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Mantener esa convivencia interesada, cuando no hay amor, en un piso pequeño tiene que ser muy difícil, pero conozco el caso de un matrimonio que viven en una casa muy grande donde pueden estar juntos pero separados al mismo tiempo; mientras uno ve la tele, la otra toma el sol en el jardín, cuando el sale al jardín a podar el seto, ella está cocinando y a lo largo del día van alternando actividades practicamente sin verse. Acuden a ciertos sitios juntos y el resto de la vida van cada uno por su lado, con amigos/as o con quién sea. Cuando se ve a el con una amiga cenando por ahí, todo el mundo piensa lo obvio, que es su amante, pero ahí se queda la cosa porque a nadie le debe de importar lo que hagan otros y porque estamos en el siglo XXI y ya el adulterio no es un delito.
A veces es que no hay alternativa. Realmente, sabemos muy poco de la vida de los demás y, lo que pasa a puerta cerrada, muchas veces nos sorprendería. Leí en un libro de sociología una vez que, las películas de amor, TODAS se acaban en el mismo momento: cuando la pareja, después de superar los obstáculos del camino, consigue estar junta. El beso, fundido a negro y los títulos de crédito. Hay una frase que se me quedó grabada a fuego: "Si la cámara siguiera grabando, a saber qué horrores íbamos a ver".
A mí me contó una mujer una vez que ella se casó con su primer marido sin estar enamorada. El día de su boda tenía ganas de llorar y salir corriendo porque el hombre con el que se casaba le daba asco (un hombre que después la maltrató). Pero ella venía de una familia horrorosa, con malos tratos de por medio y con una madre tipo "La casa de Bernarda Alba". Ese hombre era la única forma que tenía de escapar de su familia. Al final, tanto monta, monta tanto. Pero no tenía otra escapatoria. Cuántos casos así debe haber...