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Bretaña: las playas más románticas y cinéfilas del año
‘Retrato de una mujer en llamas’ y la Costa Salvaje francesa: el romance más apasionado e inspirador de este otoño.
La Costa Salvaje francesa. © Retrato de una mujer en llamas
“En una isla aislada de Bretaña, a finales del siglo XVIII, una pintora es obligada a realizar un retrato de bodas a una joven dama”. Esa es la sinopsis de Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma (estreno 18 de octubre). La isla aislada de Bretaña es tan protagonista como sus dos protagonistas: la joven retratista y la joven retratada.
Marianne llega a las playas de esta isla arrastrando sus materiales de pintura. Allí, aislado, encuentra el castillo en el que vive Héloïse, con su madre y su sirvienta. Marianne ha sido contratada por la Condesa, la madre, para retratar en secreto a su hija. Necesitan el cuadro para mandárselo a su prometido en Milán, con el que está obligada a casarse después de la repentina muerte de su hermana. Héloïse se resiste al matrimonio a negándose a que la pinten. Marianne empieza a observarla en secreto, a tomar las medidas de su rostro y su cuerpo sin palabras, sin lápices, al aire. Después, pinta esos recuerdos por las noches. Cuando Héloïse descubre el engaño y el retrato, no se siente ella sobre el lienzo, pero acepta ahora la mirada de Marianne, una mirada cómplice y colaborativa. Una mirada apasionada y romántica.
Héloïse y Marianne: otra mirada. © Karma Films
“Retrato de una mujer en llamas es el retrato de una relación”, dice Sciamma, directora francesa de culto después de su “trilogía de autodescubrimiento”: Water Lillies, Tomboy y Girlhood. En este, su cuarto filme, se dedica a descubrir al otro, la identidad sexual de la otra persona, el amor adulto, “un amor igualitario, horizontal”, en el que no hay nadie por encima. No hay musa ni artista.
De un brochazo se carga los estereotipos del arte patriarcal y además recuerda a los historiadores de arte que en el siglo XVIII hubo muchas mujeres artistas. Ella mira de otra forma a sus actrices y ellas la miran de otra forma. Es también un poco un historia autobiográfica, ya que Héloïse está interpretada por su pareja, la actriz Adèle Haenel.
Acantilados protegido en la Bretaña francesa. © Karma Films
Tal premisa, tal historia necesitaba un espacio visualmente impactante. Una luz natural, especial. Hasta ahora, aunque había rodado historias de banlieue francesas casi siempre había trabajado en estudios, para Retrato de una mujer en llamas quería naturaleza, el romance entre estas dos mujeres lo pedía, lo exigía. Y lo tuvo claro: la isla aislada de Bretaña debía situarla en Bretaña.
En concreto, encontró su rincón perfecto en Saint-Pierre-Quiberon, en la llamada Costa Salvaje de la Bretaña franecesa. “Una zona abierta al público, pero reservada y protegida, en la que no se puede construir”, explica Sciamma, que ganó en el pasado Festival de Cannes el premio al mejor guion y la Palma de Oro Queer. “Es una costa preciosa”. Muy popular en verano, un destino perfecto en otoño.
Port Bara en Saint-Pierre-Quiberon. © Karma Films
Acantilados escarpados, construcciones rocosas arbitrarias, un mar enrabietado, arena amarilla y una luz otoñal. Por esos lugares pasean Héloïse y Marianne. Un paisaje nostálgico, vivido. Un lugar de experimentar y recordar siempre, como el romance que viven y Sciamma cuenta en esas dos capas, la del presente y la del recuerdo.
“Pasamos mucho tiempo pensando en la luz e intentando lograrla”, explica Sciamma. “Con mi directora de fotografía, Claire Mathon, le dimos muchas vueltas, no queríamos tirar de referencias de cuadros de la época, aunque sabíamos que la gente diría que todos los planos son como cuadros. Claro, cine y pintura están muy relacionados y los dos trabajan con el encuadre. Pero queríamos que simplemente fuera bonito”.
En otoño, esta costa está así de sola. © Karma Films
El castillo también es una localización real, aunque en este caso lo encontraron en un pueblo a las afueras de París. “Es el ayuntamiento, un castillo de verdad, en el que no tuvimos que tocar nada, ni siquiera los colores de las paredes, ese azul, era el que habríamos querido y así lo dejamos”, continúa la directora. “La paradoja de componer desde la realidad”.
Como la paradoja de que Retrato de una mujer en llamas hable del presente, mirando al pasado. Sciamma se ha tenido que ir a contar una historia en el siglo XVIII para clavar una instantánea del mundo post-Me Too. “La película es un producto de todo esto que hemos vivido y estoy contenta de que pueda ser coetánea a este movimiento feminista para que un nuevo arte pueda surgir”, dice. Desde la Costa Salvaje de Bretaña al mundo.
Costa Salvaje y nostálgica. © Karma Films
https://www.traveler.es/experiencia...en-llamas-costa-salvaje-bretana-francia/16335
‘Retrato de una mujer en llamas’ y la Costa Salvaje francesa: el romance más apasionado e inspirador de este otoño.
La Costa Salvaje francesa. © Retrato de una mujer en llamas
“En una isla aislada de Bretaña, a finales del siglo XVIII, una pintora es obligada a realizar un retrato de bodas a una joven dama”. Esa es la sinopsis de Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma (estreno 18 de octubre). La isla aislada de Bretaña es tan protagonista como sus dos protagonistas: la joven retratista y la joven retratada.
Marianne llega a las playas de esta isla arrastrando sus materiales de pintura. Allí, aislado, encuentra el castillo en el que vive Héloïse, con su madre y su sirvienta. Marianne ha sido contratada por la Condesa, la madre, para retratar en secreto a su hija. Necesitan el cuadro para mandárselo a su prometido en Milán, con el que está obligada a casarse después de la repentina muerte de su hermana. Héloïse se resiste al matrimonio a negándose a que la pinten. Marianne empieza a observarla en secreto, a tomar las medidas de su rostro y su cuerpo sin palabras, sin lápices, al aire. Después, pinta esos recuerdos por las noches. Cuando Héloïse descubre el engaño y el retrato, no se siente ella sobre el lienzo, pero acepta ahora la mirada de Marianne, una mirada cómplice y colaborativa. Una mirada apasionada y romántica.
Héloïse y Marianne: otra mirada. © Karma Films
“Retrato de una mujer en llamas es el retrato de una relación”, dice Sciamma, directora francesa de culto después de su “trilogía de autodescubrimiento”: Water Lillies, Tomboy y Girlhood. En este, su cuarto filme, se dedica a descubrir al otro, la identidad sexual de la otra persona, el amor adulto, “un amor igualitario, horizontal”, en el que no hay nadie por encima. No hay musa ni artista.
De un brochazo se carga los estereotipos del arte patriarcal y además recuerda a los historiadores de arte que en el siglo XVIII hubo muchas mujeres artistas. Ella mira de otra forma a sus actrices y ellas la miran de otra forma. Es también un poco un historia autobiográfica, ya que Héloïse está interpretada por su pareja, la actriz Adèle Haenel.
Acantilados protegido en la Bretaña francesa. © Karma Films
Tal premisa, tal historia necesitaba un espacio visualmente impactante. Una luz natural, especial. Hasta ahora, aunque había rodado historias de banlieue francesas casi siempre había trabajado en estudios, para Retrato de una mujer en llamas quería naturaleza, el romance entre estas dos mujeres lo pedía, lo exigía. Y lo tuvo claro: la isla aislada de Bretaña debía situarla en Bretaña.
En concreto, encontró su rincón perfecto en Saint-Pierre-Quiberon, en la llamada Costa Salvaje de la Bretaña franecesa. “Una zona abierta al público, pero reservada y protegida, en la que no se puede construir”, explica Sciamma, que ganó en el pasado Festival de Cannes el premio al mejor guion y la Palma de Oro Queer. “Es una costa preciosa”. Muy popular en verano, un destino perfecto en otoño.
Port Bara en Saint-Pierre-Quiberon. © Karma Films
Acantilados escarpados, construcciones rocosas arbitrarias, un mar enrabietado, arena amarilla y una luz otoñal. Por esos lugares pasean Héloïse y Marianne. Un paisaje nostálgico, vivido. Un lugar de experimentar y recordar siempre, como el romance que viven y Sciamma cuenta en esas dos capas, la del presente y la del recuerdo.
“Pasamos mucho tiempo pensando en la luz e intentando lograrla”, explica Sciamma. “Con mi directora de fotografía, Claire Mathon, le dimos muchas vueltas, no queríamos tirar de referencias de cuadros de la época, aunque sabíamos que la gente diría que todos los planos son como cuadros. Claro, cine y pintura están muy relacionados y los dos trabajan con el encuadre. Pero queríamos que simplemente fuera bonito”.
En otoño, esta costa está así de sola. © Karma Films
El castillo también es una localización real, aunque en este caso lo encontraron en un pueblo a las afueras de París. “Es el ayuntamiento, un castillo de verdad, en el que no tuvimos que tocar nada, ni siquiera los colores de las paredes, ese azul, era el que habríamos querido y así lo dejamos”, continúa la directora. “La paradoja de componer desde la realidad”.
Como la paradoja de que Retrato de una mujer en llamas hable del presente, mirando al pasado. Sciamma se ha tenido que ir a contar una historia en el siglo XVIII para clavar una instantánea del mundo post-Me Too. “La película es un producto de todo esto que hemos vivido y estoy contenta de que pueda ser coetánea a este movimiento feminista para que un nuevo arte pueda surgir”, dice. Desde la Costa Salvaje de Bretaña al mundo.
Costa Salvaje y nostálgica. © Karma Films
https://www.traveler.es/experiencia...en-llamas-costa-salvaje-bretana-francia/16335