Elena, Cristina y sus hijos por Madrid. Octubre 24, 2018

27/10/2018

LA INFANTA CRISTINA YA NO QUIERE ESCONDERSE MÁS
‘TRATO DE FAVOR’ EN LA CÁRCEL PARA EVITAR LA ‘FOTO DE LA VERGÜENZA’

Amplias sonrisas, fotos con quienes se las pedían, semblante relajado... Una Infanta Cristina desconocida disfruta de un musical en Madrid y adopta una nueva actitud con la que quiere reivindicarse mientras avanza la ‘operación’ para ‘rehabilitarla’ en la familia. POR EDUARDO ÁLVAREZ

ONCE Y MEDIA de la noche del pasado miércoles. Los fotógrafos a las puertas del Teatro Nuevo Apolo, en el centro de Madrid, captan una secuencia que no se veía desde hacía casi un lustro. Doña Cristina, la Infanta de España que contra viento y marea se ha aferrado a unos derechos dinásticos a los que se niega a renunciar, abandona el local con un semblante sereno, una amplia sonrisa y un ánimo que le lleva a hacerse varias fotos con quienes se lo piden y a estrechar algunas manos antes de perderse entre la maraña de coches oficiales. Veinte minutos antes ha concluido la función de El Médico, otro de los musicales recién estrenados que hacen que la cartelera capitalina cada vez tenga menos que envidiar a Broadway.

Doña Cristina ha disfrutado de la obra entre otros junto a sus dos hijos menores, su hermana Elena y la hija de ésta, Victoria Federica, y su gran amiga, Cristina de Borbón Dos Sicilias. Nada es casual en la secuencia. Tres horas antes, el grupo no ha pasado desapercibido a la entrada del teatro. Y la Infanta sabe que toda la atención va a estar centrada en su salida y le produce ternura que su tímido hijo Miguel se cubra con una gorra para ocultarse algo de los flashes. Pero ella no. Doña Cristina ha decidido esa noche que no va a esconderse de nada ni va a mostrarse como el alma en pena que ha sido en todas y cada una de sus últimas apariciones. Esta vez desea sonreír, necesita mostrarse amable, educada. Quiere, sobre todo, reivindicarse. Es una mujer inocente, a la que la Justicia ha exculpado de todo delito, y está decidida a que la vean con la frente bien alta.

La segunda hija de Don Juan Carlos y Doña Sofía siempre se ha sentido una víctima. No ya porque siga creyendo en la inocencia de su marido, a pesar de la contundencia de las pruebas por las que éste cumple condena por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencias y dos delitos fiscales, sino también porque no comprende cómo los españoles –e incluso su propia familia– la han condenado a ella con mayor severidad que la propia Justicia. Desde que se inició la instrucción del caso Nóos, Doña Cristina ha repetido sin cesar a sus amigos que se sentía como una apestada y que se creía en el epicentro de una profunda injusticia.

Pero no se engaña. Sabe que jamás va a poder borrar la mancha que ha arruinado su imagen. Y es consciente de que no volverá a tener el más mínimo papel institucional. Sin embargo, desde hace meses está decidida a ser rehabilitada en el núcleo familiar, un objetivo para el que cuenta con el apoyo decidido de Doña Sofía, de la Infanta Elena y también del Rey Emérito. La misma Doña Cristina que hasta fechas recientes rehuía el calor de Zarzuela porque le dolía profundamente el severo cordón sanitario contra su marido –en el 80 cumpleaños de Don Juan Carlos, por ejemplo, se le hizo ver que su presencia era bienvenida, no así la de Urdangarin–, ahora necesita el respaldo de toda su familia y quiere que sus vástagos vuelvan a relacionarse de un modo más natural con sus primos.

LA CÁRCEL LO CAMBIA TODO

Porque la entrada en la cárcel de Brieva del ex duque de Palma lo ha cambiado todo, incluso en la opinión pública, hoy más indulgente con la Infanta; a fin de cuentas, una mujer que atraviesa el peor trago de su vida. Y, además, porque el fallo del Tribunal Supremo de junio abundaba en los argumentos de la sentencia de la Audiencia Provincial de Baleares que había absuelto a la Infanta de los dos delitos fiscales de los que únicamente la acusaba Manos Limpias, si bien le obligó a pagar algo más de 130.000 euros como responsable a título lucrativo de los delitos fiscales de su marido.

Alguien próximo al entorno de la Infanta señala a LOC que lo esperable a partir de ahora es volver a ver sonreír a la Infanta Cristina públicamente en muchas más ocasiones, si quiera a modo de máscara bien ensayada –como todo en las familias reales– para contribuir así a empezar a dar normalidad a sus visitas a España, que estos meses se han disparado, en paralelo a la operación para su rehabilitación familiar.

Cristina de Borbón y sus dos hijos pequeños, Miguel e Irene, aterrizaron en Madrid el miércoles por la mañana, procedentes de Ginebra donde cogieron un vuelo low cost. LOC ha sabido que la idea de asistir esa noche al musical El Médico partió de Doña Cristina, ya que disfrutó mucho cuando leyó el libro. Las Infantas contactaron con el modista Lorenzo Caprile para contarle su plan, pero éste no pudo verlas porque se encontraba de viaje. Caprile es responsable del diseño de vestuario de esta superproducción 100% española de más de cuatro millones de euros que ha puesto sobre las tablas el best seller de Noah Gordon.

Y Caprile es, asimismo, un incondicional de Doña Cristina que le demostró su amistad de forma pública –pocos se han atrevido a hacerlo– en uno de sus momentos más amargos. Acudió a la última sesión del juicio por el caso Nóos para dar fuerzas a la Infanta. El modista siempre agradece que ella le escogiera para confeccionar su traje de novia, cuando todavía no era lo reconocido que es hoy. Supuso su espaldarazo profesional. La amistad viene de lejos y está basada en una discreción a prueba de bomba.

El grupo adquirió 10 entradas para ver el musical, incluidas dos para los guardaespaldas que se sentaron detrás de las Infantas, quienes junto a sus familiares ocuparon una de las primeras filas del teatro. Durante el descanso, Victoria Federica y su prima Irene comieron palomitas, mientras Doña Cristina y Doña Elena charlaron con los productores del montaje. Cuando acabó, no dudaron en saludar a los miembros de la compañía, hubo intercambio de fotos y felicitaciones sinceras. Les dijeron a los artistas que le iban a recomendar la función a la Reina Sofía, quien está a punto de celebrar su 80 cumpleaños con un almuerzo familiar en el que se espera a Doña Cristina, al contrario de lo que ocurrió en enero durante la efeméride de Don Juan Carlos. Entonces, los ex duques de Palma y sus hijos cambiaron el cumpleaños en Zarzuela por un viaje a Roma. Aprovecharon para asistir a la Misa de Epifanía en el Vaticano, donde ocuparon un lugar de honor. El protocolo de la Santa Sede no pasa por alto que es Infanta de España.

Poco después de las Navidades, era vox populi que el fallo definitivo del Supremo estaba al caer –aunque al final se pospuso varios meses más de lo previsto– y, por tanto, la Familia Real era consciente de que el ingreso en prisión de Urdangarin era inminente –nadie creía en la absolución–. Entonces, en línea con el acercamiento familiar al que nos referimos, ya tuvo lugar un hecho que no pasó inadvertido. Con motivo del 50 cumpleaños de Iñaki Urdangarin, tanto la Reina Sofía como el Rey Juan Carlos se desplazaron a Suiza para almorzar con su hija, su yerno y sus nietos en un restaurante. Era la primera vez que trascendía que el Emérito viajaba al país helvético para encontrarse con Urdangarin.

El 18 de junio, pocos minutos después de las ocho de la mañana, el ex duque de Palma ingresó en la cárcel de Brieva, en Ávila, donde cumple condena. Desde entonces, se sabe que Doña Cristina ha viajado con extraordinaria frecuencia a España, aunque sus visitas muchas veces tardan en trascender. El 23 y 24 de junio, el fin de semana siguiente a la entrada en la cárcel, la Infanta acudió a verlo por primera vez. Pocos días después, a principos de julio, fue su hijo mayor, Juan Valentín, quien se desplazó hasta Brieva, accediendo por la puerta principal en lo que se consideró no sólo un gesto de lógico apoyo de un hijo a su padre, sino también de reivindicación del apellido Urdangarin frente a lo que representa ser un Borbón. Por las mismas fechas, Doña Cristina volvió a ser fotografiada en una terraza madrileña con su hermana y varios amigos. De las visitas a la Infanta a la cárcel hay también constancia de otra realizada a mediados de agosto, poco antes de pasar algunos días con sus hijos y la familia de su marido en Bidart, en el País Vasco francés. En aquella ocasión, Doña Cristina aprovechó también para pasar una jornada con su hermana Elena en Madrid, y a ambas se las pudo ver de compras.

Ya más recientemente, a principios de septiembre, la Infanta Cristina viajó a la capital con algunos de sus vástagos. Se desplazaron a La Zarzuela, donde participaron en la celebración familiar por el 18 cumpleaños de Victoria Federica, hija de Doña Elena y Jaime de Marichalar. Varios fotógrafos captaron otro fin de semana a la benjamina de Cristina, Irene, junto a su abuela, Doña Sofía, de compras por la Milla de oro de Madrid. Son pruebas tanto de lo continuados que son los viajes a España de la Infanta y sus hijos, como del esfuerzo que están haciendo todos en Zarzuela por recuperar una sintonía familiar medio rota mucho tiempo. Aunque conocedores del entorno subrayan que incluso en los peores momentos de la tormenta por Nóos ha habido más contactos de los conocidos. Cómo no recordar que en mayo Irene Urdangarin disfrutó de otro musical, en este caso Billy Elliot, junto a Doña Sofía, la Reina Letizia y otras chicas del clan Borbón.

Se sabe que, cuando acude a Madrid, la Infanta Cristina a veces se aloja en Zarzuela y en ocasiones en casa de sus íntimos Cristina de Borbón Dos Sicilias y su marido Pedro López-Quesada. La discreción y las ganas de pasar lo más desapercibida posible han caracterizado hasta ahora las visitas. Pero algo parece que ha empezado a cambiar. Porque la Infanta está decidida a volver a reivindicarse.


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Esta misma semana, el Ministerio del Interior, en respuesta a varias preguntas de un senador de En Comú Podem, ha admitido lo que a todas luces era una evidencia: que la Infanta Cristina goza de un permiso especial para acceder en coche –siempre lo hace en uno con los cristales tintados para impedir ser vista– hasta el párking de la cárcel de Brieva y que, allí, no tiene que esperar para ver a su marido, Iñaki Urdangarin, en la sala donde aguardan su turno los familiares de las presas de este centro penitenciario en Ávila.

Pero desde Interior se recalca que ello no supone ‘trato de favor’ a la hija de los Reyes Eméritos, sino que se trata de medidas habituales en el protocolo penitenciario cuando se trata de preservar ciertos derechos fundamentales de los reclusos o evitar “manifestaciones ofensivas o posibles altercados con otros comunicantes”. Desde el Gobierno son taxativos: “Instituciones Penitenciarias deben garantizar la seguridad y la intimidad durante las visitas a las cárceles a internos y visitantes”.

En la misma línea se han pronunciado juristas tan poco ‘sospechosos’ como el portavoz de Jueces para la Democracia, Joaquim Bosch, quien preguntado por esta cuestión en un programa de televisión respondía días atrás que consideraba correctas las prerrogativas de la Infanta Cristina. En cambio, partidos políticos como Podemos sí se mantienen en que está recibiendo un ‘trato de favor’ del que no gozan los familiares de otros presos en España.

La realidad es que la elección de la cárcel de mujeres de Brieva por parte de Iñaki Urdangarin, quien cumple condena como único preso en un pequeño módulo para varones con el que cuenta el centro, fue fruto de una meditada reflexión por los ex duques de Palma. Y uno de los objetivos prioritarios es que no se puedan captar imágenes de la Infanta Cristina en sus visitas a la cárcel. Su imagen accediendo a Brieva tendría un extraordinario impacto mediático. Para la hermana del Rey se trata de una ‘foto de la vergüenza’, que la vincularía gráficamente para siempre con la trama de corrupción que hizo tambalear a la Monarquía.

Gracias a las prerrogativas, constituyan o no ‘trato de favor’, hasta ahora apenas se han captado imágenes de las personas que se han acercado desde junio a visitar al ex jugador de balonmano. En julio, sí se pudo tomar una fotografía de uno de los sobrinos de Iñaki, Lucas Gui Urdangarin, hijo de su hermana Ana, a la salida de la cárcel, acompañado por su novia (foto inferior).

Sólo el tiempo dirá si Doña Cristina logra evitar la ‘indeseable’ imagen en las visitas a su marido, que no obtendrá su primer permiso penitenciario hasta finales de 2019.
 
Pero que hijop*ta el autor del artículo el tal Eduardo Alvarez, lo llamo así porque precisamente Miguel no se oculta de nada, la gorra la lleva con mucha frecuencia desde que era pequeño, a este chico parece que le encanta llevar gorras.
En cuanto a la madre encuentro muy normal que Cris visite España y se relacione con sus amigos incluido el amigo desde que era niño y que ahora es famoso modisto apellidado Caprile.
En cuanto a derechos dinasticos, jajajajaja pues si un dia hay una epidemia y mueren los cinco primeros con derecho a poner el culo en el trono que estan por delante de Cris , apuesto que Cris NO reclamaria derecho dinastico alguno y apuesto que los españoles JAMAS permitirian que Cris reclamara derecho dinastico alguno.
¿ Por que deberia esconderse ? Ha visitado a parte de su familia y a sus amigos y regresara por donde ha venido. Y a quien le pica que se rasque. Cris no precisa rehabilitación alguna, la familia que siempre la apoyado en momentos dificiles sigue teniendola cerca y la familia que acuso y señalo publicamente desde el primer momento pues NO LA TIENE CERCA y no se tratan, los españoles no quieren ni verla, pues para que se va a molestar en auto rehabilitarse, a Cris no pueden desterrarla del pais donde nacio tampoco prohibir su entrada en España, lo logico es que ella visite regularmente a su familia y despues regresar a donde vive y lo logico que aun tenga el marido en la carcel vaya por la vida de la mejor forma que puede, no va estar el resto de su vida llorosa o compungida tapandose o escondiendose con gorras, bufandas y gafas de sol.
Hay periodistas que supongo les regalaron el titulo de periodismo en la Universidad Juan Carlos o compraron el titulo en el bazar chino de todo a 1 euro.
 
27/10/2018

LA INFANTA CRISTINA YA NO QUIERE ESCONDERSE MÁS
‘TRATO DE FAVOR’ EN LA CÁRCEL PARA EVITAR LA ‘FOTO DE LA VERGÜENZA’

Amplias sonrisas, fotos con quienes se las pedían, semblante relajado... Una Infanta Cristina desconocida disfruta de un musical en Madrid y adopta una nueva actitud con la que quiere reivindicarse mientras avanza la ‘operación’ para ‘rehabilitarla’ en la familia. POR EDUARDO ÁLVAREZ

ONCE Y MEDIA de la noche del pasado miércoles. Los fotógrafos a las puertas del Teatro Nuevo Apolo, en el centro de Madrid, captan una secuencia que no se veía desde hacía casi un lustro. Doña Cristina, la Infanta de España que contra viento y marea se ha aferrado a unos derechos dinásticos a los que se niega a renunciar, abandona el local con un semblante sereno, una amplia sonrisa y un ánimo que le lleva a hacerse varias fotos con quienes se lo piden y a estrechar algunas manos antes de perderse entre la maraña de coches oficiales. Veinte minutos antes ha concluido la función de El Médico, otro de los musicales recién estrenados que hacen que la cartelera capitalina cada vez tenga menos que envidiar a Broadway.

Doña Cristina ha disfrutado de la obra entre otros junto a sus dos hijos menores, su hermana Elena y la hija de ésta, Victoria Federica, y su gran amiga, Cristina de Borbón Dos Sicilias. Nada es casual en la secuencia. Tres horas antes, el grupo no ha pasado desapercibido a la entrada del teatro. Y la Infanta sabe que toda la atención va a estar centrada en su salida y le produce ternura que su tímido hijo Miguel se cubra con una gorra para ocultarse algo de los flashes. Pero ella no. Doña Cristina ha decidido esa noche que no va a esconderse de nada ni va a mostrarse como el alma en pena que ha sido en todas y cada una de sus últimas apariciones. Esta vez desea sonreír, necesita mostrarse amable, educada. Quiere, sobre todo, reivindicarse. Es una mujer inocente, a la que la Justicia ha exculpado de todo delito, y está decidida a que la vean con la frente bien alta.

La segunda hija de Don Juan Carlos y Doña Sofía siempre se ha sentido una víctima. No ya porque siga creyendo en la inocencia de su marido, a pesar de la contundencia de las pruebas por las que éste cumple condena por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencias y dos delitos fiscales, sino también porque no comprende cómo los españoles –e incluso su propia familia– la han condenado a ella con mayor severidad que la propia Justicia. Desde que se inició la instrucción del caso Nóos, Doña Cristina ha repetido sin cesar a sus amigos que se sentía como una apestada y que se creía en el epicentro de una profunda injusticia.

Pero no se engaña. Sabe que jamás va a poder borrar la mancha que ha arruinado su imagen. Y es consciente de que no volverá a tener el más mínimo papel institucional. Sin embargo, desde hace meses está decidida a ser rehabilitada en el núcleo familiar, un objetivo para el que cuenta con el apoyo decidido de Doña Sofía, de la Infanta Elena y también del Rey Emérito. La misma Doña Cristina que hasta fechas recientes rehuía el calor de Zarzuela porque le dolía profundamente el severo cordón sanitario contra su marido –en el 80 cumpleaños de Don Juan Carlos, por ejemplo, se le hizo ver que su presencia era bienvenida, no así la de Urdangarin–, ahora necesita el respaldo de toda su familia y quiere que sus vástagos vuelvan a relacionarse de un modo más natural con sus primos.

LA CÁRCEL LO CAMBIA TODO

Porque la entrada en la cárcel de Brieva del ex duque de Palma lo ha cambiado todo, incluso en la opinión pública, hoy más indulgente con la Infanta; a fin de cuentas, una mujer que atraviesa el peor trago de su vida. Y, además, porque el fallo del Tribunal Supremo de junio abundaba en los argumentos de la sentencia de la Audiencia Provincial de Baleares que había absuelto a la Infanta de los dos delitos fiscales de los que únicamente la acusaba Manos Limpias, si bien le obligó a pagar algo más de 130.000 euros como responsable a título lucrativo de los delitos fiscales de su marido.

Alguien próximo al entorno de la Infanta señala a LOC que lo esperable a partir de ahora es volver a ver sonreír a la Infanta Cristina públicamente en muchas más ocasiones, si quiera a modo de máscara bien ensayada –como todo en las familias reales– para contribuir así a empezar a dar normalidad a sus visitas a España, que estos meses se han disparado, en paralelo a la operación para su rehabilitación familiar.

Cristina de Borbón y sus dos hijos pequeños, Miguel e Irene, aterrizaron en Madrid el miércoles por la mañana, procedentes de Ginebra donde cogieron un vuelo low cost. LOC ha sabido que la idea de asistir esa noche al musical El Médico partió de Doña Cristina, ya que disfrutó mucho cuando leyó el libro. Las Infantas contactaron con el modista Lorenzo Caprile para contarle su plan, pero éste no pudo verlas porque se encontraba de viaje. Caprile es responsable del diseño de vestuario de esta superproducción 100% española de más de cuatro millones de euros que ha puesto sobre las tablas el best seller de Noah Gordon.

Y Caprile es, asimismo, un incondicional de Doña Cristina que le demostró su amistad de forma pública –pocos se han atrevido a hacerlo– en uno de sus momentos más amargos. Acudió a la última sesión del juicio por el caso Nóos para dar fuerzas a la Infanta. El modista siempre agradece que ella le escogiera para confeccionar su traje de novia, cuando todavía no era lo reconocido que es hoy. Supuso su espaldarazo profesional. La amistad viene de lejos y está basada en una discreción a prueba de bomba.

El grupo adquirió 10 entradas para ver el musical, incluidas dos para los guardaespaldas que se sentaron detrás de las Infantas, quienes junto a sus familiares ocuparon una de las primeras filas del teatro. Durante el descanso, Victoria Federica y su prima Irene comieron palomitas, mientras Doña Cristina y Doña Elena charlaron con los productores del montaje. Cuando acabó, no dudaron en saludar a los miembros de la compañía, hubo intercambio de fotos y felicitaciones sinceras. Les dijeron a los artistas que le iban a recomendar la función a la Reina Sofía, quien está a punto de celebrar su 80 cumpleaños con un almuerzo familiar en el que se espera a Doña Cristina, al contrario de lo que ocurrió en enero durante la efeméride de Don Juan Carlos. Entonces, los ex duques de Palma y sus hijos cambiaron el cumpleaños en Zarzuela por un viaje a Roma. Aprovecharon para asistir a la Misa de Epifanía en el Vaticano, donde ocuparon un lugar de honor. El protocolo de la Santa Sede no pasa por alto que es Infanta de España.

Poco después de las Navidades, era vox populi que el fallo definitivo del Supremo estaba al caer –aunque al final se pospuso varios meses más de lo previsto– y, por tanto, la Familia Real era consciente de que el ingreso en prisión de Urdangarin era inminente –nadie creía en la absolución–. Entonces, en línea con el acercamiento familiar al que nos referimos, ya tuvo lugar un hecho que no pasó inadvertido. Con motivo del 50 cumpleaños de Iñaki Urdangarin, tanto la Reina Sofía como el Rey Juan Carlos se desplazaron a Suiza para almorzar con su hija, su yerno y sus nietos en un restaurante. Era la primera vez que trascendía que el Emérito viajaba al país helvético para encontrarse con Urdangarin.

El 18 de junio, pocos minutos después de las ocho de la mañana, el ex duque de Palma ingresó en la cárcel de Brieva, en Ávila, donde cumple condena. Desde entonces, se sabe que Doña Cristina ha viajado con extraordinaria frecuencia a España, aunque sus visitas muchas veces tardan en trascender. El 23 y 24 de junio, el fin de semana siguiente a la entrada en la cárcel, la Infanta acudió a verlo por primera vez. Pocos días después, a principos de julio, fue su hijo mayor, Juan Valentín, quien se desplazó hasta Brieva, accediendo por la puerta principal en lo que se consideró no sólo un gesto de lógico apoyo de un hijo a su padre, sino también de reivindicación del apellido Urdangarin frente a lo que representa ser un Borbón. Por las mismas fechas, Doña Cristina volvió a ser fotografiada en una terraza madrileña con su hermana y varios amigos. De las visitas a la Infanta a la cárcel hay también constancia de otra realizada a mediados de agosto, poco antes de pasar algunos días con sus hijos y la familia de su marido en Bidart, en el País Vasco francés. En aquella ocasión, Doña Cristina aprovechó también para pasar una jornada con su hermana Elena en Madrid, y a ambas se las pudo ver de compras.

Ya más recientemente, a principios de septiembre, la Infanta Cristina viajó a la capital con algunos de sus vástagos. Se desplazaron a La Zarzuela, donde participaron en la celebración familiar por el 18 cumpleaños de Victoria Federica, hija de Doña Elena y Jaime de Marichalar. Varios fotógrafos captaron otro fin de semana a la benjamina de Cristina, Irene, junto a su abuela, Doña Sofía, de compras por la Milla de oro de Madrid. Son pruebas tanto de lo continuados que son los viajes a España de la Infanta y sus hijos, como del esfuerzo que están haciendo todos en Zarzuela por recuperar una sintonía familiar medio rota mucho tiempo. Aunque conocedores del entorno subrayan que incluso en los peores momentos de la tormenta por Nóos ha habido más contactos de los conocidos. Cómo no recordar que en mayo Irene Urdangarin disfrutó de otro musical, en este caso Billy Elliot, junto a Doña Sofía, la Reina Letizia y otras chicas del clan Borbón.

Se sabe que, cuando acude a Madrid, la Infanta Cristina a veces se aloja en Zarzuela y en ocasiones en casa de sus íntimos Cristina de Borbón Dos Sicilias y su marido Pedro López-Quesada. La discreción y las ganas de pasar lo más desapercibida posible han caracterizado hasta ahora las visitas. Pero algo parece que ha empezado a cambiar. Porque la Infanta está decidida a volver a reivindicarse.


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Esta misma semana, el Ministerio del Interior, en respuesta a varias preguntas de un senador de En Comú Podem, ha admitido lo que a todas luces era una evidencia: que la Infanta Cristina goza de un permiso especial para acceder en coche –siempre lo hace en uno con los cristales tintados para impedir ser vista– hasta el párking de la cárcel de Brieva y que, allí, no tiene que esperar para ver a su marido, Iñaki Urdangarin, en la sala donde aguardan su turno los familiares de las presas de este centro penitenciario en Ávila.

Pero desde Interior se recalca que ello no supone ‘trato de favor’ a la hija de los Reyes Eméritos, sino que se trata de medidas habituales en el protocolo penitenciario cuando se trata de preservar ciertos derechos fundamentales de los reclusos o evitar “manifestaciones ofensivas o posibles altercados con otros comunicantes”. Desde el Gobierno son taxativos: “Instituciones Penitenciarias deben garantizar la seguridad y la intimidad durante las visitas a las cárceles a internos y visitantes”.

En la misma línea se han pronunciado juristas tan poco ‘sospechosos’ como el portavoz de Jueces para la Democracia, Joaquim Bosch, quien preguntado por esta cuestión en un programa de televisión respondía días atrás que consideraba correctas las prerrogativas de la Infanta Cristina. En cambio, partidos políticos como Podemos sí se mantienen en que está recibiendo un ‘trato de favor’ del que no gozan los familiares de otros presos en España.

La realidad es que la elección de la cárcel de mujeres de Brieva por parte de Iñaki Urdangarin, quien cumple condena como único preso en un pequeño módulo para varones con el que cuenta el centro, fue fruto de una meditada reflexión por los ex duques de Palma. Y uno de los objetivos prioritarios es que no se puedan captar imágenes de la Infanta Cristina en sus visitas a la cárcel. Su imagen accediendo a Brieva tendría un extraordinario impacto mediático. Para la hermana del Rey se trata de una ‘foto de la vergüenza’, que la vincularía gráficamente para siempre con la trama de corrupción que hizo tambalear a la Monarquía.

Gracias a las prerrogativas, constituyan o no ‘trato de favor’, hasta ahora apenas se han captado imágenes de las personas que se han acercado desde junio a visitar al ex jugador de balonmano. En julio, sí se pudo tomar una fotografía de uno de los sobrinos de Iñaki, Lucas Gui Urdangarin, hijo de su hermana Ana, a la salida de la cárcel, acompañado por su novia (foto inferior).

Sólo el tiempo dirá si Doña Cristina logra evitar la ‘indeseable’ imagen en las visitas a su marido, que no obtendrá su primer permiso penitenciario hasta finales de 2019.

La foto de la verguenza de Cris esperando turno junto a los familiares de otras presas, seria UNA FOTO DE LA VERGUENZA PARA LA MONARQUIA, No lo seria para Cris ya que para ella seria lo normal de todos los conyuges de los presos.
Pero la Monarquia es quien no soporta tener un familiar en la carcel por temas economicos, YA QUE LA MONARQUIA ha chupado y chupa muchisimo mas dinero durante años ( por chupar se puede utilizar, sisar, robar, afanarse, apropiar, hurtar, sisar, arrambar etc etc o cualquier otro sinonimo ) que el enchironado y como a la monarquia no le interesa que se cuestionen sus cosas pretende que todos los ciudadanos hagan como los avestruces que ponen la cabeza bajo el ala o bajo tierra para que nadie los vea.
Hay tanta tonteria en esta monarquia que hasta produce risa y no de digamos los lamebotas palmeros, que de tanto escribir chorradas hasta parecen idiotas.
 
¿Y qué si a las niñas les aclaran el pelo? para eso existen aclarantes, camomila y productos varios e incluso agua oxigenada, que mi madre dice que ella se la echaba para aclararse el pelo.

 
Última edición:
Los Urdangarin-Borbón viajan a España a menudo, así sea por necesidad o por gusto y esto ultimo de tapadillo. Nada nuevo bajo el sol.
Normal, tienen abuelos, hermanos, cuñados y sobrinos que viven en España. Aun no los visiten a todos, es normal que viajen con frecuencia, todos los abuelos que tienen pasan de 80 años y una abuela en especial esta delicada de salud, por lo que tanto Cris como sus hijos viajan a España siempre que pueden para visitarla.
 
Cualquier endocrino honesto en España, y creo que la mayoría lo son, le diría que no al capricho. Porque los tratamientos con hormonas no se administran a gusto del paciente (o su madre, por muy alcurniosa que fuera) sino porque hay déficit o exceso de las mismas por causa natural. Vamos, cuando la situación de partida no es normal hormonalmente. Alterar las hormonas es cosa delicada con multitud de posibles efectos secundarios.

Volviendo al tema, no me gusta el pelo tan lacio que lleva Cristina. Parece como si tuviera menos, cosa que tampoco me extrañaría, después de lo que ha vivido estos años.
 

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