Los trucos de AC:
1) Que el malo sea el narrador. Hoy nos puede parecer un truco viejo y muy visto pero AC fue la pionera. La primera que lo utilizó y el truco en sí es muy bueno. Una de las convenciones del género policiaco es que el narrador sea el bueno o un secundario inocente: generalmente un vecino cotilla, un testigo papanatas o un escudero pelota del detective genial. Que el narrador acabe siendo el malo es un truco magnífico y rompedor, que hoy en día no sabemos valorar en su justa medida. De sus 60 novelas, AC lo utilizó en 3 o 4. Por su propia naturaleza, no es un truco del que se pueda abusar.
2) Que el malo sea el amenazado o el superviviente. Uno de los personajes recibe amenazas anónimas o consigue vomitar el pastel envenenado. Al final resulta que es el malo y todo lo anterior fue un paripé para despistar y parecer inocente. El truco es simple pero muy efectivo. Elevado a la enésima potencia deriva en Diez negritos.
3) Que el malo sea el descartado. Nada más producirse el crimen se sospecha de un personaje o incluso puede llegar a ser detenido. pero se le suelta, comprueban sus referencias o su coartada y el lector le considera una culpable falso, uno de los buenos. Al final, resulta que es el malo. La coartada o la identidad es falsa. Otro truco simple y efectivo.
4) Que el malo sea el anfitrión. Un personaje muy simpático da una fiesta en su casa. Alguien es asesinado y su casa se llena de policías, forenses, periodistas...El lector instintivamente simpatiza con ese pobre personaje, metido en un fregado incomodísimo. Bueno, pues resulta que el malo. Es un buen truco porque fríamente el anfitrión es el que más opciones tiene: puede colocar a los invitados como quiera, disponer del servicio, colocar los muebles, forzar un apagón...
5) El último truco es que no todos los narradores, no todos los supervivientes, no todos los anfitriones y no todos los descartados son los asesinos. Aunque ya te conozcas los trucos no puedes estar seguro. Grande Tía Agatha.
1) Que el malo sea el narrador. Hoy nos puede parecer un truco viejo y muy visto pero AC fue la pionera. La primera que lo utilizó y el truco en sí es muy bueno. Una de las convenciones del género policiaco es que el narrador sea el bueno o un secundario inocente: generalmente un vecino cotilla, un testigo papanatas o un escudero pelota del detective genial. Que el narrador acabe siendo el malo es un truco magnífico y rompedor, que hoy en día no sabemos valorar en su justa medida. De sus 60 novelas, AC lo utilizó en 3 o 4. Por su propia naturaleza, no es un truco del que se pueda abusar.
2) Que el malo sea el amenazado o el superviviente. Uno de los personajes recibe amenazas anónimas o consigue vomitar el pastel envenenado. Al final resulta que es el malo y todo lo anterior fue un paripé para despistar y parecer inocente. El truco es simple pero muy efectivo. Elevado a la enésima potencia deriva en Diez negritos.
3) Que el malo sea el descartado. Nada más producirse el crimen se sospecha de un personaje o incluso puede llegar a ser detenido. pero se le suelta, comprueban sus referencias o su coartada y el lector le considera una culpable falso, uno de los buenos. Al final, resulta que es el malo. La coartada o la identidad es falsa. Otro truco simple y efectivo.
4) Que el malo sea el anfitrión. Un personaje muy simpático da una fiesta en su casa. Alguien es asesinado y su casa se llena de policías, forenses, periodistas...El lector instintivamente simpatiza con ese pobre personaje, metido en un fregado incomodísimo. Bueno, pues resulta que el malo. Es un buen truco porque fríamente el anfitrión es el que más opciones tiene: puede colocar a los invitados como quiera, disponer del servicio, colocar los muebles, forzar un apagón...
5) El último truco es que no todos los narradores, no todos los supervivientes, no todos los anfitriones y no todos los descartados son los asesinos. Aunque ya te conozcas los trucos no puedes estar seguro. Grande Tía Agatha.
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