JAIME PEÑAFIEL
16/03/2019
CHSSS...
¡NI JUANITO NI HOSTIAS!
NO SOY ANTIMONÁRQUICO
Vayan estas líneas en homenaje a José Pedro Pérez Llorca, el gran político fallecido la pasada semana y a quien tuve la satisfacción de conocer cuando era ministro de Asuntos Exteriores. ¡Un gran ministro! Como tal, acompañaba a los Reyes de España en el maratoniano viaje oficial a Kuwait, Japón, Indonesia y Qatar, en noviembre de 1980. Durante la estancia en Yakarta, Don Juan Carlos no sólo estropeó el cumpleaños de Doña Sofía, sino que dejó al borde del infarto a su ministro. Por suerte o por desgracia, fui testigo, junto a Pepe Oneto, de eso que Horacio denominaba “corta locura”. En este caso, con toda razón, Don Juan Carlos se dejó llevar, como cualquier ser humano, por ese desahogo que es la cólera. Nos encontrábamos en la Embajada española en Yakarta. Como suele ser habitual en estos viajes al extranjero, los Reyes ofrecen una recepción a la colonia de compatriotas en los salones de la residencia del embajador. En la capital indonesia, el salón era de reducidas dimensiones y la colonia española, en aquella lejanísima capital asiática, poco más de medio centenar de personas. Aquel 2 de noviembre no era un día cualquiera. Hacía exactamente 42 años que había nacido Doña Sofía. Todo el mundo la había felicitado. Incluso había recibido, al comienzo de la recepción, un pequeño regalo de los periodistas que formábamos el séquito informativo en aquel viaje oficial. Su sonrisa, una de esas sonrisas dotadas de la facultad de tranquilizar y contagiar que uno encuentra en contadas ocasiones, se convertía en carcajada para dejarse oír en cascada, expansiva y espontánea, en el salón de la Embajada, mientras don Juan Carlos departía, copa en mano, con los españoles residentes en Yakarta. Entre ellos, varios pelotaris vascos que trabajaban en los frontones donde los indonesios gustan jugar y apostar hasta la vida.
Mientras esto sucedía, al ministro Pérez Llorca no se le ocurrió otra cosa que organizar, en un rincón del saloncito en el que su majestad ofrecía su personal recepción, una rueda de prensa con los periodistas del séquito, mientras que los focos de la televisión iluminaban intensamente al grupo.
José Oneto y yo, enviados especiales de los semanarios Tiempo y¡Hola!, no participábamos en aquel briefing. Solamente observábamos al Rey y al ministro en aquella situación tan poco diplomática y respetuosa con el soberano. Los dos advertimos el creciente cabreo que se iba apoderando de su majestad, dirigiendo incendiarias miradas al grupo que formaban el ministro y los periodistas. Oneto y yo temíamos en cualquier momento lo peor. De repente, Don Juan Carlos dejó a los invitados con la palabra en la boca y, dando grandes zancadas, se dirigió hacia la salida del salón con la cólera reflejada en la mirada y en la voz ya que, al pasar junto a nosotros, nos gritó lleno de ira: “¡Esto no se me puede hacer a mí! ¡Es la última vez que vais a viajar conmigo!”.
No nos dio tiempo a explicarle que, como había podido ver, no estábamos participando en el desaguisado protocolario. Sin detenerse, camino hacia la salida del salón, seguido de la pobre Reina que le suplicaba : “¡Juanito! ¡Juanito!”. “¡Ni Juanito ni hostias !”, fue su respuesta antes de dar con la puerta en las narices de Doña Sofía y subir al coche para regresar a su residencia oficial en Yakarta.
El tema era tan grave y la situación del ministro tan preocupante que una comisión de periodistas, entre los que me encontraba, acudió a ofrecer toda clase de disculpas al Rey. No quiso recibirnos. Lo hizo el buenazo del marqués de Mondéjar, que prometió trasladar nuestro pesar y las disculpas del ministro por su tan poca diplomática actitud.
Don Juan Carlos es, simplemente, un hombre, que, como todos, tiene sus defectos y sus virtudes. El que no los tuviera sería, precisamente, el mayor de los defectos. Aquel día su actitud estaba más que justificada. Una prueba es que el inolvidable José Pedro Pérez Llorca reconoció el tremendo error que había cometido.
El compañero Eduardo Álvarez ha afirmado más que insinuado en su columna de opinión del pasado sábado, titulada Froilán y la Corona, que soy antimonárquico, comparándome incluso conPablo Echenique. ¡Vaya por Dios! Querido, lo que no soy es cortesano. Mi problema es que me he especializado en una Familia en la que la ejemplaridad es su razón de ser. Del rey abajo, todos. Tanto en la vida privada como en la pública. Y no siempre lo son. Cuando esto sucede, nuestra obligación, mi obligación, (pienso que la tuya también) es señalarlo. Me sorprende que pienses que Froilán y su hermana no pueden hacer lo que les dé la gana porque ocupan el cuarto y el quinto lugar en la línea de sucesión al trono de España.
Aunque alguna compañera, sin pudor, ha escrito que Leonor será una buena reina, no podemos garantizar que lo sea y mucho menos los hijos de la Infanta Elena. Y Felipe seguirá siendo Rey mientras los españoles lo permitan. Pero no te equivoques.
Si un día la Institución es sometida a referéndum por el impresentable Sánchez, personalmente, votaré ¡siempre! sí a la Monarquía porque no soy antimonárquico. Aunque te lo parezca. Yo, como Arturo Pérez-Reverte, “monárquico de razón”.
Ábalos insulta y degrada a millones de mujeres que llevan, con orgullo, ser “ señoras de...”. (...) Si Begoña no es la señora de Sánchez, ¡qué coxx es! (...) ¡Ay!, ese cabezazo de Juanma a Felipe, me ha recordado el ‘plongeon’ de la Preysler a Letizia. (...) No es el mejor año para el guardameta belga del Real Madrid: ha encajado más goles que ningún otro portero europeo y ha estado a punto de caer en las peligrosas redes de la modelo más polémica de España. ¡Cuidado muchacho! Esta “mantis” ya ha devorado a un piloto, un tenista y a un ingeniero... que se sepa. (...) Responder “Vale, no pasa nada”, cuando le comunica su esposa que ha decidido separarse, no es de recibo, maestro. (...) Fue ella y no él quien se reunió con los abogados para redactar un convenio extrajudicial. (...) Mientras Alessandra saludaba con una pronunciada y ridícula reverencia a Letizia, ésta miraba sonriente a la dama que la seguía. Y eso no está bien por parte de la consorte y muy mal por parte de la “cortesana”. (...) Por primera vez ha confesado que si él no hubiera tenido esa relación tan tóxica con la dominicana de color “mi hijo seguiría vivo. Muchas veces he pensado en suicidarme”.
16/03/2019
CHSSS...
¡NI JUANITO NI HOSTIAS!
NO SOY ANTIMONÁRQUICO
Vayan estas líneas en homenaje a José Pedro Pérez Llorca, el gran político fallecido la pasada semana y a quien tuve la satisfacción de conocer cuando era ministro de Asuntos Exteriores. ¡Un gran ministro! Como tal, acompañaba a los Reyes de España en el maratoniano viaje oficial a Kuwait, Japón, Indonesia y Qatar, en noviembre de 1980. Durante la estancia en Yakarta, Don Juan Carlos no sólo estropeó el cumpleaños de Doña Sofía, sino que dejó al borde del infarto a su ministro. Por suerte o por desgracia, fui testigo, junto a Pepe Oneto, de eso que Horacio denominaba “corta locura”. En este caso, con toda razón, Don Juan Carlos se dejó llevar, como cualquier ser humano, por ese desahogo que es la cólera. Nos encontrábamos en la Embajada española en Yakarta. Como suele ser habitual en estos viajes al extranjero, los Reyes ofrecen una recepción a la colonia de compatriotas en los salones de la residencia del embajador. En la capital indonesia, el salón era de reducidas dimensiones y la colonia española, en aquella lejanísima capital asiática, poco más de medio centenar de personas. Aquel 2 de noviembre no era un día cualquiera. Hacía exactamente 42 años que había nacido Doña Sofía. Todo el mundo la había felicitado. Incluso había recibido, al comienzo de la recepción, un pequeño regalo de los periodistas que formábamos el séquito informativo en aquel viaje oficial. Su sonrisa, una de esas sonrisas dotadas de la facultad de tranquilizar y contagiar que uno encuentra en contadas ocasiones, se convertía en carcajada para dejarse oír en cascada, expansiva y espontánea, en el salón de la Embajada, mientras don Juan Carlos departía, copa en mano, con los españoles residentes en Yakarta. Entre ellos, varios pelotaris vascos que trabajaban en los frontones donde los indonesios gustan jugar y apostar hasta la vida.
Mientras esto sucedía, al ministro Pérez Llorca no se le ocurrió otra cosa que organizar, en un rincón del saloncito en el que su majestad ofrecía su personal recepción, una rueda de prensa con los periodistas del séquito, mientras que los focos de la televisión iluminaban intensamente al grupo.
José Oneto y yo, enviados especiales de los semanarios Tiempo y¡Hola!, no participábamos en aquel briefing. Solamente observábamos al Rey y al ministro en aquella situación tan poco diplomática y respetuosa con el soberano. Los dos advertimos el creciente cabreo que se iba apoderando de su majestad, dirigiendo incendiarias miradas al grupo que formaban el ministro y los periodistas. Oneto y yo temíamos en cualquier momento lo peor. De repente, Don Juan Carlos dejó a los invitados con la palabra en la boca y, dando grandes zancadas, se dirigió hacia la salida del salón con la cólera reflejada en la mirada y en la voz ya que, al pasar junto a nosotros, nos gritó lleno de ira: “¡Esto no se me puede hacer a mí! ¡Es la última vez que vais a viajar conmigo!”.
No nos dio tiempo a explicarle que, como había podido ver, no estábamos participando en el desaguisado protocolario. Sin detenerse, camino hacia la salida del salón, seguido de la pobre Reina que le suplicaba : “¡Juanito! ¡Juanito!”. “¡Ni Juanito ni hostias !”, fue su respuesta antes de dar con la puerta en las narices de Doña Sofía y subir al coche para regresar a su residencia oficial en Yakarta.
El tema era tan grave y la situación del ministro tan preocupante que una comisión de periodistas, entre los que me encontraba, acudió a ofrecer toda clase de disculpas al Rey. No quiso recibirnos. Lo hizo el buenazo del marqués de Mondéjar, que prometió trasladar nuestro pesar y las disculpas del ministro por su tan poca diplomática actitud.
Don Juan Carlos es, simplemente, un hombre, que, como todos, tiene sus defectos y sus virtudes. El que no los tuviera sería, precisamente, el mayor de los defectos. Aquel día su actitud estaba más que justificada. Una prueba es que el inolvidable José Pedro Pérez Llorca reconoció el tremendo error que había cometido.
El compañero Eduardo Álvarez ha afirmado más que insinuado en su columna de opinión del pasado sábado, titulada Froilán y la Corona, que soy antimonárquico, comparándome incluso conPablo Echenique. ¡Vaya por Dios! Querido, lo que no soy es cortesano. Mi problema es que me he especializado en una Familia en la que la ejemplaridad es su razón de ser. Del rey abajo, todos. Tanto en la vida privada como en la pública. Y no siempre lo son. Cuando esto sucede, nuestra obligación, mi obligación, (pienso que la tuya también) es señalarlo. Me sorprende que pienses que Froilán y su hermana no pueden hacer lo que les dé la gana porque ocupan el cuarto y el quinto lugar en la línea de sucesión al trono de España.
Aunque alguna compañera, sin pudor, ha escrito que Leonor será una buena reina, no podemos garantizar que lo sea y mucho menos los hijos de la Infanta Elena. Y Felipe seguirá siendo Rey mientras los españoles lo permitan. Pero no te equivoques.
Si un día la Institución es sometida a referéndum por el impresentable Sánchez, personalmente, votaré ¡siempre! sí a la Monarquía porque no soy antimonárquico. Aunque te lo parezca. Yo, como Arturo Pérez-Reverte, “monárquico de razón”.
Ábalos insulta y degrada a millones de mujeres que llevan, con orgullo, ser “ señoras de...”. (...) Si Begoña no es la señora de Sánchez, ¡qué coxx es! (...) ¡Ay!, ese cabezazo de Juanma a Felipe, me ha recordado el ‘plongeon’ de la Preysler a Letizia. (...) No es el mejor año para el guardameta belga del Real Madrid: ha encajado más goles que ningún otro portero europeo y ha estado a punto de caer en las peligrosas redes de la modelo más polémica de España. ¡Cuidado muchacho! Esta “mantis” ya ha devorado a un piloto, un tenista y a un ingeniero... que se sepa. (...) Responder “Vale, no pasa nada”, cuando le comunica su esposa que ha decidido separarse, no es de recibo, maestro. (...) Fue ella y no él quien se reunió con los abogados para redactar un convenio extrajudicial. (...) Mientras Alessandra saludaba con una pronunciada y ridícula reverencia a Letizia, ésta miraba sonriente a la dama que la seguía. Y eso no está bien por parte de la consorte y muy mal por parte de la “cortesana”. (...) Por primera vez ha confesado que si él no hubiera tenido esa relación tan tóxica con la dominicana de color “mi hijo seguiría vivo. Muchas veces he pensado en suicidarme”.
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