OP
pilou12
Guest
88
Pero llegó la primavera. Me hacía daño andar pero ya podía hacerlo. Y papá todavía me estaba esperando.
Esperaba pero no ociosamente. Cuando Perry llegó al lugar donde se habría de construir el parador de caza, su padre, trabajando él solo, había dado ya fin a la tarea más pesada: había allanado el terreno, cortado los troncos necesarios, tallado y transportado vagones enteros de roca del país.
-El parador no se empezó a construir hasta que llegué yo. Lo hicimos todo nosotros solos, piedra a piedra. Solamente y muy de vez en cuando, venía un indio que nos ayudaba. Papá se comportaba como un maníaco. Pasara lo que pasase, con tempestad de nieve, temporales, viento que partiera los árboles en dos, nosotros seguíamos firmes allí. El día que terminamos el techo, papá bailó encima, gritando y riendo, una auténtica fiesta de fin de obra. Bueno, quedó algo extraordinario. Con capacidad para alojar a veinte personas. En el comedor había una gran chimenea. Y había un bar: el «Totem Pole Cocktail Lounge», donde yo divertiría a los clientes. Cantando y así. Lo inauguramos en los finales del año 1953.
Pero los esperados cazadores no llegaron y los turistas, los pocos que pasaban de vez en cuando por la autopista, se paraban a fotografiar la increíble rusticidad del «Trapper's Den Lodge», pero rara vez a pasar la noche.
-Por un tiempo quisimos engañarnos, pensando que el parador se impondría. Papá intentó poner algo más como atracción. Hizo un «Jardín de los Recuerdos» con un «Pozo de los Deseos». Llenó la autopista con carteles indicadores. Pero nada de todo aquello nos trajo un centavo. Cuando papá reconoció el hecho, cuando vio que no servía para nada, que no habíamos hecho sino malgastar trabajo y dinero, empezó a tomarla contra mí. A maltratarme. Con rencor. Decía que yo no había cumplido la parte que me correspondía del trabajo. No era culpa suya como tampoco mía.
En una situación como aquélla, sin dinero y con poca comida, no podíamos hacer más que atacarnos los nervios el uno al otro. Llegó un momento en que nos moríamos de hambre. Por eso todo se vino abajo. Por una galleta. Aparentemente. Papá me arrancó una galleta de la mano y dijo que yo comía demasiado, que era un codicioso y egoísta de mierda y que lo mejor que podía hacer era largarme porque él no quería saber nada más de mí. Siguió repitiéndolo hasta que no pude más. Mis manos lo cogieron por la garganta. Mis manos... eran mis manos, pero no yo quien las controlaba. Querían despedazarlo. Pero papá sabe escabullirse, es un buen luchador. Así que se desprendió de mí y corrió a buscar su fusil. Regresó apuntándome y dijo:
«-Mírame bien, Perry, porque ésta es la última cosa viva que vas a ver.
»Yo me quedé donde estaba y él tiro del gatillo. Y volvió a tirar. Y cuando se dio cuenta de que el fusil ni siquiera estaba cargado empezó a llorar. Se sentó en el suelo lloriqueando como una criatura. Entonces vi que ya no estaba furioso contra él. Lo sentía por él. Por nosotros dos. Pero no servía de nada, no había nada que yo pudiera decir. Salí a caminar un rato. Era en abril, pero el bosque todavía estaba lleno de nieve. Caminé hasta que casi fue de noche. De regreso, encontré el parador a oscuras y todas las puertas cerradas con llave. Y todas mis cosas estaban allí afuera, tiradas sobre la nieve. Donde papá las había arrojado. Libros. Ropa. Todo. Lo dejé allí. Excepto mi guitarra.
Cogí mi guitarra y me fui hacia la autopista. Sin un dólar en el bolsillo. A eso de medianoche, un camión se detuvo para recogerme y llevarme. El conductor me preguntó adonde iba y yo le contesté: "Dónde vaya usted, voy yo." Después de pasarse varias semanas refugiado en casa de la familia James, Perry se decidió por un destino: Worcester, Massachussetts, ciudad natal de un «compinche del ejército», porque pensó que él le recibiría bien y le ayudaría a encontrar «un empleo bien retribuido». Diferentes desvíos prolongaron aquel viaje al este: lavó platos en un restaurante de Omaha, vendió gasolina en un garaje de Oklahoma, trabajó un mes en un rancho de Texas.
A sangre fria - Truman Capote
Pero llegó la primavera. Me hacía daño andar pero ya podía hacerlo. Y papá todavía me estaba esperando.
Esperaba pero no ociosamente. Cuando Perry llegó al lugar donde se habría de construir el parador de caza, su padre, trabajando él solo, había dado ya fin a la tarea más pesada: había allanado el terreno, cortado los troncos necesarios, tallado y transportado vagones enteros de roca del país.
-El parador no se empezó a construir hasta que llegué yo. Lo hicimos todo nosotros solos, piedra a piedra. Solamente y muy de vez en cuando, venía un indio que nos ayudaba. Papá se comportaba como un maníaco. Pasara lo que pasase, con tempestad de nieve, temporales, viento que partiera los árboles en dos, nosotros seguíamos firmes allí. El día que terminamos el techo, papá bailó encima, gritando y riendo, una auténtica fiesta de fin de obra. Bueno, quedó algo extraordinario. Con capacidad para alojar a veinte personas. En el comedor había una gran chimenea. Y había un bar: el «Totem Pole Cocktail Lounge», donde yo divertiría a los clientes. Cantando y así. Lo inauguramos en los finales del año 1953.
Pero los esperados cazadores no llegaron y los turistas, los pocos que pasaban de vez en cuando por la autopista, se paraban a fotografiar la increíble rusticidad del «Trapper's Den Lodge», pero rara vez a pasar la noche.
-Por un tiempo quisimos engañarnos, pensando que el parador se impondría. Papá intentó poner algo más como atracción. Hizo un «Jardín de los Recuerdos» con un «Pozo de los Deseos». Llenó la autopista con carteles indicadores. Pero nada de todo aquello nos trajo un centavo. Cuando papá reconoció el hecho, cuando vio que no servía para nada, que no habíamos hecho sino malgastar trabajo y dinero, empezó a tomarla contra mí. A maltratarme. Con rencor. Decía que yo no había cumplido la parte que me correspondía del trabajo. No era culpa suya como tampoco mía.
En una situación como aquélla, sin dinero y con poca comida, no podíamos hacer más que atacarnos los nervios el uno al otro. Llegó un momento en que nos moríamos de hambre. Por eso todo se vino abajo. Por una galleta. Aparentemente. Papá me arrancó una galleta de la mano y dijo que yo comía demasiado, que era un codicioso y egoísta de mierda y que lo mejor que podía hacer era largarme porque él no quería saber nada más de mí. Siguió repitiéndolo hasta que no pude más. Mis manos lo cogieron por la garganta. Mis manos... eran mis manos, pero no yo quien las controlaba. Querían despedazarlo. Pero papá sabe escabullirse, es un buen luchador. Así que se desprendió de mí y corrió a buscar su fusil. Regresó apuntándome y dijo:
«-Mírame bien, Perry, porque ésta es la última cosa viva que vas a ver.
»Yo me quedé donde estaba y él tiro del gatillo. Y volvió a tirar. Y cuando se dio cuenta de que el fusil ni siquiera estaba cargado empezó a llorar. Se sentó en el suelo lloriqueando como una criatura. Entonces vi que ya no estaba furioso contra él. Lo sentía por él. Por nosotros dos. Pero no servía de nada, no había nada que yo pudiera decir. Salí a caminar un rato. Era en abril, pero el bosque todavía estaba lleno de nieve. Caminé hasta que casi fue de noche. De regreso, encontré el parador a oscuras y todas las puertas cerradas con llave. Y todas mis cosas estaban allí afuera, tiradas sobre la nieve. Donde papá las había arrojado. Libros. Ropa. Todo. Lo dejé allí. Excepto mi guitarra.
Cogí mi guitarra y me fui hacia la autopista. Sin un dólar en el bolsillo. A eso de medianoche, un camión se detuvo para recogerme y llevarme. El conductor me preguntó adonde iba y yo le contesté: "Dónde vaya usted, voy yo." Después de pasarse varias semanas refugiado en casa de la familia James, Perry se decidió por un destino: Worcester, Massachussetts, ciudad natal de un «compinche del ejército», porque pensó que él le recibiría bien y le ayudaría a encontrar «un empleo bien retribuido». Diferentes desvíos prolongaron aquel viaje al este: lavó platos en un restaurante de Omaha, vendió gasolina en un garaje de Oklahoma, trabajó un mes en un rancho de Texas.
A sangre fria - Truman Capote