OP
pilou12
Guest
117
La vieja casa, de construcción irregular, que compartían las hermanas y que habían heredado, reflejaba, en su tranquilidad y tibio confort, con sus civilizados colores lisos y sus " toques" atmosféricos, la personalidad de la más joven de las hermanas, pues Mrs. Connor, si bien era agradable , carecía de la visión selectiva de Adelaide Mason, de su imaginación. La sala, casi toda azul y blanca, estaba llena de plantas floridas y contenía una inmensa pajarera victoriana, en la que vivían una media docena de canarios cantores.
El comedor era amarillo, blanco y verde, con piso de madera de pino, sin alfombras, lustrado como un espejo . Un fuego de leños ardía en el hogar. Las dotes de Miss Mason eran mayores aún de lo que sostenía Jake. Sirvió un guisado irlandés extraordinario, y una maravillosa tarta de pasas y manzanas. Para beber vino blanco, vino tinto y champagne. El marido de Mrs. Connor la había dejado en buena posición
Fue durante la comida que mi impresión original de nuestra anfitriona más joven empezó a cambiar. Si, era evidente que existía un entendimiento entre Jake y esta dama. Eran amantes. Observándola más atentamente, viéndola, como si fuera, por los ojos de Jake, empecé a apreciar su interés, innegablemente sensual. Era cierto que su rostro tenía defectos, pero su figura, en el ajustado vestido de jersey gris, era adecuada, lucía bastante bien , en realidad, y ella actuaba como si fuera sensacional, una rival de la estrella de cine más atractiva. El balanceo de sus caderas, el movimiento suelto de sus pechos como frutas, su voz de contralto, la fragilidad de sus gestos, todo era muy seductor, muy femenino sin ser afeminado.
Musica para camaleones - Truman Capote
La vieja casa, de construcción irregular, que compartían las hermanas y que habían heredado, reflejaba, en su tranquilidad y tibio confort, con sus civilizados colores lisos y sus " toques" atmosféricos, la personalidad de la más joven de las hermanas, pues Mrs. Connor, si bien era agradable , carecía de la visión selectiva de Adelaide Mason, de su imaginación. La sala, casi toda azul y blanca, estaba llena de plantas floridas y contenía una inmensa pajarera victoriana, en la que vivían una media docena de canarios cantores.
El comedor era amarillo, blanco y verde, con piso de madera de pino, sin alfombras, lustrado como un espejo . Un fuego de leños ardía en el hogar. Las dotes de Miss Mason eran mayores aún de lo que sostenía Jake. Sirvió un guisado irlandés extraordinario, y una maravillosa tarta de pasas y manzanas. Para beber vino blanco, vino tinto y champagne. El marido de Mrs. Connor la había dejado en buena posición
Fue durante la comida que mi impresión original de nuestra anfitriona más joven empezó a cambiar. Si, era evidente que existía un entendimiento entre Jake y esta dama. Eran amantes. Observándola más atentamente, viéndola, como si fuera, por los ojos de Jake, empecé a apreciar su interés, innegablemente sensual. Era cierto que su rostro tenía defectos, pero su figura, en el ajustado vestido de jersey gris, era adecuada, lucía bastante bien , en realidad, y ella actuaba como si fuera sensacional, una rival de la estrella de cine más atractiva. El balanceo de sus caderas, el movimiento suelto de sus pechos como frutas, su voz de contralto, la fragilidad de sus gestos, todo era muy seductor, muy femenino sin ser afeminado.
Musica para camaleones - Truman Capote