Camilo Sesto: su vida, canciones, muerte y herencia

Biografia y memorias de CAMILO SESTO
"PRUEBA DE ARTISTA"
"Capitulo 7"
Delante de mí, en la fila, un chaval con cara de despistado se rascaba detrás de la oreja como si aquella mañana no se hubiera lavado. A mi lado, otra daba saltitos como si tuviese ganas de orinar. Estábamos todos un poco nerviosos en el patio de los Salesianos, que tenían uno de los mejores colegios de Alcoy. Después de haber pasado todos los trámites, habían decidido plantearnos un nuevo examen.
-A mí me han dicho que es una plasta ser del coro- dijo el que le picaba la cabeza-. Te hacen quedarte después de las clases para los ensayos. Y no te hacen ningún favor, no creas. Vamos, que te catean si no estudias. ¿ Tú, cómo te llamas?
-Yo, Camilo.
-Me lo ha contado mi hermano. ¿ Sabes lo que voy a hacer yo?
-No. ¿Qué vas a hacer?
-Cuando el cura ponga las escalas, lo hago todo al revés. Aunque se cabree. A mí no me cogen para el coro ni a tiros. Estaría bueno.
-Pues yo creo que éste tiene razón- dijo el que se orinaba-. Aunque los del coro tienen que tener enchufe, a la fuerza... Y les darán mejores notas.
-¡Bah, tonterías! Mi hermano está en segundo y lo sabe no seáis tontos.
-Seguro que nota que le estás engañando- dije yo al de los picores.
-Tú hazme caso. Sueltas un gallo detrás de otro y no hay quien te salve.
-Pues a mí me han dicho que éste canta muy bien- respondió el de los saltos.
-Quién te lo ha dicho?
-Es que yo vivo cerca de tu casa, donde los militares retirados. Mi padre es brigada. Y una niña de mi calle me lo ha contado.
-¡Chico, brigada! ¿ Y tiene pistola? - preguntó el de los picores.
-Toma, ¿ no va a tener pistola? Y un fusil de reglamento y granadas y de todo. Podía hacer una guerra si quisiera.
-Pero yo también puedo sacar gallos y desafinar - dije yo-. Si quiero, puedo romperle los oídos al cura, no creas. ¿ Y cómo se llama la que te lo dijo?
-Ya no me acuerdo. Pero te oyó un día. Decía que cantabas mejor que Joselito fíjate. Esa no tiene ni idea.
-Tú qué sabes, meón!
-¿Yo meón? Te arreo una...
Era el mes de septiembre y todavía hacia calor. Por primera vez en mi vida estaba yo contento de ir al colegio. Era un colegio para mayores. Aunque tenía un año menos de lo reglamentado. Mi padre se las había arreglado para que me admitieran. A los seis años iba a comenzar a estudiar en un colegio bueno y grande. Yo sospechaba que, como yo era mayor, no iba a tener ganas de escaparme de aquel colegio. A los seis años estaba casi decidido a portarme bien. Además, los compañeros parecían buena gente; había chavales de mi barrio, pero también de toda la ciudad. Y había hijos de comerciantes y de obreros, de ricos y de menos ricos. Claro, en Alcoy no había ningún príncipe marqués. Todos éramos iguales o eso parecía al menos. Obtuve más tarde matrícula de honor en el examen de ingreso al Bachillerato y mi madre se apresuró a enmarcar el diploma; lo tenía colgado en el salón; desgraciadamente ha sido el único diploma que conseguí en mi vida y eso porque en el examen de ingreso me preguntaron precisamente las cosas que más me gustaban de las que me habían enseñado: caligrafía y gramática. Chelo me había enseñado a escribir con buena letra y los verbos se me daban muy bien. También había alguna pregunta de matemáticas, de cuentas, pero tan fáciles que las salvé sin dificultad. De todas maneras, a pesar de mis infantiles obsesiones por permanecer en las aulas el menor tiempo posible, cuando estaba en ellas procuraba aprender - y lo conseguía sin muchos esfuerzos- lo que me enseñaban; mi buena memoria no me servía solamente para recordar las canciones de la radio, sino también las lecciones escolares.
-¡A ver, el siguiente, que pase!
Mientras entraba en el aula de música me crucé con el chaval que tenía un hermano listísimo y experimentado.
-Chico, creo que me ha cazado - me dijo a media voz.
-Pues yo iba dispuesto a la victoria. Un cura muy joven, vestido de negro, estaba sentado ante el piano, y otro de pie a su lado, con listas de nombres y otros papeles. Me mandó que me acercase al piano.
-¿Eres Camilo Blanes?
-Sí.
-¡Vaya! Me han dicho que sabes cantar... Eso está bien. Vamos a ver cómo lo haces.
El cura joven tocó en el piano una música que no conocía; estuvo así un momento y luego empezó a tocar notas solas, muy fáciles de recordar. Lo hizo dos o tres veces. Yo estaba decidido a engañarle, porque el hermano mayor de mi amigo había dicho que si te elegían para el coro estabas perdido; pero si a él lo habían cazado era porque aquellos curas eran muy listos. Mientras escuchaba el piano pensaba cómo demostrarles que no sabia cantar.
-¿ Has oído esto? - preguntó el pianista-. Voy a hacerlo otra vez. Do re mi fa sol la si do re mi... Vamos a ver si puedes repetirlo.
Inmediatamente se me ocurrió la idea; y sin meditarlo mucho, porque estaban esperando, no imaginé mejor cosa que hacer lo mismo que el piano, sólo que al revés: Mi re do si la sol fa me re do... Y con una afinación perfecta, porque ni siquiera intencionadamente he logrado nunca desafinar.
-¿ A ver, a ver? Repite eso- dijo el cura de las listas sonriendo.
El pianista volvió a tocar, subiendo esta vez la escala tres o cuatro notas más, y yo volví a repetirlo a la inversa. Ellos dos se miraron sonriendo.
-Bueno, no es eso lo que yo he tocado, Camilo. ¿ Te sabes alguna canción?
-Sí señor.
-Se dice: Sí, padre. ¿ Cuál te sabes?
-Las de Joselito...
-Cántanos Clavelitos, anda.
-Sí, señor...
Me olvidé inmediatamente de mis buenos propósitos. No podía cantar al revés aquella canción y la había interpretado tantas veces en mi casa ante mis tías, en la calle, que no podía cantarla mal. Por otra parte se me habían volado de la cabeza los santos consejos de mi desconocido amigo, como si fuera un pecado cantar deliberadamente mal aquella canción de mi ídolo. Así que le canté lo mejor que pude, con toda mi voz, contento una vez más de que me escucharan.
-Muy bien, Camilo. ¿ Te gustaría pertenecer al coro del colegio? - preguntó el cura de los papeles después de señalar algo en uno de ellos.
-No, señor.
-Se dice: No, padre. ¿ Por qué no?
-Es que no lo sé, señor...
-Ya verás como sí te gusta. Aprenderás muchas canciones y música y podrás tocar un instrumento, el que tú elijas. Y serás de los más famosos del colegio. ¿No te gusta eso?
-Bueno, eso sí pero...
-Anda, puedes irte a jugar. Ya te llamaremos.
En aquel instante, poco antes de que fuera mi sexto aniversario, en septiembre de 1952, se decidió mi destino de cantante profesional. Si alguien me lo hubiera dicho entonces, me habría parecido una broma bastante tonta... aunque también muy agradable. Ya era casi tan importante como Joselito y si todavía no cantaba por la radio- que era algo tan grande, tan gigantesco que ni siquiera me atrevía a imaginarlo-, al menos iba a cantar en la iglesia. Estaba deseando contárselo a mis amigos pero ni siquiera los vi allí. El de los picores había desaparecido, aunque muy poco después volvería a encontrarme con él en los primeros ensayos. Y casi hasta ahora mismo no volvería ya a separarme de él. Se llama Remigio Barrachina. Fue el que más tarde me lió para que formásemos un dúo y a continuación un grupo entero y... Barrachina... Blanes. El capricho del orden alfabético nos unió ante las puertas del aula de música y ya nos hemos separado. La música ha sido siempre la expresión de nuestra íntima amistad.
Pero aquel día, cuando llegué a casa a comer, ya no pensaba en él. Conté en mi casa lo que me había ocurrido y todos se pusieron contentos. Tanto que yo mismo empecé a pensar que no era tan malo pertenecer al coro de los Padres Salesianos. Iba a tener delante de mí ocho años para arrepentirme de aquella alegría... Y más de veinte, a continuación, para arrepentirme de ese arrepentimiento. Si fue una tragedia convertirme en niño del coro, fue también el paso más decisivo para ser lo que soy ahora.FB_IMG_1572716864737.jpg FB_IMG_1572715895445.jpg
 
FB_IMG_1572718900783.jpg "Como un eco del vacío
se proyecta en torno mío
cada timbre de tu voz
Tu presencia inconfundible
va quemando los fusibles
que conectan mi razón
Hoy celebramos en España el día de Todos Los Santos un recuerdo para ti Camilo que Dios te bendiga"
 
He leído lo que dice Lourdes en el Hola y he sacado bastantes conclusiones que ya me las pensaba:
Lo del aborto me lo creo, no creo lo diría sino fuera verdad, el estaba rodeado de todo y fue su primer encuentro sexual le vino grande, y ella muy joven.
Que no la quería también verdad se notó a la legua que no le hizo mucho caso.
El crio le gustó al verlo igualito a el, sale oscuro como la madre no se cree que es suyo.
Lo que ella dice veía por aquella casa no eran cosas de ver una chica que está enamorada, el pasaba de ella, pero ella no habla de otras chicas de celos, no, supongo era una vida muy 'disoluta' y fuera de control, Camilo en pocos años se deterioró muchisimo...
Y bueno..ella lo tuvo pocas veces creo, lo amó mucho, pero vio el desamor totalmente, que también es durisimo!!!
 
He leído lo que dice Lourdes en el Hola y he sacado bastantes conclusiones que ya me las pensaba:
Lo del aborto me lo creo, no creo lo diría sino fuera verdad, el estaba rodeado de todo y fue su primer encuentro sexual le vino grande, y ella muy joven.
Que no la quería también verdad se notó a la legua que no le hizo mucho caso.
El crio le gustó al verlo igualito a el, sale oscuro como la madre no se cree que es suyo.
Lo que ella dice veía por aquella casa no eran cosas de ver una chica que está enamorada, el pasaba de ella, pero ella no habla de otras chicas de celos, no, supongo era una vida muy 'disoluta' y fuera de control, Camilo en pocos años se deterioró muchisimo...
Y bueno..ella lo tuvo pocas veces creo, lo amó mucho, pero vio el desamor totalmente, que también es durisimo!!!
Me ha decepcionado mucho
 
He leído lo que dice Lourdes en el Hola y he sacado bastantes conclusiones que ya me las pensaba:
Lo del aborto me lo creo, no creo lo diría sino fuera verdad, el estaba rodeado de todo y fue su primer encuentro sexual le vino grande, y ella muy joven.
Que no la quería también verdad se notó a la legua que no le hizo mucho caso.
El crio le gustó al verlo igualito a el, sale oscuro como la madre no se cree que es suyo.
Lo que ella dice veía por aquella casa no eran cosas de ver una chica que está enamorada, el pasaba de ella, pero ella no habla de otras chicas de celos, no, supongo era una vida muy 'disoluta' y fuera de control, Camilo en pocos años se deterioró muchisimo...
Y bueno..ella lo tuvo pocas veces creo, lo amó mucho, pero vio el desamor totalmente, que también es durisimo!!!
. Hace anios en un plato de la television ella dijo que la habia obligado a hacerse el aborto. Lo que noto es que eso de la anticoncepcion no era preocupacion en ninguno. Por que la segunda vez tampoco tomo precauciones. Penso que embarazandose otra vez el se iba a "Enamorar" subitamente?
 
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Biografia y memorias de CAMILO SESTO
Capitulo 8
"La Bicicleta "
El director gerente de la empresa Reparaciones Eléctricas Eliseo Blanes Mora, empresa que contaba entre sus trabajadores con su propietario, con su esposa Joaquina, que acudía a veces a echar una mano; con su hijo mayor, Eliseo, el cual no había querido continuar estudiando; con su hija Consuelo, encargada de la administración y del papeleo; y con sus dos ayudantes ocasionales llamados José y Camilo, el director gerente iba consiguiendo sacar a su familia adelante, siempre con mucho trabajo. Había comenzado a trabajar como electricista a los 9 años, y ahora estaba ya establecido como autónomo. Incluso había logrado comprarse una Iso-moto, primer vehículo de tracción motorizada que existió en la calle en que vivía. Con aquel artilugio, fruto glorioso del fin de la autarquía, se desplazaba por Alcoy e incluso por los pueblos vecinos para hacerse cargo de cualquier tipo de faena. Lo mismo arreglaba un enchufe casero que organizaba la instalación eléctrica de un nuevo edificio de cinco plantas, o acudía a una fábrica a reparar la máquina envasadora del papel de fumar, producto tradicional de su ciudad, o reconstruía en su taller cualquier artefacto averiado, desde un generador hasta una plancha, u organizaba una línea de alta tensión. Mi padre, sin embargo, no tenía mucha confianza en mi responsabilidad vial. Lo mismo que en años anteriores tanto él como mi madre se ponían muy furiosos cada vez que se enteraban de que había regresado a casa caminando por el borde del río, ahora se negaban en redondeo a comprarme una bicicleta. Era yo un niño muy mayor, con once años, y muy alto desde luego; estudiaba en los Salesianos y casi desde el primer día me habían elegido solista del coro del colegio. A pesar de ello, seguían negándose rotundamente a comprarme una bicicleta.
A lo largo de mi corta vida ni había padecido una negativa semejante. Aunque nunca fuimos ricos en casa, nunca faltó algún juguete a ninguno de los cuatro y yo mismo, por ser el más pequeño, había podido satisfacer casi todos mis caprichos. No es que fuera muy exigente y pesado en esos caprichos, pero todo el mundo decía - incluso mis hermanos, lo que era más grave - que era el más mimado de la familia. Así, pues, había destrozado ya algunos trenes de cuerda, varios coches de hojalata; había reventado una buena colección de pelotas... En realidad, el tren de cuerda me lo rompió un niño de la calle la misma tarde que me lo regalaron... Pero el dorado sueño de la bicicleta no se convertiría nunca en realidad. Como medio de presión, me arriesgué un día a contar a mi madre que yo sabía montar en bicicleta , que era un arte que me resultaba muy fácil. Algún amigo del barrio o mis propios hermanos se habían molestado en enseñarme en espera del día afortunado de que tuviera una bicicleta propia. Lo único que conseguí fue una regañina y prometer que nunca más se me ocurriría montar en otra. No obstante, no podía renunciar tan fácilmente. A los doce años había aprendido de mi padre la magnífica lección del trabajo. Si deseaba algo, debía trabajar por obtenerlo, sin esperar neciamente a que alguien me lo regalara. Mi padre no sólo me lo decía con palabras, sino con su ejemplo. Y ese ejemplo se ampliaba a toda la familia. Efectivamente, y cada uno según sus fuerzas, todos arrimábamos el hombro en la pequeña empresa familiar. Mis quehaceres, en razón de la edad, eran desde luego los más sencillos y los realizaba siempre que no interfieran en mis estudios, en vacaciones sobre todo.
-Camilo, aquí tienes tu parte del trabajo- decía mi padre.
Como cada año, mi padre hacía imprimir el nombre y la dirección de la empresa en unos calendarios publicitarios que se fabricaban con ese fin. Al comienzo de las Navidades había que repetir centenares de aquellos calendarios por todo Alcoy e incluso en los pueblos cercanos. A los once años me correspondía a mí esa faena. No era particularmente dura, desde luego. Me echaba un paquete bajo el brazo y a pie iba distribuyendo la publicidad. Desde luego, y al margen de que yo fuera el hijo del dueño, casi todos me pagaban el obsequio con una pequeña propina. Ese era el salario de mi trabajo. Y el destino de aquel salario estaba bien decidido por mí.
Un hombre que vivía cerca del taller de mi padre poseía una maravillosa bicicleta de carreras, grande y sólida, bastante usada pero que funcionaba muy bien. Alguna vez me había permitido dar una vuelta con ella y conocía mi codicia por aquel vehículo. Medio en broma, medio en serio había llegado a decirme que estaba dispuesto a vendérmela el día que reuniera dinero suficiente. Aquella Navidad por fin pude acercarme a su casa con los bolsillos llenos de monedas.

-Ya tengo el dinero. Quiero comprarte la bicicleta - le dije.
-¿Y de dónde lo has sacado, si puede saberse?
-Trabajando - respondí muy orgulloso.
-Bien, de acuerdo. Vamos a decírselo a tu padre y te llevas la bicicleta.
La sacó a la calle y me dejó montar mientras nos acercábamos al taller. En el fondo, aquel hombre sospechaba la procedencia de tanto dinero en un niño de once años, pero mi padre le contó en seguida que lo había ganado honradamente. Sin embargo, no aceptó mi proyecto de compra. Seguía teniendo miedo a que me rompiera la cabeza con aquel vehículo. Me llevé una terrible desilusión. Comprendo ahora que mis padres no estaban faltos de razón, porque la bicicleta que yo adoraba era demasiado grande y pesada para mi edad, pero este pensamiento no me aliviaba entonces del terrible disgusto. Y, además tenía un problema extra. ¿Que hacía yo con todo aquel dinero? Pedí a mi hermana Chelo que me acompañara y la conduje a la tienda de ropa más elegante de Alcoy. Me compré una bufanda, el mejor abrigo que tenían y un sombrero tirolés. No había ningún juguete que me apeteciera a esa edad, tenía ya balón; ningún objeto me atraía especialmente, así que me cómprela ropa. Los Blanes, del primero al ultimo, éramos conocidos en Alcoy por nuestra manera de vestir; sin llevar ropas desmesuradamente caras, a todos nos gustaba vestir con elegancia. En el barrio decían que cualquier trapo que nos echáramos encima nos caía bien, pero teníamos a gala andar bien presentados. Y eso, como ahora mismo me ocurre a mí, sin sufrir ningún

género de locura por la moda, por lo último ; y como ya dije, sin dar demasiada importancia a la elegancia de los demás. Yo igualmente amigo del Rey que del último caballerizo de un circo de aldea. El que va por la vida disfrazado de figurín pero tiene cabeza más vacía que un huevo cascado no me interesa los más mínimo. Sigo en eso el viejo refrán de que el hábito no hace al monje... aunque un monje bien vestido es más agradable que otro igual, pero zarrapastroso.
En consecuencia, con mi abrigo, mi bufanda y mi tirolés iba por las calles de Alcoy más chulo que un ocho. Y aunque la obsesión de la bicicleta no se me había pasado, al menos el disgusto quedaba un poco mitigado. Con el paso de los años, mi padre debió de pensar que había sido excesivamente duro conmigo, porque durante las Navidades, Y todos los años, tenía a gala regalar una bicicleta a todos sus nietos. Claro que entonces existían ya bicicletas a la medida de los niños. Mis sobrinos, quizá gracias a mi personal tragedia, han logrado así poseer toda una colección de bicicletas.
Esa desmentida pasión por la bicicleta, sin embargo, todavía ahora me sorprende. Para quitármela de encima, un buen día, decidí comprarme una, la más hermosa que encontré; a los veintiséis años, cuando mi trabajo me permitía tener todas las bicicletas que deseara. Y apenas la usé; ni siquiera sé dónde ha ido a parar. Y me sorprende porque nunca he sido un hombre especialmente aficionado a los vehículos. Es muy frecuente en mi profesión, como en todas las profesiones que tienen que ver con públicos masivos, rodearse de aparatos llamativos y hasta escandalosos para reforzar la propia imagen. Yo les he concedido siempre una importancia justa. Me compré mi primer coche con los beneficios de mi primer disco grande, en 1972. Luego he ido teniendo otros, pero sin saber nunca los misterios - ni los mecánicos ni los de apariencia - que encerraban. Hasta no hace mucho, por ejemplo, solía andar por Madrid con un Ford Fiesta, porque era manejable y cómodo. Un día, al bajarme de el, oí a una mujer que decía:
-¡Anda, pero si es Camilo Sesto! Pues no debe ser tan buen cantante cuando tiene ese coche pobretón. Se ve que no gana dinero.
Me dio tanto coraje esa estupidez que regalé el coche a Paco y a Petra, los guardeses que llevan tantos años cuidando de mí y de mi casa, tan queridos y entrañables que forman parte de mi familia. Y decidí usar mi otro coche, un Mercedes 280.
Pero tuve y tengo a veces que oír frases como esta;
-¡Mira, Camilo Sesto! Claro, así ya se puede. Jo, Qué coche.
Se está forrando a costa nuestra y se compra esos coches. Y hay gente que no tiene ni zapatos para ir andando. ¡Es una inmoralidad! ¡No hay derecho!
Siempre me he sentido en aprietos parecidos.
Hace poco cambié nuevamente de coche, aunque no de marca. Me compré un Mercedes 500. Verde, como la bicicleta que no pude tener. Y lo suficientemente grande, cómodo y rápido como para terminar mi actuación en Málaga a las dos de la mañana, montar en él, echar un sueño, y llegar con tiempo para el concierto contratado en La Coruña al día siguiente. Nunca me ha gustado aparentar más de lo que soy por tener un coche superferolítico, porque ninguna máquina puede añadir una brizna a la estatura espiritual de un hombre. Solamente sirve para hacerle la vida, o su profesión más cómoda y llevadera. Y ningún bólido increíble podría ahora otorgarme la felicidad que aquella bicicleta de carreras estuvo a punto de darme, que me dio mientras la deseé, mejor dicho.FB_IMG_1572737271843.jpg "
 
. Hace anios en un plato de la television ella dijo que la habia obligado a hacerse el aborto. Lo que noto es que eso de la anticoncepcion no era preocupacion en ninguno. Por que la segunda vez tampoco tomo precauciones. Penso que embarazandose otra vez el se iba a "Enamorar" subitamente?
me parece increible
 

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