TODO sobe Pablo Iglesias y Podemos.

*Ya somos caribeños ¿y qué pinta un Estado caribeño en Europa? Nada. Rien. Nothing. Nichts.


Este es el texto íntegro en el que la Asociación Europea de Jueces carga contra los planes del Gobierno
  • Los jueces europeos han sido muy críticos con los planes del Ejecutivo para reformar el sistema de elección de los miembros del CGPJ. A continuación, el texto completo

"En el día de hoy hemos tenido conocimiento de que las formaciones políticas que integran el Gobierno de España han presentado una proposición de ley para modificar el sistema de elección parlamentaria de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, en la que se prevé la reducción del sistema de mayoría reforzada, por una mayoría simple. Los miembros del Consejo de procedencia judicial seguirán siendo elegidos por el Parlamento y no por sus iguales.

La Asociación Europea de Jueces quiere destacar, una vez más, las normas europeas sobre la composición de los consejos del poder judicial y sobre la elección de sus miembros:

La Recomendación de la Comisión Europea establecía en su apartado 3.3 que “en los Estados miembros en los que se ha establecido un Consejo del Poder Judicial, su independencia es especialmente importante para evitar influencias indebidas del Gobierno o del Parlamento sobre la independencia de los jueces. (…) Por la misma razón, normas europeas bien consolidadas, en particular la Recomendación de 2010 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, establece que “no menos de la mitad de los miembros de los consejos del poder judicial deben ser jueces seleccionados por su homólogos de entre todos los niveles del sistema judicial y con respeto al pluralismo interno del sistema judicial”. Añadía la recomendación que contemplaba el caso polaco: “Las nuevas normas sobre el nombramiento de jueces/miembros del Consejo Nacional del Poder Judicial aumentan significativamente la influencia del Parlamento sobre el Consejo y afectan negativamente a su independencia en contradicción con las normas europeas”.

Asimismo, en el Informe N.°10 (2007) del Consejo Consultivo de Jueces Europeos (CCJE), a la atención del Comité de Ministros del Consejo de Europa, se establece claramente:
“16. El Consejo de la Justicia se puede componer, ya sea exclusivamente de jueces, ya sea de jueces y de no jueces. En ambas situaciones, conviene evitar cualquier corporativismo.
  1. Cuando el Consejo de la Justicia se compone exclusivamente de jueces, el CCJE considera que dichos jueces han de ser elegidos por sus pares.
  2. Cuando su composición es mixta (jueces y no jueces), el CCJE considera que con el fin de evitar cualquier manipulación o presión indebida, el Consejo de la Justicia ha de contar con una mayoría sustancial de jueces elegidos por sus pares”.

Igualmente, en el informe del Grupo de Estados contra la corrupción (GRECO) sobre España de 8 de diciembre 2017, se destaca: “Una de las modificaciones claves en este punto consiste en que los doce miembros del Consejo de procedencia judicial sean elegidos directamente por sus pares”...

Y añade: “Ello es necesario no solo para remediar las críticas vertidas actualmente en el mismo seno de la carrera judicial, sino también para fortalecer la confianza de los ciudadanos en el sistema judicial en su conjunto”

En la misma línea, el Estatuto Universal del Juez aprobado por la UIM, señala en su art. 2.3 que “el Consejo de la Judicatura debe ser completamente independiente de los demás poderes del Estado. Debe estar compuesto por una mayoría de jueces elegidos por sus compañeros, de acuerdo con procedimientos que aseguren su mayor representación”.

De acuerdo con las anteriores recomendaciones, la Asociación Europea de Jueces expresa su gran preocupación porque España esté dando un paso atrás en los objetivos fundamentales para la independencia del poder judicial.

En lugar de aprovechar esta oportunidad legislativa para reformar el sistema de designación de los jueces del Consejo General del Poder Judicial reforzando las garantías de independencia de los jueces y magistrados, como pilar fundamental del estado de derecho, retornando al sistema anterior donde los jueces integrantes del Consejo General del Poder Judicial eran elegidos por sus iguales, alternativa que se propuso, la presente opción aumentará el riesgo de influencia política indebida en el nombramiento de los miembros del Consejo y en el sistema judicial en su conjunto, dañando la percepción de la sociedad sobre una independencia judicial efectiva".

Qué pena Dios mío
Somos el hazmerreir de Europa
 
Iglesias, el mono de las pistolas

Si de lo que se trata es de subastar adjetivos hasta elegir los que mejor califican la conducta política y personal de Pablo Iglesias, ahí van mis dos aportaciones particulares: matasiete y matachín. No los había utilizado en mi vida, pero ambos suenan parecido a otro más popular que le va como anillo al dedo: matón. Lo que pasa es que matón es más serio y califica conductas de hampones que acojonan de verdad. Iglesias, no. Él tiene ese toque kitsch de pendenciero de serie b que le da un aire de fanfarrón engreído. Cuando frunce el ceño y afila la mirada como si fuera un superhéroe a punto de convertir sus globos oculares en reflectores de rayos ultravioleta recuerda más a Maxwell Smart, el superagente 86, que a Lee Van Cleef haciendo de malo.

Hay algo grotesco en su modo de hundir los hombros y arrugar el gesto cada vez que le dice a los jueces del Supremo que sería inconcebible que le tocaran un pelo del moño o a los diputados de la Oposición que guarden silencio cuando un vicepresidente del Gobierno está en el uso de la palabra. Matasiete es sinónimo de fanfarrón, pero su locución es más chistosa y tengo para mí que añade ese punto de comicidad que tanto irrita a los maulas orgullosos. Con matachín pasa lo mismo. Significa camorrista, pero tiene un aire ridículo que convierte a su destinatario en motivo de burla. Estoy seguro de que a Iglesias no le gustará que se cachondeen de él cuando se pone a modo cuatrero que entra en el Saloon y acalla los murmullos de la clientela. No hay nada más humillante que un pistolero que mueva al pitorreo.

Y sin embargo, miradle, ahí está él con los brazos en jarra y la chepa enhiesta, las piernas arqueadas y la perilla en punta, dispuesto a desafiar a todo ese hatajo de golpistas indecentes que al ponerle bajo sospecha cometen un delito de lesa democracia. Atacarle a él supone tanto como atacar el movimiento de liberación de los oprimidos. Como símbolo del empoderamiento de los parias, su aforamiento es tan inviolable como el del rey. Ni Supremos, ni gaitas. El hombre no para de desgañitarse la garganta para que su advertencia se escuche del uno al otro confín: “¿Lo habéis entendido, reaccionarios de mierda?” Verle de esa guisa, henchido como un pavo, con el vademécum del comunismo preconciliar en una mano y la foto del Che Guevara en la otra, es peor que sonrojante, sencillamente es patético.

Iglesias no representa un peligro real. Al menos, no más que un histrión en una solemnidad litúrgica (es muy posible que este 12 de octubre le veamos hacer de saltimbanqui ante Felipe VI para que su fe republicana no quede amordazada por los símbolos de la Nación durante la celebración de su fiesta). Ni su presencia en los puestos de cabecera del banco azul es consecuencia de un mandato de las urnas ni la cosecha electoral de su partido —que no ha dejado de empeorar desde que entró en escena— le convierte en el elegido del pueblo. El peligro no es él, sino quien le nombró caprichosamente vicepresidente del Gobierno y quien le permite utilizar su rango para convertir la vida pública en el patio de Monipodio, lugar de solaz del sindicato del hampa.

Iglesias no es el peligro, el peligro es Sánchez. A propósito de la campaña podemita contra el juez García Castellón, que ha recibido amenazas de muerte tras pedirle al Supremo la imputación de Iglesias, el presidente del TSJM, Celso Rodríguez, ha recordado en ABC que los poderes públicos —y por lo tanto también el ejecutivo— están obligados a combatir cualquier campaña de desprestigio que se orqueste contra quienes, en un esquema democrático, tienen la misión de tutelar en último término los derechos e intereses legítimos de todos los ciudadanos. ¿Ha cumplido Sánchez con su deber? ¿Lo hizo cuando su vice dos trató de intimidar a los jueces que han de decidir si le sientan en el banquillo. ¿De verdad sería inconcebible, señor Iglesias, que un juez del Supremo razonara como otro de la Audiencia Nacional?

¿Quién es el verdadero responsable de una balacera provocada por un mono con pistolas, el mono que dispara o el dueño del zoo que permite que las lleve encima? El duelo que han establecido nuestros gobernantes con los miembros del poder judicial es, sin ninguna duda, el de mayor calado que tiene planteado ahora mismo nuestro país. Por eso reconfortan las palabras de Celso Rodríguez en su artículo del sábado: “Sea cual sea la intensidad de una estrategia de desgaste, a esa sociedad a la que nos debemos y servimos, le recordamos el compromiso que adquirimos cuando juramos o prometimos nuestro cargo: administrar recta e imparcialmente Justicia frente a todos. Que no quepa la menor duda de lo inquebrantable que resulta nuestro juramento”. ¿Oído cocina?
 
Iglesias, el mono de las pistolas

Si de lo que se trata es de subastar adjetivos hasta elegir los que mejor califican la conducta política y personal de Pablo Iglesias, ahí van mis dos aportaciones particulares: matasiete y matachín. No los había utilizado en mi vida, pero ambos suenan parecido a otro más popular que le va como anillo al dedo: matón. Lo que pasa es que matón es más serio y califica conductas de hampones que acojonan de verdad. Iglesias, no. Él tiene ese toque kitsch de pendenciero de serie b que le da un aire de fanfarrón engreído. Cuando frunce el ceño y afila la mirada como si fuera un superhéroe a punto de convertir sus globos oculares en reflectores de rayos ultravioleta recuerda más a Maxwell Smart, el superagente 86, que a Lee Van Cleef haciendo de malo.

Hay algo grotesco en su modo de hundir los hombros y arrugar el gesto cada vez que le dice a los jueces del Supremo que sería inconcebible que le tocaran un pelo del moño o a los diputados de la Oposición que guarden silencio cuando un vicepresidente del Gobierno está en el uso de la palabra. Matasiete es sinónimo de fanfarrón, pero su locución es más chistosa y tengo para mí que añade ese punto de comicidad que tanto irrita a los maulas orgullosos. Con matachín pasa lo mismo. Significa camorrista, pero tiene un aire ridículo que convierte a su destinatario en motivo de burla. Estoy seguro de que a Iglesias no le gustará que se cachondeen de él cuando se pone a modo cuatrero que entra en el Saloon y acalla los murmullos de la clientela. No hay nada más humillante que un pistolero que mueva al pitorreo.

Y sin embargo, miradle, ahí está él con los brazos en jarra y la chepa enhiesta, las piernas arqueadas y la perilla en punta, dispuesto a desafiar a todo ese hatajo de golpistas indecentes que al ponerle bajo sospecha cometen un delito de lesa democracia. Atacarle a él supone tanto como atacar el movimiento de liberación de los oprimidos. Como símbolo del empoderamiento de los parias, su aforamiento es tan inviolable como el del rey. Ni Supremos, ni gaitas. El hombre no para de desgañitarse la garganta para que su advertencia se escuche del uno al otro confín: “¿Lo habéis entendido, reaccionarios de mierda?” Verle de esa guisa, henchido como un pavo, con el vademécum del comunismo preconciliar en una mano y la foto del Che Guevara en la otra, es peor que sonrojante, sencillamente es patético.

Iglesias no representa un peligro real. Al menos, no más que un histrión en una solemnidad litúrgica (es muy posible que este 12 de octubre le veamos hacer de saltimbanqui ante Felipe VI para que su fe republicana no quede amordazada por los símbolos de la Nación durante la celebración de su fiesta). Ni su presencia en los puestos de cabecera del banco azul es consecuencia de un mandato de las urnas ni la cosecha electoral de su partido —que no ha dejado de empeorar desde que entró en escena— le convierte en el elegido del pueblo. El peligro no es él, sino quien le nombró caprichosamente vicepresidente del Gobierno y quien le permite utilizar su rango para convertir la vida pública en el patio de Monipodio, lugar de solaz del sindicato del hampa.

Iglesias no es el peligro, el peligro es Sánchez. A propósito de la campaña podemita contra el juez García Castellón, que ha recibido amenazas de muerte tras pedirle al Supremo la imputación de Iglesias, el presidente del TSJM, Celso Rodríguez, ha recordado en ABC que los poderes públicos —y por lo tanto también el ejecutivo— están obligados a combatir cualquier campaña de desprestigio que se orqueste contra quienes, en un esquema democrático, tienen la misión de tutelar en último término los derechos e intereses legítimos de todos los ciudadanos. ¿Ha cumplido Sánchez con su deber? ¿Lo hizo cuando su vice dos trató de intimidar a los jueces que han de decidir si le sientan en el banquillo. ¿De verdad sería inconcebible, señor Iglesias, que un juez del Supremo razonara como otro de la Audiencia Nacional?

¿Quién es el verdadero responsable de una balacera provocada por un mono con pistolas, el mono que dispara o el dueño del zoo que permite que las lleve encima? El duelo que han establecido nuestros gobernantes con los miembros del poder judicial es, sin ninguna duda, el de mayor calado que tiene planteado ahora mismo nuestro país. Por eso reconfortan las palabras de Celso Rodríguez en su artículo del sábado: “Sea cual sea la intensidad de una estrategia de desgaste, a esa sociedad a la que nos debemos y servimos, le recordamos el compromiso que adquirimos cuando juramos o prometimos nuestro cargo: administrar recta e imparcialmente Justicia frente a todos. Que no quepa la menor duda de lo inquebrantable que resulta nuestro juramento”. ¿Oído cocina?
Textazo, es tuyo? Enhorabuena da gusto leerte!
 
La Comisión Europea urge a España a renovar el Poder Judicial
El Ejecutivo comunitario examina la situación del estado de derecho en los países de la Unión Europea. En el caso español, pone el foco sobre el CGPJ y la Fiscalía General del Estado
Foto: El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, acompañado por el ministro de Justicia del Gobierno, Juan Carlos Campo (i). (EFE)
El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, acompañado por el ministro de Justicia del Gobierno, Juan Carlos Campo (i). (EFE)
AUTOR
JAVIER BOCANEGRA
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NACHO ALARCÓN. BRUSELAS
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@nacho_alarcon
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TIEMPO DE LECTURA6'
29/09/2020 22:45 - ACTUALIZADO: 30/09/2020 00:38
La Comisión Europea, como 'guardiana' de los Tratados europeos en los que se consagra el estado de derecho y ante el creciente autoritarismo en algunos Estados miembros del este, como Hungría y Polonia, decidió hace meses ponerse a trabajar sobre el primer análisis de la situación del estado de derecho en todos los países de la Unión Europea. Este miércoles, se publicará la esperada primera edición. En la sección referida a España, a la que ha tenido acceso El Confidencial, se pone el foco en la necesidad de renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), un tema candente especialmente en la última semana y a las puertas de que este miércoles el órgano proceda a realizar nombramientos clave en el Tribunal Supremo encontrándose en funciones.
 
Es que así como van a confiar en nosotros... No nos dan la pasta, al tiempo
La pasta, si nos la terminan dando, no empieza a llegar hasta el último trimestre de 2021 ¿cómo va a aguantar el gobierno hasta entonces? ¿de dónde va a sacar la pasta para pagar sueldos públicos, pensiones, paro, ERTEs, etc? ¿tú le darías la pasta a un país co-gobernado por el mismo sujeto que hace 5 años exigía al gobierno que no se pagara la deuda? Pues eso.
 
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