Libros, libros, libros

Así será la nueva normalidad en el sector editorial
El mundo del libro se reactiva a partir del lunes con un tercio de títulos menos para 2020, nuevas estrategias y lo nunca visto: la temporada se alargará durante el verano


CARLES GELI|JUAN CARLOS GALINDO
Barcelona / Madrid -
01 MAY 2020


Las encargadas de una librería atienden a un cliente en Ponferrada el miércoles.


Las encargadas de una librería atienden a un cliente en Ponferrada el miércoles.ANA F. BARREDO / EFE



Algo empieza a cambiar desde el próximo lunes en uno de los sectores más castigados por las consecuencias de la pandemia de coronavirus. Las librerías pueden abrir “con cita previa para atención individualizada” y si cumplen con las condiciones establecidas por el Gobierno para la fase cero de la desescalada, con lo que vuelve a la actividad un engranaje esencial de la cadena del libro. Pero, ¿qué va a encontrar el lector en las librerías en las próximas semanas? ¿Cuál es la estrategia de las editoriales para evitar el temido colapso del mercado?

La desescalada editorial consiste en dos fases: una primera en la que tendrán vida los libros que salieron justo antes del confinamiento o que no llegaron a circular pero ya estaban impresos y otra, a partir del 28 de mayo, con estrenos de calado para reactivar el sistema. “La vuelta a la normalidad implica sacar novedades, que es de lo que vive la industria. Pero no vamos a mantener el plan editorial como a principio de año; un 30% de esos libros se publicarán en 2021”, asegura Pilar Reyes, directora editorial de Penguin Random House Grupo Editorial (PRHGE). “Los libreros quieren novedades fuertes para la reapertura, están ilusionados con que lleguen libros potentes que hagan que la gente se acerque a las librerías, pero no vamos a colapsar el canal con los libros que no hemos podido sacar”, remata, mostrando un temor compartido por editores, distribuidores y librerías.

Las apuestas más literarias o arriesgadas, más de autor, sufrirán en esta inopinada rentrée editorial. “Soy consciente de que venderé menos, de que el libro no tendrá el recorrido deseable y que merecería, pero no podemos salir ahora con títulos que no sean potentes; a las librerías hay que darles lo que puedan vender bien; si no, ni los comprarían ellos ni los clientes”, arguye Diego Moreno, director y fundador de Nórdica Libros, a quien el estado de alarma de marzo le dejó, en imprenta o ya en el almacén, seis títulos. “Han de ser buenos, pero no difíciles, atemporales, que atrapen y que no sean demasiado complejos de comunicar, pero aun así, su vida será peor”, admite Luis Solano, creador de Libros del Asteroide, que de los siete títulos que tenía previsto lanzar antes de verano solo publicará cuatro y que para los del resto del año, de los 10 bajará a seis, una reducción de su programación “de un 30%”, parecida a la del resto del sector. Esos libros, por el retraso en su salida, la proximidad de los títulos de finales de mes y de junio y las fechas de verano, en cualquier caso perderán “entre un 30 y un 40% de sus potenciales ventas”, calcula Moreno. Pero no serán los más castigados, coinciden, una categoría que se llevarán los que aparecieron entre enero e inicios de marzo: “Se perdió el boca-oreja y la promoción que iban teniendo desde enero; se venderán la mitad de lo que deberían” resume Solano. Lo mismo ocurrió en Anagrama con Alejandro Zambra o en Alfaguara con su premio a Guillermo Arriaga.

La incertidumbre juega un papel en esta primera parte del proceso “No sabemos si pueden abrir las cadenas de librerías y grandes cuentas, las que no son grandes superficies como tal, como la Casa del Libro o FNAC. Sin saber seguro cuándo están todos los clientes abiertos es muy difícil saber cuándo sacar un libro. Para los editores no es lo mismo”, explica Verónica García, de la distribuidora Machado Libros.


El fantasma de las devoluciones
“Los libreros serán más conservadores por partida doble: comprarán menos cantidad y solo lo que sepan que puede tener salida para ellos”, apunta Solano, que teme que mayo se convierta en “un mes con devoluciones muy potentes”. “Todos contamos con que mayo será un mes terrible para eso”, sostiene Moreno. “Estamos intentando evitar que la devolución se convierta en un método de los libreros para no pagar las facturas; preferimos posponer los vencimientos que incrementar las devoluciones”, plantea Martí Romaní, presidente del Gremio de Distribuidores de Publicaciones de Cataluña y miembro de la patronal estatal, sector donde ya trabajan “un 95%, aunque aún con bastante servicio mínimo”. En esas negociaciones jugará mucho la musculatura editorial: “Los grandes grupos pueden dejarle todo al librero sin que pague nada en todo el año; o hasta pueden no sacar nunca un libro del almacén o no publicarlo jamás; para nosotros, es imposible”, dice Moreno, que ha trasladado el 15% de su programación prevista a 2021

Son otras dimensiones: solo Grupo Planeta tiene un servicio medio de 200 novedades al mes. “Los títulos se reajustan en función de múltiples variables que van desde lo que permita su contrato a las mejores condiciones para una campaña de marketing; mayormente, cambiarán de mes y los menos, saltan a 2021”, apunta Jesús Badenes, director general de la División Libros de Planeta, que asegura que los títulos que ya están publicados “no se quedarán en los almacenes por compromiso y respeto con todos”, mientras garantiza que en su grupo “seremos todo lo prudentes que haya que ser en las tiradas para evitar una devolución alta”. Grandes y pequeños coinciden, sin embargo, en apostar por autores españoles, cuya promoción es más próxima y sencilla.

Los libreros serán más conservadores por partida doble: comprarán menos cantidad y solo lo que sepan que puede tener salida para ellos

La nueva normalidad editorial implica otro cambio esencial: el verano, hasta ahora época de barbecho, se convierte en territorio de lanzamientos, un espacio para recuperar el tiempo perdido en un contexto en el que habrá poco turismo. “Vamos a utilizar las ganas de la gente de que se muevan las cosas, de entrar en las librerías”, celebra Silvia Sesé, editora de Anagrama, cuyo calendario se ha retocado para publicar ahora libros que no salieron en marzo y, desde finales de mayo, empezar con lanzamientos que culminan en torno al 23 de julio, fecha a la que se trasladó Sant Jordi. “Muchas librerías y distribuidoras no van a cerrar en agosto, fuera de momentos puntuales”, apunta Romaní, con lo que los libros lanzados en junio y julio tendrán un mayor recorrido que otros veranos. “Habitualmente proponemos lecturas para el verano a partir de abril y mayo. Este año lo vamos a hacer también en junio y julio. Las fechas hasta el momento son provisionales porque nos estamos adaptando continuamente a la evolución de la desescalada”, asegura Juan Díaz, director editorial de PRHGE y coordinador del área de América Latina, el otro gran mercado de las editoriales en español, que se encuentra en una crisis similar.

Pero si algo se ha visto durante el confinamiento es que la relación de los lectores con los escritores no volverá a ser igual. “Sabemos que en el futuro inmediato el formato clásico no es posible y eso nos obliga a reflexionar mucho”, asegura Reyes, que piensa en formatos mixtos entre lo presencial y lo virtual, surgidos de lo aprendido durante este tiempo. Bienvenidos a la nueva normalidad.

https://elpais.com/cultura/2020-04-30/asi-sera-la-nueva-normalidad-en-el-sector-editorial.html
 
Seis paseos literarios de camino a la normalidad
Enrique Vila-Matas, Elvira Navarro, Manuel Rivas, Aixa de la Cruz, Justo Navarro y Elisa Ferrer proponen un paseo por Barcelona, Madrid, A Coruña, Bilbao, Málaga y Valencia y recomiendan un libro para entender sus ciudades


BABELIA
2 MAY 2020



ilustración


Pasear sin rumbo fijo es un ejercicio que durante siete semanas ha estado prohibido. Autores como H. D. Thoreau, Walter Benjamin, Guy Debord o Rebecca Solnit sostienen que es una forma de pensar. Seis escritores españoles invitan a un sugerente caminar por otras tantas ciudades españolas que hoy inician el lento camino a la normalidad.



Barcelona, un descenso. Por Enrique Vila-Matas

Las Ramblas de Barcelona, vacías, el pasado 3 de abril.

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Las Ramblas de Barcelona, vacías, el pasado 3 de abril. ADRIÀ PUIG GETTY IMAGES




La atmósfera es completamente real, aunque deambulo tarde en la noche. Estoy en lo alto de la ciudad, ando por la misma zona en la que en una verbena de san Juan el llamado Pijoaparte surgió de las sombras de su barrio y bajó caminando por la carretera del Carmel, hasta alcanzar la plaza Sanllehy, que es adonde acabo de llegar y desde donde voy marchando, en zigzag continuo, hasta alcanzar el 546 de la calle Cerdeña, donde un día estuvo la casa del capitán Blay, víctima de la guerra y lúcido en su locura. Cruzo, segundos después, por el campo de hierba artificial del Europa al que mi padre, por ser amigo del aventurero Zalacaín (fugaz presidente del club), estuvo una vez ligado. Y pronto queda también atrás la Travesía del Mal mientras voy bajando, con ritmo de paseo, por el Torrente de las Flores, arteria del barrio mental de Juan Marsé, sutil mezcla de las antiguas barriadas de La Salut y el Carmel, las del Guinardó y Gràcia. Voy bajando y al mismo tiempo noto la cercanía del Eixample, la zona más oscura de Barcelona, la misma en la que Carmen Laforet situó la lóbrega atmósfera de Nada, su implacable retrato milimétrico de la burguesía catalana.

En fin, voy y no voy, dejándome caer por el Torrente, sabiendo que, una vez rebasada la plaza del señor Rovira, mi campo visual se habrá poblado aún más de nietos de los derrotados históricos, de aquellos “hombres de hierro forjados en tantas batallas, hoy llorando por los rincones de las tabernas”. Voy y no voy, casi ya directo, en línea recta, hacia el territorio de la infancia, el paseo de mi vida, el Paseo de San Juan, al que llegaré seguramente con las primeras luces, cuando el día esté ya clareando. Podría reconstruir de memoria, casa por casa, el tramo del Paseo de San Juan que va desde la esquina con Rosellón (donde ahora vive Joan de Sagarra) hasta la de Valencia, donde están los Maristas, la desquiciada escuela: el trayecto de siete minutos que mayor número de veces he recorrido en la vida, ya que en una época lo hice cuatro veces por día, de casa al colegio y del colegio a casa en dobles sesiones de mañana y tarde. Y recuerdo cómo, al acabar la jornada, muchas veces ya en noche cerrada, no podía apartar los ojos de la coloración submarina de los portales del Eixample, con su misterio y profundidad ocultando mi futuro.

Multiplíquese más de cien veces al mes a lo largo de catorce cursos de trescientos días cada uno, y tendremos el número de recorridos que di durante la larga época escolar por ese paseo de mi vida por el que ahora desciendo con decisión, camino del Arco de Triunfo y del puerto, camino de unas Ramblas que ya no son lo que fueron cuando una gente brutalmente local constituía su único espectáculo, aquel gran río de humanidad que bajaba hasta el mar, donde solía acabar nuestro paseo andado, tantas veces hecho de desesperaciones por el fracaso de nuestros anhelos, un paseo andado que siempre hicimos cuesta abajo y que parece ahora querer recordarnos que, pasado el tiempo, aquello que nos fue negado –la ciudad abierta–, aquello que un día deseamos que llegara a ser Barcelona se va construyendo, pero al revés de cómo lo habíamos soñado, se va forjando con el cruel material de nuestra derrota, con todo aquello que un día, doloroso es decirlo, creímos indestructible.


UN LIBRO: Diario de Escudellers, de Sergio Pitol (incluido en El arte de la fuga). Extraordinario recuento del infierno vivido por Pitol en junio y agosto de 1969, en la Barcelona más canalla de todos los tiempos.



Madrid, pasado presente. Por Elvira Navarro

La Casa de Campo de Madrid, desde el teléférico que une el parque con el Paseo del pintor Rosales.

ampliar fotoLa Casa de Campo de Madrid, desde el teléférico que une el parque con el Paseo del pintor Rosales. ÁLVARO GARCÍA



En el siglo XIX corría la leyenda de que al Cerro Garabitas acudían las almas de los muertos antes de abandonar este mundo. Peregrinar hasta Garabitas es una excursión habitual cuando se va en teleférico a la Casa de Campo. Por aquellos lares pervive con fuerza el pasado, como si el tiempo se hubiera detenido. Una ciudad contiene su historia a menudo de forma laberíntica, y puedes encallarte en una memoria que no es tuya, pero que te construye.

Caminar por la ciudad también es rememorar paseos antiguos. Veinte años atrás, cuando me vine a vivir a Madrid, todo parecía más tenebroso y era menos global. El teleférico conserva ese espíritu. Del esplendoroso, y demodé, paseo de Pintor Rosales, se va en cabina, volando sobre los edificios, hasta un apeadero anacrónico, como las viejas películas de ciencia ficción que contaban el futuro. A lo lejos, el parque de atracciones se perfila con su sonido de film de terror, pues se oyen los chillidos de la montaña rusa a la que llaman Abismo y el aullido de la caída libre de La Lanzadera. El Abismo asoma entre la vegetación, como un ángel del fin del mundo, y al atardecer todo cobra el aspecto de un templo coronando la loma, al que acudieran los fieles portando ofrendas que las cabinas del teleférico llevaran a los dioses del cielo.

Una mañana, fui desde allí al lago poco antes de que se iniciaran las recientes obras de limpieza. Nada había cambiado. El agua cenagosa, los vapores malolientes, las canastas para los kayaks sobre las que se posaban cormoranes quietos y brillantes. No logré saber si aún funcionaba la lancha motora que permitía soñar a los niños con un lago de verdad. Para los adultos, montar en ella debía de ser parecido a lo que experimenta un patito en una bañera. Me contaron que antes era típico comer en los chiringuitos ricas chuletas de cordero con un chorrito de limón, pero yo sólo recordaba un almuerzo con mi madre, las dos ateridas en una terraza desde la que observábamos el perfil desafiante de Madrid y masticábamos patatas que sabían a aceite de coche. Mi madre es ya otro fantasma.

La última vez que visité la Casa de Campo y a sus espectros entré por donde solía hacerlo cuando, de universitaria, buscaba huellas de la guerra. Me refiero al recinto ferial, al que se accede por la avenida de Portugal. En esta zona desabrida pervive la sombra de coto privado, con el que el pueblo no podía ni soñar. El mayor parque público de Madrid fue, durante siglos, usado sólo por los reyes, y la sensación de inaccesibilidad persiste debido al paseo de Extremadura, que es una carretera, a las vías del metro y a que la ciudad se enreda aquí en una maraña de naves, carreteruchas y caminos que imposibilitan avanzar en línea recta y convierten la travesía en una incógnita. Todo parece una puerta a lo desconocido. Ese día, antes de perderme, llegué hasta el malogrado Pabellón de los Hexágonos, mejor construcción de la Expo de Bruselas de 1956, que se pudre como un órgano sin función. Había una paz de cementerio, de margen, del que quiere que le dejen tranquilo, y también del que está fuera del sistema, de la ley. Nadie te veía, o eso parecía, porque yo observaba a una chica pelirroja que, con disimulo, esperaba a que me fuera para agacharse y volcar en el suelo comida para gatos. Me digo ahora que esos fantasmas sí venían del futuro, donde descansaremos bajo ruinas, y que las ruinas son hermosas.


UN LIBRO: Mi gran novela sobre La Vaguada, de Fernando San Basilio, un retrato sabio y humorístico de la sociedad consumista y del Madrid actual en la medida en que buena parte de la ciudad se ha convertido en un gran centro comercial.



A Coruña, el paseo de los abrazos. Por Manuel Rivas

Campo de margaritas al pie de la Torre de Hércules, en A Coruña, el 24 de abril.

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Campo de margaritas al pie de la Torre de Hércules, en A Coruña, el 24 de abril. CABALAR EFE





El verdadero bautismo coruñés era y es escapar a una ola vagabunda en la Coraza de Riazor, o en la orillamar de Monte Alto, donde los farallones tienen el nombre de las Ánimas, o en el lugar del punkismo mágico, allí donde galopa el mar la roca llamada Cabalo das Pradeiras y donde los menhires tienen ventanas. La mejor forma de acabar la escapada es siempre un abrazo.

La primera gran aventura es subir a la torre de Hércules o faro de Breogán. El más antiguo del mundo en funcionamiento (nomás me matarían si no lo digo). Un paseo mítico, 234 escalones, con un descanso de cripta onírica, para subir al Aleph marino, el mejor mirador del atlántico. En la rosa de los vientos, Noroeste Cuarta Oeste, el lugar situacionista de la imaginación. Al lado de la gran linterna, se puede ver lo invisible. Irlanda o América, depende de los días. Pero lo mejor, después de la escalada, el vértigo y el viento ebrio, es imaginar el abrazo.

El faro forma un triángulo psicogeográfico con la antigua prisión provincial y con el cementerio marino de San Amaro. La cárcel está abandonada por los humanos, guardias o presos. Al ojo panóptico del poder solo le queda la nostalgia de vigilar las aves migrantes que anidan tan interesante arqueología. El cementerio marino, como atestiguan generaciones, es uno de los más sanos del mundo. La cárcel y el cementerio son otros dos buenos lugares para abrazarse. Toda la borda del faro lo es, con sus grutas, playas y calas de felicidad clandestina. Ese espacio de ciudad acantilada, orillera, donde la gente al andar traza su propia línea del horizonte, tiene la hipnosis del origen, del sentimiento oceánico.

A Coruña es una ciudad anfibia y tuvo su pintor anfibio. Urbano Lugrís. Quiso pintar el fondo marino con un escafandro. Lo hizo en lienzos, tablas y murales inolvidables, y también con tinto ribeiro en la mesa de los bares. El paseo por Lugrís, por esa Coruña intemporal, ese paraíso inquieto, pintado con el deseo y la pena del mar, tal vez es lo más real, frente a la usura del tiempo.

Y ese paseo surreal te ensancha la mirada. Te permite ver una Coruña oculta tras las esquinas, o escondida en una redoma de saudades. Ese paraíso inquieto de las pequeñas plazas y jardines de la Ciudad Vieja, como la plazuela de las Bárbaras o el Jardín Romántico. Allí donde está enterrado John Moore, un militar héroe en salvar vidas, a quien visita los días de niebla su amante y aventurera lady Stanhope. No he visto por allí las cámaras de los programas del corazón. Pero es un lugar para el abrazo intemporal.

Hubo un tiempo en que, en el escudo de la ciudad, las luces del faro sostenían un libro. En el paseo de las saudades, el andar te lleva a la calle Sinagoga. A Coruña es una ciudad de impresores y librerías. ¿Y qué me dice usted de las panaderías? ¡Donde hay buen pan, hay librerías! Es una ciudad musical, con una ruta de navegación al desvío. A Coruña siempre tuvo fama de dormir de pie. Lo que nunca ha estado en crisis es la producción de bohemia y la brújula de las vanguardias.

El paseo, en sí, es una vanguardia. Una multitud dadaísta, a su manera, pasea por los Cantones coruñeses, la cubierta de la ciudad trasatlántica, con sus fachadas de galerías acristaladas y sus casas barco y los ensayos utópicos de ciudad-jardín.

Pero el mejor paseo coruñés es el excéntrico. Hay una línea axial que une el faro con el Castro de Elviña, la citania celta, la primera ciudad y, ahora, la última aldea. Desde la infancia recuerdo que justo en el ara solis habían espetado una gran torre de alta tensión, por lo que deducimos que los celtas, en Galicia, habían muerto electrocutados. Ahora la han quitado. No hace falta ir al solsticio a Stonehenge. Cómo no abrazarse en este lugar donde un día apareció el tesoro de un ánade de oro.


UN LIBRO: La tribuna, de Emilia Pardo Bazán. Las cigarreras coruñesas protagonizaron la primera gran huelga feminista en el mundo. Esta es la historia de una joven líder, Amparo, y su lucha por libertad social y personal. Aquí, doña Emilia es una escritora salvaje. Escribe una obra insólita y valiente en la historia de la literatura española, incluido nuestro tiempo. ¡Publicada en 1883! La protagonista, Amparo, rompe todas costuras, para apostar por una libertad radical.



Bilbao, la ciudad inventada. Por Aixa de la Cruz
Una persona camina bajo la escultura de Louise Bourgeois 'Mamá', en las inmediaciones del Museo Guggenheim de Bilbao, el 27 de abril.

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Una persona camina bajo la escultura de Louise Bourgeois 'Mamá', en las inmediaciones del Museo Guggenheim de Bilbao, el 27 de abril. LUIS TEJIDO EFE





Creo que no aprendí a pasear hasta que me embaracé. Antes solo corría. Calentaba articulaciones bajo el puente del Arriaga y emprendía ruta por la ribera de Abando, feliz de acelerar los fotogramas del Bilbao de las postales y a empujones con los turistas que se apelotonaban frente al Guggenheim. Buscaba las rutas mejor asfaltadas; solo eso. Ahora que he bajado la velocidad y camino atenta al paisaje, mi recorrido empieza allí donde terminaba mi entrenamiento, a los pies del puente Euskalduna, en la explanada que pertenecía a los antiguos astilleros y que ahora marca la frontera entre el paisaje urbano embellecido y el paisaje urbano en obras. No soy la única treintañera que siente predilección por esta zona. Somos muchos los que guardamos una imagen idealizada de ese Bilbao industrial y naviero, siempre turbio de xirimiri, del que tanto nos han hablado nuestros padres pero que jamás llegamos a padecer, y venimos hasta aquí en busca de sus ecos.

Lo que más me gusta del muelle de Olabeaga es que lo han intentado domesticar sin éxito. Hace doce años que es peatonal, pero la acera, que corre entre la ría y el monte, es tan estrecha que solo admite paseantes en fila india. Cuando hay mareas vivas, el nivel del agua sube a escasos centímetros del asfalto y luego baja como si alguien hubiera tirado de la cisterna, con lo que es fácil sentir claustrofobia. Sabes que, en caso de riada, no hay salida. Aun así, en la parte inicial del paseo, bajo las escamas grises del Nuevo San Mamés, han abierto una terraza al aire libre en una de las antiguas dársenas de carga. Es un local muy chic, con música electrónica suave, cócteles elaborados y buenas vistas, pero la ría es caprichosa y lo mismo te devuelve maderos que cadáveres hinchados de ratas, por lo que prefiero tomarme un café en una antigua lonja de pescado que hay unos metros más adelante. Es el último bar de la zona. A partir de aquí, se suceden los bloques de viviendas, edificios chatos de barrio pesquero con la pintura desconchada que dan paso a un frontón que da paso a un muro. Con el muro, desaparecen los encantos a este lado de la ribera y cobra relevancia la de enfrente: Zorrozaurre.

Zorrozaurre fue una península y ahora es una isla. En Bilbao gustan mucho los proyectos faraónicos y esta es nuestra extravagancia mayúscula. Hemos anegado un istmo para separarnos del apéndice más decadente de la villa y, cuando lo rehabilitemos, inauguraremos un nuevo puente que nos conecte a él. Desde esta orilla, se aprecia el trasiego constante de camiones, cementeras y grúas, y la deconstrucción en vivo y en directo de un skyline. Cada vez que vengo hay un nuevo solar vacío donde antes hubo un bloque de viviendas, una nave industrial o una fábrica. Ya apenas sobreviven algunos edificios pintorescos– un pequeño palacete, las ruinas de la antigua fábrica de Artiach, una marmolería abandonada con sus enanos de jardín a la intemperie…–, aislados entre sí como si estuvieran cumpliendo cuarentena. Pero es fácil romantizar la decadencia a media tarde, cuando la ría zigzaguea con destellos plateados hasta perderse en la margen izquierda.

Vuelvo a casa con una sensación exótica. Todo esto que es tan feo pronto será precioso y habitable. Pronto será refugio de runners y turistas y los milennials tendremos que trasladar nuestra nostalgia inventada a otro sitio. Buscaremos las huellas de esa ciudad mítica que nunca conocimos en nuevos bastiones. Quizás en Barakaldo. Quizás en Ortuella. Quién sabe.


UN LIBRO: Mejor la ausencia, de Edurne Portela. Es el libro que mejor ilustra ese Bilbao decadente de los años 80 que a mi generación le ha llegado a través de las canciones de Eskorbuto pero que en la novela se resiste con fuerza a cualquier idealización.



Málaga, punto de llegada. Por Justo Navarro

La calle Marques de Larios, de Málaga, el 13 de marzo.

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La calle Marques de Larios, de Málaga, el 13 de marzo. JESUS MÉRIDA





Imagino que subo desde el malecón por el paseo de la Farola de Málaga hace seis meses y dejo a mi derecha el antiguo gobierno militar y a mi izquierda el muelle 1 y el muelle 2 del puerto, fondeadero de tiendas y bares restaurantes y un cubo-museo de cristal y vinilos de colores, y busco la sombra de los plátanos del Paseo de los Curas, porque el palmeral del puerto siempre me recuerda a Miami aunque nunca haya estado en Miami. Hay coches, incluso coches de caballos, pero no tanto tráfico como otros días. Es sábado y estoy ya en la Plaza de la Marina, un día espléndido, de noviembre. O no he llegado desde el malecón por el Paseo de los Curas y es otro sábado de hace seis meses y acabo de bajarme del autobús en la parada del puerto.

Da lo mismo: estoy en la Plaza de la Marina, lo primero que ven los que acaban de bajar del crucero por el Mediterráneo o por el Atlántico-Mediterráneo, la aparición de Málaga: un parking de 440 plazas a la entrada del área comercial, la fuente, el monumento al vendedor ambulante de pescado, los edificios burocráticos y financieros al fondo de la plaza, el gran hotel que tanto me gusta, cuña clavada entre la Cortina del Muelle y la calle Molina Larios, doce plantas más ático y piscina en las alturas, arquitectura de los años veinte o treinta para los años sesenta del siglo pasado. Y ya estoy en la calle Larios, peatonal. Si la cubrieran se convertiría en una galería comercial como la Vittorio Emanuele de Milán.

Hay gente, más gente cada vez, es sábado, mediodía, la multitud de un sábado de shopping, hace seis meses, noviembre prenavideño, navideño, pronto se encenderán las 180.000 luces festivas, y se expande el árbol de bares que surge de la calle Larios, en flor la feliz, callejera multitud bebedora, el tapeo feliz, el mercadeo feliz y en masa, como en el módulo de embarque de un aeropuerto, pero al aire libre, sin la angustia del vuelo y los controles intimidatorios, y el cielo tan alto y tan celeste como la pantalla iluminada de mi ordenador, y ruido de la calle en el hilo musical, sound of the street, bruit de la rue, bruscio della strada, Strassengeräusch, som da rua, todos los idiomas de los cruceristas en la ciudad llana como una playa asfaltada, con indígenas haciendo de turistas un sábado al mediodía y turistas haciendo de antropólogos, unidos todos por el citymarketing, tiendas de lujo y de no lujo, marcas globales y glocales, gente fluente y dinero fluente y cada vez más invisible, dinero-tarjetas, dinero-teléfono.

Me muevo por el crucero expandido y el aeropuerto expandido, hospitalidad y seguridad, videocámaras y vigilancia policial visible. Estoy en la Plaza de la Constitución, entre la catedral, si sigo por el pasaje de Chinitas y la calle Fresca, a la derecha, y el río Guadalmedina, si voy por la calle Compañía, a la izquierda, pero siempre shopping mall, tome una vía u otra, siempre tiendas y bares y museos, todos abiertos todavía, iglesias y gimnasios, espectáculos, una catedral, un río, una ciudad entera picassiana, bendito sea el citybranding, ciudad aeropuerto, crucero varado, el mundo de las compras recreativas. Y hay cada vez más gente, como preparándose para el encendido de las luminarias navideñas monumentales, miles y miles y miles de personas, apretándonos unas con otras, no falta mucho ya esta mañana de noviembre. Estoy viendo todo lo que fue y todavía no es. Veo el pasado como si fuera el futuro, ciencia ficción.


UN LIBRO: Málaga monumental. A vista de este ejemplo, de Elo Vega y Rogelio López Cuenca (coordinadores). Una manera crítica y entretenida de andar por la historia de la Málaga de hoy a través de sus monumentos.


Valencia, el arte del paseo. Por Elisa Ferrer
Parque en el antiguo cauce del río Turia, en Valencia.ampliar fotoParque en el antiguo cauce del río Turia, en Valencia. MÒNICA TORRES

Solía ser yo poco aficionada a pasear. Mucho de correr, poco de disfrutar del paseo. «Correr», eso sí, en la segunda acepción de la RAE, la de ir deprisa, no en la primera, que es donde englobamos lo que hacen los runners con su ropa brillantosa, su actitud premaratoniana. Pero no, no tengo la voluntad de hierro ni los tobillos fuertes, siempre he sido más bien de ir corriendo a los sitios, de llegar tarde, la respiración entrecortada, de adelantar a la gente que ocupa el ancho de la acera y pensar, ¿dónde irán tan despacio?

Estos últimos años, en cambio, he comenzado a ejercitarme en el arte del paseo (la madurez, dicen). Mi afición comenzó en Iowa City, esa ciudadbosque con sus árboles frondosos, sus ciervos escondidos, los conejos bebé de la primavera que al llegar el verano crecen y arrastran sus barrigas por la hierba. Así que, al volver a València, tras trece años sin habitarla, decidí traer conmigo esta nueva afición.

Desde mi vuelta, he perfeccionado el arte del paseo. Lo primero que aprendí es que hay que salir de casa sin necesidad de ir a ningún sitio concreto. Tardé un poco más en descubrir que la mirada no debe estar puesta en los pies o en el reloj, sino que ha de revolotear alrededor y dejarse sorprender. Los brazos deben estar relajados, quizá con un sutil balanceo, sin forzar nunca un movimiento marcial ni tampoco quedarse quietos. Una vez aprendida la mecánica, comencé a deambular por la ciudad que en años anteriores había sido la mía, pero ahora, en cada paseo, me parecía distinta, mejor, única.

Tras este tiempo de aclimatación, ya puedo definir mi paseo ideal por València. Comienza en el Parc Central, donde jardines cada vez más verdes conviven con las antiguas naves de Renfe, ellas y su belleza práctica, que se vuelve romántica cuando las iluminan de noche. Me gusta sentarme a leer en el parque, que me dé el sol (lo de saberse detener para saborear el paseo es algo que se aprende una vez la mecánica está interiorizada, paciencia).

Me gusta continuar andando por mi barrio, Russafa, donde al mirar hacia arriba, mis ojos se cruzan con edificios modernistas. Me he vuelto coleccionista de molduras, colores, balcones, portales. Sin darme cuenta, mientras amplío mi colección, ando hasta llegar al cauce del río Turia, otro parque lleno de verde (en el que hay que esquivar deportistas y carriles bici para no ser arrollada) y me detengo frente a Gulliver, ese gigante que lleva treinta años tendido en el suelo para que, aunque hayamos crecido, volvamos a ser niñas, niños, al dejarnos caer por sus toboganes y rompamos nuestros pantalones en cada caída (ningún tejido sobrevive a ese gigante).

Cuando mi paseo se alarga y cruzo al otro lado del río, vuelvo a mis años de estudiante, la avenida Blasco Ibáñez me devuelve a la facultad, al colegio mayor donde idealicé la adultez, el compartir piso. Aunque las piernas ya no aguantan, son pocas las veces que no llego hasta la parada de Benimaclet para subirme al próximo tranvía (los pies reclaman un descanso), llegar junto a la playa y pasar de mi colección de molduras y balcones, a la de azulejos. Los azulejos de las casas del Cabanyal, esos que cambian de color según les dé la luz. Cualquier paseo que se precie en València tiene que terminar en este barrio, en la playa, los pies cansados en la arena, el ruido del mar, ese que cuando te moja siempre está demasiado caliente.

Hoy podremos volver a pasear, serán menos kilómetros, pero el sol, el viento en la cara y los árboles los apreciaremos como si fuera la última vez. Porque si algo hemos aprendido en estos días de encierro, es que ya nada puede darse por sentado. Ni siquiera el común (y bello) arte del paseo.


UN LIBRO: Un dinar un dia qualsevol / Una comida un día cualquiera, de Ferran Torrent. Es un libro que te mete de cabeza en la sociedad valenciana de estos últimos años, con sus corruptelas, intrigas y con la aparición


PIES Y PÁGINAS
Filósofos de paseo. Ramón del Castillo.Turner
Wanderlust. Una historia del caminar. Rebecca Solnit. Capitán Swing
Caminar. Erling Kagge. Taurus
Libro de los pasajes. Walter Benjamin. Akal y Abada
Paseos por Berlín. Franz Hessel. Errata Naturae
La ciudad de las desapariciones. Iain Sinclair. Alpha Decay
Paseos con mi madre. Javier Pérez Andújar. Tusquets
Paseos por la Barcelona fugitiva. Ana Basualdo. Paso de Barca
Un andar solitario entre la gente. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral

 
¿Qué planes culturales puedo hacer hoy en casa? Domingo 3



Libros
Diario de pandemia desde México y versos Visor. Revista de la Universidad de México lleva ya casi 90 años en marcha, creando debate y abriendo sus páginas a un variado elenco de temas y autores. Su archivo está abierto y, además, en los últimos tiempos, la publicación ha ampliado su margen a de acción y cuenta, además de su web y edición impresa, con programas de radio y televisión, y desde 2017 la dirige la escritora Gaudalupe Nettel. Ahora, frente a la covid-19 ha puesto en marcha un Diario de la pandemia en le que han partcipado desde Marta Sanz hasta Laia Jufresa o Daniel Saldaña Paris. Y la clásica editorial de poesía Visor tiene en su canal de Instagram @visorpoesia poemas leídos por sus autores más jóvenes como Raquel Vézquez ganadora del premio Loewe a la creación joven o el venezolano Arturo Gutiérrez Plaza.

 
Te quiero poque me das de comer. Ultra violencia y degeneración a niveles extremos.
Brutal. Me ha gustado más esta segunda vez.
Infierno en Carabanchel, ese estercolero de la tierra.
¿En serio Carabanchel es así?

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El escritor holandés Cees Nooteboom, premio Formentor 2020
El jurado ha destacado que el galardonado «ha desbordado con su incesante creatividad el límite que proponen los géneros literarios»


Cees Nooteboom


Cees Nooteboom - Inés Baucells



PALMA DE MALLORCA Actualizado:30/04/2020

El jurado del Premio Formentor de las Letras, reunido telemáticamente, ha decidido este miércoles conceder el galardón de este año 2020 al escritor holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), un autor que «ha desbordado con su incesante creatividad el límite que proponen los géneros literarios», tanto en su faceta de poeta como en su labor como novelista, ensayista, traductor o crítico de arte.

Los miembros del jurado, formado por Judith Thurman, Alberto Manguel, José Enrique Ruiz-Domènec, Alexis Grohmann y su presidente Basilio Baltasar, tenían previsto reunirse en la sede de la Fundación Saramago de Lisboa. Sin embargo, ante la imposibilidad de desplazarse por la actual pandemia del coronavirus, han deliberado desde sus respectivos lugares de residencia, en concreto, desde Manhattan, Barcelona, Edimburgo y Mallorca.

Nooteboom es autor de obras como «Una canción del ser y la apariencia», «El buda tras la empalizada» o «El día de todas las almas». Sus libros han sido traducidos a más de veinte idiomas. Entre los reconocimientos que ha obtenido ya hasta ahora, cabe citar el Premio Europeo Aristeon de Literatura (1993), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2003), el Premio Europeo de Poesía (2008), el Premio de Literatura Neerlandesa (2009) o el mayor galardón que se concede en la literatura de viajes, el Premio Chatwin (2010). A nivel personal, ha vivido entre Holanda, España —en especial en Menorca— y Alemania.

Escritor universal
Para el jurado, el galardonado con el Premio Formentor 2020 es un escritor viajero que «ha hecho del nomadismo una actitud filosófica, estética y espiritual que trasciende las fronteras y revela la naturaleza expansiva de los horizontes humanos». Nooteboom es un escritor universal que «escribe con la conciencia de pertenecer a la gran tradición cultural europea». Así, ha vivido de cerca «los espectaculares momentos de la historia de nuestro continente» y conoce «muy bien los dilemas que Europa debe resolver».

Su obra es el resultado de «una indagación penetrante en ese espíritu que nunca nos ha hecho tanta falta como hoy». En el acta de la reunión, el jurado destaca que la «mirada minuciosa» de Nooteboom «revela el sentido de un mundo en perpetua transformación y su curiosidad no deja lugar alguno libre de la inquietud creativa que lo ha llevado de un lugar a otro desde los comienzos de su fértil trayectoria literaria». En opinión del jurado, el escritor holandés hoy galardonado «ha dado a la ficción la certeza de una presencia personal y al relato existencial de sus viajes la delicadeza narrativa de la gran literatura».

Por todo ello, Nooteboom es «uno de los más grandes cronistas de nuestro tiempo, capaz de convertir las experiencias de sus viajes en una sabia percepción de los elementos latentes del cosmopolitismo estoico». A lo largo de un prolongado empeño creativo, este autor «ha sabido evitar las convenciones que aceleran el envejecimiento del mundo, ha podido renovar la inspiración que lo vivifica y con la formidable energía narrativa de sus libros ha conseguido restaurar la intensidad del gran viaje de la vida». En ese sentido, «su obra alienta con una límpida mirada de escritor nómada la belleza de un mundo inabarcable».

Un galardón prestigioso
El Premio Formentor es un galardón que en su primera etapa se concedió entre 1961 y 1967, impulsado por la editorial española Seix Barral, con la colaboración de una decena de sellos extranjeros y los propietarios del Hotel Formentor de Mallorca. Aquella distinción tuvo entonces dos modalidades, el «Prix International», que reconocía a un autor de resonancia mundial, y el «Premio Formentor», que se otorgaba a una novela presentada por alguno de los editores convocantes. En aquella época fueron premiados, entre otros, Jorge Luis Borges, Samuel Beckett, Saul Bellow, Juan García Hortelano o Jorge Semprún.

El galardón se volvió a conceder a partir de 2011 y se entrega cada año en los jardines del Hotel Barceló Formentor. Desde entonces, han recibido dicho reconocimiento Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Alberto Manguel, Mircea Cartarescu y Annie Ernaux. A todos ellos se sumará ahora, con todo merecimiento, Cees Nooteboom.

Cabe recordar que la presencia de artistas e intelectuales en Formentor se inició ya en la década de los años treinta, auspiciada por Adan Diehl, creador del Hotel Formentor. Con posterioridad, en los años sesenta, nació el citado Premio Formentor, con el patrocinio de Tomeu Buadas. Desde 2008, las Conversaciones Literarias son organizadas con el mecenazgo de Simón Pedro Barceló, actual propietario del hotel.

 
DESDE EL 4 DE MAYO
Las librerías se preparan para reabrir: gel, guantes... y firmas de libros con cita previa
A partir de este lunes España entra en la fase 0 de la desescalada, con la repertura de algunos negocios como las librerías o las peluquerías, aunque siguiendo ciertas normas



Foto: Vida cotidiana durante la pandemia de coronavirus


Vida cotidiana durante la pandemia de coronavirus



AUTOR
EUROPA PRESS
03/05/2020


El sector del libro, como muchos otros, se ha visto seriamente afectado por la crisis del coronavirus, que ha llevado a la paralización económica en la industria. La librería 'Los Editores' de Madrid anunciaba hace unos días su cierre definitivo, mientras que el sector del libro calcula pérdidas de unos 1.600 millones de euros; la industria editorial quiere reiniciar cuanto antes el lanzamiento de novedades y las librerías finalmente podrán empezar a reabrir sus puertas desde este lunes, 4 de mayo. Eso sí, con muchas restricciones para garantizar la seguridad.

Según el plan de desescalada del Gobierno para la crisis del coronavirus, en el caso de estos establecimientos se permitirá la apertura para atender a clientes con cita previa —el 11 de mayo será la apertura al público general—. Varias de las librerías consultadas por Europa Press antes de la apertura han coincidido en señalar que no existe un protocolo sanitario fijado desde el Gobierno, aunque sí se cuentan con las directrices dadas a los comercios minoristas. Es por ello que apostarán en su mayoría por ofrecer geles desinfectantes, guantes y algunas medidas extras para favorecer la distancia de seguridad entre clientes.

Por ejemplo, desde la librería salmantina 'Letras Corsarias' se apunta que para el 11 de mayo aportarán todo el material sanitario que sea posible porque "no suponen unos gastos muy elevados y pueden ayudar". Este establecimiento cuenta además con 120 metros de superficie y dos entradas "que dan a dos calles distintas, lo que permite jugar con eso", ha señalado el librero Rafael Arias. Arias ha indicado que desde mediados de esta semana llevan trabajando para la apertura, que irá destinada en estos primeros días a atender a clientes que hayan hecho pedidos online previos. La preparación de estos paquetes se juntan con la llegada de las reposiciones que algunas editoriales ya han empezado a mandar, y que supondrán las novedades literarias de mayo.

"No va a haber una gran afluencia y nosotros vamos a ser precavidos", ha señalado el librero, cuyo establecimiento, durante este tiempo de cierre, ha ofrecido entre otras iniciativas un bono regalo para canjear y serán en estos primeros días esos compradores los que seguramente se acerquen. Desde la librería zaragona 'Cálamo' su propietario, Paco Goyanes, también se encuentra cerrando detalles para poner el local a punto de cara a la reapertura y se plantea medidas como la de poner marcas en el suelo para controlar las distancias. Este establecimiento suspendió el servicio de entrega de compras online durante este periodo y ha estado enfocado en ofrecer actividades virtuales con lecturas o debates sobre libros.
"Se trata de recuperar nuestro índice de actividad y hay que hacer ese esfuerzo ahora, aunque estos principios sean duros. Hay que salir de casa, vivir y tratar de recuperar parte de la vida anterior, aunque sabemos que no va ser lo mismo", ha señalado Goyanes, quien no cree que hasta después de verano se "pueda recuperar buena parte" de la labor de las librerías.


Las firmas de libros, con cita previa
Uno de los primeros establecimientos en ofrecer nuevas ofertas relacionadas con el libro para esta 'nueva normalidad' serán los 'Tipos infames', que ya están preparando una firma en el local con la autora Marta Sanz, con cita previa. "Nos falta cerrar el día, pero vamos a intentar hacer algo distinto y será más pronto que tarde", ha explicado a Europa Press uno de los propietarios, Alfonso Tordesillas.

La idea de Tordesillas es la de proveer también de material de protección a los clientes en la medida de lo posible, si bien ahora mismo recuerda que, por ejemplo, hay dificultades para obtener guantes. "Soy optimista, va a ser complicado pero no nos podemos permitir el lujo de no serlo: en el momento en que se pueda estar, aunque sea con aforo reducido, empezarán a volver los clientes habituales", ha señalado. De hecho, de cara al futuro también apunta hacia dónde pueden ir las ventas y la oferta, aunque ya les estén contactando desde las editoriales para ofrecer las novedades. "Nosotros vamos a intentar hacer un 'mix' entre lo que tenemos y lo que venga. No se trata de perder la cabeza para que la gente busque novedades, ahora se buscan otras cosas", ha defendido.

Desde la madrileña librería 'Cervantes' ya están preparados para seguir "las pautas" sanitarias: el gel hidroalcohólico o guantes "para tocar libros sin miedo", tal y como explica un portavoz de este establecimiento. Durante el periodo de enclaustramiento, reconoce que la gente "ha respondido muy bien" a los vales regalo que ofrecían para la reapertura. Este mismo portavoz cree que, de cara a futuras restricciones de aforo, el local no se verá afectado entre semana, aunque sí podría suponer un cambio para los fines de semana. También considera que "pasará mucho tiempo" para volver a organizar eventos como antes, donde se llegaban a juntar más de 100 personas en la librería.

 
M. W. Craven, autor de 'El show de las marionetas': "Al final aprendes a tirar del humor en las situaciones más terribles"


MIRIAM ANGUITA 28.04.2020

M.W. Craven, autor de 'El show de las marionetas'.


M.W. Craven, autor de 'El show de las marionetas'.ROCA EDITORIAL




Natural de Carlisle (Inglaterra), el escritor M. W. Craven recibió en 2019 uno de los más importantes galardones de novela negra, el premio británico CWA Gold Dagger por El show de las marionetas (Roca editorial), la primera entrega de una saga que verá su adaptación en una serie.
El inspector Washington Poe vertebra este relato que trata temas tan oscuros como el maltrato o los abusos infantiles. "Poe peca de ser un estúpido a veces, tiene una capacidad enorme de creerse más importante que la ley, y eso le hace ir más allá en muchas ocasiones, aunque no siempre se puede obtener justicia dentro de los límites legales", comenta el escritor sobre el protagonista, un iracundo inspector suspendido de su trabajo hasta que la policía requiere su ayuda para investigar el caso de un asesino en serie que quema vivas a sus víctimas.

En la novela tienen lugar sucesos muy dramáticos, pero esto no hace que abandone el humor por completo. De hecho, este tiene una gran presencia mientras se desarrolla la historia. "Tras estar 12 años en el ejército, y 16 en la comisaría... aprendes a tirar de lo cómico. Me gusta reírme y más de las cosas terribles, es algo natural. Intento hacerlo en las situaciones más oscuras, ya no solo de los libros, sino de la vida. Si no me río, es señal de algo raro", reflexiona M. W. Craven.

Y si ese viraje de los cuerpos de seguridad a la literatura ya podría parecer llamativo, el autor va más allá y asegura que es precisamente en el ejército donde más conocimientos ha adquirido sobre el mundo de las letras: "A veces sales a una operación y solo puedes llevar aquello con lo que puedas cargar y uno o dos libros. Por esto, al final terminé devorando lecturas que otros compañeros llevaban, y luego las analizábamos. El ejército británico es un gran club literario", recuerda Craven, que añade: "Me permitió explorar la violencia y la conexión militar que va a ir apareciendo a lo largo de mis libros, pero lo que más me enseñó sobre ello fue el período que trabajé en comisaría, donde vi cosas muy desagradables, como asesinatos y abusos a menores, y eso me ha influido mucho más".

Pero, ¿qué lleva a un oficial a terminar dedicándose a la escritura? El ahora novelista había escrito desde niño, pero fue un gran bache el que le llevó a dar el salto de dedicarse a ello de manera profesional. "En 2003 me diagnosticaron una enfermedad muy grave. Un año después, el tratamiento no funcionaba y me dijeron que iba a morir. Finalmente y tras seis meses ingresado conseguí salir, pero no tenía tanta movilidad como antes, así que retomé la escritura.

Empecé hablando de mi experiencia en el hospital, pero me aburría, y decidí centrarme en la novela negra y la serie de Washington Poe". El apellido del protagonista no es casualidad, sino un guiño al autor de El gato negro, Edgar Allan Poe: "Era una forma simpática de hacerle un homenaje. Además, tengo pensado, después de que mi mascota pase a mejor vida, llamar a nuestro nuevo perro Alan", bromea.

La siguiente entrega, Black Summer, ya ha visto la luz en Reino Unido. "Trata sobre un chef famoso años antes de que Washington Poe ayudara en el caso. Tiempo después, vuelven a encontrarse y surge una pregunta muy importante: ¿Cómo alguien puede estar muerto y vivo a la vez? Y no digo más", adelanta con cautela.

Sin embargo, sí revela algo sobre los protagonistas: "A veces dejo caer un nombre real en algún personaje, porque me gusta ver si los lectores pillan la referencia. En el próximo libro, hay unos asesinos cocineros que tienen nombres reales. Y en El show de las marionetas lo he hecho con los niños que están en la casa de acogida y habían muerto por inanición o habían sufrido abusos. No lo he copiado porque eso no sería justo con ellos, pero la sensación que produce conocer esos casos sí la he mantenido en el libro".

El escritor no busca, pese a reflejar realidades tan controvertidas, causar un punto de inflexión en los lectores: "Hay autores que machacan a sus seguidores con un montón de reflexiones sociales, pero no es mi intención. Creo que tiene que ver con mi tendencia liberal, que se ve a través de Poe. Pero sí quiero que el lector sienta un conflicto interno y piense qué habría hecho si se encontrara en esa situación".

La tercera parte de la saga, The Curator, estará también disponible el 4 de junio en Reino Unido. Aunque de momento se desconoce la fecha exacta en la que podrían llegar a España las dos entregas restantes, sí podrán comprarse en inglés a través de tiendas online.





El show de las marionetas : M. W. Craven - Roca Libros
 
PROPUESTAS
'Carpe diem': las 10 mejores novelas del XIX para leer de una vez por todas
Las mejores recomendaciones de lectura para el encierro


AUTOR
DANIEL ARJONA
Contacta al autor
@elarjonauta
05/05/2020



"Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino a lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros, luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y engancha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez". Tal era la célebre defensa de las novelas largas que Roberto Bolaño practicaba por personaje interpuesto de su no menos extensa '2666'. Porque, veamos, 'La muerte Ivan Ilich', de Liev Tolstói, tal vez sea con su medio centenar de páginas el mejor relato corto jamás escrito, pero cómo podría competir —aunque solo fuera por medida bruta de tiempo de goce— con ese libro increíble de mil y pico páginas que es 'Ana Karénina', del mismo autor.

El siglo XIX fue pródigo en tochos literarios. Algunos de ellos también son las mejores novelas que se han escrito nunca, esas que cuando el lector empedernido aún no ha tachado de su lista pesan dolorosamente en su conciencia. ¿Por qué no aprovechar encierros, cuarentenas y otras anomalías espacio temporales a las que nos somete el coronavirus para leer al fin, de una vez por todas, las grandes joyas decimonónicas? A continuación, recogemos las mejores traducciones, las ediciones más recientes y puestas al día en papel y digital —las más económicas también— de 10 clásicos de lectura imperdonable e inagotable. Las acompañamos de extractos de lo que escribieron sobre ellos los mejores críticos universales. Y no tema, alguna de ellas tiene menos de un millar de páginas.


1. 'Orgullo y prejuicio' - Jane Austen


'Orgullo y prejuicio' (Alba).


'Orgullo y prejuicio' (Alba).

"El equilibrio de sus dones era singularmente perfecto. Entre sus novelas acabadas no hay fracasos, y entre sus muchos capítulos, pocos que desciendan llamativamente por debajo del nivel de los otros. Pero, después de todo, murió a los cuarenta y dos años. Murió en su mejor momento. Estaba todavía sometida a esos cambios que a menudo hacen del período final de la carrera de un escritor el más interesante de todos. Vivaz, incontenible, dotada de una inventiva de gran vitalidad, no cabe duda de que habría escrito más, de haber vivido, y resulta tentador considerar si no habría escrito de otra forma (...) Habría sido la predecesora de Henry James y de Proust —pero ya es suficiente. Vanas son estas especulaciones: la artista más perfecta entre las mujeres, la escritora cuyos libros son inmortales, murió 'justo cuando estaba empezando a sentir confianza en su propio éxito'". 'El lector común', Virginia Woolf.

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2. 'La Cartuja de Parma' - Stendhal


'La Cartuja de Parma' (Penguin).


'La Cartuja de Parma' (Penguin).

"¿Por qué leer, pues, a Stendhal? Porque ningún otro novelista (que yo admire) consigue de modo tan logrado que uno se confabule con él. Con Stendhal, el lector devoto termina por ser cómplice. En su elogio de 'La Cartuja', Balzac dijo que muchas de sus páginas contienen 'todo un libro'. Al lector estólido esto podría enloquecerlo, pero si uno tiene cierto entusiasmo, 'La Cartuja de Parma' es su obra. Racional hasta el delirio como solo puede serlo un romántico pleno, en una novela de apariencia informe Stendhal relata la muerte de la era napoleónica y el retorno de una Italia anterior, dieciochesca, parte del mundo que Metternich intentó restaurar después de Waterloo". 'Cómo leer y por qué', Harold Bloom.

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3. 'Madame Bovary' - Gustave Flaubert

'Madame Bovary'.


'Madame Bovary'.

"El Flaubert que agonizó para producir una obra avara y preciosa es, exactamente, el de la leyenda y (si los cuatro volúmenes de su correspondencia no nos engañan) también el de la historia. Más importante que la importante literatura premeditada y realizada por él es este Flaubert, que fue el primer Adán de una especie nueva: la del hombre de letras como sacerdote, como asceta y casi como mártir. (...) La historia cuenta que el famoso Laotsé quiso vivir secretamente y no tener nombre; pareja voluntad de ser ignorado y pareja celebridad marcan el destino de Flaubert. Éste quería no estar en sus libros, o apenas quería estar de un modo invisible, como Dios en sus obras; el hecho es que si no supiéramos previamente que una misma pluma escribió 'Salambó' y 'Madame Bovary' no lo adivinaríamos. No menos innegable es que pensar en la obra de Flaubert es pensar en Flaubert, en el ansioso y laborioso trabajador de las muchas consultas y de los borradores inextricables. Quijote y Sancho son más reales que el soldado español que los inventó, pero ninguna criatura de Flaubert es real como Flaubert". 'Discusión', Jorge Luis Borges.

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4. 'La casa lúgubre' ('Casa desolada') - Charles Dickens


'La casa lúgubre' (Penguin).


'La casa lúgubre' (Penguin).

"La casa lúgubre' no es, desde luego, el mejor libro de Dickens, pero quizá sea su mejor novela. Tal distinción no es un mero artificio verbal: no deberíamos dejar de contrastarla con su obra. Esta historia en particular representa el cenit de su madurez intelectual. Madurez no significa necesariamente perfección. Sería absurdo decir que una patata madura es perfecta: a algunas personas les gustan las patatas nuevas. Una patata madura no es perfecta, pero es una patata madura; la mente de un epicúreo inteligente quizá no se encuentre capacitada sobre este asunto en particular, pero la mente de una patata inteligente admitiría al instante, sin duda, ser un espécimen auténtico y completamente desarrollado de su propia especie, ni más ni menos. En cierto grado, sucede lo mismo incluso en la literatura. Podemos intuir cuándo un humano ha llegado a su pleno desarrollo mental, hasta el extremo de desear que nunca lo hubiese alcanzado. Los niños son mucho más simpáticos que las personas mayores, pero el crecimiento es algo que existe. Cuando Dickens escribió 'La casa lúgubre, había crecido". Prólogo de G.K. Chesterton a la edición de Penguin.

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5. 'Crimen y castigo' - Fiodor Dostoievski (Trad. de Fernando Otero)


'Crimen y castigo' (Alba).


'Crimen y castigo' (Alba).

"Por muy absorbente que sea 'Crimen y castigo', resulta imposible perdonarle su tendenciosidad, el invariable defecto de su autor. Dostoievski toma partido, y en todo lo que escribe manifiesta con ardor su punto de vista. Lo que se propone es levantarnos, como a Lázaro, para arrancarnos del nihilismo o el escepticismo y convertirnos a la ortodoxia. Escritores tan eminentes como Chéjov y Nabokov han sido incapaces de soportarlo; no lo consideraban un artista sino un estridente visionario lleno de fervor profético Para mí, cada relectura de 'Crimen y castigo' es una ordalía terriblemente inspiradora, pero un tanto nociva; casi como si fuese un Macbeth compuesto por el propio Macbeth". 'Cómo leer y por qué', Harold Bloom.

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6. 'Middlemarch' - George Eliot (Trad. de José Luis López Muñoz)


'Middlemarch' (Alba).


'Middlemarch' (Alba).

"Middlemarch' es un libro magnífico que, pese a todas sus imperfecciones, es una de las pocas novelas inglesas escritas para personas adultas. Así contemplamos a Eliot, una figura memorable, desmesuradamente alabada y retrayéndose de su fama, desalentada, reservada, estremeciéndose en su vuelta a los brazos del amor como si solo allí existiera satisfacción y, puede ser, justificación; al mismo tiempo extendiendo la mano con 'ambición melindrosa aunque hambrienta' en busca de todo lo que la vida pudiera ofrecer a una mente inquisitiva y confrontando sus aspiraciones femeninas con el mundo real de los hombres. Resultó triunfante en su intento y cuando recopilemos todo lo que se atrevió a hacer y todo lo que consiguió, como a pesar de todos los obstáculos en su camino —el s*x* y la salud y los convencionalismos— buscó más conocimiento y más libertad hasta que su cuerpo, bajo el peso de su doble carga, se hundió exánime, debemos depositar sobre su tumba todo el laurel y todas las rosas que esté en nuestra mano ofrecer". 'El lector común', Virginia Woolf.

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7. 'Ana Karénina' - Lev Tolstoi (Trad. de Víctor Gallego Ballestero)


Ana Karénina.


Ana Karénina.

"Mucha gente se acerca a Tolstoi con sentimientos encontrados. Estiman al artista que hay en él y les aburre terriblemente el predicador; pero ocurre que es bastante difícil separar al Tolstoi predicador del Tolstoi artista: es la misma voz lenta y profunda, es el mismo hombro robusto el que levanta una nube de visiones o un fardo de ideas. Lo que uno querría hacer sería, de una patada, quitarle el podio de debajo de las sandalias y encerrarle en una casa de piedra de una isla desierta con litros y litros de tinta y resmas de papel, muy lejos de las cosas, éticas y pedagógicas, que distrajeron su atención de la forma en que el oscuro cabello se rizaba sobre el blanco cuello de Ana. Pero no se puede: Tolstoi es homogéneo, es uno, y la lucha que, sobre todo en los últimos años, se libró entre el hombre que se extasiaba ante la belleza de la tierra negra, de la carne blanca, de la nieve azul, de los campos verdes, de las nubes de tormenta violáceas, y el hombre que sostenía que la ficción es pecaminosa y el arte inmoral, esa lucha se desarrollaba dentro de la misma persona. Ya pintara o predicara, Tolstoi seguía pugnando, frente a todos los obstáculos, por llegar a la verdad. En cuanto autor de Ana Karénina, utilizó un método para descubrir la verdad; en sus sermones utilizó otro; pero de alguna forma, por sutil que fuera su arte y por áridas que fueran algunas de sus actitudes, la verdad que pesadamente buscaba a tientas o que encontraba mágicamente a la vuelta de la esquina era siempre la misma verdad: esa verdad era él, y ese él era un arte".

"Lo único que a uno le molesta es que no siempre reconociera su propio yo al encontrarse con la verdad. Me gusta esa anécdota de que un día de tedio, cuando ya era anciano, muchos años después de que dejara de escribir novelas, cogió un libro y empezando a leer por la mitad, se fue interesando y le fue agradando mucho, hasta que miró el título y vio: Ana Karénina, por Lev Tolstoi". 'Curso de literatura rusa', Vladimir Nabokov.

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8. 'Retrato de una dama' - Henry James


'Retrato de una dama' (Penguin).


Retrato de una dama' (Penguin).

"Para James, el novelista es alguien para quien nada se pierde, esto es, un observador portentosamente inteligente que registra todos los matices y desentraña todas las implicaciones de cualquier cosa que observa de modo que en ocasiones resulta difícil determinar dónde acaba la inteligencia y dónde comienza la perspicacia moral. De hecho, es poco probable que exista un novelista en lengua inglesa más agudamente inteligente que James. Pueden que nos gusten Dickens o Hardy, pero lo que nos parece notable en ellos no es su inteligencia, al menos en el sentido sutil, infatigablemente intrincado, que resulta aplicable a James". 'La novela inglesa. Una introducción', Terry Eagleton.

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9. 'Fortunata y Jacinta' - Benito Pérez Galdós


'Fortunata y Jacinta' (Espasa).


'Fortunata y Jacinta' (Espasa).

"La revolución burguesa había descolocado a los escritores, que habían tenido que buscarse un nuevo sitio empujando con los codos. '¿Qué hacer, compañeros?', se habían preguntado unos a otros. Los románticos habían dado en el clavo: se inventaron un movimiento literario. Como un solo hombre, todos se pusieron a hacer el ornitorrinco. El Romanticismo avanzó así al paso de la burguesía liberal, se convirtió en su música de fondo. Pero ahora, una vez que la burguesía ya estaba instalada en el poder, ¿para qué narices servía el Romanticismo? ¿Para qué querían los capitanes de empresa más odaliscas, más cosacos, más orgías y más periplos, ahora que ya tenían a su disposición un país entero, con todos sus enseres y paisajes? Fue entonces cuando a Pérez Galdós y Cía. se les ocurrió la gran idea: la literatura realista y sus lentas novelas paquidérmicas. (...) 'Fortunata y Jacinta' es la mejor novela española de todos los tiempos (sí, a pesar de Cervantes). Léase de inmediato". 'Manual de literatura para caníbales', Rafael Reig.

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10. 'La Regenta' - Leopoldo Alas Clarín


'La Regenta' (Penguin).


'La Regenta' (Penguin).


"Picaresca es en cierto modo 'La Regenta', lo que no excluye de ella la seriedad, en el fondo y en la forma, ni la descripción acertada de los más graves estados del alma humana. Y al propio tiempo, ¡qué feliz aleación de las bromas y las veras, fundidas juntas en el crisol de una lengua que no tiene semejante en la expresión equívoca ni en la gravedad socarrona! Hermosa es la verdad siempre; pero en el arte seduce y enamora más cuando entre sus distintas vestiduras poéticas escoge y usa con desenfado la de la gracia, que es sin duda la que mejor cortan españolas tijeras, la que tiene por riquísima tela nuestra lengua incomparable, y por costura y acomodamiento la prosa de los maestros del siglo de oro. Y de la enormísima cantidad de sal que Clarín ha derramado en las páginas de La Regenta da fe la tenacidad con que a ellas se agarran los lectores, sin cansancio en el largo camino desde el primero al último capítulo. De mí sé decir que pocas obras he leído en que el interés profundo, la verdad de los caracteres y la viveza del lenguaje me hayan hecho olvidar tanto como en esta las dimensiones, terminando la lectura con el desconsuelo de no tener por delante otra derivación de los mismos sucesos y nueva salida o reencarnación de los propios personajes". Del prólogo de Benito Pérez Galdós.

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¿Qué planes culturales puedo hacer hoy en casa?


Libros
Encendidos con el taller. ¿Mi casa es un campo de batalla? Este es el título del taller litearario organizado por La Casa Encendida, que la novelista mexicana Brenda Navarro impartirá desde hoy lunes hasta el 20 mayo a razón de dos veces por semanas (lunes y miércoles, de 17 horas a 19 horas CET). La autora de la deslumbrante novela Casa vacía (Sexto piso), propone una serie de lecturas y ejercicios literarios en los que se analizará “la forma en que las casas son espacios de resistencias”. La inscripción sigue abierta.
 
El nuevo libro de la saga 'Crepúsculo' llegará a las librerías el 4 de agosto

La escritora Stephenie Meyer ha anunciado que publicará una precuela con el título 'Sol de Medianoche'

  • EFE
  • Nueva York
  • Martes, 5 mayo 2020

Fotograma de la saga 'Crepúsculo'.


Fotograma de la saga 'Crepúsculo'. E. M.



La escritora Stephenie Meyer, responsable de la saga Crepúsculo, ha anunciado este lunes que una anticipada precuela, que ha titulado Sol de Medianoche, llegará el próximo 4 de agosto.
El libro, que se cuenta desde la perspectiva del vampiro Edward Cullen, iba a ser publicado en 2008, pero se retrasó después de que una copia del manuscrito fuera filtrada, por lo que Meyer decidió publicar en línea el borrador.
La escritora ha anunciado la nueva publicación en el programa matutino de la cadena ABC Good Morning America, donde explicó que siente que es el momento perfecto para que salga a la luz oficialmente la obra. "Buenos días, Estados Unidos, y buenos días especialmente a los lectores de Crepúsculo que nos estén viendo. Me llamo Stephenie Meyer y estoy muy emocionada de anunciar finalmente que publicaré Sol de Medianoche el 4 de agosto", ha dicho la escritora.

"Estamos viviendo en un momento loco y no estaba segura de si era el momento adecuado de sacar este libro, pero algunos han estado esperando mucho, mucho tiempo. No me parecía justo hacerles esperar más", agregó. La publicación de Sol de Medianoche se produce 15 años después de que Meyer lanzara el primer libro de Crepúsculo, que se convirtió en una saga de cuatro manuscritos y que fue después llevada al cine en películas protagonizadas por Robert Pattison yKristen Stewart.

La semana pasada, la autora causó revuelo en las redes sociales al publicar en su página web Fickle Fish Films una cuenta atrás, lo cual hizo a los seguidores pensar que un nuevo libro estaba en camino, muchos de los cuales adivinaron que se trataba de Sol de Medianoche.
El año pasado, durante la celebración del décimo aniversario del lanzamiento de la primera película, Pattison habló sobre el impacto de la saga en la cultura popular, no sólo en el momento en el que se vio en la gran pantalla, sino incluso una década más tarde. "Creo que cuando algo se convierte en un fenómeno masivo siempre hay gente que está molesta porque está en todas partes. Pero ahora parece que es como algo 'retro', tanto la banda sonora como la moda", dijo el actor en una entrevista con USA Today.

 
Libros


Un viejo que leía historias de amor, de Luis Sepúlveda

Probablemente, la novela más famosa del escritor chileno Luis Sepúlveda, recientemente fallecido por covid-19 en Asturias. Narra la historia de un hombre que visita la selva del Amazonas, se adentra en la cultura de una tribu de indígenas y comprende la importancia del respeto a la naturaleza y a los animales que habitan en ella.




Un viejo que leía historias de amor
 
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