Y aquí una adolescente de casi 14 años que ha leído. Sí, ha leído. No ha resuelto un problema de física cuántica ni ha escalado el Kilimanjaro sin oxígeno ni ha demostrado ninguna otra excepcionalidad. Simplemente HA LEÍDO. Que sí, que lo ha hecho ante cámaras y gente desconocida, pero lo habrá ensayado cincuenta millones de veces cada día durante el último año (teniendo en cuenta la obsesión descontrolada de su madre) y lo llevaba bien escrito en un papel. Sólo ha leído. A los 14 años. 14. No 4 ni 5.