Series y películas de ciencia ficción

¿Cuánto sabes sobre cine de catástrofes (sin contar el cine de Adam Sandler)

https://www.jotdown.es/2019/07/cuan...tastrofes-sin-contar-el-cine-de-adam-sandler/
NIvel: "MacGyver en el Titanic"
Tu conocimiento sobre cine de desastres es encomiable. Podrías percibir un terremoto ocurrido en el otro lado del mundo por la vibración de tu almohada. Ni la guerra nuclear ni el apocalipsis zombi te pillarán por sorpresa. Enhorabuena: sobrevivirás a todo, excepto a tu hipoteca.
 
NIvel: "MacGyver en el Titanic"
Tu conocimiento sobre cine de desastres es encomiable. Podrías percibir un terremoto ocurrido en el otro lado del mundo por la vibración de tu almohada. Ni la guerra nuclear ni el apocalipsis zombi te pillarán por sorpresa. Enhorabuena: sobrevivirás a todo, excepto a tu hipoteca.
Pues yo, nivel Fray Escoba en el Calypso.
Aquí las únicas que van a sobrevivir a todas las hecatombes son las cucarachas. "Curianas" en el Levante español. jajajaja.
Un abrazo @Fecality , este hilo me entra sin calzador, que genial es y que excelente idea tuviste al abrirlo. Me relamo.
Serendi,
 
La carrera espacial en el cine: doce películas de altura
El séptimo arte ha explorado horizontes lejanos para hacernos soñar a lo grande
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Fotogramas de 'Viaje a la Luna', 'Apolo 13' y 'Figuras ocultas' (LVD)

https://www.lavanguardia.com/cine/20190716/463391107318/carrera-espacial-cine-peliculas-altura.html
 
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Alguien mueve los hilos / Stuart Orme / 1994 / EE.UU. / 109'

Los alienígenas han llegado a la Tierra, empezando a controlar a los humanos de un pequeño pueblo de Iowa. El método es controlar y manipular el cuerpo y la mente de los habitantes como si fueran marionetas. El encargado de acabar con esas maléficas intenciones es Andrew Nivens, un agente de seguridad americano que, con un equipo altamente cualificado, intentará evitar que los alienígenas se apoderen de todo el planeta.

 
¿Cuánto sabes del universo Matrix?
Demuestra que caminas con soltura por el mundo de las hermanas Wachowski respondiendo a estas diez preguntas.
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https://www.jotdown.es/2019/07/cuanto-sabes-del-universo-matrix/

10/10 Respuestas correctas
Nivel: El Elegido. Fan fatal de las Wachowski, filósofo amateur gracias a Hollywood y amigo de los cómics, videojuegos y fandom paralelos al universo verdoso. Lloró al final de «Matrix Revolutions», pero no por las mismas razones que el resto del mundo.

Eran mu fáciles no?
O eso o soy un poquito...
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I Am Mother: una conveniente dosis de ciencia ficción
publicado por Emilio de Gorgot

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Siempre he sido aficionado a las películas de ciencia ficción cuya perspectiva narrativa es panorámica y grandilocuente: 2001, Encuentros en la tercera fase, La invasión de los ladrones de cuerpos, etc. Ya saben: el futuro de la humanidad está en juego, hay una amenaza oculta de gran magnitud, entran en acción militares y gobiernos; ese tipo de cosas. Durante la última década, sin embargo, algunas de las películas de ciencia ficción —también de terror— que más me han gustado se han caracterizado por tener justo un enfoque contrario: una historia de perspectiva reducida que afecta a unos pocos personajes, donde las grandes consecuencias para la humanidad ya han sucedido (cine postapocalíptico, cine distópico) o sencillamente no son tenidas en cuenta.

Este enfoque reducido suele acercar la ciencia ficción al drama de personajes, aunque puede hacerse de distintas maneras. Algunas de esas películas narran de manera convencional y con predominio de un drama bastante al uso: Ex Machina, Her, Moon; otras utilizan una presentación tan directa y una ambientación tan sencilla que el resultado es casi teatral: Man From Earth, Coherence. Las hay más conceptuales, que supeditan el drama a los símbolos y metáforas: Midnight Special, Annihilation, Monsters. O que ponen el concepto en primer plano incluso por delante de la propia estructura narrativa, como Under the Skin. Las películas de este tipo tienen en común la importancia de la faceta emocional de los personajes como motor de la narración, algo que la ciencia ficción acostumbraba a evitar. La ciencia ficción cinematográfica de los años cincuenta solía poner la faceta emocional detrás de la idea o del espectáculo, y pocas veces delante. Una faceta que la ciencia ficción de Kubrick dejaba de lado, véase 2001 o La naranja mecánica. La de Spielberg, siendo tan hitchcockiano él, utilizaba como anzuelo para involucrar al público en una narración cuyo marco, en realidad, se componía de conceptos más generales. Véase el atrezo familiar de Encuentros en la tercera fase (tan conseguido que la película es casi tan buena como drama que como ciencia ficción o suspense) o La guerra de los mundos (no tan conseguido, pero efectivo como parte del armazón).

La tendencia a la ciencia ficción de pocos personajes y motores emocionales es tan marcada, de hecho, que el cine de vocación más palomitera ha efectuado algún intento de aproximación. Piensen en The Arrival, adaptación de un relato intimista y sentimental, además de muy interesante (hay un componente grandilocuente en la película que no me molesta, ¡de ninguna manera!, pero que es un claro añadido hollywoodiense). Lo normal es que, con tantos millones de por medio, se prime el espectáculo y la aventura sobre el protagonismo de lo emocional, como en Gravity. En los peores casos, la película palomitera de turno termina naufragando debido a la necesidad de ceder a los tics propios de los guiones concebidos para acariciarle el lomo a un público masivo; véase Passengers, o cómo arruinar una premisa muy interesante por culpa de las concesiones a las expectativas argumentales del público general tal como las conciben los ejecutivos de los estudios. Un tema más peliagudo es algo como Interestellar; yo creo que su contenido emocional es artificioso y está inflado, pero mucha gente piensa que funciona de maravilla. Nunca he negado mis problemas con el cine de Nolan, que giran en buena parte en torno al tratamiento de los personajes humanos, así que caveat lector.

Las películas de ciencia ficción intimista me suelen funcionar muy bien porque están pensadas desde una idea o, dicho de otro modo, están pensadas para hacer pensar. Eso, y sigo hablando como espectador con un gusto subjetivo por este género, las rescata de sus posibles defectos artísticos. Eso es lo que sucede con I Am Mother; ¿Es una película perfecta? No. Pero si usted es aficionado a la ciencia ficción y a debatir sobre la temática de una película cuando la termina, está hecha a su medida. Pertenece, por temática y por el estilo narrativo, al grupo de las Moon, Ex Machina o Her. No trato de comparar la calidad entre ellas, porque Am I Mother es inferior a las tres mencionadas, pero eso no desmerece el visionado.

Vayamos con el argumento: una niña crece en un búnker tecnológico con la única compañía de una robot que la ha criado desde que era un bebé. No sabemos sus nombres; entre ellas se llaman Madre e Hija, y así es como las conoceremos durante el metraje. Aunque Madre es un amasijo de metal que no tiene rasgos humanos exceptuando su voz, Hija la ama sinceramente y mantiene con ella una relación no muy distinta de la que mantendría con una madre humana. La robot Madre le prepara la comida, la arropa por las noches y le lee cuentos para dormir. También le da clases y la educa desde un punto de vista disciplinario y moral, enseñándole lo que puede y no puede hacer. Hija abraza a Madre, le da la mano, o le pone cara de circunstancias cuando recibe una regañina. Es una niña normal, pese a las circunstancias en que ha crecido. Hija es la primera de una nueva generación de humanos; en el búnker hay miles de fetos esperando ser reactivados y convertidos en bebés con los que repoblar un mundo vacío. Hija fue uno de esos fetos y Madre está practicando con ella el difícil arte de criar y educar a una humana para, cuando se sienta preparada, empezar a criar a otros humanos. Hija lo sabe y aguarda pacientemente el momento en que Madre pueda darle hermanitos y hermanitas. La vemos crecer sola, pero con esa esperanza, hasta que se convierte en una adolescente que nunca ha pisado el exterior del búnker y que jamás ha interactuado con alguien que no sea Madre. Todo lo que sabe sobre el resto de la raza humana lo ha aprendido leyendo libros o contemplando viejas grabaciones de televisión; pasa los días viendo el programa de entrevistas de Johnny Carson, que la ayuda a familiarizarse con la conducta de sus extintos semejantes.

Todo cambia cuando un día, de repente, se presenta en la puerta del búnker una mujer humana en busca de socorro. Hija, que había crecido convencida de que era imposible sobrevivir en el exterior y de que no había otro ser humano en todo el planeta, se queda atónita. Y este es el núcleo del argumento: su visión del mundo empieza a cambiar desde ese mismo instante. Es imposible detallar más sin entrar en terreno de spoilers, pero digamos que los sucesivos giros argumentales, que habrá unos cuantos, bastarán para mantener el suspense y entretener al espectador. Eso sí, son lo de menos. Pertenece a ese supergénero que los anglosajones llaman coming-of-age, la transición hacia la edad adulta, el descubrimiento de que el mundo y la propia vida no son lo que solíamos creer durante la adolescencia. Aun así, cabe aclarar que I Am Mother no es una película «juvenil» y que ni siquiera tiene demasiados rasgos del subgénero postapocalíptico. Es ciencia ficción de corte bastante clásico.

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I Am Mother, 2019. Imagen. Netflix.
I Am Mother se estrenó a principios de año en el festival Sundance, donde recibió una considerable cantidad de elogios que despertaron mi intriga. Las buenas críticas se han repetido ahora con su distribución internacional a través de Netflix. Si digo que los elogios me intrigaban es porque los críticos están bastante escamados con la ciencia ficción y en especial si procede precisamente de Netflix, cuyas producciones propias no siempre dan en la diana (por no hablar de la polémica que rodeó la táctica publicitaria en torno a The Cloverfield Paradox, anunciada por sorpresa en mitad de la retransmisión de la Super Bowl y vendida como una supuesta precuela de la saga Cloverfield). Supongo que en realidad cualquier aficionado a la ciencia ficción suele acercarse al género con precaución, porque es más frecuente llevarse una decepción que una alegría. Pues bien, en este caso hablamos de una de esas veces en que merece la pena el intento.

I Am Mother es una película en la que solo aparecen tres personajes, pero eso no implica que sea lenta o contemplativa. Incluso dudo de calificarla como «intimista», aunque lo sea en cuanto al retrato cercano y detallado de las emociones de Hija, la protagonista. La película únicamente tiene un ritmo lento al inicio, donde predomina ese intimismo casi costumbrista, pero después, aunque el foco nunca deja de estar en la evolución psicológica de Hija, hay bastante más acción y movimiento de lo que podría imaginarse. Dicho de otro modo: hay solo tres personajes y mucho drama emocional, pero también mucho suspense. No es una película aburrida.

Uno de los grandes alicientes de es que las tres actrices implicadas se han tomado su trabajo muy, muy en serio. A Hilary Swank ya la conocemos de sobra y es que es tan efectiva como cabría esperar de ella. Encarna a la mujer que aparece por sorpresa en el búnker, una superviviente cuyo estado mental es una combinación de miedo, paranoia y agresividad. Algo que se prestaba al estereotipo, pero que Swank consigue hacer más interesante de lo que parecía permitir el propio guion. Rose Byrne se encarga de ponerle voz al robot Madre. Lo cual es un reto porque tenemos una actriz a la que solo oímos; el robot Madre carece de elementos expresivos visuales y su voz ha de interactuar con dos actrices a quienes sí vemos en pantalla. Si algo no sale bien en este intercambio, la voz en off puede parecer artificiosa, «fuera» de la película, como si fuese un parche. Eso podría no tener importancia en un personaje secundario, pero Madre es un elemento fundamental del drama. En la película Her ya se enfrentaron a un dilema parecido: un sistema operativo tenía que enamorar a un hombre solo con la voz y, pese a lo inverosímil del asunto, la historia tenía que parecer creíble en pantalla. La cosa era tan difícil que, prácticamente con la película terminada, aún no lo habían conseguido. Tanto era así, que tuvieron que desechar el trabajo de voz de Samantha Morton y recurrir de urgencia a Scarlett Johansson quien, la verdad, arregló el asunto de manera admirable (no basta con tener una voz bonita, hay que saber cómo integrarla en la acción, y ella lo hizo perfectamente). Esto demuestra lo difícil que es conseguir que un personaje principal se exprese solo con la voz. Pues bien, Rose Byrne también hace un trabajo admirable y consigue que la voz de Madre mantenga una muy particular manera de hablar que bascula entre el cariño maternal por un lado y la formalidad computerizada por otro. En ese sentido, el trabajo de Rose Byrne no parece artificioso ni por un momento. De hecho, hasta he sentido curiosidad por saber cómo sería Her con la voz de Byrne.

Con todo, quien reina en I Am Mother y quien de verdad consigue que la película termine siendo mejor de lo que hubiese sido con una actriz protagonista menos brillante es la danesa Clara Rugaard, que interpreta a Hija. Apunten el nombre porque Clara Rugaard podría terminar convirtiéndose en una estrella. O mucho me equivoco, o acaba de poner la primera piedra de una posible carrera en Hollywood. Rugaard se pone casi todo el peso de la película sobre las espaldas y defiende su personaje con una naturalidad pasmosa. Es innegable que el debutante director australiano Grant Sputore y el guionista Michael Lloyd Green (que no es debutante, pero casi) han hecho un buen trabajo, pero es imposible imaginar que la película hubiese tan efectiva sin esta actriz danesa al frente. Es sorprendente la variedad y el rango de matices que aporta a su personaje. Me recuerda a la jovencísima Carrie Fisher en La guerra de las galaxias; con una edad similar, Fisher derrochaba personalidad y presencia, algo que va más allá de la mera interpretación. Clara Rugaard produce la misma impresión y es el mecanismo clave que hace que I Am Mother se sobreponga a sus posibles carencias. Que alguien le dé otro papel protagonista.

Es verdad que la película es ambiciosa y abre muchas posibilidades que después no siempre aprovecha, pero lo importante es que tampoco arruina los conceptos con decisiones palmariamente estúpidas en el desarrollo del argumento. No es Passengers. Y da bastante que pensar porque no toda la información es comunicada de manera explícita y el tema tratado, aunque no haya sido explorado con total profundidad, da para reflexionar. Sobre todo para quien disfrute analizando este tipo de conceptos más allá de los minutos de metraje. No digo que vaya a ser la película del año, pero si le gusta a usted este tipo de ciencia ficción con tendencia dramática, no hace falta que le diga que no hay muchas oportunidades para disfrutar con este tipo de historia sin sentirse decepcionado (sí, estoy pensando en IO). Bien escrita, buenos medios, magníficamente interpretada. El chute regular que necesitamos los adictos a la ciencia ficción.

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I Am Mother, 2019. Imagen. Netflix.

https://www.jotdown.es/2019/07/i-am-mother-una-conveniente-dosis-de-ciencia-ficcion/
 
El cine llegó a la Luna mucho antes
Las películas espaciales han ido mucho más lejos que cualquier cohete de la NASA
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ÇImagen de Viaje a la Luna, de Georges Méliès
Oti Rodríguez Marchante
Redactor

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Actualizado 20/07/2019 a las 01:02

Mucho antes de que la NASA llegara a la Luna, había llegado el cine con aquella película pionera de George Méliès, «Viaje a la Luna» (1902), que le estampó el cohete en su ojo derecho y su cara lastimera. Pero mucho antes que el cine, había llegado la literatura con el impulso de la imaginación de Julio Verne y su obra «De la Tierra a la Luna», una anticipación sorprendente a lo que ocurriría un siglo después. Unos años más tarde, en 1929, Fritz Lang elabora una incipiente técnica aeronáutica para hacer «La mujer en la Luna», con guion de su mujer, Thea von Harbou, con quien ya había hecho «Metropolis».

El viaje por el espacio ha pasado durante el siglo XX, y no con sigilo, de la imaginación de la humanidad a un suceso real y presente, y de impulsor y fuente de su fantasía, a impulsor y fuente de increíbles avances tecnológicos y, parados en el séptimo arte, a principal surtidor de un género cinematográfico que ha llegado muchísimo más lejos que la cohetería de la NASA.

Justo ahora, y probablemente como celebración de los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna, se ha estrenado «Apolo 11», un documental dirigido por Todd Miller en el que se detalla con meticulosidad y con imágenes fascinantes, la misión de la nave y de sus tres tripulantes, Armstrong, Aldrin y Collins, la pisada humana en el Mar de la Tranquilidad y su posterior vuelta a la Tierra. Un documental atiborrado de intriga, a pesar de que uno se sabe el final, y de materiales y grabaciones de archivo, incluso desde el interior de la nave, que lo convierten en fascinante.

Hace poco más de un año, Hollywood ya abordó esta misma historia desde una perspectiva muy distinta: Damien Chazelle contaba en «First Man» la aventura del Apolo 11 centrándose en el personaje de Neil Armstrong, papel que interpretó Ryan Gosling, y con el foco puesto en su intimidad familiar, su crisis existencial tras la muerte de su hija, y con el relleno argumental del duelo en la carrera espacial durante la década de los sesenta entre soviéticos y estadounidenses.

Y curiosamente, en 2016, Hollywood encontró para esta misma historia otro foco diametralmente opuesto, una película, «Figuras ocultas», de Theodore Melfi, que narraba los pormenores de la carrera espacial de la NASA a través de tres personajes, tres científicas afroamericanas que participaron en la aventura y que naturalmente nunca se acercaron al primer plano del éxito.

Dos de los títulos preferidos por el público por la cantidad de emociones que ponían en el viaje son «Elegidos para la gloria», de Philip Kaufman, y adaptación de la novela de Tom Wolf, y «Apolo XIII», de Ron Howard, que, aunque narra la historia de un fracaso, la épica del cine lo convierte en éxito y grandeza.

En todas estas películas citadas se trata el viaje espacial no desde dentro del género de ciencia ficción (su motor principal), pues se refieren a hechos reales más o menos tamizados por la «creatividad» de Hollywood, pero es el cine de ciencia ficción el que mejor y más apasionadamente nos ha hablado del espacio, antes y después de aquella mágica elipsis del hueso y de la nave espacial de Kubrick en «2001, una odisea del espacio», y no solo desde Hollywood, pues el ruso Andrei Tarkovski en 1972 hizo «Solaris», que era exactamente la contraportada de la aventura espacial en el cine. O hasta llegar al extremo de «Alien», la obra maestra de Ridley Scott, que combina viaje por el espacio y terror como nunca se había hecho antes, ni tampoco después.

Pero, entre estas obras cumbres de ese género y de cualquier género, hay varias películas sobre viajes al espacio que, aunque sea pequeño, también se lo merecen aquí. Como «Interestellar» (2014), de Christopher Nolan, pura ciencia ficción, espiritualidad y explosión sentimental. O «Passengers» (2016), de Morten Tyldum, tan romántica como apocalíptica. O la magnífica «Gravity» (2013), de Alfonso Cuarón, que situada en ese concurrido lugar de satélites entre la Tierra y la Luna consigue crear una galaxia de emociones. El cine ruso también tiene su propia versión «Gravity», con la magnífica «Salyut 7, héroes del espacio», de Klimp Shipenko, pura épica basada en el suceso real de desastre en la estación espacial durante los años de la Guerra Fría.

El cine británico puede presumir de «Moon» (2009), de Duncan Jones, que ya situaba a un astronauta en su rutinaria vida de soledad en la Luna; pero sobre todo puede presumir de «La gran sorpresa», una película de 1964 en la que Nathan Juran, basándose en la novela de H.G. Wells, ya prepara a un equipo de astronautas para ir a la Luna, con la sospecha de que está «habitada»… Y también puede incluirse aquí la aportación de Clint Eastwood al hecho espacial en «Space cowboys» (2000), aunque habla más de la vejez, la amistad y el sacrificio personal.

En la actualidad, igual que hace un siglo, el cine va muy por delante de la ciencia espacial, y ha hecho numerosos viajes a Marte (y lo que es más preocupante, de Marte a la Tierra, con marcianos agresivos como los de «Mars attacks!», de Tim Burton) y la película de Ridley Scott «Marte», con Matt Damon de Robinson Crusoe, es quizá la más espectacular y reveladora. Y mucho más allá de Marte y nuestra galaxia. Se ha introducido un concepto «moderno» y de siglo XXI al viaje interestelar, el de búsqueda de otros planetas que nos sirvan de consuelo para cuando el nuestro explote. Todavía ciencia ficción.

https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-cine-llego-luna-mucho-antes-201907200102_noticia.html
 
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