P
pilou12
Guest
Letosa ( Huesca)
A 1025 metros sobre una planicie en la parte norte de la sierra de Guara se asienta el pueblo de Letosa.
Siete casas alineadas en una única calle (San Úrbez) componían esta pequeña población del Somontano de Barbastro.
Nunca conocieron la luz eléctrica en las casas. Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Alrededor de cincuenta personas habitaban Letosa a mediados de siglo XX.
"Nuestro pueblo era un lugar lleno de vida aunque solo tuviera siete casas. ¡Y las recuerdo todas!
Estaban los de Casa Giménez, con ocho hijos y sin apuros económicos. El padre, un hombre muy bueno, fue mi padrino y siempre lo recordaré con cariño.
Los de Casa Molinero también vivían holgadamente con sus cinco hijos. Eran los dueños del molino. Tengo que decir que pese a ser los más pudientes del pueblo eran gente sencilla, siempre ayudaron a quien lo necesitara.
Los de Casa Ferrero, eran parientes nuestros, con sus dos chicos, Lorenzo y José María. ¡Como nos queríamos!. El padre era el herrero de Letosa y de los pueblos cercanos.
Ocho hijos tenían en Casa Blas, tres de ellos ya sirviendo en Barcelona, cuatro había en Casa Jorge y cuatro más en Casa Sierra.
Y tres en mi casa, Javierre. Mi padre, Antonio, era el albañil del pueblo". HERMINIA SALAMERO
Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de trigo, avena, pipirigallo y alfalfa, quedando los pequeños huertos sembrados de patatas, acelgas, remolacha, tomates y judías para el consumo de la casa. El grano se molía en el molino del pueblo situado junto al río Mascún.
Las ovejas y en menor número las cabras conformaban la ganadería de Letosa. Acudía gente de otros pueblos a comprar corderos mientras que las vacas y burros se llevaban a la feria de Boltaña.
"Cada casa disponía de su corral con gallinas, conejos e incluso alguna vaca. Hambre no se pasaba, es lo que hoy se llamaría una economía de subsistencia. Cada casa disponía más o menos de lo necesario para poder vivir durante todo el año.
En cada casa se mataba uno o dos cerdos según las necesidades. Todas las viviendas tenían una bodega subterránea donde la temperatura se mantenía muy fresca y se conservaba la carne de los tocinos. Allí se almacenaban los chorizos, longanizas, perniles y otras viandas que se irían consumiendo durante todo el invierno.
Recuerdo las tinajas donde se mantenían las carnes tapadas con tocino, los arcones donde se acomodaban los perniles salados o las morcillas hechas con sangre, arroz y chicharrones colgadas de percheros de madera que colgaban del techo.
Después de la guerra se impuso el racionamiento y a todos los habitantes de aquellos pueblos nos tocaba ir a Rodellar a buscar lo que correspondía a razón de cuantos vivieran en cada casa: dos kilos de arroz, un kilo de azúcar, un bacalao salado..... y siempre de Rodellar se volvía con vino". HERMINIA SALAMERO
La fiesta mayor se celebraba el 15 de octubre en honor a Santa Teresa de Jesús (años atrás eran para San Úrbez a primeros de diciembre, pero la adversa climatología que se daba en aquellos días de invierno motivó el cambio de fecha).
La fiesta pequeña era el 29 de abril para San Pedro.
Más o menos en ambas se seguía el mismo ritual, misa por la mañana, partida de dominó o de cartas (guiñote) por la tarde y baile por la noche. En la de San Pedro al ser en época primaveral se hacía también una pequeña romería campestre con una comida con lo que cada familia preparaba.
"Si hacía buen tiempo el baile se hacía en una era y si hacía malo en el salón de Casa Giménez o en el de Molinero que eran los que tenían más amplitud en su interior para hacerlo.
Los bailes no eran nada sofisticados. Recuerdo una orquestina de Rodellar pero lo más habitual era que aparecieran pequeños conjuntos de músicos de los pueblos cercanos que se juntaban para ir de fiesta en fiesta con su violín, su guitarra, su acordeón o trompeta.
Nada especial para los niños excepto en algunos casos que nos daban caramelos y golosinas que algún familiar había traído. Lo normal era que mientras los mayores bailaban o charlaban, los chicos estuviéramos corriendo arriba y abajo o jugando a escondernos.
Había costumbre por parte de las mujeres de preparar esos días cocas de masa de trigo con tocino, cebolla o lo que hubiera por encima, también las había dulces, con mermelada o simplemente azúcar. Un postre delicioso.
Sin embargo la fiesta más divertida que recuerdo en Letosa era la de San Silvestre a finales de año. Los mayores se disfrazaban cada uno con lo que podían, se encendían hogueras y se saltaba y bailaba alrededor del fuego entre gritos y canciones". HERMINIA SALAMERO
Para hacer compras se desplazaban a Rodellar y en raras ocasiones lo hacían a Boltaña siempre aprovechando la visita por algún motivo como podía ser las ferias de ganado.
"Algunos vendedores ambulantes pasaban por Letosa como uno que venía de Os Pacinias con caballerías cargadas de enseres, llevaba de todo, desde tijeras, hilos, dedales, hasta ropas clásicas para caballero y señora traídas de Barcelona.
Su llegada siempre era un acontecimiento y acudíamos todos a ver que llevaba el vendedor.
Con el tiempo se abrían comercios en casas de pueblos cercanos especializados en algo en concreto. En Otín se instaló un comercio de telas traídas desde Cataluña a la que acudíamos las gentes de los pueblos vecinos para comprar paños y telas con las que confeccionar camisas, vestidos e incluso abrigo para el invierno". HERMINIA SALAMERO
Como correspondía a una sociedad y un modo de vida tan austero, de mucho aislamiento y deficientes comunicaciones cada familia solía estar especializada en algún trabajo. Así en el mismo pueblo o en los de alrededor se podía encontrar un albañil, herrero, molinero, esquilador, tejedor, carpintero...
"Tengo que decir que todo lo que se podía hacer en casa, aquí se hacía, incluso el calcero (calzado).
Mi padre tenía un aparejo para fabricar cinchas para los animales con el que también hacía suelas de alpargatas.
Mi madre que era muy buena costurera terminaba las alpargatas añadiendo paño a la tela.
Incluso trabajando el cáñamo y mezclándolo con algodón comprado en Boltaña o en Rodellar se hilaban los hilos con los que el tejedor de Otín nos fabricaba las sábanas. Aun guardo alguna de esas sábanas, son más bastas que las actuales, pero más naturales y frescas". HERMINIA SALAMERO
No había escuela en Letosa, los niños les tocaba asistir a la de Otín, la cual estaba a una hora de camino.
"Nos tocaba levantarnos muy temprano, desayunar las judías cocidas la noche antes con tocino o un tazón de fresao (trigo hervido que a veces llevaba un tropezón de tocino), prepararse la comida en una tartera (una tortilla o un trozo de tocino y pan) y marchar caminando hacía Otín recogiendo por el camino trozos de leña para calentar la estufa de la escuela.
Allí nos juntábamos niños de cinco o seis pueblos distintos, de Otín, Nasarre, San Poliz, Ballabriga, Letosa y en ocasiones los de Alastrué. Alrededor de cuarenta críos, de diferentes edades pero todos aprendiendo más o menos al unísono.
Casi nunca se terminaba un curso completo, ya fuera porque el maestro se iba a mitad de año o bien porque había que ayudar en la casa en épocas de mucho trabajo.
Para las niñas sobre todo ir a la escuela era un lujo. Lo más habitual era que nos enviaran a otras casas "a servir".
Cuando algún pariente o conocido de pueblos cercanos necesitaba alguien que les ayudara para cuidar algún niño enfermo o trabajar en las tareas de la casa ofrecían trabajo a las chicas jóvenes a cambio de darles estudio por la mañana y trabajar por la tarde, por ejemplo. Unas veces si era así pero otras veces el estudio se quedaba en nada y todo era trabajar.
Recuerdo a don Joaquín, el mejor maestro de todos los que tuve. Nos enseñaba a contar con un ábaco y en épocas de mala climatología cuando no podíamos asistir a la escuela era él el que venía por los pueblos montado en alguna caballería para enseñarnos alguna materia". HERMINIA SALAMERO
El médico estaba en Rodellar. Había que llevar al enfermo en una caballería o dar aviso para que viniera el doctor a Letosa.
"El médico que yo recuerdo, no tenía titulo, sino que era practicante. Si la dolencia no era urgente, se aprovechaba cualquier viaje a Rodellar para "entrar a preguntar". Así pasaba que en muchas ocasiones ni siquiera se llegaba a a saber de qué se había muerto alguien". HERMINIA SALAMERO
El cura según los años venía unas veces desde Las Bellostas y otras desde Otín. Se oficiaba misa cada dos o tres semanas.
El cartero venía desde Rodellar.
"El buzón estaba instalado en la fachada de Casa Sierra. Todos los vecinos dejaban allí la correspondencia que el cartero recogía cuando venía por Letosa. Asimismo depositaba allí las cartas que hubiera para el pueblo. Por turno el tiempo que hubieran establecido cada casa le tocaba tener la llave del buzón y se encargaba de repartir la correspondencia". HERMINIA SALAMERO
Andando o en caballería siempre fueron los medios utilizados para ir de un pueblo a otro. Nunca llegó un camino rodado para vehículos.
En los años 50 los vecinos de Letosa hicieron un escrito a la administración correspondiente solicitando la construcción de una pista que fuera apta para el tránsito de carros y poder comunicarse más fácilmente con Boltaña y Rodellar.
Además se pidió la construcción de un puente sobre el río Balcés para no tener que vadearlo a pie y un pequeño embalse para fabricarse ellos mismos la luz.
"En un tablón de Casa Ferrero leí en cierta ocasión un bando del gobierno franquista denegando todas las peticiones que habían solicitado los vecinos de Letosa. Sería sobre el año 52. En él venía a decir que se desestimaban las solicitudes de mejoras para el pueblo que habían pedido porque las tierras de Letosa serían expropiadas para crear un Parque Natural, por lo que todos los vecinos debíamos abandonar el pueblo. Así de cruda y tajante fue la respuesta".
HERMINIA SALAMERO
Ante tal panorama los vecinos fueron marchando en los sucesivos años y para primeros de los 60 Letosa ya estaba vacío.
Unos a Monzón, otros a Barbastro, alguna casa a Huesca y otra a Barcelona.
En 1964 se llevó a cabo la expropiación. Los dueños de las casas fueron citados y allí se les notificó que ya no eran dueños de nada.
Por muy poco dinero el gobierno franquista se cargó un pequeño pueblo que había estado lleno de vida.
Uno más....
A 1025 metros sobre una planicie en la parte norte de la sierra de Guara se asienta el pueblo de Letosa.
Siete casas alineadas en una única calle (San Úrbez) componían esta pequeña población del Somontano de Barbastro.
Nunca conocieron la luz eléctrica en las casas. Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Alrededor de cincuenta personas habitaban Letosa a mediados de siglo XX.
"Nuestro pueblo era un lugar lleno de vida aunque solo tuviera siete casas. ¡Y las recuerdo todas!
Estaban los de Casa Giménez, con ocho hijos y sin apuros económicos. El padre, un hombre muy bueno, fue mi padrino y siempre lo recordaré con cariño.
Los de Casa Molinero también vivían holgadamente con sus cinco hijos. Eran los dueños del molino. Tengo que decir que pese a ser los más pudientes del pueblo eran gente sencilla, siempre ayudaron a quien lo necesitara.
Los de Casa Ferrero, eran parientes nuestros, con sus dos chicos, Lorenzo y José María. ¡Como nos queríamos!. El padre era el herrero de Letosa y de los pueblos cercanos.
Ocho hijos tenían en Casa Blas, tres de ellos ya sirviendo en Barcelona, cuatro había en Casa Jorge y cuatro más en Casa Sierra.
Y tres en mi casa, Javierre. Mi padre, Antonio, era el albañil del pueblo". HERMINIA SALAMERO
Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de trigo, avena, pipirigallo y alfalfa, quedando los pequeños huertos sembrados de patatas, acelgas, remolacha, tomates y judías para el consumo de la casa. El grano se molía en el molino del pueblo situado junto al río Mascún.
Las ovejas y en menor número las cabras conformaban la ganadería de Letosa. Acudía gente de otros pueblos a comprar corderos mientras que las vacas y burros se llevaban a la feria de Boltaña.
"Cada casa disponía de su corral con gallinas, conejos e incluso alguna vaca. Hambre no se pasaba, es lo que hoy se llamaría una economía de subsistencia. Cada casa disponía más o menos de lo necesario para poder vivir durante todo el año.
En cada casa se mataba uno o dos cerdos según las necesidades. Todas las viviendas tenían una bodega subterránea donde la temperatura se mantenía muy fresca y se conservaba la carne de los tocinos. Allí se almacenaban los chorizos, longanizas, perniles y otras viandas que se irían consumiendo durante todo el invierno.
Recuerdo las tinajas donde se mantenían las carnes tapadas con tocino, los arcones donde se acomodaban los perniles salados o las morcillas hechas con sangre, arroz y chicharrones colgadas de percheros de madera que colgaban del techo.
Después de la guerra se impuso el racionamiento y a todos los habitantes de aquellos pueblos nos tocaba ir a Rodellar a buscar lo que correspondía a razón de cuantos vivieran en cada casa: dos kilos de arroz, un kilo de azúcar, un bacalao salado..... y siempre de Rodellar se volvía con vino". HERMINIA SALAMERO
La fiesta mayor se celebraba el 15 de octubre en honor a Santa Teresa de Jesús (años atrás eran para San Úrbez a primeros de diciembre, pero la adversa climatología que se daba en aquellos días de invierno motivó el cambio de fecha).
La fiesta pequeña era el 29 de abril para San Pedro.
Más o menos en ambas se seguía el mismo ritual, misa por la mañana, partida de dominó o de cartas (guiñote) por la tarde y baile por la noche. En la de San Pedro al ser en época primaveral se hacía también una pequeña romería campestre con una comida con lo que cada familia preparaba.
"Si hacía buen tiempo el baile se hacía en una era y si hacía malo en el salón de Casa Giménez o en el de Molinero que eran los que tenían más amplitud en su interior para hacerlo.
Los bailes no eran nada sofisticados. Recuerdo una orquestina de Rodellar pero lo más habitual era que aparecieran pequeños conjuntos de músicos de los pueblos cercanos que se juntaban para ir de fiesta en fiesta con su violín, su guitarra, su acordeón o trompeta.
Nada especial para los niños excepto en algunos casos que nos daban caramelos y golosinas que algún familiar había traído. Lo normal era que mientras los mayores bailaban o charlaban, los chicos estuviéramos corriendo arriba y abajo o jugando a escondernos.
Había costumbre por parte de las mujeres de preparar esos días cocas de masa de trigo con tocino, cebolla o lo que hubiera por encima, también las había dulces, con mermelada o simplemente azúcar. Un postre delicioso.
Sin embargo la fiesta más divertida que recuerdo en Letosa era la de San Silvestre a finales de año. Los mayores se disfrazaban cada uno con lo que podían, se encendían hogueras y se saltaba y bailaba alrededor del fuego entre gritos y canciones". HERMINIA SALAMERO
Para hacer compras se desplazaban a Rodellar y en raras ocasiones lo hacían a Boltaña siempre aprovechando la visita por algún motivo como podía ser las ferias de ganado.
"Algunos vendedores ambulantes pasaban por Letosa como uno que venía de Os Pacinias con caballerías cargadas de enseres, llevaba de todo, desde tijeras, hilos, dedales, hasta ropas clásicas para caballero y señora traídas de Barcelona.
Su llegada siempre era un acontecimiento y acudíamos todos a ver que llevaba el vendedor.
Con el tiempo se abrían comercios en casas de pueblos cercanos especializados en algo en concreto. En Otín se instaló un comercio de telas traídas desde Cataluña a la que acudíamos las gentes de los pueblos vecinos para comprar paños y telas con las que confeccionar camisas, vestidos e incluso abrigo para el invierno". HERMINIA SALAMERO
Como correspondía a una sociedad y un modo de vida tan austero, de mucho aislamiento y deficientes comunicaciones cada familia solía estar especializada en algún trabajo. Así en el mismo pueblo o en los de alrededor se podía encontrar un albañil, herrero, molinero, esquilador, tejedor, carpintero...
"Tengo que decir que todo lo que se podía hacer en casa, aquí se hacía, incluso el calcero (calzado).
Mi padre tenía un aparejo para fabricar cinchas para los animales con el que también hacía suelas de alpargatas.
Mi madre que era muy buena costurera terminaba las alpargatas añadiendo paño a la tela.
Incluso trabajando el cáñamo y mezclándolo con algodón comprado en Boltaña o en Rodellar se hilaban los hilos con los que el tejedor de Otín nos fabricaba las sábanas. Aun guardo alguna de esas sábanas, son más bastas que las actuales, pero más naturales y frescas". HERMINIA SALAMERO
No había escuela en Letosa, los niños les tocaba asistir a la de Otín, la cual estaba a una hora de camino.
"Nos tocaba levantarnos muy temprano, desayunar las judías cocidas la noche antes con tocino o un tazón de fresao (trigo hervido que a veces llevaba un tropezón de tocino), prepararse la comida en una tartera (una tortilla o un trozo de tocino y pan) y marchar caminando hacía Otín recogiendo por el camino trozos de leña para calentar la estufa de la escuela.
Allí nos juntábamos niños de cinco o seis pueblos distintos, de Otín, Nasarre, San Poliz, Ballabriga, Letosa y en ocasiones los de Alastrué. Alrededor de cuarenta críos, de diferentes edades pero todos aprendiendo más o menos al unísono.
Casi nunca se terminaba un curso completo, ya fuera porque el maestro se iba a mitad de año o bien porque había que ayudar en la casa en épocas de mucho trabajo.
Para las niñas sobre todo ir a la escuela era un lujo. Lo más habitual era que nos enviaran a otras casas "a servir".
Cuando algún pariente o conocido de pueblos cercanos necesitaba alguien que les ayudara para cuidar algún niño enfermo o trabajar en las tareas de la casa ofrecían trabajo a las chicas jóvenes a cambio de darles estudio por la mañana y trabajar por la tarde, por ejemplo. Unas veces si era así pero otras veces el estudio se quedaba en nada y todo era trabajar.
Recuerdo a don Joaquín, el mejor maestro de todos los que tuve. Nos enseñaba a contar con un ábaco y en épocas de mala climatología cuando no podíamos asistir a la escuela era él el que venía por los pueblos montado en alguna caballería para enseñarnos alguna materia". HERMINIA SALAMERO
El médico estaba en Rodellar. Había que llevar al enfermo en una caballería o dar aviso para que viniera el doctor a Letosa.
"El médico que yo recuerdo, no tenía titulo, sino que era practicante. Si la dolencia no era urgente, se aprovechaba cualquier viaje a Rodellar para "entrar a preguntar". Así pasaba que en muchas ocasiones ni siquiera se llegaba a a saber de qué se había muerto alguien". HERMINIA SALAMERO
El cura según los años venía unas veces desde Las Bellostas y otras desde Otín. Se oficiaba misa cada dos o tres semanas.
El cartero venía desde Rodellar.
"El buzón estaba instalado en la fachada de Casa Sierra. Todos los vecinos dejaban allí la correspondencia que el cartero recogía cuando venía por Letosa. Asimismo depositaba allí las cartas que hubiera para el pueblo. Por turno el tiempo que hubieran establecido cada casa le tocaba tener la llave del buzón y se encargaba de repartir la correspondencia". HERMINIA SALAMERO
Andando o en caballería siempre fueron los medios utilizados para ir de un pueblo a otro. Nunca llegó un camino rodado para vehículos.
En los años 50 los vecinos de Letosa hicieron un escrito a la administración correspondiente solicitando la construcción de una pista que fuera apta para el tránsito de carros y poder comunicarse más fácilmente con Boltaña y Rodellar.
Además se pidió la construcción de un puente sobre el río Balcés para no tener que vadearlo a pie y un pequeño embalse para fabricarse ellos mismos la luz.
"En un tablón de Casa Ferrero leí en cierta ocasión un bando del gobierno franquista denegando todas las peticiones que habían solicitado los vecinos de Letosa. Sería sobre el año 52. En él venía a decir que se desestimaban las solicitudes de mejoras para el pueblo que habían pedido porque las tierras de Letosa serían expropiadas para crear un Parque Natural, por lo que todos los vecinos debíamos abandonar el pueblo. Así de cruda y tajante fue la respuesta".
HERMINIA SALAMERO
Ante tal panorama los vecinos fueron marchando en los sucesivos años y para primeros de los 60 Letosa ya estaba vacío.
Unos a Monzón, otros a Barbastro, alguna casa a Huesca y otra a Barcelona.
En 1964 se llevó a cabo la expropiación. Los dueños de las casas fueron citados y allí se les notificó que ya no eran dueños de nada.
Por muy poco dinero el gobierno franquista se cargó un pequeño pueblo que había estado lleno de vida.
Uno más....
Los pueblos deshabitados
lospueblosdeshabitados.blogspot.com