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Mi abuela era andaluza y taurina. En la plaza de toros de Córdoba ella antiguamente nunca había visto comer. Una vez estuvo invitada a la plaza de toros de Almería, la primera vez que vio comer en una plaza, casi le da algo, que no se líara a paraguazos fue porque no llovía. Vestía sus mejores galas para ir a una corrida, y los pastelitos eran para después de la corrida. Cuando la gente empezó a ir de cualquier manera a los toros y a comer, ella dejó de ir.
Viva tu abuela!
No soy taurina. Pero si se es, hay que serlo con todas sus consecuencias. Los que los son, lo consideran un arte y si es un arte, ir a una corrida, debe ser equivalente a visitar un Museo, ver una obra de teatro, opera, o ballet. Y a esos sitios no se va a dejar migas ni manchas de grasa.