Viendo a Barbara Rey con Misofi y a Aida Nizar con su madre, compenetradas para montar performance de pesadilla en directo, es verdad que Rosa y Chayo no dan juego televisivo haciendo duetos. Cada una habla de la otra en su respectiva plataforma, pero sin compartir plató.
Es verdad que se nota muchísimo que a Rosa su hija le saca de quicio. La madre que es muy viva, ve que la hija es un troncho, que no cae bien, que no tiene chispa televisiva, que no tiene imagen y que, pudiendo sacar mucho provecho del rollo madre-hija, no pueden explotarlo porque la niña no da la talla.
Da la impresión de que madre e hija están en constante competición y que después de volver de la isla como si hubiera estado en la Buchinger y de que todo el mundo le diga que está más joven que su hija, ella feliz, antes diva televisiva que madre, Primero ella y luego los demás.
Que horror de mujer, es desalmada, lianta y con la picardía necesaria para salir bien parada de todo. Tanto tiempo haciendo de esclava, a las ordenes de la Jurado, teniendo que someterse y poner buena cara, la han llenado de resentimiento. Ahora es libre y que no se le ponga nadie por delante, ni siquiera sus hijos, ni siquiera sus nietos.
Es verdad que se nota muchísimo que a Rosa su hija le saca de quicio. La madre que es muy viva, ve que la hija es un troncho, que no cae bien, que no tiene chispa televisiva, que no tiene imagen y que, pudiendo sacar mucho provecho del rollo madre-hija, no pueden explotarlo porque la niña no da la talla.
Da la impresión de que madre e hija están en constante competición y que después de volver de la isla como si hubiera estado en la Buchinger y de que todo el mundo le diga que está más joven que su hija, ella feliz, antes diva televisiva que madre, Primero ella y luego los demás.
Que horror de mujer, es desalmada, lianta y con la picardía necesaria para salir bien parada de todo. Tanto tiempo haciendo de esclava, a las ordenes de la Jurado, teniendo que someterse y poner buena cara, la han llenado de resentimiento. Ahora es libre y que no se le ponga nadie por delante, ni siquiera sus hijos, ni siquiera sus nietos.