Que sus nombres no se borren de la historia

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El PCM reivindica el legado de las 13 Rosas y los 43 Claveles en el Centenario del Partido
El Partido Comunista de Madrid (PCM) y varios colectivos por la memoria democrática conmemorarán el jueves 5 de agosto en un acto homenaje el legado de las 13 Rosas y los 43 Claveles, 56 luchadores antifascistas fusilados en el Cementerio del Este el 5 de agosto de 1939, una vez terminada la guerra civil, por su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). El PCM quiere reivindicar su legado en un año muy señalado para el comunismo español, ya que se conmemora el centenario de la creación del Partido Comunista de España (PCE).

El 82º aniversario de estos fusilamientos llega en un momento político muy complicado y preocupante. Los discursos de odio difundidos por la extrema derecha y con el consentimiento de la derecha, están amenazando la convivencia y generando una situación en la que se normalizan las agresiones, verbales y físicas, contra las mujeres, los inmigrantes o las personas LGTBI. El PCM, por tanto, quiere poner el valor la lucha antifascista de estos 56 jóvenes que se sacrificaron por luchar contra una intolerancia y un odio que, por desgracia, se están dando hoy de nuevo y con gran intensidad.

Los fusilamientos de las 13 Rosas, mujeres con edades comprendidas entre los 18 y los 29 años, fue, por su crueldad y ensañamiento, uno de los actos de represión franquista que más repercusión internacional tuvo. Menos conocido es el asesinato de los 46 Claveles, el mismo día y en el mismo lugar.
El acto homenaje tendrá lugar este jueves 5 de agosto a las 11 de la mañana en la puerta de O’Donnell del Cementerio del Este. Contará por la intervención de representantes del Partido Comunista de Madrid (PCM) y de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE); de Maite Gutiérrez, del Foro por la Memoria, y de Rosa García de La Comuna, asociación de presxs y represaliadxs por la dictadura franquista.
 
Quiénes eran las ‘Trece Rosas’: se cumplen 82 años de su fusilamiento

Las jóvenes de entre 18 y 29 años fueron fusiladas el 5 de agosto de 1939 por un “un delito de adhesión a la rebelión”

El régimen franquista sentenció a muerte a cientos de miembros de las Juventudes Socialistas y el Partido Comunista por “matar” al comandante Isaac Gabaldón

El apelativo lo popularizó una hija de Marie Curie, que organizó varias protestas en Francia por la muerte de las jóvenes



Madrid, 5 de agosto de 1939. Apenas han pasado cuatro meses desde el fin de la Guerra Civil. Se oyen disparos al abrigo de uno de los Muros del cementerio del Este -actualmente, el de la Almudena-. Decenas de balas surcan el aire. Más de cincuenta personas caen heridas de muerte, fusiladas por las tropas franquistas. Entre ellas, trece mujeres jóvenes, que se convertirían en un símbolo de la lucha contra el régimen. ‘Trece Rosas’ que mancharon de rojo el pavimento.

Con ese sobrenombre pasaría a la historia este grupo de mujeres, de entre 18 y 29 años, sentenciadas a morir por “un delito de adhesión a la rebelión”. El apelativo lo popularizó una hija de Marie Curie, que lideró varias protestas en Francia denunciando el fusilamiento de las jóvenes. Hoy, cuando se cumplen 81 años de este episodio negro de la Historia de España, recordamos quiénes eran las ‘Trece Rosas’.

Miembros de las JSU
La mayoría de las trece jóvenes en cuestión formaban parte de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) o del Partido Comunista Español (PCE). Tras la llegada a Madrid de las tropas de Franco, las JSU intentaron reorganizarse clandestinamente, bajo la dirección de José Pena, de 21 años. Para entonces, los dirigentes de las Juventudes y el PCE, habían abandonado el país. Pena era el secretario general del comité provincial.

Pero, la detención de éste y el trabajo de Roberto Conesa, un policía infiltrado, causaría la caída de la organización. La mayoría de sus miembros fueron detenidos en la primavera del 39. Entre otros, las ‘Trece Rosas’, quienes fueron trasladadas a la cárcel de Ventas. Luisa Rodríguez fue la primera de ellas en ingresar en prisión, en abril.

Muchas pasaron allí varios meses, hacinadas con miles de mujeres más. Durante su estancia en prisión, algunas escribieron cartas a sus familiares y amigos. Blanca Brisca, la mayor de las trece, le escribió una a su hijo, que le fue entregada por su familia dieciséis años después. Una misiva de Julia Conesa, dirigida a su madre horas antes de morir decía: “Que mi nombre no se borre en la historia”.

Pero, ¿por qué murieron las ‘Trece Rosas’ ese 5 de agosto de 1939?

El atentado de Gabaldón
Su sentencia de muerte la desencadenaría el atentado contra el comandante Isaac Gabaldón. El 27 de julio de 1939, iba en coche acompañado de su hija Pilar, cuando, cerca de Talavera de la Reina, tres jóvenes armados dispararon a los ocupantes del coche. En el momento del asesinato, las trece jóvenes estaban en prisión, por lo que es poco probable que tuviesen alguna relación con éste.

Gabaldón apoyó durante la guerra al bando nacional en Madrid y, en el momento de su muerte, el encargado del ‘Archivo de la masonería y el comunismo’. Así, el régimen franquista decidió atribuir la autoría del crimen a una red comunista.

Las ‘Trece Rosas’ estaban encarceladas cuando sucedió el asesinato de Gabaldón

El 4 de agosto se organizó un juicio sumarísimo, condenado a muerte a 65 de los 67 acusados en el mismo. La sentencia del fiscal del Consejo Permanente de Guerra hablaba de “un delito de adhesión a la rebelión”.

Al día siguiente, al menos 56 personas, incluidas las ‘Trece Rosas’, fueron fusiladas. De una de ellas, Ana López, se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: “¿Es que a mí no me matan?”. Nueve de las chicas eran menores en el momento de su muerte, ya que la mayoría de edad estaba establecida en los 21 años.

En jornadas posteriores, se celebraron más juicios y fusilamientos. Se estima que la mayoría de los 364 detenidos por el atentado fueron ejecutados.

De libros y cine
Los fusilamientos saltaron más tarde a la prensa internacional cuando se supo de la muerte de las trece jóvenes. Una de las críticas más vehementes contra los asesinatos fue la de una hija de Marie Curie, que organizó protestas en París. Pero, aunque tuvieron su eco en Francia, la historia de las ‘Trece Rosas’ caería en el ‘olvido’ durante décadas.

El suceso no se ‘redescubrió’ en España hasta la publicación de la novela del mismo nombre de Jesús Ferrero, en 2003. Esto dio lugar un año más tarde al largometraje ‘Que mi nombre no se borre de la historia’, en referencia a la carta de Julia Conesa, una de las Trece Rosas a su madre. El director Emilio Martínez-Lázaro también llevó la trama a la gran pantalla en 2007, con Pilar López de Ayala como una de las protagonistas.

En los últimos años, algunas voces han acusado a las ‘Trece Rosas’ de “terroristas y asesinas”. Entre otros, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, dijo hace unos meses que las muchachas “torturaban, asesinaban y violaban vilmente” en las checas de Madrid.

Las ‘Trece Rosas’, nombre por nombre
Carmen Barrero Aguado. Modista, 20 años. Militante del PCE y la responsable femenina del partido en Madrid tras la guerra.
Martina Barroso García. Modista, 24 años, modista. Miembro de las JSU de Chamartín.
Blanca Brisac Vázquez. Pianista, 29 años. No tenía ninguna militancia política -aunque era votante de derechas-. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al PCE.
Pilar Bueno Ibáñez. Modista, 27 años. Afiliada al PCE y secretaria de organización del radio Norte.
Julia Conesa Conesa. Modista, 20 años. Militante de las JSU.
Adelina García Casillas. Activista, 19 años. Miembro de las JSU.
Elena Gil Olaya. Activista, 20 años. Afiliada a las JSU de Chamartin.
Virtudes González García. Modista, 18 años. (18 años, modista). Miembro de las JSU.
Ana López Gallego. Modista, 21 años, modista). Militante de las JSU y secretaria del radio de Chamartín durante la guerra.
Joaquina López Laffite. Secretaria, 23 años. Afiliada a las JSU y secretaria femenina del comité provincial.
Dionisia Manzanero Salas. Modista, 20 años. Militante en el PCE y enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid al acabar la guerra.
Victoria Muñoz García. Activista, 18 años. Miembro de las JSU de Chamartín.
Luisa Rodríguez de la Fuente. Modista, 18 años. Afiliada a las JSU.
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DESMONTANDO LEYENDAS
Las Trece Rosas
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Las Trece Rosas es el nombre con el que se conoce a 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayor parte, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de Stalin en la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.
Las JSU, a las que pertenecían la mayoría de las 13 rosas, habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas donde se torturó y asesinó a cientos de personas.
Está perfectamente documentado en los papeles del PCE que bajo control de su organización juvenil se encontraban las checas de Mendizabal 24, la de la calle Raimundo Lulio, la de Santa Isabel 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granda 4. Además, participaron en la acción represiva de varias otras cárceles de partidos políticos y tuvieron un papel destacado en las sacas cometidas para asesinar a miles de presos sin mediar juicio alguno. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.
Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años –hubiera cumplido 17 unos días después- y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal.
La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas.Entre las casi 70 sentencias se encontraban las de las 13 rosas.
Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:
Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que por su edad, no levantaban sospechas.
Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.
Carmen Barrero Aguado era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.
Pilar Bueno Ibañez era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.
Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.
Ante estos datos sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra.
No solamente los actuales dirigentes de las Juventudes Comunistas, desde Podemos a representantes de Ciudadanos no tienen ningún empacho en mostrar su admiración por estas 13 mujeres condenadas a muerte, pero que callan sin ningún rubor ante los miles de asesinatos cometidos por ellas y sus asociados durante la Guerra Civil.
La capacidad de la izquierda para construir leyendas es realmente admirable. El caso de las llamadas “trece rosas” es un perfecto ejemplo. Empezando por la circunstancia de que a esas mujeres fusiladas en 1939 se las considere socialistas cuando, en realidad, eran comunistas. Pero para entender adecuadamente el capítulo, en el que nada es rosa, conviene ponerlo en su contexto.
Cuando acabó la guerra civil, el Partido Socialista Obrero Español estaba literalmente triturado, dividido en al menos cuatro facciones. Hay que recordar que el último acto de la contienda es una batalla intestina en el bando del Frente Popular: a un lado, el Consejo de Defensa de Madrid, liderado por el socialista Besteiro con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera; al otro, el gobierno del también socialista Negrín, entregado al Partido Comunista y cuyos principales líderes ya habían huido del país.
Aquella batalla no fue cosa menor: hubo cerca de 2.000 muertos. Sobre esta ruptura se añadió inmediatamente otra en el exilio: los socialistas de Indalecio Prieto, por un lado, contra los de Negrín, que a estas alturas ya había sido expulsado del PSOE. Prieto y Negrín no peleaban por razones ideológicas, sino por controlar el tesoro expoliado y expatriado por los jerarcas republicanos para sufragar su exilio. El PSOE nunca se recuperará de estos desgarros, y por eso su trayectoria bajo el franquismo fue tan poco relevante. Pero aun antes había habido otra ruptura, esta de mayores consecuencias: la de las Juventudes Socialistas, que fueron el instrumento de Moscú para fagocitar al PSOE.
Recordemos sumariamente los hechos: desde abril de 1936, con el protagonismo de Santiago Carrillo y por instrucción directa de Moscú, las organizaciones juveniles del partido socialista y del partido comunista se fusionan en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Cuando estalla la guerra, los militantes de las JSU ingresan en masa en las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, la organización paramilitar del Partido Comunista, a la que tan pronto veremos en el frente como en la represión ejecutada en la retaguardia. Finalmente, en noviembre de 1936 y bajo la dirección personal de Santiago Carrillo, las JSU rompen con el PSOE y se pasan al Partido Comunista. Las JSU, por tanto, eran una organización dependiente del PCE, enteramente subordinado a su vez a la Komintern y al Partido Comunista de la Unión Soviética, cuyo líder, por si alguien lo ha olvidado, era Stalin. Todas estas cosas son bien sabidas y los propios protagonistas las han contado reiteradas veces. Es asombroso que aún sea preciso recordarlas.
Cuando acabó la guerra civil, en abril de 1939, los principales cuadros del Partido Comunista ya estaban en el extranjero. Primero en Francia, pero París proscribió a los comunistas después del pacto de Stalin con Hitler (agosto de 1939), así que casi todos acabaron en Moscú. Cerca de un millar de personas se instalaron en la capital soviética. Meses antes, en junio, Santiago Carrillo había publicado su célebre carta contra su propio padre, el socialista Wenceslao, de la facción de Besteiro, acusándole de traición.
Los socialistas –decía entre otras cosas Santiago Carrillo- habían dejado en la cárcel a millares de comunistas para que las tropas de Franco los encontraran allí al entrar en Madrid. Eso era verdad. La carta tenía por objeto exculpar al PCE –y sobre todo al propio Santiago- de responsabilidad en la derrota y romper cualquier lazo entre el PCE y el PSOE.
Consiguió su objetivo, aunque a Carrillo le costaría recuperar su posición en la cúpula de un PCE cuyo buró político se reunía en Moscú en un ambiente de tempestad. No era para menos: José Díaz, el ya muy quebrantado secretario general, acusaba de traición a las JSU, es decir, a Carrillo.
El episodio de las “trece rosas” tiene que inscribirse en este contexto. En el verano de 1939, lo que ha quedado del PCE en España es menos que nada: los que no han huido, han sido ejecutados por los socialistas en el golpe de Besteiro y Casado –véase el caso de Barceló- o están presos y esperando juicio o paredón.
El primer intento de reconstrucción del partido en torno a Matilde Landa es frustrado de inmediato por la policía (Matilde fue condenada a muerte, pero una intervención del filósofo García Morente, ya sacerdote, la salvó del paredón). Acto seguido toma su testigo Cazorla, viejo camarada de Carrillo en los días de Paracuellos, pero con la misma rapidez es delatado desde el interior. Son episodios que he documentado abundantemente en “El libro negro de carrillo” (Libros Libres, Madrid, 2010).
En Madrid permanecen, sin embargo, núcleos menores de las JSU, que sienten la necesidad de multiplicar las acciones para eludir esa acusación de traición que la cúpula del Partido formula contra ellos. Ahora bien, esos sectores que aún quedan en la capital son los más vinculados a la represión roja en retaguardia, dirigidos por líderes de tercer o cuarto nivel y prácticamente sin comunicación con la cúpula de la organización, que está en el extranjero. Son tales líderes los que, supuestamente, tramaron el asesinato de Isaac Gabaldón a finales de julio de 1939.
El comandante Isaac Gabaldón, guardia civil, estaba adscrito al Servicio de Información Militar de Gutiérrez Mellado y era encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo, es decir, un puesto clave de la represión de posguerra. Fue asesinado en la carretera de Talavera junto a su hija (Pilar, 16 años) y su chófer.
El asesinato fue imputado a los comunistas, o sea, a las JSU. Hubo una redada que desmanteló los últimos restos del partido comunista en Madrid y llevó al tribunal, primero, y al paredón después, a 56 personas, entre ellas las jóvenes que luego la propaganda comunista bautizará como las “trece rosas”.
El mismo día del asesinato, según refiere Piñar Pinedo citando una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, apareció en la prisión de Porlier nada menos que Gutiérrez Mellado para excarcelar a uno de los detenidos, el militante comunista Sinesio “el Pionero”, que resultó ser un confidente del SIM. Sólo él se salvó. Y enseguida desapareció para siempre. Todo el episodio del asesinato de Gabaldón y la investigación posterior está lleno de misterios y contradicciones. No es, en todo caso, el objeto de este artículo.
Los 56 detenidos en aquella operación fueron acusados de terrorismo, tanto por el asesinato de Gabaldón como por otras tentativas. Objetivamente, terrorismo era. Después, la mitología de la izquierda española ha convertido a las víctimas, y en particular a las “trece rosas”, en leyenda. La placa que conmemora su muerte dice que “dieron su vida por la libertad y la democracia”. No: dieron su vida –o, más bien, se la quitaron- por la dictadura del proletariado y por la revolución bolchevique, que era en lo que realmente creían.
 

La verdad sobre 'Las 13 Rosas' (comunistas) que no te contará la Memoria Histórica​


13rosas


Hace unos cuantos años, repentinamente, se inició el culto izquierdista a las que se denominaron 'Las 13 rosas'. Hubo hasta película de por medio. La historia contada por la progresía viene a señalar que el Régimen de Franco ejecutó, sin más, a 13 mujeres por el simple hecho de defender la democracia y la libertad contra el fascismo. De hecho en 1.988 se coloca una placa con este o texto muy similar en el lugar donde fueron ejecutadas. La historia no es tan simple.
La JSU (Juventud Socialista Unificada) era el sector duro del PCE y finalizada la Guerra Civil intentaba mantener una lucha clandestina armada contra el nuevo Estado Nacional. Ni que decir tiene que el objetivo final de la JSU se encontraba muy lejos de la democracia y la libertad y lo que pretendía era la instauración en España de un Estado comunista satélite de la Rusia de Stalin.
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La noche del 29 de Julio de 1.939, apenas recién terminada la guerra, miembros armados de la JSU, disfrazados con uniformes militares, detienen en la Carretera de Extremadura, el vehículo en el que se desplazaban un Teniente Coronel de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón Irurzun, su hija de 17 años y el conductor. Los terroristas de la JSU se suben al coche y tras viajar un rato en el mismo roban y matan a los dos hombres y a la chica. Los asesinos fueron detenidos pronto y se detiene a varios integrantes de la JSU.
De esta forma, el 3 de Agosto se celebra el CONSEJO DE GUERRA contra 57 miembros de la JSU, entre ellas 14 chicas. La vista concluyó con 56 penas de muerte, sólo una chica no fue condenada, contra los integrantes de la organización terrorista de extrema izquierda muy similar a los que sería la ETA o el GRAPO. La ejecución se produjo el día 5 de Agosto.
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El Estado Nacional explicaba así su actuación: "Todo esfuerzo contra este país puesto en pie a través de horribles sacrificios; todo esfuerzo, queremos decir, encaminado a perpetuar los hábitos de la criminalidad política, será perfectamente baldío, porque apenas se haya producido será inexorablemente aplastado. Terrible ha sido el fallo; terribles son siempre, en nombre de los más altos principios, los fallos de Dios y los de una Patria que de verdad quiere existir, digna de su nombre y de su historia. Nadie albergue duda sobre estas materias. Cada vez que se produzca un hecho semejante al de la carretera de Extremadura, la decisión de la justicia, según el sentimiento y la razón del nuevo Estado, será tan implacable como en esta ocasión. Porque hay un propósito resuelto, que es éste: nadie, y por ningún motivo, podrá volvernos a la tragedia y al espanto que exigieron una guerra libertadora de tres años".
'Las 13 rosas' formaban parte de una organización terrorista de extrema izquierda activa en el periodo inmediato a la finalización de una Guerra Civil en la que brutalidad de la izquierda fue de tal calibre que hoy no somos conscientes de las heridas que produjo en la vida de decenas de millares familias españolas. En una organización terrorista tanto mata el que dispara como los que están detrás facilitando el disparo. Con el tiempo estos últimos pueden pasar a ser los ejecutores. La muerte de 'Las 13 rosas' desactivó en grandísima medida la JSU y salvó, por lo tanto, con certeza la vida de españoles inocentes como la hija de 17 años del Teniente Coronel Isaac Gabaldón. La verdad incómoda que la Memoria Histórica no te contará.
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Las Trece Rosas​

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Las 13 Rosas es el nombre con el que se conoce a 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 tras ser condenadas por un tribunal por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayoría, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.
Las JSU, a las que pertenecían la mayoría de las 13 rosas, habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Está perfectamente documentado en los papeles del PCE que bajo control de su organización juvenil se encontraban las checas de Mendizabal 24, la de la calle Rimundo Lulio, la de Santa Isabel 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granda 4. Además, participaron en la acción represiva de varias otras cárceles de partidos políticos y tuvieron un papel destacado en las sacas cometidas para asesinar a miles de presos sin mediar juicio alguno. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.
Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años –hubiera cumplido 17 unos días después- y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal. La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas.Entre las casi 70 sentencias se encontraban las de las 13 rosas.
Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:
Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que por su edad, no levantaban sospechas.
Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.
Carmen Barrero Aguado
era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.
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era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.
Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.
Ante estos datos sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra.
No solamente los actuales dirigentes de las Juventudes Comunistas, desde Podemos a representantes de Ciudadanos no tienen ningún empacho en mostrar su admiración por estas 13 mujeres condenadas a muerte, pero que callan sin ningún rubor ante los miles de asesinatos cometidos por ellas y sus asociados durante la Guerra Civil.
La capacidad de la izquierda para construir leyendas es realmente admirable. El caso de las llamadas “trece rosas” es un perfecto ejemplo. Empezando por la circunstancia de que a esas mujeres fusiladas en 1939 se las considere socialistas cuando, en realidad, eran comunistas. Pero para entender adecuadamente el capítulo, en el que nada es rosa, conviene ponerlo en su contexto.
Cuando acabó la guerra civil, el Partido Socialista Obrero Español estaba literalmente triturado, dividido en al menos cuatro facciones. Hay que recordar que el último acto de la contienda es una batalla intestina en el bando del Frente Popular: a un lado, el Consejo de Defensa de Madrid, liderado por el socialista Besteiro con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera; al otro, el gobierno del también socialista Negrín, entregado al Partido Comunista y cuyos principales líderes ya habían huido del país.
Aquella batalla no fue cosa menor: hubo cerca de 2.000 muertos. Sobre esta ruptura se añadió inmediatamente otra en el exilio: los socialistas de Indalecio Prieto, por un lado, contra los de Negrín, que a estas alturas ya había sido expulsado del PSOE. Prieto y Negrín no peleaban por razones ideológicas, sino por controlar el tesoro expoliado y expatriado por los jerarcas republicanos para sufragar su exilio. El PSOE nunca se recuperará de estos desgarros, y por eso su trayectoria bajo el franquismo fue tan poco relevante. Pero aun antes había habido otra ruptura, esta de mayores consecuencias: la de las Juventudes Socialistas, que fueron el instrumento de Moscú para fagocitar al PSOE.
Recordemos sumariamente los hechos: desde abril de 1936, con el protagonismo de Santiago Carrillo y por instrucción directa de Moscú, las organizaciones juveniles del partido socialista y del partido comunista se fusionan en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Cuando estalla la guerra, los militantes de las JSU ingresan en masa en las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, la organización paramilitar del Partido Comunista, a la que tan pronto veremos en el frente como en la represión ejecutada en la retaguardia. Finalmente, en noviembre de 1936 y bajo la dirección personal de Santiago Carrillo, las JSU rompen con el PSOE y se pasan al Partido Comunista. Las JSU, por tanto, eran una organización dependiente del PCE, enteramente subordinado a su vez a la Komintern y al Partido Comunista de la Unión Soviética, cuyo líder, por si alguien lo ha olvidado, era Stalin. Todas estas cosas son bien sabidas y los propios protagonistas las han contado reiteradas veces. Es asombroso que aún sea preciso recordarlas.
Cuando acabó la guerra civil, en abril de 1939, los principales cuadros del Partido Comunista ya estaban en el extranjero. Primero en Francia, pero París proscribió a los comunistas después del pacto de Stalin con Hitler (agosto de 1939), así que casi todos acabaron en Moscú. Cerca de un millar de personas se instalaron en la capital soviética. Meses antes, en junio, Santiago Carrillo había publicado su célebre carta contra su propio padre, el socialista Wenceslao, de la facción de Besteiro, acusándole de traición.
Los socialistas –decía entre otras cosas Santiago Carrillo- habían dejado en la cárcel a millares de comunistas para que las tropas de Franco los encontraran allí al entrar en Madrid. Eso era verdad. La carta tenía por objeto exculpar al PCE –y sobre todo al propio Santiago- de responsabilidad en la derrota y romper cualquier lazo entre el PCE y el PSOE.
Consiguió su objetivo, aunque a Carrillo le costaría recuperar su posición en la cúpula de un PCE cuyo buró político se reunía en Moscú en un ambiente de tempestad. No era para menos: José Díaz, el ya muy quebrantado secretario general, acusaba de traición a las JSU, es decir, a Carrillo.
El episodio de las “trece rosas” tiene que inscribirse en este contexto. En el verano de 1939, lo que ha quedado del PCE en España es menos que nada: los que no han huido, han sido ejecutados por los socialistas en el golpe de Besteiro y Casado –véase el caso de Barceló- o están presos y esperando juicio o paredón.
El primer intento de reconstrucción del partido en torno a Matilde Landa es frustrado de inmediato por la policía (Matilde fue condenada a muerte, pero una intervención del filósofo García Morente, ya sacerdote, la salvó del paredón). Acto seguido toma su testigo Cazorla, viejo camarada de Carrillo en los días de Paracuellos, pero con la misma rapidez es delatado desde el interior. Son episodios que he documentado abundantemente en “El libro negro de carrillo” (Libros Libres, Madrid, 2010).
En Madrid permanecen, sin embargo, núcleos menores de las JSU, que sienten la necesidad de multiplicar las acciones para eludir esa acusación de traición que la cúpula del Partido formula contra ellos. Ahora bien, esos sectores que aún quedan en la capital son los más vinculados a la represión roja en retaguardia, dirigidos por líderes de tercer o cuarto nivel y prácticamente sin comunicación con la cúpula de la organización, que está en el extranjero. Son tales líderes los que, supuestamente, tramaron el asesinato de Isaac Gabaldón a finales de julio de 1939.
El comandante Isaac Gabaldón, guardia civil, estaba adscrito al Servicio de Información Militar de Gutiérrez Mellado y era encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo, es decir, un puesto clave de la represión de posguerra. Fue asesinado en la carretera de Talavera junto a su hija (Pilar, 16 años) y su chófer.
El asesinato fue imputado a los comunistas, o sea, a las JSU. Hubo una redada que desmanteló los últimos restos del partido comunista en Madrid y llevó al tribunal, primero, y al paredón después, a 56 personas, entre ellas las jóvenes que luego la propaganda comunista bautizará como las “trece rosas”.
El mismo día del asesinato, según refiere Piñar Pinedo citando una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, apareció en la prisión de Porlier nada menos que Gutiérrez Mellado para excarcelar a uno de los detenidos, el militante comunista Sinesio “el Pionero”, que resultó ser un confidente del SIM. Sólo él se salvó. Y enseguida desapareció para siempre. Todo el episodio del asesinato de Gabaldón y la investigación posterior está lleno de misterios y contradicciones. No es, en todo caso, el objeto de este artículo.
Los 56 detenidos en aquella operación fueron acusados de terrorismo, tanto por el asesinato de Gabaldón como por otras tentativas. Objetivamente, terrorismo era. Después, la mitología de la izquierda española ha convertido a las víctimas, y en particular a las “trece rosas”, en leyenda. La placa que conmemora su muerte dice que “dieron su vida por la libertad y la democracia”. No: dieron su vida –o, más bien, se la quitaron- por la dictadura del proletariado y por la revolución bolchevique, que era en lo que realmente creían.
 
El diario


Castilla-La Mancha

El misterioso asesinato del comandante Gabaldón en Talavera, la excusa para fusilar a las Trece Rosas
El crimen contra el comandante Isaac Gabaldón, su hija menor de edad y su chófer fue cometido por tres jóvenes entre el tramo que unía Oropesa y Talavera de la Reina
Cuatro meses después de que Franco se proclamara vencedor de la Guerra Civil -el 1 de abril de 1939-, desencadenó el fusilamiento de 56 personas, entre los que estaban los asesinos y, también, las Trece Rosas
El historiador y profesor de la UCLM Benito Díaz no cree que el asesinato fuera organizado por los tres jóvenes, ataviados con uniforme militar, y apunta pudo ser "una casualidad"
"No tienen nada que ver con el asesinato. Estaban ya encerradas y no podían haber sido las autoras materiales ni intelectuales", asevera Díaz respecto a las Trece Rosas, fusiladas hace 80 años
El comandante Isaac Gabaldón a la izquierda y un fotograma de la película 'Las 13 rosas' a la derecha
El comandante Isaac Gabaldón a la izquierda y un fotograma de la película 'Las 13 rosas' a la derecha
Fidel Manjavacas

10 de agosto de 2019 19:28 h
@Manjavakas
Julia Conesa, Blanca Brisac, Carmen Barrero, Martina Barroso, Luisa Rodríguez, Elena Gil, Pilar Bueno, Adelina García, Virtudes González, Ana López, Joaquina López, Victoria Muñoz y Dionisia Manzanero. Ellas son las Trece Rosas que fueron fusiladas por el franquismo hace ya 80 años y que, precisamente, recibieron un homenaje este pasado lunes, 5 de agosto, en el Cementerio de la Almudena en Madrid, donde fueron asesinadas.


Habían pasado apenas cuatro meses desde que Franco se proclamara vencedor de la Guerra Civil -el 1 de abril de 1939-, cuando estas trece mujeres, junto a otros 43 hombres -conocidos como los 43 claveles-, fueron ejecutadas acusadas de "adhesión a la rebelión" y condenadas a la pena de muerte. La mayoría de estas mujeres, de entre 18 y 29 años, eran compañeras en la cárcel de Las Ventas donde fueron encerradas por pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), una de las organizaciones comunistas contra las que el franquismo luchó durante su régimen.


Los fusilamientos mencionados se llevaron también a cabo la madrugada del 6 de agosto. Entre ellos, tres jóvenes: Damián García Mayoral, Sebastián Santamaría y Francisco Rivares, quienes varios días antes -el 29 de julio- habían asesinado al comandante Isaac Gabaldón Izurzún, a su hija Pilar (unos 17 años) y al conductor del coche oficial José Luis Díez Madrigal (23 años). A la postre, este crimen desencadenó la condena a muerte de los tres jóvenes y también, según sostienen diversos historiadores, el de las Trece Rosas, acusadas de pertenecer a una supuesta red comunista.

Entre Oropesa y Talavera de la Reina
El historiador y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) Benito Díaz, señala que el triple asesinato se produjo en el trayecto que une los municipios de Oropesa y Talavera de la Reina, donde los tres jóvenes, de las JSU pero ataviados con uniforme militar, detuvieron al coche en el que viajaba Gabaldón para subirse a él y dispararle después en un cañaveral cercano junto a su hija y el conductor, cuyos cuerpos fueron encontrados tres días más tarde, el 31 de julio. Gabaldón vendría del municipio de Puente del Arzobispo, donde se estaba construyendo una casa.



"Creo que el asesinato, que fue un crimen atroz y sanguinario, pudo ser una causalidad", apunta Díaz sobre las causas que pudieron llevar a estos tres jóvenes a matar a este guardia civil perteneciente al Servicio de Información de la Policía Militar (SIMP) y que llegó a Talavera de la Reina unos días antes de celebrarse las elecciones del 12 de abril de 1931, recuerda el historiador. Se trataba de "un hombre ultracatólico y conservador" que durante la Guerra Civil anotaba en "su famosa libreta" información sobre militantes de izquierda y masones y que actualmente da nombre a una calle de Talavera de la Reina, añade.

Otros historiadores recogen también distintas versiones sobre las causas y consecuencias de este episodio, en las que apuntan a la implicación de los tres jóvenes en redes comunistas o en la masonería para organizar el asesinato de Gabaldón, de quien se llevarían la mencionada libreta, junto a 104 pesetas y dos jamones que había comprado en Oropesa, que se comieron "con cierta tranquilidad tras este crimen horrendo", dice Díaz.


"El régimen quería dar una muestra de mano dura"
Sin embargo, el profesor de la UCLM, que ha publicado varios libros y artículos relacionados con estos hechos históricos, considera que "la masonería no tuvo nada que ver" en este crimen y que estos tres jóvenes "no tenían preparación" para cometer el asesinato. "Antiguos militantes comunistas que tuvieron un cargo importante no se creen que tres muchachos inexpertos fueran capaces de asesinar a Gabaldón. Hay una hipótesis que defiende que en realidad fuera un ajuste de cuentas entre miembros del franquismo", resalta.

"Los torturaron y ninguno dijo que iba a por Gabaldón", indica el historiador, que menciona también la posibilidad de que los jóvenes estuvieran buscando dinero y no planeando un crimen por el que el régimen "quiso mostrar después que era inflexible y que podían controlar absolutamente todo, precisamente unos meses después del triunfo del franquismo y del golpe de Estado".

El experto subraya también que Gabaldón, al contrario de lo que afirman otros autores, no estuvo en la 'Quinta Columna' que luchó contra la República. "Nada más venir a Talavera se ganó la enemistad de la inmensa mayoría de la población de izquierdas", en una ciudad que en esa época tenía un alcalde republicano, apunta el profesor de la UCLM. "Es más insignificante de lo que se cree. Tuvo malas relaciones con la policía militar", destaca Díaz sobre el comandante.

"Las Trece Rosas no estaban involucradas"
El historiador señala que el régimen franquista aprovechó "las circunstancias" que se dieron en torno a este crimen, "aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid", para "dar una muestra de mano dura". Las trece jóvenes fusiladas "no dejaron de ser mujeres que intentaron reorganizar las JSU". "No habían hecho nada, no estaban involucradas en ningún crimen y no tienen nada que ver con el asesinato. Estaban ya encerradas y no podían haber sido las autoras materiales ni intelectuales", asevera Díaz.


En este sentido, cabe destacar la denuncia que ha realizado el historiador murciano Flora Dimas en el juzgado de Lorca contra tres medios de comunicación y una página web por llamar "terroristas y asesinas" a las Trece Rosas. El investigador murciano considera las acusaciones que aparecen en diversos artículos como "gravísimas injurias y calumnias vertidas contra estas muchachas que fueron asesinadas por razones ideológicas" y por las que se continúa luchando para que su nombre no se borre de la historia.
 
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Newtral
Ni torturadoras ni violadoras: lo que dice la sentencia de muerte de Las Trece Rosas
Ni torturadoras ni violadoras: lo que dice la sentencia de muerte de Las Trece Rosas
La sentencia de las 13 jóvenes, a la que ha tenido acceso newtral.es, no las acusó de los crímenes que dice el diputado de Vox

Por Borja Rodrigo y Mar Tomico
Actualidad
04 octubre 2019 | 2 min lectura

El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha asegurado este viernes en Los Desayunos de Televisión Española que «se ha mentido en la historia hablando de algunas que llamaban las Trece Rosas y lo que hacían era torturar, violar y asesinar vilmente». Newtral.es ha tenido acceso a los documentos del tribunal (Consejo de Guerra permanente Número 9) que condenó a las conocidas como Trece Rosas, a través del Patrimonio Cultural de Defensa, y no aparece ninguna de las acusaciones que el diputado en el Congreso de la formación de ultraderecha ha formulado. Lo explicamos.

Extracto de la Sentencia by Newtral on Scribd


El 3 de agosto de 1939, el fiscal del Consejo Permanente de Guerra acusó a 56 procesados, entre los que se encontraban las Trece Rosas, como «responsables de un delito de adhesión a la rebelión». Francisco Franco, general en jefe de los Ejércitos tras un golpe de estado en julio de 1936, se había proclamado vencedor de la Guerra Civil el 1 de abril de 1939. Comenzaba a dar sus pasos un régimen dictatorial que ostentaría el poder en España durante 40 años.

Según reproduce la sentencia, las acusadas «tenían por misión hacer fracasar las instrucciones político-jurídicas de nuestro estado Nacional» y circular «las órdenes necesarias a fin de organizarse nuevamente y poder actuar en todas aquellas misiones que pudieran producir aquellos actos delictivos que vulnerasen el orden social y jurídico de la Nueva España». Para ello, según la sentencia, los procesados trataron de «infiltrarse en las filas de FET y de las JONS y del ejército, siendo dirigida toda esta actuación criminal por el Comité Provincial con la ayuda eficaz de las jóvenes afiliadas a las referida JSU».

Tal y como explica el hispanista Paul Preston en su libro ‘El Holocausto español’, «el 5 de agosto de 1939, 56 prisioneros fueron ejecutados en Madrid, entre ellos un chico de 14 años y 13 mujeres, varias de ellas menores de 21 años y, que con el tiempo, se las conocería como las trece rosas». El 29 de julio, el comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón fue asesinado junto a su hija y su chófer, explica en su libro Preston. El crimen fue atribuido a militantes de las JSU y a una supuesta red comunista, entre ellos las trece acusadas. Cinco días más tarde, el Tribunal hacía pública su sentencia contra ellas: pena de muerte para todas. Sin embargo, las jóvenes se encontraban ya en prisión cuando sucedió el asesinato del comandante, lo que las hacía inocentes de ser las autoras materiales de este crimen.

Preston añade que su captura fue llevada a cabo en la primavera de 1939 y que para justificar sus ejecuciones se esgrimió una trama de «realidad inexistente» para matar al dictador Francisco Franco, aunque la excusa real era un «acto de venganza masiva» por la muerte de Gabaldón.

Las jóvenes, de entre 18 y 29 años, eran compañeras en la cárcel de Las Ventas y en la noche del 4 al 5 de agosto, las ‘Trece Rosas’ fueron conducidas hasta el Cementerio del Este, actual Cementerio de la Almudena, para ser fusiladas.

Fuentes:

Sentencia de las Trece Rosas (Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa)
‘El Holocausto Español’, Paul Preston
franquismoJavier Ortega SmithMemoria HistóricaTrece Rosas
 

Las Trece Rosas​

13-rosas.jpg

Las 13 Rosas es el nombre con el que se conoce a 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 tras ser condenadas por un tribunal por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayoría, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.
Las JSU, a las que pertenecían la mayoría de las 13 rosas, habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Está perfectamente documentado en los papeles del PCE que bajo control de su organización juvenil se encontraban las checas de Mendizabal 24, la de la calle Rimundo Lulio, la de Santa Isabel 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granda 4. Además, participaron en la acción represiva de varias otras cárceles de partidos políticos y tuvieron un papel destacado en las sacas cometidas para asesinar a miles de presos sin mediar juicio alguno. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.
Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años –hubiera cumplido 17 unos días después- y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal. La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas.Entre las casi 70 sentencias se encontraban las de las 13 rosas.
Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:
Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que por su edad, no levantaban sospechas.
Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.
Carmen Barrero Aguado
era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.
Pilar Bueno Ibañez
era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.
Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.
Ante estos datos sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra.
No solamente los actuales dirigentes de las Juventudes Comunistas, desde Podemos a representantes de Ciudadanos no tienen ningún empacho en mostrar su admiración por estas 13 mujeres condenadas a muerte, pero que callan sin ningún rubor ante los miles de asesinatos cometidos por ellas y sus asociados durante la Guerra Civil.
La capacidad de la izquierda para construir leyendas es realmente admirable. El caso de las llamadas “trece rosas” es un perfecto ejemplo. Empezando por la circunstancia de que a esas mujeres fusiladas en 1939 se las considere socialistas cuando, en realidad, eran comunistas. Pero para entender adecuadamente el capítulo, en el que nada es rosa, conviene ponerlo en su contexto.
Cuando acabó la guerra civil, el Partido Socialista Obrero Español estaba literalmente triturado, dividido en al menos cuatro facciones. Hay que recordar que el último acto de la contienda es una batalla intestina en el bando del Frente Popular: a un lado, el Consejo de Defensa de Madrid, liderado por el socialista Besteiro con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera; al otro, el gobierno del también socialista Negrín, entregado al Partido Comunista y cuyos principales líderes ya habían huido del país.
Aquella batalla no fue cosa menor: hubo cerca de 2.000 muertos. Sobre esta ruptura se añadió inmediatamente otra en el exilio: los socialistas de Indalecio Prieto, por un lado, contra los de Negrín, que a estas alturas ya había sido expulsado del PSOE. Prieto y Negrín no peleaban por razones ideológicas, sino por controlar el tesoro expoliado y expatriado por los jerarcas republicanos para sufragar su exilio. El PSOE nunca se recuperará de estos desgarros, y por eso su trayectoria bajo el franquismo fue tan poco relevante. Pero aun antes había habido otra ruptura, esta de mayores consecuencias: la de las Juventudes Socialistas, que fueron el instrumento de Moscú para fagocitar al PSOE.
Recordemos sumariamente los hechos: desde abril de 1936, con el protagonismo de Santiago Carrillo y por instrucción directa de Moscú, las organizaciones juveniles del partido socialista y del partido comunista se fusionan en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Cuando estalla la guerra, los militantes de las JSU ingresan en masa en las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, la organización paramilitar del Partido Comunista, a la que tan pronto veremos en el frente como en la represión ejecutada en la retaguardia. Finalmente, en noviembre de 1936 y bajo la dirección personal de Santiago Carrillo, las JSU rompen con el PSOE y se pasan al Partido Comunista. Las JSU, por tanto, eran una organización dependiente del PCE, enteramente subordinado a su vez a la Komintern y al Partido Comunista de la Unión Soviética, cuyo líder, por si alguien lo ha olvidado, era Stalin. Todas estas cosas son bien sabidas y los propios protagonistas las han contado reiteradas veces. Es asombroso que aún sea preciso recordarlas.
Cuando acabó la guerra civil, en abril de 1939, los principales cuadros del Partido Comunista ya estaban en el extranjero. Primero en Francia, pero París proscribió a los comunistas después del pacto de Stalin con Hitler (agosto de 1939), así que casi todos acabaron en Moscú. Cerca de un millar de personas se instalaron en la capital soviética. Meses antes, en junio, Santiago Carrillo había publicado su célebre carta contra su propio padre, el socialista Wenceslao, de la facción de Besteiro, acusándole de traición.
Los socialistas –decía entre otras cosas Santiago Carrillo- habían dejado en la cárcel a millares de comunistas para que las tropas de Franco los encontraran allí al entrar en Madrid. Eso era verdad. La carta tenía por objeto exculpar al PCE –y sobre todo al propio Santiago- de responsabilidad en la derrota y romper cualquier lazo entre el PCE y el PSOE.
Consiguió su objetivo, aunque a Carrillo le costaría recuperar su posición en la cúpula de un PCE cuyo buró político se reunía en Moscú en un ambiente de tempestad. No era para menos: José Díaz, el ya muy quebrantado secretario general, acusaba de traición a las JSU, es decir, a Carrillo.
El episodio de las “trece rosas” tiene que inscribirse en este contexto. En el verano de 1939, lo que ha quedado del PCE en España es menos que nada: los que no han huido, han sido ejecutados por los socialistas en el golpe de Besteiro y Casado –véase el caso de Barceló- o están presos y esperando juicio o paredón.
El primer intento de reconstrucción del partido en torno a Matilde Landa es frustrado de inmediato por la policía (Matilde fue condenada a muerte, pero una intervención del filósofo García Morente, ya sacerdote, la salvó del paredón). Acto seguido toma su testigo Cazorla, viejo camarada de Carrillo en los días de Paracuellos, pero con la misma rapidez es delatado desde el interior. Son episodios que he documentado abundantemente en “El libro negro de carrillo” (Libros Libres, Madrid, 2010).
En Madrid permanecen, sin embargo, núcleos menores de las JSU, que sienten la necesidad de multiplicar las acciones para eludir esa acusación de traición que la cúpula del Partido formula contra ellos. Ahora bien, esos sectores que aún quedan en la capital son los más vinculados a la represión roja en retaguardia, dirigidos por líderes de tercer o cuarto nivel y prácticamente sin comunicación con la cúpula de la organización, que está en el extranjero. Son tales líderes los que, supuestamente, tramaron el asesinato de Isaac Gabaldón a finales de julio de 1939.
El comandante Isaac Gabaldón, guardia civil, estaba adscrito al Servicio de Información Militar de Gutiérrez Mellado y era encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo, es decir, un puesto clave de la represión de posguerra. Fue asesinado en la carretera de Talavera junto a su hija (Pilar, 16 años) y su chófer.
El asesinato fue imputado a los comunistas, o sea, a las JSU. Hubo una redada que desmanteló los últimos restos del partido comunista en Madrid y llevó al tribunal, primero, y al paredón después, a 56 personas, entre ellas las jóvenes que luego la propaganda comunista bautizará como las “trece rosas”.
El mismo día del asesinato, según refiere Piñar Pinedo citando una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, apareció en la prisión de Porlier nada menos que Gutiérrez Mellado para excarcelar a uno de los detenidos, el militante comunista Sinesio “el Pionero”, que resultó ser un confidente del SIM. Sólo él se salvó. Y enseguida desapareció para siempre. Todo el episodio del asesinato de Gabaldón y la investigación posterior está lleno de misterios y contradicciones. No es, en todo caso, el objeto de este artículo.
Los 56 detenidos en aquella operación fueron acusados de terrorismo, tanto por el asesinato de Gabaldón como por otras tentativas. Objetivamente, terrorismo era. Después, la mitología de la izquierda española ha convertido a las víctimas, y en particular a las “trece rosas”, en leyenda. La placa que conmemora su muerte dice que “dieron su vida por la libertad y la democracia”. No: dieron su vida –o, más bien, se la quitaron- por la dictadura del proletariado y por la revolución bolchevique, que era en lo que realmente creían.

Y cuál fue el “delito” de Julia Conesa? O de Blanca Brissac? O de Virtudes García? …por citar sólo tres nombres. Te recuerdo que llevaban detenidas desde mayo de 1939, meses antes del atentado.
 
Y cuál fue el “delito” de Julia Conesa? O de Blanca Brissac? O de Virtudes García? …por citar sólo tres nombres. Te recuerdo que llevaban detenidas desde mayo de 1939, meses antes del atentado.
¿Y cuál fue el delito de José Antonio Primo de Rivera? Te recuerdo que el FRENTE POPULAR lo metió en la cárcel en febrero de 1936.... querida...sin ningún motivo para ello.
 
¿Y cuál fue el delito de José Antonio Primo de Rivera? Te recuerdo que el FRENTE POPULAR lo metió en la cárcel en febrero de 1936.... querida...sin ningún motivo para ello.

José Antonio Primo de Rivera "Había sido detenido en marzo por posesión ilícita de armas. Su estancia en prisión se alargó cuando le fueron encontradas en la cárcel dos pistolas. En mayo intentó eludir la justicia por la vía de recuperar la inmunidad parlamentaria, al tener que repetirse las elecciones en algunas provincias pensó que podría presentarse y sacar un escaño, pero la Junta Electoral no aceptó nuevas inclusiones en las listas de febrero. Fue trasladado a Alicante en junio."

"Su muerte supone la desaparición de uno de los dirigentes políticos más carismáticos del bando ‘nacional’. Tras ella su figura y su discurso son fagocitados por el régimen de Franco y se extiende la leyenda de que fue el propio generalísimo quien dio carta blanca a la ejecución del que consideraba su rival político."

Y por cierto, no me has contestado, qué "delito" cometieron Julia, Blanca o Virtudes? Espero ansiosa tu respuesta
 
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José Antonio Primo de Rivera "Había sido detenido en marzo por posesión ilícita de armas. Su estancia en prisión se alargó cuando le fueron encontradas en la cárcel dos pistolas. En mayo intentó eludir la justicia por la vía de recuperar la inmunidad parlamentaria, al tener que repetirse las elecciones en algunas provincias pensó que podría presentarse y sacar un escaño, pero la Junta Electoral no aceptó nuevas inclusiones en las listas de febrero. Fue trasladado a Alicante en junio."

"Su muerte supone la desaparición de uno de los dirigentes políticos más carismáticos del bando ‘nacional’. Tras ella su figura y su discurso son fagocitados por el régimen de Franco y se extiende la leyenda de que fue el propio generalísimo quien dio carta blanca a la ejecución del que consideraba su rival político."

Y por cierto, no me has contestado, qué "delito" cometieron Julia, Blanca o Virtudes? Espero ansiosa tu respuesta
¿Y por qué no metieron en la cárcel a Indalecio Prieto, a Largo Caballero, y al resto del PSOE que acumulaba armas y explosivos? No... aquello fue la excusa que emplearon los de la PSOE para meterlo en prisión.
 
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