Las Campos: María Teresa, Terelu y Carmen Borrego

Patética la entrevista de Campos a Borrego!!!!Las preguntas,las posturas,las expresiones...Todo preparado y ensayado de antemano.Que poca naturalidad!!!!🤦🏻‍♀️.....Estás dos son el claro ejemplo de que por dinero,o por tener una silla en un programa,son capaces de vender a su madre..COSA QUE HAN HECHO,HACEN Y SEGUIRAN HACIENDO!!!!🤢
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Parecen las hermanastras de Cenicienta!
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¿diagnosticado con el simple hecho de observar una foto? Flipo, yo también quiero ser médico es este siglo.

Para trolear en condiciones hay que poner un poco más de empeño.

Contado por la madre del susodicho en su panfleto de cabecera.

 
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No he visto la entrevista del viernes, eso que me ahorro, pero para tener crisis de ansiedad enormes y abandonar la isla está perfectamente. Es más, con esto del hijo deberia de haber petado por así decirlo y la veo no sé súper tranquila, en la tele cuando debería de ser al revés.

Soy la única que piensa que lo de la isla estaba orquestado en plan: venga me voy unas semanas, trinco dinero y luego me voy.? Y ya el uso que hacen de la muerte de la madre cuando les viene en gana me parece patético
 
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Carmen Borrego o cómo esforzarse por tener más jeta que papada​

Conviene recordar que la primera en comercializar con su papada fue Borrego, que se operó en 2018, 2019 y en 2022
Carmen Borrego o cómo esforzarse por tener más jeta que papada

Carmen Borrego atiende a la prensa | Ilustración de Alejandra Svriz
Publicado: 12/04/2024 • 03:30Actualizado: 12/04/2024 • 10:24
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Antes de ponerse a escribir diatribas en las redes sociales sobre el patriarcal uso del cuerpo femenino para el divertimento a través del insulto, les recuerdo que el titular no es una crítica sino una constatación: Carmen Borrego tiene al fin más jeta que papada, una meta lograda no sin esfuerzo. Se lo vamos a explicar. Ante todo, conviene recordar que la primera en comercializar con su papada es la propia Carmen Borrego, que se operó en 2018, 2019 y en 2022 en una incansable lucha con un rasgo físico que, por un lado era uno de sus señas de identidad y, por otro, uno de los causantes del mayor de sus complejos. Esta vida es así de cruel. La primera vez que pasó por quirófano, la mayor de las Campos montó un circo de exclusivas a lo Cambio radical, mostrándose como recién salida de un sarcófago descubierto en pleno corazón del desierto de Egipto. Un año y diez kilos después, lo apuntalado por la cirugía se vino abajo y la colaboradora volvió a operarse para reflotar el músculo alicaído. Otro circo. Pero la insaciable Carmen descubrió el endolifting y allá que fue ella de cabeza a probarlo para librar a su cuello de la carga que tanta coña provocara en su momento entre sus compañeros de Sálvame. Sin ese peso muerto, marchó a Honduras convertida en invitada de lujo de Supervivientes.
A Carmen no podemos llamarla concursante porque, para ello, habría que haberla visto concursar, algo que no hizo. A Carmen solo le daban parraques, su especialidad. Que si parraque ante una prueba, que si otro ante la convivencia, que si ahora me pongo chula, que luego me arranco a llorar como una descosida. Un poco cuadro o mucha jeta, vaya usted a saber. Muy televisiva, dirán otros pensando en un modelo de entretenimiento ya pasado de moda. Cuentan los digitales que se llevaba crudo 17.000 euros semanales por tumbarse a la bartola y montar esos numeritos con los que pretendía justificar su sueldo: «Es el alma del ‘reality'», decía su hermana en plató, que debía fumarse lo que no está en los escritos para sufrir tamañas alucinaciones (lo que no imaginaba Terelu es que esa defensa le costaría su puesto en TVE, que con muy poco estilo la ha despedido con el argumento de su mala relación con el equipo y de su escasa aportación a los contenidos del programa Mañaneros, en lugar de reconocer la verdad, que les ha sentado como una patada en sus partes audiovisuales verla en un plató de Mediaset).

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A su regreso de las vacaciones pagadas, Carmen se ha dado de bruces con la realidad: tiene en casa un auténtico culebrón, con su hijo y su nuera soltando veneno contra ella. En una familia normal, lo habitual sería descubrir las tensiones y aclararlas en una conversación íntima. En la familia Campos, todo eso se hace a través de las exclusivas y a navajazo limpio. Carmen podría también acudir a terapia a contarle a un especialista sus problemas y conflictos para recuperar la paz interior, pero, claro, ¿qué ganaría ella entonces? Con la paz interior no se come. Ella va a Lecturas y suelta toda la mierda que lleva dentro para que llegue hasta el último rincón de España. Ya fuera a propósito de la enfermedad de su madre, de sus peleas con su hermana, del embarazo de su nuera… No se le ha escapado una para hacer negocio a lo largo de estos años. Y cada vez que ha hablado con la revista ha pasado por caja, aunque luego montara en cólera cuando le preguntaran de gratis por los mismos temas. Más jeta, desde luego.
Ahora llega su hijo y se la devuelve en Semana con las dos manos. Se ha quedado Carmen temblando («Es muy duro saber que mi hijo no me quiere» o «Estoy dolida, pero no hundida», son los titulares que nos ha dejado), no sin antes dejarnos una imagen para la posteridad: ambos trabajando en el mismo programa de televisión, una ante las cámaras, el otro en control, coincidiendo en tiempo y casi espacio, en universos paralelos que no van a colisionar hasta que alguien se atreva a acertar con la tarifa justa para ver el choque. La maquinaria se ha puesto en marcha: Terelu y Alejandra Rubio ya van de programa en programa defendiendo a la madre, Carmen se dispone a acusar al responsable en la sombra de este ataque, así la dinastía ya tiene de qué hablar una buena temporada, asegurándose espacios en revistas y debates de salseo. No puede ser más endogámico todo el invento, pero una vez perdida la vergüenza el montaje funciona.
Adiós, papada. Hola, jeta.
 
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