MÚSICA PARA CAMALEONES - Truman Capote

90


La puerta daba directamente al salón de la señora Ferguson. Al menos estaba amueblado como un salón ( un sofá, sillones, dos mecedoras de mimbre, mesas bajas de madera de arce), aunque el suelo estaba cubierto de un linóleo marrón, de cocina, quizá tuviera la pretensión de hacer juego con el color de la casa . Cuando entré en la habitación, la señora Ferguson se balanceaba de un lado para otro en una mecedora mientras un guapo joven, criollo no muchos años mayor que Skeeter, se mecía en la otra. Una botella de ron descansaba en una mesa que había entre ellos, y ambos bebían de unos vasos llenos de tal género.

El joven, al que no me presentaron, sólo llevaba una camiseta y unos pantalones campana de marinero, unt desabotonados. Sin decir palabra, dejó de hamacarse, se levantó y se fue contoneándose por un pasillo, llevándose consigo la botella de ron.
La señora Ferguson permaneció atenta hasta que oyó cerrarse una puerta. Luego, lo único que dijo fue:

¿ Donde lo tienes ?

Yo estaba sudando. Mi corazón obraba de forma curiosa. Sentía como si hubiese corrido cien millas y vivido mil años sólo en las últimas horas.
La señora Ferguson inmovilizó su mecedora, y repitió:

-- ¿ Donde lo tienes?

--Aquí. En el bolsillo.
Alargó una mano gruesa y colorada, con la palma hacia arriba, y dejé caer el collar en ella. El ron había contribuido algo a modificar la ordinaria sosería de sus ojos; la deslumbrante piedra amarilla hizo más. La movió de un lado a otro, mirándola fijamente; yo traté de no hacer lo mismo, intenté pensar en otras cosas y me sorprendí preguntándome si tendría cicatrices en la espalda, marcas de látigo.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
91


-- ¿ Es que tengo que adivinarlo? -- preguntó, sin quitar la vista de la joya suspendida de su frágil cadena de oro --. ¿ Y bien ? ¿ Debo decirte yo por qué has venido?
¿ Qué es lo que quieres ?
Ella no lo sabía, no podía saberlo y, de pronto, yo no quería que lo supiese. Dije:
-- Me gusta bailar zapateado.
Por un momento, su atención se distrajo del nuevo juguete destellante.

-- Quiero ser bailarín de zapateado. Quiero fugarme.
Quiero ir a Hollywood y salir en las películas.

Había algo de verdad en eso; escaparme a Hollywood era un punto principal en la lista de mis fantasías de evasión. Pero de todos modos no era eso lo que había no decirle.
-- Bueno -- dijo despacio --. Claro que eres lo bastante guapo como para salir en las películas. Más guapo de lo que cualquier otro chico podría serlo.
Así que lo sabía. Me oí gritar a mí mismo:
-- ! Si ! ! Si ! Eso es !
-- ¿ Eso es qué ? y deja de aullar. No estoy sorda.

-- No quiero ser un chico. Quiero ser una chica.

Empezó siendo un ruido raro, un sofocado gorgoteo más abajo de su campanilla que reventó en una carcajada.
Sus labios finos se ensancharon y estiraron; una risa de borracha manó de sus labios como una vomitona que se derrama a chorros sobre mí, una risa que sonaba igual que el olor a vómito.

-- Por favor, por favor. Señora Ferguson , no me comprende. Estoy angustiado todo el tiempo. Hay algo que no va bien. Por favor, tiene que entenderlo.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
92


Siguió columpiándose, riéndose a carcajadas, y su mecedora se balanceaba con ella. Entonces le dije:
-- Usted es estúpida. Tonta y estúpida.
Y traté de arrebatarle el collar.
La risa se interrumpió como si le hubiera caído un rayo encima; una tempestad, una furia total se apoderó de su rostro. Pero, cuando habló, su voz era suave, sibilante y serpentina:

-- No sabes lo que quieres, muchacho . Te enseñaré lo que quieres. Mírame, muchacho. Mira. Te mostraré lo que quieres.
-- Por favor. No quiero nada.
--Abre los ojos, chico.
En alguna parte de la casa lloraba un niño.
--Mirame, muchacho. Mira.

Lo que quería que yo mirase, era la piedra amarilla.
La sujetaba por encima de su cabeza, y la movía suavemente. Parecía haber recogido toda la luz de la habitación, acumulando una brillantez devastadora que sumía en la oscuridad todo lo demás. Gira, baila, deslumbra, deslumbra.
-- Oigo llorar a un niño.
-- Te oyes a ti mismo.

-- Mujer estúpida. Estúpida. Estúpida.
-- Mira aquí, muchacho.
Bailadeslumbraibailabailadeslumbradeslumbradeslumbra.

Aún era de día y seguía siendo domingo , y ahí estaba yo, en el Garden District, delante de mi casa. No sé cómo llegué hasta allí.
Debió llevarme alguien, pero no sé quien; lo último que recordaba era el ruido que de nuevo producía la risa de la señora Ferguson.


Musica para camaleones - Truman Capote



 
93


Desde luego, se armó gran revuelo por el collar perdido. No llamaron a la policía, pero toda la casa anduvo revuelta en aquellos días; no se dejó una sola pulgada por registrar. Mi abuela estaba muy contrariada .

Pero, aún cuando el collar hubiera sido una joya de gran valor, cuya venta le hubiese proporcionado comodidades para el resto de su vida, yo no habría acusado a la señora Ferguson. Porque, si lo hacía, ella podría revelar lo que yo le había contado, eso que nunca he contado a nadie más. Finalmente, se resolvió que un ladrón había entrado a robar en la casa, llevándose el collar mientras mi abuela dormía. Bueno, ésa era la verdad. Todo el mundo sintió alivio cuando mi abuela concluyó su visita y volvió a Florida. Se esperaba que pronto se olvidase todo el triste asunto del collar perdido.

Pero no se olvidó. Se disiparon cuarenta y cuatro años, y el asunto permanecía en la memoria. Me convertí en un hombre de mediana edad, flagelado por sutilezas extrañas ideas. Mi abuela murió, conservando aún todo su sano juicio a pesar de la avanzada edad.

Una prima me llamó para informarme de su muerte y para preguntarme cuándo llegaría al entierro; le dije que ya se lo comunicaría.
Quedé inconsolable, enfermo de pena; y aquello era absurdo, estaba fuera de toda proporción. Mi abuela no era alguien a quien yo hubiese amado. ! Cuanto la lloré, sin embargo ! Pero no fui al entierro; ni siquiera envié flores. No salí de casa y me bebí una botella de vodka. Estaba muy borracho, pero recuerdo que contesté al teléfono y escuché a mi padre identificarse a sí mismo.Su voz de viejo temblaba por algo más que por el peso de los años; dio rienda suelta a la ira contenida durante toda una vida, y al no responderle, me dijo : " Oye, hijop*ta. Ha muerto con tu fotografía en la mano. " Yo le contesté: " Lo siento ", y colgué. ¿ Que había que decir?
¿ Como podía explicar que a lo largo de todos aquellos años cualquier mención a mi abuela, cualquier carta suya o cualquier pensamiento sobre ella, evocaba a la señora Ferguson? Su risa, su furia, la piedra amarilla que giraba y bailaba:
bailadeslumbradeslumbra.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
94,95,96, 97



2.--- ATAÚDES TALLADOS A MANO


( Relato real de un crimen americano )


Hancarved Coffins
A Nonfiction Account of an American Crime




Marzo 1975

Un pueblo en un pequeño Estado del Oeste. Un centro para las numerosas granjas y establecimientos de cría de ganado que rodeaban a este pueblo con una población de menos de diez mil, con doce iglesias, y dos restaurantes.
El cine, aunque no ha dado ni una película en diez años, todavía sigue en pie, austero e inhospitalario en la calle principal. Una vez también hubo un hotel, pero ha sido cerrado, y hoy en día el único lugar donde puede alojarse un viajero es el motel Prairie. El motel es limpio y los cuartos bien caldeados; más no puede decirse.

Un hombre llamado Jake Pepper vive en él desde hace casi cinco años. Tiene cincuenta y ocho años, y es un viudo con cuatro hijos grandes.Es más bien bajo, de muy buena salud y parece tener quince años menos. Un rostro común pero agradable, ojos azules y una boca fina que se contorsiona en muecas que a veces son sonrisas, a veces no. El secreto de su aspecto juvenil no es su pulcritud o su delgadez, ni se debe tampoco a sus mejillas, sonrosadas como manzanas, ni a sus traviesas y misteriosas sonrisas, sino a su pelo, que lo hace tan joven: es de un rubio oscuro, lo lleva muy corto, y tan lleno de remolinos que no puede peinarlo; lo alisa y lo moja, simplemente.


Musica para camaleones - Truman Capote





 
98


Jake Pepper es un detective empleado por el Departamento de Investigaciones del Estado. Nos conocimos por un amigo mutuo, otro detective de un Estado diferente. En 1972 escribió una carta diciendo que estaba trabajando en un caso de asesinato, en algo que él pensaba que podía interesarme. Lo llamé por teléfono y hablamos durante tres horas. Yo estaba muy interesado en lo que tenía que decirme, pero se alarmó cuando sugerí que viajaría hasta allí para ver la situación personalmente.
Dijo que podía ser prematuro y llegar a peligrar su investigación, pero prometió mantenerme informado. Los tres años siguientes intercambiamos llamadas telefónicas de vez en cuando. El caso, seguía líneas tan intrincadas como un laberinto de ratas, parecía haber llegado a un punto muerto. Finalmente le dije: "Déjame que vaya a echar un vistazo ".

Así fue que me encontré, una fría noche de marzo, sentado con Jake Pepper en su habitación del motel en los alrededores invernales y ventosos de ese pequeño pueblo desolado del oeste. En realidad, la habitación era agradable, cómoda. Después de todo, con ciertas interrupciones, había sido su hogar por cinco años, y había puesto estantes donde exhibía fotos de su familia, hijos y nietos, y en los que descansaban cientos de libros, muchos acerca de la Guerra Civil, y todos propios de un hombre inteligente; prefería a Dickens, Melville, Trollope, Mark Twain.

Jake estaba sentado en el piso, con las piernas cruzadas, con un vaso de Bourbon al lado. Tenía un tablero de ajedrez por delante, y abstraídamente movía las piezas.

TC: Lo sorprendente es que nadie parece saber nada acerca de este caso. Casi no ha tenido publicidad.

Jake: Hay razones.



Musica para camaleones - Truman Capote
 
99


TC: Nunca he logrado ordenarlo en una secuencia. Es como un rompecabezas al que le faltan las piezas.

Jake: ¿ Donde empezamos?

TC: Desde el comienzo.

Jake: Vaya al escritorio. Abra el cajón de abajo. ¿ Ve esa cajita de cartón? Mire lo que hay adentro.

( Adentro de la caja encontré un féretro en miniatura. Era un objeto hermoso, tallado en madera de bálsamo. No estaba ornamentado, pero cuando se levantaba la tapa , se veía que el cajón estaba vacío. Contenía una foto, una instantánea casual y cándida de dos personas de edad mediana, un hombre y una mujer, que cruzaban la calle.
No era una foto para la que hubieran posado; uno se daba cuenta de que ellos no sabían que se les había sacado una foto)
Ese pequeño féretro. Supongo que ése es el comienzo.

TC: ¿Y la foto?

Jake: George y su esposa, Amelia.

TC: Los esposos Roberts. Por supuesto. Las primeras victimas. ¿Él era abogado?

Jake: ÉL era abogado, y una mañana ( para ser precisos, el 10 de agosto de 1970 ) , recibió un regalo por correo. El pequeño féretro. Con la foto adentro. Roberts era un tipo feliz y despreocupado. Enseñó el obsequio a algunas personas, como si fuera una broma. Un mes después , George y Amelia estaban muertos.

TC: ¿. Cuando entró usted en el caso?

Jake: Inmediatamente. Una hora después que los mataron yo ya estaba en camino con otros dos agentes del Departamento. Cuando llegamos aquí los cadáveres seguían en el auto. Y las víboras también. Eso es algo que no olvidaré nunca. Nunca.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
100



TC: Recuerde. Descríbalo exactamente.

Jake: Los Roberts no tenían hijos. Ni enemigos, tampoco. Todos los querían. Amelia trabajaba para su marido. Era su secretaría. Tenían un solo auto, e iban juntos a la oficina. La mañana que sucedió hacía calor. Muchísimo calor. De modo que deben de haberse sorprendido cuando fueron a buscar el auto y vieron que las ventanillas estaban subidas. De todos modos, entraron en el auto por distintas puertas, y una vez estuvieron adentro, un montón de víboras de cascabel los picó inmediatamente. Encontramos nueve adentro de ese auto.
A todas les habían inyectado anfetaminas. Estaban enloquecidas. Picaron a los Roberts en todas partes: en el cuello, en los brazos, orejas, mejillas, manos.Pobre gente. Tenían la cabeza inmensa, hinchada como un zapallo. Deben de haber muerto casi instantáneamente. Así espero. Es lo único que espero.

TC: Las víboras de cascabel no son tan comunes en la región. No de ese tamaño. Deben de haberlas traído aquí.

Jake: Así es. De un criadero de víboras en Nogales, Texas. Pero éste no es el momento de decirle cómo sé eso. ( Afuera, la nieve cubría, como encaje, el suelo. Faltaba mucho para que llegara la primavera: un fuerte viento que hacía repiquetear la ventana anunciaba que el invierno seguía con nosotros. Pero el ruido del viento no era más que un murmullo en mi cabeza, bajo el sonido de las víboras de cascabel y de sus sibilantes lenguas.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
101



Vi el auto, oscuro bajo el sol ardiente, las enroscadas serpientes, las cabezas humanas que se volvían verde, hinchándose de veneno. Me puse a escuchar el viento para que borrara la escena. )

Jake: Por supuesto, no sabemos si los Baxter recibieron un féretro. Estoy seguro de que sí. No se adecuaría al rito, de lo contrario. Pero ellos nunca dijeron haberlo recibido, y nunca vimos rastros de él.


TC: Tal vez se perdió en el fuego. ¿ No había otras personas con ellos, otra pareja?

Jake: Los Hogan. De Tulsa. Eran amigos de los Baxter, y estaban de paso. El asesino no pensaba matarlos. Fue un accidente.
Lo que sucedió fue que los Baxter estaban haciendo una casa nueva, muy elegante, pero la única parte terminada era el subsuelo. El resto estaba en construcción . Roi Baxter era un hombre rico; podría haber alquilado este motel entero mientras le hacían la casa. Pero prefirió vivir en el subsuelo. La única entrada era por una puerta trampa. Era diciembre, tres meses después de los asesinatos de las víboras de cascabel. Lo único que sabemos con seguridad es que los Baxter invitaron a esa pareja de Tulsa a que pasaran con ellos la noche en el subsuelo. Y en algún momento antes del amanecer se inició un tremendo incendio en ese subsuelo, y las cuatro personas murieron incineradas. Literalmente no quedaron más que cenizas.

TC: ¿No pudieron escapar por la puerta trampa?

Jake: ( haciendo una mueca y resoplando ): Diablos, no. El incendiario, el asesino, la cerró con bloques de cemento. Ni King kong podría haberlos sacado.

TC: Evidentemente, debe de haber alguna conexión entre el incendio y las víboras de cascabel.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
102



Jake: Es fácil decir eso ahora. Pero entonces, yo no hacía ninguna conexión. Había cinco tipos trabajando en el caso: sabíamos más de George y Amelia Roberts y de los Baxter y los Hogan que lo que ellos pudieron saber de sí mismos en vida. Apuesto a que George Roberts nunca se enteró de que su mujer tuvo un hijo a los quince años y lo dio para que lo adoptaran. Por supuesto, en un lugar cómo este, todos más o menos conocen a todos, por lo menos de vista. Pero no podíamos encontrar nada que relacionara a las victimas. Ni motivos. No había ninguna razón, que pudiéramos encontrar, para matar a esas personas. ( Estudió el tablero de ajedrez, encendió la pipa y tomó un sorbo de Bourbon .) Todas las víctimas me eran desconocidas. Nunca oí hablar de ellas antes de que murieran, pero el siguiente era amigo mío.

Clem Anderson. Noruego, de segunda generación , había heredado de su padre un establecimiento de campo en este lugar. Bastante extenso. Fuimos al colegio en la misma época, aunque él estaba unos años antes que yo. Se casó con una ex novia mía, una chica maravillosa, la única que he visto con ojos azul lavanda. Como amatistas. Algunas veces, cuando tomaba un trago, me ponía a hablar de Amy y sus ojos de amatista, pero a mi mujer no le causaba nada de gracia . De cualquier manera, Clem y Amy se casaron, se establecieron aquí y tuvieron siete hijos. Yo comí en la casa de ellos la noche antes que lo mataran, y Amy dijo entonces que lo único que lamentaba en la vida era no haber tenido más hijos.

Yo veía a Clem muy seguido, desde que vine a ocuparme del caso. Tenía una debilidad: bebía demasiado. Pero era astuto y me enseñó muchas cosas acerca del pueblo. Una noche me llamó aquí, a este motel.Sonaba raro. Dijo que debía verme enseguida. De modo que le dije, ven. Pensé que estaba borracho, pero no era eso. Estaba asustado. ¿ Sabes por qué?


Musica para camaleones - Truman Capote
 
103



TC: Había recibido un regalo de Papá Noel.


Jake: Ajá. Pero no sabia qué era. Lo que significaba. El féretro, y su posible conexión con los asesinatos de las víboras, no habían sido dados a publicidad. Lo manteníamos en secreto. Yo nunca había mencionado el asunto a Clem. De modo que cuando llegó a este mismo cuarto y me mostró un féretro que era la réplica exacta del que habían recibido los Roberts, me di cuenta de que mi amigo estaba en un gran peligro. Se lo habían mandado por correo en una caja envuelta en papel madera, con el nombre y dirección escritos de forma anónima. Con tinta negra.

TC: ¿ Había una foto de él?

Jake: Si. Y la describiré cuidadosamente porque tiene mucho que ver con la manera en que murió Clem.
En realidad, creo que el asesino intentaba hacer una pequeña broma, indicando sutilmente a Clem la forma en que iba a morir. En la foto, Clem está sentado en una especie de jeep. Un vehículo excéntrico, inventado por él. No tenía techo ni parabrisas, nada que protegiera al conductor. No era más que un motor con cuatro ruedas. Dijo que nunca había visto esa foto en su vida, que no tenía idea de quién la había tomado, ni cuándo. Yo tenía ante mí una decisión difícil. ¿Debería decirle la verdad, reconocer que la familia Roberts había recibido un féretro parecido antes de morir, y que los Baxter probablemente también ?
En cierta manera, sería mejor no informárselo: de esa forma, si lo vigilábamos bien, podía conducirnos al asesino, mucho mejor si no se daba cuenta del peligro en que estaba.


Musica para camaleones - Truman Capote
 
104



TC: Pero usted decidió decírselo.

Jake: Si. Porque con este segundo féretro, me di cuenta que los asesinatos estaban relacionados. Y pensé que Clem podía conocer la respuesta. Debía conocerla. Pero, después que le expliqué el significado del féretro entró en shock. Tuve que abofetearlo. Y empezó a portarse como un chico. Se acostó en la cama, y empezó a llorar. " Alguien me matará. ¿ Por qué ? " Yo le dije: " Nadie te matará. Te lo prometo. Pero piensa Clem. ¿Que tienes en común con estas personas que murieron? Debe de haber algo. Tal vez muy trivial".

Pero, lo único que podía decir era: " No lo sé, no lo sé ". Lo obligué a beber hasta que estuvo tan borracho que se quedó dormido.
Pasó la noche aquí. A la mañana estaba más tranquilo. Pero aún no se le ocurría qué podía relacionarlo con los crímenes, cómo encajaba él. Le dije que no discutiera lo del féretro con nadie, ni siquiera con su mujer, y que no se preocupara, pues había pedido la ayuda de dos agentes más para que lo cuidaran.

TC: ¿Cuánto pasó hasta que el fabricante de féretros cumplió su promesa ?

Jake: Oh, creo que debe de haber disfrutado mientras tanto. Jugaba como un pescador con una trucha atrapada en un acuario. El Departamento dio por terminada la tarea de los dos agentes, y finalmente hasta Clem empezó a despreocuparse. Pasaron seis meses. Amy llamó para invitarme a comer. Era una noche cálida de verano. El aire estaba lleno de luciérnagas . Los chicos las perseguían y las metían en frascos. Cuando partía , Clem me acompañó al auto. Hay un riacho junto al sendero donde lo había estacionado, y Clem dijo: " Con respecto a la conexión . El otro día se me ocurrió algo de repente. El río ". Le pregunté qué río y él dijo ése, el riacho. " Es una historia un tanto complicada. Y probablemente tonta. Pero te te la contaré la próxima vez que nos veamos." Por supuesto, no lo vi más. Por lo menos, vivo.



Musica para camaleones - Truman Capote
 

Temas Similares

Respuestas
0
Visitas
33
Back