Pero... ¿por qué odiaba Antonio Anglés a las mujeres?
El miércoles quince de mayo de 1991, el ministerio fiscal de la audiencia valenciana solicitaba una condena de once años de prisión para Antonio, por pegar una paliza a Nuria Pera Mateu y mantenerla encadenada a una columna durante 25 horas. ¿El motivo? Nuria, adicta a los estupefacientes, le debía dinero a Antonio. La fiscalía pedía también penas menores para la madre (Neusa), la hermana (Kelly) y un amigo del acusado (Miguel Ricart) por no haber informado de los hechos a la policía. Para Antonio, que reconoció los hechos, solo se trataba de "una tontería".
Nuria declaró que había acudido al domicilio de Anglés en Valencia para pagar la parte del dinero que le debía por haberle comprado droga y para anunciarle que el resto se lo daría más adelante.
Nuria Pera Mateu, en la época del juicio.
Antonio no se lo tomó nada bien. La golpeó en varias ocasiones, la amenazó con un cuchillo y se la llevó a casa de sus padres, donde volvió a golpearla y después la introdujo en una habitación situada en el fondo de la vivienda, detrás de un corral, donde la encadenó a una columna.
Dolores Anglés, "Kelly", para la que se solicitaban cuatro meses de arresto, manifestó que Nuria no quiso que llamaran a la policía ni que le quitaran las cadenas "porque era consciente de que se había portado mal y tenía que pagar por ello".
Aquí se inicia el mito Anglés. Un individuo misógino y despiadado, capaz de cualquier cosa.
"Nuria es la joven toxicómana con la que el prófugo mantenía relaciones y a la que hizo pagar un alto precio por inyectarse la heroína que le había entregado para que la vendiera. La secuestró y la apaleó sin piedad, mientras la mantenía encadenada a una cama. Un buen día, Ricardo, que se gana la vida cuidando a una anciana alemana, decidió denunciar lo que estaba pasando. <Es que quería tirarla a un pozo>, puntualizó Neusa.
A Antonio le costó una condena a ocho años de cárcel, que no cumplió, ya que decidió no volver a la Modelo tras obtener un permiso."
Levante, 1997.05.20.
Oleaque adornó todo el asunto en su libro "Desde las tinieblas":
En los días sucesivos, las cosas empeoraron. Antonio, según Miguel Canales, "la tenía a pan y agua". Nuria estaba aterrada de frío. Neusa, cuando Antonio no la veía, le suministraba ensaimada con leche.
-Neusa -decía Nuria-, suélteme.
Pero Neusa sabía que, si hacía esto, "el mío hijo me mataba". Además de todo, la joven, sin su dosis de heroína, estaba sufriendo un descomunal síndrome de abstinencia, y Antonio la tentaba dejándole droga a la vista, pero a distancia para que no pudiera cogerla. Años más tarde, ella contaría a la Guardia Civil que, durante su encarcelamiento, sufrió violaciones. También se lo confesaría a Mari, la toxicómana que había ofrecido su piso a Antonio para citas sexuales: "Mientras la tuvo allí, el Asuquiqui se lo hizo por detrás y por delante todo lo que quiso." A Mari, y a otras personas cercanas, Nuria narraría que, para violarla, Antonio no sólo se valía del miembro sexual, sino también de palos y otros objetos. Algunos chavales han afirmado que la prostituiría entre toxicómanos, a pesar de que también la ofrecía de balde. Y que, ocasionalmente, los incitaba a orinar o mas***barse sobre ella. Según Mari, Nuria le relató que, cuando le pedía agua, <Antonio le echaba meados, y cuando quería comer, le echaba caca; si le pedía caballo, le daba una hostia y le decía “cállate, que te apuñalo”>». Su amigo Vicent refiere que "la tenía en bragas y la cubría con una sábana para que no estuviera tan a la vista"; le gritaba que los dòberman se vuelven locos cuando huelen la sangre, "y le rozaba su perro como si se la follara". Nadie sabe el tiempo real que duró aquello, aunque la cifra más frecuente se acerca a una semana. David, un amigo de la casa, dice que "Antonio ya estaba hasta los huevos de ella y quería arrancarle los pezones en unas tenazas". El Mula lo paró.
-¡Pero tío, alguna cosa l’he d’hasé pa quedarme a gusto! -exclamaba-. ¡Igual le rompo los dientes con un martillo!
Sus colaboradores íntimos le hicieron aparcar la idea de las tenazas y el martillo. Pero cuando le decían que ya la había castigado bastante, él contestaba:
-La tengo que matá.
En su posterior testimonio ante el juez, Nuria declararía que Antonio la había amenazado con tirarla a un pozo que había en la casa. Y una noche sonó el despertador de Neusa. La mujer se quitó, y se encontró con que el Rubio y Antonio estaban a punto de lanzarla. Para la ocasión, recuerda Neusa, la habían vestido. Neusa tiene claro por qué fue Ricart y no otro quién ayudó a Antonio.
-Antonio sabía que Rubio no se negaba a na que él le dijera.
Uno de los colaboradores de la droga que se encontraba allí —y que ya ha muerto—, hizo como las avestruces: "No podía evitar que la tiraran al pozo, y me eché en la cama en un cuarto; así tendría que verlo", contaría. Otros chavales se enterarían después del episodio. Neusa se fue a trabajar después de que Rubio y Antonio encadenaron de nuevo a Nuria. A la mañana siguiente, Mauricio le gastaba bromas a Ricardo:
-¿Sabe que hay un fantasma aquí, en la casa?
-¡No m’asustes! ¿Onde está?
Y le mostraba a Nuria cubierta con la sábana. Ricardo, que siempre se ha considerado "un hombre humanitario", provocó el final. Avisó a la Guardia Civil de lo que estaba sucediendo. La policía y los efectivos de la benemérita tomaron la planta baja y liberaron a la joven. Neusa, Ricart, Dolores, que estaban en la casa, fueron detenidos. A Antonio lo cogerían en el piso de Benetússer. Allí detectarían una balanza de precisión para pesar droga, comprimidos de tranquimazín, y documentación suya y de Rubén. Este último también acabaría detenido.
A Antonio, al enterarse que lo detenían por Nuria, le sorprendió tanto alboroto "por una imbecilidad".
Mari, la amiga de Antonio, se encontró con Nuria en un centro donde las dos practicaban programas de desintoxicación. Le comentaría que Antonio era fuera del talego. Nuria se quedó blanca. Mari lo entendió cuando aquella le detalló de pe a pa su cautiverio.
Nuria hacía bien de sentir terror, porque Antonio intentó cumplir en ella su venganza. Primero, buscó Nuria por su pueblo. Después, se enteró de donde intentaba desengancharse, y fue a buscarla en el centro de desintoxicación. Preguntó por ella. Pero la chica había contado a los responsables del centro todo el que le había sucedido y lo habían camuflado para protegerla. El Asuquiqui no la encontró, y tuvo que asumir que su ansia no podría saciarse con Nuria. Una persona cercana a ella comentaría, tiempo después: "Antonio le había hecho antes a Nuria lo mismo que haría a las niñas de Alcásser, pero a ella no pudo matarla."
Aún así, la joven no esquivó la fatalidad: abandonó la droga, pero años después moriría de sida.
El miércoles quince de mayo de 1991, el ministerio fiscal de la audiencia valenciana solicitaba una condena de once años de prisión para Antonio, por pegar una paliza a Nuria Pera Mateu y mantenerla encadenada a una columna durante 25 horas. ¿El motivo? Nuria, adicta a los estupefacientes, le debía dinero a Antonio. La fiscalía pedía también penas menores para la madre (Neusa), la hermana (Kelly) y un amigo del acusado (Miguel Ricart) por no haber informado de los hechos a la policía. Para Antonio, que reconoció los hechos, solo se trataba de "una tontería".
Nuria declaró que había acudido al domicilio de Anglés en Valencia para pagar la parte del dinero que le debía por haberle comprado droga y para anunciarle que el resto se lo daría más adelante.
Nuria Pera Mateu, en la época del juicio.
Antonio no se lo tomó nada bien. La golpeó en varias ocasiones, la amenazó con un cuchillo y se la llevó a casa de sus padres, donde volvió a golpearla y después la introdujo en una habitación situada en el fondo de la vivienda, detrás de un corral, donde la encadenó a una columna.
Dolores Anglés, "Kelly", para la que se solicitaban cuatro meses de arresto, manifestó que Nuria no quiso que llamaran a la policía ni que le quitaran las cadenas "porque era consciente de que se había portado mal y tenía que pagar por ello".
Aquí se inicia el mito Anglés. Un individuo misógino y despiadado, capaz de cualquier cosa.
"Nuria es la joven toxicómana con la que el prófugo mantenía relaciones y a la que hizo pagar un alto precio por inyectarse la heroína que le había entregado para que la vendiera. La secuestró y la apaleó sin piedad, mientras la mantenía encadenada a una cama. Un buen día, Ricardo, que se gana la vida cuidando a una anciana alemana, decidió denunciar lo que estaba pasando. <Es que quería tirarla a un pozo>, puntualizó Neusa.
A Antonio le costó una condena a ocho años de cárcel, que no cumplió, ya que decidió no volver a la Modelo tras obtener un permiso."
Levante, 1997.05.20.
Oleaque adornó todo el asunto en su libro "Desde las tinieblas":
En los días sucesivos, las cosas empeoraron. Antonio, según Miguel Canales, "la tenía a pan y agua". Nuria estaba aterrada de frío. Neusa, cuando Antonio no la veía, le suministraba ensaimada con leche.
-Neusa -decía Nuria-, suélteme.
Pero Neusa sabía que, si hacía esto, "el mío hijo me mataba". Además de todo, la joven, sin su dosis de heroína, estaba sufriendo un descomunal síndrome de abstinencia, y Antonio la tentaba dejándole droga a la vista, pero a distancia para que no pudiera cogerla. Años más tarde, ella contaría a la Guardia Civil que, durante su encarcelamiento, sufrió violaciones. También se lo confesaría a Mari, la toxicómana que había ofrecido su piso a Antonio para citas sexuales: "Mientras la tuvo allí, el Asuquiqui se lo hizo por detrás y por delante todo lo que quiso." A Mari, y a otras personas cercanas, Nuria narraría que, para violarla, Antonio no sólo se valía del miembro sexual, sino también de palos y otros objetos. Algunos chavales han afirmado que la prostituiría entre toxicómanos, a pesar de que también la ofrecía de balde. Y que, ocasionalmente, los incitaba a orinar o mas***barse sobre ella. Según Mari, Nuria le relató que, cuando le pedía agua, <Antonio le echaba meados, y cuando quería comer, le echaba caca; si le pedía caballo, le daba una hostia y le decía “cállate, que te apuñalo”>». Su amigo Vicent refiere que "la tenía en bragas y la cubría con una sábana para que no estuviera tan a la vista"; le gritaba que los dòberman se vuelven locos cuando huelen la sangre, "y le rozaba su perro como si se la follara". Nadie sabe el tiempo real que duró aquello, aunque la cifra más frecuente se acerca a una semana. David, un amigo de la casa, dice que "Antonio ya estaba hasta los huevos de ella y quería arrancarle los pezones en unas tenazas". El Mula lo paró.
-¡Pero tío, alguna cosa l’he d’hasé pa quedarme a gusto! -exclamaba-. ¡Igual le rompo los dientes con un martillo!
Sus colaboradores íntimos le hicieron aparcar la idea de las tenazas y el martillo. Pero cuando le decían que ya la había castigado bastante, él contestaba:
-La tengo que matá.
En su posterior testimonio ante el juez, Nuria declararía que Antonio la había amenazado con tirarla a un pozo que había en la casa. Y una noche sonó el despertador de Neusa. La mujer se quitó, y se encontró con que el Rubio y Antonio estaban a punto de lanzarla. Para la ocasión, recuerda Neusa, la habían vestido. Neusa tiene claro por qué fue Ricart y no otro quién ayudó a Antonio.
-Antonio sabía que Rubio no se negaba a na que él le dijera.
Uno de los colaboradores de la droga que se encontraba allí —y que ya ha muerto—, hizo como las avestruces: "No podía evitar que la tiraran al pozo, y me eché en la cama en un cuarto; así tendría que verlo", contaría. Otros chavales se enterarían después del episodio. Neusa se fue a trabajar después de que Rubio y Antonio encadenaron de nuevo a Nuria. A la mañana siguiente, Mauricio le gastaba bromas a Ricardo:
-¿Sabe que hay un fantasma aquí, en la casa?
-¡No m’asustes! ¿Onde está?
Y le mostraba a Nuria cubierta con la sábana. Ricardo, que siempre se ha considerado "un hombre humanitario", provocó el final. Avisó a la Guardia Civil de lo que estaba sucediendo. La policía y los efectivos de la benemérita tomaron la planta baja y liberaron a la joven. Neusa, Ricart, Dolores, que estaban en la casa, fueron detenidos. A Antonio lo cogerían en el piso de Benetússer. Allí detectarían una balanza de precisión para pesar droga, comprimidos de tranquimazín, y documentación suya y de Rubén. Este último también acabaría detenido.
A Antonio, al enterarse que lo detenían por Nuria, le sorprendió tanto alboroto "por una imbecilidad".
Mari, la amiga de Antonio, se encontró con Nuria en un centro donde las dos practicaban programas de desintoxicación. Le comentaría que Antonio era fuera del talego. Nuria se quedó blanca. Mari lo entendió cuando aquella le detalló de pe a pa su cautiverio.
Nuria hacía bien de sentir terror, porque Antonio intentó cumplir en ella su venganza. Primero, buscó Nuria por su pueblo. Después, se enteró de donde intentaba desengancharse, y fue a buscarla en el centro de desintoxicación. Preguntó por ella. Pero la chica había contado a los responsables del centro todo el que le había sucedido y lo habían camuflado para protegerla. El Asuquiqui no la encontró, y tuvo que asumir que su ansia no podría saciarse con Nuria. Una persona cercana a ella comentaría, tiempo después: "Antonio le había hecho antes a Nuria lo mismo que haría a las niñas de Alcásser, pero a ella no pudo matarla."
Aún así, la joven no esquivó la fatalidad: abandonó la droga, pero años después moriría de sida.