Ciclismo, los esforzados de la ruta.

El templo de los escaladores
El Tourmalet, la cima más veces transitada y donde ‘nacieron’ Merckx e Induráin, es hoy por tercera vez final de etapa
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Madrugada del martes 6 de julio de 1926. Los ciclistas del Tour ya pedalean sobre los 326 kilómetros entre Baiona y Luchón. El Aubisque, el Tourmalet, el Aspin y el Peyresourde. Bicicletas de hierro. Sin cambios de velocidad. A riñonazos. Y encima llovía si parar. El Tourmalet era un camino de lodo, una ciénaga. Arenas movedizas. Niebla. A ciegas. El italiano Bottechia, tan duro él, había pasado llorando la cima del Aubisque. Todos iban congelados. La organización de la carrera temió que nadie pudiera coronar el Tourmalet. La hilera doliente de ciclistas de barro arremetió contra la montaña. Muchos se perdieron porque no se distinguía el camino. Otros se refugiaron en cabañas de pastores. Algunos maldecían por la rotura de sus bicicletas. Y un belga, Tailleu, apareció el primero en la cumbre. Aquel día, según los historiadores del Tour, fue el más cruel de la historia centenaria de la ronda gala. El Tourmalet, claro, estuvo implicado. Hoy vuelve y como final de la decimocuarta etapa. Los escaladores como Landa irán a por él.

En este puerto cabe la historia del Tour, hecha de muchas verdades y de una maravillosa mentira telegrafiada en 1910 por el periodista Alphonse Steinés a su director, Henry Desgrange, dueño de la ronda gala: «Atravesado Tourmalet. Stop. Muy buena ruta. Stop. Perfectamente practicable. Stop». Steinés ocultó la verdad para no disgustar a su jefe. En realidad no pudo subir el puerto en coche. La nieve no le dejó. Trató de hacerlo a pie, de noche, y se perdió. Estuvo a punto de perecer de frío y cuando su situación era desesperada, milagro, vio un luz, una casa. En cuanto lo reanimaron corrió a la oficina del telégrafo a enviar la patraña que ha alumbrado las mejores páginas del Tour.

‘Tourmalet’ quiere decir ‘mal desvío’. Hasta el nombre asusta. ¿Por qué se suben las montañas? Porque están ahí, repiten los alpinistas. Son un reto a la vista. El Tourmalet es el puerto de la Grande Boucle que más veces se ha escalado, 82 hasta ahora. En dos ocasiones ha sido final de etapa, en 1974, con victoria de Pierre Danguillaume, y en 2010, cuando Andy Schleck cruzó la raya el primero y casi en paralelo a Contador. Hoy espera con su tercera meta en más de un siglo de vida. Es una etapa de formato moderno, breve y explosiva. Sale desde Tarbes y corre hacia la cuesta del Soulor (11,9 kilómetros al 7,8% de desnivel). Baja por la ladera de Bareges, algo menos dura, y trepa los 19 kilómetros del Tourmalet (al 7,4%). El cartel donde se lee la altitud de la cima, 2.115 metros, es la pancarta final.



En esta mole nacieron fenómenos como Eddy Merckx en 1969, con una cabalgada loca e innecesaria cuando ya era líder destacado. Lo hizo para hacer historia. Casi 140 kilómetros en fuga desde las últimas rampas del Tourmalet hasta la meta. Bestia. El primero de sus cinco Tours. Lo mismo pasó con Miguel Induráin. El Tour que abrió su cuenta de cinco fue el de 1991 y todo comenzó con un fuga en esta cuesta con la compañía de Chiapucci. El Tourmalet asiste a nacimientos y a entierro.s Aquí buscó Bernard Hinault en 1986 su sexta victoria en la Grande Boucle y aquí empezó a perderla.

De domar al Tourmalet sabe, y bien, Federico Martín Bahamontes, el primero en 1954, 1962, 1963 y 1964. El ‘Águila de Toledo’ ha cumplido ya 91 años. Es el vencedor del Tour con más edad que sigue vivo. Lo ganó justo hace 60 años. Y le ha prometido a Christian Prudhomme, patrón de la carrera, que estará el último día en París para recibir al ganador final. Alaphilippe y Thomas son los mejor colocados por ahora. A ver qué dice hoy el Tourmalet.
https://www.abc.es/deportes/ciclismo/abci-tour-francia-templo-escaladores-201907200111_noticia.html
 
El Tour se decide a la altura del cielo
La primera de las tres etapas alpinas incluye las subidas al col de Vars, el Izoard y el Galibier, un puerto que ha marcado la historia de la ronda
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Cuando Henri Desgrange, patrón del Tour, vio a Federico Ezquerra en el Galibier durante el Tour de 1934, exclamó: «Oh, Sappey! ¡Oh, Laffrey! ¡Oh, puerto de Bayard! ¡Oh, Tourmalet! Tengo el deber de proclamar que al lado del Galibier sois como un pálido y vulgar animalillo. Ante este gigante sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia». Ese mito de piedra es hoy el final de la primera etapa alpina, el capítulo inicial de un juicio en tres entregas que designará al vencedor de esta edición que concluirá el domingo en París.

Colgado a 2.642 metros de altitud entre Briançon y Valloire, el Galibier es una frontera natural. Separa valles y personas. Elige a los mejores ciclistas desde que el Tour lo descubrió en 1911. Incluso decide entre la vida y la muerte. Entre Federico Ezquerra, que asombró al mundo al coronar la mole en 1934 y 1936, y Francisco Cepeda, que en una de esas curvas se mató en 1935 mientras descendía. Los dos eran vizcaínos. Cepeda, de Sopuerta; Ezquerra, de Gordexola. Casi vecinos. A los dos los separó el Galibier.

Ezquerra es un fecha: 10 de julio de 1934. Aquel Tour le había mortificado. Era un calvario. Casi un campo de concentración. Hasta que llegó la séptima etapa, de 229 kilómetros entre Aix-les-Bains y Grenoble, con el Galibier en el camino. Sin cambios de velocidad en las bicicletas. Ezquerra, que había sufrido el pinchazo de una rueda, inició la cuesta entre los últimos. Más de 30 kilómetros.

Alcanzó a su compañeros Cañardo. «¿Cuántos quedan por delante?». El navarro se encogió de hombros. Luego cogió a Trueba, que le dio más información: «Deben de quedar pocos ya». Eso animó a Ezquerra. Siguió. Volaba para admiración de Desgrange. Y ya al final vio al último, a René Vietto, ídolo francés. El público empujaba a corredor galo para alejarlo del vizcaíno. Trataron incluso de cerrarle el paso. Tuvo que sacar la bomba de inflar y arremeter contra los fanáticos. Así desbrozó la ruta y pasó primero por la cima. Marcó el récord: una hora y 58 minutos.

«Es como si la naturaleza hubiera hecho el Galibier para el Tour», anunció Desgrange. A esa frase le pusieron luego contenido Bartali, Coppi, Gaul, Bahamontes, Merckx, Induráin... Y Pantani, que en 1998 salvó aquella edición emponzoñada por el ‘caso Festina’ gracias a su coraje y a esta montaña. Sepultó a Jan Ullrich, congelado en pleno verano por el frío de este techo del Tour.

El Galibier, monte sin ruido, siempre habla claro. En la Grande Boucle de 2011, Andy Schleck firmó allí su mejor etapa. Era similar a la de hoy. Arrancó en el escenario lunar del Izoard (14 km. al 7,3%), bajó hasta Briançon y se enfrentó en solitario a las largas rectas cuesta arriba del Lautaret, la entrada al Galibier (23 km. al 5,1%) por esta vertiente. Nunca, ni antes y después, Schleck llegó tan arriba. Destrozó a Contador y puso contra las cuerdas a Evans, ganador final de aquella edición recordada por la gesta de Schleck y por la reacción de Contador al día siguiente, cuando, de nuevo en el Galibier, atacó enrabietado desde la salida y destrozó la carrera. Este templo es el escenario perfecto para ganar y perder a lo grande. Eso dicta la memoria del Tour.
https://www.abc.es/deportes/ciclismo/abci-tour-decide-altura-cielo-201907250155_noticia.html
 
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