Fábulas. Enseñanzas y Moralejas.

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El águila y la flecha.


Un águila reposaba tranquila en lo alto de una colina cuando de repente, un cazador que merodeaba los alrededores decidió herirla con una de sus flechas. Retorciéndose en su dolor, la desdichada ave pudo ver que la flecha había sido hecha con plumas de águila, y en un último suspiro exclamó: “¡Vaya tormento! Morir con un arma hecha con plumas de mi propia especie”.

Moraleja: No hay nada tan doloroso como que nos derroten con nuestras propias armas.
 
Buenos días @Serendi. Gracias por abrir este hilo sobre fábulas. Me encantan.
Aquí te dejo mi favorita, sobre el escorpión y la tortuga (o la rana según busques en Internet). :):)

El escorpión y la tortuga


El escorpión y la tortuga, es una fábula que enseña a los niños que no se puede cambiar a las personas. Podemos engañarnos pensando que puede ser diferente, pero hay personas que terminan hiriendo a otras e incluso a sí mismos, sin importarles las consecuencias.

Esta fábula clásica, también la encontramos protagonizada por una rana y un escorpión y aunque su origen es desconocido, algunos piensan que pudo haber sido escrita por Esopo.

Fábulas cortas sobre la verdadera naturaleza de las personas
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Érase una vez una tortuga que andaba tranquilamente por el campo, cuando de repente la llamó un escorpión:

- Ven tortuga, por favor.

- ¿Qué quieres de mí?, le dijo temerosa la tortuga.


El escorpión le explicó que quería cruzar al otro lado del río pero no sabía nadar, como tenía miedo de ahogarse y sabía que ella era buena nadadora, le pidió ayuda para poder cruzar el río sobre su caparazón.

- No puedo, eres un escorpión y cuando me acerque a ti, me picarás y moriré.

El escorpión se defendió:

- Necesito cruzar al otro lado, tengo prisa y no puedo rodear todo el río, por favor, ayúdame, sé que soy un escorpión, pero no tengo la culpa de ser lo que soy.

La tortuga siguió negándose, no terminaba de confiar en el escorpión y temía que le picase.

- Te propongo lo siguiente - dijo el escorpión, acércate a la orilla y yo en vez de trepar por tus patas, daré un salto y me subiré así a tu caparazón. Además, piensa en esto... si te pico, morirás y te hundirás, si tu mueres, yo me ahogaré.

Esa explicación convenció a la tortuga que terminó confiando en el escorpión. Sin embargo, cuando llegaron a la mitad del río, la tortuga sintió un pinchazo en el cuello, todo su cuerpo comenzó a dormirse y antes de ahogarse preguntó:

- ¿Por qué lo hiciste?

- Lo siento, no pude evitarlo, está en mi naturaleza... contestó el escorpión antes de hundirse también.
 
La gallina de los huevos de oro.


¡Una huevo de oro!, exclamó el granjero admirando la proeza de su gallina. Al día siguiente, otro huevo de oro, y durante toda la semana, y durante todo el mes. Como es de esperar, el granjero se hizo muy rico en poco tiempo, pero la avaricia se apoderó de su pensamiento, y quiso el muy necio abrir a su gallina mágica para hacerse con todo el oro. Sin embargo, y como sucede con toda empresa miserable, el granjero acabó perdiendo no sólo a su maravillosa gallina, sino también toda la riqueza que había conseguido.

Moraleja: La avaricia solo nos lleva por caminos tortuosos
 
Fábula con moraleja: El cascabel del gato

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Había una vez un gato que vivía a toda leche en una céntrica casa de una gran urbe.

A toda leche porque sus dueños se esforzaban por darle todo lo que el gato requería para sentirse como un gran animal doméstico, querido y consentido por los humanos.

Así, el minino de nuestra historia tenía un confortable cojín en el que echarse a disfrutar sus siestas, ovillos para jugar cada vez que le apeteciera, comida en abundancia y todo cuanto podamos imaginar para el deleite de un gato.

Por tener, el felino tenía hasta una panda de ratones en casa, a los que perseguía y atosigaba cada vez que tenía la oportunidad.

Era ver un ratón y haya iba el gato a perturbarlos e impedirles tomar cualquier cosa de su cocina. Los perseguía y arrinconaba hasta que los obligaba a volver a su madriguera.

Tan bueno se había hecho el gato de nuestra historia en la persecución, que los ratones optaron de pronto por no salir más, pues realmente le temían.

Sin embargo, las escasas provisiones que habían logrado almacenar en su ratonera se agotaron un día, por lo que tuvieron que analizar cómo poder obtener alimentos para no morir de inanición.

Sabían que si salían de su escondite el gato no tardaría en descubrirlos y los haría correr hasta el cansancio, sin permitirles obtener alimento alguno. No obstante, la situación era tan dramática, que requerían medidas urgentes para tratar de aliviarla.

Por ello convocaron a una asamblea en la que debían estar presentes todos los ratones de la casa; niños y adultos, machos y hembras.

Así, comenzaron a debatir para tomar la mejor decisión e idear un plan que les permitiese obtener los necesarios suministros.

Todos opinaron, pero ningún criterio era factible. Siempre había un gran obstáculo que ningún plan parecía vencer: el gato.

De pronto, un ratón joven tuvo una idea que agradó a todos.

Si ponían un cascabel al gato, por el sonido podrían saber siempre por dónde andaba y la salida de la ratonera y la búsqueda de alimentos sería más segura y tranquila.

Todos aplaudieron y vitorearon al joven, pues la idea lucía perfecta. De materializarse, atrás quedarían los días en que el gato los asediaba y les impedía alimentarse como Dios manda.

Sin embargo, un nuevo problema surgió. ¿Quién le pondría el cascabel al gato?

Ante la falta de voluntarios, pues todos alegaban problemas que les impedían ser ellos los que pusieran el accesorio al felino, el plan se descabezó.

Era la mejor estrategia, surgida de la mejor de las opiniones, pero los roedores descubrieron ese día cuán fácil era opinar y qué difícil es actuar.

Dicen que aún debaten cada día para ver quién es el héroe que se atreve a colocar el cascabel al gato, antes que el hambre termine por acabar con sus vidas.

 
Buenos días :)

La zorra y el cuervo

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Un día, se encontraba un cuervo encaramado en la copa de un árbol, degustando un rico trozo de queso. Bajo el árbol que habitaba el cuervo, merodeaba una zorra que había sido atraída por el olorcillo del queso.

– ¡Buenos días, señor cuervo! ¡Qué bello plumaje viste! Desde luego, si su canto es igual a su plumaje… ¡será usted un auténtico primor!- Exclamó la zorra dirigiéndose al cuervo, con cierto tono irónico…

El cuervo, que no lo advirtió y no estaba acostumbrado a que le halagasen, por ser pájaro de mal agüero, abrió rápidamente el pico para mostrar a la zorra su magnífico canto, dejando caer el rico trozo de queso al suelo. En ese mismo instante, le dijo la zorra:

– No hay que dejarse embelesar por todo aquel que de coba, señor cuervo. La lección que le doy, ¡bien vale este trozo de queso!

Y el cuervo, muy avergonzado, juró que nunca más se dejaría engañar.


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Buenos días :)
Esta fábula se la dedico a
esa gente que busca el beneficio sin sacrificio.

La cigarra y la hormiga

Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar; sólo quería disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar.

Un día pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande. La cigarra se burló de ella:

-¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace, con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. Estás haciendo el tonto, ji, ji, ji se rió la cigarra -. No sabes divertirte...

La hormiga no hizo caso y siguió su camino silenciosa y fatigada; pasó todo el verano trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción burlona:

-¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar! Así pasó el verano y llegó el frío.

La hormiga se metió en su hormiguero calentita, con comida suficiente para pasar todo el invierno, y se dedicó a jugar y estar tranquila.

Sin embargo, la cigarra se encontró sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Entonces, se acordó de la hormiga y fue a llamar a su puerta.

Señora hormiga, como sé que en tu granero hay provisiones de sobra, vengo a pedirte que me prestes algo para que pueda vivir este invierno. Ya te lo devolveré cuando me sea posible.

La hormiga escondió las llaves de su granero y respondió enfadada:

-¿Crees que voy a prestarte lo que me costó ganar con un trabajo inmenso? ¿Qué has hecho, holgazana, durante el verano?

- Ya lo sabes - respondió apenada la cigarra -, a todo el que pasaba, yo le cantaba alegremente sin parar un momento.

- Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!

Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra.

A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse de nadie y a trabajar un poquito más.

Adaptación de la fábula de LA FONTAINE
 
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El camello, el elefante y el mono


Cuando el león murió, los animales decidieron buscar un nuevo rey. El camello y el elefante, enseguida comenzaron a discutir entre ellos por hacerse con el trono, pero el mono les dijo: “Tú, camello, bien poco sirves porque no ayudas a los indefensos, y en cuanto a ti, elefante, tampoco podrías ser rey porque le temes al marrano”.

Moraleja: La fortaleza se mide con nuestras debilidades
 
Buenos días :)

La liebre y la tortuga

Había una vez una liebre muy veloz que, consciente de su capacidad, se burlaba constantemente de los demás animales porque se creía superior a ellos.

El blanco preferido de sus ataques era una lenta tortuga, a la cual no dejaba de decirle cosas hirientes.

-¡Pero vaya que eres lenta tortuga! Ten cuidado no seas muy vieja ya para cuando llegues a tu destino de hoy. No vayas tan deprisa que te harás daño –decía continuamente de forma burlona e irónica la liebre.

Al inicio muchos animales les rían sus gracias, pero al no disminuir estas y ser tan constantes, muchos se sentían ya cansados de la liebre, a la que creían altanera, prepotente y realmente pesada.

Cansada también de tanta burla, la tortuga un día se atrevió y le dijo a la liebre:

-Sabes, estoy segura que con toda mi lentitud podría ganarte una carrera.

-¿Cómo? –preguntó la liebre. –Qué puedes ganarme en una carrera, eso lo dudo.

-Pues mira –ripostó la tortuga-, hagamos una apuesta con el resto de los animales como testigos y veamos quién se lleva el premio.

Segura de su velocidad y la lentitud del rival, la liebre aceptó el reto, aunque más que eso lo consideraba un pan comido.

Pactaron iniciar la carrera enseguida y llamaron a la línea de partida al resto de los animales del bosque.

Cuando se hizo la señal de arrancada la liebre se mantuvo alardeando con los demás en la salida y dejó que la tortuga, con paso lento, tomase distancia.

Pasado un rato la liebre emprendió su carrera y ciertamente era veloz. En poco tiempo rebasó a la tortuga, no sin antes proferirle insultos y tildarla de loca.

Cuando tomaba relativa ventaja, la liebre se echaba a un lado del camino a descansar o hacer otras cosas y dejaba que la tortuga, que no se detenía nunca, le pasase con su andar lento.

Esta operación la repitió muchas veces, confiada en que acabaría ganando la carrera en un impulso final, sin importar cuanta ventaja sacase la tortuga.

Sin embargo, cuando le hubo sacado a esta mucha distancia en uno de los adelantos, vio un frondoso árbol que proyectaba una rica sombra en la que descansar unos minutos. Así lo hizo y tan bien y confiada se sentía, que terminó por dormirse.

Al despertar, la liebre se percató que la tortuga estaba casi llegando a la meta, razón por la que echó a correr con suma velocidad.

No obstante, la velocidad en este punto ya no le era suficiente y la tortuga terminó ganando la carrera, convirtiendo a la liebre en objeto de risa del resto de los animales, que alababan a la primera por su perseverancia.

Desde ese día, la liebre aprendió a respetar a los demás tal y como son, y a no ser tan orgullosa ni confiada.
 
El buen rey león.


Existió una vez un león rey que era justo, amable y atento con todas las criaturas de la selva. Durante su reinado, el león convocó a una reunión de animales para lograr la paz y la convivencia entre todos.

De esta manera, el lobo se disculpó con el cervatillo, el tigre con la cebra, la pantera con la liebre, y todos los animales quedaron reconciliados de una vez.

Al finalizar, la liebre dijo: “Pensé que jamás llegaría este día, pero me alegra que por fin los más débiles de la selva podamos contar con el respeto de todos”, y dicho aquello se alejó del lugar con toda la fuerza de sus patas.

Moraleja: En un gobierno justo los más necesitados hallan satisfacción, pero no deben bajar la guardia.
 
Buenos días :)

FÁBULA: LA LECHERA

Iba una muchachita al mercado, a vender un cántaro de leche que le habían regalado.

¡Que bien! – se dijo-. Con el dinero que me den por ella podré comprar muchos huevos, de los que saldrán después cientos y cientos de pollitos. ¡Que alegría! Esos pollitos, bien criados y alimentados valdrán mucho dinero. Cuando los venda, compraré un buen cerdo, al que engordaré con bellotas del campo.

Y así la lecherita seguía su camino, mientras en su imaginación el cerdo engordaba y engordaba. Y por ese cerdo tan hermoso, convertido en jamones y chorizos, me darán lo suficiente para comprarme una vaca con su ternero; éste se irá haciendo grande y grande, y la vaca dará leche sin cesar. Con lo que gane podré comprar…

Absorta en sus pensamientos, la lechera tropezó con una piedra y, ¡oh desgracia!, el cántaro rodó por el suelo, derramándose toda la leche.
MORALEJA
No sueñes con el futuro, vive el presente, que es lo seguro.
 
Buenos días :)

EL PASTOR Y EL LOBO

Un día, un pastor que cuidaba su rebaño en los prados pensó:
-¡Qué aburrimiento! Estoy cansado de vigilar el rebaño yo solo desde la mañana hasta la noche.
¡Ojalá ocurriese algo divertido!
Entonces se le ocurrió una idea y corrió al pueblo dejando al rebaño solo.
-¡Socorro! ¡Los lobos están atacando mi rebaño! -gritó.
Los habitantes del pueblo, al oír los gritos del pastor, se reunieron a su alrededor armados con hoces, azadas y palas.
-¿Dónde están los lobos? ¿Te han herido? -preguntaron los aldeanos.
El pastor les contó la verdad con una sonrisa: -Me aburría tanto que me lo he inventado todo. Ha sido divertido ver vuestra reacción.
Los aldeanos muy enfadados, regresaron a su trabajo.
Al día siguiente, el pastor volvió a gritar:
-¡Socorro! ¡Los lobos están atacando! ¡Esta vez es verdad!
Los aldeanos volvieron a acudir a la llamada con sus hoces, hachas, y demás aperos, pero el pastor les había mentido de nuevo.
Esta vez, los aldeanos se enfadaron más aún con él, y volvieron a su trabajo.
Cuando el pastor regresó a los prados, se encontró con que los lobos estaban atacando de verdad su rebaño. Los hambrientos animales comenzaron a comerse a las ovejas una por una. El sorprendido pastor, corrió hacia el pueblo tan desprisa como pudo:
-¡Socorro! ¡Los lobos están atacando a mi rebaño! ¡Por favor, ayudadme! -imploró pidiendo la ayuda de los aldeanos uno por uno.
Pero los aldeanos respondieron entre risas.
-¡Cada vez eres mejor actor! ¡Estamos demasiado ocupados para perder el tiempo con tu actuación!
-¡Oh, no! ¡Esta vez es verdad! Por favor, ayudadme a echar a los lobos -suplicó.
Nadie le hizo el menor caso. Los lobos se comieron a todas las ovejas y el pastor se quedó sin nada

Moraleja: Si siempre dices mentiras, los demás no confiaran en tí.
 
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Buenos días (aunque sea de madrugada cuando cuelgo esto) y feliz domingo. :);)

La rana en el pozo


Un grupo de ranas viajaba por el bosque cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del pozo y, cuando vieron lo profundo que era, le dijeron a las ranas que cayeron que era imposible salir y debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas.

Las ranas de fuera les decían que esos esfuerzos serían inútiles, que nunca podrían salir. Una de las ranas atendió a lo que las demás decían, dejó de esforzarse, se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza. Hasta que finalmente consiguió salir del pozo.

Las otras le preguntaron: ¿Acaso no escuchabas lo que te decíamos? La ranita les explico que era sorda y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

Moraleja: Una voz de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudarle, mientras que una palabra negativa puede acabar por destruirlo. Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos.

Reflexión: ¿Cómo dejas que te influya lo que te dice tu entorno? .


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Los cuentos de coaching son muy utilizados para técnicas de crecimiento personal
Encuentra más fábulas como estas y todo lo que debes saber sobre el coaching en el libro Pon un coach en tu vida de Laura Chica.

http://www.objetivobienestar.com/3-fabulas-para-crecer-como-personas_5364_102.html




 
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