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Pues mira que me gustan los cruceros, pero en los últimos tiempos la cosa se ha popularizado de tal forma que el halo de exclusividad y lujo que tradicionalmente han tenido y que contribuyó a ello determinadas películas como Tú y yo de Debora Kerr y Cary Grant, o Los caballeros las prefieren rubias, o series como Vacaciones en el mar, ahora hay tal grado de popularización que todo ese glamour se ha esfumado. Yo he hecho cinco cruceros, tres de ellos en época de precrisis y los otros dos en los años pasados y, de una forma más acusada, he venido observando en los últimos tal grado de decadencia- y es una compañía selectita- que no es normal. En el crucero de hace dos años estaba yo durmiendo la siesta en mi tumbona y una serie de gritos me despertó. Yo pensaba que era la animación vespertina, pero no. Resulta que una familia italiana y otra española se pusieron a gritar por una tumbona. Las madres de familia eran las que protagonizaron este altercado que, según mi marido, casi llegan a las manos. En el del año pasado el follonazo fue entre un italiano y una francesa, también por una tumbona. Hubo hasta derramamiento de cerveza por parte del maromo. Un show. Otra cosa que no me gusta tanto es lo de compartir mesa a la hora de la cena con los de otros camarotes, pero en los últimos cruceros hemos estado nosotros solos porque nos hemos dado cuenta de que la gente ve escueta la comida del restaurante y prefiere irse al buffet y por otro lado el tiempo de espera entre plato y plato es largo porque el camarero lo que hace es servir todos a la par y se crean silencios incómodos entre desconocidos además de que estamos viviendo tiempos de inmediatez. Nosotros preferimos irnos a cenar al restaurante porque da lugar a que nos podamos apañar mejor, contamos con una mesa reservada, probamos platos nuevos y postres que son una gozada y como nos gusta estar solos , agradecemos cuando en la primera cena se crean momentos incómodos de silencios porque vaticinamos que esa va a ser la última cena que hagamos acompañados.