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Emil Nolde: el pintor nazi odiado por Hitler que ahora Merkel destierra de la Cancillería de Berlín
Una exposición bucea en la complejidad para juzgar el arte desde la política o el sectarismo
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Desde 1945 hasta hoy, la Historia del Arte ha tragado con una clasificación simplista y limitadora del arte alemán durante el Tercer Reich. Por una parte el arte nazi, exaltaciones de la naturaleza, los valores tradicionales y la pureza racial que incluían desde los torsos musculosos de losatletas de Arno Breker, pasando por las idílicas familias de campesinos de Adolf Wiessel y los apabullantes titanes de Joseph Thorak hasta, por supuesto, los retratos del Führer de Conrad Hommel. Y por otra parte todos aquellos artistas más modernos, vanguardistas y sofisticados, seguramente también más elitistas, que los nazis denigraron exponiendo como «Arte degenerado».

Abre ahora sus puertas una exposición en el Habmburger Bahnhof de Berlín –museo de arte contemporáneo instalado en la antigua estación ferroviaria–, titulada «Emil Nolde. Una leyenda alemana. El artista en el nacionalsocialismo» y que podrá verse hasta el 15 de septiembre próximo. La muestra echa por tierra esa burda clasificación, no en vano obra del intelecto que dirigía el Ministerio de Propaganda de Hitler, Joseph Geobbels, y que ha logrado imponerse hasta nuestros días, obligando a repensar aquel mapa de artistas y obras, bastante más sinuoso que lo que hemos estudiado en el colegio y que impide trazar líneas rectas con la conciencia totalmente tranquila.

La muestra se centra en la revisión de la obra de Emil Nolde desde este punto de vista, como ejemplo de que en la Alemania de primera mitad del siglo XX, lejos de escribirse la historia del arte en blanco y negro, pululaban una gran cantidad de grises que han de ser todavía investigados.

Artista del régimen


«Nolde fue antisemita recalcitrante y nacionalsocialista militante. Eso es indiscutible, a pesar de que sus obras formasen parte del “Arte degenerado”. En el verano de 1933 redactó a iniciativa propia un plan de desjudaización del territorio alemán que deseaba presentar personalmente a Adolf Hitler. Y mantuvo públicamente su ideología nazi hasta 1945. Pero esperamos que la muestra ayude a contemplarlo desde una perspectiva alejada de simplismos», confía la comisaria Aya Soika, «y a reconocer que sigue siendo uno de los máximos exponentes del Expresionismo Alemán». Nolde militó en las filas del partido nacionalsocialista desde 1934 y fue durante cierto tiempo un artista «del régimen», cuya cercanía buscó y encontró.

A pesar de que en los círculos vanguardistas se apreciaba su obra, los críticos de arte de los medios de comunicación alemanes la despreciaban sistemáticamente, según ha constatado el estudio de más de 25.000 documentos, cartas y artículos en su mayoría atesorados por la Fundación Seebüll que ha formado parte de la preparación de la muestra. Nolde atribuía a un «dominio judío» en el ámbito de la crítica del arte, en los años 20 y 30, que se primase la obra de Max Liebermann sobre la suya, lo que ocasionó una rivalidad intensa entre ambos pintores y una gran frustración en Nolde.

«Cuadros ocultos»
El propio Nolde hizo valer sus influencias ante el régimen para pedir que se retirasen sus obras de la exposición itinerante organizada entre 1937 y 1938 por Goebbles, aunque no logró que se le levantase la inhabilitación para exponer o incluso pintar, etapa a la que corresponden los llamados «cuadros ocultos» pintados en su casa de Seebüll, la ciudad junto a la frontera danesa donde nació. Esa etiqueta de artista perseguido e inhabilitado por el nazismo le dio tras el hundimiento del Tercer Reich rango de víctima del régimen nazi y quedó adscrito a las vanguardias liberales y democráticas, lo que demuestra que el arte, cuando es ordenado por criterios políticos, tiende a romper fácilmente las costuras. La exposición se esfuerza por recuperar ahora a Nolde de «clasificaciones simplistas», tanto unas como otras, e invita a repensar esos años alemanes desde un punto de vista más puramente artístico y expresivo.

Esta intención cuenta con una anécdota que sin duda ha dado gran publicidad a la muestra. Hace solo unos meses, cuando el museo cursó la petición a la Cancillería de Berlín del cuadro «Brecher», pintado en 1936 por Nolde y que colgaba en el despacho del canciller federal desde tiempos del socialdemócrata Helmut Schmidt, en el poder de 1974 a 1982, Mekel fue puesta al tanto de la orientación de la exposición y la Cancillería envió como devolución definitiva no solamente ese cuadro, sino también el titulado «Blumengarten», pintado por Nolde en 1915 y que decoraba otra de las estancias del edificio.

«Eso es precisamente lo contrario de lo que pretende la exposición», critica el historiador Michael Wolffsohn, «defiende que el arte está hecho por humanos, que no son impecables, pero que aún así o quizá precisamente por eso sigue teniendo el mismo valor. Las obras de Nolde son geniales y merecen ser expuestas».

Wolffsohn nos introduce, con esta valoración de la exposición, en un criterio independiente de ideas o hechos históricos aunque evidentemente imbricada en ese contexto. «Este desenmascaramiento de Nolde como nazi puede encontrar diferentes y erróneas reacciones, habrá quien quiera seguir adorándolo como a un ídolo y quien pretenda degradarlo ignorándolo. Pero pensar que para ser apreciado como artista hay que tener un expediente ideológico limpio, por así decirlo, es completamente ilusorio», defiende, «la historia no es solo unidimensional y esa visión del arte es lo más anti-intelectual que se me ocurre».



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Joseph Goebbels en la exposición Arte Degenerado de Berlín, en febrero de 1938 - Archivo Staatlichen Museen zu Berlin
Eric Nolde, nazi y genio
Goebbels tenía en su despacho un cuadro de Nolde, pero Hitler se lo recriminó calificando su obra de «imposible» y desde entonces fue denigrado por el partido nazi NSDAP, del que era militante convencido desde 1934. Como artista, Nolde había viajado en 1899 a París, donde entró en contacto con las obras de Rodin, Degas, Manet, Millet y, sobre todo, Daumier. En 1906 entabló amistad con K. Schmidt-Rotluff y en 1907 expuso con los pintores de Die Brücke, a los que más tarde delataría ante las autoridades nazis. Nolde se sirvió de sus contactos al más alto nivel en el partido para que fueran retirados sus cuadros de la exposición «Arte degenerado» de 1937, pero le siguió estando prohibido pintar. Está considerado como uno de los más importantes exponentes del expresionismo.
https://www.abc.es/cultura/arte/abc...-cancilleria-berlin-201904130038_noticia.html
 
A subasta uno de los polémicos retratos que Balthus hizo de Thérèse, su niña-musa
«Thérèse sobre una banqueta» (1939) será vendido el 13 de mayo en Nueva York. Su precio estimado oscila entre 12 y 18 millones de dólares
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SeguirNatividad Pulido
Madrid
Actualizado:13/04/2019 00:38h
0 Tras los pasos de Balthus, más allá del «pintor de gatos y perversas Lolitas»

Tenía tan solo diez años Thérèse Blanchard cuando a finales de 1935 se cruzó en su camino un joven pintor de 28 años, de nombre y porte aristocrático: Balthasar Klossowski de Rola (Balthus). El estudio de Balthus se hallaba en Rohan, cerca de la plaza de l’Odeon en París, a pocas manzanas de la casa donde vivía la numerosa familia Blanchard. El padre era camarero. De 1936 a 1939 Thérèse se convirtió en la musa predilecta del pintor que colmó de deseo y erotismo la edad de la inocencia; la retrató, de los 11 a los 14 años, en unas diez pinturas. En algunos casos sola; en otros, acompañada de Hubert, su hermano dos años más pequeño que ella. Uno de esos cuadros es «Los hermanos Blanchard» (1937), que fue adquirido por Picasso y, tras su muerte, lo donó la familia al Estado francés.

El Metropolitan atesora en su colección dos retratos de la joven musa, ambos de 1938. Uno de ellos, «Thérèse soñando», sufrió un intento de censura: más de 12.000 personas firmaron en 2017 para que se retirara de las salas del museo neoyorquino, que no cedió. Estas tres obras cuelgan en la exposición que dedica a Balthus, hasta el 26 de mayo, el Museo Thyssen.

La sala Christie’s sacará a subasta el próximo 13 de mayo en Nueva York obras de la Colección de Dorothy y Richard Sherwood, pioneros mecenas artísticos de California que lograron atesorar una colección de gustos exigentes y calidad excepcional. La pareja tenían un profundo conocimiento del arte y había trabado amistad con artistas como Richard Diebenkorn, David Hockney y Robert Graham. Los Sherwood se sumergieron en la dinámica escena artística de California en la década de 1960. Artistas emergentes, conservadores de museos, historiadores del arte y marchantes frecuentaban las veladas en su casa. Durante décadas, la pareja dedicó su tiempo, su energía y sus recursos a ayudar a construir algunas de las principales instituciones en el sur de California, incluyendo el Museo de Arte de Los Ángeles (LACMA).

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Detalle de «Thérèse soñando» (1938), de Balthus - METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK


A lo largo de los años, construyeron con avidez su colección privada, comprando aquello que amaban: Picasso, Matisse, Henry Moore, Stuart Davis, Frank Stella... A menudo sus trabajos llegaban a su hogar directamente desde el caballete de un artista. En la mansión de los Sherwood cada habitación mostraba un tesoro. En la sala de estar estuvo colgado durante casi sesenta años «Thérèse sobre una banqueta», pintado por Balthus en 1939. Es uno de los diez retratos que pintó de la joven musa. Se vio por última vez públicamente en la exposición «Gatos y chicas», que celebró el Metropolitan Museum de Nueva York en 2013. El cuadro fue imagen de la portada del catálogo. Es la mejor obra de Balthus que ha salido al mercado. Su precio estimado: 12-18 millones de dólares.

Según Sabine Rewald, conservadora del Met neoyorquino y especialista en Balthus, «las niñas de Balthus, cuando están despiertas, nunca sonríen. Permanecen ensimismadas, pensativas, ociosas, absortas en sus fantasías, soñadoras», o simplemente aburridas por tener que pasar horas posando. Aparecen recostadas en un sofá o un sillón. En algunos casos, las niñas levantan sus faldas, dejando ver su ropa interior. Balthus retrata en estos polémicos cuadros el paso de la feliz infancia a la incómoda adolescencia, juega con el erotismo y la inocencia en los retratos de sus lascivas Lolitas. «Estas obras suponen un examen psicológico. Thérèse no era muy atractiva, y estaba malhumorada, pero él la retrató con una gran inteligencia y fortaleza en su interior. Fue la única niña a la que dio nombre en sus retratos. Su arte tomó a partir de entonces una nueva dirección», afirma Rewald, quien trató de localizar durante treinta años a Thérèse. Finalmente, en el distrito 14 de París le dieron noticias suyas: nació en 1925 y murió en 1950, a los 25 años, pero en el hospital donde falleció no le revelaron la causa.
https://www.abc.es/cultura/arte/abc...o-therese-nina-musa-201904130038_noticia.html
 
Estos son los museos públicos a los que podrás ir gratis el Jueves Santo
Dieciséis museos abrirán gratuitamente con motivo del Día Internacional de los Monumentos y Sitios

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Estos son los museos estatales a los que podrás ir gratis el Jueves Santo Museo Arqueológico Nacional
EFE
PERFIL



PUBLICADO 16.04.2019 - 17:40ACTUALIZADO16.4.2019 - 20:17

Los dieciséis museos del Ministerio de Cultura y Deporte abrirán gratuitamente este Jueves Santo con motivo del Día Internacional de los Monumentos y Sitios, una jornada respaldada por la Unesco que se celebra cada 18 de abril para promover el conocimiento y la preservación del patrimonio cultural.

Según ha informado este martes Cultura además de esta aperturagratuita, diez de estos museos también ampliarán entre tres y seis horas su apertura para facilitar la visita coincidiendo con el inicio de las festividades de la Semana Santa.

Los museos que abrirán gratis
Esta medida afecta a los museos gestionados por Cultura, ubicados en siete localidades españolas, aunque es Madrid la que mayor número de ellos acoge: Museo Arqueológico Nacional, Museo Cerralbo, Museo de América, Museo del Traje, Museo Nacional de Antropología, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo Nacional del Romanticismo y Museo Sorolla.

Además de estos, de Cultura también dependen el Museo Nacional de Escultura y Museo Casa de Cervantes (Valladolid), el Museo del Greco y Museo Sefardí (Toledo), el Museo Nacional de Altamira (Santillana del Mar) o el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Cartagena), el Museo Nacional de Arte Romano (Mérida).

Completa la lista el Museo Nacional de Cerámica y de Artes Suntuarias “González Martí” (Valencia).

Además, los museos han programado actividades especiales para esta semana, que se suman a las 19 exposiciones temporales que están abiertas en la actualidad.

https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/museos-gratis-jueves-santo-semana-santa_0_1236777246.html
 
El descubrimiento de un insólito ‘rembrandt’ que acabó en escándalo

Russell Shorto



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Jan Six, en su galería de Ámsterdam. HELLEN JAN MEENE NYTS / CONTACTO



14 ABR 2019


Siglos antes de su nacimiento, Jan Six ya estaba destinado a ser un personaje en el mundo del arte. Su aristocrática familia, que cuenta con un gran patrimonio pictórico, bautiza con ese nombre al primogénito de cada generación. En 2016, Jan Six cumplió su destino: descubrió un rembrandt inédito. Pero tras el éxito estalló el escándalo




EL HALLAZGO que dio un vuelco a la vida de Jan Six se produjo un día de noviembre de 2016. Six es un marchante de arte de 40 años residente en Ámsterdam, que el año pasado atrajo la atención mundial con la noticia de que había rescatado del olvido un cuadro hasta entonces desconocido del más admirado de los maestros holandeses: Rembrandt. Se trataba del primer Rembrandt inédito que salía a la luz en 42 años. El hallazgo no fue fruto de la exploración de remotas iglesias ni del escrutinio de los desvanes de las casas de campo de Europa, sino que surgió mientras su autor repasaba su correo electrónico, como él mismo me contaba el pasado mes de mayo. Six acababa de llevar a sus hijos al colegio (al más puro estilo holandés, es decir, en bicicleta, con un niño sentado en el manillar y el otro en la parte trasera). El tiempo típico de la estación, con su viento cortante y su llovizna, jamás disuadirán a un amsterdamés de pura cepa ‒las raíces del marchante en la ciudad se hunden casi hasta lo más profundo‒ de que monte en su bici, pero para cuando nuestro hombre estuvo de vuelta en su despacho, las consecuencias ya se hacían sentir. Waterkoud ("frío húmedo") es la palabra neerlandesa para describir la humedad helada de los Países Bajos que cala hasta los huesos.

El antídoto para esta sensación está contenido en otro término. Gezelligheid, traducido libremente como ambiente acogedor, es la atmósfera que los habitantes de Holanda hacen todo lo posible por conseguir en el interior de sus hogares. La misma atmósfera que tantas veces retrataron y en la que se recrearon los lienzos de los antiguos maestros del siglo XVII, el Siglo de Oro en el que Six está especializado. Cálidas escenas domésticas, alegres grupos alzando jarras de peltre, bodegones con mesas repletas de alimentos. El estudio de Six, situado en la planta baja de un edificio junto al Herengracht, uno de los principales canales de la ciudad ‒al que el propio Rembrandt iba a pasear‒ goza de su correspondiente parte de gezelligheid. El edificio data de principios del siglo XVII. Antiguas vigas cruzan el techo. A través de las ventanas se ve pasar veloces a los ciclistas y la evocadora y permanentemente sombría superficie del canal, en la que se reflejan los hastiales de las fachadas de los edificios de la orilla opuesta.

Aquella mañana, Six preparó café y se sentó ante una larga lista de correos electrónicos. Empezó por despachar las facturas y otros engorros a fin de entregarse sin estorbos a los catálogos de las próximas subastas de arte. Uno de ellos era el perteneciente a un acto que iba a tener lugar en diciembre en la sala Christie's de Londres. Le echó un rápido vistazo, casi con desdén. Correspondía a la puja diurna, en la que se presentan los objetos menores. Los cuadros y las esculturas de calidad superior siempre se reservan para la noche.

Entonces, me explicaba, paró en seco. La fotografía de colores no demasiado realistas del catálogo mostraba el retrato de un joven caballero de aire ausente con un cuello de encaje y un peinado proto-Led Zeppelin. Lo primero que llamó la atención de Six fue la mirada del personaje (cuya identidad sigue siendo desconocida). "Atraviesa la imagen", explicaba. El experto tuvo la sensación de que ya había visto la obra antes, pero después de un rápido repaso a su biblioteca se convenció de que lo que le había resultado familiar no era la imagen en sí, sino la conjunción de los detalles que delataban que se trataba de un rembrandt temprano. A juicio de Six, algunos de ellos son la humanidad de la mirada, la pincelada "redondeada" y el empleo intencionado de diferentes estilos pictóricos en la misma obra.

El cuadro se fecha en algún momento situado entre 1633 y 1635. El detalle revelador es el cuello de encaje, de un tipo característico que en ese breve lapso fue la última moda para quedar luego rápidamente anticuado. Lo que más impresionó a Six no fue solo el hecho de que Christie's no hubiese advertido que la pintura había salido con toda probabilidad de la mano del maestro, sino que la casa de subastas lo hubiese etiquetado como "del círculo de Rembrandt", es decir, de un alumno. "¿Se da cuenta de dónde está el problema, verdad?" Yo me estaba devanando los sesos para dar con la solución al acertijo cuando mi anfitrión soltó de golpe: "A principios de la década de 1630, Rembrandt todavía no era famoso, así que no existía ningún círculo. Enseguida me di cuenta del patinazo de Christie's".

A partir de ese momento, el marchante se convirtió en un sabueso sobre la pista. Se informó de que la proveniencia del cuadro se remontaba a sir Richard Neave, un comerciante inglés de finales del siglo XVIII que formó una importante colección de arte que incluía obras de Thomas Gainsborough y John Constable. La pintura había permanecido en la misma familia durante seis generaciones. Todo cuadraba. Era lógico que una creación de un artista de primera fila hubiese atraído a un destacado coleccionista. Six estaba tan emocionado que montó en su bicicleta y pedaleó una breve distancia a través del centro de Ámsterdam hasta la casa de Ernst van de Wetering, reconocido mundialmente como la máxima autoridad en Rembrandt. Aún sin aliento, le tendió una fotocopia del cuadro. Como corresponde a alguien cuya opinión carga con el peso de la trascendencia, Van de Wetering suele reaccionar con reserva la primera vez que ve una imagen, pero esta le intrigó. "Parecía un rembrandt, aunque me era totalmente desconocido", me confesó más tarde. Six volvió a pedalear de regreso a su casa y compró un billete de avión.

Cuenta que, cuando llegó a Londres, en la sala de exposición de Christie's había varias personas, así que estuvo mirando otros cuadros hasta que se marcharon. Entonces se dirigió al retrato, lo examinó y lo fotografió. "Estaba impresionado porque, al natural, su aspecto era diferente", aseguraba. "Tenía mucha más profundidad".



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Algunos de los cuadros expuestos en la galería de Jan Sic En Ámsterdam. Entre ellos, Retrato de un joven caballero y sendas pinturas de Gerrit van Honthorst y Jan Lievens. HELLEN JAN MEENE NYTS / CONTACTO



El encaje del cuello llamó particularmente su atención. En el siglo XVII, este tejido era un símbolo de estatus, y Six cree que Rembrandt tenía su propia manera de representar esta variedad, conocida como encaje de bolillos. Mientras que otros artistas de la época ejecutaban minuciosamente sus filigranas pintándolas en blanco sobre la superficie del ropaje, Rembrandt hacía lo contrario. Primero pintaba el ropaje, luego cubría de blanco la zona del cuello, y a continuación utilizaba pintura negra para crear los espacios negativos del encaje. Además, a diferencia de los demás pintores, que trazaban meticulosos motivos repetitivos, Rembandt tejía un diseño libre. A un espectador situado a pocos centímetros de una pintura realizada con esta técnica, el cuello le produce el efecto de un laberinto de garabatos. Sin embargo, basta con que retroceda un paso para que el conjunto adquiera sentido. Six identifica en ello uno de los rasgos del genio de Rembrandt. El maestro "se dio cuenta de que, por más que se ajustase al original, en el fondo la reproducción pictórica de un modelo repetitivo ofrecía un aspecto artificial".

Al salir de la sala de Christie's, Six se dirigió a una librería vecina especializada en arte. Allí encontró A Corpus of Rembrandt Paintings, la guía de referencia de la obra completa del artista. Ojeó las obras de la década de 1630 y, cuando encontró lo que buscaba, paró. Era el Retrato de Philips Lucasz, de 1635. La suerte quiso que el original se encontrase precisamente al otro lado de la ciudad, en la Galería Nacional, así que nuestro hombre voló hacia allí y al poco se encontró delante del cuadro, observando alternativamente la pintura y la imagen de su cámara y sintiendo cómo su torrente sanguíneo se aceleraba al tiempo que una corazonada tomaba cuerpo hasta convertirse prácticamente en certeza. "Supe que, quienquiera que hubiese pintado uno, había pintado el otro", resume.

Jan Six es un hombre alto y delgado. Parece como si quisiese evitar ofender con su elegancia, y algo en su expresión habitual dice que lleva una carga. La carga no es ni más ni menos que su verdadero nombre: Jan Six XI. La aristocrática familia del marchante, cuyos orígenes se remontan cuatro siglos atrás, ha llamado Jan al primogénito de casi cada generación. El primer Jan Six, hombre de arte, cultura y política, fue un auténtico representante del Siglo de Oro holandés, la época en la que una explosión de creatividad en las artes, las ciencias y el comercio catapultó al minúsculo país a la vanguardia de la vida y el pensamiento europeos. Aquel Jan Six fue amigo personal del gran Rembrandt van Rijn. Cuando, en algún momento de la década de 1650, decidió encargar su retrato, pidió al artista que le concediese el honor de pintarlo. El resultado es una de las obras más admiradas del maestro, un estudio maravillosamente melancólico de la sofisticación madura y consciente, ejecutado con las toscas pinceladas características del Rembrandt tardío. El historiador Simon Schama lo ha calificado del "más grande retrato del siglo XVII".

El primer Jan Six reunió una vasta colección de pinturas, esculturas y dibujos de muy diversos artistas, pero su núcleo era Rembrandt. Además del retrato de su propietario, cuyo valor asegurado asciende actualmente a 400 millones de dólares, la Colección Six incluye un retrato al óleo de tamaño natural de Ana Wymer, madre del antiguo Jan, cinco dibujos y 50 grabados originales del artista. A medida que la colección fue pasando de generación en generación, se engrosó con la incorporación de obras de Vermeer, Bruegel, Hals y Rubens, así como de los inigualables Tiziano y Tintoretto. Al mismo tiempo se le fue añadiendo un auténtico tesoro de objetos que, aunque menores, poseen también importancia histórica, tales como mobiliario, gemas, medallas, manuscritos, montañas de plata, cristal veneciano, cepillos de dientes con mango de marfil y un anillo de diamantes regalo del zar Alejandro I a la familia. Con todo, la pintura siempre ha sido la razón de ser de la colección, y a lo largo de los años, los Six se mostraron proclives a seguir las inclinaciones de sus progenitores. En la actualidad, la colección incluye nada menos que 270 retratos de miembros de la dinastía.


Pasaron los siglos, el patrimonio artístico de otras grandes familias europeas se disgregó, los museos se convirtieron en los principales repositorios de sus piezas, y la Colección Six, que ha permanecido en la residencia familiar, ganó en mística. Por tradición, el Jan Six de cada generación se convierte en custodio de la colección y ocupante de la casa, ubicada en el último siglo en una laberíntica mansión de 56 habitaciones situada junto al río Amstel, en el corazón de Ámsterdam. Sin embargo, Jan XI, el marchante, no es ese Jan, al menos de momento. Su padre, Jan X ‒o, como prefiere ser llamado, el barón Jan Six van Hillegom‒ sigue reinando. En los círculos culturales, el viejo Six, de 71 años, tiene fama de ser un hombre muy celoso de su intimidad (declinó ser entrevistado para este artículo) y también algo quisquilloso. Casi todas las personas con las que he hablado utilizaron el calificativo "difícil" para referirse a él.



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El cuadro 'Retrato de un joven caballero', el posible 'rembrandt' descubierto por Jan Six en un catálogo de Chrstie's RENÉ GERRITSEN JAN SIX FINE ART



Yo lo conocí hace nueve años, cuando estaba investigando para un libro sobre la historia de Ámsterdan y quise ver por dentro la famosa casa Six. Tras un típico almuerzo holandés a base de leche y sándwiches en una cocina que parecía salida de un cuadro de Vermeer ‒carpintería oscura, suelos de barro, luz oblicua‒, el barón me guió a través de su residencia, un delicioso laberinto de salas y antiguas estancias repletas de curiosidades, algunas de ellas de incalculable valor. Aunque las habitaciones abiertas al público y las zonas de vivienda estaban separadas, la sensación de encontrarse al mismo tiempo en una casa y en un museo era palpable. De admirar un Frans Hals se pasaba a advertir la presencia de un libro abierto y unas gafas de lectura en una mesa auxiliar, o una escoba y un recogedor en una esquina. Mi impresión general de la visita fue la de un lugar salido de una novela de Thomas Mann, con su grandeza perdida y su aire de quietud antigua, custodiado por marchitos aristócratas levemente irritados.

Si bien el anciano Six es conocido por su beligerancia, en lo que respecta a su batalla más pública, un litigio de varios años contra el Gobierno holandés por la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el pago del mantenimiento de la casa, hay quien piensa que el aristócrata tiene algo de razón. "Un político de izquierdas pensó que era ridículo dar dinero a una familia acaudalada y retiró la subvención", explica Frits Duparc, exdirector del Museo Mauritshuis de La Haya, que actuó como mediador en el pleito. "Pero la realidad es que la familia no es tan rica, porque hace tiempo que las obras de arte se transfirieron a una fundación". Esta se creó en parte para mantener unida la colección y, en consecuencia, dentro del país. En el pasado, los Six se vieron obligados a vender varios Vermeers y otros tesoros nacionales para pagar los impuestos.

Al final, en 2008 se resolvió el pleito y se llegó a un acuerdo. La mansión es propiedad de una fundación, la familia tiene derecho a vivir en ella a perpetuidad, y el Estado proporciona los fondos para su mantenimiento. A cambio, la familia tiene que facilitar el acceso público limitado a la colección.

El origen de la obsesión de Jan Six con Rembrandt (él mismo la llama así) está en sus encuentros con el retrato de su tocayo, obra del maestro, en el "salón azul" de la casa familiar. Six puede hablar interminablemente del artista. Sus palabras cautivan y están llenas de emoción. "Lo que hace único a Rembrandt es su capacidad de representar a la persona", sentencia. "Cuando paseo por un museo y de la pared cuelga un Rembrandt, paso a su lado como pasaría junto a una persona, mirándola de reojo y preguntándome quién es, como si fuese alguien conocido. Es un ser humano vivo". Por el contrario, no tiene en demasiada consideración al otro coloso del Siglo de Oro holandés. "Sé que a muchos estadounidenses les encantar Vermeer. Personalmente, no me gusta. Es un truco, pura óptica. Creo que si se pusiese La joven de la perla al lado de cualquier rembrandt se apreciaría la diferencia".

Entre las muchas razones para los siglos de fascinación popular con Rembrandt ‒el volumen, la diversidad y la calidad de su obra, todos ellos impresionantes; la plétora de estilos con los que experimentó; la complejidad de su propia biografía‒, quizá la más incontestable sea la profundidad psicológica de que dotaba a sus personajes, la manera en que sus figuras parecen envolver al observador y arrastrarlo a los afanes particulares de ese momento de sus vidas.

Esta focalización en lo individual fue un rasgo definitorio de la época del artista. El Siglo de Oro holandés marcó un punto de inflexión que lo apartó de los temas estrictamente religiosos. De repente, las personas se interesaron por la vida corriente y por ellas mismas, y los artistas siguieron su ejemplo. La pintura de retratos se convirtió en un negocio. Con todo, Rembrandt aventajó a sus contemporáneos. Muchos de ellos sabían reproducir el aspecto del modelo. La razón de que los ciudadanos de Ámsterdam considerasen tan especial al pintor e hiciesen cola para encargarle sus retratos era que parecía poseer la capacidad de penetrar más allá de la superficie para llegar a la persona.

Tal vez el origen de esta empatía no se encontrase solamente en el genio del artista, sino también en su misma vida. Rembrandt llegó a ser muy pronto el pintor más aclamado del momento, pero rechazó seguir las modas cambiantes y perdió el favor del público. Gastó en exceso y contrajo cuantiosas deudas. Perdió a su esposa poco después de que esta diese a luz y entabló una relación con la niñera del niño, de la que intentó librarse internándola en un manicomio. Más tarde se arruinó. Al parecer, vivió sus últimos años en una miseria de la que solo él fue responsable. Si la Edad de Oro holandesa evidencia un nuevo interés profundo por lo individual, el pintor se aplicó el principio sin compasión. Sus autorretratos, en particular los tardíos, son exploraciones despiadadamente honestas del dolor psíquico que nos infligimos a nosotros mismos.

Las paredes del estudio de Six en Ámsterdam siempre están cubiertas de retratos del siglo XVII. Son obras que ha comprado y está investigando, o que ha encargado que se restauren y que tiene intención de revender. Cuando me presenté allí el pasado verano, Retrato de un joven caballero, el cuadro del catálogo de Christie's, colgaba en una posición destacada. Six, que habla con un murmullo acariciador y se refiere a sí mismo como un "investigador-marchante", me guió por él. "El guante y el puño me entusiasman. Son muy elegantes. ¿Se ha fijado en la pincelada? Rembrandt empezó aquí, se deslizó poco a poco hacia la derecha y trazó una curva. Luego añadió estas pinceladas amplias. A continuación realizó el puño. La parte iluminada la pintó de color porque sabía que, a la luz, no hay líneas negras, mientras que en la sombra, sí. Utilizó con inteligencia la manera en que la luz ilumina la materia en la realidad, difuminándose gradualmente para dar paso a la sombra".

Cuando estaba trabajando en mi libro sobre la historia de Ámsterdam, Six me invitó a visitarlo y me hizo una pequeña demostración extraordinaria. Apagó las luces, encendió unas velas, y los cuadros se transformaron al instante. Adquirieron una nueva energía; los dorados, los rojos y los tonos carne aumentaron su calidez; el centelleo de las llamas parecía insuflar vida a las figuras bidimensionales. Los ojos de Six brillaron cuando vio que había captado lo que quería decir. Los cuadros habían sido creados para la luz de las velas.



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La familia Six en 1985. El actual Jan Six es el primero por la izquierda. B. BACHELET PARIS MATCH (CONTACTO)


El experto me ayudó a penetrar en el mundo de los habitantes del Ámsterdam del siglo XVII de la manera más tangible, a través de las diferencias mínimas en las maneras de ver y de sentir que separan una época histórica de otra. Por otra parte, me di cuenta de que, al mismo tiempo, me estaba revelando algo más, y ese algo era una vida de lucha con su familia por las expectativas que esta tenía depositadas en él como heredero de la Colección Six. Si bien cuando era niño y se dirigía a desayunar, el esplendor de la tradición artística occidental le daba los buenos días, la idea de que en él estaba su destino no lo hacía estremecerse. Mientras que, por lo visto, los herederos anteriores ‒que, aunque fueron ávidos coleccionistas, no eran profesionales del arte‒ aceptaron la responsabilidad con ecuanimidad, Six la rechazó. Su familia forma parte de la nobleza holandesa, pero cuando él era adolescente "intentaba no ser un aristócrata", me contó su íntimo amigo David van Ede. "Se avergonzaba un poco de ello". En vez de tener rembrandts y bruegels colgando en su dormitorio, prefería los carteles de Bob Marley y Guns N' Roses. Odiaba el instituto, se puso a trabajar como cocinero en un restaurante y durante un tiempo pensó que convertirse en chef podía ser su camino de rebelión. Cuando sus padres no estaban, organizaba fiestas en la mansión. "Íbamos allí casi cada fin de semana" recuerda van Ede. "No nos colgábamos de los candelabros, pero fumábamos, bebíamos Heineken, salíamos y nos íbamos a una discoteca de hip hop, parábamos en el Burger King, y a veces luego volvíamos a casa de Jan a dormir. En alguna ocasión hicimos saltar la alarma".

Six sabía lo que se esperaba de él, pero eso lo sacaba de sus casillas. "A nadie le gusta que lo acorralen", me confesaba. "Oyes decir toda tu vida que todo lo que haces sirve para prepararte para que sigas los pasos de Jan Six. Vale, pero, un momento, soy un individuo".

Sin embargo, cuando empezó a tratar con las personas que se presentaban a la puerta de su casa, entrada en mano, para visitar la mansión, se dejó persuadir, al menos en parte. Gracias a esas personas corrientes, Six se dio cuenta de que el arte era su vocación. "A veces algún guía se ponía enfermo y yo echaba una mano", cuenta. "Al principio me asustaba. Luego vi lo felices que eran los visitantes y lo mucho que se interesaban. Cuando se enteraban de que yo era Jan Six y me miraban a mí y luego el retrato de mi antepasado pintado por Rembrandt, me daba cuenta de cómo se emocionaban al conectar el pasado con el presente. Algunos de ellos sabían mucho de arte y yo los escuchaba". Six empezó a ver los cuadros con otros ojos. De ser representaciones planas de personas muertas pasaron a ser expresiones estéticas que actuaban como puertas de acceso a la historia. En particular, el rembrandt que retrataba al primer Jan Six hizo mella en él. "Me percaté de que me importaba que los ojos del cuadro fuesen genéticamente mis ojos".

Six intentó liberarse de la carga de su legado abriéndose al arte sobre el que se sustenta pero relacionándose con él a su manera. Estudió Historia del Arte en la universidad, y después fue contratado por la sucursal de Sotheby's en Londres como joven especialista en los maestros antiguos. Desempeñó bien su trabajo y se introdujo con facilidad en el mundo de la riqueza y la cultura internacionales. Al parecer, con el tiempo la genética familiar surtió su efecto. Geer Mak, un escritor holandés que escribió la historia de la familia Six, me explicaba que algunos de los antiguos Jan Six poseían un sentido de la vista extraordinariamente agudo que los guió mientras reunían su colección. "Igual que el actual", añadía. "Jan Six tiene un talento extraordinario para ver a través de la pintura, para recordar un gesto de otro cuadro que haya visto años atrás, además de una increíble memoria para los pequeños detalles".

A medida que progresaba en su profesión, Six empezó a sentir que tenía derecho a expresarse sobre la colección familiar. Siguieron una serie de choques con su padre, muchos de ellos debido a la posibilidad de ampliar el acceso al público, un asunto que siempre ha sido fuente de problemas. Actualmente, las visitas guiadas a la colección, posibles solamente con cita previa, tienen una lista de espera de un año. El joven Six me esbozó el retrato de un padre introvertido que intenta preservar su legado manteniendo el mundo a distancia, y que, con el tiempo, se ha dado cuenta de que tiene que batallar también con un hijo sociable y extrovertido que cree que la manera de proteger ese legado es precisamente compartirlo con el resto del mundo. Los enfrentamientos exasperaban cada vez más al heredero. "Después, cuando volvía a casa en bicicleta, iba pensando que lo único que intentaba era ayudar a mi padre".

Curiosamente, uno de estos desencuentros giró en torno a los marcos de los cuadros. Algunas grandes obras de la colección, entre ellas el Retrato de Jan Six, tienen ornamentados marcos dorados que les pusieron los Six del siglo XIX cuando la ostentación estaba de moda. El joven Six sostenía que había que devolverles el aspecto que tenían en el siglo XVII, es decir, los marcos lisos, negros y sobrios que, en su opinión, eran el hábitat natural de las pinturas.

Este fue el otro objetivo de la demostración a la luz de las velas que me ofreció Six. "Si a un Rembrandt se le pone un marco dorado, los elementos representados en él retroceden cinco metros, y todo lo que sea dorado se vuelve amarillento", explicaba. "La pintura tiene que competir con la interferencia del marco. Si esta se elimina, emerge la belleza". Su padre, en cambio, insistía en que los cuadros de la colección debían conservar los marcos dorados. Six hijo me decía que creía que su padre estaba convencido de que estaba obligado con la colección, y que eso incluía la manera en que la preservaron sus ancestros. "Cuando se vive durante décadas en una casa y esta se considera el núcleo de la propia existencia, prácticamente se vive para ella", resumía. Por otra parte, él mismo se siente obligado con el arte.



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Retrato que hizo Rembrandt del primer Jan Six, en 1654. HERITAGE / CONTACTO



Para evitar más discusiones, Six dio un paso atrás. "Decidí que prefería tener a mi padre como amigo, así que la casa y la colección no tienen nada que ver conmigo. Nuestra relación es mejor cuando mantenemos cierta distancia".

En 1991, la pintura del Siglo de Oro holandés, del Renacimiento italiano y de otras grandes épocas de la historia europea seguían dominando el mercado internacional del arte. Sin embargo, en estos tiempos digitales orientados al presente, en los que el equilibrio de poder mundial no para de cambiar (el año pasado, China se convirtió en el segundo mayor mercado de arte del mundo por detrás de Estados Unidos), los viejos maestros europeos han acabado pareciendo... viejos. En 2018, el 85% de los coleccionistas de arte que ocupan los 200 primeros puestos de la lista de ARTnews declaraban que coleccionaban una u otra forma de arte contemporáneo, mientras que solo el 6% afirmó que se interesaba por los maestros antiguos. Y si bien los grandes nombres ‒Rembrandt, Tiziano, Rafael‒ se siguen vendiendo por verdaderas fortunas, todos los demás han perdido valor. "Si se vende una pintura menor por 3.000 dólares, con el tiempo seguramente pasará a valer 2.000 dólares", reconoce Otto Naumann, un destacado marchante estadounidense que actualmente colabora con Sotheby's. "En la franja de los 300.000 dólares vemos un declive similar. Muchos de los paisajes marinos y los bodegones flamencos hoy valen menos".

El descenso de las ventas tiene que ver con el envejecimiento del sector. Según Frits Duparc, exdirector del Museo Mauritshuis, "apenas hay coleccionistas jóvenes" que se interesen por los antiguos maestros. "La mayoría de los principales coleccionistas son septuagenarios y octogenarios". También se han reducido los programas universitarios importantes, así como el número de profesores universitarios y las plazas de conservadores en los museos. Duparc añade que en Holanda hay exactamente un catedrático dedicado a tiempo completo al arte del Siglo de Oro holandés. Matthew Teitelbaum, director del Museo de Bellas Artes de Boston, informa de que su institución va a crear un nuevo Centro de Arte Holandés con el fin de contrarrestar esta tendencia. No obstante, reconoce que es difícil. "En estos momentos, es un campo de estudio en retroceso. Cada vez hay menos programas universitarios, y las convocatorias de plazas para profesores quedan vacantes". En cuanto a los marchantes que se dedican a los antiguos maestros, Duparc observa que, mientras que hace pocas décadas había docenas de profesionales independientes, hoy en día no queda más que un grupito disperso. La mayor parte de la compraventa ha sido absorbida por las dos grandes casas de subastas, Sotheby's y Christie's.

A pesar de este inhóspito panorama, en 2009 Jan Six decidió establecerse como marchante independiente de antiguos maestros holandeses, especializado particularmente en los retratos. Explica que acabó recelando de la mentalidad empresarial que encontró en Sotheby's, para la cual el patrimonio artístico mundial es una mercancía de lujo. "La mayoría de los marchantes son comerciantes", sentencia. "Lo mismo podrían ser vendedores de coches o agentes en Wall Street. La verdad es que no creo que se dediquen a esto por pasión por la estética". Encontró un elegante local en Ámsterdam, situado a pocas manzanas de sus padres y de la colección familiar, que le sirve al mismo tiempo de estudio, biblioteca y despacho, y abrió su negocio.

Six prosperó en su nueva profesión. Pasó los primeros años viajando entre Nueva York, Londres, París y Ámsterdam, comprando y vendiendo, aumentado su confianza y desarrollando un ojo aún más certero. Su nombre le facilitó el acceso a los coleccionistas más importantes y a los directores de los principales museos de arte del mundo. Se formó en las altas tecnologías de análisis de la pintura, capaces de ofrecer detalles sobre los lienzos, las maderas y los pigmentos que permiten profundizar en el conocimiento de una obra y su creador. Las cosas le iban bien ‒un Govert Flinck por aquí, un Gerrit van Honthorst por allá‒, pero tenía la sensación de que aún no le había llegado su oportunidad.

Lo que a él le importaba era Rembrandt. Six trabajó con ahínco para convertirse en experto. Inició una peregrinación para ver al natural todas y cada una de las 341pinturas del maestro enumeradas en el Corpus, que se encontraban dispersas desde Omaha, en Nebraska, hasta San Petersburgo, en Rusia (por el momento ha visto el 80%), y reunió un archivo de decenas de miles de documentos e imágenes relacionados con el artista. Se podría decir sin miedo a exagerar que se tomó a Rembrandt como algo personal. Cuando hablamos por primera vez del retrato que había descubierto, me dejó muy claro lo que el hallazgo había significado para él. "No tiene nada que ver con mi familia", aseguraba, lo cual, como él sabía bien, era verdad en sentido estricto, y también totalmente falso. "Quiero que entienda que el descubrimiento es independiente de mi padre y de la colección Six. Es pura catarsis. Por primera vez en mi vida, somos solo Rembrandt y yo".

Tras examinar el retrato del joven caballero en la sala de exposiciones de Christie's, Six cogió un avión de vuelta a Ámsterdam y llevó las fotografías que había hecho a Ernst van de Wetering, el especialista en el pintor al que había mostrado la imagen del catálogo. La intriga de Van de Wetering aumentó, pero no quiso decir nada más hasta ver el cuadro por sí mismo. A Six le bastó con eso. Estaba listo para pujar. Se calculaba que el precio de adjudicación se situaría entre 19.000 y 25.000 dólares, una minucia si la pieza era lo que él pensaba. Ahora bien, si alguien sospechaba lo que se traía entre manos, el precio se dispararía. Evidentemente, las obras de Rembrandt se pueden vender por decenas o cientos de millones. En 2015, el Museo Nacional de Holanda, principal depósito del arte y la historia del país y hogar de La Ronda de Noche, de Rembrandt, adquirió, en asociación con el Louvre, un par de retratos de cuerpo entero y a tamaño natural de una pareja de novios fechado en 1634, es decir, precisamente en el mismo periodo al que pertenece el hallazgo de Six. (Ambas figuras llevan el revelador encaje de bolillos). Los museos pagaron 174 millones por el conjunto.

Six llamó a un inversor con el que había trabajado en el pasado (rehusa revelar su nombre) y recibió el visto bueno. Según me contó, el inversor estaba dispuesto a llegar a los cuatro millones de libras (cinco millones de dólares), lo cual seguiría siendo una ganga para un Rembrandt. Al final, Six ganó la puja por 137.000 libras (173.000 dólares), un precio correcto para una obra "del círculo de".


Lo mandó limpiar, restaurar y analizar científicamente. Para ello recurrió al mejor equipo del país en análisis de obras de arte con tecnología punta. Petria Nobel, jefa de conservación de pintura del Museo Nacional, me explicaba que en su laboratorio le hicieron un macroescáner de fluorescencia de rayos x, un método que atraviesa las capas de pintura y permite hacer un sofisticado análisis de una obra y, por lo tanto, del proceso del artista, y estudió también muestras de pintura. Como el museo holandés acababa de comprar junto con el Louvre el par de retratos de los novios obra del maestro, el joven caballero de Six se podía comparar en detalle con ellos, en especial con el del novio, llamado Marten Soolmans.

Las pruebas mostraron, como sostiene Six en su libro de 2018 sobre el cuadro, que ambas obras "fueron realizadas exactamente con los mismos materiales; siguen la misma acumulación de capas de pintura; se ajustan al mismo procedimiento de ejecución, consistente en pintar de atrás adelante; y lo más importante, en ambas aparece el singular método del negro sobre blanco empleado para representar los cuellos de encaje". En otras palabras, el marchante afirmaba que su pintura era tan obra de Rembrandt como las que habían costado decenas de millones de dólares.

Los museos, sin embargo, intentan evitar que los marchantes los utilicen como instrumentos para sus ventas, así que Noble no estaba dispuesta a mostrarse tan taxativa. "Teníamos que ser cautelosos con el veredicto que emitiésemos", advirtió. "Hay muchas similitudes, y también queda un buen número de preguntas que requieren más estudios".

Lo siguiente que hizo Six fue reunir un grupo de eminentes especialistas para que respaldasen su atribución del cuadro a Rembrandt. Hay que señalar que algunos mostraron reservas, no porque estuviesen seguros de lo contrario, sino como un paso más hacia el reconocimiento de que, en la historia del arte, existen zonas de indefinición. En el caso de una obra como aquella, aparentemente salida de la nada, no hay manera de alcanzar una certeza absoluta sobre su origen. "Cuando Jan se dirigió a mí con su cuadro, tuve que admitir que no podía refutar sus argumentos", confiesa Gary Schwartz, un biógrafo estadounidense de Rembrandt y una autoridad en el arte holandés del siglo XVII. "Le dije que no iba a expresar dudas sobre la autoría del maestro, pero que no me hacía mucha gracia" ser tan terminante. A continuación, detalla las dificultades concretas que plantea Rembrandt a los responsables de certificar la autenticidad de sus obras, que abarcan la variedad de estilos que cultivó, sus numerosos alumnos o la posibilidad de que, en su taller, hubiese más de una persona trabajando en determinada obra. Un cuadro que se atribuya, por ejemplo, "al taller de Rembrandt" en vez de al artista mismo, tendrá menos valor. Schwartz es uno de los historiadores del arte a los que, cuando se trata de cuestiones de autenticidad de las creaciones de los pintores famosos, le gustaría que la gente se fijase menos en el artista y el valor monetario del cuadro que en la obra en sí misma. Utiliza el término rembrandtidad y defiende que se matice la probabilidad de que un cuadro sea del propio artista. Con respecto a la rembrandtidad de este retrato en concreto, concluía que "la atribución a Rembrandt es la hipótesis a batir, pero cabe la posibilidad de que no sea imbatible".



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RENÉ GERRITSEN JAN SIX FINE ART



Los museos intentan respetar la rembrandtidad. La Galería Nacional de Arte de Londres, por ejemplo, etiqueta Viejo en un sillón como "probablemente, obra de Rembrandt", y la Real Pinacoteca Mauritshuis anunciaba recientemente que está poniendo en marcha un estudio exhaustivo de dos de sus supuestos rembrandts para intentar determinar la probabilidad de que sean de mano del maestro. "Creo que la rembrandtidad es una buena idea ", considera Ronni Baer, jefa de conservadores de pintura europea del Museo de Bellas Artes de Boston, "pero la gente no se conformará con ella porque en la atribución hay mucho dinero en juego".

La opinión más importante sobre si el cuadro era o no de Rembrandt fue la de Van de Wetering. El especialista se reservó su veredicto mientras la obra estaba siendo analizada. "Mientras se llevaba a cabo la restauración, estaba cada vez más convencido", me explicó. "Pensaba que la valoración de Jan Six era acertada".

Sin embargo, al final añadió una importante salvedad. Ahora el estudioso piensa que, en un principio, el cuadro de Six formaba parte de una obra mayor. Un indicio es que el rostro está ligeramente borroso. Van de Wetering me contó que Rembrandt utilizaba este recurso en sus retratos de grupo para guiar la vista hacia la figura central de la composición. “La otra figura debió de estar ligeramente más en primer plano”. Es posible que fuese una figura femenina y la composición original posiblemente fuese un retrato de boda que más tarde se dividió. En una entrevista posterior con un periódico holandés, van de Wetering afirmaba que, si se trataba, como creía él, de "un fragmento de una obra mucho mayor", su importancia disminuiría.

El día después de encontrar la pintura en el catálogo de Christie's, en 2016, Jan Six conoció a una mujer llamada Ronit Palache. Él venía de un divorcio complicado y los dos hicieron buenas migas casi inmediatamente. "Una de las primeras cosas que me dijo fue que creía que había descubierto un rembrandt", me contaba Palache el pasado julio. "Cuando empezamos a salir, no paraba de hablar del cuadro".

Palache era editora y relaciones públicas de una editorial holandesa. Cuenta que Six le dijo que proyectaba escribir un tratado académico para acompañar el descubrimiento, y que cuando leyó sus notas las encontró "aburridas". Entonces empezó a incubar una idea. Hete aquí el vástago de una familia famosa en Holanda por su conexión con el gran arte, y con Rembrandt en particular, que ha descubierto un rembrandt él mismo. Como publicista, "lo enfocó desde el punto de vista comercial", explicaba.



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HERITAGE / CONTACTO


Su idea era dar a conocer el cuadro de la misma manera en que se presentaría un libro superventas, con un gran despliegue de medios de comunicación. Al principio, Six se resistía. "Le dije que no era un tema que tuviese mucho público", cuenta. "Normalmente los maestros antiguos son para personas entradas en años que tienen tiempo libre". Palache no se dio por vencida y, al final, Six se dejó guiar por ella. "Me pasaba el tiempo convenciendo a Jan de lo grande que iba a ser esta historia", recuerda.

En mayo de 2018, casi un año y medio después de ver el cuadro por primera vez en Londres, Six apareció en directo en Pauw, uno de los programas de entrevistas más populares de Holanda. Tras una breve introducción, Six y el presentador retiraron la tela negra que cubría el lienzo ante las exclamaciones del público. La aparición en televisión fue el plato fuerte de la campaña en los medios, que incluyó también un artículo de portada en exclusiva para NRC Handelsblad, el periódico de más tirada del país, y un libro sobre el cuadro, titulado Rembrandt's Portrait of a Young Gentleman [Retrato de un joven caballero de Rembrandt], escrito por Six e impecablemente editado. En pocos días, la noticia corrió por el mundo. El libro se convirtió de inmediato en un éxito de ventas en Holanda, y se llevaron a imprenta las ediciones en inglés y francés.

A los holandeses les gusta señalar que son gente fieramente igualitaria y espontánea. En el idioma existen varios dichos sobre el peligro de la soberbia, como por ejemplo, "cuanto más alto es el árbol, más lo azota el viento", o "saca demasiado la cabeza y te la cortarán". El mundo de los grandes maestros también suele preferir la discreción ‒cuando no la modestia‒ a la ostentación. La parafernalia con la que Six dio a conocer su descubrimiento representó un desafío para ambas maneras de conducirse. Sin embargo, en un primer momento, los guardianes del arte tradicional, lejos de poner mala cara a la espectacularidad, quedaron maravillados con la atención adicional que estaba atrayendo su campo. En una conversación que mantuvimos por entonces, Wim Pijbes, exdirector del Museo Nacional de Holanda, calificó la revelación en televisión de "iniciativa muy bien presentada, además de bastante sorprendente".



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HERITAGE / CONTACTO


Cuando Six estaba inmerso en la marea de entusiasmo popular, le pregunté por qué razón participaba ahora en la mercantilización del arte, si había dejado Sotheby's por el disgusto que ello le causaba. Él se encogió de hombros y entonó un mea culpa por Internet: "Soy un hombre de negocios". Sin embargo, después me ofreció una respuesta más introspectiva. "Durante años he estado luchando mentalmente por demostrar que sé algo de pintura por mérito propio. Me alegra que, hasta el momento, en todos esos artículos, desde Estados Unidos hasta China, se haya escrito sobre mí como marchante, no como un Six".

En septiembre de 2018, al cabo de cuatro meses de su espectacular aparición en televisión y casi dos años después de la subasta en Christie's, un marchante holandés de Alkmaar, una ciudad al norte de Ámsterdam, llamado Sander Bijl, habló con un redactor de NRC Handelsblad y declaró que la verdad era que él también había reconocido la fotografía del catálogo como un probable rembrandt. Añadió que había propuesto a Six que comprasen el cuadro juntos, que este se había mostrado de acuerdo, y que ambos se comprometieron a poner un tope de un poco más de 100.000 euros a su puja conjunta, que era la cantidad a la que Bijl podía llegar. Cuando el cuadro se vendió por 153.000 euros, relata, jamás se le ocurrió que el mejor postor hubiese sido Six. Bijl acusó a este de haber cerrado un trato con él para luego hacer una puja más alta por su cuenta a través de un intermediario, a fin de poner contra las cuerdas a un competidor que había advertido el verdadero valor de la obra. Como me dijo otro marchante especializado en maestros antiguos: "En nuestro negocio, eso no se hace".

La entrevista en el periódico en la que Bijl declaraba que Jan Six, el predilecto del mundo de los antiguos maestros holandeses, era un tramposo tuvo resonancia en toda la comunidad internacional del arte. Más tarde, Bijl me contó que no le había quedado más remedio que denunciar lo ocurrido para proteger su propia reputación, ya que pensaba que era perjudicial para su imagen que los marchantes y otros miembros del sector pensasen que se le había escapado un rembrandt. Le enfurecía que en la revelación televisada del retrato por parte de Six y en las siguientes apariciones de este en los medios de comunicación, hablase del proceso de descubrimiento, investigación y compra como una empresa estrictamente individual, en la que el aristócrata solo contó con la ayuda de los conocimientos de van de Wetering y la financiación de su anónimo patrocinador. "Jan Six iba por ahí pregonando su descubrimiento como si fuera solo suyo y preguntándose si todos sus colegas eran idiotas o es que él era muy listo. Sabía perfectamente que lo habíamos visto los dos". Bijl me remitió una cadena de mensajes de WhatsApp enviados por él a Six antes de la subasta de Christie's, que incluían capturas de pantalla de partes del lienzo, en los que daba detalles de su propio examen del mismo. En apariencia, los mensajes demostraban que Bijl había visto la pintura personalmente antes de que Six lo hiciese en la sala de exposiciones de Christie's.

El pasado septiembre, Six me dijo que nunca había llegado a un acuerdo con Bijl para comprar el cuadro. Sin embargo, me pareció que insinuaba que le había dado falsas esperanzas. "Me aterrorizaba que Sander pusiese a la casa de subastas sobre aviso de que tenían algo especial", justificaba. "Entonces Christie's retiraría el cuadro de la subasta, algo que ya me ha pasado antes. Le pregunté qué quería hacer". Six me aseguró que lo que le quiso decir con eso era qué proyectaba hacer Bijl, pero que este se lo tomó como un acuerdo de colaboración en el asunto del cuadro. El pasado octubre, Six declaró al periódico De Volkskrant que había dejado margen a Sander para que se creyese su propia historia.

Las últimas novedades despertaron un interés especial entre los holandeses debido a los paralelismos entre ambos marchantes. Los dos tienen más o menos la misma edad. Martin Bijl, padre de Sander, es uno de los mejores restauradores de Holanda que, a lo largo de su trayectoria profesional, ha devuelto el esplendor a numerosos rembrandts. Al igual que Six, Bijl creció rodeado de antiguas obras de arte holandesas. No obstante, la posición social de ambos es diferente. "Soy la clase de marchante que tiene un estand en todas las ferias de arte", puntualizaba Bijl. "Jan Six no se molesta en esas cosas. Yo soy el pequeño Sander Bijl de Alkmaar, y él es el aristocrático Jan Six de Ámsterdam".

A raíz de la acusación de Bijl, Six me facilitó otra información que parecía restar importancia a la disputa entre los marchantes. Tiempo atrás yo le había preguntado por un rumor que corría, según el cual él habría descubierto un segundo rembrandt. Nuestro protagonista lo negó. Ahora decía que era verdad. Six reconocía que había descubierto ese otro rembrandtdos años antes de ver el retrato en Christie's, pero que había acordado no hacerlo público hasta finales de 2019, momento en que la obra se convertiría en la pieza estrella de la reapertura del Museo De Lakenhal de Leiden, la ciudad natal de Rembrandt, coincidiendo con el 350º aniversario de la muerte del artista. Six me confió que la acusación de Sander Bijl había cambiado la situación, y añadió que, a fin de explicar lo ocurrido entre ambos, se veía obligado a hacer pública la noticia de que había descubierto un segundo rembrandt, cosa que hizo el 14 de septiembre mediante otra teatral revelación en Pauw.

También me contó que se fijó por primera vez en el cuadro, que representa una escena bíblica en la que aparece Jesús rodeado de niños y un grupo de adultos que observan, en 2014, en el catálogo en Internet de una casa alemana de subastas. Sintió que los años que había pasado examinando rembrandts habían quedado compensados en un instante. Lo que llamó su atención fue un posible autorretrato de Rembrandt muy joven en uno de los personajes secundarios. El detalle entusiasmó a Six no solo por su gran parecido con otros autorretratos del artista, sino también porque concordaba con una costumbre del maestro en sus primeros años, consistente en incluir una imagen de sí mismo en sus cuadros. La pintura tenía un precio de salida de entre 20.000 y 27.000 dólares, pero el marchante Otto Naumann también había advertido que se trataba de un probable rembrandt y estaba decidido a comprarlo. Al final, Six y su inversor anónimo acabaron pagando dos millones de dólares por él. Se cree que fue ejecutado en un momento muy temprano de la carrera del artista, posiblemente cuando tenía tan solo 19 años, y que es la primera obra suya sobre lienzo que se conoce.

El cuadro había sido repintado profusamente por un artista posterior que había vuelto a cubrir los ropajes con diferentes colores y había vestido el cuerpo de un niño desnudo. Para intentar devolverle un aspecto similar al que quiso darle el maestro, Six decidió que se eliminase lo añadido. También en esta ocasión consultó con van de Wetering, que se empeñó en que encargase la restauración, extremadamente delicada, a Martin Bijl. "Yo no quería, pero Ernst insistió", se lamentaba, al parecer afirmando de manera implícita que si quería el plácet del experto no tenía más remedio que trabajar con el padre de Sander Bijl. Six me contó que llegó a un acuerdo con Martin Bijl para que restaurase la pintura, y que fue mientras se llevaba a cabo el minucioso trabajo cuando descubrió el retrato en el catálogo de Christie's y se lo enseñó a Van de Wetering.

Poco después, Sander Bijl, hijo del restaurador, mandó a Six un mensaje de WhatsApp que decía: "Jan, creo que has hablado con Martin y Ernst del retrato que está a punto de ser subastado". Sin embargo, Six no había comentado nada del retrato al restaurador. Según me explicó, ese mensaje le demostró claramente que van de Wetering había traicionado su confianza al informar a Martin Bijl de que Six iba tras un nuevo rembrandt, y que el padre se lo había contado a su hijo. En septiembre de 2018 repitió esta afirmación en Pauw, así como que van de Wetering lo había presionado para que encargase el trabajo a Martin Bijl. "De repente, Sander intentó trabar amistad conmigo", me explicaba Six, y a hacer insinuaciones de adquirir el retrato conjuntamente. Mientras tanto, siempre según el marchante, el padre pedía más dinero para acabar la restauración del primer cuadro. Ya no quería solo unos honorarios por hora, como se estableció en el acuerdo original, sino un porcentaje de los beneficios de la venta del cuadro. "Era una forma de chantaje", sentencia Six.

Escribí un correo electrónico a Martin Bijl para que respondiese a la acusación. No me contestó, pero su hijo, sí. Me dijo que su padre había pedido más dinero después de que Six le hubiese pedido que acelerase la restauración, lo que le habría obligado a rechazar otros clientes. También me remitió una cadena de mensajes de WhatsApp entre Six y su padre que indicaba que la relación era cordial.

Sander Bijl no niega que se enterase del interés de Six por la obra a través de su padre, el cual, efectivamente, se había enterado a través de van de Wetering, pero añadió que estas conversaciones son normales e inevitables en el mundillo de los antiguos maestros holandeses. No obstante, señala que cuando su padre le habló del interés de Six por el retrato, él ya se había dado cuenta de que Christie's iba a vender un posible rembrandt como la obra de un pintor menor. Bijl hijo puso a mi disposición un correo electrónico que envió a Christie's en noviembre de 2016 pidiendo una fotografía del cuadro a alta resolución, fechado unos días antes de la fecha en que Six me dijo que lo había visto por primera vez, dándome a entender, en otras palabras, que ya había reparado en él. Según me contó, él y Six habían hecho negocios en alguna ocasión ‒a principios del año pasado compró al amsterdamés un par de obras de pequeño formato‒, así que le pareció normal proponerle la idea de adquirir el cuadro conjuntamente.

Cuando, el pasado diciembre, hablé por teléfono con Sander Bijl después de que los medios de comunicación hubiesen polemizado un par de meses sobre su disputa con Six, me insinuó que el origen del empeño de su colega en negar su participación en la compra de la obra se encontraba en los demonios interiores del aristócrata. "Tiene un problema con la carga que representa el apellido Six y cree que tiene que demostrar algo. ¿Acaso tengo yo que pagar por sus problemas de familia? No. Me engañó".



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Jan Six IX (izquierda) y Jan Six X, padre y abuelo, respectivamente, del actual Jan Six, posan en su casa familiar en 1985. B. BACHELET PARIS MATCH / CONTACTO



Además de los titulares del estilo "Jan Six, descubridor de un nuevo Rembrandt, acusado de engaño", Six recibió otra desagradable sorpresa. Van de Wetering, al que el primero había admirado desde los comienzos de su vida profesional, dio una virulenta respuesta pública a las afirmaciones de Six de que el experto lo había presionado para que recurriese a Martin Bijl y de que había violado su confianza. Mientras que pocas semanas antes van de Wetering me había dicho que Six y él tenían "una gran amistad", tras las acusaciones del marchante declaró a NRC Handelsblad: "Six ha mostrado su verdadera naturaleza. Ahora sé que es capaz de mentir", y declaró que la amistad entre ambos había acabado. No obstante, en la misma entrevista hizo una elogiosa valoración del segundo hallazgo de su examigo. Según el experto, la pintura de tema bíblico se trataba de "un gran descubrimiento" que "mostraba una fase del desarrollo del joven Rembrandt".

Six y yo volvimos a reunirnos en octubre. Su actitud era desafiante. El marchante lleva el pelo largo, y cuando se exaspera, tiende a caerle en la cara como una cortina. Vuelve a colocarlo en su sitio mientras pronuncia su defensa. Insiste en que lo único que intentaba Sander Bilj era sacar provecho económico del éxito de Six. "Cuando Dan Brown escribió El código Da Vinci se enfrentó a multitud de pleitos", alegaba. "La verdad es que tengo suerte de tener solo a un tipo persiguiéndome". Rechaza mi insinuación de que su obsesión con Rembrandt podía haber ofuscado su criterio profesional. Ni siquiera da crédito a la prueba aparentemente irrefutable de que Bijl se había percatado por sí mismo de que el retrato era un posible rembrandt, y expresa su amargura por el hecho de que la conspiración de otros, motivada, en su opinión, por los celos y la codicia, hubiese empañado su hazaña personal y profesional y hubiese eclipsado un éxito sin precedentes. "Hasta ahora nadie en la historia de la humanidad había descubierto dos rembrandts".

A pesar de su pérdida de importancia en el mercado y en los planes de estudios, los antiguos maestros holandeses siguen teniendo un gran atractivo para el gran público. El éxito del libro y la película La joven de la perla, que resisten al paso de los años, y la novela de Donna Tartt El ruiseñor ‒cuyo argumento gira en torno a un cuadro del artista del siglo XVII Carel Fabritius y se va a llevar a la gran pantalla‒ tienen su correspondencia en la afluencia de visitantes a las exposiciones en los museos. Desde que los museos Nacional de Holanda y la Pinacoteca Mauritshuis volvieron a abrir sus puertas hace algunos años tras su renovación, ambas instituciones han visto multiplicarse aproximadamente por dos las cifras de visitantes. "En el ámbito de los antiguos maestros, creo que la pintura holandesa es mucho más accesible que la religiosa italiana o el Barroco con su pompa, por poner dos ejemplos", señala Ronni Baer, conservadora del Museo de Bellas Artes, para explicar su popularidad. "Cualquiera puede entender una naturaleza muerta o un interior".

Los elogios que algunos expertos en los antiguos maestros neerlandeses, conscientes de la popularidad de la obra de estos entre la gente corriente y deseosos de revertir su pérdida de valor en el mundo académico y en el mercado, dedicaron a Jan Six cuando este hizo sus descubrimientos, seguramente obedecieron a que vieron en él un atractivo joven defensor de la causa. Es cierto que tiene abolengo, pero, más allá de este, Six capta a la perfección lo que hace especial a esta escuela. Al apartarse de los temas estrictamente religiosos y poner de relieve el mundo que los rodeaba con sus bodegones, sus paisajes y los retratos que se hicieron mutuamente, los pintores de la época crearon unas obras artísticas que constituyen escaparates de lo que somos realmente. Las personas que dedican su vida a este campo del conocimiento lo hacen por convicción y lo consideran una misión. "Tenemos que luchar por la importancia del arte holandés", proclama Emilie Gordenker, directora de la Pinacoteca Mauritshuis, en cuyas salas cuelgan La joven de la perla, de Vermeer, y El ruiseñor, de Fabritius. "Debemos asegurarnos de que las historias de estos cuadros sigan teniendo importancia".

Tras la debacle de Six, algunos de los personajes más destacados en este ámbito ‒directores de museo, conservadores, investigadores‒ manifestaron su decepción con él, aunque ninguno quiso que sus palabras constasen por escrito. "Es un asunto muy triste porque la gente ya sospecha que los marchantes de arte son poco de fiar", opinaba uno de ellos. "Puedo decirle que hay quien se refiere a Jan Six como Ícaro".

Uno de los marchantes considera que Six cometió un error de inexperto en su manera de manejar la polémica. "Debería haber intervenido de inmediato para resolver la cuestión discretamente". Aunque pensase que tenía razón, sugiere el marchante, lo prudente habría sido llegar a un acuerdo a fin de proteger la propia reputación. "La gente tiene que confiar en ti y en tus cuadros". Para subrayar lo que quería decir, me contó que había preguntado a un destacado comprador si quería que pidiese el precio de uno de los dos cuadros descubiertos por Six, a lo que este respondió que no mientras estuviesen envueltos en la polémica.

No obstante, en el mundo en general, las controversias acaban diluyéndose. La última vez que hablé con Jan Six en febrero, su estado de ánimo era totalmente diferente. Para conmemorar el 350º aniversario de la muerte de Rembrandt, que se celebra este año, la cadena de radiodifusión NPO le pidió que grabase una serie de televisión en cinco capítulos en la que Six pasea por las calles en las que vivió el pintor, se detiene ante el edificio de Leiden en el que fue al colegio y medita delante de diversas obras de arte. En ella, Six hace lo que mejor sabe hacer, que es comunicar su pasión, en este caso a un público muy amplio, lo cual es algo nuevo para él. "Hay cientos de miles de espectadores viéndome por la tele y disfrutando", cuenta. "De repente, toda clase de personas se ponen en contacto conmigo. Algunas tienen un cuadro antiguo y quieren que lo vea. Justa ahora acaba de llamarme una mujer. Me dijo que iba a cumplir 75 años y que su hermana gemela era una apasionada de Rembrandt. Me preguntó si había alguna posibilidad de que me pasase por su casa el día de su cumpleaños y hablase 10 minutos del artista. Me pareció muy dulce y desde luego que iré. Todo esto me ha animado mucho".

La experiencia televisiva ha puesto algo de distancia entre él y "la burbuja", como se refiere a la élite del arte, y le ha permitido empezar a dejar atrás este año apasionante y atroz. "Era algo épico y fantástico", afirma, "y entonces todo cambió. Me di cuenta de que estar tan obsesionado con un pintor no es necesariamente algo bueno. Aunque, por supuesto, sigo estándolo".

Si en alguna ocasión va paseando por el centro de Ámserdan, hay un punto desde el cual es posible establecer contacto visual con Jan Six. Con el primero, claro. En la mansión Six, su retrato está situado de tal manera que, estirando un poco la cabeza, se puede ver desde la acera de enfrente. El cuadro cuelga en una habitación del primer piso, mirándole a uno desde arriba. A Jan Six XI le gusta hablar de la manera en que Rembrandt entendía las miradas. La de su ancestro y tocayo parece atrapada en una espiral de melancolía, en una conciencia fatigada y cómplice de las frustraciones y limitaciones de la vida humana.

Esa fue revelación que recibió el Jan Six XI adolescente al contemplar el retrato de su antepasado, la que lo encaminó hacia la búsqueda de su propia identidad, distinta de la de sus ancestros: que una persona que vivió hace tres siglos y medio fuera capaz de transmitir, aplicando pintura sobre un lienzo, la esencia humana de una manera absolutamente inteligible en nuestros días, y que, quizá por eso, la identidad, con todos sus defectos e inseguridades, sus estallidos de discernimiento y sus reservas de empatía, por individual que sea, es al mismo tiempo universal.


https://elpais.com/elpais/2019/04/08/eps/1554736420_125369.html
 
A todo color
Giacometti: un paseo póstumo lleno de vida


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18 esculturas y dos óleos conforman la exposición del maestro de la figura humana


por Olalla Uriarte


Giacometti nunca visitó en persona el Museo del Prado. Sin embargo hoy sus obras conviven y dialogan en esta pinacoteca con sus artistas más admirados, entre los que se encontraban El Greco o Tintoretto.

GALERIA :

http://unpaseoporelprado.elmundo.es/giacometti/giacometti-un-paseo-postumo-lleno-de-vida
 
Tetsuya Ishida pone cara a la «generación perdida» en Japón
El Palacio de Velázquez acoge una retrospectiva de este artista de culto, que aparentemente se suicidó a los 32 años
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SeguirNatividad Pulido
MadridActualizado:
23/04/2019 01:36h

En los 90 Japón sufrió una devastadora crisis económica a causa de la burbuja inmobiliaria y la especulación financiera, que dejó una terrible herencia: la llamada «generación perdida», jóvenes sin futuro sepultados y atrapados entre dos formas de estar en el mundo. Por un lado, el karoshi (muerte por exceso de trabajo); por otro, los hikikomori (chicos que pierden su identidad y deciden vivir casi en total aislamiento social, encerrados en sus cuartos y parapetados en el anonimato de la Red). «Una generación atrapada en un espacio y un tiempo opresivo, donde no hay separación entre vida y trabajo», advierte Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía.

Uno de los artistas que mejor abordó en su trabajo la alienación y deshumanización de la sociedad japonesa contemporánea fue Tetsuya Ishida (Yaizu, 1973-Tokio, 2005), pintor de culto a quien la pinacoteca dedica en su sede del Palacio de Velázquez del Retirouna completa retrospectiva, la mayor celebrada hasta la fecha fuera de Japón. Él mismo acabó siendo engullido por el sistema como una víctima más. Murió a los 32 años. Aparentemente, se suicidóarrojándose a las vías del tren. Es terrible el índice de suicidios en el país asiático. Pero a Ishida le dio tiempo a crear una obra muy personal (crudo realismo pictórico con tintes surrealistas), protagonizada exclusivamente por un personaje, un clon que se repite obsesivamente en sus lienzos y que, a menudo, se ha asociado a un autorretrato de Ishida. Él lo negaba. Más bien es un autorretrato de otro. De ahí el título de la muestra.

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«Invernadero» (2003), de Tetsuya Ishida - TAKEMI ART PHOTOS
Tintes kafkianos
Un personaje con tintes kafkianos atrapado en espacios imposibles, distópicos, que se metamorfosea en larvas de insectos, pero también se transforma en máquinas antropomorfas: lavabos, retretes, fregaderos, neumáticos, escaleras mecánicas, aviones, tanques, edificios... En una pintura aparecen sus personajes alimentados a través de una manguera enchufada a sus bocas. En otra, un cuerpo troceado y empaquetado, como si fuera una mercancía más de la cadena de producción. Es una amarga y desoladora denuncia de la soledad, aislamiento e incomunicación en que viven inmersos los japoneses en sus vidas y en sus trabajos. No hay fronteras entre unas y otros. Pero su crítica no se centra tan solo en el trabajo esclavista. También dispara a la educación, a las escuelas como espacios de domesticación que desencadena la desorientación e introspección de los adolescentes.



«Aunque aparentemente es una pintura fría, sin emoción –comenta Borja-Villel–, hay en sus obras mucho humor e ironía, cierta melancolía y produce empatía. No se recrea en el dolor de los demás». Además, advierte reminiscencias del manga y el anime en su trabajo. La exposición, comisariada por Teresa Velázquez, reúne 70 pinturas, dibujos y cuadernos de apuntes realizados por Ishida entre 1996 y 2004. Dice la comisaria que no hay aparentemente en Ishida un compromiso político: «Habla de los traumas, de la apatía y desazón de los jóvenes hoy. El consumo ocupa todo el tiempo de ocio. Son las secuelas de un uso excesivo de la tecnología, que nos impide desconectar. El personaje creado por Ishida es una figura de una orfandad afectiva, sentenciada, que parece incapaz de revertir su suerte desgraciada».

Pese a que su obra se vio hace unos años en la Bienal de Venecia, es un artista poco conocido fuera de su país. Los préstamos de la exposición proceden especialmente de Japón, Singapur, Hong Kong y Corea. La muestra mantendrá sus puertas abiertas hasta el 8 de septiembre. Después viajará a un espacio nuevo de Chicago, remozado por Tadao Ando: el Wrightwood 659. Cuentan que en 2006, cuando se mostraron las obras de Ishida en un programa de la televisión pública japonesa, «la reacción de los telespectadores fue increíble. Mucha gente se sentía plenamente identificada con aquellas imágenes. Ishida, que había muerto un año antes, se convirtió de pronto en uno de los pintores jóvenes más famosos del país»

https://www.abc.es/cultura/arte/abc...acion-perdida-japon-201904230136_noticia.html
 
Úbeda (Jaén), hogar del aceite de oliva: visita imprescindible a este museo gastronómico

En España existen muchos centros y museos especializados en la producción, uso y cultura de distintos ingredientes típicos de nuestra gastronomía

Mar, 23 Abr 2019


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¿Quién no tiene una botella de aceite de oliva en su cocina? Que levante la mano. ¿Nadie, cierto? Se trata de uno de los alimentos más utilizados en la cocina mediterránea, e incluso su éxito está saltando a otros países, de hecho ya está triunfando en Estados Unidos. Existen muchas razones: en la composición del aceite de oliva se encuentran una serie de antiinflamatorios naturales (oleocanthal), tiene multitud de beneficios en el control del colesterol y como antioxidante, y se ha teorizado mucho acerca de sus propiedades antitumorales, aunque esto es un extremo que todavía está en investigación.


El aceite de oliva es uno de los productos más sanos, y España es productor por excelencia de este 'oro' de la gastronomía. Por eso por todo el país existen numerosos centros y museos dedicados a él. Uno de los más prolíficos es el Centro de Interpretación Olivar y Aceite de Úbeda, en Jaén, donde se puede asistir a la creación de este 'oro' líquido, y comprender toda la historia y cultura que hay detrás de su consumo.


También alberga multitud de exposiciones y actividades entre las que destacan cursos de cata, maridaje, cocina o talleres para fabricar jabones y cosméticos. Una oferta muy amplia que permite descubrir todo lo que ofrece este producto tan típico de España y Andalucía.


¿Dónde se encuentra?

El centro está ubicado en la Corredera de San Fernando, número 32, en Úbeda. Al museo se puede acceder entre los meses de octubre a mayo todos los días de martes a sábado entre las 10:00 de la mañana y las 14:00, y después desde las 17:00 hasta las 19:30. Los domingos durante este 'turno de invierno' el museo abre sus puertas de 10:00 a 14:00. Entre junio y septiembre el museo abre de martes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00, y los domingos y festivos de 10:00 a 14:00. La entrada tiene un precio de 3,50 euros, reducida a 2,50 euros para grupos a partir de 20 personas.

Itinerario:

https://www.alimente.elconfidencial...-04-23/museo-aceite-oliva-ubeda-jaen_1955314/
 
Los tres ‘goyas’ del exilio francés salen de su caja
Los retratos de la familia Adán de Yarza, que fueron embalados y mandados a París durante la Guerra Civil, se muestran por primera vez en público, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao



PEIO H. RIAÑO
Bilbao 26 ABR 2019




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Retratos de Ramona Barrachano, Bernarda Tavira y el hijo de esta, Antonio Adán de Yarza, por Francisco de Goya. MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO




Dentro del museo, una caja de madera. Dentro de ese embalaje, tres lienzos. Y en el corazón de esta matrioshka, Goya. Tres pinturas que conservan los clavos y los bastidores originales. Nunca antes fueron restauradas, ni reenteladas, ni dañadas (a pesar del increíble periplo del conjunto). El último pincel que pasó por la superficie de los tres retratos fue el del genio aragonés, hasta que llegaron a manos de José Luis Merino, el restaurador del Museo de Bellas Artes de Bilbao. “Es muy poco frecuente encontrar pinturas de esta época sin restaurar. Es un estado de originalidad inédito”, ha comentado a este periódico Merino, que durante casi un año se ha dedicado a despejar la suciedad tras la que se ocultaban las piezas nunca vistas en público.

Para Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, es un hecho sin precedentes, un rescate histórico que, probablemente, quede en depósito en la sala dedicada a la guerra. Junto a los tres retratos, el director ha decidido colgar —con un acierto escenográfico sorprendente— la caja en que fueron transportados en 1937. Parece un tàpies. En la tapa, el número 10 con el que salieron del País Vasco huyendo de las bombas. "La caja se muestra abierta, como si acabaran de escaparse de su interior", comenta Zugaza, que ha presentado este viernes las tres obras en el museo bilbaíno después de un proceso de restauración que ha durado un año.

Es el mismo embalaje en el que permanecieron escondidas bajo el suelo de una de las camas del palacio de los Adán de Yarza, lejos de las miradas y del apetito del Ejército nazi que ocupó la casa de la familia vasca en Francia. Un milagro, sí, que se prolongó hasta hoy gracias a la privilegiada situación de los propietarios, que no han necesitado sacar a subasta estas joyas. Su intención ahora, explica Zugaza, es compartirlos con la sociedad vasca y conservarlos a la vista pública. Es la repatriación de las obras y el final del misterioso caso de los goyas vascos. El misterio cuenta la historia de los cuadros, la historia de España y de una familia, que ha tenido un "gesto ejemplar con la sociedad".

Nunca habían salido de los dominios de la familia Adán de Yarza, salvo su viaje de salvación organizado por el Gobierno vasco, desde el palacio de Zubieta de Ispaster (Bizkaia) a París, en un rescate similar al del tesoro artístico organizado por la República. Huyeron de las bombas con urgencia y nunca volvieron. El público los pudo conocer, un siglo y medio después de haber sido pintados y seis años antes de la Guerra Civil, en el suplemento cultural Blanco y Negro del Abc. La publicación entró en los salones de la burguesía y se encontraron con los retratos de Goya, que la experta Juliet Wilson-Bareau relaciona con la época gris del retrato de la familia de Osuna y con el cartón de La gallina ciega. Es la moda inglesa, la de esos sombreros gigantes, de plumas exuberantes, que también encontramos en uno de los personajes del cartón. “Hay una sintonía muy fuerte entre todos ellos”, comenta Zugaza.




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De izquierda a derecha, Bibiñe Belausteguigoitia, viuda de José María Solano Gil-Delgado, marqués del Socorro; Unai Rementeria, diputado general de Bizkaia y presidente de la Fundación Museo de Bellas Artes de Bilbao, y Miguel Zugaza, director del museo. TXETXU BERRUEZO




Xavier Bray, director de la Wallace Collection de Londres, señala que el vínculo de todas estas obras —de finales de los años ochenta del siglo XVIII— está en los fondos empleados. Grises y vacíos, que potencian las figuras. El de la madre, Bernarda Tavira, más pequeño y de primer plano, es más parecido al de su hijo, Antonio Adán de Yarza, con un fondo distinto al de su esposa, Ramona Barrachano, en el que el artista ejecuta una solución que recuerda al Pablo de Valladolid, de Velázquez. Para Bray esta es la época en la que Goya más se acerca a Mengs.

Los primeros retratos de Goya
La familia se desplazó desde el palacio de Zubieta al estudio del pintor, al poco de formar matrimonio: Antonio tenía el título y Ramona, viuda, el dinero. En ese momento, Goya atraviesa una profunda crisis de encargos en Zaragoza, porque la Iglesia le había cerrado el grifo a sus servicios. Gracias al rechazo, mira a la burguesía y encuentra en el retrato a miembros de esta clase social una salida a su situación y regala una etapa gloriosa en la historia de la pintura española. "Estos tres cuadros forman parte de los orígenes del Goya retratista, cuando entra en un mundo maravilloso al ser testigo de la sociedad burguesa", apunta Zugaza.

Cuando las pinturas llegaron al museo carecían de marco y su aspecto era "descuidado", señala el restaurador en su informe, de acceso libre. “Sin embargo, presentaban un buen aspecto de conservación general y se encontraban prácticamente intactas, lo que resultó muy sorprendente”. A pesar del paso del tiempo, sorprendentemente la tensión de los lienzos es la óptima, dos siglos y medio después. La restauración consistió en la limpieza y la corrección de las deformaciones del soporte y los rotos del retrato de Bernarda Tavira, que guardaba una sorpresa: una etiqueta de papel autógrafa de Goya fijada en el reverso.

https://elpais.com/cultura/2019/04/26/actualidad/1556274199_520227.html
 
John Moore: “Es difícil saber si una fotografía va a convertirse en icono”
Con motivo de la llegada de la prestigiosa exposición a Barcelona, el fotoperiodista aporta a ‘La Vanguardia’ algunos detalles sobre la ya icónica imagen y sobre su carrera
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John Moore, ganador del World Press Photo, junto a la imagen ‘Crying Girl on the Border’ (Ana Jiménez)
LARA GÓMEZ RUIZ,
BARCELONA
27/04/2019 00:05
Actualizado a 27/04/2019 08:56

La pequeña Yanela llora mientras ella y su madre, Sandra, son detenidas por la policía de la frontera estadounidense en McAllen, Texas. Una imagen que refleja a la perfección las políticas antimigratorias de Donald Trump y que ha llevado a su autor, John Moore, a ganar el World Press Photo del año, uno de los galardones más importantes del fotoperiodismo. Con motivo de la llegada de la exposición a Barcelona, Moore ha aportado a La Vanguardia algunos detalles sobre la ya icónica imagen y sobre su carrera.

Estuvo diecisiete años trabajando en diferentes países del mundo. ¿Qué le hizo volver a Estados Unidos?

Antes de regresar, el último lugar en el que estuve viviendo fue Pakistán. Cuando la ex primera ministra Benazir Bhutto fue asesinada, yo estaba allí, a veinte metros de ella. No sé cómo salí vivo. Tuve mucha suerte. Eso me hizo reflexionar. Mis hijos tenían entonces tres y un año y no era justo para ellos crecer en ese ambiente. Además, ya llevaba muchos años fuera de casa y tenía curiosidad por saber cómo iba por mis tierras y si habían o no cambiado.

¿Y notó mucha diferencia de cómo las había dejado?

La verdad es que sí. Llegué en 2008, con el estallido de una crisis económica mundial y con un país que empezaba a polarizarse. Probablemente haya influido en ello internet y las redes sociales, que no existían cuando empecé mi carrera.

Cuando la ex primera ministra Benazir Bhutto fue asesinada, yo estaba allí, a veinte metros de ella. No sé cómo salí vivo. Tuve mucha suerte”

JOHN MOORE Fotoperiodista
¿Tenía claro desde un primer momento que cuando regresara iba a cubrir el tema de la inmigración?

La verdad es que no. Al principio empecé a reflejar cómo estaba afectando la crisis en las familias. Pero pronto, con los ojos de una persona que había vivido muchos años apartado de la sociedad norteamericana, noté algo que me llamó la atención: había nacido un fuerte sentimiento xenófobo. Pensé que, como había trabajado durante muchos años en América Latina, podía aportar mi visión. Y así lo llevo haciendo desde hace diez años.

20 de junio. Llega el día en el que hace la icónica fotografía de la pequeña Yanela llorando mientras detienen a su madre. ¿Se imaginaba que iba a tener semejante repercusión?

Siempre intento que mis imágenes tengan impacto. Pero reconozco que nunca pude imaginar que la fotografía se iba a viralizar de este modo. La escena logró tocar los corazones de mucha gente.

¿Qué aporta de diferente respecto a las otras fotografías que hizo esa misma noche?

El punto de vista de la niña. Me agaché mejor para comprender la perspectiva de la pequeña. Creo que esto fue decisivo e importante para componer una foto con impacto, que aportara algo distinto a lo que se había visto ya.

¿Es complejo fotografiar circunstancias como esta?

La verdad es que sí. Pero llevo muchos años cubriendo estos temas. La diferencia aquí, es que el gobierno norteamericano había cambiado su política en la frontera por la de ‘tolerancia cero’. Una medida escandalosa porque separaron a miles de niños de sus padres. Yo no sabía qué iba a pasar con ellas. Una semana más tarde, a través de una abogada, supe que seguían juntas. Fue un alivio para mí.

¿Ha mantenido el contacto con ellas?

Semanas después de hacer la fotografía, averigüé el centro de detención en el que se encontraban y fui a verlas. No llevé la cámara, simplemente quería conocer su historia. Llevaban un mes viajando desde que salieron de Honduras y habían cruzado en balsa el río Grande desde México. Este mes de febrero he vuelto a verlas. Está pasando por un proceso muy lento y frustrante al igual que muchos otros miles de migrantes en Estados Unidos.

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John Moore, ganador del World Press Photo, en el CCCB de Barcelona (Ana Jiménez)
Después de que la foto tuviera esta repercusión, ¿le resultó más difícil de lo habitual conseguir el permiso de los guardias fronterizos para seguirles durante su trabajo?

Ellos saben que trato de ser objetivo en mi cobertura y que no doy mis opiniones. Fotografío lo que veo e intento hacerlo de la forma más justa posible, dando voz a todos los puntos de vista, esté o no de acuerdo con ellos.

¿Cree que ha cambiado mucho el oficio de fotoperiodista?

Sí. Pese a eso, creo en la fuerza y el poder de la foto fija. El vídeo tiene su papel. Pero hay a veces en que la foto adquiere un aspecto icónico. Los fotógrafos casi nunca sabemos si una de nuestras imágenes va a convertirse en un icono. No es algo que ocurra a menudo en la carrera de uno.

Usted lo ha logrado. Ha ganado el World Press Photo del año...

Y lo agradezco muchísimo. Personalmente pero también para que siga la continuación de la historia de Sandra y Yanela en la prensa, ya que es algo importante para mí.

Objetividad en el trabajo
Fotografío lo que veo e intento hacerlo de la forma más justa posible, dando voz a todos los puntos de vista, esté o no de acuerdo con ellos”

JOHN MOORE Fotoperiodista

https://www.lavanguardia.com/cultur...ore-ganador-world-press-photo-entrevista.html
 
Las grandes exposiciones internacionales del momento


LUIS INI
28/ 04/ 2019



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Picasso en Basilea, Koons en Oxford y Kahlo en Nueva York, nombres más llamativos de esta selección de exposiciones en el mundo.


1. 'Panorama Picasso'. Hasta el 5 de mayo. Fundación Beyeler. En Basilea.

2. 'Frida Kahlo: Las apariencias pueden engañar'. Hasta el 12 de mayo. Museo de Brooklyn. En Nueva York.

3. 'El esplendor efímero de los carnavales barrocos'. Hasta el 5 de mayo. Palazzo Pitti. En Florencia.

4. 'Erwin Olaf'. Hasta el 12 de mayo. Museo Municipal y Museo de Fotografía. En La Haya.
5. 'Martin Parr'. Hasta el 27 de mayo. National Portrait Gallery. En Londres.

6. 'Jeff Koons'. Hasta el 9 de junio. Ashmolean Museum. En Oxford.

7. '50º Jazz & Heritage Festival'. Hasta el 5 de mayo. En Nueva Orleans.


GALERIA:
https://www.gentleman.elconfidencia...internacionales-picasso-frida-kahlo_1959530#0
 
El cuadro de Santa Catalina, en la Almudena, nuevo BIC en Madrid
La obra, atribuida a Juan Antonio Frías y Escalante, alcanza la máxima protección.
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SeguirSara Medialdea@smedial
MADRID
Actualizado:29/04/2019 02:21h

La «Santa Catalina de Alejandría», el cuadro atribuído al pintor cordobés Juan Antonio Frías y Escalante, y actualmente situado en la catedral de La Almudena, ha sido declarado Bien de Interés Cultural.Así lo ha informado el Gobierno regional en un comunicado. La pintura data de 1660, y representa a la santa con el cabello adornado con perlas, rodeada de ángeles y venciendo al emperador Majencio, que la sometió a tortura para hacerla desistir de su fe cristiana.

La santa aparece ricamente vestida con túnica azul y un manto, como era la costumbre en la época, y tiene a sus pies al emperador, que la persiguió en vida, y en la mano la espada –símbolo de la decapitación que sufrió–. Todos ellos son atributos que recoge para esta figura Santiago de la Vorágine en su libro «La leyenda dorada», la más extensa recopilación de vidas de santos y base de para la iconografía utilizada en la pintura y escultura dedicada a ellos.

La obra estuvo situada, en un primer momento, en un retablo de la antigua iglesia de San Miguel de los Octoes, en la Plaza Mayor, formando pareja con una Inmaculada, según ha informado el Gobierno regional en una nota de prensa. Pero ese templo fue pasato de las llamas durante el incendio de la Plaza Mayor en 1790. Las obras de arte que se salvaron entonces fueron trasladadas a la próxima iglesia de San Justo, y en 1890 volvieron a mudarse, en esta ocasión a la iglesia de Maravillas.

Atributos del martirio

Desde 2015, sin embargo, forma parte de las riquezas artísticas que adornan la catedral de la Almudena. Es una pintura de 180 centímetros de alto por 108 de ancho. En su representación pictórica, la santa se acompaña, además, de algunos de los instrumentos alusivos a su martirio: la espada ya señalada, en alusión a su decapitación, en la mano izquierda. Y una rueda dentada bajo la derecha, por otro tormento a que fue sometida anteriormente por orden del emperador romano.

Varios ángeles rodean la figura de la santa, que tiene a sus pies al causante de su sufrimiento. El cuadro se atribuye a Juan Antonio Frías y Escalante, nacido en Córdoba pero que desarrolló su carrera en Madrid. En esta etapa de su vida, cuando pintó a Santa Catalina de Alejandría, se dejaba sentir en su trabajo la influencia de Tintoretto, junto con otras de la escuela flamenca.

El Gobierno regional ha declarado BIC esta obra debido a «la importancia de Escalante en el panorama de la pintura madrileña del siglo XVII, y la significación de la obra en el conjunto de su producción».

https://www.abc.es/espana/madrid/ab...mudena-nuevo-madrid-201904290221_noticia.html
 
El Museo del Prado, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2019
Su director, Miguel Falomir, cree que es un "regalo para todos los españoles" y el ministro Guirao celebra el reconocimiento para "el mejor museo de pintura del mundo"



Madrid / Oviedo 30 ABR 2019



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El museo en 1028. En el vídeo, las declaraciones de Miguel Falomir. FOTO: CARLOS ROSILLO | VIDEO (ATLAS)



El Museo Nacional del Prado ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2019, según ha hecho público este martes en Oviedo el jurado encargado de su concesión. En esta edición concurrían un total de 29 candidaturas procedentes de 14 países.

El museo, que celebra este año su bicentenario, se ha convertido en la institución cultural más importante de España y en una de las pinacotecas más destacadas del mundo. Tiene una colección de cerca de 8.000 pinturas, de las que 1.700 están expuestas en el edificio Villanueva y más de 3.200 se distribuyen entre 255 instituciones culturales de toda España. Sus salas, por las que pasan anualmente casi tres millones de visitantes –más de la mitad extranjeros–, han servido de inspiración a algunos de los pintores más significativos de los últimos 150 años, como Fortuny, Sorolla, Picasso, Monet, Renoir, Durant o Chase. Sin embargo, un 37,5% de los españoles reconoce que nunca ha ido.

El director del Museo Nacional del Prado, Miguel Falomir, ha afirmado este martes que el galardón es "un magnífico regalo de cumpleaños" en su bicentenario. Falomir, que ha recibido la noticia de la concesión de este galardón durante su visita a Melilla, ha declarado que el Premio Princesa de Asturias, aunque es para el Museo del Prado, podría ser considerado como "un regalo para todos los españoles" al ser este organismo "la principal institución cultural española". Por su parte, el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, ha celebrado lo que a su juicio es "un motivo de alegría para todos los miembros del Gobierno y de España, y para los españoles" porque el Prado es "un símbolo del país", es "un símbolo" de la cultura española y es, "sin duda, el mejor museo de pintura del mundo".

Este ha sido el segundo de los ocho Premios Princesa de Asturias que se conceden este año, en que cumplen su trigésimo novena edición tras el de las Artes que se concedió al director teatral Peter Brook.

Esta candidatura ha sido propuesta conjuntamente por Mario Vargas Llosa y Antonio Muñoz Molina, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1986 y 2013, respectivamente; Norman Foster y Rafael Moneo, Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2009 y 2012, respectivamente; Alberto Anaut, presidente de La Fábrica y de la Fundación Contemporánea, Luis Gordillo, Cristina Iglesias, Julio Llamazares, Gonzalo Suárez, Jaime Rosales, Aitana Sánchez-Gijón, Alberto García Alix, Chema Madoz, Pierre Gonnord, José Luis Gómez, Juan Barja y Javier Gomá.


Dos siglos de historia

El Museo Nacional del Prado se inauguró en Madrid el 19 de noviembre de 1819 como Real Museo de Pinturas y Esculturas para albergar obras procedentes de las colecciones reales, que habían comenzado a tomar forma en el siglo XVI con Carlos I y que fueron enriquecidas por todos los monarcas que lo sucedieron. Con un primer catálogo integrado por 311 pinturas, el Museo, que pronto cambió su denominación a Museo Nacional de Pintura y Escultura, ya servía de depósito para otras 1510 procedentes de los Reales Sitios.

El Museo ocupó el Gabinete de Ciencias Naturales, obra de Juan de Villanueva, en lo que se conocía como Prado de los Jerónimos, por lo que popularmente se llamó Museo del Prado antes de recibir esta denominación oficial a principios del siglo XX. Doscientos años después de su inauguración, tras varias reformas y sucesivas ampliaciones, el Museo del Prado sigue cumpliendo la alta misión de conservar, exponer y enriquecer el conjunto de las colecciones y obras de arte que, estrechamente vinculadas a la historia de España, constituyen una de las más elevadas manifestaciones de expresión artística de reconocido valor universal.

El Prado es conocido más como museo de pintores que de pinturas por la singularidad de su origen dependiente del mecenazgo real de los siglos XVI y XVII, orientado a reunir el mayor número de obras posible de los artistas preferidos. Por este motivo, el Museo tiene los mayores conjuntos de El Bosco, Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez o Goya, en algunos casos con más de un centenar de obras.

Con la dinastía Borbón llegaron los pintores franceses en un siglo XVIII dominado por artistas foráneos, como los italianos, hasta finales de la centuria, en la que Goya devolvió a un español el dominio del escenario cortesano.

Desde su fundación, el Museo ha ingresado más de 2.300 pinturas y gran cantidad de esculturas, estampas, dibujos y otras piezas a través de donaciones -como las Pinturas negras de Goya-, legados -como el de pintura del siglo XIX de Ramón de Errazu- y compras -Fábula y La huida a Egipto de El Greco, La condesa de Chinchón de Goya o El barbero del papa de Velázquez, por ejemplo-.

El Museo actual está formado por varios inmuebles -el edificio Villanueva, el Claustro de los Jerónimos, el Casón del Buen Retiro, el edificio administrativo de la calle de Ruiz de Alarcón y el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro- que superan los 45.000 metros cuadrados de superficie útil. Como organismo público, una ley regula su funcionamiento y está regido por un patronato presidido por el ministro de Cultura correspondiente y cuyos presidentes de honor son SS.MM. los Reyes de España



COMPOSICIÓN DEL JURADO

El jurado de este Premio -convocado por la Fundación Princesa de Asturias- estuvo presidido por Víctor García de la Concha e integrado por Luis María Anson Oliart, Alberto Edgardo Barbieri, César Bona García, Irene Cano Piquero, Alberto Corazón Climent, Aurora Egido Martínez, Taciana Fisac Badell, Elsa González Díaz de Ponga, Santiago González Suárez, Alan Goodman, Álex Grijelmo García, Miguel Ángel Liso Tejada, Rosa María Mateo Isasi y Óscar Loureda Lamas (secretario).


VIDEO : https://elpais.com/cultura/2019/04/30/actualidad/1556624335_058875.html
 
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