Vida y ocaso de Lily Safra: cuatro maridos, cuatro muertes trágicas y una fortuna de más de 1.000 millones de euros

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Con una gran historia repleta de lujo y misterio, la viuda del banquero libanés Edmond Safra falleció hace unos días en su mansión de Ginebra. Tenía 87 años​


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Lily Safra, retratada por Slim Aarons en Villa Leopolda, en Francia, en julio de 1991.

“Detrás de toda gran fortuna hay un crimen”, dijo el novelista Honoré de Balzac. Detrás de la fortuna de Lily Safra, una de las mujeres más ricas del mundo, hay cuatro maridos y cuatro muertes trágicas con las que fue aumentando sus posesiones, su influencia en la sociedad internacional y su leyenda. Lily, nacida en Porto Alegre (Brasil) en 1934 y apellidada Watkins de soltera, acaba de fallecer en su mansión de Ginebra a los 87 años, dejando un patrimonio ingente que Forbes ha estimado en más de 1.000 millones de euros.

Hija de Wolf White Watkins, un ingeniero checoslovaco que emigró a Brasil para trabajar en el sector ferroviario, y de Nanita Noudelman de Castro, una uruguaya de ascendencia judía rusa, Lily creció en Río de Janeiro y en su adolescencia se mudó con su familia a Montevideo, capital de Uruguay. En 1952, con 17 años, se casó con Mario Cohen, un fabricante de medias de origen italiano que estaba afincado en Argentina. Tuvieron tres hijos, Claudio, Eduardo y Adriana, y tras ocho años de matrimonio se divorciaron.

En 1964 conoció a Alfredo Greenberg, un millonario brasileño de origen rumano que hizo fortuna con la venta de electrodomésticos. El matrimonio adoptó a un niño. Cuatro años después de la boda, Greenberg se quitó la vida con un arma de fuego, dejando su fortuna a su esposa. Surgieron todo tipo de especulaciones sobre las circunstancias de la muerte del empresario. Incluso llegaron a publicarse rumores que apuntaban a que había logrado dispararse en el corazón no una sino dos veces, pero los investigadores solo recuperaron una bala.

La edad dorada​

Poco después, la joven viuda se mudó a Londres, donde empezó a labrarse el apodo que la acompañaría el resto de su vida: The Gilded Lily (Lily dorada, en castellano). Una referencia a su cabello rubio, pero también a su creciente patrimonio. Buscando un asesor para gestionar sus millones conoció a Edmond Safra, uno de los hombres más ricos del mundo. Banquero libanés y ciudadano brasileño, Safra fundó en la década de 1960 el Republic National Bank of New York, una institución financiera especializada en banca privada y con clientes que operaban en paraísos fiscales como Mónaco, Luxemburgo o Suiza.

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Sir Elton John y Lily Safra posan abrazados durante la gala anual que celebra el cantante para recaudar fondos para la lucha contra el sida, en Nueva York en noviembre de 2016.

El noviazgo de la socialité y el financiero tuvo sus complicaciones. La familia de él no veía con buenos ojos la relación por el pasado de ella. La pareja rompió y ella se casó con el empresario Samuel Bendahan, aparentemente con la intención de despertar los celos del banquero. A las pocas semanas de la boda, se separó y retomó el noviazgo con Safra. Al final, el amor triunfó: se dieron el “sí, quiero” en 1976. Un triunfo que estuvo precedido de la firma de un acuerdo prenupcial de 600 páginas, “obra maestra del derecho aplicado al matrimonio”, según el Financial Times.

Los Safra fueron uno de los matrimonios más prominentes de la jet set internacional en los años ochenta, codeándose con el príncipe Carlos de Inglaterra, Ronald y Nancy Reagan, Aga Khan, Aristóteles Onassis o Frank Sinatra. La pareja dividía su tiempo entre Nueva York, Mónaco, Ginebra y la Riviera Francesa, donde compraron Villa Leopolda, antigua residencia de verano del rey de Bélgica. También fueron muy generosos. Crearon la Fundación Internacional de Educación Sefardí, la Fundación Edmond J. Safra para la investigación médica y la ayuda humanitaria y el Centro de Ética de la Fundación Edmond J. Safra en Harvard.

Lily se transfiguró en un icono de estilo y elegancia: cabello rubio perfectamente peinado, trajes de alta costura y joyas de un valor incalculable. En 1989, la tragedia volvió a golpearla. Su hijo mayor, Claudio, fruto de su primer matrimonio, se mató en un accidente automovilístico. En el coche iba una de sus nietas, de solo cuatro años, que también falleció en el choque. Solo un año después, a Edmond le diagnosticaron la enfermedad de párkinson.

La tragedia llama a la puerta​

La salud de Edmond Safra se deterioró rápidamente. El banquero empezó a desarrollar un trastorno paranoide, un trastorno de personalidad caracterizado por un patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros: equipó todas sus casas con sistemas de seguridad de alta tecnología y contrató un equipo formado por antiguos militares y miembros del servicio de inteligencia israelí. A finales de los años noventa se refugió en su dúplex monegasco, donde mandó construir una habitación del pánico. Obsesionado con la seguridad, solía llevar gemas azules en el bolsillo para protegerse del mal de ojo y usaba el número cinco de la suerte en la matrícula de su automóvil.

Los delirios del financiero terminaron siendo su perdición. En 1999 se produjo un incendio en su residencia en Mónaco. Convencido de que unos intrusos intentaban secuestrarlo, se encerró en su habitación del pánico con una de sus enfermeras. Murió de asfixia antes de que los bomberos pudieran llegar a la casa. Tenía 11 guardaespaldas, ninguno de ellos estaba cuando murió. Lily, que estaba en otra ala del ático, salió ilesa. La policía monegasca terminó descubriendo que Ted Maher, uno de los exsoldados al servicio del banquero como enfermero, fue quien inició el fuego. Este admitió su responsabilidad alegando que lo había hecho con la esperanza de “salvar” a los Safra de las llamas para así ganarse su gratitud y confianza. Maher fue declarado culpable y condenado a ocho años de cárcel. Sin embargo, la muerte del millonario siempre estuvo rodeada de misterio y especulaciones. Unos meses antes del incendio, Safra colaboró con el FBI en la investigación de una trama de lavado de dinero de la mafia rusa.

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La cantante Carla Bruni, el empresario Pierre Bergé y la filántropa Lily Safra en una gala de premios en París en noviembre de 2005.


El millonario, que fue despedido en un funeral con mil personas, dejó el 50% de sus activos a varias organizaciones benéficas. Según Swiss Leaks, la investigación periodística que destapó en 2015 el gigantesco ardid de evasión fiscal supuestamente operado con el conocimiento y el consentimiento de la multinacional británica HSBC, Lily recibió unos 800 millones de dólares en herencia. Las hermanas del financiero emprendieron acciones legales contra su cuñada para tratar de recuperar parte de esa fortuna, pero los procesos no prosperaron.

La viuda de Safra nunca concedió una entrevista y siguió con su vida, rodeada de lujos y discreción. Compró una mansión en Belgravia, uno de los barrios más elitistas de Londres, y destinó millones a las organizaciones benéficas del príncipe Carlos de Inglaterra y Elton John, entre otras. También fundó el Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciences, un centro de investigación que ha hecho importantes avances en el diagnóstico y tratamiento del párkinson, la enfermedad que acabó con su marido. Al igual que el banquero, ella también fue una mujer desconfiada y precavida hasta el final de su vida (que se apagó el pasado 9 de julio por un cáncer de páncreas). Según publicó la prensa británica, su casa londinense contaba con un sótano a prueba de bombas, ventanas blindadas, sensores de movimiento y una treintena de cámaras de seguridad.

 

Con una gran historia repleta de lujo y misterio, la viuda del banquero libanés Edmond Safra falleció hace unos días en su mansión de Ginebra. Tenía 87 años​


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Lily Safra, retratada por Slim Aarons en Villa Leopolda, en Francia, en julio de 1991.

“Detrás de toda gran fortuna hay un crimen”, dijo el novelista Honoré de Balzac. Detrás de la fortuna de Lily Safra, una de las mujeres más ricas del mundo, hay cuatro maridos y cuatro muertes trágicas con las que fue aumentando sus posesiones, su influencia en la sociedad internacional y su leyenda. Lily, nacida en Porto Alegre (Brasil) en 1934 y apellidada Watkins de soltera, acaba de fallecer en su mansión de Ginebra a los 87 años, dejando un patrimonio ingente que Forbes ha estimado en más de 1.000 millones de euros.

Hija de Wolf White Watkins, un ingeniero checoslovaco que emigró a Brasil para trabajar en el sector ferroviario, y de Nanita Noudelman de Castro, una uruguaya de ascendencia judía rusa, Lily creció en Río de Janeiro y en su adolescencia se mudó con su familia a Montevideo, capital de Uruguay. En 1952, con 17 años, se casó con Mario Cohen, un fabricante de medias de origen italiano que estaba afincado en Argentina. Tuvieron tres hijos, Claudio, Eduardo y Adriana, y tras ocho años de matrimonio se divorciaron.

En 1964 conoció a Alfredo Greenberg, un millonario brasileño de origen rumano que hizo fortuna con la venta de electrodomésticos. El matrimonio adoptó a un niño. Cuatro años después de la boda, Greenberg se quitó la vida con un arma de fuego, dejando su fortuna a su esposa. Surgieron todo tipo de especulaciones sobre las circunstancias de la muerte del empresario. Incluso llegaron a publicarse rumores que apuntaban a que había logrado dispararse en el corazón no una sino dos veces, pero los investigadores solo recuperaron una bala.

La edad dorada​

Poco después, la joven viuda se mudó a Londres, donde empezó a labrarse el apodo que la acompañaría el resto de su vida: The Gilded Lily (Lily dorada, en castellano). Una referencia a su cabello rubio, pero también a su creciente patrimonio. Buscando un asesor para gestionar sus millones conoció a Edmond Safra, uno de los hombres más ricos del mundo. Banquero libanés y ciudadano brasileño, Safra fundó en la década de 1960 el Republic National Bank of New York, una institución financiera especializada en banca privada y con clientes que operaban en paraísos fiscales como Mónaco, Luxemburgo o Suiza.

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Sir Elton John y Lily Safra posan abrazados durante la gala anual que celebra el cantante para recaudar fondos para la lucha contra el sida, en Nueva York en noviembre de 2016.

El noviazgo de la socialité y el financiero tuvo sus complicaciones. La familia de él no veía con buenos ojos la relación por el pasado de ella. La pareja rompió y ella se casó con el empresario Samuel Bendahan, aparentemente con la intención de despertar los celos del banquero. A las pocas semanas de la boda, se separó y retomó el noviazgo con Safra. Al final, el amor triunfó: se dieron el “sí, quiero” en 1976. Un triunfo que estuvo precedido de la firma de un acuerdo prenupcial de 600 páginas, “obra maestra del derecho aplicado al matrimonio”, según el Financial Times.

Los Safra fueron uno de los matrimonios más prominentes de la jet set internacional en los años ochenta, codeándose con el príncipe Carlos de Inglaterra, Ronald y Nancy Reagan, Aga Khan, Aristóteles Onassis o Frank Sinatra. La pareja dividía su tiempo entre Nueva York, Mónaco, Ginebra y la Riviera Francesa, donde compraron Villa Leopolda, antigua residencia de verano del rey de Bélgica. También fueron muy generosos. Crearon la Fundación Internacional de Educación Sefardí, la Fundación Edmond J. Safra para la investigación médica y la ayuda humanitaria y el Centro de Ética de la Fundación Edmond J. Safra en Harvard.

Lily se transfiguró en un icono de estilo y elegancia: cabello rubio perfectamente peinado, trajes de alta costura y joyas de un valor incalculable. En 1989, la tragedia volvió a golpearla. Su hijo mayor, Claudio, fruto de su primer matrimonio, se mató en un accidente automovilístico. En el coche iba una de sus nietas, de solo cuatro años, que también falleció en el choque. Solo un año después, a Edmond le diagnosticaron la enfermedad de párkinson.

La tragedia llama a la puerta​

La salud de Edmond Safra se deterioró rápidamente. El banquero empezó a desarrollar un trastorno paranoide, un trastorno de personalidad caracterizado por un patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros: equipó todas sus casas con sistemas de seguridad de alta tecnología y contrató un equipo formado por antiguos militares y miembros del servicio de inteligencia israelí. A finales de los años noventa se refugió en su dúplex monegasco, donde mandó construir una habitación del pánico. Obsesionado con la seguridad, solía llevar gemas azules en el bolsillo para protegerse del mal de ojo y usaba el número cinco de la suerte en la matrícula de su automóvil.

Los delirios del financiero terminaron siendo su perdición. En 1999 se produjo un incendio en su residencia en Mónaco. Convencido de que unos intrusos intentaban secuestrarlo, se encerró en su habitación del pánico con una de sus enfermeras. Murió de asfixia antes de que los bomberos pudieran llegar a la casa. Tenía 11 guardaespaldas, ninguno de ellos estaba cuando murió. Lily, que estaba en otra ala del ático, salió ilesa. La policía monegasca terminó descubriendo que Ted Maher, uno de los exsoldados al servicio del banquero como enfermero, fue quien inició el fuego. Este admitió su responsabilidad alegando que lo había hecho con la esperanza de “salvar” a los Safra de las llamas para así ganarse su gratitud y confianza. Maher fue declarado culpable y condenado a ocho años de cárcel. Sin embargo, la muerte del millonario siempre estuvo rodeada de misterio y especulaciones. Unos meses antes del incendio, Safra colaboró con el FBI en la investigación de una trama de lavado de dinero de la mafia rusa.

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La cantante Carla Bruni, el empresario Pierre Bergé y la filántropa Lily Safra en una gala de premios en París en noviembre de 2005.


El millonario, que fue despedido en un funeral con mil personas, dejó el 50% de sus activos a varias organizaciones benéficas. Según Swiss Leaks, la investigación periodística que destapó en 2015 el gigantesco ardid de evasión fiscal supuestamente operado con el conocimiento y el consentimiento de la multinacional británica HSBC, Lily recibió unos 800 millones de dólares en herencia. Las hermanas del financiero emprendieron acciones legales contra su cuñada para tratar de recuperar parte de esa fortuna, pero los procesos no prosperaron.

La viuda de Safra nunca concedió una entrevista y siguió con su vida, rodeada de lujos y discreción. Compró una mansión en Belgravia, uno de los barrios más elitistas de Londres, y destinó millones a las organizaciones benéficas del príncipe Carlos de Inglaterra y Elton John, entre otras. También fundó el Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciences, un centro de investigación que ha hecho importantes avances en el diagnóstico y tratamiento del párkinson, la enfermedad que acabó con su marido. Al igual que el banquero, ella también fue una mujer desconfiada y precavida hasta el final de su vida (que se apagó el pasado 9 de julio por un cáncer de páncreas). Según publicó la prensa británica, su casa londinense contaba con un sótano a prueba de bombas, ventanas blindadas, sensores de movimiento y una treintena de cámaras de seguridad.

Muchas gracias, El Duque, un interesante hilo y una increíble, fascinante y a la vez trágica historia la de Lily Safra, me ha gustado leerla...
 

Con una gran historia repleta de lujo y misterio, la viuda del banquero libanés Edmond Safra falleció hace unos días en su mansión de Ginebra. Tenía 87 años​


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Lily Safra, retratada por Slim Aarons en Villa Leopolda, en Francia, en julio de 1991.

“Detrás de toda gran fortuna hay un crimen”, dijo el novelista Honoré de Balzac. Detrás de la fortuna de Lily Safra, una de las mujeres más ricas del mundo, hay cuatro maridos y cuatro muertes trágicas con las que fue aumentando sus posesiones, su influencia en la sociedad internacional y su leyenda. Lily, nacida en Porto Alegre (Brasil) en 1934 y apellidada Watkins de soltera, acaba de fallecer en su mansión de Ginebra a los 87 años, dejando un patrimonio ingente que Forbes ha estimado en más de 1.000 millones de euros.

Hija de Wolf White Watkins, un ingeniero checoslovaco que emigró a Brasil para trabajar en el sector ferroviario, y de Nanita Noudelman de Castro, una uruguaya de ascendencia judía rusa, Lily creció en Río de Janeiro y en su adolescencia se mudó con su familia a Montevideo, capital de Uruguay. En 1952, con 17 años, se casó con Mario Cohen, un fabricante de medias de origen italiano que estaba afincado en Argentina. Tuvieron tres hijos, Claudio, Eduardo y Adriana, y tras ocho años de matrimonio se divorciaron.

En 1964 conoció a Alfredo Greenberg, un millonario brasileño de origen rumano que hizo fortuna con la venta de electrodomésticos. El matrimonio adoptó a un niño. Cuatro años después de la boda, Greenberg se quitó la vida con un arma de fuego, dejando su fortuna a su esposa. Surgieron todo tipo de especulaciones sobre las circunstancias de la muerte del empresario. Incluso llegaron a publicarse rumores que apuntaban a que había logrado dispararse en el corazón no una sino dos veces, pero los investigadores solo recuperaron una bala.

La edad dorada​

Poco después, la joven viuda se mudó a Londres, donde empezó a labrarse el apodo que la acompañaría el resto de su vida: The Gilded Lily (Lily dorada, en castellano). Una referencia a su cabello rubio, pero también a su creciente patrimonio. Buscando un asesor para gestionar sus millones conoció a Edmond Safra, uno de los hombres más ricos del mundo. Banquero libanés y ciudadano brasileño, Safra fundó en la década de 1960 el Republic National Bank of New York, una institución financiera especializada en banca privada y con clientes que operaban en paraísos fiscales como Mónaco, Luxemburgo o Suiza.

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Sir Elton John y Lily Safra posan abrazados durante la gala anual que celebra el cantante para recaudar fondos para la lucha contra el sida, en Nueva York en noviembre de 2016.

El noviazgo de la socialité y el financiero tuvo sus complicaciones. La familia de él no veía con buenos ojos la relación por el pasado de ella. La pareja rompió y ella se casó con el empresario Samuel Bendahan, aparentemente con la intención de despertar los celos del banquero. A las pocas semanas de la boda, se separó y retomó el noviazgo con Safra. Al final, el amor triunfó: se dieron el “sí, quiero” en 1976. Un triunfo que estuvo precedido de la firma de un acuerdo prenupcial de 600 páginas, “obra maestra del derecho aplicado al matrimonio”, según el Financial Times.

Los Safra fueron uno de los matrimonios más prominentes de la jet set internacional en los años ochenta, codeándose con el príncipe Carlos de Inglaterra, Ronald y Nancy Reagan, Aga Khan, Aristóteles Onassis o Frank Sinatra. La pareja dividía su tiempo entre Nueva York, Mónaco, Ginebra y la Riviera Francesa, donde compraron Villa Leopolda, antigua residencia de verano del rey de Bélgica. También fueron muy generosos. Crearon la Fundación Internacional de Educación Sefardí, la Fundación Edmond J. Safra para la investigación médica y la ayuda humanitaria y el Centro de Ética de la Fundación Edmond J. Safra en Harvard.

Lily se transfiguró en un icono de estilo y elegancia: cabello rubio perfectamente peinado, trajes de alta costura y joyas de un valor incalculable. En 1989, la tragedia volvió a golpearla. Su hijo mayor, Claudio, fruto de su primer matrimonio, se mató en un accidente automovilístico. En el coche iba una de sus nietas, de solo cuatro años, que también falleció en el choque. Solo un año después, a Edmond le diagnosticaron la enfermedad de párkinson.

La tragedia llama a la puerta​

La salud de Edmond Safra se deterioró rápidamente. El banquero empezó a desarrollar un trastorno paranoide, un trastorno de personalidad caracterizado por un patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros: equipó todas sus casas con sistemas de seguridad de alta tecnología y contrató un equipo formado por antiguos militares y miembros del servicio de inteligencia israelí. A finales de los años noventa se refugió en su dúplex monegasco, donde mandó construir una habitación del pánico. Obsesionado con la seguridad, solía llevar gemas azules en el bolsillo para protegerse del mal de ojo y usaba el número cinco de la suerte en la matrícula de su automóvil.

Los delirios del financiero terminaron siendo su perdición. En 1999 se produjo un incendio en su residencia en Mónaco. Convencido de que unos intrusos intentaban secuestrarlo, se encerró en su habitación del pánico con una de sus enfermeras. Murió de asfixia antes de que los bomberos pudieran llegar a la casa. Tenía 11 guardaespaldas, ninguno de ellos estaba cuando murió. Lily, que estaba en otra ala del ático, salió ilesa. La policía monegasca terminó descubriendo que Ted Maher, uno de los exsoldados al servicio del banquero como enfermero, fue quien inició el fuego. Este admitió su responsabilidad alegando que lo había hecho con la esperanza de “salvar” a los Safra de las llamas para así ganarse su gratitud y confianza. Maher fue declarado culpable y condenado a ocho años de cárcel. Sin embargo, la muerte del millonario siempre estuvo rodeada de misterio y especulaciones. Unos meses antes del incendio, Safra colaboró con el FBI en la investigación de una trama de lavado de dinero de la mafia rusa.

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La cantante Carla Bruni, el empresario Pierre Bergé y la filántropa Lily Safra en una gala de premios en París en noviembre de 2005.


El millonario, que fue despedido en un funeral con mil personas, dejó el 50% de sus activos a varias organizaciones benéficas. Según Swiss Leaks, la investigación periodística que destapó en 2015 el gigantesco ardid de evasión fiscal supuestamente operado con el conocimiento y el consentimiento de la multinacional británica HSBC, Lily recibió unos 800 millones de dólares en herencia. Las hermanas del financiero emprendieron acciones legales contra su cuñada para tratar de recuperar parte de esa fortuna, pero los procesos no prosperaron.

La viuda de Safra nunca concedió una entrevista y siguió con su vida, rodeada de lujos y discreción. Compró una mansión en Belgravia, uno de los barrios más elitistas de Londres, y destinó millones a las organizaciones benéficas del príncipe Carlos de Inglaterra y Elton John, entre otras. También fundó el Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciences, un centro de investigación que ha hecho importantes avances en el diagnóstico y tratamiento del párkinson, la enfermedad que acabó con su marido. Al igual que el banquero, ella también fue una mujer desconfiada y precavida hasta el final de su vida (que se apagó el pasado 9 de julio por un cáncer de páncreas). Según publicó la prensa británica, su casa londinense contaba con un sótano a prueba de bombas, ventanas blindadas, sensores de movimiento y una treintena de cámaras de seguridad.

Qué exótico todo ! Sobre todo sus orígenes.

No podía ser de Villavonejos del Atazar, no 😄

Me encanta
 
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