Cementerios. Arquitecturas y curiosidades.

El metro cuadrado en Hong Kong es más caro para los muertos que para los vivos

China se enfrenta a la falta de espacio para dar sepultura a sus muertos, con precios desorbitados y sin expectativas de que se habiliten nuevos cementerios

El Gobierno trata de promover que los familiares guarden las cenizas en sus hogares y los entierros verdes y ecológicos, en jardines conmemorativos

Existen varios proyectos en marcha para crear cruceros que hagan las veces de cementerios flotantes, aunque su desarrollo será lento

Matthew Keegan - Hong Kong
24/04/2019 - 21:32h
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Imagen de archivo de un cementerio en Hong Kong. EFE


Morirse es caro: cada vez más chinos se entierran en frascos biodegradables


Un nicho pequeño con apenas capacidad para albergar una urna llega a costar hasta 208.000 euros. Las opciones se agotan en Hong Kong, una ciudad en la que 200.000 urnas con cenizas esperan un sitio donde descansar en paz.

"El metro cuadrado es más caro para los muertos que para los vivos", afirma Kwok Hoi Pong, director de la Asociación de Negocios Funerarios de Hong Kong. "Un nicho para una urna en un cementerio privado con una buena ubicación puede llegar a costar hasta 208.000 euros. Esto es lo que sucede en Hong Kong", afirma.

Las parcelas de tierra en los cementerio se cotizan a precios que oscilan entre 350.000 y 580.000 euros, y aún así encontrar un sitio disponible se convierte en una odisea en una ciudad de casi 7,400 millones de habitantes. El espacio es tan escaso que el 90% de las 48.000 personas que mueren cada año en Hong Kong son cremadas. Y hasta encontrar un lugar en el que guardar las cenizas se está volviendo prácticamente imposible.

Un nicho común, del tamaño de una caja de zapatos, en un sepulcro público cuesta 315 euros, y tiene un plazo de espera de más de cuatro años. Los que no quieren esperar tanto deben pagar mucho más y buscar cementerios privados. Teniendo en cuenta que las propiedades inmobiliarias más caras de Hong Kong se venden por 20.400 euros el metro cuadrado, sale más caro el metro cuadrado para los muertos que para los vivos.

Cuando el noviembre pasado falleció su madre, Cecilia Chan, profesora de trabajo social en la Universidad de Hong Kong, decidió cremarla y esparcir sus cenizas en un jardín conmemorativo, algo que se conoce en la ciudad como un entierro verde.

Si bien Chan admite que un entierro verde es "una de las opciones más pragmáticas en una ciudad tan abarrotada y costosa", la alternativa no es popular. "Siguiendo las costumbres tradicionales chinas, preferimos guardar las cenizas de nuestros ancestros en un cementerio", explica Kwok. "Un lugar físico donde poder presentar nuestros respetos, hacer ofrendas y recibir bendiciones. Muchos chinos son aún muy conservadores", relata.

La preocupación de que los servicios funerarios de la ciudad estaban aprovechándose de la inmensa demanda y la desesperación de la gente, el Gobierno presentó en 2017 la Ley de Cementerios Privados. La regulación obliga a los operadores a volver a solicitar la licencia y cumplir con requisitos más estrictos. Sin embargo, hasta ahora no se ha aprobado ningún permiso y los críticos temen que la medida no aliviará los costes.

"Dado que sólo algunos de los sepulcros cumplirán los requisitos para obtener la licencia, creo que el precio de los nichos subirá porque es una situación de libre mercado", dice Kwok. "Calculamos que el precio de los nichos aumentará en un 30% cuando se otorguen nuevas licencias a servicios privados", apunta.

Betsy Ma, directora de ventas de Servicios Funerarios Sage, calcula que actualmente en Hong Kong las cenizas de unas 200.000 personas esperan a que se quede un espacio disponible. Durante este impás, muchos optan por alquilar un espacio en las funerarias por entre 34 y 90 euros al mes.

Para hacer frente a la demanda, creatividad. En 2012, la consultora de diseño Bread Studio propuso convertir un transatlántico en un cementerio al que quieren llamar Eternidad Flotante, que tendría espacio para almacenar las cenizas de 370.000 personas. Esta semana, sin embargo, la empresa ha anunciado que los estudios de viabilidad van lentos y que siguen esperando la respuesta de clientes y consultores. Años después, en 2016, una propuesta similar trató de buscar inversores para convertir un crucero en un cementerio flotante con restaurantes, un hotel y espacio para 48.000 urnas.

Junto a la iniciativa privada, el Gobierno, a través del Departamento de Alimentos e Higiene Medioambiental lleva décadas promoviendo los entierros verdes y ecológicos. No es tarea sencilla: esparcir cenizas en jardines conmemorativos o en el mar va contra las creencias tradicionales chinas. El año pasado apenas hubo 7.046 entierros verdes en Hong Kong, menos del 15% del total.

Además de publicidades y esfuerzos de promoción, el Gobierno ha lanzado un sitio web específicamente para promover los entierros verdes. Este año, también se ha aumentado la cantidad de jardines conmemorativos en Hong Kong a un total de catorce.

"A largo plazo, con nuestros esfuerzos esperamos que los entierros verdes tengan una mayor aceptación y se conviertan en la forma más elegida de esparcir las cenizas de nuestros seres queridos", afirma Florence Wong, portavoz de la Agencia de Alimentos y Sanidad. "El Gobierno ha tomado medidas activas para cambiar gradualmente la mentalidad y la cultura local, con la esperanza de que esta opción ecológica y sustentable sea más aceptada", concluye.

Algunos creen que las autoridades también deberían promover la conservación de las cenizas de sus familiares en sus hogares. Algo que también va en contra la tradición, que considera que los vivos y los muertos no deben mezclarse para evitar la aparición de fantasmas.

Mientras tanto, los que prefieren conservar las cenizas de sus ancestros en un cementerio público tiene que aguardar largas listas de espera porque no hay nichos nuevos en la ciudad.

"Es frustrante, por decir algo", asegura Stephanie Fung, oficinista de 51 años cuyo padre falleció hace dos años. "Mi padre no quería que sus cenizas fueran esparcidas en cualquier lado. Hace más de un año que tenemos las cenizas guardadas en la funeraria, pero no me gusta la sensación de que esté en un limbo. No siento que sea respetuoso. No estaré tranquila hasta que consigamos un nicho", comenta.

Ante la difícil situación en Hong Kong, algunas personas cruzan a la provincia de Cantón, en la China continental. Allí la situación no mejora demasiado, el precio de las parcelas de entierro permanente se ha multiplicado por diez en la última década, llegando a los 13.000 euros. Un nicho en un cementerio en Macao, a una hora de ferry de Hong Kong, puede costar 113.000 euros.

Las autoridades trabajan para aumentar la disponibilidad de nichos públicos con la construcción de tres proyectos que ofrecerían un total de 208.000 y que se terminarían de completar este año. El espacio será adjudicado al azar por medio de un sorteo automático, un sistema que a muchos les parece injusto. A largo plazo, se considera que la provisión de nuevos nichos no es sustentable.

"Pronto la única opción será el entierro verde o tener las cenizas en casa", señala Kwok. "La gente no tendrá más opciones. La realidad es que en Hong Kong ya no tenemos espacio ni para los muertos", sentencia.

Traducido por Lucía Balducci

https://www.eldiario.es/theguardian/metro-cuadrado-Hong-Kong-muertos_0_891711460.html
 
El mayor cementerio de América de esclavos africanos está abandonado a su suerte


Sin apoyo económico público, uno de los centros de memoria histórica sobre la esclavitud más importantes del continente está abocado al cierre

Una reforma de una casa lo sacó a la luz en 1996 en la zona portuaria de Río de Janeiro, donde se descubrieron los restos mortales de decenas de miles de personas

La directora, antigua dueña de la casa, reconoce estar "desesperada" y baraja lanzar una campaña de donaciones individuales para evitar el cierre

Víctor David López - Río de Janeiro (Brasil)
19/05/2019 - 21:12h
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Imagen de las excavaciones en el cementerio dos Pretos Novos. INSTITUTO PRETOS NOVOS

Brasil

Irenice Rodrigues, la campeona negra de atletismo que la dictadura brasileña borró del mapa


Los albañiles avisaron a Merced Guimarães y a su marido Petrúcio: cavando un agujero en la reforma de su casa del barrio de Gamboa, zona portuaria de Río de Janeiro, habían encontrado unos huesos. Parecían restos humanos. Pensaron que podía tratarse de algún asesinato y avisaron al departamento de homicidios de la Policía. Era enero de 1996, y no estaban ante los restos de un asesinato, sino ante la mayor necrópolis de esclavos de América, un capítulo arrinconado de la historia del país que aún remueve conciencias.

Bajo el número 36 de la calle Pedro Ernesto se hallaba el denominado Cementerio dos Pretos Novos [cementerio de los negros nuevos, en referencia a los africanos esclavizados recién llegados en los navíos europeos]. Los historiadores y los arqueólogos lo habían perdido de vista hacía décadas, pero existía documentación suficiente para confirmar que allí se acumularon decenas de miles de cuerpos que, apilados en condiciones humillantes en las bodegas de los barcos e infectados de escorbuto y viruela, llegaron muertos o fallecieron nada más pisar Brasil.

"El ayuntamiento vino a casa y nos pidieron que parásemos la obra", cuenta Merced Guimarães a eldiario.es, 23 años después. "Tenían ganas de investigar". Pero los trabajos se retrasaban demasiado y además les amenazaban con expropiarles el terreno. El hallazgo pasó a formar parte de la huella africana en Río, junto con el Muelle de Valongo –principal mercado de esclavos, también soterrado durante décadas– y la Pedra do Sal, escenario de la esclavitud y uno de los lugares sagrados de la población afrodescendiente brasileña.

En 2003, su casa ya era un lugar de culto y peregrinación de etnólogos y antropólogos. El cementerio fue trasladado allí en 1769 y funcionó hasta 1830. La montaña de cadáveres era tan grande que los quemaban para poder seguir acumulando cuerpos. Los exámenes realizados a las dentaduras sepultadas manifestaban un signo común de los grupos étnicos bantú de la actual Angola: los dientes limados.

Las administraciones se desentienden
En 2005, Merced y su marido fundaron allí mismo el Instituto de Pesquisa y Memoria Pretos Novos. A día de hoy, cargan como pueden con la responsabilidad de conservarlo. Las tres esferas de la Administración –municipal, estatal y federal– se han desentendido. El Gobierno Federal les abandonó en 2012, en la primera legislatura de la presidenta Dilma Rousseff. Existió durante tres años un programa de "Puntos de Cultura" a nivel nacional, que les otorgó 60.000 reales [14.285 euros] por año. Aquella estructura acabó y ni Michel Temer, luego, ni ahora Jair Bolsonaro se han preocupado por esta cuestión. Del Gobierno del estado de Río de Janeiro nunca recibieron ninguna ayuda.

Este medio se ha puesto en contacto con las autoridades municipales para conocer su versión de este abandono de la memoria histórica sobre una opresión que duró siglos. Desde la secretaría municipal de asistencia social y derechos humanos indicaron que "el Cementerio dos Pretos Novos es una unidad vinculada a la secretaría municipal de cultural". Merced Guimarães, la directora del centro, niega la mayor: con Cultura "no hay ninguna relación, ni apoyo". Tras conversaciones telefónicas y por correo electrónico con dicha secretaría, los responsables de Cultura declinaron hacer declaraciones.

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Visita de las escuelas al cementerio. INSTITUTO PRETOS NOVOS

La responsable del Instituto Pretos Novos también apunta a la Compañía de Desarrollo Urbano de la Región del Puerto de Río de Janeiro (CDURP), empresa pública municipal. Al fin y al cabo, "en su época, el convenio fue realizado con ellos", recuerda. La CDURP ha sido la encargada de gestionar toda la remodelación de la vieja zona portuaria carioca, que se presumía uno de los legados olímpicos más importantes para la ciudad y todo un negocio para los inversores.

La compañía pública ha justificado a eldiario.es que desde el primer momento se dejó claro que "el convenio de colaboración tenía carácter temporal". Los recursos económicos sobre los que se firmó este convenio "tenían como base legal la utilización del 3% de la recaudación de los CEPACS (Certificados de potencial adicional de construcción, que costean las obras y servicios la región portuaria) para valorización del patrimonio material e inmaterial del Puerto Maravilla".

Pero la resaca olímpica fue demasiado grande y cuando el nuevo alcalde, Marcelo Crivella, asumió el cargo en enero de 2017, según informa la Compañía de Desarrollo Urbano de la Región del Puerto, en la cuenta bancaria del proyecto se encontraron poco menos de 400 euros. El dinero se fue en otros dos museos más turísticos durante la gestión del anterior alcalde, Eduardo Paes. De lo que realmente llegó a destinarse a la revalorización del patrimonio cultural, la mayor parte fue a parar a los grandes referentes de la remodelada Praça Mauá: el Museu de Arte de Río y el multimillonario Museu do Amanhã [Museo del Mañana, obra del arquitecto español Santiago Calatrava].

Para el Cementerio de los Pretos Novos solo sobraron 30.000 reales en 2013, otros 30.000 en 2014, 60.000 reales en 2015, y en 2016, el último año con apoyo gubernamental –el año olímpico–, se alcanzó la cifra de 85.000 reales. Buena parte del presupuesto de este último periodo fue destinado a un programa para organizar circuitos con alumnos de escuelas públicas. La CDURP también les intentó ayudar otorgándoles un premio económico.

Lo cierto es que en 2017 ya no llegó ningún apoyo público, solo la cesión esporádica de un auditorio municipal. El nuevo alcalde no se plantea retomar el convenio. En total, desde la CDURP el centro recibió lo equivalente a 49.000 euros entre 2013 y 2016. Ahora son casi dos años y medio abandonados a su suerte, viviendo de donaciones –pueden hacerse a través de internet y en el propio centro hay una hucha– y de lo recaudado en dos cursos de posgrado que coorganizan con la Universidade Santa Ursula. Aún así consiguen milagros, como haber reformado la biblioteca del centro.

Sin salida, el mayor cementerio de esclavos de América puede estar abocado al cierre, lo que eterniza también un racismo que ya forma parte de la genética de buena parte de la población brasileña, apuntan sus defensores. La directora reconoce estar "desesperada". Se dispone a lanzar una campaña para conseguir que mil personas se comprometan a abonar una cuota de 10 reales al mes (2,30 euros), para ir avanzando con 120.000 reales al año. También ha pensado presentarse en la Asamblea Legislativa del estado de Río e intentar hacer entender a los diputados que bajo esa biblioteca remodelada hay miles de cadáveres sin nombre.
https://www.eldiario.es/desalambre/...lavizados-America-abandonado_0_900110842.html
 
Kasserine, el cementerio africano en el que yacen olvidados veinte republicanos españoles.

El patio trasero de una casa en Kasserine (Túnez) esconde el único cementerio de exiliados republicanos: una veintena de tumbas, seis profanadas.

Ahora la necrópolis es apenas un corral para aves donde las gallinas comparten espacio con la familia de su único guardián, Salah Saadly.

Unos 4.000 marineros y soldados huyeron al final de la guerra civil, la mitad regresó a España y más de 900 quedaron en tierras tunecinas.

Juan Miguel Baquero
28/05/2019 - 21:46h
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La dueña de la casa donde se encuentra el cementerio de exiliados republicanos españoles en Kasserine (Túnez) descansa pensativa sobre una de las tumbas. | EFE
REFUGIADOS

Los barcos del exilio español: las rutas marítimas que los republicanos usaron para escapar de Franco


El patio trasero de una casa en Kasserine huele a desmemoria. Ahí está escondido el único cementerio de exiliados republicanos españoles en Túnez. Hay veinte tumbas alineadas. Seis profanadas. Un viejo somier metálico y oxidado luce como toda portezuela. Y unas cuantas gallinas picotean entre las lápidas.

Un documental, Morir en el exilio, morir en el olvido, rescata esta porción perdida de la memoria colectiva. "Un fragmento extraviado de la guerra civil española", dice el autor del reportaje publicado por la Agencia EFE, Javier Martín.

La obra cuenta la travesía de la flota republicana que arribó a la costa africana en marzo de 1939. Pero no solo. El trabajo saca a la luz imágenes archivadas de aquellos barcos. Y revela el periplo de 4.000 exiliados que pusieron rumbo a Túnez o cómo la mitad regresa ante el reclamo de la "amnistía" de Franco. Todo, con la pátina argumental de uno de los refugiados: Marcelino Llano Cotrofe, anarquista de la CNT.

Las autoridades tunecinas ya tienen un acuerdo con Salah Saadly, dueño del patio. Y la embajada española en Túnez "está implicada", adelanta Javier Martín, delegado de EFE en el norte de África. Falta –continúa– que el nuevo Gobierno de España, una vez constituido, remate el plan a través del Ministerio de Justicia. Que "vuelva a funcionar la Memoria Histórica" y acabe rehabilitado el cementerio donde yacen 20 soldados españoles abandonados por la historia. "Apenas se necesitan unos 5.000 euros", dice.

Españoles en camposanto africano
La suciedad, el descuido, reinan en el pequeño camposanto africano. La veintena de exiliados españoles falleció entre los años 41 y 45. El documental ha rescatado una historia presa de la desmemoria y, además, ha propiciado el proyecto de recomponer el exilio olvidado en la tierra de Kassarine.

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Las veinte tumbas, seis de ellas profanadas. | EFE

"La prioridad ahora es recuperar la memoria y la dignidad de los allí enterrados", entiende Javier Martín. "Adecentar el cementerio, sacar las gallinas, recuperar de alguna manera las tumbas, colocar una puerta y una placa conmemorativa", enumera. Sacar esta memoria, de una vez, "del patio de atrás de la historia", subraya.

La mayoría de tumbas conserva los nombres de quienes están allí enterrados. Hay 12: Eligio, Fernando, José, Marcelino… Y otros dos que aparecen el día de la visita de los reporteros al remover el barro que cubría la piedra.

Los nombres en las tumbas tunecinas
14 lápidas tienen nombres y fechas reconocibles: Francois Ficher, Fernando Fuilla, Antonio Sánchez Serna, Fernando Sánchez Idez, Eligio Casal, Antonio Rodríguez Fernández, Ambrosio Martínez, Francisco Puig Suárez, José Bravo Collazo, Marcelino Llano Cotrofe, Antonio Bouza Martínez y Antonio Álvarez San Pedro.

En Kasserine existen otros cementerios con extranjeros. Asociados a la Segunda Guerra Mundial, "a la Commonwealth e incluso nazis", y están "en perfecto estado de conservación". Porque, como sentencia Javier Martín, "un país que no deja hablar a sus muertos tampoco es capaz de dar voz a los vivos".

El custodio del exilio tunecino
Descuidado, colmado de excrementos, suciedad y aves de corral. Así describe al cementerio español de Kasserine el trabajo de la Agencia EFE. Las veinte sepulturas están repartidas entre la grava. Bajo la sombra acaso de un exiguo ciprés. Un lugar abandonado con un único custodio, Salah Saadly.

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El exilio olvidado. | EFE


"Vivo aquí desde hace 32 años, cuando llegué ellos ya estaban", explica en el documental. "Hay veinte tumbas. Las hemos contado. El terreno que ves es el original del cementerio", continúa. La nieta de Saadly corretea entre las lápidas. Algunas abiertas. Rotas. "Se dice que están enterrados en este lugar desde la Segunda Guerra Mundial", advierte.

El guardián del exilio olvidado en Túnez vive en la casa anexa. Es conductor de tanques jubilado. Tiene cuatro hijas. Y cuenta con pesar el deterioro del camposanto: "Antes la gente venía aquí para beber alcohol y correrse juergas, pero desde que estoy aquí nadie lo ha profanado".


La huida de 4.000 republicanos
5 de marzo del 39. La flota republicana huye. Zarpan del puerto de Cartagena. Tres cruceros, ocho destructores y un submarino ponen rumbo a Bizerta, vía Orán, con 4.000 marineros y soldados y 201 civiles a bordo. Hay siete mujeres y cuatro niños.

Dos días más tarde entran en el fondeadero de Sidi Abdalah, exhaustos pero "esperanzados por haber dejado la guerra atrás", recuerda EFE, según crónicas de la prensa tunecina de la época. "Los barcos de guerra de la República partieron apresuradamente buscando refugio en alta mar con el joven almirante Miguel Buiza al mando", recuerda el reportaje.

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Infografía del 'exilio olvidado'. | EFE



"La Administración francesa, la Policía, el Ejército... todos estaban preparados para acoger a los buques y a los marinos españoles", narra en el documental el historiador tunecino Bechir Yazidi, autor de El exilio republicano en Túnez, la única obra dedicada a este episodio excluido de la memoria de España durante décadas.

Apenas un mes después, la batalla habrá terminado. "Cautivo y desarmado el Ejército Rojo", escribió Francisco Franco en el último parte de guerra. El propio militar golpista ya tiene un pacto secreto con Francia. Envía a Túnez al comandante Salvador Moreno para recuperar los barcos y anunciar una "amnistía" a quienes quieran regresar a España. Más de la mitad vuelve a bordo de la misma flota.

Un campo de refugiados en mitad del desierto
Muchos de los exiliados acabaron en el campo de refugiados de Mehri-Jebbes. Era una antigua mina de fosfato abandonada en medio del desierto, donde llegaron en tren, "en condiciones inhumanas", recuerdan. Hasta 909 españoles, la mayoría gallegos, murcianos y andaluces, trabajaron en un proyecto que buscó desarrollar Kasserine, entonces una aldea de casas de adobe.

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El club de fútbol: AS Kasserine. | EFE

Los refugiados dejaron huella. Una memoria que seguía viva en Brahim, un anciano de 92 años que conoció a los republicanos y trabajó con ellos en la fábrica de papel, una de las más grandes del norte de África. "Los españoles trabajaban muy bien. Hay muchos que murieron aquí pero también que regresaron a España", explica en el documental, con voz agotada y un castellano correcto.

O Ahmed Rahmouni, nacido en el año 43, que también recuerda a los refugiados. "Jairo era albañil y Laporta era chatarrero y al mismo tiempo enfermero", rememora. Y Ramón Vázquez, que fue director de la central eléctrica y bastión del equipo de fútbol: el AS Kasserine, cuyos colores recuerdan el origen gallego de la entidad, que comparte el verde y blanco del Racing Club de Ferrol.

Uno de los exiliados que se quedó en Túnez fue Marcelino Llano Cotrofe. Anarquista de la CNT y tercer maquinista del crucero 'Libertad'. Había sido uno de los cabecillas de la rebelión marinera que en los primeros días de la guerra impidió que los oficiales entregaran la flota a los sublevados en el norte de África", apunta EFE.

Su familia le perdió la pista. La última noticia era una foto que Marcelino envió a su madre en junio del 39. Marcelino posa en bañador, con los brazos en jarra. Cuenta que está bien. Hasta que la historia del cementerio africano olvidado en Kasserine llega hasta su hermana Teresa, que tiene 88 años de edad.

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Entre otras infraestructuras, los exiliados republicanos españoles en Kasserine (Túnez) colaboraron en la construcción de las vías del ferrocarril y la estación de tren de la ciudad. | EFE



"De mi hermano muy poquitos recuerdos", dice en la cinta Teresa. Era la más pequeña de los Llano Cotrofe. La única viva. Localizar la tumba de su hermano "la desconcierta y alivia". Siempre pensó que Marcelino estaría tirado en alguna fosa común del norte de África. "No es que me sorprenda, es que no sabía nada", reconoce.

"El pobriño desapareció y nada más". Otro de los hermanos trabajó en la fábrica de armas en A Coruña "y mi madre lloraba y decía que los hermanos estaban haciendo bombas para matar a su hermano", recuerda entre lágrimas. Marcelino "era maravilloso". Y ella, su hermana, "siempre oía a mi madre rabiar y llorar".

El relato perdido del camposanto africano de Kasserine apareció "por sorpresa", cuenta el autor del documental. De ahí, gracias "a la suerte y la intuición" periodística, debe funcionar "como un punto de arranque" para completar la historia. Porque "vinieron 4.000 personas, que se repartieron por Túnez, muchos se fueron a Argelia... y es probable que en otras zonas haya más españoles enterrados".
https://www.eldiario.es/sociedad/Ka...dados-republicanos-espanoles_0_903610897.html
 
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El negocio funerario aviva el mercado asegurador
Los servicios funerarios y el ramo de decesos han protagonizado algunas de las últimas operaciones corporativas del sector, como la fusión de Funespaña (Mapfre) y Albia (Santalucía) y la compra de Previsora Bilbaína por Catalana Occidente
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SeguirMoncho Veloso@monchoveloso
Madrid Actualizado:06/06/2019 10:40h

Las compañías de seguros españolas han puesto el ojo en el rentable negocio de los muertos. Por un lado, el mercado de los servicios funerarios vive un silencioso proceso de concentración en el que las principales aseguradoras del país están teniendo un papel relevante: ayer mismoSantalucía y Mapfre anunciaron la fusión de sus filiales para este negocio, Albia y Funespaña, para crear la mayor compañía de sepelios de España. Por otra parte, varias entidades han apostado en los últimos años por comenzar a operar el segmento de las pólizas de decesos o comprar compañías especializadas en este ramo para crecer en volumen y diversificar su actividad, como Catalana Occidente, Liberty Seguros y AMA.

Lo cierto es que la interrelación entre la actividad aseguradora y la funeraria es total. Más del 60% de los cerca de 400.000 funerales que se hacen al año en España —en 2017, último datos disponible del INE, hubo 424.523— los costea una compañía de seguros. Y eso es así porque más de 21,5 millones de ciudadanos tiene una póliza de decesos, lo que convierte a este seguro, que genera al año 2.300 millones de ingresos a las compañías, en el más extendido tras el de automóvil. Es decir, uno de cada dos españoles tiene un seguro que en el momento de la defunción cubre gastos como el velatorio, los traslados y el entierro.

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Los servicios funerarios generan al año una facturación de unos 1.500 millones de euros, según cifras de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef). Ahora bien, se trata de un negocio muy atomizado, pues hay muchas empresas locales y familiares y unas 1.200 que facturan menos de un millón de euros al año. Mientras, el 33% de esos 1.500 millones lo acaparan seis compañías: Mémora, que en 2017 fue adquirida por el fondo de pensiones canadiense Ontario Teachers por 450 millones; Albia, propiedad de Santalucía; Funespaña, filial de Mapfre; Servisa, controlada por Ocaso Seguros; ASV e Interfunerarias. Es decir, tres aseguradores, Santalucía, Mafre y Ocaso controlan tres de las mayores funerarias del país.

Sinergias


No es casual que esas tres compañías sean a la vez las que concentran casi el 70% del mercado de los seguros de decesos. Santalucía, con una cuota del 34,5%, es la líder del ramo, por delante de Ocaso (21,9%) y Mapfre (12,9%). Según fuentes del sector, el interés de estas entidades es el negocio de las pólizas de decesos no tanto la gestión en sí de la actividad funeraria, pero teniendo este último en su propiedad pueden controlar toda la cadena y generar mayores sinergias y control de los costes, así como garantizar sus estándares de calidad en la prestación del servicio. Además, con esto evitan que esa cadena del negocio caiga en manos de grandes fondos de inversión que puedan presionar al alza las tarifas.

En esa línea, Santalucía y Mapfre oficializaron ayer su acuerdo para fusionar sus dos compañías funerarias, Albia y Funespaña, y crear la mayor del país con 60 crematorios, 400 tanatorios y 42 cementerios, presencia directa e indirecta en el 100% del territorio nacional y más de 70.000 servicios funerarios prestados al año, superando así a Mémora como la primera del sector. El año pasado, por otro lado, Catalana Occidente se hizo con 13 tanatorios al adquirir Funeraria Nuestra Señora de los Remedios, Los Remedios Tanatorio Norte de Madrid y Servicios Funerarios Cisneros.

Apuesta por el ramo de decesos
Catalana Occidente es una de las compañías que en los últimos ejercicios más ha apostado por esta actividad. Hace dos años, en abril de 2017, el grupo cerró su última gran operación corporativa con la adquisición de Previsora Bilbaína por 125 millones de euros, lo que le dio una cuota de mercado del 5% en el ramo de decesos y más de un millón de asegurados, además del control del negocio funerario de Previsora Bilbaína, Funeuskadi. No es la única aseguradora que ha decidido entrar en el negocio de las pólizas de decesos en los últimos años. AMA Seguros, la mutua líder entre los profesionales sanitarios, lo hizo en 2014, y el pasado otoño Liberty Seguros comenzó a vender seguros de este tipo de la mano de Preventiva Seguros.

Y es que el de decesos es el producto más rentable de la cartera de las aseguradoras y registra altas tasas de crecimiento: en 2018 la suscripción de pólizas aumentó casi un 4%. De ahí el apetito que ha despertado de cara a fusiones y absorciones. Ahora bien, la propiedad de algunas de las principales compañías del ramo, incluidas las líderes, está en manos de familias reacias a vender, lo que dificulta esas grandes operaciones.
https://www.abc.es/economia/abci-ne...-mercado-asegurador-201906060256_noticia.html
 
La guerra del tanatorio
publicado por Juan Tallón

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En Galicia somos 2,7 millones de habitantes, repartidos de manera desordenada por todo el territorio. Morimos a razón de treinta mil al año, aproximadamente, como si fuésemos moscas. Ya es costumbre. No hay días utópicos, sin esquelas. En muchos bares de pueblo se abre el periódico por esa sección, para ir al grano. No deja de ser un alivio poder hacerlo en persona. En las jornadas más luctuosas, cualquiera de nosotros puede dar dos pésames sin despeinarse, en una sola tarde. Si hay suerte, los fallecidos son dos vecinos muy queridos y se les muestra cariño a ambas familias en el mismo tanatorio, ahorrando latosos desplazamientos. Es de agradecer la coincidencia. Hace algunos años pudo leerse en la prensa la noticia del grave accidente de automóvil en el que se vio envuelto un vecino de Zamora a la salida de un funeral y camino de otro, que se oficiaba poco después en Ourense.

Nada representa mejor el notable progreso de Galicia como las buenas carreteras y la proliferación de tanatorios. «Es nuestro Guggenheim», dijo hace años una vecina durante la inauguración del tanatorio de Vilardevós (Ourense), una localidad en la que, como tantas en Galicia, se siente bien el poco peso del mundo. En un sitio donde se muere mucho más que se nace, los tanatorios nos ofrecen unas magníficas prestaciones. Gracias a ellos prácticamente están erradicados los velatorios en las viviendas, siempre tan incómodos. Cuando te mueres, lo lógico es irse de casa. Esa salida rápida, que deja libre una habitación, y por extensión toda la vivienda, no se explica sin los tanatorios. Su popularidad nos ha puesto poco a poco en el futuro. He ahí nuestro secreto. Hoy el tanatorio es un símbolo, y no frío, o solemne, sino cargado de afectividad y ternura. A su manera, consisten en un punto de encuentro, un lugar para quedar. Nos abriga. Los vivos coinciden cada tanto, se abrazan, se dicen «lo siento» y en secreto se felicitan.

Pero no todo es alegría. El tanatorio posee un lado oscuro. De vez en cuando la construcción de un nuevo local suscita algún un tipo de desencuentro entre viejos conocidos, completamente inesperado. Después de todo, el tanatorio nos recuerda la muerte, y su proximidad nos provoca un nerviosismo muy notable. En la localidad ourensana de Castro Caldelas esos nervios repentinos condujeron a una guerra entre vecinos de siempre. La paz se resquebrajó durante el año 2000, cuando Jesús Pardiño y Víctor Díaz se plantearon cómo dar un cambio a sus vidas y, después de sopesar las opciones, constituyeron una comunidad de bienes para explotar un negocio de pompas fúnebres y velatorio mortuorio. A veces los buenos negocios tienen que ver con las cosas importantes, como la salud, la felicidad o la muerte.

Se hicieron con un bajo en la Avenida Padre Feijoo, número 20, casi al final de una larga travesía que parte la localidad por la mitad, y que deja a los lados bares, panaderías, hoteles e incluso una iglesia. Con diferencia, es la calle más animada. Eligieron un edificio de tres plantas a la salida de un pueblo cuya mayor atracción es su castillo medieval. Entre los años 1336 y 1343, Pedro Fernández de Castro, señor de Lemos y Sarria, construyó la fortaleza para la defensa de sus nuevos dominios, cedidos por el rey Alfonso IX, que en el Foro do Burgo de Castro Caldelas, el documento más antiguo que se conserva escrito en gallego, otorgaba fuero a los habitantes de la villa.

La iniciativa del tanatorio corrió de boca en boca, generando enseguida detractores y adeptos. En marzo de ese año, el pleno del Ayuntamiento otorgó licencia de instalación. El alcalde socialista, Eladio Osorio, explicaría que poco después de acceder al cargo se encontró con la solicitud del velatorio. «El informe de Sanidad era favorable, también el de Medio Ambiente, así como el informe urbanístico y el jurídico, y ahora, cuando me toca dar la licencia, no tengo más remedio que darla o prevaricar», dijo con el tono fatalista de quien está entre la espada y la pared y ha de tomar una decisión histórica, que cambiará el mundo. Optó por lo primero, y cinco años después el Tribunal Superior de Justicia de Galicia (TSJG) dictaminó que su decisión no se ajustaba a derecho y la anuló.

Pero estábamos en 2000. El 29 de septiembre, el Ayuntamiento autorizó el ejercicio de la actividad al tanatorio. Era una buena época para empezar a funcionar. El frío no tardaría mucho en llegar. Hay sitios en Galicia donde lo más parecido a un invierno es agosto. En invierno, según las estadísticas, se muere más. En 2015, último año con cifras oficiales, en enero se registraron en Galicia 3618 fallecimientos, muy por encima de los 2244 de septiembre. En cuanto a Castro Caldelas, el año que se autorizó el tanatorio se resumió en 13 nacimientos y 31 defunciones.

Entre tanto, no lejos del tanatorio —justo encima, de hecho— se fraguaba un complot. En la segunda planta del edificio residían los hermanos Luis y Presentación Amaro Castro, ambos jubilados, así como su padre, de noventa y cinco años. Luis Amaro Freire había sido zapatero, y más adelante dueño de un aserradero y un molino, aunque su pasión siempre fue la música. Amantes de la vida tranquila, casi anodina, estaban llamados a combatir el tanatorio con todas sus fuerzas. Su presencia los desasosegaba, y el desasosiego dio paso a un odio hosco, invicto. Antes incluso de que el Ayuntamiento autorizase oficialmente la actividad, los hermanos se dirigieron a La Voz de Galicia, el periódico con mayor difusión de la comunidad, para lanzar a través de sus páginas una advertencia a todos sus vecinos. «Ante el mínimo uso de esas instalaciones utilizaremos como elemento disuasorio música de forma ininterrumpida antes y durante la permanencia de un féretro en el local». Sus palabras querían ser un aviso a las familias de los posibles difuntos «para evitar futuras sorpresas y malentendidos, y que sepan de antemano con lo que se van a encontrar».

El 31 de julio, cuando sus declaraciones al periodista Jesús Manuel García salieron publicadas, no se habló de otra cosa. Se colgaron varios recortes a lo largo del municipio. «El hecho causó sensación entre los vecinos», declaró un testigo del pueblo durante el juicio en el que, años más tarde, Luis y Presentación Amaro comparecerían acusados de amenazas y coacciones. Acababan de declarar la guerra.

Quizá aún era pronto para prever si los hermanos hablaban en serio o fanfarroneaban. Sin embargo, cumplieron su palabra el 14 de marzo de 2001, durante el estreno del tanatorio. No hubo un funeral de gracia, como cortesía. La guerra comenzó en el minuto uno. En cuanto los familiares sacaron al difunto del coche fúnebre y lo metieron en el local, empezó a sonar la música en la segunda planta del edificio. «Cuando leímos sus declaraciones en el periódico creímos que no llegarían a poner la música alta, pero en el primer entierro comprobamos que el volumen no era razonable», declaró Jesús Pardiño también durante el juicio. Otro de los testigos corroboró que «al meter el cadáver en aquella sala comenzó a sonar la música desde el piso de arriba, con los altavoces en las ventanas, y solo cesó cuando acabó el servicio funerario».

El siguiente sepelio, el 28 de agosto, siguió los mismos derroteros. «Cuando llegamos al velatorio —afirmó una de las asistentes—, aquello más que un funeral parecía las fiestas patronales de Castro Caldelas». La música robó casi todo el protagonismo al muerto. «No había otra cosa de que hablar que de aquella música. Dios me librara de llevar allí a mi mamá», dijo la testigo a la jueza. No cabía duda: las amenazas de los hermanos Amaro se estaban cumpliendo a rajatabla.

¿Y la música? «Era siempre la misma cinta, una y otra vez —declaró Jesús Pardiño—. Siempre era “La raspita”», un pieza rotunda, pegadiza, habitual en los repertorios de las bandas de gaitas gallegas. Otros testimonios indicaron que también se pinchó alguno de los «grandes éxitos de Ricky Martin», que para entonces ya había grabado sus temas más vendidos, como «María» o «Livin’ la vida loca», que se bailaban casi sin querer.

Naturalmente, Presentación Amaro veía los hechos de aquel agosto de otra forma. En el papel de acusada, se defendió alegando que en ningún momento pretendió nunca coaccionar a nadie. Ni siquiera molestar. No era su estilo, si es que el estilo existe. «Por ser verano», admitió en referencia al segundo entierro, «las ventanas de casa estaban abiertas». Las temperaturas en la comarca de Caldelas, consultada la hemeroteca, superaron aquellos días los treinta grados centígrados. En cuanto a la música, sonaba más o menos alta porque la acusada quería evitar que su padre, nonagenario, «oyese el murmullo de las personas que acudían al tanatorio». Ese runrún y su atmósfera lo incomodaban. Quizá sea cierto que algunas veces un pequeño ruido molesta más que uno estruendoso. Por otra parte, Luis Amaro Freire amaba la música. Había sido un reconocido gaitero. En 1926 fundó el grupo Os Caldeleses, y tres años después pasó a formar parte de Os Trabazos, con los que recorrió el norte de España. Consagrados, en 1952 actuaron durante la inauguración de la estación de ferrocarril de Ourense, con Francisco Franco entre el público.

No cabía duda de que un tercer funeral sería tentar a la suerte. La música mandó el tanatorio a la ruina. Víctor Díaz y Jesús Pardiño se quedaron sin clientes. No hubo más velatorios. ¿Quién se exponía al escarnio de un funeral alegre, con Ricky Martin a todo volumen? Los habitantes de Castro Caldelas morían y sus féretros pasaban de largo, rematando al negocio con su indiferencia. La impotencia de sus dueños los empujó a buscar esperanza en un abogado. Diseñaron una estrategia y en febrero de 2002 denunciaron a sus vecinos por amenazas y coacciones. Puesto que su actividad daba servicio a tres municipios, en los que solo había dos negocios con velatorio, y como entre 2000 y 2002 se produjeron en la zona 93 fallecimientos, acordaron reclamar una indemnización de 51 600 euros. «Esto es un auténtico disparate», señaló el letrado de Presentación y Luis. Máxime si se tenía en cuenta que para cuando llegó el día del juicio, en mayo de 2005, hacía unas semanas que el TSJG había dictaminado que el tanatorio era ilegal y debía cerrar.

Inesperadamente, la jueza absolvió a Luis y Presentación. «Si la actividad que hacían los denunciantes era contraria a derecho», como establecía el TSJG, «la reacción de los denunciados frente a la misma no puede calificarse de coactiva al faltar el presupuesto para la existencia de dicho delito, que es impedir o hacer a otro lo que la ley no prohíbe», destacaría la jueza en su sentencia. La acción de los hermanos Amaro Castro fue una «respuesta legítima y justificada, cuyo único propósito era el de preservar la paz, el bienestar y la tranquilidad que todos los ciudadanos tienen derecho a disfrutar en el interior de sus hogares».

Solo se trató de una batalla perdida. La acusación particular y la fiscalía recurrieron el fallo a la Audiencia Provincial, y esta vez la instancia superior otorgó la razón a los denunciantes, condenando a los hermanos Amaro por un delito continuado de coacciones a 6000 euros de multa y a la indemnización con 41 350 euros de los propietarios del tanatorio.

Pasaron los años y hoy Jesús Pardiño y Víctor Díaz son dos empresarios con un próspero tanatorio en Castro Caldelas, asociado a una funeraria. En 2007, después del revés del TSJG, solicitaron al Ayuntamiento licencia para realizar obras de adaptación de otro local, que les fue concedida. El nuevo tanatorio está solo a veinte metros del viejo.

https://www.jotdown.es/2019/06/la-guerra-del-tanatorio/
 
Muertos y Enterrados
Publicado por Luis Landeira
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Catacumbas de París. Fotografía de Joey Gannon.
«Memento mori», es decir, «recuerda que morirás». Aunque desde hace siglos esta expresión latina se utiliza a modo de tópico en el arte y la literatura que abordan la temática de la fugacidad de la existencia, tiene su origen en la antigua Roma. En los desfiles victoriosos, los generales se hacían acompañar de un esclavo que les repetía una y otra vez «memento mori», para que no se dejaran engañar por su ego y recordaran que el triunfo es tan efímero como la derrota, y que tarde o temprano serían pasto de los gusanos. Tener presente la propia mortalidad debería ser imperativo para todos los poderosos, pero también para todo bicho viviente.

Y ese es el objeto de las siguientes líneas: recordar al lector que algún día morirá y, si no opta por la cremación, será enterrado en una tumba, en un nicho o en un mausoleo. La tumba es símbolo de lo maternal, de lo femenino, del inconsciente: si en el útero empezamos a existir materialmente, en la tumba nos descomponemos, nos desintegramos lentamente, volvemos al origen. Como dijo Ernst Jünger, «la cultura se mide sobre todo por las tumbas. Y la profundidad de la cultura, por nuestros cementerios, nuestros lugares de paz».

A continuación, construiremos un pequeño catálogo con algunos de los más fascinantes y escalofriantes tipos de enterramiento que se realizan en la actualidad, para que tengan ustedes donde elegir. Pasen, vean, escojan y recuerden que, por muy longevos que lleguen a ser, dentro de cien años, todos calvos.

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La tradición islámica reprueba el embalsamamiento, la cremación y hasta los monumentos funerarios. Estipula que el cadáver del fiel sea purificado por un musulmán de su mismo s*x*, aunque del enterramiento propiamente dicho se ocupan los varones. Esta purificación consiste en limpiar bien el cuerpo, perfumarlo según la costumbre de la zona, y realizar después una ablución funeral o al-Ghusul. Acto seguido, el cadáver se envuelve en un sudario igual al que se utiliza en las peregrinaciones. El musulmán se entierra a pelo, sin ataúd, sobre su costado derecho y con la cabeza orientada hacia la Meca, y debe ser sepultado en las primeras veinticuatro horas después de su deceso. La familia y los amigos del difunto no deben dar excesivas muestras de dolor, aunque sí rezar y suplicar por el fallecido y dedicarle unas lecturas del Corán.

A la postre, resulta paradójico que los musulmanes se tomen tantas molestias purificando el cuerpo para entregarlo poco después a los gusanos, esas figuras libidinales, reptantes y anudadas que devoran en vez de vivificar.

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Existen numerosas tribus amazónicas de Brasil y Venezuela que practican el endocanibalismo. Es el caso del pueblo Yanomani, que, aunque no tiene la carne humana en su dieta habitual ni caza personas para comerlas, practica un ritual en el que se devoran los cuerpos de los muertos de la propia tribu para absorber su fuerza y su esencia vital. Es una forma de mantener a la tribu unida, de interiorizar la esencia de los fallecidos y de comulgar con la muerte.

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Tal y como se indica en el documento Instrucción ad resurgendum cum Christo, redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Iglesia católica recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios y demás lugares sagrados, para confirmar «su fe en la resurrección de la carne, y poner de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia».

Sin embargo, la Iglesia contemporánea también acepta la cremación, si bien se prohíbe esparcir las cenizas, dividirlas entre familiares o conservarlas en casa. La incineración debe tener lugar tras la celebración de las exequias, y las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado o, si es el caso, en una iglesia o en área dedicada especialmente a tal fin por la autoridad eclesiástica competente. Sea como sea, lo más importante para el católico es morir en Gracia de Dios, esto es, libre de pecado, y cerrar el círculo espiritual: abandonar la esfera humana para entrar en la esfera de la Santísima Trinidad.

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La orden de los cartujos, una mezcla de cenobitas y ermitaños, es sin duda la más sencilla, austera y limpia de elementos decorativos de la Iglesia católica. De todas las órdenes medievales es la única que nunca ha sufrido reformas, y esto lo demuestran en su liturgia y en su estilo de vida, pero también en sus enterramientos. El cartujo siempre tiene presente la muerte; no en vano, los monjes se saludan entre ellos de esta manera:

—Hermano, morir habemos.

—Ya lo sabemos.

El cartujo es ascético porque considera el cuerpo como la sede de un apetito insaciable, de enfermedad y de muerte. Y la mayoría se alegran cuando llega la hora de abandonar el cuerpo y sentarse en alma ante el Tribunal de Dios, sea cual sea el veredicto. Sencillo hasta la muerte, el cartujo es enterrado sin más ataúd que sus propios hábitos; solo una cruz de madera, sin nombre, se coloca sobre la sepultura.

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Seamos creyentes o escépticos, merece la pena visitar las reliquias de los santos y los beatos, cuyos cuerpos incorruptos reposan en las catacumbas de Occidente.

En Santa María Nuova, una de las pocas basílicas románicas que existen en la ciudad de Roma, se encuentra la cripta de Francesca Romana, que reposa en un ataúd de cristal desde el siglo XV, bellamente ataviada y con zapatillas de seda negra. Del hábito asoma la calavera; pese a que le falta un diente en la parte derecha posee un desarmante carisma, y justifica el hecho de que, de un tiempo a esta parte, la iglesia donde descansan sus restos se haya rebautizado como Basílica de Santa Francesca Romana.

Mucho más lejos fue san Antonio Abad (251 – 356), el monje egipcio que fundó el movimiento eremítico. Tras llevar una vida ascética en una remota cueva sepulcral, se internó cada vez más en el desierto, huyendo de la fama y del honor. Murió a los ciento cienco años, y mandó que lo enterrasen en un lugar secreto para evitar peregrinajes. Aun así, hacia el año 561 sus reliquias fueron localizadas y trasladadas a Alejandría, donde se veneraron durante milenios.

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En el valle de Baliem, provincia de Papúa, Nueva Guinea, existe un arcaico y sangriento rito de enterramiento que, aunque ya ha sido prohibido por las autoridades, todavía es celebrado por los nativos más tradicionales: la amputación de las falanges. El rito consiste en que, tras la muerte de un familiar, especialmente si es una mujer o una niña, sus parientes más cercanos se amputan uno o varios dedos de la mano como muestra de dolor. Es el sacerdote que oficia el ritual quien, durante el sepelio, corta los dedos, que media hora antes habrá insensibilizado atándolos fuertemente con una cuerda de cáñamo. Después, el sacerdote cauteriza la herida para que cicatrice en un muñón, que con el tiempo será redondo como un dedo. Para rematar la ceremonia, el sacerdote hace un collar con los dedos de todos los familiares y se lo pone en el cuello al difunto, que se entierra sin más dilación.

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Con unos trescientos millones de fieles en todo el mundo, la Iglesia ortodoxa es la segunda comunidad cristiana más numerosa, y posee unos potentes ritos de enterramiento, fruto de una vida religiosa siempre orientada hacia la tumba. Como dijo el hieromonje san Ambrosio de Optina, «no deberías preocuparte por nada, a excepción de lo esencial: prepararte para la muerte».

El rito funerario ortodoxo se inicia lavando al muerto con agua bendita, mientras se recitan salmos. Acto seguido, se viste al difunto de blanco con ropa a medio coser, pues se supone que será rematada en el otro mundo. Sobre el centro del pecho del muerto la familia coloca un icono de Cristo, tras lo cual se cubre el cadáver con un manto blanco. Para ayudar a pasar al muerto al otro lado, se realiza un responso en el lugar donde murió. En la ceremonia se utiliza gran cantidad de incienso, para favorecer la conexión del difunto con Dios. Después, se recitan poemas, salmos y oraciones acompañadas de un coro y, finalmente, el sacerdote suplica perdón por los pecados del fallecido.

El féretro se traslada al cementerio a hombros de los parientes o en una carroza. Preside el cortejo fúnebre el sacerdote. Ya en el camposanto, el cura bendice la sepultura y el féretro y oficia una corta ceremonia. Es entonces cuando se sepulta el ataúd.

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También conocido como «el Tíbet cristiano» o «la montaña sagrada», el monte Athos es una península montañosa a la que únicamente se puede acceder en barco. En sus monasterios solo viven monjes y, para prevenir tentaciones, no se aceptan mujeres ni en pintura.

De acuerdo con la tradición, todos los monasterios del monte Athos disponen de osarios, puesto que el territorio montañoso no permite la creación de grandes cementerios: estos suelen ser muy pequeños y solo albergan unas cuantas tumbas reutilizables. En ellas se entierra a los monjes ataviados con sus hábitos y sin ataúd, para que el cuerpo se descomponga cuanto antes. Transcurridos tres años, los restos se desentierran, se limpian a fondo y los monjes pintan las calaveras según la tradición de cada monasterio. En la mayoría, únicamente escriben el nombre y las fechas de nacimiento y deceso en la frente de la calavera. En otros, añaden una cruz. Para terminar, las calaveras se guardan en el osario.

El historiador del arte Paul Koudounaris ha calificado a los monjes del monasterio ruso de San Panteleimon como «los Rembrandts de la pintura craneal». Indiferentes al elogio, ellos no le permitieron fotografiar las calaveras de su osario para el libro Empire de la mort: todo aquel que quiera contemplar esas joyas mortuorias, debe peregrinar al monasterio y mirar, cara a cara, los cráneos, que, pese a su rara belleza, siguen siendo emblemas de la caducidad de la existencia: como la concha del caracol, la calavera es lo que queda de nosotros después de que nuestra carne haya desaparecido.

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Tom Sullivan, operador de barcos turísticos del Hawaii Yatch Club, ofrece un tipo de enterramiento muy singular para todos aquellos que prefieren el agua a la tierra o al fuego. En este caso, se trata de mezclar las cenizas del difunto con cemento y hacer una bola al estilo del arrecife de coral, que será depositada en el fondo de un lecho marino por experimentados hombres rana. De esta manera, los restos de la persona darán lugar un pequeño ecosistema submarino. Como explica Sullivan, «uno se convierte en los cimientos de algo del futuro, algo que estará allí millones de años, esperemos».

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La mayor parte del pueblo malgache, de Madagascar, sigue religiones tradicionales africanas. En ellas, existen vínculos poderosos entre vida y muerte, y se otorga rango divino a los antepasados. Los malgaches creen que el espíritu del fallecido solo se libera con la descomposición total y natural del cadáver. Por eso celebran la famadihana o procesión de los huesos, ritual religioso que los parientes del difunto ofician cada siete años y que consiste en desenterrar los restos del muerto, limpiarlos, perfumarlos, envolverlos en sábanas blancas y sacarlos en procesión. Durante la misma, los familiares cantan, bailan y agasajan a los huesos con fotos, manjares, bebidas alcohólicas y otros regalos. Junto a estos objetos vuelven a sepultar los huesos, símbolos de la vida reducida al estado de germen, que permanecerán enterrados hasta la siguiente famadihana, que se oficiará una y otra vez hasta que no haya más que polvo y se de por completada la liberación. Como en la tradición israelita, en la famadihana los huesos son símbolo de luz y de resurrección, y por lo tanto comparables a la crisálida de la que surge la mariposa.

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Tras cantar unos sutras, que varían en función de cada rama o escuela, los budistas cubren el rostro del difunto con un sudario y no tocan el cuerpo durante tres días, para no interferir con el tránsito hacia la otra vida del fallecido. El budista intenta morir de forma consciente, plena, sin temores ni lamentos, puesto que considera la muerte como una antesala de la reencarnación, y al cuerpo como un tronco de árbol seco y hueco, que diría un maestro zen. Por eso, las pompas fúnebres son más frías y sencillas que las de los monoteísmos. La técnica de tratamiento del cadáver más usada es la incineración, especialmente en Japón, donde hay zonas en las que las autoridades locales prohíben los entierros.

Asimismo, existen budistas que prefieren que, después de muertos, dejen sus cuerpos en plena naturaleza, para que sean los animales, los insectos y las aves carroñeras quienes se ocupen de devorar y descomponer el cuerpo, que volverá así a la naturaleza. En el budismo tibetano, en concreto, se llama a los buitres «daikinis» y se les considera ángeles que bailan entre las nubes y bajan a la tierra para comer nuestra carne y permitirnos continuar el ciclo de la existencia. Por ello, los cadáveres se colocan en la cumbre de las montañas y se oficia un ritual en el que se corta el cuerpo muerto para facilitar el banquete a los buitres. Cuando los carroñeros ya han hecho su trabajo, se recogen los huesos y la calavera del difunto, se machacan a golpe de hacha y martillo, se mezclan con harina y se entregan de nuevo a los buitres, que los engullirán con gula y volarán hacia el cielo infinito.

También los parsis, comunidad religiosa que habita en el oeste de la India, exponen a sus muertos en altas torres para que los buitres los devoren, a fin de facilitar su renacimiento. Quizá por eso en la India el buitre aparece a menudo como símbolo de las fuerzas espirituales paternales, emblema de abnegación, protección y consejo espiritual.

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Ajenos a sutras, ritos y liturgias, proyectos como Capsula Mundi ofrecen una nueva y moderna forma de enterrarse que nos recuerda vagamente a películas de ciencia ficción como La invasión de los ultracuerpos. Se trata de cápsulas de entierro orgánicas y biodegradables que transmutan el cuerpo del finado en nutrientes para un árbol, que crecerá y se hará fuerte gracias a los restos humanos. El cadáver se coloca en la cápsula en posición fetal, esta se entierra y sobre ella se depositan semillas de un árbol o planta que el finado habrá escogido antes de morir. Impulsado por los diseñadores italianos Anna Citelli y Raoul Bretzel, el proyecto está aún por aprobarse, y tiene su versión española en Funeco (Funerarias Ecológicas Españolas), empresa de Félix García Pedroche que se ocupa de deshidratar el cadáver en una máquina especial, y envolverlo en material biodegradable para enterrarlo bajo un árbol. Por su parte, la artista coreana Jae Rhim Lee, ha desarrollado unos sudarios a base de hongos carnívoros que descomponen rápidamente los cadáveres, los limpian de toxinas y proporcionan nutrientes puros a la tierra.

Estas iniciativas nos pueden parecer más o menos afortunadas, pero responden a un objetivo muy loable: sustituir los cementerios por bosques y exaltar el lado luminoso de la muerte en una época que sobrevalora la vida. Pero, en el fondo, en estos modernos y sofisticados enterramientos late la misma base que en los más arcaicos ritos fúnebres: la putrefacción, cuya alquimia ya integra el principio de la nueva vida, el renacimiento de la materia después de la muerte y la disgregación de la escoria.
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Historias bizarras de cadáveres muy famosos.
publicado por Juan Vilá

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Cuando Michael Paterniti tuvo por fin un trozo del cerebro de Einstein en sus manos lo primero que pensó fue en comérselo. Literalmente. Los sesos de uno de los científicos más prodigiosos de la historia le recordaron a «unos bocaditos para picar, algún tipo de alimento energético para las figuras del atletismo. O un producto comestible capaz de ofrecer a quien lo consuma la paz mundial, viajes por el espacio y la eternidad».

El escritor había recorrido seis mil cuatrocientos kilómetros en coche y estaba agotado, también un poco harto de su compañero de viaje, Thomas Stoltz Harvey, el médico que más de cuarenta años antes había practicado la autopsia al científico y había decidido extraer su cerebro, sin permiso de nadie, para llevárselo luego a su casa. Junto a Paterniti estaba Evelyn Einstein, oficialmente nieta de Albert, aunque hay quien dice que en realidad era su hija y que había nacido fruto de un romance del físico con una bailarina de Nueva York. A ella, en cambio, al tocar y juguetear con el cerebro de su abuelo —o quizá su padre—, se le ocurrió otra cosa muy distinta. «Podría hacerme un bonito colgante con esto», dijo, y devolvió el cachito esférico, más o menos del tamaño de una pelota de golf, al táper lleno de formol del que lo había sacado.

No menos extraño fue el destino post mortem de Charles Manson, muerto en noviembre de 2017. Su cadáver tuvo que esperar cuatro meses en el depósito a que la justicia tomara una decisión. ¿A quién pertenecía el fiambre? «Es un caso muy raro, parece un circo», comentó el fiscal después de que aparecieran al menos cuatro personas que lo reclamaban: un nieto, dos supuestos hijos y otro supuesto heredero que tenía la costumbre, o el vicio, de cartearse con el asesino en serie más famoso del siglo XX. ¿Y para qué querían el cuerpo? Unos decían que para enterrarlo y otros que lo incinerarían, pero resultaba difícil creerlo. Sobre todo por lo que ocurrió en 2014. Fue entonces cuando se anunció que Manson, de ochenta años, iba a casarse con Elaine Burton, de veintiséis. Ella le visitaba todos los jueves y sábados en la cárcel, cinco horas cada día, y decía cosas tan bonitas como esta sobre su relación: «La gente puede pensar que estoy loca, pero no tienen ni idea. Esto es para lo que yo he nacido».

La historia, sin embargo, dio un giro inesperado. Burton resultó que no estaba tan loca ni tan enamorada. Lo suyo era puro interés y lo que en realidad quería era heredar el cadáver de su prometido tan pronto como muriera y hacerse rica exhibiéndolo. Al novio la idea no le hizo ninguna gracia. Cuentan que él, tan acostumbrado a manipular a los demás, esta vez sintió que «había estado haciendo el tonto». Hubo además otra cosa que le dolió: Manson se creía inmortal y no terminaba de comprender por qué los demás no pensaban lo mismo.

Al final, el premio fue para Jason Freeman, el nieto, que cumplió su palabra e incineró al abuelo. Antes, eso sí, la web TMZ publicó una imagen del criminal en su ataúd y una bonita anécdota final: cuando las personas más cercanas al difunto acudieron a un bosque para esparcir sus cenizas, un golpe de viento hizo que volvieran contra ellos, casi como si el cosmos se las escupiera a la cara o como si el viejo asesino no quisiera marcharse del todo. Quizá aún tuviera ganas de cometer una última travesura.

Einstein y Manson, dos mitos de la cultura popular, símbolo el primero de la inteligencia y el genio, símbolo el segundo del crimen y la maldad. Ambos unidos por un destino común: convertirse en reliquia u objeto de deseo también tras la muerte, en fetiche, mercancía o motivo de oscuras transacciones. Ser expoliados o secuestrados, profanados o exhibidos, según el caso, de la forma más impúdica y en contra de su voluntad. Como Chaplin. Como Elvis. Como Marilyn, Natalie Wood, William Holden o cualquier otro «cliente» de Thomas T. Noguchi, conocido como el forense de las estrellas. Y como si a pesar de los milenios de civilización que soportamos sobre nuestras espaldas y de la gracia que nos hacen, por ejemplo, las viejas reliquias del cristianismo, aún siguiéramos atados al despojo y al culto funerario, a cierta pulsión necrófila. En este sentido, la cultura del espectáculo no habría inventado nada, tan solo habría encontrado un nuevo nicho —nunca la palabra pareció tan apropiada— de mercado, nuevas formas de rentabilizarlo o nuevos ídolos a los que reverenciar. Del brazo incorrupto de la santa a los sesos del premio nobel sin transición posible. Qué maravillosas y patéticas bestias somos. Volvamos ahora a la historia de Einstein y a la de todos los demás.

La autopsia del científico tendría que haberla practicado el doctor Harry Zimmerman, pero le resultó imposible desplazarse desde Nueva York a Princeton, donde estaba el cuerpo. Así que el encargo cayó en Thomas Harvey, patólogo licenciado en Yale que no dudó un segundo al hacer su trabajo: extrajo el cerebro de Einstein y lo pesó —era un poco pequeño: 1225 gramos—, lo fotografió desde todos los ángulos posibles y lo partió en más de doscientos cuarenta cachitos que metió en formol. A pesar de que no tenía la autorización de la familia, llegó a una especie de acuerdo con ellos por el que se comprometió a estudiar el encéfalo y a publicar sus conclusiones. Nunca lo hizo y lo más probable es que fuera porque carecía de la preparación necesaria. Aunque sí envió distintos fragmentos a investigadores que se los solicitaron.

Más difícil de justificar resulta que un buen día decidiera llevarse el cerebro a su casa, motivo por el que acabó siendo despedido. Allí permaneció durante décadas, metido en dos botes de cristal como los que se utilizan para guardar galletas. A veces Harvey los tenía en la cocina, a veces en el sótano y a veces en la repisa del salón. En 1996, Michael Paterniti contactó con él vía el escritor William Burroughs —sí, sí, el de Yonqui y El almuerzo desnudo— que había sido vecino del médico en Kansas. Harvey tenía ya más de ochenta años, había perdido la licencia para ejercer la medicina y trabajaba como operario en una fábrica de plásticos por ocho dólares la hora. El cerebro, eso sí, seguía en perfecto estado de conservación. No lo había vendido ni se había prestado a comerciar con él, a pesar de las múltiples ofertas que recibió y de su precaria situación financiera. No se le resbaló el bote de cristal de las manos y acabó en el suelo, como en la famosa escena de El jovencito Frankestein, o como en efecto ocurrió con los sesos de Walt Whitman en la Universidad de Pensilvania. Y tampoco se lo comió el gato, final que sufrió el corazón del poeta y novelista Thomas Hardy cuando un cirujano lo extrajo para enterrarlo en su pueblo natal mientras el resto del cuerpo se quedaba en la abadía de Westminster.

Harvey se limitó a guardar el cerebro sin más. Y a cometer alguna que otra excentricidad. Como en 1994, cuando un japonés experto en Einstein acudió a visitarle junto a un equipo de televisión. No se le ocurrió otra cosa que sacar los sesos, cortar un trocito sobre la tabla de la cocina, como si fuera una cebolla o una pechuga de pollo, y regalárselo a su exótico visitante. Tal cual. Aunque peor fue lo del otro: esa misma noche, el japonés se fue a un karaoke y acabó cantándole una bonita canción al cachito de sustancia gris que le habían dado. Todo ello frente a las cámaras de la BBC. Quien no lo crea, o quien busque una experiencia realmente friki, puede buscar el vídeo en internet. No le resultará difícil encontrarlo.

Tres años después, Harvey y Paterniti cruzaron todo Estados Unidos con el cerebro para visitar a Evelyn Einstein. Experiencia que Paterniti contó en el libro Viajando con Mr. Albert y por fin, en 1998, el médico decidió devolver la sesera al hospital de Princeton de donde décadas antes se la había llevado.

Los ojos, por cierto, también se extrajeron durante la autopsia y se los quedó Henry Abrams, oftalmólogo del científico. «Quería un recuerdo de él», se justificó, y los guardó en la caja fuerte de un banco.

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Charlot en la tienda (1916). Imagen: Mutual Film Corporation.
Lo de Charlie Chaplin, en cambio, no fue nada personal. No hubo admiración, respeto ni cariño. Tampoco curiosidad científica. Se trató de una profanación en toda regla y un secuestro. Roman Wardas y Gantscho Ganev, dos mecánicos en paro, solo buscaban dinero. Pero lo hicieron fatal. Empezando por la elección de su objetivo. «Charlie hubiera pensado que esto es ridículo», dijo Oona O’Neill, la viuda, al enterarse de que unos chalados habían desenterrado el cuerpo de su marido, muerto dos meses antes, y se lo habían llevado. Para devolverlo, exigían seiscientos mil dólares, que ni ella ni nadie en la familia estaba dispuesto a pagar.

Aunque algo había que hacer, sobre todo porque los secuestradores se empeñaron en amenazar de muerte a los hijos pequeños de Chaplin, llamaban a cualquier hora poniendo voces ridículas para que no les identificaran y hasta mandaron una foto con la que pretendían demostrar que ellos en efecto habían robado el fiambre. Tuvo que intervenir la policía suiza, país en el que ocurrieron los hechos y donde el cómico pasó sus últimos años de vida. Empezaron las negociaciones y el regateo, más como una forma de pillarles que otra cosa, y llegaron por fin a una cantidad que a ambas partes le pareció razonable: cien mil dólares. Lástima que los agentes cometieran un error y arrestaran a la persona equivocada cuando se iba a efectuar la entrega.

El despliegue a partir de ahí fue impresionante. Doscientos policías vigilaban todas y cada una de las cabinas cercanas a la espera de que se produjera la siguiente llamada. Fue así como lograron detenerles. Ya solo faltaba recuperar el ataúd con el cadáver, pero habían pasado más de diez semanas y surgió un nuevo contratiempo. El terreno donde Wardas y Ganev lo habían enterrado ahora estaba completamente cubierto por plantas de maíz, lo que provocó varios días de búsqueda y un gran cabreo por parte del propietario de la finca que no terminaba de comprender po rqué tenía él que pagar los platos rotos. Según contó Eugene Chaplin, hijo de cineasta, el lugar elegido por los secuestradores era tan bonito que su madre dijo al verlo: «Es una pena que le hayamos encontrado».

No está tan clara la historia de Elvis. Porque hasta existe una teoría de la conspiración: ¿de verdad intentaron robar su cuerpo o fue una artimaña para que las autoridades permitieran enterrarlo en Graceland? Vayamos a los hechos: en la madrugada del 29 de agosto de 1977, dos semanas después de la muerte del rey del rock, la policía detuvo a tres hombres en el cementerio de Forest Hill, en Memphis. Su idea, supuestamente, era secuestrar el cadáver y pedir diez millones de dólares como rescate, y al peso quizá los hubiera valido, ya que el ataúd, más digno de un faraón que del rey, pasaba de los cuatrocientos kilos. Este pequeño detalle resulta fundamental, ya que los hombres se presentaron sin ningún tipo de grúa o herramienta para llevar a cabo el trabajo. Más raro aún parece que fuera Ronnie Adkins, uno de los detenidos, quien llamó a la policía y a la prensa para informarles por adelantado de sus planes, con lo que les arrestaron nada más entrar en el cementerio. Lo bueno es que no pasaron mucho tiempo entre rejas porque ni les dio tiempo a hacer nada ni había ninguna prueba contra ellos más que el testimonio de Adkins que no parecía tener mucho sentido. Eso sí, después de esa noche, y para evitar disgustos, el padre de Elvis obtuvo la autorización que hasta entonces le habían negado para llevarse el cuerpo de su hijo a Graceland, donde cada año recibe la visita de más de seiscientas cincuenta mil personas.

Al menos Elvis se libró de caer en manos de Thomas T. Noguchi. Ejerció como forense del condado de Los Ángeles entre 1961 y 1982 y se hizo famoso por sus indiscreciones y por el tamaño de su ego, mayor incluso que el de muchas de las estrellas a las que conoció en la sala de autopsias: Robert Kennedy, Janis Joplin, Sharon Tate, John Belushi… Y, la más importante de todas, Marilyn. Lo que escribió sobre su encuentro con ella parece casi una declaración de amor: «Era la primera vez que me sentía afectado por la visión de un difunto sobre la mesa de disección. Los patólogos forenses se habitúan a la muerte. Pero nadie hubiera podido mantenerse impasible ante la hermosa Marilyn Monroe». Palabras que chocan aún más tras ver las fotos que se tomaron al finalizar la autopsia y que, por supuesto, se acabaron filtrando. O tras leer el análisis que realizó de su aparato digestivo y que no vamos a incluir aquí. Quienes estén interesados, encontraran todos los detalles de esta autopsia, y de muchas otras, en Cadáveres exquisitos, el libro que Noguchi publicó después de ser apartado del cargo, entre otros motivos y paradójicamente, por la cantidad de información y detalles que le gustaba dar de sus casos.

El forense se justificaba por el interés público que tenían estas historias, aunque la prensa y quienes trabajaron con él le acusaban de querer ser más famosos aún que los famosísimos difuntos a los que abría en canal. Incluso cuentan que rezaba para que se produjeran grandes catástrofes y accidentes aéreos porque eso le permitiría aparecer más en los medios. Acusaciones ante las que él respondía que se trataba solo de un chiste y que el humor negro era la mejor defensa en un profesión que está siempre en contacto con la tragedia.

La muerte de William Holden, en noviembre de 1981, le puso en el disparadero. «El actor se corta la cabeza al caer borracho, según el informe forense», tituló Los Angeles Times, y todos se volvieron contra Noguchi porque filtró los detalles más truculentos, como la tasa de alcohol en sangre o que el cadáver se había pasado cuatro días tirado en el suelo de su casa sin que nadie le echara de menos ni se preocupara por él. Y en menos de dos semanas, otra muerte aún peor y más escandalosa: la de Natalie Wood. Había también alcohol de por medio y un misterio del que aún hoy se sigue hablando: ¿se cayó sola del barco y se ahogó?, ¿la empujó alguien?, ¿se produjo una discusión antes de la caída? Se desataron todo tipo de rumores y la información que aportó Noguchi —en muchos casos, meras hipótesis—, en lugar de aclararlos, los multiplicó. La Asociación de Actores le acusó de violar la intimidad de la difunta y hasta Frank Sinatra le pidió que se callara. Noguchi, por una vez en su vida cerró la boca, sin imaginar que le quedaba muy poco en el cargo y que pronto iba a perder ese extraño título de forense de las estrellas por el que todos le conocían.

¿Y si la crionización pudiera salvarnos? No confíen demasiado en ello. Y menos aún si de lo que hablamos no es tanto de la posibilidad de descongelarnos para resucitar el día de mañana, como de algo mucho más sencillo: que se respeten los restos mortales del famoso en cuestión y pueda así descansar en paz. El caso de Ted Williams, uno de los mejores jugadores de béisbol de todos los tiempos, empezó mal desde el principio. O sea, desde el momento mismo del final, cuando expiró en julio de 2002. Y eso que él había expresado de forma muy clara su voluntad: quería ser incinerado y que esparcieran sus cenizas en los cayos de Florida donde solía pescar. Pero John Henry, uno de sus tres hijos, fue más rápido que los demás y decidió congelarle. Extrajo también muestras de su ADN con la esperanza de obtener algún tipo de beneficio económico o clonarlo algún día. Bobby-Jo, otra de sus hijas, se opuso y comenzó la batalla legal. Y más grave aún: comenzó el disparate. Lo de menos, en este caso, es si los herederos utilizaron un autógrafo firmado en una servilleta para simular que su padre había expresado unas últimas voluntades distintas de las ya conocidas, como sostienen algunos. Lo más tremendo fue la chapuza y el maltrato que sufrió el cadáver. Según contó Larry Johnson, exempleado de la compañía que se encargó de conservarlo, el cuerpo fue decapitado y tuvo un paradójico destino: la cabeza del mejor bateador de la historia acabó siendo bateada por uno de los técnicos de mantenimiento con una llave inglesa. ¿Cómo? Sigan leyendo porque esto de vuelve cada vez más extraño y más sórdido: al parecer, utilizaban latas de atún como pedestales de las cabezas para evitar que se pegaran al fondo del tanque, y al pobre Williams la lata se le quedó encajada durante el proceso de congelación. El resto, golpetazo incluido, ya se lo pueden imaginar…

Otros ni siquiera esperan a que el famoso haya muerto para empezar con el culto o el expolio de sus despojos y residuos biológicos. Durante años, se rumoreó que la madre de Marilyn Manson había guardado su prepucio después de circuncidarle en la infancia. El músico no solo lo confirmó, sino que fue un paso más lejos y bromeó, o no, con la posibilidad de venderlo algún día si se le tuercen mucho las cosas: «Es una especie de salvavidas arrugado», dijo. A Madonna, por el contrario, no le hizo ninguna gracia cuando en 2017 quisieron subastar objetos suyos tan íntimos como ropa interior usada o un cepillo con algunos pelos. «Es indignante y sumamente ofensivo que mi ADN pueda ser puesto a la venta», argumentó en una demanda. La justicia paralizó la subasta hasta estudiar el caso, pero luego dio luz verde a la operación. Así que ya lo saben, si quieren un recuerdito de la cantante sin necesidad de que pase a mejor vida, pónganse en contacto con la casa de subastas Gotta Have Rock and Roll. Igual aún les queda algo en el almacén.

https://www.jotdown.es/2019/07/historias-bizarras-de-cadaveres-muy-famosos/
 
El cementerio de la Almudena cobra vida con visitas nocturnas teatralizadas
Los visitantes podrán descubrir el arte que conserva la necrópoli desde el 18 de julio
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SeguirCarlota Barcala@CarlotaBarcala
MADRID Actualizado:14/07/2019 00:46h

Una experiencia totalmente inmersiva y sensorial. Eso es lo que podrán vivir los visitantes del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena a partir del 18 de julio gracias a las visitas nocturnas teatralizadas, y guiadas, en las que recorrerán y descubrirán (o redescubrirán) el espacio de una forma que nunca habrían imaginado. La cultura funeraria se acerca de esta manera a la sociedad, como «herramienta pedagógica» en una iniciativa que será una mezcla de elementos, con su formato híbrido, de las visitas guiadas y la «performance».

A través de sonidos ambientes, música, acciones performativas y dinámicas, los asistentes pasearán por el camposanto en la oscuridad de la noche, alumbrados solo por la luna, y compartirán espacio con las almas que pueblan el lugar. Desde su construcción en 1884, y a lo largo casi ya dos siglos, se han inhumado, nada más y nada menos, que unas cinco millones. Así, conocerán la historia de la Almudena, el arte que conserva y los personajes que descansan en elcementerio Civil, como el premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, Pío Baroja, Lina Morgan, Alejandro Lerroux, Pablo Iglesias y la «faraona» Lola Flores, entre otras 140 personas ilustres con sus deslumbrantes estatuas de piedra o bronce.

«Fausto», el ángel de piedra –y de la muerte– obra del arquitecto Francisco García Nava, será el encargado de guiar a los visitantes con su trompeta silenciosa desde la cúspide del pórtico de entradade la Necrópolis del Este hasta el final del recorrido, por medio de los caminos de tierra abiertos entre la ordenada disposición de las lápidas.

La reserva para acudir a la visita teatralizada puede hacerse desde el 15 de julio a las 09.00 horas. Servicios Funerarios, empresa municipal que gestiona el cementerio, pondrá a disposición de los usuarios 700 nuevas plazas de carácter gratuito. Este circuito se suma al programa de actividades existente ya en el Cementerio de la Almudena, que cada vez atrae a más madrileños y turistas y que va desde las visitasgenerales hasta las tematizadas, como «Arquitectura y arte», «Personajes Ilustres», «Mujeres Singulares» y «Un cementerio de cine» (disponible, esta última, a partir del próximo 8 de septiembre».

Las visitas tienen como objetivo ampliar la atención a las familias, más allá del «momento de la despedida de sus seres queridos», asegura la gestora del cementerio. Se trata, en definitiva, de una iniciativa que pretende recuperar el conocimiento de un pasado que, aunque enterrado en 120 hectáreas de terreno, sigue latente y a partir del que se puede entender mucho mejor nuestro presente y las diferentes corrientes arquitectónicas y artísticas castizas que con su belleza adornan la muerte, las lápidas y los faraónicos panteones.

https://www.abc.es/espana/madrid/ab...urnas-teatralizadas-201907140046_noticia.html
 
La Almudena, un cementerio donde los vivos están en la gloria
La necrópolis madrileña acoge monumentos funerarios de mucho interés
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Entrada al cementerio La Almudena en Madrid. (CHUYN / Getty Images/iStockphoto)
PEPE VERDÚ
21/07/2019 07:00

Imaginen 120 hectáreas de espacio urbano sin tráfico, comercios ni cafeterías, un remanso de sosiego en plena capital, libre de soniquetes telefónicos y otras estridencias. Esa delicia existe en Madrid, es el cementerio de la Almudena, un oasis arbolado que agrupa 300 monumentos protegidos en el Plan Urbano, y que aúna historia, naturaleza y arte. Los sibaritas poco aprensivos encuentran allí un espacio donde pasear, leer o, simplemente, cavilar en paz y a la fresca. Porque fresca hay toda la que quieran, incluso en verano, gracias a los arquitectos Fernando Arbós y José Urioste, responsables del proyecto original, quienes planificaron el recinto para que se beneficiase de la circulación natural del aire en la zona.

Cementerio de la Almudena
Sus administradores estiman que se ha inhumado a tres millones de personas en él

En el siglo XVIII aún se enterraba a los difuntos en los cementerios parroquiales, y en los patios de iglesias y conventos. El crecimiento demográfico de las ciudades y la lógica sanitaria hicieron esa solución insostenible a medio plazo. El rey Carlos III (1716-1788), “el mejor alcalde de Madrid”, fue el primero que intentó trasladar los camposantos a las afueras urbanas, pero topó con la beligerante negativa de la Iglesia, celosa de su monopolio fúnebre y obsesionada por decidir quién descansaba en tierra santa y quién no. A principios del siglo XIX, José Bonaparte hizo otra tentativa, pero fue tan efímera como su fugaz mandato. Hubo que esperar a 1876 para que se crease una comisión dedicada al estudio de la futura necrópolis del Este. Esta se emplazaría en el entonces vecino pueblo de Vicálvaro, hoy un distrito capitalino, donde el Ayuntamiento adquirió unos terrenos conocidos popularmente como La Elipa. Casi simultáneamente, una real orden de 1883 dispuso que todos los ayuntamientos con más de seiscientos vecinos tuviesen un cementerio civil junto al católico, destinado a quienes no querían o podían yacer en suelo sagrado.

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Cementerio de la Almudena, Madrid. (CHUYN / Getty Images/iStockphoto)
El proyecto de la Almudena arrancó con parsimonia, hasta que una epidemia de cólera forzó su aceleración. Esa circunstancia explica que la instalación se llamase originalmente cementerio de Epidemias. La puesta en marcha posibilitó el cierre de siete antiguos camposantos en el centro de Madrid; solo permanecieron activos los de San Isidro, San Justo, Santa María y San Lorenzo porque pertenecían a hermandades sacramentales.

La Almudena original ocupó una extensión de apenas 25 hectáreas. La parte mayor fue la católica, bajo la advocación de la patrona madrileña, quien acabaría dando su nombre a todo el complejo. La primera inhumación en el cementerio católico sucedió el 15 de junio de 1884, su protagonista fue Pedro Regalado, un niño de catorce meses. La primera persona enterrada en el cementerio civilfue Maravilla Leal González, una joven suicida a quien se negó el descanso en tierra bendita. Con el tiempo, el cementerio civil acogería a todo tipo de disidentes del orden establecido: intelectuales, políticos, líderes obreros, artistas...

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Cementerio de la Almudena, Madrid (dr_zoidberg - Flickr)
Por fin, el rey Alfonso XIII dispuso la creación de una tercera y última zona en 1922, destinada a que la comunidad judía inhumase a sus miembros conforme a sus creencias. Al cementerio Beit Hajaimse le asignó una hectárea de terreno.

Desde entonces, el cementerio de la Almudena ha experimentado sucesivas ampliaciones hasta alcanzar las 120 hectáreas actuales. Es uno de los mayores de Europa. Sus administradores estiman que se ha inhumado a tres millones de personas en él.

El cementerio civil acogería a todo tipo de disidentes del orden establecido

La entrada principal al recinto es a través de un vistoso pórtico de 1925, que estilísticamente parte del propileo clásico pero lo ornamenta con elementos modernistas y hasta mudéjares. Encima del arco central lucen dos esculturas del cordobés Mateo Inurria: el Cristo del Perdón y San Miguel Arcángel. El artista, por cierto, yace en la Almudena.

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La capilla de la Almudena. Madrid. (CHUYN / Getty Images/iStockphoto)
La capilla de la zona de enterramientos también tiene interés. Mezcla componentes modernistas y art déco, y se remata con una cúpula apuntada y una torre de ladrillo. Las vidrieras las fabricó la prestigiosa casa Maumejean, autora de trabajos similares para las catedrales de Sevilla, Burgos, Pamplona o Segovia.

Entre 1939 y 1945 se fusiló a más de 2.500 personas en las tapias de la Almudena

El cementerio acoge esculturas funerarias de artistas muy prestigiosos: Mariano Benlliure creó el monumento a Santiago Ramón y Cajal, y el mausoleo de la familia Núñez Rubio; Emiliano Barral es autor del monumento a Pablo Iglesias, fundador del PSOE; Francisco Roca concibió el mausoleo dedicado al político Francesc Pi i Margall, que se sufragó por suscripción popular... El recinto alberga, además, monumentos fúnebres de estilos neoclásico, neogótico, neorrománico, modernista... No se pierdan el mausoleo de los Vizcondes de Llanteno, con llamativos rasgos mesopotámicos, o el de la familia Zorrilla Alaber, que exhibe una marcada influencia modernista.

El listado de celebridades enterradas en la Almudena es inabarcable, tan extenso que invita a agrupar a los personajes por actividades para poner un poco de orden: entre los políticos, Nicolás Salmerón, Niceto Alcalá Zamora, Alejandro Lerroux, Dolores Ibárruri (La Pasionaria) o Enrique Tierno Galván; los científicos Juan de la Cierva y Gregorio Marañón; los escritores Benito Pérez Galdós, Concha Espina, Pío Baroja, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o Rafael Sánchez Ferlosio; deportistas como Alfredo Di Stefano y Fernando Martín; actores como Ángel de Andrés, José Bódalo, Aurora Redondo, Antonio Garisa o rene Gutiérrez Caba...

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Mausoleo Pi i Maragall, en la Almudena, Madrid (By Strakhov vía Wikimedia Commons)
Uno de los lugares más visitados es el panteón de los González Flores, adornado con una estatua de Lola Flores y otra de su hijo, Antonio Flores. Pero La Almudena cuenta con muchas más construcciones de interés, sobre todo los monumentos conmemorativos. Dos de ellos agasajan a quienes murieron en defensa de los intereses coloniales españoles en Cuba o Filipinas. Otro honra a los caídos de la División Azul. El Ayuntamiento retiró en 2017 el que homenajeaba a los miembros de la Legión Cóndor, la fuerza aérea que el III Reich puso al servicio de Franco tras su golpe de Estado, y cuyos bombardeos asesinaron a miles de civiles en Madrid, Guernica o Tarragona, entre otras ciudades.

Son muy carismáticos los monumentos dedicados a los 67 espectadores fallecidos cuando el Teatro Novedades ardió el 23 de septiembre de 1928, y el de las Trece Rosas, trece jóvenes ejecutadas por el franquismo el 5 de agosto de 1939, cuatro meses después del fin de la Guerra Civil. Entre 1939 y 1945 se fusiló a más de 2.500 personas en las tapias de la Almudena.

El cementerio ofrece diferentes visitas guiadas que facilitan el descubrimiento de su patrimonio y de su historia. Se puede pedir información y concertar plaza en el e-mail: cementerioalmudena@reservaspatrimonio.es

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El cementerio de La Almudena en Madrid. (Luis García (Zaqarbal) / Wikipedia

https://www.lavanguardia.com/ocio/v...la-almudena-cementerio-mausoleos-interes.html
 
Rimbaud sigue recibiendo cartas apasionadas en la tumba
El poeta francés, fallecido hace 127 años, tiene un buzón a su nombre en el cementerio de Charleville-Mézières
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Las cartas de amor de Leonard Cohen a Marianne, vendidas por 876.000 dólares

«¡A Rimbaud lo tuteo, lo llamo Arthur!». Bernard Colin, cuidador desde hace 37 años del cementerio del Oeste, en Charleville-Mézières, en el noreste de Francia, vela fielmente por la tumba del poeta y recoge concienzudamente su «correo».

Incluso 127 años después de su muerte, el poeta francés continúa recibiendo cartas en elbuzón amarillo «vintage» instalado a su nombre en la entrada del cementerio más viejo de la ciudad.

«Al menos dos o tres por semana», se sigue sorprendiendo Colin.

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Bernard Colin recoge el correo - Afp


En su vivienda con aires de pequeña mansión neogótica que vigila el acceso al cementerio, Colin guarda religiosamente en cajas de zapatos esos testimonios de afecto y admiración enviados desde el mundo entero.

«La cosecha de seis meses», dice, abriendo tres cajas apiladas en un cajón en el lavadero.

«A mi Rimbange [ángel Rimbaud]. Tuya toda la vida», proclama una enamorada. «Rimbaud, incluso si ya no estás aquí, que sepas que te amaré toda mi vida», escribe otra, mientras que una tercera carta promete al poeta «el cielo y el alba».

Algunos versifican, como este autor anónimo: «Pésame sentido, amor devastado, que tu alma repose en paz en este mundo rechazado».

Otros se ponen insistentes, como este también anónimo, que espera encontrar a Rimbaud. O una tal Allison: «Soy admiradora tuya pero nunca tuve respuesta a mis cartas. Empiezo a impacientarme».

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Colin muestra algunas de las cartas a Rimbaud recibidas - Afp
«Que este correo te llegue», concluye con ardor una última carta extraída de una de las cajas.

Este deseo siempre se cumple. Enviadas a la dirección «Arthur Rimbaud, cementerio de Charleville-Mézières», todas las cartas con sello postal llegan a su destinatario y luego son conservadas religiosamente por Bernard Colin.

«A veces he encontrado cartas que me dan miedo. La gente le confiesa su abatimiento. Es su confidente. Le hablan como si estuviese vivo», cuenta.

Medallas y una petaca de alcohol
Bernard Colin saca otra reliquia de sus preciosas cajas: una púa de la cantante estadounidense Patti Smith, gran admiradora del poeta de las suelas de viento y propietaria desde 2017 de una vivienda en el caserío de Roche, cerca de Charleville-Mézières, donde Rimbaud habría escrito «Una temporada en el infierno».

«Viene siempre a meditar a la tumba de Rimbaud cuando pasa por el Festival del Cabaret Verde», afirma el cuidador del cementerio.

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Tumba de Rimbaud - Afp
«Pero muchos otros también han venido, como Hubert-Félix Thiefaine, Hugues Aufray e incluso Dominique de Villepin, el ex primer ministro», gran enamorado de Rimbaud, recuerda este hombre que nunca duda en servir de guía a los numerosos turistas que trae el verano.

«Muchos asiáticos, chinos, japoneses, pero también europeos, franceses. Algunos pasan horas en la tumba para escribir. Otros le muestran respeto, toman un trago, fuman un cigarrillo», cuenta Colin.

Sus cajas de zapatos conservan el testimonio de esas visitas: cartas, poemas, libros de Rimbaud en todos los idiomas, CD, medallas, joyas, paquetes de cigarrillos, petacas de alcohol, un pequeño corazón de espuma rojo...

Otros homenajes se hacen de manera más discreta. «Este es el buzón de cartas privado de Rimbaud», precisa Colin mostrando una pequeña grieta en la lápida del panteón familiar. «Creo que encontraríamos muchas, muchas cartas, si se abriese», imagina.

«Y allí es el rincón de los pequeños Arthur», dice sonriendo.

Detrás de dos estelas blancas consagradas a Arthur Rimbaud y a su hermana Isabelle, muerta a los 17 años, han sido sorprendidas parejas haciendo el amor. Rimbaud alimenta todos los fantasmas.

«¡Rimbaud es el Jim Morrisson de Charleville-Mézières!», afirma Lucille Pennel, directora del museo dedicado al poeta en su ciudad natal.

Si hacia los años 1950-1960, la ciudad desdeñaba a Rimbaud, que tanto la había denigrado, Charleville-Mézières está hoy en día entregada por completo a su poeta, verdadero atractivo turístico.

Algo que no desmiente Bernard Colin. «Cuando llegué hace 37 años, el viejo cuidador me dijo que nadie venía a ver a Rimbaud. ¡Esto cambió por completo!».

https://www.abc.es/cultura/libros/a...s-apasionadas-tumba-201907221421_noticia.html
 

Elvis Presley (1935–1977)





En el año 2006, Graceland –la mansión de Elvis en Memphis y en cuyo jardín se encuentra su tumba– entró a formar parte de la categoría de Monumento Histórico Nacional. El Rey del Rock quiso descansar para siempre en el hogar que con tanto orgullo regaló a sus padres en 1957. Ese mismo lugar que lo vio crecer y convertirse en ídolo mundial, hoy acoge sus restos que son visitados por más de 650.000 turistas y fans al año.
 
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