Que sus nombres no se borren de la historia

Anselmo Vilar, el farero que apagó la luz para salvar miles de vidas en la Desbandá​

Evitó que los bombardeos se cebasen en el tramo comprendido entre los núcleos de Almayate y Caleta de Vélez​

Enrique Hidalgo (EFE)
15·12·17 | 17:56 | Actualizado a las 12:13


Fotografía facilitada por el periodista Jesús Hurtado de Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro

Fotografía facilitada por el periodista Jesús Hurtado de Anselmo

Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro


Las más de 120.000 personas que integraron la caravana humana que en febrero de 1937 huía de las tropas franquistas hacia Almería, un episodio conocido como la Desbandá, encontraron a su paso por Torre del Mar un aliado: el farero que apagó la luz y que salvó con ello miles de vidas.
En este núcleo de población de Vélez-Málaga, en el que se concentraron las personas que escapaban desde Málaga y los que procedían del interior de la comarca de la Axarquía, no se produjeron bombardeos ni ametrallamientos por parte de la aviación italiana y la marina del bando nacional.



La culpa de esto la tuvo Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro, lo que dificultó que los aviones y los barcos pudiesen ubicarse y localizar a la población que huía en este punto de la costa.

Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado, según ha explicado Jesús Hurtado, vecino de Vélez-Málaga e investigador de este suceso.
Hurtado, que ha publicado varios escritos sobre este hecho, ha presentado una iniciativa para homenajear y distinguir al farero y que su gesta no quede olvidada.

Ha asegurado que Vilar fue "un héroe", que al incumplir la principal obligación de su cometido y dejar sin referencia a los aviones salvó a las miles de personas que se ocultaban en la zona en la que se encontraba el antiguo Faro de Torre del Mar, actualmente encajonado entre unos edificios en la avenida Toré Toré.

Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo la Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos, según los partes de guerra estudiados por Hurtado.
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Vilar tuvo el arrojo de apagar la luz del Faro de Torre del Mar y de "dar luz a la población" que se refugiaba en este punto de la costa, "mientras escapaba de la barbarie".
Esta hazaña, que quedó silenciada hasta la labor de investigación de Hurtado, evitó que los bombardeos se cebasen en el tramo comprendido entre los núcleos de Almayate y Caleta de Vélez, en las aproximadamente doce millas de ámbito de influencia que cubría el faro.
 

Anselmo Vilar, el farero que apagó la luz para salvar miles de vidas en la Desbandá​

Evitó que los bombardeos se cebasen en el tramo comprendido entre los núcleos de Almayate y Caleta de Vélez​

Enrique Hidalgo (EFE)
15·12·17 | 17:56 | Actualizado a las 12:13


Fotografía facilitada por el periodista Jesús Hurtado de Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro

Fotografía facilitada por el periodista Jesús Hurtado de Anselmo

Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro


Las más de 120.000 personas que integraron la caravana humana que en febrero de 1937 huía de las tropas franquistas hacia Almería, un episodio conocido como la Desbandá, encontraron a su paso por Torre del Mar un aliado: el farero que apagó la luz y que salvó con ello miles de vidas.
En este núcleo de población de Vélez-Málaga, en el que se concentraron las personas que escapaban desde Málaga y los que procedían del interior de la comarca de la Axarquía, no se produjeron bombardeos ni ametrallamientos por parte de la aviación italiana y la marina del bando nacional.



La culpa de esto la tuvo Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro, lo que dificultó que los aviones y los barcos pudiesen ubicarse y localizar a la población que huía en este punto de la costa.

Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado, según ha explicado Jesús Hurtado, vecino de Vélez-Málaga e investigador de este suceso.
Hurtado, que ha publicado varios escritos sobre este hecho, ha presentado una iniciativa para homenajear y distinguir al farero y que su gesta no quede olvidada.

Ha asegurado que Vilar fue "un héroe", que al incumplir la principal obligación de su cometido y dejar sin referencia a los aviones salvó a las miles de personas que se ocultaban en la zona en la que se encontraba el antiguo Faro de Torre del Mar, actualmente encajonado entre unos edificios en la avenida Toré Toré.

Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo la Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos, según los partes de guerra estudiados por Hurtado.
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Vilar tuvo el arrojo de apagar la luz del Faro de Torre del Mar y de "dar luz a la población" que se refugiaba en este punto de la costa, "mientras escapaba de la barbarie".
Esta hazaña, que quedó silenciada hasta la labor de investigación de Hurtado, evitó que los bombardeos se cebasen en el tramo comprendido entre los núcleos de Almayate y Caleta de Vélez, en las aproximadamente doce millas de ámbito de influencia que cubría el faro.
Primi, tú entiendes que alguien se pueda molestar por la actuación de este farero? Yo no, la verdad.
 
Primi, tú entiendes que alguien se pueda molestar por la actuación de este farero? Yo no, la verdad.
hace tiempo, no sé si años o meses, me sorprendia mucho que hubiese gente que no quiere que se desentierren a los asesinados tirados de cualquier manera en cualquier parte o se rinda homenajes y/o recuerde a heroes y valientes, como es el caso del farero
Ya lo he aceptado, hay gente ruin y mezquina y cuanto antes lo sepamos y aceptemos mejor, no desperdicio un minuto de mi vida con ellos.
 
Última edición:
Está escrito en gallego, y se entiende perfectamente (si no entendéis alguna palabra, me preguntáis )


Mauthausen: viaxe ao final da noite​

Máis de 200 galegos foron deportados a campos de concentración nazis e a metade acabaron asasinados u Mariñeiros, contables, obreiros e só unha muller.​



Unha cidade como Berlín pide perdón en cada esquina. Monumento ao Holocausto, Topografía do Terror, as vaixelas saqueadas aos gaseados e agora expostas no Museo Xudeu. E aínda así, nada é suficiente. A 35 quilómetros da Porta de Brandenburgo persiste o campo de concentración de Sachsenhausen. Alí resistiu o socialista Largo Caballero, mentras os médicos experimentaban cos nenos dos barracóns. E ata alí tamén foron a parar parte dos máis de 200 galegos deportados aos campos nazis. A inmensa maioría acabaron en Mauthausen, coñecido como “o campo dos españoles” invadido polos triángulos azuis. Polo menos a metade destes galegos foron asasinados. Este xoves conmemórase o Día Internacional da Memoria do Holocausto. E esta é a súa historia.


Segundo Carmen García-Rodeja, investigadora da Asociación para a Recuperación da Memoria Histórica, “moitos foron gaseados e outros morreron de fame, case todos os galegos acabaron en Mauthausen”. E entre eles só había unha muller: Mercedes Núñez, que nalgúns informes non aparece ao nacer en Barcelona, filla dun coruñés e que chegou a testificar contra o torturador da Gestapo René Bach. Por que acabaron alí os galegos? “Eran republicanos que marcharan ao exilio despois da caída de Barcelona, ou que xa fuxiran nos buques desde Galicia... en Francia son internados en campos de refuxiados terribles onde morrían de disentería”, explica García-Rodeja.

Cando estala a II Guerra Mundial, uns entraron no exército regular francés, outros nunha Compañía de Traballadores Estranxeiros da liña Maginot ou nos maquis da Francia ocupada: “Estes últimos eran moi ben considerados, porque manexaban armas e arriscaban a vida nos montes”. Capturados polos nazis, acabaron primeiro en centros de prisioneros de guerra onde aínda podían cartearse coas familias... e despois nos campos de concentración ou exterminio ata ser liberados a maioría en 1945 polas tropas americanas.


De Galicia foron deportados mariñeiros, contables, obreiros: 79 da provincia de A Coruña (31 liberados), 21 da cidade (8 libres). Entre eles o concelleiro Martín Ferreiro ou Adolfo Bregua. “Alemania preguntou a Franco que facía con eles pero a ditadura non se responsabilizou, e nunca houbo un recoñecemento suficiente dun Goberno”, lamenta García-Rodeja. Na querella arxentina contra os crimes do franquismo, hai 22 casos de galegos coas familias na busca dunha memoria digna.

Un concelleiro e un futbolista de A Coruña

A memoria empeza coa publicación dos nomes. Martín Ferreiro, traballador da construción, foi concelleiro de Obras con Esquerda Republicana en A Coruña. Coa Guerra Civil, acabou en Francia. Atrapado pola Wehrmacht, acabou morrendo no campo de Gunsen —onde traballaba nas canteiras moi preto de Mauthausen—. Na súa memoria, o concello adicoulle unha homenaxe recentemente con todos os partidos políticos. A asociación recorda o recoñecemento unánime do Parlamento galego en 2018. Alí estaban familiares de homes como Joaquín Balboa, que sobreviviu a Mauthausen e regresaría xa moi maior ao campo. Outro sobrevivinte foi o coruñés Adolfo Bregua, sindicalista nos peiraos e que saiu vivo de Mauthausen porque xogaba ao fútbol e os alemanes querían ver os seus partidos. Manuel Rodríguez Louro levaba no brazo o número 4148 e foi gaseado en Gusen. E José Alvedro Villaverde, do barrio coruñés de San Roque, tamén morreu nese campo. Unha exposición sobre Mauthausen aínda pode verse en institutos galegos.



 
85 años


Norman Bethune, el héroe de la desbandá​

Pepitas de calabaza rescata el texto de Bethune, ‘El crimen de la carretera de Málaga a Almería’, un relato excepcional que narra la huida de miles de malagueños de las tropas franquistas y la intervención salvadora del médico​


El 7 de febrero de 1937 soldados italianos y moros al servicio del ejército franquista entraban en Málaga y ganaban la capital para los sublevados sin apenas disparar un tiro. La República había abandonado Málaga a su suerte. La oficialidad del Ejército no pudo ni quiso hacer frente al enemigo, simplemente huyó. También huyeron los milicianos que defendían la ciudad al no contar con armas ni con mando. Consciente de la que se avecinaba, la población civil se echó a la carretera camino de Almería, el baluarte republicano más cercano.

Con miles de personas huyendo a pie o en burro, en condiciones totalmente precarias, se produjo la mayor masacre de civiles de toda la Guerra Civil española. Durante cinco días aviones de la fuerza aérea franquista, los buques Canarias y Almirante Cervera, así como los tanques y la artillería rebeldes bombardearon de manera indiscriminada a toda esa población que huía. Fue lo que la precisa habla andaluza ha denominado ‘la desbandá’.


No hay datos concluyentes sobre la cantidad de muertos que se produjeron. Los historiadores más optimistas calculan los muertos entre 3.000 y 5.000. Los más pesimistas cifran la mortandad por decenas de miles. Tamaña tragedia fue silenciada durante décadas por todos sus protagonistas.


Frente al silencio, la realidad de lo ocurrido se fue abriendo paso y los testimonios de la tragedia vieron la luz. Uno de los principales es, sin duda, el que dejó el médico canadiense Norman Bethune que, junto a sus dos ayudantes, Hazen Sise y Thomas Worsley, consiguió con su camión salvar a decenas de personas a las que trasladó a Almería.

Bethune dejó escrito el testimonio de aquellos cuatro días trágicos bajo el título de ‘El crimen de la carretera de Málaga a Almería’,, un texto excepcional y primordial para entender y conocer lo que sucedió en esos 200 kilómetros que separan las dos capitales andaluzas y que ahora la editorial Pepitas de calabaza, publica, junto con otros textos de Bethume, bajo el título central de ‘La desbandá’.

Bethune narra la tragedia de lo que llama los «doscientos kilómetros de miseria», como consecuencia de «la mas grande y terrible evacuación de una ciudad en tiempos modernos».


Narra como con su camión «decidimos llevar a toda la gente que pudiéramos a Almería. Era difícil decidir a quién llevar y con el vehículo asediado por una turba de madres y padres desesperados que nos entregaban a sus hijos ¿Cómo podíamos elegir entre un niño que estaba muriendo de disentería o una madre que estrechaba contra su pecho al descubierto a su niño nacido en la carretera dos días antes? En el primer viaje solo niños. 40 niños y dos mujeres hacinados en el camión y la cabina». Al segundo día decidieron evacuar a familias enteras, con niños

Durante cuatro días con sus noches fueron yendo y viniendo llevándolos hasta el hospital de Almería. Fue así como salvaron varios centenares de personas.

El relato de Bethune no tiene pretensiones literarias, pero sí una fuerza testimonial conmovedora que lo convierte por su trágico realismo una pieza extraordinaria y única digna de ser leída. Han pasado 85 años pero la gesta de Bethune y el valor de su escrito han vencido frente al olvido y la postergación.



 
  • El diputado republicano Alejandro Viana organizó desde París la salida de más de treinta barcos como el Mexique, Sinagua o el Winnipeg cargados de miles de refugiados. Los barcos llevaban a bordo a personalidades como León Felipe, Luis Buñuel, Max Aub, Luis Cernuda o María Zambrano

Diecisiete mil republicanos españoles que huyeron del fascismo, primero de Franco y después de Hitler, le deben parte de su vida a un gallego: Alejandro Viana. Natural de Ponteareas (Pontevedra), este diputado del Frente Popular, militante de Izquierda Republicana, fue pieza clave en la organización de más de 30 barcos, entre ellos el famoso Winnipeg rumbo a Chile, que sirvieron de vía de escape a los demócratas derrotados en la Guerra del 36. Y aunque su imagen aparecía en orla fotográfica al lado de otros célebres parlamentarios gallegos elegidos por la coalición de izquierdas en las últimas elecciones previas al golpe franquista –Castelao, Casares Quiroga, Osorio Tafall, Suárez Picallo–, Viana era prácticamente desconocido. Roberto Mera Covas lo ha remediado con el libro Alejandro Viana, un galego á fronte do rescate dos refuxiados republicanos (Ediciones Belagua, 2022), en el que Covas condensa más de veinte años de investigaciones sobre la biografía de este Schindler gallego, político y empresario. "Ha sido apasionante trabajar en encajar las piezas del puzle de su vida", afirma Mera.

La vida de Alejandro Viana Esperón es un puzle con muchas piezas que encajar. Nacido en 1877 en Ponteareas, en el seno de una familia sin recursos, fue primero un empresario emprendedor y después diputado en las Cortes españolas por la coalición de izquierdas del Frente Popular, victoriosa en los comicios del 36. Estalla la Guerra Civil y huye hacia Francia, donde se convierte en el responsable del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE). Y allí se erige en la persona clave en la organización de más de treinta barcos que parten hacia el exilio desde Burdeos. Su papel es clave en la evacuación de más de 17.000 republicanos españoles hacinados. Él, sin embargo, decide ser de los últimos en marcharse de Francia. "Viana podría haberse marchado cuando quisiese, pero que se quedase demuestra la altura de su dignidad moral", reflexiona el autor del libro, que es abogado y también se dedica a la política, como teniente de alcalde del gobierno del BNG en Ponteareas.

El intento de huida de Alejandro Viana hacia América, con la Segunda Guerra Mundial de fondo y la Gestapo y la falange intentando boicotear el viaje, deriva en una angustiosa travesía de más de un año por las costas de África. Junto a él navegaban más de 600 refugiados, entre ellos el ya anciano expresidente de la República Niceto Alcalá–Zamora. "Viana era un señor de casi 60 años cuando estalla la Guerra, pertenecía a una burguesía viguesa progresista y con cierto compromiso social, y tenía una vida social intensa", explica el autor Roberto Mera, cuyo parentesco con Alejandro Viana –es su tío bisabuelo– lo condujo a adentrarse en esta apasionante investigación.

Exportador de huevos y burgués progresista​

Muchos años antes de que Franco encabezase la rebelión fascista contra la democracia en España, Viana había llegado a Vigo desde Ponteareas muy joven. Su objetivo, trabajar y formarse en casa de unos parientes pudientes. Allí prospera y se convierte en un empresario audaz, montando una empresa pionera con la que se enriquece: la exportación de huevos a toda Europa. Su posterior matrimonio con Josefina Dotras lo emparenta con una familia de conserveros y lo introduce también en este negocio. "Según mis cálculos podría tener un patrimonio equivalente a unos tres o cuatro millones de euros actuales", calcula Mera.

Alcalde de Vigo durante unos meses, impulsor del periódico El Pueblo Gallego de su gran amigo Portela Valladares, promotor del estadio de Balaídos en donde todavía hoy juega el Celta, su nombre se hizo habitual en las páginas de sociedad de la prensa local. Sus negocios se expanden también a Portugal, donde teje una red de sólidas amistades, entre las que está Bernardino Machado, que sería presidente de Portugal y se exiliaría en A Guarda (Pontevedra) a principios de los años 30. Esta relación epistolar se conserva en treinta cartas. En febrero de 1936 sale elegido diputado en las Cortes españolas de la Segunda República. Fueron las últimas elecciones democráticas en España hasta 1977. "De esa época [la II República] se conservan varias cartas ente el y Alexandre Bóveda, que era un buen amigo suyo", explica Roberto Mera. Bóveda, secretario general del Partido Galeguista –también integrado en el Frente Popular– acabaría asesinado en agosto de 1936.

El 28 de junio de 1936, Alejandro Viana vota en Vigo a favor del Estatuto de Autonomía. Difícilmente podía imaginar que sería la última vez en su vida que iba a pisar la ciudad
El 28 de junio de 1936, Alejandro Viana vota en Vigo a favor del Estatuto de Autonomía. Difícilmente podía imaginar que sería la última vez en su vida que iba a pisar la ciudad. El 18 de julio, el golpe franquista pone en jaque la legalidad republicana y Viana, se exilia en París. El Gobierno de la República en el exilio lo nombra responsable del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) y desde su oficina en París comienza a gestionar la salida de decenas de barcos desde Burdeos hacia América. Miles de refugiados republicanos suplican por un pasaje. "Por la documentación que existe, sumarían unas 17.000 personas, todas en barcos fletados por Viana, pero también consta un gran número de personas a las que gestionó visados y pasaje en líneas regulares, con lo cual el número sería muchísimo mayor", calcula Roberto Mera. Todo pagado con la red de financiación de los fondos que custodia el Gobierno republicano. "Resulta asombroso como un gobierno derrotado hace llegar en el exilio subsidios a mutilados o viudas, pagos a médicos en campos de concentración, localiza familiares dispersos o financia el dispositivo del SERE", señala el autor del libro.

Viana está en el centro de las operaciones que habilitan la ruta de escape de los derrotados. Son buques cuyos nombres evocan la conquista de un horizonte en libertad: Ipanema, Mexique, Sinaia o Winnipeg. En este último partieron hacia Chile apiñados 2.000 refugiados, en el que fue el mayor desplazamiento de pasajeros del exilio republicano y en el que participó Pablo Neruda, cónsul chileno en Madrid. Mera ha documentado que Viana también conoció al poeta. A bordo de estos barcos, multitud de artistas e intelectuales, de León Felipe a Luis Buñuel, de Max Aub a Luis Cernuda o María Zambrano. También gallegos como el político Luís Soto, el pintor Arturo Souto o el cineasta Carlos Velo. Todos continuarían su vida en México, país
que nunca reconocería al Gobierno de Franco, solo al Gobierno de la República en el exilio.

Con el SERE funcionando a pleno rendimiento, los nazis toman París y, acosado por la Francia colaboracionista, Viana y su red de apoyo huyen hacia Burdeos, preparando su propia salida hacia América. Pero Viana decide que todavía hay mucha gente a la que antes debe dejar lista para embarcar. Los barcos zarpan, la Gestapo le pisa los talones y evita que Viana embarque. Inicia entonces una vida clandestina por toda Francia, y se refugia cerca de Suiza. Hasta que por fin surge la oportunidad en un barco que partirá de Marsella rumbo a América: el Alsina. En él se embarca, no sin antes sortear numerosas trabas. También lo hace el expresidente republicano Niceto Alcalá-Zamora, viudo con sus siete hijos.

Lo que parecía que iba a ser la travesía definitiva no acabó de serlo. En plena Segunda Guerra mundial el Atlántico era un avispero: submarinos, aviación desafiante y barcos de guerra expectantes. El Alsina, de bandera francesa, fondea en Dakar, capital de Senegal, pero no puede continuar porque necesita el Navicert, el documento de los ingleses que certifique que el barco es neutro y no transporta material bélico. La estancia acaba prolongándose durante cinco penosos meses, en pésimas condiciones, metidos en la nave fondeada. Hasta que los obligan a regresar a Casablanca, en Marruecos. Los republicanos huidos son entonces abandonados a su suerte.

La Gestapo y la policía franquista están al acecho e intentan por todos los medios evitar que puedan conseguir otro barco. Emerge una vez más la capacidad de gestión de Viana, de sus contactos con Portugal y de la estructura del Gobierno republicano en el exilio. "Logran recolocar a los pasajeros en el Quanza, un barco que sí tiene el Navicert y que viene de Lisboa. Cargado de judíos de toda Europa, escapan del nazismo hacia América", explica Roberto Mera. ¿Cómo consiguen el dinero en África para pagar otro barco? "Hay una carta en la que Viana agradece los 100.000 francos que pidió y le enviaron. Desconozco como en poco tiempo ese dinero podía estar en Dakar, pero me asombra su red y su habilidad para financiarse", indica Mera. El Quanza logra surcar el Atlántico y finalmente arriba a México en noviembre de 1941.

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Alejando Viana en México en 1944 Web Alejandro Viana
Alejandro Viana se reencontrará allí con su esposa Josefina, tras varios y convulsos años sin poder verse. El tenaz Viana no arroja la toalla. Participa del Gobierno de la República en el exilio y, con 64 años, vuelve a comenzar de cero. Logra la gestión de una farmacia y consigue la representación de varios medicamentos en todo el país. En 1952, con 75 años, muere en México D.F. Su memoria y su legado se había perdido. "Se diluyó por dos vías, la política y la familiar. No tuvo descendencia y pertenecía a Izquierda Republicana, un partido que se extinguió y no tuvo continuidad en democracia", concluye su sobrino–bisnieto Roberto Mera, que ahora busca rehabilitar a Alejandro Viana.
 

El maestro arrestado en 1936 delante de sus alumnos y fusilado en Villadangos: “Pase lo que pase, no dejéis de estudiar”​

  • Apasionado del conocimiento, Tomás Toral, de 36 años, docente del pueblo leonés de Villaornate, fue asesinado y desaparecido semanas antes de que naciera su primer hijo. Es una de las 85 víctimas de las fosas de Villadangos, donde el próximo jueves comienza una excavación en busca de sus restos.​


Tomás Toral Casado, natural de Valderas, maestro de Villaornate (León), tenía 36 años cuando fue arrestado delante de sus alumnos en la escuela del pueblo. Cuentan algunos de ellos –una de aquellas niñas todavía vive, de otros se recogieron testimonios hace años– que lo último que Toral hizo fue rezar y decirles: "Pase lo que pase, no dejéis de estudiar".​


El maestro fue conducido al campo de concentración de San Marcos y días después asesinado con otros hombres en Villadangos del Páramo, donde entre septiembre y noviembre de 1936, según la documentación existente, los grupos golpistas mataron a 85 personas, una de ellas una mujer. Las actas de defunción –presentes a día de hoy en el propio Ayuntamiento de Villadangos– indican que los cadáveres fueron distribuidos en tres fosas comunes: una en el cementerio del pueblo y las otras en dos pedanías del municipio, Fojedo y Celadilla.


Libreta del maestro Toral: "El hombre vive por un azar insólito y rarísimo en la historia de los astros". Cortesía de su nieta, Susanna Toral

Las libretas y artículos del maestro​

La esposa de Tomás Toral, María González, estaba embarazada de ocho meses cuando se lo llevaron. Su hijo nació tres semanas después de su muerte. "A mí de niña me contaban que el abuelo había muerto en la guerra y yo siempre imaginé que había fallecido en el frente de batalla. Mi abuela vivía con nosotros, tenía una foto de él en su mesita de noche y eso era todo lo que yo sabía. Apenas se hablaba de ello", relata su nieta Susanna Toral, de 50 años, residente en Girona y que estos días se trasladará hasta León para seguir de cerca la excavación que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) iniciará este jueves 24 en Villadangos del Páramo, en el lugar donde fueron arrojados 71 cadáveres. Como ella, decenas de familiares de otros desaparecidos estarán presentes en la prospección


No cabe duda de que Toral era un hombre especial. Los testimonios recogidos por periodistas e investigadores lo describen como un amante del conocimiento y un vecino solidario. Dejó varias libretas manuscritas con datos e investigaciones sobre ciencia, astronomía y filosofía, con menciones a Immanuel Kant, a científicos estadounidenses y alemanes o a Dmitri Mendeléyev, quien descubrió el patrón subyacente de lo que ahora se conoce como la tabla periódica de los elementos.

El pobre, como el rico, tiene que disponer de los mismos medios para llegar a la educación, para adquirir su formación espiritual, corporal y cultural
El maestro Tomás Toral
En aquellos escritos el maestro Toral explicaba las nuevas teorías sobre la génesis de los planetas, los descubrimientos de la época sobre "la determinación del s*x*", "las razones del envejecimiento" y de la necesidad de dormir, cómo la radiación podía ser dañina para la salud, cuáles eran "los mitos sobre el origen del fuego" o por qué la hemofilia afectaba más a niños que a niñas. "El ser humano vive por un azar insólito y rarísimo en la historia de los astros", reflexionaba en el capítulo dedicado al sistema solar y el universo.

Como director de la revista Prisma, un semanal cultural de Valderas, publicó varios artículos sobre la necesidad de la educación. Su nieta subraya que esos escritos definen muy bien "el sentir de mi abuelo". En uno de ellos, datado en 1927, el maestro reflexionaba así: "Igual es el derecho del rico a educarse que el del pobre. Pero no solo hay que ceñirse al reconocimiento de tal derecho, sino que hay que ir más allá y decir que el pobre, como el rico, tiene que disponer de los mismos medios para llegar a la educación, para adquirir su formación espiritual, corporal y cultural. Porque es injusto lo que sucede con los niños pobres: hay que repararlo arropándolos bien y dándoles alimentos nutritivos en abundancia para que se críen sanos en cuerpo y limpios en alma".

Otra foto del maestro Toral con alumnas y alumnos en Villaornate.
Tomás Toral acudía después de clase a las casas de aquellos niños que no iban a la escuela porque tenían que ayudar a sus padres a trabajar en el campo, para ayudarles a estudiar. "Claramente se preocupaba por fomentar la igualdad y el desarrollo. Varios vecinos me dijeron que una vez un pobre pasó por su puerta y mi abuelo le dio sus zapatos nuevos. Mi abuela, algo enfadada, le preguntó por qué no le entregaba sus zapatos viejos, y él le contestó: 'María, ese señor no tiene dinero para reparar los zapatos usados y yo sí", cuenta la nieta de Toral. La escritora Sol Gómez Arteaga, quien conoció aquella historia por gente del pueblo, escribió hace pocos años un poema sobre aquello.

En la escuela de Villaornate Tomás Toral promovió una biblioteca y puso a las alumnas mayores y más aventajadas al mando de la gestión de los préstamos, entre ellas Catalina y Leonisa Gaitero. En las actas consta la adquisición de libros como La Odisea y La Ilíada, La Divina Comedia, los cuentos de Perrault o Las mil y una noches, entre otros. Tras el golpe de Estado, el franquismo impulsó la quema de esos libros en el pueblo y así lo recordaba hace unos años Asterio Gaitero, uno de los alumnos de Toral. Su hija, la periodista Ana Gaitero, cuenta que Asterio "siempre hablaba de lo buen maestro que era".

Promovió una biblioteca escolar que gestionó con las alumnas mayores. En las actas constan libros como La Ilíada o La Divina Comedia. Todos fueron quemados tras el golpe


La detención y asesinato de Tomás Toral está incluida en el libro Muerte y represión en el magisterio de Castilla y León, de los historiadores Enrique Berzal y Javier Rodríguez. En un informe de la Falange fechado el 9 de octubre del 36 se puede leer la orden de la destitución y separación "por el bien de la patria" del maestro Toral, al que acusan de enseñar "la no existencia de Dios", de "actuar intensamente en la política del Frente Popular" y de tener "escandalizado al pueblo que, gracias a los trabajos de este maestro, llegó a convertirse en un pueblo izquierdista y con gran mayoría de socialistas". El mismo papel indica que los alcaldes de Villaornate y Campazas informaron favorablemente de la conducta y actuación del maestro, "por lo cual merecen ambos la destitución fulminante".

Susanna Toral empezó a buscar a su abuelo y a indagar sobre su vida cuando su padre murió en 2003. "Mi madre me entregó entonces una carpeta que era de él. Dentro de ella encontré secretos que no sabía, papeles y documentos. Así me enteré de que había sido asesinado". Descubrió las libretas y los artículos de la revista Prisma, preguntó a familiares, contactó con el historiador Javier Rodríguez y con el investigador Miguel García Bañales, viajó desde su residencia en Catalunya hasta Villaornate, habló con vecinos y antiguos alumnos de su abuelo y poco a poco fue armando el puzle de la historia familiar.





 
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