PREPUBLICACIÓN
El cura rojo y homosexual
'Alto y claro' titula su último libro Jaime Peñafiel con la firme intención de desvelar secretos que nunca antes había contado. Como que la madre del duque de Alba, Jesús Aguirre, ciega, vivía en una residencia. Así lo cuenta el periodista en su libro
La duquesa de Alba y Jesús Aguirre se casaron en marzo de 1978. En 1969 él había abandonado la carrera eclesiástica.EFE
Confieso haber sentido siempre una especial simpatía por el desaparecido aristócrata e intelectual exquisito, diletante, mordaz, sutil, lúcido, crítico, hábil, sinuoso y distante, al que le faltó la humildad necesaria para ser jesuita y fe para ser marxista, que me honró con su amistad. [...]
La carrera sacerdotal la inició Jesús en el seminario de Monte Corbán, en Santander, para pasar, posteriormente, al más elitista de Comillas. Más adelante, y dado el estigma de su situación familiar, se marchó a Múnich, donde se graduó en Teología y compartió estudios con el cardenal Ratzinger, que más tarde sería elegido papa. Su pensamiento se acerca a posturas muy izquierdistas en los años previos al Concilio Vaticano II.
En 1969, una crisis de fe le lleva a abandonar y deja de ser el cura teólogo, homosexual y marxista que era para trabajar en la editorial Taurus. Posteriormente, en 1977, el Consejo de Ministros le nombró director general de Música del Ministerio de Cultura. Un año después se celebró la boda con la duquesa de Alba. Jesús Aguirre es ya un personaje de novela, con un carácter tan complicado como altura intelectual. [...]
Tuve conocimiento de la dramática situación de la madre de Jesús cuando yo dirigía La Revista, del Grupo Zeta, y vino a verme un reportero free lance, Javier Ángel Preciado, para ofrecerme una gran exclusiva: había descubierto a la madre del duque de Alba, abandonada en una residencia clandestina de ancianos. Tenía fotografías e incluso había grabado una pequeña entrevista en la que la mujer confesaba que hacía muchos años que no veía a su hijo más que por televisión. La imagen era de una anciana, muy anciana, de pequeña estatura, cubierta con una toquilla y calzada con unas zapatillas barojianas, que aprovechaba la oportunidad parapedirle a su hijo una dentadura y un transistor.
16 de marzo de 1978. Jesús Aguirre contrae matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, viuda desde 1972, en el palacio de Liria. Se convertía él así en el duque consorte de Alba. EFEEFE
El reportero me pedía mucho dinero, varios millones de las pesetas de entonces, que yo no estaba dispuesto a pagarle porque en modo alguno iba a publicarlas, por respeto a la anciana.
Me puse en contacto telefónico con su hijo, el duque de Alba. La reacción de Jesús me desconcertó:
-¡Cómpralas!
Yo no podía utilizar el dinero de Zeta para algo que no iba a publicar.
-Ya te contaré- me dijo muy nervioso, aunque aquella miseria no tenía ni explicación ni justificación.
-Si esta historia se publica, la gente no te lo va a perdonar, Jesús.
-Yo te prometo que sacaré inmediatamente a mi madre de donde está y la traeré a casa.
-A mí no tienes que prometerme nada.
Como yo no quería implicarme en un asunto tan turbio, le pedí que se pusiera en contacto con el vendedor de aquella miseria. Se negó.
-Pues envíale un cheque nominativo con tu secretaria- insistí.
Durante unos minutos guardó silencio. Posiblemente pensando qué hacer. Al final, aceptó mi consejo. Transcurrido un tiempo, la secretaria se presentó en mi despacho de la calle de Serrano y se realizó la transacción. En mi poder conservo una fotocopia de aquel cheque con la firma de Jesús Aguirre, que publicamos aquí.
Desde ese día, mi opinión sobre el duque consorte cambió de forma radical. Me parecía un hombre cruel y miserable.Ante ciertas miserias, uno se avergüenza de ser feliz. A pesar de todo lo que voy a contar, sigo creyendo en la bondad innata del hombre. Sin embargo, me es absolutamente imposible creer lo que me contaban; en este caso, después de conocer el miserable y cruel abandono en el que vivía la madre de Jesús Aguirre, una lúgubre habitación de una residencia de ancianos de segunda categoría, compartida con otra anciana ciega "cascarrabias", en la que Carmen Aguirre desgranaba su soledad en un mundo de tinieblas.
Jesús Aguirre pronuncia en 1985 su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, ante la atenta mirada de su esposa, la duquesa.EFE
Su ceguera, según el autor del sórdido descubrimiento, era casi total, hasta el extremo de impedirle ver las montañas de la sierra madrileña que rodea el viejo caserón donde vivía, que es mucho decir, los últimos años de su trágica vida. Que lo fue desde que se enamoró de un hombre casado, militar por más señas, que la dejó embarazada. El embarazo de una joven soltera, en aquella época, no era bien considerado, y no solo por los convencionalismos sociales.
La pobre mujer, después de que el padre de la criatura desapareciera -¡vaya tipo!-, se refugia en la apartada villa pasiega de Vega de Pas, en compañía de una fiel amiga, para ocultar su vergüenza. Allí, en la fonda de las hermanas Corral Gómez, se esconde con su hijo a los pocos días de nacer.Una de las dueñas de esta antigua posada, Felisa Corral, contaba, con prodigiosa memoria, que al amanecer, antes de que saliera el sol, aquel bebé rompía a llorar y había que meterle el dedo en la boca para calmar su desesperada hambruna mañanera hasta que su madre le diera de mamar.
Ella podría haber sido la suegra más famosa de la aristocracia española y haber alardeado de los casi 50 títulos nobiliarios que su hijo, el ilustrísimo y excelentísimo señor don Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, duque consorte de Alba, por su matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, la noble más noble de España y cuya boda amadrinó Carmen en la capilla del madrileño palacio de Liria, soñando con pasar temporadas entre las paredes del palacio, en compañía de su hijo, o pasear con su nuera por los jardines sevillanos del otro palacio, el de Las Dueñas, o tal vez volver a respirar la brisa de ese Cantábrico que la vio nacer y donde se convirtió en madre soltera.
Sin embargo, sus hijos la aparcaron, la arrumbaron, la abandonaron en aquella residencia de ancianos de segunda categoría en la que compartía una habitación de diez metros cuadrados con otra anciana ciega. Según ha contado la mujer que la atendía: "Carmen Aguirre, la madre del duque consorte de Alba, era la más madrugadora de los ancianos que compartían con ella la residencia, y cada día, a las ocho y media de la mañana y después de haber desayunado, se instalaba en la mesa camilla que ocupaba para oír la radio,ávida por conocer alguna información que tuviera a su hijo por protagonista".
La vida de la madre de Jesús Aguirre transcurría, amarga y monótona, en una soledad obligada que derivó en losprimeros síntomas de una demencia senil que se manifestaba con un tremendo miedo a ser trasladada a cualquier sitio que no fuera su mesa camilla y los diez metros cuadrados en los que compartía la oscuridad perpetua con su compañera.
La ilusión de Carmen era el cigarrillo después de la comida y la posibilidad de escuchar música clásica en su viejo transistor, porque su ceguera le impedía dos de sus aficiones favoritas: la lectura y ver la televisión.
Los días pasaron mientras Carmen, en su mundo de tinieblas, seguía soñando con asistir a un concierto del brazo de sus hijos, Jesús y Cayetana.
El cura rojo y homosexual
Lo que Jaime Peñafiel nunca había contado del duque de Alba, Jesús Aguirre: abandonó a su madre ciega en una residencia
PREMIUM- JAIME PEÑAFIEL
- Compartir en Facebook
- Compartir en Twitter
- Enviar por email
'Alto y claro' titula su último libro Jaime Peñafiel con la firme intención de desvelar secretos que nunca antes había contado. Como que la madre del duque de Alba, Jesús Aguirre, ciega, vivía en una residencia. Así lo cuenta el periodista en su libro
La duquesa de Alba y Jesús Aguirre se casaron en marzo de 1978. En 1969 él había abandonado la carrera eclesiástica.EFE
- Fechas Jesús Aguirre: el ex cura que enamoró a la duquesa y que fue como la madrastra de Cenicienta para sus hijos
- Nobleza Jesús Aguirre, el ex jesuita prepotente que traumatizó a los Alba
DE CURA ROJO A LA ALTA SOCIEDAD
En el mes de marzo de 1978 estalló una noticia bomba de lo más increíble no solo del año sino de la década: la duquesa de Alba, con cuarenta y ocho títulos y veinte veces Grande de España, se casa con un cura, Jesús Aguirre, un exsacerdote secularizado. [..]Confieso haber sentido siempre una especial simpatía por el desaparecido aristócrata e intelectual exquisito, diletante, mordaz, sutil, lúcido, crítico, hábil, sinuoso y distante, al que le faltó la humildad necesaria para ser jesuita y fe para ser marxista, que me honró con su amistad. [...]
La carrera sacerdotal la inició Jesús en el seminario de Monte Corbán, en Santander, para pasar, posteriormente, al más elitista de Comillas. Más adelante, y dado el estigma de su situación familiar, se marchó a Múnich, donde se graduó en Teología y compartió estudios con el cardenal Ratzinger, que más tarde sería elegido papa. Su pensamiento se acerca a posturas muy izquierdistas en los años previos al Concilio Vaticano II.
En 1969, una crisis de fe le lleva a abandonar y deja de ser el cura teólogo, homosexual y marxista que era para trabajar en la editorial Taurus. Posteriormente, en 1977, el Consejo de Ministros le nombró director general de Música del Ministerio de Cultura. Un año después se celebró la boda con la duquesa de Alba. Jesús Aguirre es ya un personaje de novela, con un carácter tan complicado como altura intelectual. [...]
LA CRUELDAD CON SU MADRE
A propósito de su madre [María del Carmen Aguirre y Ortiz de Zárate], siempre he guardado en la intimidad de mi memoria, haciendo honor a mi máxima de que valgo más por lo que callo que por lo que cuento, un secreto terrible de la vida de Jesús, a quien prometí que, mientras él viviera, nunca jamás lo desvelaría, si bien me pidió: "A mi muerte, me gustaría que lo hicieras como homenaje a mi madre, con la que nunca me porté como debía". La historia, terrible, fue la siguiente.Tuve conocimiento de la dramática situación de la madre de Jesús cuando yo dirigía La Revista, del Grupo Zeta, y vino a verme un reportero free lance, Javier Ángel Preciado, para ofrecerme una gran exclusiva: había descubierto a la madre del duque de Alba, abandonada en una residencia clandestina de ancianos. Tenía fotografías e incluso había grabado una pequeña entrevista en la que la mujer confesaba que hacía muchos años que no veía a su hijo más que por televisión. La imagen era de una anciana, muy anciana, de pequeña estatura, cubierta con una toquilla y calzada con unas zapatillas barojianas, que aprovechaba la oportunidad parapedirle a su hijo una dentadura y un transistor.
16 de marzo de 1978. Jesús Aguirre contrae matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, viuda desde 1972, en el palacio de Liria. Se convertía él así en el duque consorte de Alba. EFEEFE
El reportero me pedía mucho dinero, varios millones de las pesetas de entonces, que yo no estaba dispuesto a pagarle porque en modo alguno iba a publicarlas, por respeto a la anciana.
Me puse en contacto telefónico con su hijo, el duque de Alba. La reacción de Jesús me desconcertó:
-¡Cómpralas!
Yo no podía utilizar el dinero de Zeta para algo que no iba a publicar.
-Ya te contaré- me dijo muy nervioso, aunque aquella miseria no tenía ni explicación ni justificación.
-Si esta historia se publica, la gente no te lo va a perdonar, Jesús.
-Yo te prometo que sacaré inmediatamente a mi madre de donde está y la traeré a casa.
-A mí no tienes que prometerme nada.
Como yo no quería implicarme en un asunto tan turbio, le pedí que se pusiera en contacto con el vendedor de aquella miseria. Se negó.
-Pues envíale un cheque nominativo con tu secretaria- insistí.
Durante unos minutos guardó silencio. Posiblemente pensando qué hacer. Al final, aceptó mi consejo. Transcurrido un tiempo, la secretaria se presentó en mi despacho de la calle de Serrano y se realizó la transacción. En mi poder conservo una fotocopia de aquel cheque con la firma de Jesús Aguirre, que publicamos aquí.
Desde ese día, mi opinión sobre el duque consorte cambió de forma radical. Me parecía un hombre cruel y miserable.Ante ciertas miserias, uno se avergüenza de ser feliz. A pesar de todo lo que voy a contar, sigo creyendo en la bondad innata del hombre. Sin embargo, me es absolutamente imposible creer lo que me contaban; en este caso, después de conocer el miserable y cruel abandono en el que vivía la madre de Jesús Aguirre, una lúgubre habitación de una residencia de ancianos de segunda categoría, compartida con otra anciana ciega "cascarrabias", en la que Carmen Aguirre desgranaba su soledad en un mundo de tinieblas.
Jesús Aguirre pronuncia en 1985 su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, ante la atenta mirada de su esposa, la duquesa.EFE
Su ceguera, según el autor del sórdido descubrimiento, era casi total, hasta el extremo de impedirle ver las montañas de la sierra madrileña que rodea el viejo caserón donde vivía, que es mucho decir, los últimos años de su trágica vida. Que lo fue desde que se enamoró de un hombre casado, militar por más señas, que la dejó embarazada. El embarazo de una joven soltera, en aquella época, no era bien considerado, y no solo por los convencionalismos sociales.
La pobre mujer, después de que el padre de la criatura desapareciera -¡vaya tipo!-, se refugia en la apartada villa pasiega de Vega de Pas, en compañía de una fiel amiga, para ocultar su vergüenza. Allí, en la fonda de las hermanas Corral Gómez, se esconde con su hijo a los pocos días de nacer.Una de las dueñas de esta antigua posada, Felisa Corral, contaba, con prodigiosa memoria, que al amanecer, antes de que saliera el sol, aquel bebé rompía a llorar y había que meterle el dedo en la boca para calmar su desesperada hambruna mañanera hasta que su madre le diera de mamar.
Jesús, como era costumbre entonces entre los hijos de madres solteras, fue educado por sus abuelos, y vivió una adolescencia difícil por su oscuro origen y su complicada sexualidad.Según Manuel Vicent, autor de una magnífica biografía sobre el duque, titulada Aguirre el magnífico(Alfaguara, 2011): "Lo salvó su inteligencia y su pasión por la lectura, que le inculcó su madre".Ella podría haber sido la suegra más famosa de la aristocracia española
JAIME PEÑAFIEL
Ella podría haber sido la suegra más famosa de la aristocracia española y haber alardeado de los casi 50 títulos nobiliarios que su hijo, el ilustrísimo y excelentísimo señor don Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, duque consorte de Alba, por su matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, la noble más noble de España y cuya boda amadrinó Carmen en la capilla del madrileño palacio de Liria, soñando con pasar temporadas entre las paredes del palacio, en compañía de su hijo, o pasear con su nuera por los jardines sevillanos del otro palacio, el de Las Dueñas, o tal vez volver a respirar la brisa de ese Cantábrico que la vio nacer y donde se convirtió en madre soltera.
Sin embargo, sus hijos la aparcaron, la arrumbaron, la abandonaron en aquella residencia de ancianos de segunda categoría en la que compartía una habitación de diez metros cuadrados con otra anciana ciega. Según ha contado la mujer que la atendía: "Carmen Aguirre, la madre del duque consorte de Alba, era la más madrugadora de los ancianos que compartían con ella la residencia, y cada día, a las ocho y media de la mañana y después de haber desayunado, se instalaba en la mesa camilla que ocupaba para oír la radio,ávida por conocer alguna información que tuviera a su hijo por protagonista".
Por la radio supo que había sido nombrado miembro de la Real Academia Española. Según el autor de la entrevista, su júbilo y alegría se hicieron notar en toda la residencia, por los orgullosos comentarios de Carmen Aguirre, como madre. Pero esa felicidad se vio truncada de inmediato ante la inútil espera de una llamada telefónica que nunca se produjo, en la que le hubiera gustado escuchar por la propia voz de su hijo la noticia del brillante nombramiento. "Mi hijo no viene a verme nunca. Ni me llama, ni me escribe", era el triste comentario de Carmen cuando intimaba con los que la cuidaban. Solo recibía la periódica visita de Asunción, que cada mes acudía a la residencia para pagar la factura, unas cincuenta mil pesetas aproximadamente, y que, cuando cumplía años, "sorprendía a Carmen con una pequeña botella de champagne y unas pastas". Su hijo, el duque de Alba,justificaba su ausencia por sus innumerables responsabilidades y ocupaciones, dignas de su estatus social.[...]Mi hijo no viene a verme nunca. Ni me llama, ni me escribe
CARMEN AGUIRRE
La vida de la madre de Jesús Aguirre transcurría, amarga y monótona, en una soledad obligada que derivó en losprimeros síntomas de una demencia senil que se manifestaba con un tremendo miedo a ser trasladada a cualquier sitio que no fuera su mesa camilla y los diez metros cuadrados en los que compartía la oscuridad perpetua con su compañera.
La ilusión de Carmen era el cigarrillo después de la comida y la posibilidad de escuchar música clásica en su viejo transistor, porque su ceguera le impedía dos de sus aficiones favoritas: la lectura y ver la televisión.
Los días pasaron mientras Carmen, en su mundo de tinieblas, seguía soñando con asistir a un concierto del brazo de sus hijos, Jesús y Cayetana.