- Registrado
- 3 Mar 2019
- Mensajes
- 8.681
- Calificaciones
- 39.895
- Ubicación
- Vallecas
Dios, cuando has dicho lo de la napolitana de la terraza divida entre tres me recordó al padre de un amigo que era súper tacaño, un día estaba con mi amigo, su hermano pequeño, su padre tacaño y la mujer pues fuimos a un centro comercial a pasar la tarde y la madre nos compro en el súper el típico pack de tres zumitos pequeños y una bolsa de patatas fritas a cada uno que no llegaría a 80 céntimos, pues cuando se enteró el padre del "tremendo derroche" que había hecho la madre, monto un pollo delante de todo el mundo, que nunca me he comido unas patatas con tanta Vergüenza y culpabilidad jajaja lo cojonudo es que el padre era "gamer" y se dejaba (y se deja) más de 30,40,50 euros o las en juegos de la play, xbx y Nintendo, que por supuesto cada uno hace lo que quiere con su dinero pero me sorprende que se puedan dejar tanto dinero en un juego y luego monten un drama por unos centímosPrimas, a petición popular ahí va mi relato de la semana del infierno en casa de la tacaña más grande que he tenido la desgracia de conocer. Intentaré resumirlo todo lo que pueda.
Antes de nada, para poneros en situación, yo por aquel entonces tenía unos 11 años y era una niña muy delgadita que comía muy poco. Osea, que era bastante difícil que yo pasase hambre en cualquier sitio, menos en esa horrible casa, claro.
Esta mujer (llamémosla Sara) vino a recogerme al salir del trabajo para empezar lo que en principio iban a ser dos semanas de vacaciones en su casa para que yo estuviese con su hija, que por aquel entonces era muy amiga mía (y una tacaña igual que su madre). Cuando llegamos ya era la hora de la cena, por lo que Sara dijo que iba a preparar una tortilla de patatas. Cuando nos sentamos a cenar (Sara, su marido, su hija, su hijo y yo) veo que la tortilla era enana, tenía un tamaño ridículo para 5 personas. Cortan la tortilla y sirven un cachito minúsculo para cada uno. Yo me voy a la cama con hambre. Al día siguiente Sara nos llama a desayunar, ella ya ha desayunado con su marido porque éste se tenía que ir a trabajar, por lo que solo nos sentamos a la mesa mi amiga, su hermano y yo. Sara nos sirve un vaso de leche con colacao, y ya. Pregunto si hay galletas, cereales o algo y me dice que no, que ellos solo desayunan leche. A la hora de la comida había sopa, nada más. Por la tarde Sara se lleva al niño a no sé donde y nos quedamos mi amiga y yo solas en casa. Como estaba muerta de hambre le pregunto si podemos merendar ya, a lo que me dice que en su casa nunca meriendan. Yo le digo a mi amiga que por favor comamos algo, que tengo mucha hambre, y mi amiga me dice que no, que no se puede coger nada sin permiso de su madre, a mí eso me pareció surrealista y como ya no podía más abrí la nevera y cogí un yogur. Mi amiga me dice que allá yo, pero que cuando venga su madre se va a dar cuenta y se va a enfadar. Me como el yogur y nos vamos a su habitación a jugar, al rato escuchamos que Sara vuelve a casa, nosotras seguimos en la habitación jugando cuando de repente escuchamos a Sara gritar "quien se ha comido un yogur??!!" Vamos a la cocina y mi amiga se apresura a decir que fui yo. Yo le digo que tenía mucha hambre y que cuando mi amiga viene a mi casa siempre coge lo que quiere para comer y que pensaba que yo podía hacer lo mismo, me dice que no pasa nada, pero que la próxima vez pida permiso. Los siguientes días transcurren igual, desayunando leche con colacao, y comiendo y cenando raciones absurdas. Un día al acabar de comer Sara me ofreció un plátano de postre y yo casi lloro de felicidad ?. El sábado por la mañana, mientras tomábamos nuestro maravilloso colacao, llega el marido de Sara diciendo "he traído croissants para desayunar!". Yo estaba más feliz que una perdiz, hasta que abren la bolsa y sacan dos croissants. Dos croissants para 5 personas!! Los cortan en cachitos y nos dan un cachito a cada uno. Por la tarde nos vamos todos de paseo, y al rato nos sentamos en una terraza a tomar algo. Sara y su marido se piden unas bebidas y a nosotros nos piden un vaso de agua del grifo que tenemos que compartir entre los tres. Al día siguiente, por la mañana, vamos a visitar a la abuela paterna de mi amiga, que era una señora adorable, la cual nos dio dos euros a cada una para comprar chuches. Por la tarde la misma historia del día anterior, paseo y paradita en una terraza, solo que esta vez, cuando el camarero viene a tomar nota, yo, que estaba hasta los huevos de pasar hambre, cometo la desfachatez de decirle al camarero que quiero un zumo y una napolitana. A Sara casi le da un ataque allí mismo. Cuando me trajeron el zumo y la napolitana Sara lo repartió todo entre los tres (mi amiga, su hermano y yo). Estuvo mosqueada todo el día, pero no me dijo nada. Al día siguiente, a media mañana, le pregunto a Sara si puedo bajar a la tienda de chucherías a comprar algunas chuches para mi amiga y para mí con los dos euros que nos había dado la abuela, me dice que sí y yo aprovecho para ir a una cabina cercana a la tienda para llamar a mi madre y decirle por favor que pusiese cualquier excusa para que Sara me llevase a casa, que lo estaba pasando fatal. Supongo que como la llamé desde una cabina y aún por encima estaba llorando mi madre se asustó muchísimo. Compré unas pocas gominolas con el dinero que me sobró de la llamada y volví a la casa. Cuando llegué Sara me dijo que recogiese mis cosas, que mi madre acababa de llamar pidiéndole que me llevase a casa porque mi hermano pequeño me echaba mucho de menos y no paraba de llorar. No sé si Sara se lo llegó a creer o no, pero bueno, ni hizo preguntas ni dijo nada. Recuerdo el momento de volver a mi casa como de los más felices de mi vida.