OP
pilou12
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Suspicaz, santurrón rencoroso, era como una esposa de la que había que librarse. Y no había más que un medio de lograrlo: largarse sin decir palabra.
Absorto en sus planes, Dick no vio el coche patrulla que pasaba junto a él muy despacio observando. Tampoco vio Perry, que bajaba los escalones de correos con la caja a hombros, el coche que pasaba y los policías que había dentro.
Los agentes Ocie Pigford y Francis Macauley se sabían de memoria páginas enteras de datos incluyendo la descripción de un Chevrolet 1956 blanco y negro con matrícula de Kansas JO 16212. Ni Perry ni Dick se dieron cuenta de que los seguía la policía cuando se alejaron de correos, y Dick al volante y Perry indicándole el camino, se dirigieron hacia el norte. Cinco manzanas más allá torcieron a la izquierda, luego a la derecha, rodaron medio kilómetro más y detuvieron el coche frente a una palmera moribunda y un letrero medio borrado por las inclemencias del tiempo que sólo había dejado una palabra: OOM1.
-¿Es aquí? -preguntó Dick.
Perry asintió mientras el coche patrulla se acercaba a ellos.
El Departamento de Investigación de la Prisión de Las Vegas contiene dos dependencias para interrogatorios, habitaciones que miden tres metros por cuatro, iluminadas con fluorescentes, con paredes y techo de celotex. En cada habitación además de un ventilador eléctrico, una mesa metálica y dos sillas plegables, metálicas también, existen micrófonos disimulados, magnetófonos escondidos e, inserta en la puerta, una mirilla de observación en forma de espejo. El sábado, 2 de enero de 1960, ambas habitaciones estaban reservadas para las dos de la tarde, hora que cuatro detectives de Kansas habían elegido para tener que enfrentarse con Hickock y Smith por primera vez.
Poco antes de la hora fijada, el cuarteto de agentes del KBI (Harold Nye, Roy Church, Alvin Dewey y Clarence Duntz) se reunió en el corredor junto a las dependencias de interrogatorios. Nye tenía fiebre.
-Algo de gripe, pero nada más que nervios -le diría posteriormente a un periodista-. Hacía dos días que aguardaba en Las Vegas: en cuanto tuve noticias de que los tenían tomé el primer avión.
»El resto del equipo, Al, Roy y Clarence, llegaron en coche. Un viaje pésimo. Pésimo tiempo. Pasaron la Nochevieja aislados por la nieve en un hotel de Alburquerque. Caramba, cuando por fin llegaron a Las Vegas, falta les hacía un buen whisky y buenas noticias. Yo los aguardaba con las dos cosas. Nuestros jovencitos habían firmado sendas renuncias de extradición. Y algo todavía mejor: teníamos las botas, los dos pares, y las suelas: las Cat's Paw y las de dibujo a rombos, correspondían exactamente con las huellas encontradas en la casa de los Clutter. Las botas venían en una caja llena de trastos que acababan de recoger de correos precisamente un momento antes de que cayera el telón. Como le decía yo a Al Dewey: «Imagínate si la patrulla llega cinco minutos antes».
»A pesar de ello, nuestro caso era débil, nada absolutamente indiscutible. Pero recuerdo que, mientras aguardábamos en el corredor, sí, recuerdo que estaba febril y nervioso pero confiado; nos sentíamos muy cerca de la verdad. Mi tarea, la mía y la de Church, era sacarle la verdad a Hickock. Smith era tarea de Al y el viejo Duntz. Yo no había visto todavía a los sospechosos, sólo había examinado sus pertenencias y dispuesto las renuncias de extradición. No había visto jamás a Hickock hasta que lo llevaron al interrogatorio.
1 OOM lo que quedaba de la palabra «Rooms», Habitaciones. (N. del T.)
A sangre fria - Truman Capote
Suspicaz, santurrón rencoroso, era como una esposa de la que había que librarse. Y no había más que un medio de lograrlo: largarse sin decir palabra.
Absorto en sus planes, Dick no vio el coche patrulla que pasaba junto a él muy despacio observando. Tampoco vio Perry, que bajaba los escalones de correos con la caja a hombros, el coche que pasaba y los policías que había dentro.
Los agentes Ocie Pigford y Francis Macauley se sabían de memoria páginas enteras de datos incluyendo la descripción de un Chevrolet 1956 blanco y negro con matrícula de Kansas JO 16212. Ni Perry ni Dick se dieron cuenta de que los seguía la policía cuando se alejaron de correos, y Dick al volante y Perry indicándole el camino, se dirigieron hacia el norte. Cinco manzanas más allá torcieron a la izquierda, luego a la derecha, rodaron medio kilómetro más y detuvieron el coche frente a una palmera moribunda y un letrero medio borrado por las inclemencias del tiempo que sólo había dejado una palabra: OOM1.
-¿Es aquí? -preguntó Dick.
Perry asintió mientras el coche patrulla se acercaba a ellos.
El Departamento de Investigación de la Prisión de Las Vegas contiene dos dependencias para interrogatorios, habitaciones que miden tres metros por cuatro, iluminadas con fluorescentes, con paredes y techo de celotex. En cada habitación además de un ventilador eléctrico, una mesa metálica y dos sillas plegables, metálicas también, existen micrófonos disimulados, magnetófonos escondidos e, inserta en la puerta, una mirilla de observación en forma de espejo. El sábado, 2 de enero de 1960, ambas habitaciones estaban reservadas para las dos de la tarde, hora que cuatro detectives de Kansas habían elegido para tener que enfrentarse con Hickock y Smith por primera vez.
Poco antes de la hora fijada, el cuarteto de agentes del KBI (Harold Nye, Roy Church, Alvin Dewey y Clarence Duntz) se reunió en el corredor junto a las dependencias de interrogatorios. Nye tenía fiebre.
-Algo de gripe, pero nada más que nervios -le diría posteriormente a un periodista-. Hacía dos días que aguardaba en Las Vegas: en cuanto tuve noticias de que los tenían tomé el primer avión.
»El resto del equipo, Al, Roy y Clarence, llegaron en coche. Un viaje pésimo. Pésimo tiempo. Pasaron la Nochevieja aislados por la nieve en un hotel de Alburquerque. Caramba, cuando por fin llegaron a Las Vegas, falta les hacía un buen whisky y buenas noticias. Yo los aguardaba con las dos cosas. Nuestros jovencitos habían firmado sendas renuncias de extradición. Y algo todavía mejor: teníamos las botas, los dos pares, y las suelas: las Cat's Paw y las de dibujo a rombos, correspondían exactamente con las huellas encontradas en la casa de los Clutter. Las botas venían en una caja llena de trastos que acababan de recoger de correos precisamente un momento antes de que cayera el telón. Como le decía yo a Al Dewey: «Imagínate si la patrulla llega cinco minutos antes».
»A pesar de ello, nuestro caso era débil, nada absolutamente indiscutible. Pero recuerdo que, mientras aguardábamos en el corredor, sí, recuerdo que estaba febril y nervioso pero confiado; nos sentíamos muy cerca de la verdad. Mi tarea, la mía y la de Church, era sacarle la verdad a Hickock. Smith era tarea de Al y el viejo Duntz. Yo no había visto todavía a los sospechosos, sólo había examinado sus pertenencias y dispuesto las renuncias de extradición. No había visto jamás a Hickock hasta que lo llevaron al interrogatorio.
1 OOM lo que quedaba de la palabra «Rooms», Habitaciones. (N. del T.)
A sangre fria - Truman Capote