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Este post es largo, aviso.
Acabo de terminar de escribirlo y aún estoy temblando. Es la primera vez que lo hago, amparada en el anonimato.
Va para todas las que prejuzgáis a las familias que se desentienden de los enfermos mentales. Para que entendáis.
Lo siento si no viene al caso:
Tuve una pareja que era bipolar. Nos conocimos durante la carrera, ambos “estudiábamos fuera”, lejos de casa; yo contaba 21 años y él 2 más. Cuando comenzamos a salir no me contó nada acerca de su enfermedad.
A los 5 o 6 meses de relación, mientras ultimábamos los trámites de un alquiler para irnos a vivir juntos, tuvo un brote maniaco-psicótico. De un día para otro comenzó con discursos delirantes, a veces dirigidos contra mí (mi padre había fallecido de cáncer hacía menos de un año y supo muy bien como hurgar en esa herida), otras veces simplemente eran “cosas muy locas” que me angustiaban sobremanera. Evidentemente, ahí se destapó todo el pastel y supe de su enfermedad y brotes anteriores por sus amigos y compañeros de promoción. Acabó ingresado y, cuando acudí a verlo, aún contencionado, me agredió físicamente. No dije nada a sus médicos por temor a perjudicarlo (error!). Al alta, decidí continuar con la relación porque lo quería, porque no iba a dejarlo por eso (que maldad!), y porque yo iba a estar ahí para ayudarlo siempre (ayyyyy la juventud...). Y nos fuimos a vivir juntos.
La vida volvió a la normalidad, con él tomando su tratamiento. Después de una temporada empezó a dejar de tomar la medicación porque se encontraba bien y las pastillas tenían efectos sedantes que le incomodaban y, total, “no las necesitaba”. Adivináis? Claro, otro brote. Más de lo mismo.
Esta vez su familia se traslada a donde estábamos por motivo de su inminente graduación. Aquí viene tela marinera: sus padres, que lo tuvieron siendo bastante mayores, son negadores/normalizadores de su conducta, evitan el ingreso a toda costa y me manipulan para que mantenga todo en secreto para “no dañar al niño”. Le ajustan la medicación por su cuenta y riesgo. Yo consigo con mi insistencia acudir con él a una cita urgente en la Unidad de Salud Mental que lo lleva. Ahí me entero que hay análisis en los que ha dado positivo en cocaína, cannabis y ¡heroína!; su conducta es tal que el psiquiatra acaba expulsándolo a gritos de la consulta y, cuando nos quedamos a solas, me dice que lo deje, que soy muy joven y que me va a amargar la vida. Y yo me digo: pobrecito, está enfermo, que psiquiatra más inhumano, yo voy a ayudarlo, juntos saldremos de esta...
El brote pasa. Más de lo mismo. Un año después otro brote, esta vez cuando me gradúo yo. Mi familia ha acudido. Me paso la cena post-orla con mi novio en la mesa loco perdido, yo ocultándolo a mi familia, la suya haciendo como si nada. Solamente su hermana se apiada de mí y me dice lo que deje antes de que me hunda, como la hundió a ella... Una noche que debía ser de celebración se convierte en una noche en la que acudo al baño a llorar varias veces angustiada. Siempre recordaré ese día con inmensa tristeza.
Pensaba quedarme a trabajar allí donde estudié, pero veo que seguir así es imposible y de una semana otra vuelvo a casa sin decir nada a mis amigos de carrera (muchos no me lo perdonaron y perdí grandes amistades por mi silencio). Necesito que vivamos separados porque no puedo con la situación. Él entra en fase depresiva, amenaza con quitarse la vida, me presiona para volver juntos... después de unos meses acabo cediendo.
A todo esto van dos años y pico. Mis amigos no lo saben, mi familia tampoco. Yo miento para taparlo. Vivo angustiada para que nadie se entere. Invento excusas... Su familia continúa presionándome para que guarde silencio. Lo hago.
No trabaja, aunque eso es lo de menos. yo lo mantengo. Vuelta a lo mismo. Deja la medicación, yo cada vez peor. Encuentro drogas en casa. Otro brote. Más angustia. Su familia normalizando y no ayudándome en nada. Yo completamente sola. Comienzo a dormir en habitaciones separadas. Una noche me despierto cuando trata de abusar de mí. Me voy de casa y duermo en el coche.
Definitivamente lo dejo. Se queda con nuestro perro para hacerme daño, porque figuraba a su nombre, pero me pide dinero para mantener al perro. Al principio se lo doy (mi chuchito estaba enfermo y necesitaba tratamiento), pero después de unos meses corto el grifo... entonces lo sacrifica.
Pasa meses amenazándome. Ya no cedo más.
Que bonitos se ven los toros desde la barrera, primas.
Acabo de terminar de escribirlo y aún estoy temblando. Es la primera vez que lo hago, amparada en el anonimato.
Va para todas las que prejuzgáis a las familias que se desentienden de los enfermos mentales. Para que entendáis.
Lo siento si no viene al caso:
Tuve una pareja que era bipolar. Nos conocimos durante la carrera, ambos “estudiábamos fuera”, lejos de casa; yo contaba 21 años y él 2 más. Cuando comenzamos a salir no me contó nada acerca de su enfermedad.
A los 5 o 6 meses de relación, mientras ultimábamos los trámites de un alquiler para irnos a vivir juntos, tuvo un brote maniaco-psicótico. De un día para otro comenzó con discursos delirantes, a veces dirigidos contra mí (mi padre había fallecido de cáncer hacía menos de un año y supo muy bien como hurgar en esa herida), otras veces simplemente eran “cosas muy locas” que me angustiaban sobremanera. Evidentemente, ahí se destapó todo el pastel y supe de su enfermedad y brotes anteriores por sus amigos y compañeros de promoción. Acabó ingresado y, cuando acudí a verlo, aún contencionado, me agredió físicamente. No dije nada a sus médicos por temor a perjudicarlo (error!). Al alta, decidí continuar con la relación porque lo quería, porque no iba a dejarlo por eso (que maldad!), y porque yo iba a estar ahí para ayudarlo siempre (ayyyyy la juventud...). Y nos fuimos a vivir juntos.
La vida volvió a la normalidad, con él tomando su tratamiento. Después de una temporada empezó a dejar de tomar la medicación porque se encontraba bien y las pastillas tenían efectos sedantes que le incomodaban y, total, “no las necesitaba”. Adivináis? Claro, otro brote. Más de lo mismo.
Esta vez su familia se traslada a donde estábamos por motivo de su inminente graduación. Aquí viene tela marinera: sus padres, que lo tuvieron siendo bastante mayores, son negadores/normalizadores de su conducta, evitan el ingreso a toda costa y me manipulan para que mantenga todo en secreto para “no dañar al niño”. Le ajustan la medicación por su cuenta y riesgo. Yo consigo con mi insistencia acudir con él a una cita urgente en la Unidad de Salud Mental que lo lleva. Ahí me entero que hay análisis en los que ha dado positivo en cocaína, cannabis y ¡heroína!; su conducta es tal que el psiquiatra acaba expulsándolo a gritos de la consulta y, cuando nos quedamos a solas, me dice que lo deje, que soy muy joven y que me va a amargar la vida. Y yo me digo: pobrecito, está enfermo, que psiquiatra más inhumano, yo voy a ayudarlo, juntos saldremos de esta...
El brote pasa. Más de lo mismo. Un año después otro brote, esta vez cuando me gradúo yo. Mi familia ha acudido. Me paso la cena post-orla con mi novio en la mesa loco perdido, yo ocultándolo a mi familia, la suya haciendo como si nada. Solamente su hermana se apiada de mí y me dice lo que deje antes de que me hunda, como la hundió a ella... Una noche que debía ser de celebración se convierte en una noche en la que acudo al baño a llorar varias veces angustiada. Siempre recordaré ese día con inmensa tristeza.
Pensaba quedarme a trabajar allí donde estudié, pero veo que seguir así es imposible y de una semana otra vuelvo a casa sin decir nada a mis amigos de carrera (muchos no me lo perdonaron y perdí grandes amistades por mi silencio). Necesito que vivamos separados porque no puedo con la situación. Él entra en fase depresiva, amenaza con quitarse la vida, me presiona para volver juntos... después de unos meses acabo cediendo.
A todo esto van dos años y pico. Mis amigos no lo saben, mi familia tampoco. Yo miento para taparlo. Vivo angustiada para que nadie se entere. Invento excusas... Su familia continúa presionándome para que guarde silencio. Lo hago.
No trabaja, aunque eso es lo de menos. yo lo mantengo. Vuelta a lo mismo. Deja la medicación, yo cada vez peor. Encuentro drogas en casa. Otro brote. Más angustia. Su familia normalizando y no ayudándome en nada. Yo completamente sola. Comienzo a dormir en habitaciones separadas. Una noche me despierto cuando trata de abusar de mí. Me voy de casa y duermo en el coche.
Definitivamente lo dejo. Se queda con nuestro perro para hacerme daño, porque figuraba a su nombre, pero me pide dinero para mantener al perro. Al principio se lo doy (mi chuchito estaba enfermo y necesitaba tratamiento), pero después de unos meses corto el grifo... entonces lo sacrifica.
Pasa meses amenazándome. Ya no cedo más.
Que bonitos se ven los toros desde la barrera, primas.