MÚSICA PARA CAMALEONES - Truman Capote

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Mira, una noche montamos en una montaña rusa del lago; íbamos en el último coche. Pues se desenganchó, salió disparado y casi descarrilamos, y a la mañana siguiente mi pelo tenía mechones grises. Cosa de una semana después, tuve esa experiencia con Ed Jenkins, un chico que yo conocía. Una de mis amigas me dijo que su hermano le había contado que Ed Jenkins tenía la picha más grande que nadie hubiera visto jamás. Era un tipo guapo, pero huesudo, no mucho más alto que tú, y yo no me lo creía, de modo que un día, para gastarle una broma, le dije: " Ed Jenkins, he oido que tienes una picha enorme", y él contestó : " Si, te la voy a enseñar", y lo hizo, y yo me puse a gritar; él dijo: " Y ahora te la voy a meter", y yo dije: "! Oh, no, no vas a hacerlo!" Era tan grande como el brazo de un niño sosteniendo una manzana. !Santo Dios! Pero lo hizo. Me la metió hasta dentro. Después de un horrible forcejeo. Y yo era virgen. Poco más o menos. Casi. Así que puedes figurarte. Bueno, no fue mucho después de eso cuando el pelo se me volvió blanco como el de una bruja."

B.J. J. se viste al estilo de un estibador: mono, camisa azul de hombre remangada hasta el codo, botas de obrero hasta el tobillo con cordones , y nada de maquillaje que mitigue su palidez. Pero es femenina, una persona digna, a pesar de todas sus maneras prosaicas. Y lleva perfumes caros, aromas parisienses comprados en la Maison Blanc de Canal Street. Además, tiene una espléndida sonrisa de dientes de oro; es como una alentadora salida del sol después de un chaparrón. Seguramente le gustaría a usted; le gusta a la mayor parte de la gente. Sobre todo a aquellos que no son propietarios de los bares rivales del puerto, porque el de Big Junebug es un local popular, aunque poco conocido en las partes retiradas del puerto y en la zona de residentes extranjeros.

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Comprende tres zonas de residentes extranjeros. Comprende tres salas: la propia del bar, con su mastodóntica barra con superficie de cinc, una segunda estancia amueblada con tres mesas de billar constantemente ocupadas, y un salón de baile con tocadiscos de monedas. Está abierto las veinticuatro horas del día y tan lleno al alba como al anochecer. Por supuesto, allí acuden marineros y trabajadores del puerto, y los granjeros que de los condados fronterizos llevan en camiones sus productos al Mercado Francés, policías y bomberos y jugadores de mirada pétrea y prost*tutas de mirada aún más dura, y cerca del amanecer el local rebosa de animadores de los señuelos para turistas de Bourbon Street. Bailarinas, desnudistas, reinas del transvestido, camareras de club, camareros, taberneros y esos porteros de ronca voz que se toman tanto trabajo gritando a los paletos con el fin de atraerlos a las tabernuchas para incautos del vieux carré.

En cuanto a ese asunto de "Jockey", es un apodo que le debo a Ginger Brennan. Hace unos cuarenta años, Ginger era el jefe de dependientes del viejo y original café del Mercado, que estaba abierto toda la noche y servía rosquillas y café; el primitivo café ya no existe, y hace tiempo que Ginger murió por la descarga de un rayo mientras pescaba en un muelle del lago Pontchartrain. En cualquier caso, una noche escuché a otro cliente preguntar a Ginger quién era ese "golfillo" del rincón, y Ginger, que era un mentiroso patológico , bendita su alma, le contestó que yo era un jockey profesional : " Era bastante plausible; yo era bajo y de peso pluma y fácilmente podría haber pasado por un jockey; aquello se convirtió en una fantasía que yo alimenté: me gustaba la idea de que la gente me tomara por un experimentado personaje de las carreras de caballos. Empecé a leer Racing Fortn y aprendí la jerga.
Se corrió la voz, y en un abrir y cerrar de ojos, todo el mundo comenzó a llamarme El jockey y a solicitarme soplos sobre los caballos.



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Big Junebug Johson: Yo he perdido peso. Quizá cincuenta libras. Desde que me casé, he venido perdiendo peso. La mayoría de las mujeres empiezan a inflarse nada más ponerse el anillo. Pero después de enganchar a Jim, fui tan feliz que dejé de vaciar la nevera. La tristeza, eso es lo que engorda.

TC: ¿Casada Big Junebug Johnson ? Nadie me ha escrito diciéndomelo. Creía que eras soltera empedernida.

Big Junebug Johnson : ¿ Es que no puede una chica cambiar de idea? Una vez que superé el incidente de Ed Jenkins, después de quitarme del coco esa visión, me aficioné a los hombres igual que cualquier otra dama. Claro que tardé años.

TC: ¿ Jim? ¿ Así se llama?

Big Junebug Johnson : Jim 0'Reilly. Pero no es irlandés. Procede de Plaquemine, y esa gente son cajún, la mayoría. Ni siquiera sé si ése es su verdadero nombre. Desconozco muchas cosas de él. Es más bien callado.

TC: Pero buen amante. Para atraparte .

Big Junebug Johnson ( girando los ojos) : ! Oh, cariño, no dejes que commence.

TC: ( risas): Esa es una de las cosas que mejor recuerdo de ti. A cualquier cosa que alguien te dijera, ya fuese del tiempo o de otro tema, tú siempre contestabas: " Oh, cariño! No dejes que commence."

Big Junebug Johnson : Bueno. Eso casi abarca todo, ¿no crees?

( Debería haber mencionado algo: tiene acento de Brooklyn. Aunque parezca raro, no lo es. La mitad de la gente de Nueva Orleans no tiene acento del Sur; uno cierra los ojos y puede imaginarse que está escuchando a un taxista de Bensonhurst, fenómeno que supuestamente deriva de moldes lingüísticos propios de una zona de la ciudad como el Canal Irlandés, un barrio principalmente habitado por descendientes de inmigrantes de la Isla Esmeralda.?



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TC: Pero ¿cuánto tiempo hace que te convertiste en la señora O'Reilly?

Big Junebug Johnson: El proximo julio hará tres años. En realidad, no tuve elección. Estaba muy confusa. El es mucho más joven que yo, quizá veinte años. Y guapo, ! Dios mío! Una golosina para las damas. Pero estaba completamente loco por mí, me seguía a cada paso, en todo momento me pedía que me casara con él, diciendo que se tiraría del malecón si yo no quería. Y regalos todos los días. Un par de pendientes de perlas. Perlas naturales: las mordí y no se rompieron. Y toda una camada de gatitos. El no sabia que los gatos me hacen estornudar, ni tampoco que me ponen los ojos hinchados.

Todo el mundo me advertia que sólo iba detrás de mi dinero. ¿Por qué, si no, querría un joven guapo como él a una vieja bruja como yo?
Pero eso no lo explicaba en absoluto, porque tenía un trabajo muy bueno en la Streckfus Steamship Company. Pero decían que estaba arruinado y que tenía un montón de líos con Red Tibeaux y Ambrose Butterfield y todos esos jugadores. Se lo pregunté, y me dijo que era mentira, pero podía ser verdad, había muchas cosas que desconocía acerca de él, y aún sigo así. Lo único que sé es que nunca me ha pedido un céntimo.
Estaba muy confusa. Así que me dirigí a Agustine Genet. ¿ Te acuerdas de Madame Genet? ¿ Que podía leer los espíritus ? Había oído que estaba agonizando, así que me precipité allí inmediatamente, y ya lo creo que se estaba muriendo. Cien dólares si pasaba de aquel día, y estaba ciega como un topo; apenas podía hablar en un susurro, pero me dijo: " Cásate con él, es un buen hombre y te hará feliz; cásate con él, prométeme que lo harás" Así que se lo prometí. Por eso es por lo que no tuve elección . No podía ignorar una promesa hecha a una dama en su lecho de muerte.



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! Y me alegro taaanto de no haberla incumplido! Soy feliz. Soy una mujer feliz. Aun cuando esos gatos me hagan estornudar. ¿Y tú, Jockey?
¿Te sientes contento de ti mismo?

TC: Así así.

Big Junebug Johnson : ¿Cuándo fue la última vez que asististe al Mardi Gras?

TC: ( reacio a responder, sin ganas de evocar los recuerdos del Mardi Gras: no eran acontecimientos divertidos para mí, las calles con torbellinos de borrachos, con reyertas, veladas figuras llevando máscaras de pesadilla; de niño siempre tenía malos sueños después de las excursiones a los alborotos del Mardi Gras): Cuando era niño. Siempre me perdía entre la multitud. La última vez que me perdí me llevaron a la comisaría de policía. Ahí me pasé llorando toda la noche hasta que mi madre me encontró.

Big Junebug Johnson: ! La maldita policía! ¿Sabes que este año no hemos tenido Mardi Gras porque la policía se puso en huelga? Figúrate, ponerse en huelga en una época como ésa. Le costó millones a esta ciudad. Chantaje, eso es lo único que fue. Tengo algunos buenos amigos policías, buenos clientes. Pero todos son una panda de ladrones y todo lo demás. Nunca he tenido respeto a la ley de por aquí, y el modo en que trataron a míster Shaw, acabó convenciéndome de una vez. Ese llamado Fiscal del Distrito, Jim Garrison. Qué desgraciado sinvergüenza. Espero que el diablo lo ponga en una parrilla leeenta. Y lo hará. Qué lastima que míster Shaw no esté allí para verlo. Desde allá arriba, en el cielo, donde seguro que está, míster Shaw no podrá ver al viejo Garrison pudriéndose en el infierno.


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(B. J. J. se refiere a Clay Shaw, un arquitecto amable y culto, autor de muchas de las restauraciones históricas de mayor delicadeza de Nueva Orleans. En una ocasión, Shaw fue acusado por James Garrison, el abrasivo fiscal del Distrito, tan obsesionado por la publicidad, de ser la figura clave de una supuesta conjura para asesinar al presidente Kennedy. Shaw fue llevado dos veces a juicio y, aun cuando salió enteramente absuelto en ambas ocasiones, se quedó más o menos en la bancarrota. Su salud falló, y murió unos años más tarde.)

TC: Después del último juicio, Clay me escribió, diciéndome : " Siempre me he considerado un poco paranoico, pero después de sobrevivir a esto, sé que nunca lo he sido y que jamás lo seré."

Big Junebug Johnson: ¿Qué es eso de paranoico?

TC: Pues...! Oh, nada! La paranoia no es nada. Mientras no la tomes en serio.

Big Junebug Johnson: Echo mucho de menos a mister Shaw. Durante su desgracia, había un modo de saber quién era un caballero y quién no en esta ciudad. Un caballero, cuando se cruzaba en la calle con míster Shaw, se quitaba el sombrero; los bastardos miraban de frente. ( Risitas.) Míster Shaw era un buen punto. Siempre que venía a mi bar me hacía reír. ¿Has oído alguna vez su chiste de Jesse James? Resulta que un día va Jesse James a robar un tren en el Oeste. El y su banda irrumpen en un vagón con las pistolas sacadas, y Jesse James grita: "! Manos arriba! Vamos a robar a todas las mujeres y a violar a todos los hombres." Así que, entonces, dice un tipo: " ¿No se ha equivocado, señor? ¿No quiere decir que van a robar a todos los hombres y a violar a todas las mujeres?" Pero ahí estaba el encantador mariquita del tren, que levantó la voz " ! Ocúpese de sus propios asuntos! Míster James sabe cómo robar un tren."


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( Dos y tres y cuatro: las campanas que dan la hora en la catedral de Saint Louis tocan... cinco...,seis...El teñido es grave, como una lustrosa voz de barítono recitando, repitiendo episodios antiguos, un sonido que se mueve por el parque con la misma solemnidad que el cercano crepúsculo: música que se mezcla con la alegre charla, las despedidas optimistas de quienes se van, niños llevando un balón con azúcar en los labios, que se une al melancólico aullido de la sirena de un barco lejano y al cascabeleo de las campañillas del carro del vendedor de helados con almíbar. Redundante, Big Junebug Johnson consulta su enorme y feo reloj Rolex.)

Big Junebug Johnson : ! El Señor nos asista! Ya tendría que estar en mitad del camino a casa. Jim ha de tener su cena encima de la mesa a las siete en punto, y no permite que nadie se la prepare si no soy yo. No me preguntes por qué. No valgo ni para cocinar el culo de un búho, nunca he sabido. Lo único que sé hacer realmente bien es tirar cerveza. Y...! Oh, cielos!, eso me recuerda que tengo servicio en el bar esta noche. Normalmente, ahora sólo trabajo de día e Irma se queda el resto del tiempo. Pero uno de los pequeños de Irma se ha puesto enfermo y quiere estar en casa con él. Mira, se me ha olvidado decírtelo, pero ahora tengo un socio, una chica viuda con verdadero sentido de la diversión , y también del trabajo duro. Irma se casó con un granjero de pollos que se murió de repente, dejándola con cinco niños pequeños, dos de ellos gemelos, y ella sin cumplir los treinta todavía. Así que se estaba dejando la vida trabajando en aquella granja: criar pollos y retorcerles el pescuezo y traerlos aquí, al mercado. Ella sola.



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Y no es más que una criatura insignificante, pero con una figura magnifica y un pelo de fresa natural, rizado como el mío. Podría ir a Atlantic City y ganar un concurso de belleza si no fuese bizca. Irma es tan bizca que no sabes a quién o qué está mirando. Empezó a venir al bar con algunas de las otras chicas camioneras. Al principio supuse que era una zorra, igual que la mayoría de esas chicas de los camiones. Pero estaba equivocada. Le gustan los hombres, y a ellos se les cae la baba por ella, bizca y todo. Lo cierto es que creo que mi mozo le ha echado el ojo; le tomo el pelo con eso, y se pone furioso. Si quieres saberlo, Irma sufre un verdadero estremecimiento cuando Jim anda por allí. Entonces sí que sabes a quien mira.

Bueno, yo no viviré siempre y, cuando yo me vaya, si quieren estar juntos, me parece muy bien. Yo ya habré disfrutado de mi felicidad. y sé que Irma cuidaría bien de Jim. Es una chica maravillosa. Por eso le pedí que entrara en el negocio conmigo.
Bueno, Jockey, qué gusto volverte a ver. Pasa por allí luego. Tenemos mucho que contarnos. Pero ahora será mejor que sacuda mis viejos huesos.

Seis...,seis...,seis... : la voz de la campana se dilata en el aire verdeante, estremeciendose, al sumirse en el sueño de la historia.
Algunas ciudades, como paquetes envueltos bajo arboles de Navidad, encierran inesperados regalos, secretas delicias. Algunas ciudades siempre serán paquetes envueltos, receptáculos de enigmas que jamás resolverán ni verán siquiera los visitantes en vacaciones, ni tampoco los viajeros más inquisitivos y persistentes.



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Para conocer tales ciudades, para desenvolverlas, por decirlo así, uno tiene que haber nacido en ellas. Así es Venecia. Después de octubre, cuando los vientos del Adriático barren al último norteamericano , incluso al último alemán , llevándoselos y enviando tras ello su equipaje por avión , otra Venecia emerge: una camarilla de venecianos élégants , frágiles duques vistiendo chalecos bordados, condesas larguiruchas apoyándose en los brazos pálidos y estirados sobrinos: creaciones jamesianas, románticos de D'Annuncio que nunca pensarían en salir de las sombras malvas de sus palacios durante un día de verano cuando los extranjeros están en la calle, en salir a dar de comer a las palomas y a pasear bajo las arcadas de la Piazza San Marco y a tomar el té en el vestíbulo del Danieli ( El Gritti cierra hasta la primavera) y , cosa más divertida, a engullir martinis y bocadillos de queso a la plancha en el acogedor espacio del Harry's American Bar, el tan tardío y reservado abrevadero de las vociferantes hordas del otro lado de los Alpes y de los mares.

Fez es otra ciudad enigmática con una doble vida, y Boston otra más. todos estamos enterados de que se celebran intrigantes ritos tribales al otro lado de las pulcras fachadas y de los arcos de las ventanas tintadas de púrpura de Louisburg Square, pero a no ser por lo que han divulgado unos pocos y escogidos literatos bostonianos, no sabemos cuáles son esas ceremonias en clave, ni lo sabremos nunca. Sin embargo, de todas las ciudades secretas, Nueva Orleans es, a mi juicio, la más secreta, la de realidad más impenetrable que un extranjero pueda observar. El predominio de espiados muros, de follaje oscuro , de altos portones de hierro fuertemente cerrados, de ventanas con postigos, de túneles oscuros que llevan a exuberantes jardines donde mimosas y camelias contrastan sus colores, y lagartos perezosos, chasqueando sus lenguas ahorquilladas, corren por la fronda de palmeras___



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Todo ello no es un decorado accidental, sino arquitectura deliberadamente urdida para el camouflage, para enmascarar, como en el baile del Mardi Gras, las vidas de aquellos que nacieron para vivir entre tales edificios protectores: dos primos, que entre ellos tienen otros cien primos esparcidos por la maraña de la ciudad, se enredan en mutuas relaciones familiares, murmurando juntos al sentarse bajo una higuera, cerca de la fuente de pausado chorro que refresca su jardín oculto.

Suena un piano. No puedo resolver de dónde viene: dedos fuertes tocando un piano de notas graduales , que se van afirmando: "I want. Iwant.."
Es un negro, el que canta; es bueno: I want a mama, a big fat mama, I want a big mama with the meat shakiri on her, yeahj"

Pasos. Pasos femeninos de tacón alto que se acercan y se detienen frente a mí. Es la mujer delgada y casi bonita que a comienzos de la tarde oí pelearse a gritos con su " administrador". Sonríe, me guiña un ojo, luego el otro, y su voz ya no es airada. Tiene un sonido como el sabor de los plátanos.

Ella: ¿ Qué tal vas?

TC: Tomándomelo con tranquilidad.

Ella: ¿Qué tal vas de hora?

TC: Vamos a ver. Creo que son las seis, un poco pasadas.

Ella ( risas): Quiero decir que cómo vas de tiempo. Tengo un sitio justo a la vuelta de la esquina.

TC: Me parece que no. Hoy no.

Ella:Eres encantador.

TC: Todo el mundo tiene derecho a dar su opinión .

Ella: No te estoy tomando el pelo. Lo digo de verdad. Eres encantador.

TC: Pues gracias.

Ella: Pero no me pareces muy divertido. Vamos. Haré que lo pases bien. Nos divertiremos.

TC: Me parece que no.

Ella: ¿Qué pasa? ¿Es que no te gusto?

TC: No. Me gustas.

Ella: Entonces, ¿que hay de malo? Dame una explicación.

TC: Hay muchas razones.

Ella: Muy bien. Dame una, sólo una.

TC: !Oh, cariño! No dejes que commence.



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IV . _____ Intrepidez

( Derringdo)


Época: noviembre de 1970.

Lugar:
Aeropuerto Internacional de Los Angeles.

Estoy sentado en el interior de una cabina telefónica . Es un poco después de las once de la mañana y llevo media hora aquí sentado, simulando hacer una llamada. Desde la cabina, veo bien la puerta 38, por donde tiene prevista la salida el vuelo directo de mediodía a Nueva York. Tengo un asiento reservado en ese vuelo, un billete que he comprado bajo un nombre supuesto, pero hay muchas razones para dudar que alguna vez aborde el avión. En primer lugar, hay dos hombres altos parados en la puerta, tipos duros con sombreros de broche en el ala, y los conozco a los dos. Son detectives de la oficina del sherif de San Diego, y tienen orden de detención contra mi. Por eso me estoy ocultando en la cabina telefónica . El caso es que estoy en un verdadero aprieto.

El origen de mi apuro tiene sus raíces en unas conversaciones que hace un año mantuve con Robert M., un joven esbelto y ágil, de apariencia inofensiva, que entonces era un preso del Callejón de la Muerte de San Quintín, donde aguardaba su ejecución después de que lo condenaran por tres asesinatos: su madre y una hermana, ambas muertas a golpes, y un compañero de prisión, un hombre a quien había estrangulado mientras estaba en la cárcel esperando juicio por los dos homicidios primeros.



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Robert M. era un psicópata inteligente; llegué a conocerlo bastante bien, y él comentó libremente conmigo su vida y crímenes, en el entendimiento de que yo no escribiría ni repetiría nada de lo que él me contase. Yo estaba investigando en el tema de asesinos múltiples, y Robert M. se convirtió en otro caso histórico que pasó a mis archivos. Por lo que a mi tocaba, aquel era el final del asunto.

Entonces, dos meses antes de mi encarcelamiento en una sofocante cabina telefónica del aeropuerto de Los Angeles, recibí una llamada de un detective de la oficina del sheriff de San Diego. Me llamó a la casa que yo tenía en Palm Springs. Era cortés y de voz agradable; dijo que conocía las muchas entrevistas que yo había mantenido con asesinos condenados y que le gustaría hacerme unas preguntas. Así que lo invité a venir a Palm Springs y comer conmigo al día siguiente.

El caballero no llegó solo, sino con otros tres detectives de San Diego. Y aunque Palm Springs se halla situado en pleno desierto, había en el aire un fuerte olor a pescado. Sin embargo, simulé que no había nada de extraño en tener súbitamente cuatro invitados en lugar de uno. Pero no tenían interés en mi hospitalidad ; en realidad, declinaron el almuerzo. Lo único que querían era hablar de Robert M. ¿Hasta qué punto lo conocía ? ¿Alguna vez admitió ante mí alguno de sus asesinatos? ¿ Tenía yo algún registro de nuestras conversaciones ? Dejé que hicieran sus preguntas y evité contestarlas hasta que formulé la mía propia: ¿ por qué estaban tan interesados en mi relación con Robert M.?



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