Me está dando hasta pena, la pobre con su hermana, la de la mirada dispersa, pensaban que iban a dar la campanada con eso de los vestidos de novia, y no tienen ni idea ni de patronaje, ni de texturas, ni de calidades ni nada de nada, se meten en un curso de diseño al tiempo que abren su tienda analelas, vamos que aprenden sobre la marcha, y en la boda de la palurda, su mayor escaparate, en vez de dejarse aconsejar por alguien con experiencia, dan una clase de soberbia y a lo juan palomo yo me lo guiso yo me lo como, hacen las dos un ridículo espantoso. A la novia se le marca el ombligo, el vestido le queda apretado, le hace arrugas, la pedrería esa horrible le deja una marca en el pecho ahí bien tirante tirante, la tela se ve pobre, arrugada (esto dicho por una amiga que vive en Sevilla y se encontró el pastel)...en definitiva, un quiero, puedo pero no sé.
Pena penita pena.
¿Habrán soñado con presentar en Cibeles estas dos palurdas?