@Beltane
Tremendo, pero real como la vida misma. Yo no me he sabido defender en la jungla laboral, así como lo has hecho tú. Hay que valer. Se aprovechan de la timidez y la sumisión por no buscar más enfrentamientos.
Saludos
Pescadilla, si fueron a por mi sin piedad es porque yo no soy ni tímida ni sumisa. Ese era el problema que yo tengo, que para mi no lo es, así deberíamos ser todos: no os dejéis pisar. Me sucedió en aquellos tiempos que descubrí que todos podemos tener un caudal de fuerza desconocido y fuerte y lo podemos sacar en situaciones extremas. No sé ni cómo lo hice.
Una cosa que me gustó mucho cuando me largué es que con personas buenas sí mantuve el contacto, y me iban diciendo lo mal que lo pasaron cuando me fui y que las cosas ya no fueron igual.
Yo es que no podía soportar como dos malas personas como mis dos compañeras fueran tratadas cuales reinas el lugar si trabajando con ellas te dabas cuenta de lo realmente chapuceras que eran en todos los sentidos. Yo llegué siendo la últimísima mona, pero si te digo última mona es que yo pintaba menos que un mueble, y si aguanté fue porque muchas veces empezamos en los trabajos con algo de esperanza en hacer algo mejor, mejorar, no sé. Pues allí me di cuenta de que como alguien esté bien agarrado a su puesto, olvídate.
Yo era lo último, ah, y me lo hacían saber. Hasta que me necesitaban. Una de ellas se colocaba de tal forma en el despacho que no me dejaba ni tocar nada, a veces ni el teléfono, su objetivo: hacerme sentir inútil para decir "no tiene nada que hacer aquí, por lo tanto, no tiene porque estar trabajando aquí". Le salió mal la jugada, esta chica era realmente envidiosa (hablo de la Impoluta).
Si yo ya estaba harta, cuando me dio caña Candy Candy fue cuando me dije "¿no me queréis aquí? esperad, que no me váis a tener". Y fue ahí cuando entró en juego mi segundo trabajo, en probablemente, una de las empresas más conocidas de España, centro neurálgico de otras tantas empresas.
Esa misma semana solicité el puesto, al mes era mío. Mi plan era no decir ni pío, pero todo lo que me hicieron me pudo más, me llamaron de mi curro para revisar documentos y ponerlos en orden antes de enviarlos a Portugal, cosa que requiere como cinco horas, y en esa tarea yo era especial crack. Les dije que no podía, y se lo solté. Se acabó el acoso laboral, no sin antes, quedarse todos como piedras del sorpresón. Fue cuando comprendieron que me podían perder de un momento a otro, y ahí entra mi mente retorcida: os complaceré cuando a mi me plazca y venga bien, y cuando no...me iré, sin más, que ya tengo otro trabajo.
Entonces ahí la que empezó a putear fui yo, y no dejé títere con cabeza. Mis ansias de revancha fueron tremendas y de nuevo saqué fuerzas de no sé dónde para aguantar cuatro meses más y continuar con el terrorismo psicológico pero esta vez era yo la que llevaba la batuta.
Ahí es cuando te das cuenta de que los que van de listos son muy débiles, cobardes y sin grupetes no valen una mierda. No sé cómo fueron surgiendo estas consecuencias, pero empezaron a llevarse mal entre ellos, de repente las dos reinas del lugar ya no querían trabajar allí, y llegué a escuchar a los más pelotas de entre los pelotas que ojalá les echasen.
Así como guinda, me convertí en la imprescindible, ya se llevaban tan mal entre todos que querían recurrir a mi para contar sus miserias porque ya no había amistad entre ellos, y ahí fue cuando dije yo "ahora os vais a la mierda".
Nadie se hablaba con nadie, todos sí lo hacían conmigo, en dos meses cambió mi vida.
Me pude haber ido muchísimo antes, pero algo me decía "aguanta un poco más", lo hice. Quise cerrar un ciclo de vida laboral rodeada de gilipollas y cuando consideré oportuno me largué de allí.
Ha pasado tiempo, aún me echan de menos. Lo que más me dejó helada, pero helada de narices, fue cuando la jefa suprema, Candy Candy, me llamó por teléfono en alguna ocasión para preguntarme que por qué me iba, si ella ya lo sabía, y otro jefe se llegó a presentar en mi otro trabajo (no se lo creían).