Poesía Eres Tú...

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PROMESAS QUEBRADAS MARGA GIL ROËSSET

Inquilina en un amor desaforado
  • La escultora madrileña se suicidó a los 24 años 'consumida' por el amor extremo que desarrolló hacia el poeta y premio Nobel Juan Ramón Jiménez, que alentó sus textos y sus obras primeras.Una relación imposible que consumió a la joven y la llevó directamente hasta la enajenación y, finalmente, al su***dio
ANTONIO LUCAS
Actualizado: 26/10/2014 04:26 horas0
Cuando nace en Las Rozas Margarita Gil Roësset era 1908 y Juan Ramón Jiménez ya destacaba entre los poetas que venían zumbando por las cuatro esquinas del Modernismo. El alumbramiento de aquella muchachita fue complicado. La madre pasó meses con la niña en brazos, como asestándole un aliento extra al escaso aliento con el que había llegado. Los médicos le auguraron una estancia muy corta en esta vida, pero las previsiones fallaron. Marga burló tan malos augurios y comenzó a tirar hacia arriba con una salud para la que no había sido convocada, mostrando ya a los siete años una extraordinaria capacidad para el dibujo.

Hasta aquí todo está en línea con los modales recobrados de una familia feliz. Los padres, acomodados y cultos. Los hermanos, delicados y atentos. Margarita, guapa, distinta, políglota. Una párvula recién salida de sus nubes y con los ojos grises. Pronto empezó a despuntar por el lado del arte, impulsada por el entusiasmo de casa, tan tonificante para quien decide viajar en dirección contraria a las convenciones.

Margarita dibuja, ilustra cuentos. A los 12 años publica sus primeras piezas. Viñetas que acompañan la historia de El niño de oro, un cuento de su hermana. Es 1920. Pero la prometedora Marga va escorándose del lado de la escultura con una vocación notable.A los 15 años está claro: es escultora. Y ante una decisión así la llevan de urgencia al taller del maestro Victorio Macho para que reciba las primeras nociones de volúmenes y los trucos esenciales para desbastar piedras, pero Macho no quiere adulterar con tácticas de manual el sofisticado talento de una damita con ramalazos de genialidad sin amarre.

Todo iba bien. Todo parecía estar del lado de la felicidad. Marga levantaba lascas con el cincel y daba forma a piezas prometedoras.Tiene ya 20 años y remata 'Maternidad' (1929), que es una de sus obras más notables de su primera y corta etapa. Es una chica sensible, atractiva, confeccionada para el éxito. Pero dentro de esa alegría motivada por un oficio de perfección empezaban a asomar algunas vetas de exceso emocional y otros oficios inestables.

Marga Gil Roësset es una mujer de cuello fuerte, de mirada dulce, de brazos bravos. Hermosa con su disfraz de cantera. En 1930 presenta su escultura 'Adán y Eva' al Premio Nacional de Escultura. Calza ya 22 años. En los periódicos aparece su nombre junto a notas de asombro. Marga mueve un esqueleto tierno aún, pero deja ver una mano ya recia movida desde una cabeza gobernada por muchos vientos.

Y llegó Juan Ramón Jiménez. A esta muchachita mecida por el difícil ensamblaje mental de los superdotados le quedan sólo dos años de vida. Juan Ramón es ya el gran poeta español del momento. El maestro rodeado de atenciones, de leyendas, de manías y caprichos celestes. Él tiene 51 años. Una noche, en un recital de ópera, Marga es presentada. Más allá de las neurastenias y los golpes de pánico, Juan Ramón es también un jaleador de muchachitas. Es feo, pero es un clásico vivo. Combinación que alienta siempre amores abstraídos. Marga queda fascinada. Lo suyo ante el poeta es un golpe seco. Un cuchillo de ala dulce y homicida. Le saltan por dentro los fusibles. Se ha enamorado con el asombro de quien descubre de mayor el mar. Zenobia, la mujer del poeta, está con ellos en esa noche de autos que desató todas las costuras del ánimo de Marga Gil Roësset, que está (sin saberlo) vista para sentencia.

Ese frío incesante que la joven siente por la noche le durará ya hasta la última mañana. La obsesión crece sin freno. Algo entre sus sienes la va ilustrando a gritos. Empieza a frecuentar a Zenobia y le hace un retrato en piedra donde asoma la extraordinaria potencia plástica de Marga, su ramalazo animal, su ráfaga extremada, su imposible reposo, su bondad lírica apoyada en piedra. El poeta, entre tanto, flirtea a su manera, insensible a las adherencias de la vida. Lee divertido las notas y dibujos que la muchachita le envía. Papeles con versos de un amor desaforado a los que no responde. "Amor mío/ ¡Juan Ramón!/ siento que la muerte/ no te da sensación/ de vértigo".

En los últimos días de su vida destruyó casi toda su obra para no dejar huella

Marga va sacrificando la cordura de su trabajo por el delirio de su pasión. Y en adelante se limita a enmascarar las amarguras de no ser correspondida. Va dejando de comer. Su dieta principal queda reducida a litros de café y pediluvios de té, generando fortísimos movimientos tectónicos en el ánimo de la joven. El caudal de su enamoramiento desborda. Su obra, enérgica, moderna, decidida y asombrosa va perdiendo terreno. Todo es Juan Ramón, el hombre dios que no se doblega ante el misticismo sensual de una casi niña que lo persigue y lo adora, que más que leerlo lo reza.

Marga iba cada día al encuentro de aquel hombre universal. Siempre con un detalle que ofrecer: rosas, libros, frutas, papeles, cintas de colores. Pero él no hallaba inspiración sino en la quietud y el silencio. Cada vez más volada, se impuso la obligación de volverse loca. Era la única forma de subsistencia ya posible. Esculpía, cuando los demonios de su levantamiento amoroso le permitían, cada vez con más rabia. Escríbía. Dibujaba. Retrataba sus esculturas. Lo que comenzó como un gozoso tormento iba adquiriendo la contundencia desamparada de una travesía por los hielos.

Juan Ramón encontraba aquellas voladuras del ánimo de Marga como un juego de muchachitos con el tiovivo hormonal pasado de rosca. Y seguía ese teatro inflamable con su distancia de adulto complacido por los aires en celo de una damita. "Sin duda se encontraba a gusto trabajando con nosotros, trabajadores como ella. Era un ejemplo de vitalidad exaltada, de voluntad constante, de capricho enérgico. Trabajaba hora tras hora sin descanso, de pie, con dolor físico, cabeza, hígado, muelas. Se deshacía las manos, se caía, se hería. Manchada de yeso, los ojos de piedra cobraban una belleza ácida, una expresión ingente. Se iba ya de noche, corriendo. Siempre corriendo, entrando, saliendo, cargada de cosas, subiendo, bajando. Dormía poco, abandonaba el comer. Café, té, vida abreviada. No le importaba seguramente vivir. Una estoica". Esto decía el autor de 'Eternidades'.

Pero a Marga se le fue acabando la mecha. No estaba preparada para soportar más desvelos por el amor de alguien que nunca sería. Su pasión había alcanzado unas cotas de irrealidad de la que sólo era posible escapar con un último salto mortal. Ya no sabía si tenía un amor o se inventó un amor reclamando todas las miradas. El viernes 22 y el sábado 23 de julio de 1932, Marga Gil Roësset los dedica a destruir parte de su obra y cualquier rastro de ella.Destroza esculturas y fotografías, quema dibujos, rompe poemas. Prepara una carta de despedida a sus padres, otra a su hermana y una más a la mujer del poeta, Zenobia Camprubí. Su diario será para Juan Ramón Jiménez. "El amor es infinito.../ la muerte es infinita.../ el mar es infinito.../ la soledad es infinita.../ yo con ellos.../ ¡contigo...!/ Mañana tú ya/ sabes.../ yo...con lo infinito...".

El domingo 23, a mediodía, se disparó en la sien con el revólver de su abuelo. Tenía 24 años y un inconcreto futuro de artista. Tiempo después, en 'Españoles de tres mundos', el poeta la recordó quizá con culpa, quizá con miedo: "Está enterrada en la Rozas. Un corralillo cuadrado con algunos cipreses. Fue llevada en hombros en su caja blanca llena de rosas. (...) Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida".
http://www.elmundo.es/cultura/2014/10/26/544bd6a4ca4741fb248b4588.html
 
01NOV201402:53 h
Calor y muerte
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Aurora Conde
Directora del Departamento de Filología Italiana en la Universidad Complutense de Madrid.


Este extraño calor que este año persiste contra las fechas y las expectativas me recuerda los calores tantas veces usados en la literatura como fondos sobre los que se mueve la desazón y la angustia. No es que este sol otoñal, insólito y luminoso no sea agradable. Es que, como en tantos libros, calienta una mala condición humana. O una crisis extensa que nos afecta y nos preocupa colectivamente. "Este cielo lleno de sol que comenzaba a pesar sobre la tierra", como decía Camus en El Extranjero, proyecta la sombra de una enfermedad que amenaza y se extiende. La enfermera Romero aún no está curada, los responsables del apaño médico nacional, siguen en sus puestos como si tal cosa. "El sol que se disuelve contra la pared, desangrándose de sus luces" que Sylvia Plath asocia con sus más oscuros Temores, no logra disolver la opaca mancha del desempleo y la miseria que -desplazados por el escándalo de la corrupción- siguen sin embargo, entre nosotros. Son un calor y un sol estos que dan sed, esa misma que clamaba Rosalía: "la sed devoradora /y jamás apagada que ahoga el sentimiento, /y el hambre de justicia, que abate y que anonada /cuando nuestros clamores los arrebata el viento /de tempestad airada".

La sed y el hambre de justicia, que sentimos las personas ante el abuso, la desfachatez, la deshonra y la burda, perpetuada, incontrolable e inadmisible mentira. Y el teatro en el que se ha transformado tanta parte de la gestión pública: ese concepto tan abstracto y tan concreto que recoge la delegación de nuestra voluntad como individuos y ciudadanos, que debería protegernos y sostenernos y que, en cambio, se nos aparece cada día bajo el rostro de un payaso anormal y cruel que se ríe de nosotros, en nuestras caras y sobre nuestras vidas. Porque, un poco como los personajes deHiroshima Mon Amour, vagamos entre ruinas y memorias de un pasado que sin ser mejor, era más asumible. Y hacemos nuestra la pregunta que Marguerite Duras -por cierto de aniversario en estos días- "¿Contra quién, la cólera de ciudades enteras?".

En los malos momentos colectivos el deseo de huida es también común y frecuente. Pero ¿dónde huir?, que diría Mallarmé. Nuestro país está azotado por una insoportable crisis que afecta todos sus pilares: la identidad nacional, la Constitución, el sentido dado al concepto de democracia, la independencia de la justicia, la monarquía, el empleo, la educación, la realidad de la clase política, el funcionamiento de la sanidad...¿queda algo más? Y hace calor y el sol nos ciega. ¿Dónde huir? Alda Merini, en una de sus tristes y maravillosas poesías sugiere que si tenemos mucho calor y el sol nos ciega, intentemos poner un ramito de locura en los ojos. No es mala idea. Un poco de locura foucaultiana, la que emerge de las grietas del muro del pensamiento único, de la grisura de las fórmulas retóricas y vacías que perpetúan el poder tentacular y extraño. Como el Adriano de otra Marguerite, Yourcenar en este caso, la saturación nos lleva a mirar al cielo: "Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros".Que, por otra parte, no consiguen ocultar la negrura de los tiempos: "negro sin fin, negro/como negra matriz de todo negro/ (...) materia de la mente", escribe Patrizia Valduga.

Así que asolados y acalorados, enfrentamos Noviembre que empieza mal, con la conmemoración de los difuntos y como en Sostiene Pereira:en este hermoso día en que la ciudad resplandece, en estas magníficas jornadas veraniegas, soleadas y aireadas, una piensa en la muerte. No en la de Tabucchi, ni en la muerte íntima, sino en la muerte de un sistema.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2014/11/01/calor-y-muerte.html
 
En Londres con Virginia Woolf
10de Noviembre,201411:01h.



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Para ir a Londres no se necesita de ninguna disculpa, ni de una razón concreta pero a mí me resulta mucho más divertido y estimulante, montarme un viaje alrededor de un tema o un personaje y dejar que, ya in situ, la ciudad me siga sorprendiendo.

Para volver este otoño no me faltaban razones pero después de leer Paseos por Londres- Virginia Woolf, el segundo volumen de la colección Viajes Literarios de la editorial La Línea del Horizonte quiero ir ya, y esta vez de la mano de una de las escritoras más originales y sugerentes que ha dado la lengua inglesa y que además era una londinense de pura cepa.



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En esta cuidadísima publicación se nos revela una Virginia Woolf desconocida, por lo menos para mí, que nos lleva, a través de una serie de artículos y varios relatos cortos, por un Londres todavía muy reconocible, incitándonos a redescubrirlos con nuestros propios ojos. Su prosa flotante, nunca descriptiva, nos invita a deambular alrededor de lugares emblemáticos para terminar descubriendo, por encima de todo, el ambiente que se respira en su entorno. Puede ser Oxford Street o el Strand, pero también la Catedral de St. Paul o la Abadía de Westminter, puntos de referencia que no tardan en diluirse para convertirse en telones de fondo de experiencias aparentemente anodinas que son sin embargo las que terminamos recordando con mayor viveza.



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Pero al mismo tiempo este delicioso librito nos recuerda quien era esta mujer extraordinaria que nació en Londres en 1882, pasando gran parte de su vida en una ciudad que está presente en casi todas sus novelas y de la que no dudó en describir en su diario como "...una joya entre las joyas y jaspe de la alegría". O en Retrato de un londinense "...una ciudad cuyo encanto radicaba en que siempre ofrecía algo nuevo que mirar y comentar". Como por ejemplo, visitar casas de escritores -de las que hay muchísimas en Londres- en especial la de Carlyle en el número 5 de Cheyne Road o la de Keats, en el barrio de Hampstead.



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En Paseos por Londres, además de ilustrarnos sobre temas curiosos como las librerías históricas de la capital británica que todos los bibliófilos deberíamos conocer -sólo por entrar en la Stanfords, en Long Acre, abierta desde 1853 y por donde han pasado todos los grandes viajeros británicos desde entonces, ya habría que hacer un viaje específico a Londres- se nos propone seguir los pasos de Virginia Woolf por ese barrio de Bloomsbury donde tanto ella, como ese grupo de artistas y escritores que la historia ha englobado bajo ese nombre, vivieron los años más creativos de sus vidas.



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Con ella de la mano habría que volver a la gran sala de lectura del British Museumque describe tanto en Jacob's Room(1922) como en A Room Of One's Own (1929). Para luego deambular por el barrio, buscando primero el número 46 de Gordon Squaredonde los cuatro hermanos Stephen (Virginia, Vanessa, Adrian y Thoby) vivieron entre 1904 y 1907, instaurando sus famosos jueves culturales donde se dieron cita Leonard Woolf, Lytton Strachey, Clive Bell, David Garnett, Duncan Grant, John Maynard Keynes, Roger Fry y Saxon Sidney-Turner . Una gran familia donde se desarrollaron todo tipo de relaciones cruzadas, tanto sentimentales, como artísticas. En esa misma casa viviría Vanessa cuando se casa con Clive Bell para trasladarse al número 50 en 1922, dejando en la casa al economista Keynes.



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Y todavía sin dejar la plaza, vale la pena echarle una ojeada al número 51 donde Lytton Strachey, famoso por su biografía Eminent Victorians, (1918) mantuvo una fructífera relación a tres con la pintora Dora Carrington y su marido Ralph Partidge, quien de forma paralela también tuvo una interesante historia con James Strachey (hermano de Lytton) y su mujer Alix que vivían en el 41.

A cada uno de estos personajes se les podría seguir a través de sus libros o en el caso de los pintores, de sus cuadros, muchos de los cuales están expuestos en galerías como la Tate Britain. Pero también en películas como esa fantástica adaptación de Las Horasdirigida por Stephen Daldry, con Nicole Kidman haciendo de Virginia Woolf en una de sus mejores interpretaciones, lo que valdría ganar un Oscar.



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Otro lugar imprescindible en este recorrido es Tavistock Square donde en el número 52 que ahora ocupa el hotel con el nombre de la plaza, vivió el matrimonio Woolf entre 1924 y 1939. La casa fue bombardeada pero se parecía mucho a otras de la zona que todavía se conservan. Una plaza que por otra parte acogió nada menos que a Charles Dickensentre 1851 y 1860 cuando escribió novelas tan importantes como A Tale Of Two Cities(1861).

Y tirando del hilo habría que ir a otras cuantas plazas del barrio como Brunswick Square, Mecklenburgh Square o Fitzroy o Bedford Square. ¿Porqué? Pues para saberlo lo mejor es hacerse con este estupendo libro editado por La Línea del Horizonteque sigue por cierto los pasos de otro igual de fascinante dedicado a El Oriente de Joseph Conrad escrito por Salvador Sediles y que nos llevaría a otras latitudes y a un viaje mucho más complejo. Para ir a Londres sólo se necesita buscar unos vuelos baratos con Easyjet por ejemplo y si no se cuenta con un amigo que te pueda alojar, quizás lo mejor es buscarse un apartamento.
http://www.ocholeguas.com/bitacoras/ventanillaopasillo/2014/11/10/en-londres-con-virginia-woolf.html
 
¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.

En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.


Lee todo en: SONETO XXV - Poemas de Garcilaso de la Vega http://www.poemas-del-alma.com/garcilaso-de-la-vega-soneto-xxv.htm#ixzz3IwEPse2A
 
TOLEDO / LITERATURA
Las mujeres de Garcilaso
El autor hace un recorrido por la vida sentimental del famoso poeta soldado a través de las mujeres que le marcaron
POR MARIANO CALVO
Día 29/01/2011 - 21.29h
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«En la concha de Venus amarrado» pasó la vida Garcilaso, y no solo porque el amor fuera su más grande pasión sino porque «tuvo en su tiempo mucha estimación entre las damas»; ¿sería quizá por su carácter «grave y melancólico»?
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Retratro de Garcilaso, en su sepulcro de San Pedro Mártir, en Toledo
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Clavicordio de Juana la Loca, conservado en el Monasterio de Santa Clara de
Tordesillas (siglo VXI)

La mayor parte de la obra de Garcilaso supone una apasionada exaltación de su más grande devoción: el amor; y aunque el catálogo de sus idilios conocidos no autoriza por su moderada extensión a imputarle fama de extremado donjuán, indicios hay para creer que vivió de continuo «en la concha de Venus amarrado». De él dijo el poeta Fernando Herrera que «tuvo en su tiempo mucha estimación entre las damas», lo que hay que conjugar con el talante «grave y melancólico» que su contemporáneo Francesillo de Zúñiga le atribuye. Estaríamos así ante el caso de un sensible y reflexivo poeta capaz de ir de un amor a otro sin dejar por ello —o tal vez por ello— de experimentar lo que él acuñó como su «dolorido sentir».

El primer amor
Garcilaso vivió la hora de su primer amor con la joven quinceañera Guiomar Carrillo, hija de la ilustre familia toledana de los Ribadeneira. Ambos adolescentes eran vecinos y, como tal, su relación debía de remontarse a los días de sus juegos infantiles, que, variando en adolescentes coqueteos, darían paso a los primeros escarceos amorosos. Así lo evoca el poeta en la Égloga II, en versos al parecer autobiográficos:

«¿No se te acuerda de los dulces juegos

ya de nuestra niñez, que fueron leña

destos dañosos y encendidos fuegos?

Fruto de este idilio nació su hijo Lorenzo, que vino al mundo por las fechas en que Toledo padecía los violentos desórdenes del alzamiento comunero. Aunque todo propiciaba un rápido acuerdo matrimonial entre las familias de los jóvenes, pues ambas eran semejantes en linaje y posición social, el destino determinó que la boda no pudiera llevarse a cabo: La familia de Guiomar se contaba en el bando de los perdedores de la Guerra de las Comunidades, y aunque Garcilaso se hallaba entre los vencedores, Carlos V nunca hubiese consentido su matrimonio con un miembro del bando desafecto.

Guiomar, consciente de las razones que impedían su boda con Garcilaso, permaneció soltera toda su vida, vinculada sentimentalmente al poeta, como confiesa orgullosamente en su testamento al decir que «entre mí y el dicho Garcilaso hubo amistad y cópula carnal mucho tiempo». Pero ciertamente su fidelidad no fue eterna porque aunque, en efecto, nunca llegó a casarse, se sabe que Guiomar volvió a tener dos hijas naturales más con otro caballero. Este hecho acaso explica el lamento de Salicio en la Égloga I:

«Tu dulce habla, ¿en cúya oreja suena?

Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?

¿Por quién tan sin respeto me trocaste?»

Elena, Isabel y Beatriz

En la corte de Valladolid, Garcilaso conoció a la que se convertiría en su mujer legítima, doña Elena de Zúñiga, que figuraba entre las damas de doña Leonor de Austria, hermana de Carlos V. Todo un partido, por lo tanto, que le acercaba al Emperador a través de su hermana favorita. La corte era en aquellos días un hervidero de actividades festivas en donde el poeta brillaría con luz propia. Allí debió cautivar a la joven Elena e incluso a la propia doña Leonor, que aprobaría de inmediato la elección, si es que no eligió ella misma al joven caballero como pretendiente idóneo para su dama portuguesa.

Garcilaso viajó a Portugal, donde permanecía exiliado su hermano, el excomunero Pedro Laso, para organizar el matrimonio de éste con una de las damas de Isabel de Portugal, la prometida del césar. La dama escogida fue la bella Beatriz de Sá, cuyas gracias, unánimemente alabadas por sus contemporáneos, no le tuvieron que pasar desapercibidas a Garcilaso, incluso se ha venido a suponer recientemente que pudieron prender en él la llama de un amor tan intenso como prohibido. Sea como fuere, allí estaba también, acompañando a la futura Emperatriz, la que tradicionalmente se ha venido suponiendo la musa de sus encendidos y lamentosos versos: Isabel Freire.

¿Son Isabel Freire y/o Beatriz de Sá las damas que laten detrás de la Galatea y la Elisa de sus apasionados y melancólicos versos? ¿Cabe añadir a este albur de supuestas musas la propia Guiomar? ¿Quién, en verdad, fue la fuente de un amor que, por una u otra causa —amor prohibido, truncado por la muerte o despectivo—, hicieron sufrir e inspiraron la vena poética de nuestro mejor lírico? El misterio extiende su secuela de conjeturas sobre este debatido asunto, en torno a estos tres nombres de mujer: Isabel, Beatriz y Guiomar.

Boda con doña Elena
Garcilaso y Elena de Zúñiga se casaron probablemente en la quincena del 21 de septiembre al 6 de octubre, únicos días en que Carlos V y doña Leonor coincidieron en Toledo durante la segunda mitad de 1525. Por gentileza de su majestad, Garcilaso fue obsequiado con un incremento en su sueldo de gentilhombre, que su madre doña Sancha amplió con una importante dotación económica. A su vez, doña Elena recibió una generosa dote del emperador, otra del rey de Portugal y una más de doña Leonor de Austria.

No conocemos con certeza qué papel representó doña Elena en la vida sentimental de Garcilaso, pero es probable que, al menos inicialmente, su matrimonio no fuera otra cosa que un acuerdo de intereses, al uso de las bodas aristocráticas, mientras el corazón de Garcilaso corazón miraba hacia otra parte.

La moza extremeña
Según propia confesión, contenida en el testamento del poeta, conocemos que mantuvo una aventura erótica con una moza extremeña, probablemente una criada o campesina del señorío familiar de los Arcos, de la que confiesa «creer» que se halla en «deuda de su honestidad». Todo induce a pensar que se trató de un idilio fugaz mantenido en sus idas y venidas al señorío de su hermano. De ella ni siquiera sabe decir de qué pueblo era, pues duda de si era natural de La Torre o de El Almendral, cercanas aldeas próximas al señorío de Los Arcos, ni puede dar de la misma otro dato seguro que el de su nombre: Elvira. Encarga en dicho testamento que, si él muriese, envíen a alguien que sepa «si yo le soy en el cargo sobredicho, e si yo le fuere en él, denle diez mil maravedíes, e si fuere casada téngase gran consideración en esta diligencia a lo que toca a su honra y a su peligro».

Nada se sabe acerca de ese «cargo sobredicho» que a acaso perpetuó la sangre del poeta en tierras extremeñas.

Las damas napolitanas
Cuando Garcilaso entra al servicio del Virrey de Nápoles, la Italia del Renacimiento se abrió llena de posibilidades ante el sensible poeta en la creadora plenitud de su existencia. Las prerrogativas que le proporcionaba su cargo, la opulencia de la corte, el ambiente cultivado y la famosa liberalidad napolitana se conjuntaban para su felicidad, como escribe en su Oda latina II, donde afirma que su anterior amor toledano empieza a ser cosa del pasado:

...«ya de la ciudad famosa

por sus amadas murallas, la que el río Tajo con áureo

abrazo se complace en sujetar, aquel amor no me

atormenta»…

Garcilaso confiesa en el mismo poema sentirse enardecido en Nápoles, «que bien muestra haber ya sido / de ocio y de amor antiguamente llena». No es para menos: La alta sociedad napolitana, nutrida de nobles damas, alegres al tiempo que cultivadas, tan distintas de las adustas castellanas, brindaba a Garcilaso un escenario idóneo donde deslizarse en una vida de placeres.

Fuera quien fuera su amor toledano, llegó el momento de su relevo por alguna de las encantadoras sirenas napolitanas. Y, así, de este tiempo datan sus amores con una desconocida dama cuya difusa figura aparece, generadora de pasión y tormentosos celos, en algunos de sus poemas, como en el soneto VII, donde confiesa:

«Yo había jurado nunca más meterme,

a poder mío y a mi consentimiento,

en otro tal peligro, como vano,

mas del que viene no podré valerme,

y en esto no voy contra el juramento,

que ni es como los otros ni en mi mano».

Se ha sugerido que este amor napolitano fue la dama Catalina Sanseverino, pero de cierto nada se sabe: su sombra cruza por la obra del poeta con el sigilo que imponen las leyes del amor cortés. No obstante, el reflejo apasionado que irradian los versos del toledano autoriza a especular sobre su rara belleza y acaso sus altas dotes intelectuales, de las que no estaban desprovistas muchas de las cultas damas del Nápoles renacentista.

A la vuelta de la campaña de Túnez, Garcilaso escribe una elegía epistolar (Elegía II) a Juan Boscán en la que le da cuenta de su estado emocional, confesándole su temor de que a su regreso a Nápoles encuentre «vacío o desparcido» el nido que meses atrás cobijó su amor. Garcilaso siente temerosa incertidumbre por su amor napolitano, de cuya fidelidad alberga torturantes dudas:

«Allí mi corazón tuvo su nido

un tiempo ya, mas no sé, triste, agora

o si estará ocupado o desparcido».

La falta de datos al respecto, hace que ignoremos si el recibimiento de aquella que le arrancaba suspiros de nostalgia hasta en el campo de batalla, respondió a sus deseos o a sus temores.

Garcilaso viajaba a Toledo desde Nápoles cuando sus ocupaciones se lo permitían, pasando junto a su mujer unos pocos meses en cada ocasión. La última vez que Elena y Garcilaso estuvieron juntos fue a mediados de abril de 1534, sin sospechar que se estaban diciendo adiós para siempre. Seguramente hacían planes para trasladarse a Nápoles, a instancias del Virrey. Pero no pudo ser.

El 13 o el 14 de octubre de 1536, a los 37 años de edad, quien supo dar vida a tantos versos inmortales exhalaba su último aliento bajo el cielo de Niza. Quizá nunca sabremos qué lágrimas femeninas, más allá de las de doña Elena y doña Guiomar, se vertieron en Nápoles y en Toledo por la definitiva ausencia del poeta.
 
UN HALLAZGO EXTRAORDINARIO Poesía

El tesoro inédito de Pablo Neruda
  • Salen a la luz 21 poemas 'nuevos' del Nobel chileno
  • "Es el mayor hallazgo de las letras hispanas en los últimos años", declara Pere Gimferrer
  • 'Tus pies toco en la sombra y otros inéditos' será publicado en España en enero
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GIULIO PIANTADOSI

ANTONIO LUCAS
Actualizado: 02/12/2014 03:51 horas3
Pocos poetas tan explorados y buceados como Pablo Neruda(Parral, 1904-Santiago de Chile, 1973). En su obra está, de algún modo, el caudal de la poesía del siglo XX. O uno de los aleros de la poesía 'de entonces'. Cada anotación suya se celebra como un hallazgo, cada firma aparecida, cada línea mínima descubierta. Neruda es faro de costa de varias generaciones de lectores y en su escritura colisionan misterios y entusiasmos de gran tonelaje. Todo lo que sucede a su alrededor se convierte en fiesta, en noticia, en asombro. Así sigue siendo 110 años después de su nacimiento. Y así lo demuestra la expectación internacional ante uno de los más fastuosos hallazgos de la galaxia 'nerudiana': 21 poemas inéditos que abarcan desde 1952 a 1973 y que la Fundación Pablo Neruda de Santiago de Chile anunció el pasado mes de junio como si de un milagro se tratara. "Es el mayor hallazgo de las letras hispanas en los últimos años, un acontecimiento literario de importancia universal", declara Pere Gimferrer. Tres meses antes de hacer público el hallazgo, los poemas llegaron al despacho de la agente literaria Carmen Balcells, que gestiona los derechos del Premio Nobel.

Miles de seguidores del poeta buscan por medio mundo autógrafos, páginas con anotaciones, fetiches que tengan la huella de Neruda. Cualquier rastro es joya. De ahí que la aparición de lo que ya es un libro inédito suponga un suceso extraordinario que activa su leyenda y su escritura. Los centenares de cajas que se conservan en la fundación que acoge su legado se encuentran en una bóveda blindada con todas las medidas necesarias de seguridad, control de temperatura y humedad. Y allí, en aquel fortín inexpugnable, estaban repartidos las dos decenas de textos que nunca antes habían sido fijados.

La aventura de este rescate comienza en junio de 2011. El director de la Biblioteca y Archivos de la fundación, Darío Oses, capitaneó un equipo de expertos para elaborar un catálogo "lo más completo posible de los manuscritos y mecanoscritos de Neruda", explica. "Fue un excepcional viaje interior hacia su poesía". Y allí estaban. "Buscamos una y otra vez esperando encontrarlos impresos en algunos de los muchos libros de poemas del autor de 'La barcarola', pero era como si los hallados se hubieran escondidomimetizándose entre las miles de hojas y entre los cientos de miles de palabras para mantener invicta su condición de inéditos", escribe Oses.

Una vez recuperado todo el material, lo que quedó es un libro: 'Tus pies toco en la sombra y otros poemas inéditos', que el pasado mes de noviembre Seix Barral editó en Chile y que el próximo 15 de enero estarán al alcance de los lectores españoles. EL MUNDO pudo acceder a la primera edición chilena, que cuenta también (como tendrá la de España), con un prólogo de Gimferrer. "Como toda obra inédita que se publica póstumamente, el presente volumen ofrece algunas incógnitas no resueltas que nada tienen que ver con datos intrínsecos a la redacción de cada poema, sino con que el hecho de no ser dados a conocer por el propio Neruda nos encara sólo a la redacción de la misma".

Pablo Neruda escribió algunos de sus poemas en papeles sueltos, en programas de música y en las cartas de algunos restaurantes.

Igual que el tiempo en que fueron escritos es dilatado, los temas que en ellos trata el poeta son múltiples: el amor (seis están 'dedicados' a su tercera mujer, Matilde Urutia), la naturaleza de Chile, el presente y sus conflictos, los viajes, su propia biografía, los deberes del poeta, los oficios del hombre... Un atlas nerudiano reconocible en libros como 'Odas elementales', 'Memorial de Isla Negra', 'Las manos del día' o 'La espada encendida'. De hecho algunos de los textos recuperados podrían también ser descartes de estos títulos.

El poema más antiguo del conjunto es el único de ellos que aparece en el original con título: A los andes. "Fechado en Los Guindos, un 26 de abril, a las 12.30, no indica año pero podría situarse en 1952, cuando Neruda regresa a Chile tras su exilio", sostiene Oses en las notas a la edición. Es texto exalta el paisaje chileno y, a la vez, la condición de regresado de Neruda y las condiciones anímicas que la visión de aquellos Andes le genera. "Sin embargo/ este pueblo/ pica las erizadas/ soledades, navega las verticales olas/ y en la tarde/ toma/ su guitarra/ y canta caminando/. Nunca/ se detuvo mi pueblo./ Yo sé de dónde viene / y dónde/ llegará alguna vez con mi guitarra".

Los poemas están escritos en menús de restaurantes, en folios donde hay otros poemas, en hojas sueltas, en postales, en cuadernos escolares de los años 50 y 60, en blocs de distintos formatos, "en programas musicales de los barcos en los que viajaba", subraya Oses... Muchos están escritos en tinta verde, el color fetiche del poeta para sus textos. Otros a lápiz y los menos en tinta azul. Y todos con tachaduras y arrepentimientos que permiten estudiar el itinerario que llevaba a Neruda desde el borrador a la pieza definitiva.

"Esta singularidad hace que hayamos incluido en la edición algunas muestras manuscritas", sostiene Oses. "Es importante puntualizar que no son variaciones de otros poemas ya publicados, sino que tienen existencia propia y que todos ellos se sitúan dentro de los grandes temas de su poesía".

Este Neruda de aquí vive ya instalado en una de las alturas de su madurez. Mantiene intacta su condición de poeta tectónico, pero también ráfagas de hombre pensativo. Es más solitario. Más esencial a veces. Más sabio. Pere Gimferrer señala el poema número cuatro como el más importante del conjunto: "Mi amor, mi escondida, mi dura paloma, mi ramo de/ noches, mi estrella de arena,/ la seguridad de tu estirpe de rosa bravía/ acude a las guerras de mi alma quemando en la altura la/ clara fogata/ y marcho en la selva rodeado por elefantes heridos,/ resuena un clamor de tambores que llaman mi voz en la lluvia". Un lago galope de versos que tienen algo de aquel Neruda alucinatorio de 'Residencia en la Tierra'.

Tebía por costumbre escribir en sus momentos de creación, al menos, dos poemas al día. Este es uno de los inéditos recuperados.

Es una de las piezas dedicadas a Matilde Urrutia, quien se ocupó desde la muerte del poeta, el 3 de septiembre de 1973, a custodiar y ordenar su ingente archivo, queconsta de 4.500 documentos entre poemas, cartas, discursos. Ella es la destinataria de los 'Cien sonetos de amor'. Se casaron en 1966. "Estos poemas inéditos escaparon a las revisiones de Matilde", sostiene Oses. "Ella fue la primera en ordenar la colección y la primera que emprendió la búsqueda de inéditos o publicados en periódicos difíciles de encontrar. A pesar del cuidado que puso en este empeño, algunos textos siguieron manteniendo su condición de desconocidos".

En Neruda todo era poesía. Y todo era material para el poema. No se deshechaba nada. Cuando la Unión Soviética envía dos naves pilotadas a orbitar alrededor de la Tierra, escribe: "Estos dos hombres solos,/ estos primeros hombres/ allá arriba/ ¿qué llevaron consigo de nosotros?". Eran los astronautas Adrián Nikoláiev y Pavel Popóvich. Su expedición le había fascinado.

Hay en muchos momentos de este libro una bella tristeza que se complace en sí misma. De Pablo Neruda se sabe casi todo lo que él quiso que quedara para saberse, casi todo aquello que dejó escrito en su bellísimo y caprichoso libro de memorias, 'Confieso que he vivido'. Pero hay mucho más en su galope: zancadillas, entusiasmos, la política, los amores, el Nobel, la tristeza... No hay duda de que la suya fue una vida compleja y completa. Desde el nacimiento y la muerte prematura de la madre hasta los años de cónsul por Asia, la llegada a una España en plena fiebre guerracivilista, la huida a Europa, el exilio, el daño final por el golpe militar en Chile y el cáncer que, en paralelo, lo arrasa.

A ese último instante pertenece otro de los poemas reunidos en'Tus pies toco en la sombra', en número 19. El autor de Crepusculario está en los últimos meses. La enfermedad le va haciendo surco por el árbol hembrade la venas. Pasa casi todo el día en la cama. Y ahí anota: "Entre el orgullo y el terror de vivir sin ser amado,/ pasé a darle la mano a todo el mundo (...) Vivo temblando de que no me llamen/ o de que me llamen los idiotas,/ mi ansiedad resistió medicamentos,/ doctores, sacerdotes, estadistas,/(...) el desprecio que me consagrarán/ cuando yo ya no sirva para nada/ es decir para que hablen/ a través de mi cuerpo las avispas".

El poeta pone aquí las cosas de su vida en hilera. Y también mira hacia atrás, hasta el recuerdo con musgo del joven que fue: "Te miro/ y no lo creo/ soy yo mismo/ tan tonto, tan remoto,/ tan desierto/ Joven/ recién llegado/ de provincia...".

Todo lo que se mueve como expresión de vida es ya un estar muriendo. Y de esa percepción hay mucho en esta mercancía desconocida hasta este mismo año. Neruda, aquí se ve bien, es en definitiva un poeta romántico que pone toda su ambición en provocar y reproducir en sus versos la marcha impetuosa de su sentir, a veces impostando un cierto materialismo lírico.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/12/02/547ccd79ca47418a4a8b4577.html
 
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