OP
pilou12
Guest
174
Eso es casi lo único que recuerdo de cuando vivíamos en Fort Bragg. (¡Oh! Nosotros los chicos saltábamos desde el henil, con un paraguas abierto, sobre un montón de heno que había en el suelo)... Mi recuerdo siguiente es de varios años después, cuando vivíamos en ¿California, Nevada? Recuerdo un odioso episodio entre mi madre y un negro. En verano, nosotros los niños dormíamos en la galería. Una de nuestras camas estaba justo debajo de la habitación de mis padres. Cada uno de nosotros había mirado por la cortina entreabierta y había visto lo que estaba pasando. Papá había contratado a un negro (Sam) para que trabajara en la granja, haciendo un poco de todo mientras él trabajaba en otra parte, en la carretera. Por la noche llegaba tarde, en su viejo camión. Yo no recuerdo cómo se desencadenaron los acontecimientos pero supongo que papá sabría o sospecharía lo que pasaba. Terminó con que papá y mamá se separaron, y mamá nos llevó a los chicos a San Francisco. Se escapó con el camión de papá y todos los recuerdos que él había traído de Alaska. Creo que eso fue por 1935... En San Francisco siempre estaba metido en líos.
Iba con una pandilla en la que todos eran mayores que yo. Mi madre estaba siempre borracha, nunca en condiciones de proporcionarnos las cosas y cuidados que necesitábamos. Yo era tan libre y salvaje como un coyote. No había reglas ni disciplina, ni nadie que me enseñara a distinguir el bien del mal. Iba y venía a mi antojo, hasta la primera vez que me metí en un lío. Fui de un correccional a otro muchas veces por escaparme de casa y robar. Recuerdo uno. Tenía los riñones flojos y mojaba la cama todas las noches. Me humillaba mucho pero no podía controlarme. La gobernanta me pegaba muy fuerte, me insultaba y se burlaba de mí delante de los demás chicos. Venía a todas horas durante la noche para ver si había mojado la cama. Me destapaba y me pegaba furiosa con un gran cinturón de cuero negro, me agarraba del pelo para sacarme de la cama, me llevaba arrastrado hasta el cuarto de baño, me metía en la bañera, abría el grifo del agua fría y me ordenaba que me lavara, yo y las sábanas. Cada noche era una pesadilla. Luego le pareció muy divertido ponerme una pomada en el pexx. Era casi insoportable. Quemaba como fuego. Más tarde la despidieron del empleo. Pero eso no me hizo cambiar de idea, acerca de lo que me hubiera gustado hacerle a ella y a toda la gente que se burlaba de mí.
Entonces, como el doctor Jones le había dicho que tenía que entregar la declaración aquella misma tarde, Smith pasó a la primera adolescencia y a los años que había pasado con su padre, recorriendo el Oeste y el Lejano Oeste buscando oro, atrapando animales, haciendo trabajos ocasionales.
Yo quería a mi padre pero había veces en que cariño y afecto goteaban de mi corazón como agua sucia. Siempre que se desentendía de mis problemas. Cuando se negaba a darme un poco de consideración, de voz, de responsabilidad. Tuve que alejarme de él. Cuando tenía dieciséis años, me alisté en la Marina Mercante. En 1948 entré en filas, el oficial de reclutamiento me dio una oportunidad y me puso más nota en mi examen. Entonces empecé a darme cuenta de la importancia de la educación. Eso sólo aumentó el odio y resentimiento que sentía por los demás. Empecé a meterme en jaleos. Arrojé a un policía japonés desde un puente, al agua. Me sometieron a consejo de guerra por arrasar un café japonés. Me volvieron a hacer consejo de guerra en Kyoto, Japón, por haber robado un taxi japonés. Pasé en el ejército cuatro años. Tuve varios arranques de cólera por entonces, mientras servía en Japón y en Corea. Estuve quince meses en Corea, fui relevado y enviado a los Estados Unidos. Se me concedió una mención especial por ser el primer veterano de Corea que regresaba al territorio de Alaska. Grandes artículos, todas esas cosas... Terminé el servicio militar en Fort Lewis, Washington.
El lápiz de Smith volaba casi indescifrable a medida que avanzaba hacia un pasado más reciente: el accidente de moto que le había dejado lisiado, el allanamiento de morada de Phillipsburg, Kansas, que le había proporcionado su primera condena.
A sangre fria - Truman Capote
Eso es casi lo único que recuerdo de cuando vivíamos en Fort Bragg. (¡Oh! Nosotros los chicos saltábamos desde el henil, con un paraguas abierto, sobre un montón de heno que había en el suelo)... Mi recuerdo siguiente es de varios años después, cuando vivíamos en ¿California, Nevada? Recuerdo un odioso episodio entre mi madre y un negro. En verano, nosotros los niños dormíamos en la galería. Una de nuestras camas estaba justo debajo de la habitación de mis padres. Cada uno de nosotros había mirado por la cortina entreabierta y había visto lo que estaba pasando. Papá había contratado a un negro (Sam) para que trabajara en la granja, haciendo un poco de todo mientras él trabajaba en otra parte, en la carretera. Por la noche llegaba tarde, en su viejo camión. Yo no recuerdo cómo se desencadenaron los acontecimientos pero supongo que papá sabría o sospecharía lo que pasaba. Terminó con que papá y mamá se separaron, y mamá nos llevó a los chicos a San Francisco. Se escapó con el camión de papá y todos los recuerdos que él había traído de Alaska. Creo que eso fue por 1935... En San Francisco siempre estaba metido en líos.
Iba con una pandilla en la que todos eran mayores que yo. Mi madre estaba siempre borracha, nunca en condiciones de proporcionarnos las cosas y cuidados que necesitábamos. Yo era tan libre y salvaje como un coyote. No había reglas ni disciplina, ni nadie que me enseñara a distinguir el bien del mal. Iba y venía a mi antojo, hasta la primera vez que me metí en un lío. Fui de un correccional a otro muchas veces por escaparme de casa y robar. Recuerdo uno. Tenía los riñones flojos y mojaba la cama todas las noches. Me humillaba mucho pero no podía controlarme. La gobernanta me pegaba muy fuerte, me insultaba y se burlaba de mí delante de los demás chicos. Venía a todas horas durante la noche para ver si había mojado la cama. Me destapaba y me pegaba furiosa con un gran cinturón de cuero negro, me agarraba del pelo para sacarme de la cama, me llevaba arrastrado hasta el cuarto de baño, me metía en la bañera, abría el grifo del agua fría y me ordenaba que me lavara, yo y las sábanas. Cada noche era una pesadilla. Luego le pareció muy divertido ponerme una pomada en el pexx. Era casi insoportable. Quemaba como fuego. Más tarde la despidieron del empleo. Pero eso no me hizo cambiar de idea, acerca de lo que me hubiera gustado hacerle a ella y a toda la gente que se burlaba de mí.
Entonces, como el doctor Jones le había dicho que tenía que entregar la declaración aquella misma tarde, Smith pasó a la primera adolescencia y a los años que había pasado con su padre, recorriendo el Oeste y el Lejano Oeste buscando oro, atrapando animales, haciendo trabajos ocasionales.
Yo quería a mi padre pero había veces en que cariño y afecto goteaban de mi corazón como agua sucia. Siempre que se desentendía de mis problemas. Cuando se negaba a darme un poco de consideración, de voz, de responsabilidad. Tuve que alejarme de él. Cuando tenía dieciséis años, me alisté en la Marina Mercante. En 1948 entré en filas, el oficial de reclutamiento me dio una oportunidad y me puso más nota en mi examen. Entonces empecé a darme cuenta de la importancia de la educación. Eso sólo aumentó el odio y resentimiento que sentía por los demás. Empecé a meterme en jaleos. Arrojé a un policía japonés desde un puente, al agua. Me sometieron a consejo de guerra por arrasar un café japonés. Me volvieron a hacer consejo de guerra en Kyoto, Japón, por haber robado un taxi japonés. Pasé en el ejército cuatro años. Tuve varios arranques de cólera por entonces, mientras servía en Japón y en Corea. Estuve quince meses en Corea, fui relevado y enviado a los Estados Unidos. Se me concedió una mención especial por ser el primer veterano de Corea que regresaba al territorio de Alaska. Grandes artículos, todas esas cosas... Terminé el servicio militar en Fort Lewis, Washington.
El lápiz de Smith volaba casi indescifrable a medida que avanzaba hacia un pasado más reciente: el accidente de moto que le había dejado lisiado, el allanamiento de morada de Phillipsburg, Kansas, que le había proporcionado su primera condena.
A sangre fria - Truman Capote