El gran complejo penitenciario de la Alhambra
Los trabajos de adecuación de la mayor mazmorra alhambreña muestran la difícil vida de los prisioneros en la época nazarí
La mazmorra de la Alhambra, en Granada. PEPE MARIN
El orificio de entrada era de algo más de dos metros. La luz llegaba con dificultad el fondo de la estancia, apenas un rato cada día, cuando el sol se encontraba justo encima de la embocadura de la mazmorra. El resto del tiempo, la penumbra, la humedad y el frío se apoderaban del recinto. Los sultanes nazaríes no construían mazmorras a nivel del suelo. Las construían en el subsuelo. Y poco tenían que ver con sus palacios. Agujeros subterráneos de entrada estrecha y base amplia, con paredes de piedra descarnada y acceso solo posible a través de una soga. Sin otra entrada posible, la posibilidad de escaparse era ínfima.
En el caso de la mayor prisión de la Alhambra, la mazmorra Grande del Secano, el prisionero debía dejarse caer por una cuerda hasta descender los 8,5 metros de altura, la distancia que separaba la entrada del suelo. Allí abajo, los recibía la humedad de la tierra, el frío del ambiente y la compañía de otros que ya conocían el percal, un círculo de algo más de 10 metros de diámetro en los que convivir hasta que algo pasara. Esta mazmorra, en la parte más alta de la Alhambra, en la colina de la Sabika, configura, junto a otras nueve, el mayor complejo penitenciario de la ciudad nazarí. No en vano, se sitúan junto a la Puerta de los nueve suelos o, según el nombre original nazarí, la Puerta de los pozos.
Pero como explica Jesús Bermúdez, conservador jefe de la Alhambra, "todo en el mundo nazarí tienen una doble función; todo es polivalente". La mazmorra, de hecho, no siempre estuvo habitada por prisioneros. Durante mucho tiempo, desde hace más de seis siglos, esa función carcelaria se alternó con la de almacenamiento. Para este uso, posiblemente, cuando se construyeron entradas más fáciles. Se dotó al agujero con una galería de acceso de 20 metros. Este complejo carcelario fue, alternativamente, un espacio de silos en los que se almacenaba "todo lo necesario para los trabajos de los talleres y las industrias que los sultanes necesitaban", explica Bermúdez. El conjunto de silos-mazmorras está situado en la zona alta de la Alhambra, en la zona que une la Torre del Agua, cercana ya al Generalife, con el Palacio de Abencerrajes, "la más aireada, la que convenía a las industrias nazaríes que desprendían olores y provocaban mucho ruido. También la más cercana al abastecimiento de agua". Su situación era también perfecta para esto. Almacenaron–probablemente, porque hasta este momento no se han encontrado restos de materiales "porque aún no se han realizado los trabajos arqueológicos que permitirían llegar al suelo original"– granos, semillas, especias, materiales, quizá pieles o pigmentos. En la superficie cercana, cuenta Bermúdez, "se encontraban los hornos de cerámica y vidrio, así como una tenería con varias albercas" para curtir y tintar el cuero.
https://elpais.com/cultura/2018/04/13/actualidad/1523638288_766573.html
Los trabajos de adecuación de la mayor mazmorra alhambreña muestran la difícil vida de los prisioneros en la época nazarí
La mazmorra de la Alhambra, en Granada. PEPE MARIN
El orificio de entrada era de algo más de dos metros. La luz llegaba con dificultad el fondo de la estancia, apenas un rato cada día, cuando el sol se encontraba justo encima de la embocadura de la mazmorra. El resto del tiempo, la penumbra, la humedad y el frío se apoderaban del recinto. Los sultanes nazaríes no construían mazmorras a nivel del suelo. Las construían en el subsuelo. Y poco tenían que ver con sus palacios. Agujeros subterráneos de entrada estrecha y base amplia, con paredes de piedra descarnada y acceso solo posible a través de una soga. Sin otra entrada posible, la posibilidad de escaparse era ínfima.
En el caso de la mayor prisión de la Alhambra, la mazmorra Grande del Secano, el prisionero debía dejarse caer por una cuerda hasta descender los 8,5 metros de altura, la distancia que separaba la entrada del suelo. Allí abajo, los recibía la humedad de la tierra, el frío del ambiente y la compañía de otros que ya conocían el percal, un círculo de algo más de 10 metros de diámetro en los que convivir hasta que algo pasara. Esta mazmorra, en la parte más alta de la Alhambra, en la colina de la Sabika, configura, junto a otras nueve, el mayor complejo penitenciario de la ciudad nazarí. No en vano, se sitúan junto a la Puerta de los nueve suelos o, según el nombre original nazarí, la Puerta de los pozos.
Pero como explica Jesús Bermúdez, conservador jefe de la Alhambra, "todo en el mundo nazarí tienen una doble función; todo es polivalente". La mazmorra, de hecho, no siempre estuvo habitada por prisioneros. Durante mucho tiempo, desde hace más de seis siglos, esa función carcelaria se alternó con la de almacenamiento. Para este uso, posiblemente, cuando se construyeron entradas más fáciles. Se dotó al agujero con una galería de acceso de 20 metros. Este complejo carcelario fue, alternativamente, un espacio de silos en los que se almacenaba "todo lo necesario para los trabajos de los talleres y las industrias que los sultanes necesitaban", explica Bermúdez. El conjunto de silos-mazmorras está situado en la zona alta de la Alhambra, en la zona que une la Torre del Agua, cercana ya al Generalife, con el Palacio de Abencerrajes, "la más aireada, la que convenía a las industrias nazaríes que desprendían olores y provocaban mucho ruido. También la más cercana al abastecimiento de agua". Su situación era también perfecta para esto. Almacenaron–probablemente, porque hasta este momento no se han encontrado restos de materiales "porque aún no se han realizado los trabajos arqueológicos que permitirían llegar al suelo original"– granos, semillas, especias, materiales, quizá pieles o pigmentos. En la superficie cercana, cuenta Bermúdez, "se encontraban los hornos de cerámica y vidrio, así como una tenería con varias albercas" para curtir y tintar el cuero.
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