MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
24/11/2018
CHSSS...
LAS PRIMERAS DAMAS NO EXISTEN
CUANDO ÉL YA NO ES NADIE
CON NUESTRA ABOGADA
La reciente semana pasará a la historia como la de la polémica sobre “las primeras damas”. Si lo era Letizia o si lo era Begoña. Aunque a ustedes les sorprenda, las primeras damas no existen. Ni oficialmente ni en ninguna Constitución. Como escribe J.B. West, Ujier Mayor de La Casa Blanca, que sirvió nada menos que a siete presidentes “lo de primera dama es un término que, hace muchos años, popularizó una periodista, quedando como la única designación que se da a la mujer casada con el hombre al que llamamos señor presidente”. No tienen ningún título oficial. Ni han sido elegidas. Ni son responsables frente a nadie más que ante el hombre con el que se casaron. Para María Ángeles López de Celis quien, al igual que Mr. West, ha trabajado para seis presidentes del Gobierno en La Moncloa, eso de primera dama no es un cargo político ni un título institucional sino un calificativo de carácter social. Se trata de “mujeres que, desde el momento en el que sus maridos cumplen el más ansiado de sus sueños, se colocan en la casilla de salida de un largo y tortuoso camino que desembocará en un escenario hostil, habitando una vivienda carcelaria de la que nunca poseerán las llaves y sus actuaciones o la ausencia de ellas (como suele hacer Letizia y Begoña) serán puestas en tela de juicio permanentemente”.
Ningún presidente está preparado para dejar de serlo aunque, a diferencia de la esposa, sigue disfrutando de un estatus oficial: el de ex. Pero ellas pierden, incluso, el respeto o consideración social. Nadie mejor que Michelle Obama ha reflejado en Mi Historia (Plaza&Janés) la dramática soledad de quien de la noche a la mañana deja de ser “primera dama”. Me van a permitir reproducirlo con sus mismas palabras: “Cuando sales, tienes que encontrarte otra vez a ti misma... Aquella noche me encontraba en la casa de ladrillo a la que mi familia y yo nos habíamos mudado. Lo malo de aquella noche es que no había nadie... Estaba sola con nuestros dos perros en una casa silenciosa y vacía como no había visto en ocho años. Tenía hambre. Salí del dormitorio. Cuando llegué a la cocina, abrí la nevera. Encontré sólo un paquete de pan, saqué dos rebanadas y las puse en la tostadora. Luego abrí un armario y cogí un plato. Sé que suena raro pero coger un plato de una estantería de la cocina sin que nadie insista en hacerlo por ti y estar allí, sola, mirando como se dora el pan en la tostadora es lo más parecido a un retorno a mi antigua vida... Y me comí la tostada en la oscuridad sintiéndome sola en el mejor de los sentidos. Al cabo de unos minutos lavé el plato en el fregadero y me fui a la cama recobrando el aliento para adaptarme a la nueva vida”. ¡Fantástico! Nadie ha reflejado mejor esta situación de haber sido hoy “primera dama” y dejar de serlo al día siguiente.
El pasado miércoles, nos reuníamos en el hotel Palace de Madrid un numeroso grupo de periodistas admiradores y beneficiados de esa gran abogada, Cristina Peña, que celebraba sus bodas de oro con la profesión, defendiendo a la prensa y a nuestro derecho a la libertad de expresión. Allí se encontraban Antonio Fernández Galiano y Francisco Rosell, presidente de Unidad Editorial y director de EL MUNDO; Pedro J. Ramírez, director que fue y hoy de El Español; Ymelda Navajo, directora de La Esfera de los Libros, Agustín Pery, director adjunto de ABC y los columnistas Raúl de Pozo, Jiménez Losantos y este servidor de ustedes entre otros, a quienes la gran Cristina supo arrancarnos de las garras de la in-Justicia. A mí, personalmente, por haber osado calificar, en esta columna, de “estafador” y “chulo de Dewi Sukarno”, a Francisco Paesa, el más siniestro colaborador del Ministerio del Interior. Hasta el juez instructor y el abogado de Paesa, tenían, presuntamente, instrucciones de sentarme la mano. Me procesaron, me impusieron una fortísima fianza que pagó EL MUNDO y a acudir todas las semanas a firmar al juzgado. Así estuve durante un año. Cristina se enfrentó a Su Señoría, alegando que yo no era un delincuente. “Presunto”, le puntualizó el juez. El día del juicio, la sala estaba compuesta solo por mujeres: tres magistradas, María Luisa Aparicio Carril, María Jesús Alía Ramos y Victoria Calle Rodríguez, la fiscal y Cristina, mi abogada, frente al abogado de Paesa, Manuel Cobo del Rosal, antiguo compañero mío en la Facultad de Derecho de Granada. “Sé que lo tengo muy difícil por la simpatía del procesado entre el elemento femenino desde su época en Hola”, confesó cínicamente. “Acaba de condenarme”, pensé mientras observaba con preocupación a las tres magistradas, desagradablemente sorprendidas por las palabras del letrado. La exposición de la fiscal como la del abogado de Paesa fueron demoledoras para mí. ¡Qué difícil se lo han puesto a Cristina!, pensé. Pero me sorprendía con la tranquilidad que seguía las exposiciones del Ministerio Fiscal y del abogado de Paesa. Hasta que le tocó el turno. Después de unas palabras de contenido muy jurídico, abrió su cartera y sacó un papel. “Señoría, acabo de recibir este documento por el que se me comunica que Francisco Paesa ha sido detenido en Ginebra por estafa de 7.000 millones de pesetas, por lo que pido la libertad inmediata de mi cliente”. La sala, junto con el Ministerio Fiscal, acordaron dejar sin efecto mi procesamiento. Aunque Esopo decía que, ante quien está decidido a obrar injustamente, como Paesa y las cloacas del Estado, no hay defensa que valga. Pero esto no vale si es Cristina Peña quien te defiende.
¿Qué le habrá hecho renunciar al Falcón para hacerlo en el Airbus junto a sus colaboradores? Aun así, se les debería caer la cara de vergüenza, a él y a ellos, por utilizar un helicóptero y un Airbus para trasladarse de Madrid a... Valladolid, 190 kilómetros, habiendo un AVE que tarda menos de una hora. Y como no hay dos sin tres... ¡los coches del presidente y de sus ministros por delante! Qué ridículos nuevos ricos. De juzgado de guardia. ¡Qué diferencia humana de aquellas primeras Cortes de la democracia, el 13 de julio de 1977, con Dolores Ibárruri, Carrillo y Alberti comparados con los Pablo Iglesias, Irene Montero, Rufián y otros de igual o parecido pelaje de hoy. Nadie es imprescindible y él menos que nadie. Sin él se han recaudado 250.000 euros más que en la anterior Gala del SIDA, celebrada en Barcelona y presentada por Jesús Vázquez. ¡Qué ridículo parece con su abriguito tres cuartos y sus pantalones tobilleros! Ya no tienes edad para vestir así, querido. Diez veces citó la ministra de Defensa a “Su Majestad el Rey”, en la entrevista con Carlos Herrera. Me recordó al querido Jesús Hermida cuando lo hizo con Don Juan Carlos. Que premien a tu caballo “Yucatán” como el mejor semental del mundo y que no pueda montarlo es una desgracia. Se lo prohíbe el club de fútbol del que es capitán. Se echó de menos a Mario Niebla e injustificable la ausencia de la organizadora, Laura Sánchez.
JAIME PEÑAFIEL
24/11/2018
CHSSS...
LAS PRIMERAS DAMAS NO EXISTEN
CUANDO ÉL YA NO ES NADIE
CON NUESTRA ABOGADA
La reciente semana pasará a la historia como la de la polémica sobre “las primeras damas”. Si lo era Letizia o si lo era Begoña. Aunque a ustedes les sorprenda, las primeras damas no existen. Ni oficialmente ni en ninguna Constitución. Como escribe J.B. West, Ujier Mayor de La Casa Blanca, que sirvió nada menos que a siete presidentes “lo de primera dama es un término que, hace muchos años, popularizó una periodista, quedando como la única designación que se da a la mujer casada con el hombre al que llamamos señor presidente”. No tienen ningún título oficial. Ni han sido elegidas. Ni son responsables frente a nadie más que ante el hombre con el que se casaron. Para María Ángeles López de Celis quien, al igual que Mr. West, ha trabajado para seis presidentes del Gobierno en La Moncloa, eso de primera dama no es un cargo político ni un título institucional sino un calificativo de carácter social. Se trata de “mujeres que, desde el momento en el que sus maridos cumplen el más ansiado de sus sueños, se colocan en la casilla de salida de un largo y tortuoso camino que desembocará en un escenario hostil, habitando una vivienda carcelaria de la que nunca poseerán las llaves y sus actuaciones o la ausencia de ellas (como suele hacer Letizia y Begoña) serán puestas en tela de juicio permanentemente”.
Ningún presidente está preparado para dejar de serlo aunque, a diferencia de la esposa, sigue disfrutando de un estatus oficial: el de ex. Pero ellas pierden, incluso, el respeto o consideración social. Nadie mejor que Michelle Obama ha reflejado en Mi Historia (Plaza&Janés) la dramática soledad de quien de la noche a la mañana deja de ser “primera dama”. Me van a permitir reproducirlo con sus mismas palabras: “Cuando sales, tienes que encontrarte otra vez a ti misma... Aquella noche me encontraba en la casa de ladrillo a la que mi familia y yo nos habíamos mudado. Lo malo de aquella noche es que no había nadie... Estaba sola con nuestros dos perros en una casa silenciosa y vacía como no había visto en ocho años. Tenía hambre. Salí del dormitorio. Cuando llegué a la cocina, abrí la nevera. Encontré sólo un paquete de pan, saqué dos rebanadas y las puse en la tostadora. Luego abrí un armario y cogí un plato. Sé que suena raro pero coger un plato de una estantería de la cocina sin que nadie insista en hacerlo por ti y estar allí, sola, mirando como se dora el pan en la tostadora es lo más parecido a un retorno a mi antigua vida... Y me comí la tostada en la oscuridad sintiéndome sola en el mejor de los sentidos. Al cabo de unos minutos lavé el plato en el fregadero y me fui a la cama recobrando el aliento para adaptarme a la nueva vida”. ¡Fantástico! Nadie ha reflejado mejor esta situación de haber sido hoy “primera dama” y dejar de serlo al día siguiente.
El pasado miércoles, nos reuníamos en el hotel Palace de Madrid un numeroso grupo de periodistas admiradores y beneficiados de esa gran abogada, Cristina Peña, que celebraba sus bodas de oro con la profesión, defendiendo a la prensa y a nuestro derecho a la libertad de expresión. Allí se encontraban Antonio Fernández Galiano y Francisco Rosell, presidente de Unidad Editorial y director de EL MUNDO; Pedro J. Ramírez, director que fue y hoy de El Español; Ymelda Navajo, directora de La Esfera de los Libros, Agustín Pery, director adjunto de ABC y los columnistas Raúl de Pozo, Jiménez Losantos y este servidor de ustedes entre otros, a quienes la gran Cristina supo arrancarnos de las garras de la in-Justicia. A mí, personalmente, por haber osado calificar, en esta columna, de “estafador” y “chulo de Dewi Sukarno”, a Francisco Paesa, el más siniestro colaborador del Ministerio del Interior. Hasta el juez instructor y el abogado de Paesa, tenían, presuntamente, instrucciones de sentarme la mano. Me procesaron, me impusieron una fortísima fianza que pagó EL MUNDO y a acudir todas las semanas a firmar al juzgado. Así estuve durante un año. Cristina se enfrentó a Su Señoría, alegando que yo no era un delincuente. “Presunto”, le puntualizó el juez. El día del juicio, la sala estaba compuesta solo por mujeres: tres magistradas, María Luisa Aparicio Carril, María Jesús Alía Ramos y Victoria Calle Rodríguez, la fiscal y Cristina, mi abogada, frente al abogado de Paesa, Manuel Cobo del Rosal, antiguo compañero mío en la Facultad de Derecho de Granada. “Sé que lo tengo muy difícil por la simpatía del procesado entre el elemento femenino desde su época en Hola”, confesó cínicamente. “Acaba de condenarme”, pensé mientras observaba con preocupación a las tres magistradas, desagradablemente sorprendidas por las palabras del letrado. La exposición de la fiscal como la del abogado de Paesa fueron demoledoras para mí. ¡Qué difícil se lo han puesto a Cristina!, pensé. Pero me sorprendía con la tranquilidad que seguía las exposiciones del Ministerio Fiscal y del abogado de Paesa. Hasta que le tocó el turno. Después de unas palabras de contenido muy jurídico, abrió su cartera y sacó un papel. “Señoría, acabo de recibir este documento por el que se me comunica que Francisco Paesa ha sido detenido en Ginebra por estafa de 7.000 millones de pesetas, por lo que pido la libertad inmediata de mi cliente”. La sala, junto con el Ministerio Fiscal, acordaron dejar sin efecto mi procesamiento. Aunque Esopo decía que, ante quien está decidido a obrar injustamente, como Paesa y las cloacas del Estado, no hay defensa que valga. Pero esto no vale si es Cristina Peña quien te defiende.
¿Qué le habrá hecho renunciar al Falcón para hacerlo en el Airbus junto a sus colaboradores? Aun así, se les debería caer la cara de vergüenza, a él y a ellos, por utilizar un helicóptero y un Airbus para trasladarse de Madrid a... Valladolid, 190 kilómetros, habiendo un AVE que tarda menos de una hora. Y como no hay dos sin tres... ¡los coches del presidente y de sus ministros por delante! Qué ridículos nuevos ricos. De juzgado de guardia. ¡Qué diferencia humana de aquellas primeras Cortes de la democracia, el 13 de julio de 1977, con Dolores Ibárruri, Carrillo y Alberti comparados con los Pablo Iglesias, Irene Montero, Rufián y otros de igual o parecido pelaje de hoy. Nadie es imprescindible y él menos que nadie. Sin él se han recaudado 250.000 euros más que en la anterior Gala del SIDA, celebrada en Barcelona y presentada por Jesús Vázquez. ¡Qué ridículo parece con su abriguito tres cuartos y sus pantalones tobilleros! Ya no tienes edad para vestir así, querido. Diez veces citó la ministra de Defensa a “Su Majestad el Rey”, en la entrevista con Carlos Herrera. Me recordó al querido Jesús Hermida cuando lo hizo con Don Juan Carlos. Que premien a tu caballo “Yucatán” como el mejor semental del mundo y que no pueda montarlo es una desgracia. Se lo prohíbe el club de fútbol del que es capitán. Se echó de menos a Mario Niebla e injustificable la ausencia de la organizadora, Laura Sánchez.