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El sector más católico de la población sabe de las andanzas y correrías de la Reina Consorte y no la aceptan en el club porque ella rompe con los moldes del catolicismo. El día de su boda se mostraba como una mala actriz que quería parecer lo que no era y en lo que no creía y cualquier persona con ojo avizor se dio cuenta de que era una pura cínica. Su voz engolada, su actitud de cordero degollado y el beso en el anillo que dio al Cardenal Rouco, por cierto que se la quitó rápidamente de pura verguenza, no engañaron a nadie con dos dedos de frente. En las imágenes de televisión se pudo ver con gran nitidez.