Tamara Falcó. Boda con Iñigo Onieva. Julio 8, 2023.


Que perezosa la Isabel, estoy segura que he leído todo lo que dice en este prólogo en sus chorrocientas exclusivas en el Hola. No cuenta nada nuevo, salvo capaz algunos nombres de los platos filipinos que le gustan. De resto, más de lo mismo: yo soy la perfecta anfitriona, mis hijos me aman y siempre vienen a pasar navidad (¿Cuándo? Hace años que no existe una foto de todos los hijos juntos ). Y ya nos dimos cuenta que AMA su vajilla china. El editor debió decirle que el prólogo es para hablar de la autora y lo que hace su trabajo especial. En cambio, ella va y justifica sus ayunos, para que no piensen que es una persona a la que no le gusta comer. Lo dicho, el libro debería ser sobre la abuela, para Isabel, se nota, la comida es un trámite social, algo para hacer feliz a los demás o quedar bien ante terceros, no se explaya en ningún sabor o recuerdo realmente inolvidable para ella. Habla de algunas cuestiones familiares, pero siempre correcta y distanciada, en resumen fría, que la caracteriza. Y de Tamara habla en el primer párrafo y hasta ahí. Podría haber contado detalles de la infancia que ella ahora entiende han marcado el gusto de Tamara por la cocina, podría haberse explayado sobre Masterchef (si la sorprendió en algo, cómo vivían las críticas...) o el tiempo que le ha dedicado a preparar el libro: ¿Cómo fue el proceso? ¿A qué horas lo escribía? En fin, algo que diga que conoce a la hija y la admira.

La introducción de la hija está un poco mejor, pero ha heredado de la madre esa forma de rellenar las páginas hablando de la nada, sin nunca comprometerse emocionalmente (te cuenta pero hasta ahí, sin nunca perder de vista la maravillosa vida que tiene) o revelar algo realmente íntimo de sí misma. Salvo cuando habla de la abuela. Una oportunidad perdida el libro, porque un libro de etiqueta y organización es lo que pega realmente con Isabel. Pero si hablamos del fogón, la que marcó la pauta en esa casa parece ser la abuela y ya no está. Además, se nota que antes de Villa Meona no tienen recuerdos qué destacar sobre las reuniones familiares. Cuentan cosas, pero la cocina a la que ellas se refieren siempre es la de Villa Meona, el Palacete que Isabel se merecía. Leyendo el prólogo me quedó la duda de qué hacía Isabel con la cocina cuando atendía tres niños, no era súper millonaria, la madre estaba lejos y el marido la dejaba sola todo el tiempo. Sí, tendría alguna ayuda, pero era una mujer de clase más modesta. Salvo por la anécdota del regalo de la vajilla, ese periodo no existe y ese periodo haría mucho más cálida a Isabel ante los lectores. Si el prólogo es para hablar de sí misma, pues que lo haga pero de una manera realmente sensible y no vendiendo esas idealidades que tanto le gustan.
 
Que perezosa la Isabel, estoy segura que he leído todo lo que dice en este prólogo en sus chorrocientas exclusivas en el Hola. No cuenta nada nuevo, salvo capaz algunos nombres de los platos filipinos que le gustan. De resto, más de lo mismo: yo soy la perfecta anfitriona, mis hijos me aman y siempre vienen a pasar navidad (¿Cuándo? Hace años que no existe una foto de todos los hijos juntos ). Y ya nos dimos cuenta que AMA su vajilla china. El editor debió decirle que el prólogo es para hablar de la autora y lo que hace su trabajo especial. En cambio, ella va y justifica sus ayunos, para que no piensen que es una persona a la que no le gusta comer. Lo dicho, el libro debería ser sobre la abuela, para Isabel, se nota, la comida es un trámite social, algo para hacer feliz a los demás o quedar bien ante terceros, no se explaya en ningún sabor o recuerdo realmente inolvidable para ella. Habla de algunas cuestiones familiares, pero siempre correcta y distanciada, en resumen fría, que la caracteriza. Y de Tamara habla en el primer párrafo y hasta ahí. Podría haber contado detalles de la infancia que ella ahora entiende han marcado el gusto de Tamara por la cocina, podría haberse explayado sobre Masterchef (si la sorprendió en algo, cómo vivían las críticas...) o el tiempo que le ha dedicado a preparar el libro: ¿Cómo fue el proceso? ¿A qué horas lo escribía? En fin, algo que diga que conoce a la hija y la admira.

La introducción de la hija está un poco mejor, pero ha heredado de la madre esa forma de rellenar las páginas hablando de la nada, sin nunca comprometerse emocionalmente (te cuenta pero hasta ahí, sin nunca perder de vista la maravillosa vida que tiene) o revelar algo realmente íntimo de sí misma. Salvo cuando habla de la abuela. Una oportunidad perdida el libro, porque un libro de etiqueta y organización es lo que pega realmente con Isabel. Pero si hablamos del fogón, la que marcó la pauta en esa casa parece ser la abuela y ya no está. Además, se nota que antes de Villa Meona no tienen recuerdos qué destacar sobre las reuniones familiares. Cuentan cosas, pero la cocina a la que ellas se refieren siempre es la de Villa Meona, el Palacete que Isabel se merecía. Leyendo el prólogo me quedó la duda de qué hacía Isabel con la cocina cuando atendía tres niños, no era súper millonaria, la madre estaba lejos y el marido la dejaba sola todo el tiempo. Sí, tendría alguna ayuda, pero era una mujer de clase más modesta. Salvo por la anécdota del regalo de la vajilla, ese periodo no existe y ese periodo haría mucho más cálida a Isabel ante los lectores. Si el prólogo es para hablar de sí misma, pues que lo haga pero de una manera realmente sensible y no vendiendo esas idealidades que tanto le gustan.
Leí tu anterior mensaje donde solicitabas el prólogo y comentabas si Isabel hablaría de Tamara o de sí misma y al leerlo dije bingo¡ diosa acertó :ROFLMAO: habla más de ella que de otra cosa, intentando quedar como una dama de rancio abolengo.
 
Más carne para el psicoanalista, por mucha editorial que haya en el medio. Aprovecha toda oportunidad para hablar de la madre y encumbrarla. Sí, hay alguien que pregunta, edita y titula la nota, pero ¿Cómo le van preguntar otra cosa si el libro gira sobre la madre? Hasta el prologo lo hace la madre. El libro hubiera sido sobre la abuela, que por lo que dice la nota sí cocinaba y fue la que influenció la cocina de esa casa. Y ahora resulta que la madre es "super comilona". Obvio, no puede vender un libro hablando de los ayunos periódicos que hace la madre. Ella simplemente no puede desprenderse. Habría podido explayarse más sobre el resto de la familia y su relación con la comida, por ejemplo ahora tienen niños en casa y conviven con los Verdasco, una familia con restaurantes. O sea, tema tiene para hablar. Sin embargo ¿Qué termina enfatizando? Lo de siempre: mamá es increíble, mamá es afortunada, mamá es disciplinada, mamá tiene mejores genes que sus hijas...

Lo peor de la nota es cuando cuenta que la madre no le prestó los platos para las fotos, porque son su bien más preciado. Ajá, te hacen un libro, escribes el prólogo y no puedes prestar algunos platos para la foto, jajaja.
A mi, si en el libro no habla de todas las pastillas que se chuta su señora madre con las comidas (unas 10 reconocidas por ella misma hace años) pues no me interesa :ROFLMAO:

Ahora enserio, no me gusta la foto de la portada y me parece un error asociar esto con las recetas de su casa cuando siempre han dado la sensación de comer…aire.
 
Ya, en casa de mis abuelos maternos también había una señora que cocinaba (bueno, como de la familia), pero el mérito lo tiene quien cocina.

Además, cuando dejas de cocinar, vas perdiendo habilidad, eso es así.

Esta trepa no ha pisado una cocina desde que se divorció de Julio Iglesias.
Yo creo que con Julio tampoco pisaba la cocina.
 
Pochabel es la cosa más egocéntrica del planeta, tiene que ser complicado relacionarse con alguien así. Todo es…yo y mi.
No importa de que se hable siempre lo mete todo a su terreno, que poco generosa con su hija, si lees el prólogo piensas que la de el libro es ella.

Mucho misterio, charm y elegancia pero no es más que una mezcla de la Esteban y Terelu en versión fina :ROFLMAO:
 

Temas Similares

24 25 26
Respuestas
305
Visitas
20K
Back