A mí lo que me tiene fascinada es lo que cambian no solo la expresión sino las facciones casi de un día para otro. Y no es el pelo o su color, tampoco el maquillaje; es que tiene diferentes contornos y disposición en los rasgos. En esta foto es distinta mujer a la que fue a la reunión de la FAO. Creo que debe de ser una experiencia estremecedora afrontar esa cara cada mañana y decidir qué es lo que deben pincharle y dónde.
Además, algo de lo que le inyectan le debe estar afectando a la motricidad y a la capacidad de respuesta, porque es lo único que explicaría (prefiero no pensar en otras cuestiones) el pasmo y el alelamiento con el que se queda mirando el papelito que, ¡horror y pavor!, se le ha quedado pegado al zapato. Del momento súbdito al rescate, mejor ni comentar. No por el gesto del caballero, casi obligado por el alelamiento y el bloqueo, sino porque ella lo haya consentido.