Poesía Eres Tú...

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LITERATURA

'Los escritores suicidas'

¿Por qué se suicidan más los escritores?
  • El psiquiatra José Antonio Pérez Rojo explora si la de escritor es una profesión de riego
  • Una larga nómina de autores decidieron poner punto y final a sus vidas de los modos más variopintos
P. UNAMUNOMadrid
Actualizado: 09/04/2015 04:08 horas3
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Como Prometeo, que robó del Olimpo el fuego que Zeus había negado a los hombres, el escritor no llega a nada que realmente merezca la pena si, además del talento que se le supone, no tiene la valentía de asomarse a los abismos que se abren ante sus ojos. El riesgo que corre es despeñarse por sus riscos.

José Antonio Pérez Rojo, psiquiatra y psicoterapeuta, ha querido narrar la historia de un puñado de creadores que no pudieron evitar quemarse con el fuego de Prometeo, precisamente porque se habían atrevido a ir a buscarlo. Salgari, Larra, Mishima, Zweig, Plath, Kennedy Toole, Virginia Woolf y Sócrates (que fue más bien un escritor virtual) son algunos de los nombres que pueblan las páginas de 'Los escritores suicidas', un libro a mitad de camino entre el ensayo y la(s) biografía(s) que resulta al final un grato "paseo por la literatura", según el autor.

A pesar de su profesión, Rojo quiere anteponer al diagnóstico médico la visión poética de por qué tantos artistas en general y escritores en particular han acabado con su vida desde los inicios del arte conocido. "Los hombres crean porque se saben incompletos, inventan para llenar esa carencia. Los más radicales, los que se atreven a meter el pie en la hoguera y removerlo, tienen un riesgo mayor", indica.

El psicoanalista Roberto Longhi, que presentó el libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, sostiene que "tan misterioso es el acto de la creación como el impulso que lleva a un artista a quemarse en su propio fuego y levantar la mano contra sí mismo".

Si bien no puede establecerse de forma categórica una mayor incidencia de suicidios entre los escritores que entre la población general (la dificultad de delimitar con precisión la profesión de escritor es una de las muchas razones que impiden semejante estadística), Pérez Rojo cita estudios según los cuales sí cabe inferir un índice superior de patología mental "que otros profesionales considerados de éxito". "El viaje de la creatividad es azaroso -reflexiona-. Se necesita una estructura interior fuerte para que el viaje pueda ser de ida y vuelta, no sólo de ida".

La noción de patología mental, resbaladiza en extremo, nos conduce a la relación mil veces comentada entre creatividad y locura, y suele pasar por alto en demasiadas ocasiones que los locos de ayer podrían ser los extravagantes de hoy. Tras varias crisis nerviosas, Gérard de Nerval volvió a ser internado después de sacar a pasear a una langosta con un lazo azul por los jardines del Palais Royal de París. En nuestros días, quizá saldría en las revistas del corazón y marcaría tendencia.

Métodos de lo más variopintos
Razones se pueden buscar muchas para intentar entender el acto trágico del su***dio, explica Rojo. La frustración literaria empujó sin duda a John Kennedy Toole a desviar los gases de escape hacia el habitáculo de su coche; muchos se quitaron de en medio por vergüenza a la exposición pública de su homosexualidad o su supuesto plagio; algunos prefirieron acortar su agonía sabedores de que padecían unas enfermedad incurable; otros parecen haberlo hecho por convicción, aunque el fantasma de la depresión -que tantas caras diferentes presenta- podría estar presente tanto en unos casos como en otros.

Particularmente, algunas formas de quitarse la vida sólo admiten la interpretación de un psicoanalista. Como ha rescatado en fechas recientes Patricio Pron en 'El libro quemado', el rumano Dragos Protopopescu se hizo decapitar por un ascensor, que es -digamos- una forma difícil de morir. El polaco Tadeusz Borowski, superviviente de Auschwitz y autor del libro 'Por aquí se va al gas, damas y caballeros', se suicidó dos años después de publicarlo y a los tres días de haber tenido una niña. ¿Cómo lo hizo? Con gas...

Esta última modalidad de su***dio, en diversas variantes, ha tenido bastante predicamento entre los escritores. Además de Kennedy Toole, recurrieron a ella Anne Sexton, Inge Müller, Yasunari Kawabata o Sylvia Plath, que antes de meter la cabeza en el horno dejó en la habitación de sus hijos dormidos un plato de pan con mantequilla y dos tazas de leche, por si se despertaban con hambre.

El su***dio de Mishima al estilo samurái es uno de los más conocidos. Menos glamurosos pero igualmente efectivos -a veces demasiado a la larga- resultaron los cuchillos, navajas y abrecartas empleados por Salgari, Nicolas de Chamfort, Louis Verneuil o Ernst Weiss, quien se cortó las venas al contemplar la entrada de las tropas nazis en París desde la ventana de su hotel.

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Más rápido y preciso suele ser hacerse con un arma de fuegocomo las que usaron para quitarse la vida Hemingway, Larra, Jan Potocki (supuestamente con una bala de plata), Sándor Márai, Felipe Trigo y Maiakovski, entre otros muchos.

Patricio Pron fantasea con la posibilidad de una "historia alternativa de la literatura articulada en torno a las afinidades entre escritores que revelan los métodos que escogieron para poner fin a su vida", y emplaza a los filólogos a explorar "si ésta es la única circunstancia en la que las obras de tales autores presentan similitudes".

Interesante ejercicio sería, según esta conjetura, determinar qué más une a Nerval, Foster Wallace o Philipp Mainländer aparte de haber elegido ahorcarse como método de su***dio. Quizá Virginia Woolf, Paul Celan, Ángel Ganivet y Alfonsina Storni tenían más rasgos comunes que el de haber decidido acabar con su vida lanzándose a las aguas del Ouse, el Sena, el Dvina (en Riga) o el Mar del Plata, respectivamente.

Seguramente es significativo recurrir a la muerte placentera inducida por barbitúricos, acompañados o no de alcohol, como lo hicieron Alejandra Pizarnik, Pavese, Lugones, Lowry (aunque lo suyo pudo ser accidental) y Kenneth Halliwell, que antes había matado a martillazos a su amante, el dramaturgo británico Joe Orton.

Arthur Koestler y Stefan Zweig eligieron también los barbitúricos, pero murieron acompañados de sus mujeres. Heinrich von Kleist disparó contra su musa y compañera, enferma de un cáncer avanzado, antes de dirigir el arma contra sí mismo. Rudolf Tésnohlídek se pegó un tiro a imitación de su primera esposa; al conocer la noticia, su tercera mujer se gaseó.

Tamiki Hara, superviviente de Hiroshima, optó por lanzarse al paso de un tren, al igual que nuestro Pedro Casariego Córdoba. Sá-Carneiro se envenenó, Jerzy Kosinski y Gabriel Ferrater recurrieron a bolsas de plástico para hallar la muerte, otros saltaron por una ventana... Y éstos son sólo unos pocos ejemplos entre todos los autores suicidas recogidos en obras como 'La soledad del lector', de David Markson, el 'Diccionario del su***dio', de Carlos Janín, y la 'Historia del su***dio en Occidente', de Ramón Andrés.

¿Es peligroso escribir?
Antes y durante la redacción de 'Los escritores suicidas', a Perez Rojo le rondaba con insistencia una pregunta: a la vista de los resultados, ¿es peligroso escribir? De momento sólo puede afirmar que "ser escritor es una profesión de alto riesgo, sobre todo en tiempos de represión feroz". Como testimonió Primo Levi, quien también pudo suicidarse aunque su caída por las escaleras sigue dando pie a todo tipo de interpretaciones, tener papel y lápiz en el campo de concentración estaba equiparado con un acto de espionaje. Ser mujer y escribir añade aún más riesgo, añade Pérez Rojo, al menos hasta hace no demasiados años.

Lowry y Levi son sólo dos casos de su***dio dudoso. Ambrose Bierce, de quien nos habla también 'El libro tachado', tenía 71 años cuando dejó su ciudad de Washington para recorrer los escenarios de la Guerra de Secesión en los que había luchado y sobre los que había escrito en Historias de civiles y soldados.

De allí pasó a México, donde al parecer se unió a las fuerzas de Pancho Villa, y después desapareció para siempre, se dice que en algún momento de 1914 o 1915, hace ahora un siglo. Pron recuerda que Bierce había escrito dos textos a favor del su***dio, titulados elocuentemente 'El mérito en el su***dio' y 'El derecho a quitarse de en medio', además de una carta en la que anotó: "Ser un gringo en México, eso es eutanasia".

Más pruebas de algo indemostrable en sí mismo: tres historias de ¿Pueden suceder tales cosas? tratan de desapariciones misteriosas de personajes que el estudioso Ulrich Hortsmann considera "prototipos de su propia puesta en escena" (de la de Bierce, se entiende).

Patricio Pron sostiene que "aquí la desaparición física no es la causa del abandono de la literatura, sino su resultado". En una entrevista de 1913, el año de su desaparición, el autor del 'Diccionario del diablo' confesaba que llevaba cinco años sin crear y que "había terminado con la escritura".

Tal puesta en escena, concluye, podría suponer un elemento más de la obra literaria que se da por terminada, "en un movimiento que une literatura y vida al tiempo que aparece como la última manifestación de la individualidad del autor" poco antes de su disolución.

Si el su***dio ha sido siempre un acto rodeado de condena y ocultación, se antoja inimaginable cómo debió de sentirse Joseph Conrad al sobrevivir a un disparo en el pecho, o Edgar Allan Poe al intentar sin éxito quitarse la vida con láudano tras la muerte de su mujer, lo mismo que le pasó a Dante Gabriel Rossetti.

Hans Fallada, alcohólico y morfinómano, intentó suicidarse después de dispararle a su mujer, Jacques Prévert se tiró por la ventana pero murió 30 años después por causas naturales. Acaso nada puede ser más triste que lo que le aconteció a Carson McCullers: sobrevivió a un intento de quitarse la vida pero su marido, obsesionado con un supuesto pacto suicida, se mató poco después.

http://www.elmundo.es/cultura/2015/04/09/552579f0268e3e59738b4575.html
 
QUIETUD

En el espacio claro y largo
el silencio es como una penetración de miradas tranquilas...
Siento que todo reposa dentro de la noche
y llega hasta mí un lamento de árboles combados.
Como desesperados de melancolía
aúllan perros en la calle, repletos de luna.
El silencio pesado que baja
arquea todas las cosas religiosamente
y el murmullo que sube es como una oración de la noche...

Pienso en ti.
Mi boca susurra largamente tu nombre
y busco sentir en el aire el aroma tibio de tu carne.
Te veo aún en la visión que te fijó en el espacio,
oyendo con ojos tristes las palabras de amor que te decía
fuera del tiempo, fuera de la vida, en la interrupción suprema del instante,
oyendo, junto a mí, la angustia apasionada de mi voz
en medio del mareo.
Por el espacio claro y largo
vibra la luz blanca de las estrellas.
Ni una brisa, todo parado, todo silencio
todo inmensamente reposado.
Y yo repleto de pena, solo, parado
pensando en ti.

Vinicius de Moraes
 
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    Uno de los retratos de juventud de Franz Kafka, en torno al año 1910, una década antes de que la tuberculosis precipitara su muerte.

    GALERÍA DE IMPRENSCINDIBLES/ 387
    Franz Kafka

    Tristeza y horror
    • Nueva edición de 'La metamorfosis' en el centenario de su publicación


    MANUEL HIDALGO
    Actualizado: 18/04/2015 05:21 horas2

    Kafka."Me ocupo nada menos que de ser torturado y torturar". Marcel Reich-Ranicki cierra con esta declaración de Franz Kafka, en una carta a su novia (?) Milena Jesenská, su desapacible ensayo sobre el escritor checo.

    Después de muchas biografías y análisis, y de la lectura de su propia obra, la imagen de Franz Kafka -uno de los escritores más populares de la Historia- es la de una víctima: de un padre autoritario, de un entorno familiar sombrío, de un trabajo alimenticio oficinesco e insatisfactorio, de unas relaciones sentimentales fracasadas, de una tuberculosis galopante y, por supuesto, de su incómoda pertenencia a la comunidad judía. La muerte prematura es la cinta negra y brillante que envuelve el paquete de una vida desdichada que forja a un hombre y a un escritor atormentados, cuya obra literaria, espoleada por una inevitable imaginación oscura, sólo podía dar lugar a un sostenido relato sobre el malestar, el absurdo, la incomprensión y la falta de sentido de la condición y de la vida humanas. Toda situación en la que identificamos estos ingredientes y otros parecidos recibe el calificativo de 'kafkiana', síntoma de hasta qué punto ha calado la mirada del escritor.

    El influyente crítico alemán Reich-Ranicki -ya fallecido- no entra a desmentir o confirmar este daguerrotipo, pero, en su ensayo recogido en 'Siete precursores' (Galaxia Gutenberg), el Kafka torturado aparece también como un Kafka torturador: odiaba y temía a las mujeres, odiaba y temía la vida, mareó a sus presuntas enamoradas, tenía miedo a las relaciones sexuales, era egoísta y egocéntrico, se deleitaba en el masoquismo y en sus complejos, era quejica y pesadamente autoconmiserativo, se odiaba a sí mismo, se sentía sucio y mentalmente enfermo, se fustigaba por ser judío...Todo ello puede verse como los requisitos del hombre torturado, pero también, y hacia eso apunta Reich-Ranicki, como las patologías que inevitablemente torturaban a quienes lo trataron.

    Franz Kafka nació en Praga en 1883, hijo de un comerciante. Tuvo tres hermanas que le sobrevivieron -las tres morirían en campos de concentración nazis- y dos hermanos, que murieron siendo niños.

    El joven Kafka se educó en un 'gimnasyum' alemán, y el alemán -y no el checo- fue la lengua en la que escribió desde la adolescencia, ya antes de iniciar sus estudios universitarios, primero de Filología Alemana (inacabados) y, finalmente, de Derecho. La abogacía le llevaría a trabajar fugazmente en bufetes y juzgados y, de forma definitiva y durante 15 años, en la Compañía de Seguros de Accidentes de Trabajo, para la que redactaba informes.

    Como es sabido, Kafka no pudo terminar ninguna de las tres principales novelas largas que abordó y que fueron publicadas póstumamente por su amigo y albacea el escritor Max Brod, quien también sería su primer biógrafo. Brod consideró oportuno no cumplir la voluntad de Kafka -quien había ordenado la destrucción de sus manuscritos tras su muerte- y dio a la imprenta 'El proceso' (1924) -llevada al cine por Orson Welles en 1962-, 'El castillo' (1926) y 'América' (1927), titulada en principio 'El desaparecido' y de la que, en ocasiones, se ha editado de forma autónoma su primer capítulo, 'El fogonero'.

    Estas tres novelas tratan, respectivamente, de un hombre detenido y juzgado por un delito que desconoce, de un agrimensor sometido a los designios de los señores de un castillo y de un muchacho enviado a Estados Unidos para expiar una falta amorosa. Como sucede en otros de sus relatos, en estas tres novelas sus protagonistas, dentro de una atmósfera agobiante e inextricable, están destinados a un horizonte de condena por una culpa de la que son inconscientes o inocentes. Según las interpretaciones, esa culpa esencial no es otra para Kafka que el hecho de haber nacido.

    Kafka publicó en vida diversos cuentos aislados y colecciones de cuentos -otros se editarían también póstumamente-, así como un libro de aforismos y otros textos aparecidos en revistas. A partir 1910 escribió diarios, que no serían dados a conocer hasta después de su muerte.

    La literatura epistolar de Kafka fue abundantísima e imprescindible -como sus diarios- para desentrañar las claves de su vida y de su obra. Carta al padre, Cartas a Milena, Cartas a Felice y Cartas a Ottla (su hermana más cercana) conforman el núcleo de su correspondencia.

    Felice Bauer (entre 1912 y 1917, con la que se comprometió dos veces), Grete Bloch (amiga de Felice), Milena Jesenská (escritora y casada), Julie Wohrycek (con la que también se comprometió) y Dora Dymant (en cuyos brazos murió tras apenas unos meses de convivencia) fueron sus principales enamoradas (Reich-Ranicki les llama amigas), si bien todas estas relaciones quedaron truncadas. Todas estas mujeres eran judías salvo Milena. Grete y Milena (militante comunista) murieron en campos de concentración.

    "Una mañana, tras despertar de un sueño intranquilo, Gregor Samsa se vio en su cama transformado en un monstruoso bicho". Así empieza La metamorfosis, cuyo centenario de publicación se cumplirá en noviembre de este año. Utilizo la última traducción deIsabel Hernández, que acaba de publicar Nórdica. Hernández, a diferencia de Jorge Luis Borges, prefiere llamar Gregor (no es la única) a Gregorio y pone 'bicho' donde el argentino (y casi todos) ponía 'insecto'. Nunca quedó claro si el monstruo en que se transforma el representante de tejidos era una cucaracha o un escarabajo. Todo el mundo ha leído La metamorfosis y sabe del horror y de la tristeza del realista y fantástico relato (Juan José Millás dice en su prólogo que también hay humor) y de las tremendas relaciones que se van desarrollando entre el bicho y su jefe, su querida hermana, sus padres, las criadas y los huéspedes de la casa. ¿Parábola autobiográfica? El psicoanálisis ha especulado mucho sobre este texto inmortal.

    Franz Kafka murió en 1923 en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena, en la crisis final de su larga tuberculosis. Como Samsa en sus días postreros no podía hablar ni tomar alimentos.
  • http://www.elmundo.es/cultura/2015/04/18/55313739ca474163398b457a.html
 
Universidad de Granada

Los cuarenta jóvenes poetas en español más relevantes
  • 200 críticos de todos el mundo hablan sobre los autores más significativos
  • Antonio Lucas, Raquel Ransero o Pablo García Casado, entre los seleccionados
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El poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL

EFEGranada
Actualizado: 18/04/2015 20:23 horas0
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Un proyecto de investigación ha sumado el análisis de cerca de 200 críticos especializados de 107 universidades del mundo para elaborar el listado de los 40 poetas en español nacidos después de 1970 más influyentes del género, una selección formada por 13 autores españoles y 27 hispanoamericanos.

El trabajo de investigación liderado por Remedios Sánchez García, profesora del departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada, y la colaboración de Anthony L. Geist, de la Universidad de Washington, ha seleccionado a los jóvenes poetas más influyentes según el criterio de los expertos.

Cerca de 200 investigadores de 107 universidades como Columbia, Oxford o Harvard han seleccionado mediante un cuestionario los poetas en español nacidos después de 1970 con más influencia en el género, un trabajo que ha configurado la lista de los cuarenta poetas, autores de España, El Salvador, México, Argentina, Colombia o Nicaragua.

El resultado del estudio se ha materializado en 'El canon abierto. Nueva poesía en español', una obra antológica que recoge la opinión de los críticos más relevantes de poesía en español, que votaron por sus autores preferidos en un proceso del que se levantó acta notarial.

En la selección destacan trece autores españoles y otros 27 hispanoamericanos que dan pluralidad a esta antología y ofrecen la posibilidad de conocer la realidad de la poesía en español e incluye a autores relevantes del panorama actual como los españoles Raquel Lanseros, Fernando Valverde, Antonio Lucas (periodista de EL MUNDO) o Pablo García Casado, el salvadoreño Jorge Galán o los ecuatorianos Xavier Oquendo y Aleyda Quevedo.

Sánchez ha reconocido a Efe que ha existido la tendencia de "barrer para casa" en los votos de los investigadores, que solían preferir a sus compatriotas.

La responsable de la investigación y la antología, publicada por la editorial Visor, ha recalcado que el proyecto pretende dar "una visión abierta y plural" de las diferentes tendencias de la poesía en español y que la lista destaca por ser heterogénea y por su amplitud.

"Este proyecto tiene como objetivo democratizar la crítica, ceder la palabra a los críticos en plural para ver cuál es el panorama real de lo que sucede en el español, no la opinión de una u otra persona concreta", ha sentenciado Sánchez.

En el proyecto, patrocinado por la Asociación Colegial de Escritores de España y la Asociación de Críticos Literarios de Andalucía, junto a la Universidad de Washington y la editorial española Visor, no trata de canonizar a nadie, ha aclarado su autora.
http://www.elmundo.es/andalucia/2015/04/18/55329fbc268e3ec37f8b456d.html
 
LO NUESTRO
Publicado el abril 20, 2015 por Holmes
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Spencer Tracy y Katharine Hepburn

No somos amantes, pero hace tiempo que traspasamos el umbral de la amistad. Nos movemos en un territorio desconocido, que carece de nombre, pero que nos acoge con una mezcla de ternura y aspereza. Lo nuestro es una historia de paseos, palabras e incertidumbres. No sabemos hacia dónde nos dirigimos, pero hemos decidido no hablar del futuro. El futuro siempre es una incógnita que esconde lo inaudito. El futuro a veces conspira contra la felicidad y conviene no escuchar sus advertencias, pues habla desde la nada, desde lo que nunca será. Sólo existe el presente, efímero y precario, pero con el poder de proporcionarnos la única dicha posible.
Nuestros paseos comenzaron los últimos días del verano, cuando el calor aún persistía y el otoño parecía algo remoto y casi inverosímil. Debajo de un álamo blanco, no hace falta hablar. Es suficiente extender las manos y notar que otras manos se funden con las tuyas, insinuando que la soledad no es el estado natural del hombre, sino el preámbulo de un encuentro anhelado. Debajo de un álamo blanco, los ojos ya no experimentan la angustia de mirar hacia lo indeterminado y no saber si no hallarán más que vacío. Debajo de un álamo blanco, el silencio es elocuente, sonoro, casi tan perfecto como una nota de Beethoven, litigando con una sordera despiadada. Nuestros paseos nos revelaron que la armonía no es una quimera, sino un milagro que brota espontáneamente entre dos almas, incapaces de concebir la vida sin afectos y un ápice de misterio. Nuestros primeros paseos discurrieron entre castaños, acacias y catalpas. Los árboles no son torres de espuma, sino calles umbrías hacia una luminosidad absoluta. Aunque nuestros pasos circundaban arriates y arbustos, pisando una tierra árida, suelta y nada esponjosa, no experimentaron la sensación de estar a ras de suelo. Nuestros pasos no delataban fatiga ni esfuerzo, sino la ebriedad del que se eleva hacia un cielo de un azul irreal, refugio de poetas, pintores y músicos desdichados, sin la resignación necesaria para adaptarse a la rutina del mundo.
Nuestros pasos no son ciegos, sino clarividentes, pues nos conducen a un muro de piedra que contiene una avalancha de cipreses, cedros y chopos. El paraíso es piedra y cielo, verdor y claridad, sombra y esperanza. El muro de piedra grita que la eternidad es una fantasía insensata, pero lo nuestro es insensato y desafía al tiempo. Después de la piedra, la rosa. Un jardín francés, simétrico, meticuloso, con un paseo de columnas y una fuente de agua que despide un suave frescor, nos muestra la convergencia entre la razón y la belleza. Detrás de una verja de hierro, se ha tumbado un estanque con nenúfares y el agua sestea imperturbable. Hay miles de rosas o eso recuerdo. Estamos en septiembre. Mayo ya ha pasado. Mayo es el mes del apogeo de este recinto casi secreto, tenuemente clandestino, hermosamente recogido al pie de una ciudad aturdida por el tráfico y la soledad de millones de desconocidos, que se observan con desconfianza y no se atreven a intercambiar un gesto o unas palabras. En mayo, hay más de 16.000 rosas en este jardín furtivo. En mayo, hay más de 500 variaciones de rosas: blancas, rojas, amarillas. No sé si en septiembre se mantiene esa promiscuidad de colores, pero no pretendo averiguarlo. No me importa que mis recuerdos estén alterados por los meses transcurridos. La memoria sólo capta lo esencial y lo esencial no es el mundo objetivo, con sus formas y colores, sino lo que acontece en nuestro interior. Yo a finales de septiembre comprendí que vivir no es un castigo, sino una oportunidad de estar entre las cosas y reflejar su precario existir. Lo nuestro, nuestros paseos y nuestros encuentros, no son un sueño inconsciente, sino la prolongación de un sueño que tal vez se gestó en una niñez, donde la felicidad intuía la imperfección de la vida y fantaseaba con una playa de dunas blancas, donde la desgracia pasaba de largo, estupefacta al contemplar que la arena no recogía sus huellas.
Los meses discurren y seguimos paseando entre árboles. A veces nos acompañan los almendros, otras veces los olmos, las magnolias, los pinos, los robles e incluso los naranjos. Hemos paseado sin saberlo por un pequeño sendero utilizado por los duelistas en un pasado reciente para resolver sus diferencias, con un poco de plomo y algo de poesía. Hemos paseado por la estepa castellana, sobrecogidos por su inacabable horizonte, una línea tendida entre el cielo y la tierra, insinuando que somos unos extraños en una vastedad sin término. Hemos buscado la intimidad de un recinto en penumbra, huyendo de la presumible incomprensión. No somos amantes, no somos simples amigos. Somos algo que no sabemos nombrar. Nada dura para siempre, pero nada se acaba del todo. Lo que ha existido una vez, ya ha ocupado su lugar en el tiempo y nada puede borrarlo. Lo nuestro es como un río que se divide al encontrarse con un macizo de piedra y se reencuentra algo más abajo, recuperando su cauce. El río prosigue su curso, pero ya no es el mismo.
Si tuviera que escoger un objeto para simbolizar lo nuestro, elegiría una pequeña bola del mundo. Una pequeña bola del mundo nos recuerda que nada se detiene, que no cesamos de movernos, que vivir es contemplar nuestro rostro en un espejo, asistiendo a su decadencia y renovación, pues sí, envejecemos, pero también renacemos, como el ave fénix, sólo que lo que dejamos atrás no son cenizas, sino recuerdos: algunos ingratos, algunos bellos, todos probablemente necesarios. Las palabras que ahora escribo se alimentan de recuerdos, pero también de un presente que encara el futuro con esperanza. Una pequeña bola del mundo nos habla de la grandeza de lo infinitamente pequeño y de la fragilidad de lo infinitamente grande. El amor es una caña que puede quebrarse en cualquier momento. Lo nuestro soporta cualquier inclemencia, como un junco flexible, que se dobla y se cimbrea, pero que siempre regresa a su elasticidad natural, firme y desafiante. Lo nuestro es invisible, pero cierto. Lo nuestro es una luz que nunca declina, un farol que no se apaga en mitad de la tormenta, una vela que no se consume porque vigila y ampara nuestro descanso. Ignoramos lo que nos aguarda, pero siempre podremos apartar las sombras y contemplar esa luz, felices de saber que lo nuestro nunca se perderá en el tumulto del tiempo.



Rafael Narbona.
 

  • "If I have a daughter one day,
    I hope she is a million other things
    Before beautiful.
    I hope when her feet
    Hit the ground in the morning,
    The earth vibrates
    Announcing her presence.
    I hope she treats others
    With dignity and respect.
    I hope they treat her the same.
    I hope she refuses to back down
    When someone challenges her beliefs.
    I hope she knows
    The impact of hard work
    And the importance of rest.
    I hope she cares more
    About what’s in her head
    Than what’s on it.
    I hope she knows how it feels
    To love extraordinarily
    And to be loved right back.
    I hope she is passionate.
    I hope she is kind.
    When she meets these expectations,
    Beauty will shine
    From every pore in her body
    And every word that falls from her lips."
  • – m.e.d. || A Wish for My Future Daughter
 
Me fascinó ese poema y aquí una traducción bastante regular del poema.
Como siempre, las traducciones hacen que se pierda un poco el sentido de las palabras originales.
Pero es la idea, mas o menos, y me pareció divino el poema. Y sobretodo quien me lo ha enviado pues hace el poema todavía mas precioso. El concepto de lo que es la belleza y de lo que se espera para una hija que en un futuro va a llegar .


"Si tengo una hija un día, espero que ella sea un millón de otras cosas antes que bella.
Espero que cuando sus pies toquen el suelo en la mañana, la tierra vibre al anunciar su presencia.
Espero que ella trate a los demás con dignidad y respeto. Espero que la traten igual a ella.
Espero que ella se niegue a dar marcha atrás cuando alguien cuestione sus creencias.
Espero que ella sepa el impacto del trabajo duro. Y la importancia del descanso.
Espero que ella se preocupe más de lo que está en su cabeza que de lo que hay encima de ella.
Espero que ella sepa lo que se siente amar extraordinariamente .Y ser amada de vuelta.
Espero que ella sea apasionada. Espero que ella sea amable.
Cuando logre esas expectativas, la belleza brillará desde todos los poros de su cuerpo y de cada palabra que brote de sus labios ".
 
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