cartero subían desde Boltaña.

Celebraban sus fiestas mayores el 20 de agosto en honor a San Joaquín. En los últimos años cambiaron las fiestas para septiembre porque era más fácil encontrar músicos y les salía más barato. Se hacia el baile en una era o en el salón de Casa Juste y normalmente era amenizado por Los Berroy, grupo compuesto por tres hermanos (Manuel, Ceferino y Marcelino) y el padre (Manuel) que con violín, guitarra, saxo y trompeta subían desde el pueblo de Santa María de Buil. En otros años eran los músicos de Naval los que acudían.

La víspera se solía ir de caza (al conejo) para comerlo el día de la fiesta. Además en cada casa se solía matar un cordero para la ocasión.
Por la mañana se hacía la ronda por las casas del pueblo en las que se obsequiaba a los presentes con galletas y tortas acompañadas de vino, anís o coñac.
Se celebraba una rifa en la que el ganador se llevaba un cordero o un par de pollos.

La fiesta pequeña era el 8 de mayo en honor a San Miguel.
Acudían el 8 de septiembre en romería hasta la ermita de la Virgen de la Sierra conjuntamente con las gentes de La Valle, Campodarbe, El Pueyo de Morcat, Luparuelo, San Martin, Sieste, San Velían, Gabardilla, Latorrecilla y numerosas aldeas de Santa María de Buil.

El domingo era el día que tenían para descansar un poco de las tareas del campo. Los mayores se juntaban en casa Valero para jugar al guiñote y al julepe. Los más jóvenes se entretenían con los bailes que se celebraban en casa Juste donde Vidal, un acordeonista que subía de Boltaña ponía la nota musical. Durante unos años se hacía baile un domingo en Morcat y al otro en El Pueyo.

Dada la cercanía de Boltaña se desplazaban allí para casi todo: con las caballerías bajaban para la compra-venta de productos, a la feria de ganado vacuno y asnal el 19 de octubre, el 23 de abril a la feria chica dedicada a la compra venta del cerdo y a plantas de hortalizas, a moler el grano a la Harinera, y también al molino de aceite (anteriormente acudían a uno que había en Sieste).
Iban hasta el pueblo de Bespén, en la Hoya de Huesca para abastecerse de vino. Empleaban un día entero entre la ida y la vuelta.

Tremendas e insistentes presiones sufrieron por parte de los ingenieros de Patrimonio Forestal para que vendieran y se marcharan con el objetivo de replantar los montes de pinos. Días de autentico drama se vivieron en Morcat por la situación creada. Desgaste psicológico que hizo mella sobre todo en los más mayores que son los que sufrieron más el desarraigo (Manuel de casa Bara y José de casa Valero se fueron del pueblo con lágrimas en los ojos).
A ello se le añade la falta de servicios básicos y las malas comunicaciones como complemento para que los vecinos optaran por vender y marchar en busca de una nueva vida.

La gente marchó rumbo a Lleida, Barcelona y Monzón. Fue en abril de 1967 en el momento que Morcat expiraba su último aliento humano cuando José Allué y su familia cerraban para siempre la puerta de Casa Buil.
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Qué pueblos más bonitos.

A estos chicos, que estaban haciendo un gran trabajo, los condenaron a pesar de la campaña de recogida de firmas.

Los jóvenes que repoblaron Fraguas, condenados a prisión y a pagar la demolición del pueblo

La Justicia castiga con penas de cárcel a los seis activistas procesados por ocupar, rehabilitar y repoblar la aldea abandonada de Fraguas, situada en la Sierra Norte de Guadalajara, y les obliga a costear la demolición y a abonar más de 16.000 euros en concepto de multa.

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GUADALAJARA.- El Juzgado de lo Penal número 1 de Guadalajara ha condenado a los jóvenes repobladores de Fraguas, acusados de ocupar, rehabilitar y repoblar sin autorización el pueblo abandonado, a un año y medio de prisión y una multa de 2.160 euros cada uno, por un delito contra la ordenación del territorio.

Así lo recoge la sentencia en la que también se les condena a una multa de tres meses a razón de seis euros de cuota diaria, lo que asciende a 540 euros por un delito de usurpación. Asimismo se les condena a abonar, en concepto de responsabilidad civil a la Junta de Comunidades, el coste de la demolición de las construcciones e instalaciones, así como la retirada de residuos y restos de la finca ocupada.

Importes que de no hacerse efectivos por parte de los condenados ‑recoge la sentencia‑ se traducirían en un día de privación de libertad por cada dos cuotas diarias insatisfechas, alrededor de siete meses de prisión.

 
Muro de Solana ( Huesca)



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Sobre una colina cónica dando la espalda a la ribera del Ara y la sierra de Cancíás se sitúa Muro de Solana.
Es el pueblo situado más al sur de los catorce que formaban el valle de La Solana.
Cuatro casas (Sastre, Matias, Duaso y Ceresuela) componían esta pequeña población aunque en el siglo XIX llegaron a ser siete viviendas.
Todas ellas ya muy deterioradas, son las que peor han llevado el paso del tiempo, apenas son reconocibles en su trazado urbano.
Enclavado por encima de los 1.000 metros de altitud, tenían en la ganadería su sustento principal. Ovejas y cabras eran las que se repartían todo el volumen ganadero.

Los carniceros de Boltaña y Ainsa subían por allí para comprar los corderos.
Sus campos de cultivo estaban dedicados al cereal (trigo principalmente y cebada y avena en menor medida) y algo de legumbres (judías).
Llevaban a moler el grano al molino de Fiscal.
Tuvieron luz eléctrica desde antes de la guerra por una línea que llegaba desde Fiscal.
La fuente se encontraba en el camino de Sasé a veinte minutos del pueblo. Hasta allí acudían las mujeres a lavar la ropa.
Los niños en edad escolar asistían a la escuela de Ginuábel.

El cura (mosén Miguel) venía a oficiar misa desde Javierre de Ara. Lo hacía una vez al mes. El sábado anterior se subía a Sasé donde tenía parientes y allí pernoctaba. Por la mañana temprano daba misa en este pueblo, a continuación se desplazaba a Muro de Solana para realizarla en este pueblo y por último marchaba a Ginuábel donde oficiaba la última misa de la mañana. Por la tarde vuelta para Javierre. Realizaba el recorrido siempre andando.
El médico acudía desde Fiscal. Había que bajar una caballería para que subiera hasta Muro a visitar al enfermo.
El cartero subía desde Javierre de Ara.

El herrero (José) acudía dos o tres veces al año a realizar servicios desde Santa Olaria.
Para realizar compras bajaban unas veces a Lacort y otras a Fiscal.
Vendedores ambulantes aparecían periódicamente por Muro ofreciendo su mercancía, como era el caso de los arrieros de Naval vendiendo sus productos de cerámica (botijos, cazuelas, pucheros), de Buera y Adahuesca también llegan algunos comerciantes ofreciendo diversos productos que no se daban en los pueblos de La Solana como aceite, anís, naranjas, etc.
Celebraban sus fiestas patronales el día 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen.
De Sasé y Ginuábel acudía mayormente la juventud a compartir las fiestas con los de Muro.

"Nosotros acudíamos todos los años por cercanía a las fiestas de Muro. Como en Ginuábel no teníamos campanas en la iglesia porque se las llevaron cuando la guerra, nos gustaba subir al campanario de la iglesia de Muro para voltear las campanas. Estando en pleno abandeo nos dimos cuenta de que a una campana le faltaba el badajo. Bajamos a la plaza todo asustados sin decir nada a nadie y lo buscamos, al desprenderse del soporte había salido volando hacía la calle, allí estaba clavado en tierra entre la hierba en la placeta de la iglesia. Al enterarse el mosén se escandalizó por el daño que podía haber hecho si hubiera impactado en una de las personas que se encontraban en la calle. A partir de ese año se acabó el abandeo de campanas".
LUIS BUISÁN, de Ginuábel.


El baile se hacía en la era de Casa Duaso con los músicos de Javierre de Ara.
Tenían la fiesta pequeña el 29 de junio para San Pedro.
Las duras condiciones de vida ya había hecho que algunos habitantes de Muro emigraran en busca de una mejor calidad de vida pero el proyecto del pantano de Jánovas y la expropiación de las tierras de monte por parte de Patrimonio Forestal del Estado para repoblarlas de pinos y así evitar el arrastre de piedras y fango que se produciría en época de lluvias hacía la vertiente del embalse fue el empujón definitivo para que marcharan las gentes de Muro y de toda La Solana.

Para los primeros años 60 ya se quedó vacío Muro de Solana. Años antes se habían marchado los de casa El Sastre. Los de casa Ceresuela fueron los siguientes y lo hicieron a Barcelona. Para el final quedaron las dos últimas familias que se fueron en poco intervalo de tiempo. Los de casa Duaso a Barcelona y los de casa Matías a Cofita, pueblo de la comarca del Cinca Medio.



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Paternoy ( Huesca)



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Unos metros por encima de la confluencia de los barrancos de Cajigar y de Paternoy se sitúa este despoblado.
Veinticinco viviendas aproximadamente llegaron a componer este aislado y escondido lugar en la comarca de la Jacetania.
A las gentes de Paternoy se les conocía con el apodo de alacranes.

Las ovejas eran su principal fuente de recursos donde los corderos se vendían a carniceros para llevarlos a Pamplona y Huesca. Asimismo la lana era llevada a Bailo para su venta.
Trigo y cebada eran las principales producciones agrícolas.
Para moler el grano había un molino aguas abajo del barranco.
Nunca conocieron la luz eléctrica y las teas y los candiles de carburo fueron su fuente de iluminación.

San Antón era el patrón de Paternoy al que celebraban fiestas el 17 de enero. Tenían una duración de cuatro días y dado que era en lo más crudo del invierno no se realizaba procesión.
Los célebres Ciegos de Siétamo eran los encargados de amenizar el baile, Eduardo con la guitarra y Antonio con el violín (aunque solo el primero era invidente). Estos músicos llegaban hasta la estación de La Peña en tren y allí iban a buscarlos algunos mozos con caballerías para llevarlos a Paternoy a cuatro horas de camino, algunas veces con muy mala climatología. Durante su estancia en el pueblo se alojaban en Casa Longás.
Algún año venia un acordeonista de Loarre.

El baile se hacía en un amplio salón situado bajo la escuela al que se le conocía como el bodegón. (Baile que se repetía los domingos por la tarde a nivel local al son de la música de guitarra y acordeón que tocaban dos jóvenes del pueblo).
A pesar del mal tiempo que solía hacer en esas fechas acudía gente de Bailo, de Arbués, de Ena, de Centenero, de Botaya y de todas las pardinas cercanas.
La procesión si se celebraba en Semana Santa (se hacía también para el Corpus). Se ponían tres altares en el recorrido y la gente iba echando flores.
En la iglesia se hacía el monumento (altar hecho a base de flores y velas) y los niños salían tocando las carrasclás por las calles y gritando que acudan al Rosario, que acudan al Miserere.

El día de Pascua se ponía el ramo en las ventanas de las mozas solteras por parte de los mozos a lo que correspondían los de la casa regalándoles una docena de huevos.
Era costumbre también poner el mayo en la plaza, donde los mozos se afanaban en trepar hasta lo alto para conseguir el premio que solía ser una lata de melocotón o unas naranjas.

También el carnaval era muy celebrado en Paternoy. El lunes se disfrazaban los jóvenes de feos y el martes de majos. Por la tarde salían los mozos de ronda, en cada casa salía una moza a recibirles, echaban un baile en la cocina y se les obsequiaba con huevos, patatas, tocino, longaniza, torta de chicharrones, etc. con lo recogido hacían una cena todos los mozos en el bodegón.

A las mozas de Casa Longás se les cantaba la siguiente copla:

"Aunque vivas en rincón,
no vives arrinconada,
que en los rincones,
se crían las rosas más enamoradas".


(Casa Longás se encontraba en un rincón cerrando una pequeña plazoleta. Hoy día ya no queda nada de ella).

Como tradición no faltaba tampoco la zoca o tronca de Navidad en todas las casas. En la Nochebuena se encendía en el fuego del hogar un grueso tronco que se había reservado especialmente para esa noche. Debía durar toda la noche encendido y sus cenizas se esparcían en los campos mezcladas con la simiente del trigo para procurar fertilidad al cultivo.
Hacían una romería el día 9 de mayo a la ermita de San Sebastían, situada a medio camino hacia Arbués. Se solía ir en caballería.
Tampoco faltaban en junio al voto de San Indalecio, romería que se celebraba por todos los pueblos de la comarca en el monasterio de San Juan de la Peña. Cada pueblo portaba su cruz parroquial.

Cada quince días se daba misa en la iglesia de Paternoy. Había que llevar hasta el pueblo de Ena un macho o una mula para transportar al cura. Mosén Andrés estuvo dando misa durante varios años. Al respecto se recuerda una anécdota que aconteció en aquellos años y que habla de la tozudez de algunas gentes:

"Fue el amo de casa Longás con una mula a buscar al mosén a Ena, este se encontraba en la plaza charlando con alguna persona esperando que vinieran a recogerle. La plaza al parecer tenía un poco de desnivel y al llegar el de Paternoy le llamó al mosén que subiera a la parte de arriba de la plaza, el mosén le decía que bajara él hasta abajo, el de Paternoy que decía que no bajaba, que estaba resbaladizo para la caballería, que subiera ese tramo el mosén andando, este que no subía, empeñado que bajara a recogerlo abajo, así que ninguno de los dos cedió y el de Casa Longás regresó a Paternoy con la mula y sin el mosén. La gente estaba preparada para la misa pero ese domingo no hubo misa¨.


Años más tarde era mosén Benito el que acudía andando desde Ena a oficiar la misa.
El médico (don Antonio) venía desde Bailo cuando se le requería. Llevaban una caballería para que pudiera venir a Paternoy.
A algunos vecinos por temporadas les tocaba hacer las veces de cartero. Iban a recoger y llevar la correspondencia a Arbués.
Había herrería y herrero en el pueblo (Sixto).

A Bailo se desplazaban con una yegua para realizar las compras.
De Murillo de Gállego y de Ayerbe venían vendedores ambulantes con un burro vendiendo olivas, higos y otras frutas.
El Chato de Biel también se dejaba ver por allí con un macho vendiendo hilos, paños, etc.

Las malas comunicaciones y la falta de servicios básicos empujaron a los vecinos a ir emigrando paulatinamente. Los jóvenes fueron los primeros en hacerlo buscando un mejor futuro y terminaron en muchos casos llevándose con ellos a los padres. Jaca y Sabiñanigo fueron dos de los destinos principales.

Paternoy resistió con población permanente hasta que Casa Colás cerró su puerta para siempre. Hecho que sucedió en 1970. Después de estar unos cuatro años viviendo solos, Florentino que era viudo y sus dos hijos Florentino y José Antonio dejaron Paternoy y se marcharon al pueblo zaragozano de María de Huerva.

Después de ello lo de siempre: un expolio bestial e inaceptable donde se desvalijaron las casas tanto en su interior como elementos exteriores (piedras, tejas, etc).
Aunque Paternoy saltó tristemente a la fama en todos los medios de comunicación no por su despoblación sino por un incendio ocurrido en 1994 que devoró más de tres mil hectáreas de monte cercanos al pueblo debido a una hoguera mal apagada por un neo rural que estuvo viviendo unos años en Paternoy.


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San Lorenzo ( Huesca)


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Agradecimiento para Maribel Castán de Casa Plase por su valiosa colaboración de un aporte muy completo de datos y de material fotográfico.


San Lorenzo es un pueblo perteneciente al municipio de Castigaleu (Sant Llorenç de Castigaleu). Situado en un pequeño declive del terreno frente a la aldea de La Almunia de San Lorenzo, distante de ella unos 800 metros.

Nueve viviendas formaban este núcleo. Sesenta personas lo habitaban, siendo Casa Coll la más poderosa del lugar, hoy día lamentablemente desaparecida y sustituida por una nave agrícola.
Los campos estaban cultivados principalmente de trigo, cebada y centeno.
La ganadería era la otra fuente de recursos económicos, siendo la oveja el animal predominante, con la que practicaban la trashumancia en los meses de verano hacia tierras más altas cercanas a los Pirineos, concretamente por encima del Pont de Suert (Lleida), las subían por San Juan y las bajaban para San Miguel. Aparte no faltaba el cerdo, los pollos y los conejos.

El cura (José Pámies) llegaba desde Tolva para oficiar los servicios religiosos.
Del mismo pueblo venía el médico (Jorge Gonfaus) cuando la situación lo requería.
El cartero llegaba desde Benabarre (era también el farmacéutico) a repartir la correspondencia y a su vez aprovechaba para llevarse conejos para vender.

Durante muchos años aparecía por el pueblo un vendedor ambulante: El Curtit, que venía desde el Puente de Montañana con dos burras, llevando hilo, telas, jabón y todo tipo de productos en general que no había en el pueblo. También se presentaba por allí una mujer vendiendo todo tipo de pescado, y en otras ocasiones les tocaba a los vecinos coger la caballería y acercarse hasta Casa Franco en Luzás para abastecerse de productos que no tuvieran, también compraban el pan en el mismo pueblo, pues solo Casa Suerri tenía horno y se hacían el pan para ellos.

Las fiestas patronales se realizaban el 10 de agosto para San Lorenzo. Se celebraba una misa y el baile se hacía en la plaza, amenizado por el acordeonista Ramiro Lampurdanés proveniente de Alsamora (Lleida). Acudían gente de La Almunia, Luzás, Monesma, Castigaleu y Puente de Montañana.

El 11 de junio tenían la llamada fiesta chica para San Bernabé, se daba pan bendecido y coincidía con la primera comunión de los niños y niñas en edad para ello.

"Cuando había una boda se celebraba la misa y una gran comida en casa a la que se invitaba a toda la juventud de los pueblos cercanos, además de a los familiares. Sin embargo si la familia estaba de luto la boda se hacía de madrugada.
Cuando alguien fallecía se guarnecía la entrada de la casa con sabanas blancas, se colocaba el cadáver en medio y pasaba toda la gente disponible a dar el pésame. Este acto se celebraba por la mañana, ya que en la casa del difunto tenía lugar una comida con el cura, el alcalde y los familiares".
MARIBEL CASTÁN.


La falta de rentabilidad de los cultivos y las perspectivas de trabajo en las grandes ciudades propició la emigración de los habitantes de San Lorenzo, la mayoría se fueron a Lleida y alguno a Barcelona.

José Castán de Casa Suerri fue el último en marchar en el año 1980, se quedó de pastor aunque los últimos años vivía en Luzás.
En la actualidad dos casas de nueva construcción (la nueva Casa Coll y Casa Foix), dan un aire de optimismo al pueblo, además las tierras siguen siendo cultivadas por un vecino de Lleida que sube todos los días, y el primer domingo de agosto se sigue celebrando a San Lorenzo por los antiguos vecinos y sus descendientes para que no se olvide la memoria del pueblo.
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San Velián ( Huesca)



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Sobre un altozano en las alturas del barranco de Sieste se asienta esta minúscula aldea de San Velián.
Dos casas es lo que daba de sí este lugar situado en un terreno escabroso, de difícil acceso y mal comunicado.

Mal terreno para la agricultura por lo abrupto de su situación, nunca pudo entrar maquinaria que hubiera hecho el trabajo un poco más fácil. Cultivaban trigo, patatas y judías principalmente.

Tenían en las ovejas el referente en la ganadería y en menor medida las cabras.
Corderos que venían desde Ainsa, Boltaña y Barbastro a comprarlos.
Celebraban la fiesta el día 20 de septiembre.

Ese día se oficiaba una misa en la ermita y para la comida era costumbre de matar un cordero para compartir con familiares y allegados.
Músicos de muy variada procedencia eran los encargados de amenizar el baile. Entre otros subían los Solano de Tierrantona, los Berroy de Santa María de Buil o músicos de Boltaña, Guaso o Jánovas.

Durante varios años las dos casas de San Velíán no mantuvieron buenas relaciones llegando al extremo de que cada casa contrataba a los músicos por separado. En un año sin precisar llegado el día de la fiesta se arreglaron las desavenencias que mantenían las dos casas pero como quiera que los músicos que habían contratado las dos familias ya estaban en San Velián acordaron realizar el baile todos juntos en el salón de Casa Broto juntando las dos orquestas (los Solano de Tierrantona y los músicos de Boltaña con Roberto a la cabeza).
El cura subía a oficiar la misa ese día desde el pueblo de Las Bellostas andando.

El día 8 de septiembre acudían a la romería de la ermita de la Virgen de la Sierra en termino de Latorrecilla. Se juntaban con gentes de Morcat, Pueyo de Morcat, Campodarbe, Luparuelo, San Martin, Sieste, La Valle, Gabardilla, Latorrecilla y numerosas aldeas de Santa María de Buil.
Para asistir a la escuela los niños tenían que desplazarse hasta la de Morcat.
El médico subía desde Boltaña en casos muy extremos. Había que llevar una caballería para que se desplazara en ella hasta San Velián.
El cartero también venía desde Boltaña.

Dos horas andando tenían hasta Boltaña adonde se desplazaban para realizar compras o para llevar el grano a moler a la Harinera.
Este bonito lugar no podía tener otro final que el de quedarse despoblado aún cuando llegó a tener luz eléctrica proveniente de la central de Boltaña. Pero eso no fue suficiente para retener a las gentes, mal acceso para llegar, mal terreno para trabajar y falto de servicios básicos no quedaba otro camino que marchar.

Primero lo hicieron los de Casa Broto que se fueron para Lleida y en el año 1962 aproximadamente el matrimonio formado por Martin y Ramona y el hijo de ambos Martin, cerraron la puerta de Casa Salinas y se marcharon para Ainsa.



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Sasé ( Huesca)




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En la ladera derecha del barranco de Santiago (el cual tiene su origen en las estribaciones de la sierra Coronas) se sitúa el precioso pueblo de Sasé. En la parte más occidental de La Solana y mirando al sol naciente, veintidós casas en sus años de máximo esplendor dieron forma a esta población, aunque solo once de ellas llegaron habitadas a la última etapa de vida poblacional.

Casas de buena factura, excelentes ejemplos de la arquitectura rural pirenaica, dotadas de un cierto aire señorial como dan fe las preciosas portaladas, ventanas, balcones, escudos y chimeneas que dieron empaque a esta población.
La vida a pesar de ello fue dura en Sasé, como ocurría en multitud de pueblos de Sobrarbe, adonde no llegó nunca una pista accesible para vehículos, ni tampoco maquinaría agrícola para haber facilitado un poco las tareas del campo. Tierras ocupadas en su inmensa mayoría por zona de pasto y en menor medida para secano, quedando unas pocas fincas de regadío junto al río.

Como mayor adelanto en Sasé se puede citar la luz eléctrica, la cual llegó en 1927 proveniente de Fiscal. En los primeros años solo contaban con ella por la noche, más tarde se cambió el recorrido de la instalación (por Arresa) y ya pudieron disfrutar de una iluminación de más calidad.
Cada casa tenía su horno (normalmente en la planta baja). Se solía amasar y cocer el pan cada quince o veinte días.

Trigo, cebada, patatas y judías conformaban la base de su producción agrícola mientras que la oveja era el animal referente en la ganadería.
Llevaban a moler el grano al molino de Fiscal.
Bajaban al comercio de Fiscal principalmente a realizar compras, también acudían a los de Javierre y Lacort. Azúcar, sal, aceite, pescado entre otros productos era de los que se abastecían en los comercios ribereños.
Se pagaba en dinero o bien se hacía uso del trueque o intercambio. Quesos, huevos, pollos, patatas a cambio de productos de primera necesidad que no había en el pueblo.

En ocasiones se desplazaban a pueblos del Somontano como era el caso de Buera para abastecerse de vino. Si no se desplazaban lo encargaban a un comercio que había en el desvío de Ligüerre.
Tratantes de Boltaña y Ainsa subían por allí para comprar corderos.
Vendedores ambulantes como los arrieros de Naval aparecían por allí una vez al año para vender su mercancía: pucheros, botijos, cantaros, cazuelas.
De Alquézar venía otro vendiendo jabón.

De Guaso, Labuerda, Escalona, Boltaña llegaban otros vendedores que ofrecían un poco de todo: naranjas, uvas, pescado, pañuelos, hilo, agujas, etc.
Con ellos también se hacía uso del intercambio y se llevaban huevos, quesos, pieles de animales, etc.

El cura venía por regla general una vez al mes a oficiar misa dominical. Era mosén Miguel, vivía en Javierre de Ara.
Era nacido en Sasé, en casa Chusé. Se subía el sábado por la tarde y pernoctaba en la casa. Al día siguiente daba comienzo su particular maratón: oficiaba misa en Sasé por la mañana temprano, a continuación se desplazaba a Muro de Solana donde daba una segunda misa, para trasladarse acto seguido a Ginuábel donde realizaba la tercera misa de la mañana, en este pueblo se quedaba a comer en casa Clemente para después continuar hasta Tricás donde finalizaba su periplo dominical. Finalizada la ceremonia religiosa en este último pueblo volvía hasta Javierre.

Siempre hacía todo el trayecto andando (alrededor de 15 km).
El médico residía en Fiscal. Había que bajar a buscarle con una caballería.
Durante unos años era algún vecino que bajara a Fiscal el encargado de llevar o traer la correspondencia. Después se encargaba de ello el cartero de Asín de Broto. Iba a Fiscal a llevar o traer la correspondencia y al paso por Sasé repartía la que hubiera para los vecinos. Hacía el recorrido Fiscal- Sasé- Asín siempre andando.

De Santa Olaria subía el herrero (José) para realizar cualquier apaño que se le requiriera en la herrería.

La fiesta grande de Sasé era el 12 de octubre (El Pilar).
Duraba tres días. La víspera (día 11) se hacía el pan y los postres, normalmente brazo de gitano con mermelada o chocolate y bizcocho. Por la noche se hacía una ronda con los músicos como anuncio de la fiesta.

El día 12 era el día grande. Se hacía misa y el abandeo de las campanas. Una ronda con los músicos casa por casa donde se obsequiaba a la comitiva con vino rancio o moscatel y torta. A la vez algunos mozos iban pidiendo por las casas comida para la lifara (merienda especial que se hacía entre los jóvenes el último día de la fiesta). Les daban huevos, longaniza, jamón, bizcochos, etc.
Otros mozos se encargaban de vender números para la rifa (un cordero).

A la hora de la comida se solía matar una oveja vieja o un cordero para agasajar a los invitados.
Los forasteros se repartían por las casas, nadie se quedaba sin comer, lo mismo sucedía a la hora de dormir.
Por la tarde daba comienzo el baile. Si el tiempo acompañaba se hacía en la calle, en la placeta de la iglesia. Si hacía mal tiempo en la escuela. Después de cenar se realizaba una segunda sesión de baile, siempre en el interior de la escuela.

Durante años vinieron los Solano del pueblo de Tierrantona (padre e hijo, con guitarra y violín) para amenizar los bailes.
En algunas ocasiones fue la Orquesta Perlas Blancas del pueblo de Labuerda (trompeta, saxofón, acordeón, batería y cantante) la que hizo bailar a los presentes.

Venía gente de toda la Solana (Muro, Ginuábel, Burgasé, Cajol, Giral), de Fiscal, de Arresa, Borrastre, de Yeba y algunos pueblos del valle Vió.
Como curiosidad tenían mucho auge las carreras pedestres, llamadas carreras de pollos porque ese era el premio que se llevaba el vencedor. En la era de Vallés se ponía un poste de meta y los participantes hacían una carrera por algún camino establecido por el monte.

"A las fiestas de Sasé acudía casi todos los años, tenía parientes en casa Fuertes. Un año gané la carrera campo a través. Aquí había una chica que me gustaba y con la que trataba de bailar pero siempre me la quitaban".
LUIS BUISÁN, de Ginuábel.


La fiesta pequeña era para San Juan (el 24 de junio).
Iban en romería a la ermita de Santa Marina, en el camino de Fiscal, el 18 de julio.
El 25 de julio subían en romería a la ermita de Santiago, juntamente con los de Cájol.
Ambas romerías se dejaron de realizar después de la guerra.
La juventud de Sasé se juntaba en una casa y hacían baile a nivel local con guitarra y bandurria. En invierno preparaban ponche.

La vida seguía siendo bastante dura en Sasé. Las "modernidades" no llegaban. La tierra se trabajaba en terrazas y bancales, todo se hacía a mano. No había buenas comunicaciones, solo caminos de caballería. El médico se encontraba a hora y media de camino. A ello se le unía el proyecto del pantano de Jánovas y la aparición de Patrimonio Forestal del Estado (más tarde ICONA) con el objetivo de obligar a los vecinos mediante una venta voluntaria/forzosa de todas sus propiedades para repoblar de pinos la zona de monte y así evitar la erosión del terreno producida por el arrastre de piedras, lodo y fango que podrían provocar las lluvias torrenciales hacía la vertiente del proyectado pantano.
Los que no habían emigrado anteriormente, cuando llegó esta expropiación tuvieron que hacerlo puesto que ya no podían sacar el ganado a pastar y se les cortaba su medio de vida.
La gente se fue buscando una mejor calidad de vida y el recurso de la abundancia de trabajo que había aquellos años en las ciudades.

"Nos fuimos a Zaragoza porque el marido de una prima hermana mía le ofreció trabajo a mi esposo".
ROSARIO SANTAFÉ de Casa Chusé.


Entre Zaragoza y Barcelona se repartió la casi totalidad de la población.
Joaquin y Consuelo (eran cuñados) de Casa Chirón, con los hijos de Consuelo, Pilar y Miguel fueron los últimos de Sasé. Hecho que sucedió en los primeros meses de 1965.
A partir de los años 80 el pueblo ha estado habitado de manera intermitente por grupos de neo-rurales. Llegando su número a alcanzar desde las cincuenta personas en aquellos años hasta las tres que hay actualmente (2016).

Visitas realizadas en junio de 1996 y noviembre de 2016.

Agradecimientos:
A Rosario Santafé, Lourdes Pueyo, Montserrat Pueyo de casa Chusé.
Sandra García (descendiente de casa Chusé por parte materna) ¡gracias!
A Edelmiro Buisán de casa Pablo.
A Luis Buisán de casa Salas de Ginuábel.
Otras fuentes de información:
-Libro: "La Solana. Vida cotidiana en un valle altoaragonés" de Carlos Baselga.
-Estudio arquitectónico: "Sasé, arquitectura de un pueblo muerto" de Adolfo Castán.



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Torrolluala del Obico ( Huesca)





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Torrolluala del Obico es una pequeña población situada en una cresta sobre el barranco de San Juan cuando este va perdiendo altura. Una única calle dispuesta en forma de media luna conformaba el trazado urbano. Cuatro viviendas daban forma al caserío acompañadas de diversos edificios secundarios (molino, herrería, horno, pozos, bordas).

Llegaron a disfrutar de la luz eléctrica proveniente de la central de Boltaña desde antes de la guerra civil.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
Para abastecerse de agua lo hacían de dos pozos que había en el pueblo.
Sus tierras estaban sembradas de cereal principalmente (trigo, cebada, avena), además de patatas y judías.
Iban a moler el grano a la harinera de Boltaña.
La ganadería estaba conformada por ovejas y cabras en menor medida. Los de Javierre eran los únicos que no tenían ganado.
Un tratante de Adahuesca (Lorenzo) venía periódicamente a comprar los corderos.

No tuvieron nunca escuela y los niños acudían a la de Torruellola de la Plana con casi una hora de caminar diario.

"Yo dejé de ir a la escuela a Torruellola porque había una maestra que no enseñaba nada, solamente acudí durante medio año con asiduidad cuando la maestra que estaba se fue y José de casa Barcolino se hizo cargo de los niños (sin ser maestro). Con él si aprendí algo, tenía más aptitud y conocimientos que algunas maestras". ISMAEL OTIN.

El cura venía de Laguarta (mosén Ángel). Solía decir misa una vez al mes.
El médico venia desde el otrora pueblo importante de Secorún y hoy día abandonado, posteriormente lo hacía el de Laguarta y en los últimos años era el de Orna de Gállego el que venía a visitar al enfermo cuando la ocasión lo requería.
El cartero venia con la correspondencia desde Secorún (Antonio), posteriormente venía el de Laguarta.
El herrero acudía desde Letosa.

El 30 de noviembre celebraban la fiesta grande en honor a San Andrés, pero se cambió al 16 de septiembre porque a últimos de noviembre hacía muy mal tiempo. Duraba tres días.
El baile se hacía en el salón de casa Sampietro o en el de casa Cebollero.
Los músicos de Labuerda estuvieron viniendo durante varios años a amenizar el baile con su música. Posteriormente fueron los músicos de Santa María de Buil los que venían a tocar a las fiestas.
Venía la juventud de Torruellola de la Plana, de Matidero, de Bara, de la Pardina Albás, de Letosa, de Bagüeste a disfrutar de las fiestas.
En enero hacían la fiesta pequeña en honor a San Fabián.

Al igual que sus vecinos de Torruellola de la Plana se desplazaban de cuando en cuando a Boltaña a la compra, venta o intercambio de productos. Tres horas tenían de desplazamiento.

"En cierta ocasión en la feria de Ainsa siendo yo adolescente pude vender una vaca que estaba difícil darla salida. Tras un tira y afloja con el tratante conseguí venderla al precio que teníamos previsto. Mi padre que vio toda la operación se mostró bien orgulloso de mi talante para negociar y me compró un traje". ISMAEL OTIN.

A últimos de los 50 y primeros 60 se empezó la construcción de la pista que bajaba desde la carretera por medio de una empresa maderera para sacar la madera desde la pardina Albás, lo que revitalizó un poco a estos pueblos, dio trabajo a varios vecinos en la elaboración de dicha pista a golpe de pico y pala para hacer accesible lo que siempre fue un camino de caballerías a vehículos, como por ejemplo a los del Molino Escartin que tenían panadería y con un camioncico llevaban el pan a Torrolluala y otros lugares.

Pero aun así Torrolluala ya estaba herido de muerte y la emigración acabó por llamar a sus puertas, llevándose a sus vecinos en busca del mejor futuro de las ciudades (Lleida, Huesca y Barbastro), siendo Pedro Campos y su familia (Casa Cebollero) los últimos en marchar del pueblo hacia el año 1967 aproximadamente.



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Torruellola de la Plana ( Huesca)



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Agradecimiento para Lorenzo Monclús Alastrué de Casa Baja, amable y cordial informante de su pueblo y buen conocedor de toda esta zona sobrarbesa.

Bellísima población situada en un montículo entre barranqueras que perteneció durante muchos años al municipio de Secorún y en la actualidad al de Boltaña.
Constaba de siete viviendas formando dos calles perpendiculares que convergen en una plaza.
Conocieron la electricidad en las casas que les llegaba desde
¨La eléctrica¨ en el molino de Boltaña.
Economía de subsistencia como correspondía a estos pequeños núcleos de montaña basada en la ganadería (ovejas y cabras) y la agricultura (trigo, avena y algo de legumbres).
Población bastante aislada y de difícil acceso, que solamente conoció caminos de caballería y donde se encontraban lejos de la cabecera de comarca.


"Apenas venían vendedores ambulantes por el pueblo, si acaso alguno con un burro vendiendo jabón, hilo, paños y cosas así, entonces nos tocaba a nosotros llegar hasta Boltaña, teníamos más de cinco horas de camino, salíamos antes de amanecer y volvíamos al pueblo ya entrada la noche, íbamos con las caballerías y llevábamos productos para intercambiar o vender como alubias, lentejas, huevos, etc, y a su vez nos traíamos productos que no había en el pueblo como azúcar y un bacalao riquísimo que vendían en aquel entonces en Boltaña, se compraba todo lo necesario porque al estar tan retirado no se podía estar yendo a menudo. También acudíamos a la feria de ganado que se celebraba en octubre en Boltaña a vender animales o a llevar a moler el grano a la Harinera de Boltaña para hacer el pan, para moler el grano para dar de comer a los animales íbamos al molino de Torrolluala del Obico. En otras ocasiones íbamos hasta Tierra baja a los pueblos de Lanaja y Sariñena con los machos a comprar vino". LORENZO MONCLÚS.

Las fiestas mayores eran el día 15 para la Virgen de Agosto (la Asunción) y duraban tres días.
Las fiestas pequeñas eran para Santa Águeda (5 y 6 de febrero).
En ambas se celebraba una misa, una comida con los familiares que venían de fuera y luego el baile que se hacía en la escuela. Normalmente venia un acordeonista o una pareja de músicos (guitarra y violín) desde Boltaña para hacer bailar a los presentes.
El 17 de enero para San Antonio se hacia un día de fiesta organizado por Casa Baja, donde se oficiaba una misa, se daba una torta bendecida al salir y se organizaba una comida (cordero o pollo) en el salón de dicha casa.
El 11 de junio para San Bernabé eran los de Casa Melchor los que lo organizaban, igualmente con una misa, reparto de torta bendecida y comida en la casa.

El cura venia desde Las Bellostas.
Desde Secorún lo hacía el médico.
El cartero desde Laguarta.
El herrero venía desde Letosa.

A últimos de los 50 y primeros de los 60 la gente empezó a emigrar debido al aislamiento antes mencionado y la emergente industria que había esos años en las ciudades, se fueron marchando en cadena en busca de una mejor calidad de vida y se repartieron por varios lugares (Barcelona, Lleida, Zaragoza, Huesca, Boltaña), siendo el matrimonio formado por José Cavero y Emilia Grasa de Casa Barcolino los últimos en marchar sobre el año 1965.
Así se terminó la vida para esta interesante y fotogénica población.



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