¿Muñeca? Me quedo muerta.
No entiendo, ¿a que te refieres?
Follow along with the video below to see how to install our site as a web app on your home screen.
Se debe tener en cuenta: This feature may not be available in some browsers.
¿Muñeca? Me quedo muerta.
Como por lo que se ve no hay forma de dejar de lado a la dichosa Pepita, cito este post en el que se dice que hace negocio con su hija.Pepita, es negocio para su madre. No digo que no la quiera,que la quiera menos que al resto de hermanos, pero que es un negocio es cierto.
No entiendo, ¿a que te refieres?
Me refiero a que me parece alucinante el negocio que tiene montado esta señora, la tal Pepita tiene libro, muñeca, la hermana se disfraza de ella como personaje y ya solo le falta sacar su propia línea de ropa personalizada para completar el merchandising. Me parece de película de terror.
Por cierto, este tema empezó precisamente por la madre de Pepita, no veo por qué tenemos que dejarla de lado cuando fue el detonante de que se abriera esto (No me lo estoy inventando, mira el primer mensaje). "Cotilleando" es el nombre de este foro, a eso nos dedicamos aquí. No sé si hay algún otro llamado "Filosofando" o "Teorizando".
Así o mas claro.La discapacidad no “mola”.
Hoy en día nadie quiere ser “especial”, quieren normalidad en su día a día.
Espero de todo corazón que esta niña llegue a poder vivir de manera independiente en algún piso tutelado, que es lo que se debería hacer. Y enviar a paseo a su madre.
Todas esas mamás que hacen de sus hij@s un producto de Ig o Youtube me parecen denunciables al defensor del menor, porque se está atentando a su derecho a la intimidad. Ni normalización ni *st*as en vinagre: es exposición pura y dura. Normalizar es llevar a su hija a un centro que responda a sus necesidades (ahí ya no entro, integrarla en centro ordinario o no) y rezar para llegar con energía a la vejez.
La adolescencia es MUY DURA. Muy pocos (poquisísimos) llegan a tener una relación de amistad con personas sin discapacidad: eso es así se quiera o no. Punto pelota. En muchos casos porque los down son hasta más maduros y responsables que los que tenemos la consideración de “normales”... y porque los intereses están a años luz. También depende del grado de dependencia.
Por favor: dejemos a los niños ser niños y no productos de marketing. La historia nos enseña que eso suele acabar mal.
Creo Camille que aquí el defensor del menor no tiene nada que hacer. Todos hemos visto y seguimos viendo anuncios y publicidad con discapacitados como con los que no lo son. Lo distinto viene por la forma de utilizar esa publicidad que, ante todo, debería poner en primer lugar la desmitificación de la diferencia, la no apelación a la sensiblería, el paternalismo publicitario. El defensor del menor ha de tener conciencia de que esos menores, si son discapacitados, están dentro de la infancia como otros cualquiera, y si le resulta algo desconocido pues que cambie de profesión. Las personas ancladas en ideas anteriores no se necesitan, más bien son una rémora para avanzar en contenidos.La discapacidad no “mola”.
Hoy en día nadie quiere ser “especial”, quieren normalidad en su día a día.
Espero de todo corazón que esta niña llegue a poder vivir de manera independiente en algún piso tutelado, que es lo que se debería hacer. Y enviar a paseo a su madre.
Todas esas mamás que hacen de sus hij@s un producto de Ig o Youtube me parecen denunciables al defensor del menor, porque se está atentando a su derecho a la intimidad. Ni normalización ni *st*as en vinagre: es exposición pura y dura. Normalizar es llevar a su hija a un centro que responda a sus necesidades (ahí ya no entro, integrarla en centro ordinario o no) y rezar para llegar con energía a la vejez.
La adolescencia es MUY DURA. Muy pocos (poquisísimos) llegan a tener una relación de amistad con personas sin discapacidad: eso es así se quiera o no. Punto pelota. En muchos casos porque los down son hasta más maduros y responsables que los que tenemos la consideración de “normales”... y porque los intereses están a años luz. También depende del grado de dependencia.
Por favor: dejemos a los niños ser niños y no productos de marketing. La historia nos enseña que eso suele acabar mal.