MÚSICA PARA CAMALEONES - Truman Capote

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TC: ¿Estamos hablando de Jaeger?

Jake: Si. Señor. El jefe de correos ha recibido su encomienda.

TC: ¿Cuándo?

Jake: Ayer. (Rió, no placenteramente, sino con excitación, con energía liberada.) Malas noticias para Jaeger, pero buenas para mí. Mi plan era quedarme aquí hasta después del Día de Gracias. Pero me estaba volviendo loco. No pensaba más que: ¿Y si no acosa a Jaeger? ¿ Y si no me da esa última oportunidad? Bueno, puede llamarme al motel Prairie desde mañana a la noche. Allí estaré.

TC: Jake, espere un momento. Debe de haber sido un accidente. Lo de Addie, quiero decir.

Jake: ( simulando ser paciente, como si hablara con un aborigen retardado): Le voy a decir algo para que medite mientras se duerme.
Sandy Cove, donde ocurrió el "accidente", está dentro de la propiedad de un hombre llamado A.J. Miller. Hay dos maneras de llegar. La más corta es por un camino de atrás que atraviesa las tierras de Quinn y lleva directamente a la propiedad de Miller. Eso es lo que hicieron las damas. Adiós, amigo.

Naturalmente, lo que me dejó para meditar me mantuvo despierto hasta el amanecer. Las imágenes se formaban, se desvanecían. Era como si mentalmente estuviera haciendo el montaje de una película de cine.


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Addie y su hermana van en su coche por la carretera. Salen para adentrarse en un camino de tierra que es parte de la propiedad del establecimiento de campo de B.O. Quinn está de pie en la galería de su casa, o tal vez observando por una ventana. Sea como fuere, en algún momento ve el coche intruso, reconoce a sus ocupantes, y adivina que se dirigen a nadar a Sandy Cove. Decide seguirlas. ¿En coche? ¿ a pie? De cualquier manera , se acerca a la zona donde se bañan las mujeres por una ruta indirecta. Una vez allí, se esconde entre los árboles encima de Sandy Cove.
Marylee está descansando sobre una toalla, leyendo revistas. Addie está en el agua. Oye que Addie dice a su hermana: " Voy a nadar hasta la curva y me sentaré en la cascada".

Ideal: Addie quedará sin protección, sola, fuera del alcance de su hermana. Quinn espera hasta asegurarse de que está distraída. Entonces se desliza terraplén abajo ( el mismo que luego usará Marylee para buscar a su hermana) . Addie no lo oye: la cascada cubre el ruido de los movimientos de Quinn. ¿ Cómo evitar que lo vea? Pues no bien lo vea se dará cuenta del peligro, protestará, gritará. No, la hace callar con un revólver. Addie oye algo, levanta la vista, ve a Quinn que rápidamente se acerca al reborde, apuntándola con un revólver. La empuja de la cascada, la sumerge, la deja bajo el agua: un bautismo final.

Era posible. Pero el amanecer, y el comienzo del tráfico neoyorkino, disminuyeron mi entusiasmo por mi febril fantasear, hundiéndome rápidamente en la realidad, ese descorazonador abismo.
Jake no tenía alternativa: como Quinn, se había propuesto una tarea apasionada, y esta tarea, su deber humano, era demostrar que Quinn era culpable de diez muertes indecentes, en especial de la muerte de una mujer cálida y afable con la que quería casarse.


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Pero a menos que Jake desarrollara una teoría más convincente que la tramada por mi propia imaginación , preferiría olvidarla: me satisfacía, para quedarme dormido, el veredicto sensato del forense: Muerte accidental por asfixia.
Una hora después estaba totalmente despierto, víctima del cambio de horario. Despierto, pero cansado, preocupado, y muerto de hambre.
Por supuesto, debido a mi prolongada ausencia, no había nada comestible en la nevera. Leche cortada, pan rancio, plátanos negros, huevos podridos, naranjas arrugadas, manzanas secas, tomates podridos, una torta de chocolate cubierta de hongos.

Me hice una taza de café, le agregué coñac, y con eso como fortificante, examiné mi correspondencia acumulada. Mi cumpleaños había sido el 30 de septiembre, y unos pocos habían enviado tarjetas de felicitaciones. Uno de ellos era Fred Wilson, el detective retirado y amigo mutuo que me había presentado a Jake Pepper. Sabía que estaba familiarizado con el caso de Jake, que Jake lo consultaba a menudo, pero por alguna razón nunca habíamos discutido el asunto, omisión que decidí rectificar llamándolo inmediatamente.

TC: ¿ Hola? ¿ Puedo hablar con Mr. Wilson, por favor?

Fred Wilson: Con él habla.

TC: ¿ Fred? Suenas como si tuvieras un fuerte resfriado.

Fred: Así es. Una peste.

TC: Gracias por la felicitación de cumpleaños.

Fred: Ah. No tenías que gastar dinero en una comunicación para agradecérmela.

TC: Bueno, quería hablarte de Jake Pepper.

Fred: Debe de haber algo de verdad en esto de la telepatía. Estaba pensando en Jake cuando sonó el teléfono. Sabes que le Departamento le ha dado licencia. Están tratando de alejarlo del caso.



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TC: Está de vuelta ahora.

( Después de repetirle la conversación que había tenido la noche anterior, Fred me hizo varias preguntas, la mayoría acerca de la muerte de Addie Mason y las opiniones de Jake al respecto.)

Fred: Me sorprende mucho que el Departamento le permitiera volver allí. Jake es el tipo de mente más clara que conozco.
No hay nadie en nuestro oficio que respete más que a Pepper. Pero ha perdido el juicio. Se ha estado golpeando la cabeza contra la pared todo este tiempo, hasta perder el sentido. Claro que es terrible lo que le pasó a la novia. Pero fue un accidente. Se ahogó. Jake no quiere aceptar eso, dice a gritos que fue un asesinato. Y acusa al tal Quinn.

TC: ( Con resentimiemto): Jake puede tener razón. Es posible.

Fred: Y también es posible que el hombre sea ciento por ciento inocente. En realidad, ése es el consenso general. He hablado con tipos del Departamento de Jake, y dicen que no podrían aplastar ni una mosca con la evidencia que tienen.
Que era bastante embarazosa la situación. Y el mismo jefe de Jake me dijo que él no creía que Quinn hubiera matado a nadie.

TC: Mató a dos ladrones de ganado.

Fred: (risitas, luego un ataque de tos): Bueno, señor. Eso no es matar en realidad. Por partes, por lo menos.

TC: Excepto que no eran ladrones, sino dos jugadores de Denver. Quinn les debía dinero. Y lo que es más, no creo que la muerte de Addie haya sido accidental.

( Desafiante, con sorprendente autoridad, le relaté el "asesinato" tal cual lo había imaginado. Las ideas descartadas con la primera luz del día me parecían ahora no sólo plausibles, sino vívidamente convincentes: Quinn había seguido a las hermanas hasta Sandy Cove, se había ocultado entre los árboles , debajo del terraplén, amenazado a Addie con un revólver y la había agarrado, ahogándola.)


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Fred: Ésa es la historia de Jake.

TC: No.

Fred: ¿Es algo que imaginaste tú?

TC: Más o menos.

Fred: Igual, es la historia de Jake. Espera, tengo que sonarme la nariz.

TC: ¿Qué quieres decir con eso de que "es la historia de Jake"?

Fred:Como te dije, debe haber algo de verdad en eso de la telepatía. Con algún detalle más o menos, es la historia de Jake. Hizo un informe para el Departamento, y me mandó una copia. Y así es como reconstruyó los hechos. Quinn vio el auto, las siguió...

(Fred continuó. Sentí una oleada de vergüenza. Me sentí como un escolar al que descubren copiando en un examen. Irracionalmente, en lugar de echarme la culpa, se la endilgué a Jake. Estaba enojado con él por no haber provisto una solución coherente abatido porque sus conjeturas no fueran mejores que las mías. Confiaba en Jake, el profesional, y me sentía deprimido al ver fluctuar esa confianza. Pero era un invento tan descabellado, todo esto de Quinn, Addie y la cascada. Aun así, a pesar de los comentarios destructivos de Fred Wilson. Yo sabía que la fe básica que yo tenía en Jake era justificada.) El Departamento está en una situación difícil. Tienen que sacar a Jake de este caso. Él se ha descalificado a si mismo. ! Oh, luchará contra ellos! Pero es por su propia reputación. Por seguridad también.



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Una noche, después que murió su novia, me llamó a las cuatro de la mañana. Más borracho que cien indios balando en un maizal.
Todo se reducía a que iba a desafiar a Quinn a un duelo. Lo llamé para ver cómo estaba al día siguiente. El hijo de put* ni siquiera se acordaba de que me había llamado.

La ansiedad, como dice cualquier psiquiatra costoso, es causada por la depresión, pero la depresión, como dirá el mismo psiquiatra en una segunda visita, después que se ha pagado otra sesión, es causada por la ansiedad. Toda esa tarde giré en ese monótono círculo vicioso. Para la noche, los dos demonios se habían combinado. Mientras la ansiedad copulaba con la depresión, yo miraba la controvertida invención de Mr. Bell temiendo el momento de llamar al hotel Prairie y oír que Jake me decía que el Departamento lo había retirado del caso.

Por supuesto, podría haberme sentido mejor después de una buena comida, pero ya había abolido el hambre comiendo la torta de chocolate con la cobertura de hongos. También podría haber ido a ver una película y fumado un cigarrillo de marihuana. Pero cuando uno se siente así, el único remedio es llevarle la corriente: aceptar la ansiedad, seguir deprimido, relajarse, dejarse llevar donde sea.


Operadora: Buenas noches, motel Prairie. ¿Mr. Pepper? Eh, Ralph, ¿has visto a Jake? ¿En el bar?
Hola, la persona que llama está en el bar. Lo conecto.


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TC: Gracias.
( Recordé el bar del Prairie; a diferencia del motel, tenia cierto encanto, propio de una tira cómica. Los clientes eran vaqueros, las paredes de cuero crudo, decoradas con pósteres de chicas y sombreros mexicanos; el baño de hombres era para Toros, mientras que el de mujeres decía Bellas. Había un tocadiscos automático con música del oeste. Al oír esa música , me di cuenta de que el barman me había contestado.)

Barman: ! Jake Pepper! ! Lo llaman por teléfono! ! Hola, señor, quiere saber quién es.

TC: Un amigo de Nueva York.

Voz de Jake ( lejana, cada vez más fuerte, a medida que se acerca al teléfono): Claro que tengo amigos en Nueva York. En Tokio , Bombay.
! Hola amigo de Nueva York!

TC: Parece alegre.

Jake: Tan alegre como el mono de un mendigo.

TC: ¿Puedo hablar? ¿O lo llamo más tarde?

Jake: Está bien. Hay tanto ruido que nadie me oye.

TC: (inciertamente, cuidando no abrir la herida): ¿Cómo van las cosas?

Jake: No tan bien:

TC: ¿Por el Departamento?

Jake (intrigado): ¿El Departamento?

TC: Bueno, se me ocurrió que le causaba dificultades.

Jake: No me causa ninguna dificultad. Yo a ellos, sí. Un montón de imbéciles. No, es ese cabeza de alcornoque de Jaeger.
Nuestro adorado jefe de correos. Es un gallina. Quiere escapar del gallinero. Y no sé cómo detenerlo. Pero tengo que hacerlo.

TC: ¿Porqué?

Jake: "El Tiburon necesita carnada"



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TC: ¿Ha hablado con Jaeger?

Jake: Durante horas. Está conmigo en este momento. Sentado en un rincón como un conejito blanco listo para meterse en el agujero.

TC: Bueno, lo comprendo.

Jake: Yo no puedo darme ese lujo. Tengo que convencer a este timorato. ¿Cómo? Tiene sesenta y cuatro años, un montón de dinero, y está a punto de retirarse. Es soltero. !Su pariente más cercano es Bob Quinn! Por Dios. Y oiga esto: Todavía no cree que fue Quinn. Dice si, tal vez alguien quiere hacerme daño, pero no puede ser Bob Quinn, que es de mi propia sangre. Hay una sola cosa que lo hace pensar.

TC: ¿Algo relacionado con el paquete ?

Jake: Ajá

TC: ¿La letra? No, eso no puede ser. Debe ser la foto.

Jake: Ha dado en el blanco. Esta foto es diferente. No es como las otras. Por empezar, tiene veinte años. Fue tomada en la Feria del Estado. Jaeger marcha en un desfile de Kiwanis, y lleva un sombrero de Kiwanis. Quinn saco esa foto. Jaeger dice que él vió cuando la tomaba.
Se acuerda porque pidió a Quinn que le diera una copia, cosa que Quinn nunca hizo.

TC: Eso debería hacer cambiar de opinión al jefe de correos. Supongo que no impresionaría a un jurado.

Jake: En realidad, no impresiona al jefe de correos.

TC: Pero, ¿está asustado como para querer irse del pueblo?

Jake: Está asustado, seguro. Pero aunque no lo estuviera, no hay nada que lo detenga aquí. Dice que siempre planeó pasar los últimos años de su vida viajando. Mi trabajo es demorar ese viaje. Indefinidamente. Pero es mejor que no deje tanto tiempo solo a mi conejito. Deséeme suerte. Y manténgase en contacto.



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Le deseé suerte, pero no la tuvo. A la semana, el detective y el jefe de correos se separaban: uno iniciaba un viaje por el mundo, al otro, el Departamento le quitaba el caso. Las notas siguientes son extractos de mis diarios personales entre 1975 y 1979.



20 de octubre de 1975. Hablé con Jake. Muy amargado, desparrama veneno en todas direcciones. Dijo: " Por dos alfileres y un dólar de la Confederación ", se iría del Departamento, renunciaría, se trasladaría a Oregon a trabajar en la granja de su hijo." Pero mientras siga con el Departamento, siempre tendré un poco de influencia". Además, si renunciara ahora, perdería su jubilación , un beau geste que no puede permitirse el lujo de hacer.

6 de noviembre de 1975. Hablé con Jake. Me dijo que había una epidemia de robo de ganado en la zona noroeste del Estado. Roban el ganado de noche, lo cargan en camiones y lo llevan a las Dakotas. Dijo que él y otros agentes habían pasado estas últimas noches al sereno, escondidos entre el ganado, esperando a los ladrones, que no aparecieron . "! Hace frío allí! Ya estoy viejo para estas cosas". " Me dijo que Marylee Connor se mudó a Sarasota.

25 de noviembre de 1975. Día de Acción de Gracias. Me desperté esta mañana y pensé en Jake. Hace justo un año que descubrió su "suerte": fue a comer a lo de Addie , y ella le contó de Quinn y Del Río Azul. Decidí no llamarlo; podía agravar, en lugar de aliviar, las dolorosas ironías relacionadas con este aniversario. Llamé a Fred Wilson y a su esposa, Alice, para desearles bon appétit.

Fred me preguntó por Jake. Le dije que la última vez que supe de él estaba atareado persiguiendo a los ladrones de ganado. Fred dijo: " Si, lo hacen trabajar como loco. Tratan de que no piense en ese otro caso, el que los agentes del Departamento llama
Víboras de cascabel "

Han nombrado a un tipo joven llamado Nelson, para guardar las apariencias. Legalmente, el caso sigue abierto, pero en la práctica, el Departamento lo ha cerrado".

5 de diciembre de 1975. Hablé con Jake. Lo primero que me dijo fue: "Se alegrará de saber que el jefe de correos está sano y salvo en Honolulú. Ha enviado postales a todo el mundo. Estoy seguro de que le ha mandado una a Quinn. Bueno, él fue a Honolulú, yo no pude. Si, la vida es extraña", dijo que seguía el "caso de robo de ganado. Y harto. Deberia unirme a los ladrones. Ganan cien veces más que yo".

Diciembre 20 de 1975. Recibí una tarjeta de Navidad de Marylee Connor.
Dice:
!Sarasota es maravilloso! Éste es el primer invierno que paso en un lugar cálido, y puedo decir con honestidad que no echo de menos mi hogar.
¿Sabía que Sarasota es famoso porque aquí pasa todo el invierno el circo de los hermanos Ringling? Mi prima y yo vamos a menudo a los ensayos . ! Es divertidísimo! Nos hemos hecho amigas de una rusa que entrena acróbatas. Feliz Año Nuevo. Acompaño un pequeño regalo.

El regalo era una instantánea, sacada por un aficionado, de Addie a los dieciséis años, en un jardín florido, luciendo un vestido blanco de verano, con una cinta en el pelo, haciendo juego y un gatito blanco entre los brazos. Lo acuna como si fuera tan frágil como el follaje que la rodea. El gatito está bostezando. En el reverso de la foto Marylee había escrito: Adelaide Minerva Mason. Nacida el 14 de junio de 1939. Convocada el 29 de agosto de 1975.

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1° de enero de 1976.
Llamó Jake: " Feliz Año Nuevo!". Sonaba como un sepulturero que cava su propia fosa. Dijo que había pasado la víspera de Año Nuevo leyendo David Copperfield. " El Departamento organizó una gran fiesta. Pero yo no fui. Sabía que si iba me emborracharía y me pelearía con algunos. Borracho o sobrio, cuando estoy cerca del jefe tengo que contenerme para no tirarle con algo".
Le conté que había recibido una tarjeta de Marylee para Navidad y describí la foto de Addie ,y Jake me dijo que Marylee le había mandado otra igual a él: " Pero qué quiere decir ? Eso que que escribió, " Convocada". Cuando traté de interpretarlo, tal cual lo entendía yo. Me interrumpió con un gruñido: era demasiado imaginativo para él. Dijo: "Quiero a Marylee. Siempre he dicho que es muy buena. Pero simple. Un poquito simple"

5 de febrero de 1976. La semana pasada compré un marco para la foto de Addie. La puse en mi dormitorio, sobre una mesa. Ayer la metí en un cajón. Me perturbaba: estaba demasiado viva, en especial por el bostezo del gatito.

14 de febrero de 1976. Recibí tres tarjetas para el Día de San Valentín, una de una vieja maestra, Miss Wood, otra de mi contador, y la tercera que decía Cariños firmada por Bob Quinn. Una broma, por supuesto. ¿Será su idea de humor negro?

15 de febrero de 1976. Llamé a Jake, y me confesó que si él me había mandado una tarjeta. Le dije que estaría borracho. Él dijo: "Si".

20 de abril de 1976. Una breve misiva de Jake escrita en papel del motel Prairie:

Hace dos dias que estoy aquí, escuchando chismes, casi todos del café Okay. El jefe de correos sigue en Honolulú. Juanita Quinn tuvo un ataque bastante fuerte. Me gusta Juanita, de modo que lo sentí. Su marido sigue tan fuerte como un toro. Así me gusta. No quiero que le pasa nada a Quinn hasta que yo le aseste el golpe final. El Departamento habrá olvido el asunto, pero yo no.Nunca me olvidaré.
Cordialmente...


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10 de julio de 1976. Llamé a Jake anoche, pues hacía más de dos meses que no tenía noticias suyas. El hombre con quien hablé es una nueva persona o más bien, el viejo Jake Pepper, vigoroso, optimista, como si por fin hubiera emergido de un sopor alcohólico, con los músculos descansados, listos para actuar. Me enteré rápidamente de lo que lo había despertado: " Tengo una caso. Una maravilla". Si bien el caso contenía un elemento intrigante, era por otra parte, un asesinato común y corriente, o así me pareció a mí.

Un hombre joven, de veintidós años, vivía solo en una granja modesta, con un abuelo anciano. Esa primavera el nieto mató al anciano para heredar la propiedad y robar el dinero que la víctima, un viejo avaro, había escondido en el colchón. Los vecinos se dieron cuenta de la desaparición del granjero y vieron que el joven se había comprado un auto flamante. Notificaron a la policía, y pronto se descubrió que el nieto, que no podía explicar la repentina y total desaparición de su pariente, había comprado el auto en efectivo, con billetes viejos. El sospechoso no admitía ni negaba haber matado a su abuelo, aunque las autoridades estaban seguras de que era culpable. La dificultad era que no se encontraba el cadáver. Sin el cuerpo, no podían arrestarlo. Por más que buscaban, la víctima seguía sin aparecer.

La policía local pidió ayuda al Departamento de Investigaciones del Estado, y designaron a Jake para que se ocupara del caso.
"Es fascinante. El chico es tan inteligente como el diablo. No sé que le hizo al viejo, pero sí que es algo diabólico.Y si no encontramos el cuerpo, seguirá libre de culpa y cargo. Pero estoy seguro de que está en alguna parte de la granja. Sé, instintivamente, que cortó al abuelo en pedacitos y enterró las partes en distintos lugares. No necesito más que la cabeza. La encontraré aunque tenga que arar la granja entera. Hectárea por hectárea. Centímetro por centímetro".

Después de cortar, sentí enojo, y celos, no un simple ataque, sino verdadera furia, como si me hubiera enterado de la traición de un amante. En verdad, no quiero que Jake esté interesado en ningún otro caso, sino en el que me interesa a mí.


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20 de julio de 1976. Un telegrama de Jake: Tengo cabeza una mano dos pies. Me voy de pesca. Jake.
¿Por qué me habrá enviado un telegrama, en lugar de llamarme por teléfono? ¿Se imaginará que me agravia su éxito? Estoy contento, porque sé que su orgullo ha sido parcialmente reparado. Espero que haya ido a pescar cerca del río Azul, nada más.

22 de julio de 1976. Escribí una carta de felicitación a Jake y le dije que me voy al extranjero por tres meses.

20 de diciembre de 1976. Una tarjeta de Navidad de Sarasota: " Si alguna vez anda por aquí, venga por favor a visitarme. Dios le bendiga. Marylee Connor".


22 de febrero de 1977. Una nota de Marylee: Sigo suscrita al diario de mi ciudad, y he pensado que el recorte que acompaño podría interesarle. He escrito a su esposo. Me envió una carta tan hermosa por el accidente de Addie".
El recorte era la necrología de Juanita Quinn. Había muerto mientras dormía. Sorprendentemente, no hubo funeral ni entierro porque la muerta había pedido que la cremaran y esparcieran sus cenizas en el río Azul.

23 de febrero de 1977. Llamé a Jake. Dijo, con cierta timidez: "!Hola, socio! !Tanto tiempo!". En realidad le había enviado una carta desde Suiza, que no contestó, y lo había llamado por teléfono dos veces, sin encontrarlo, durante la temporada de Navidad. " Oh, si, estaba en Oregon ". Luego llegamos al tema: la muerte de Juanita Quinn. Como era de esperar, dijo: " Me huele mal".
Cuando le pregunté por qué, agregó: " Las cremaciones siempre huelen mal". Hablamos un cuarto de hora más, pero noté que para él representaba un esfuerzo. Tal vez le hago recordar cosas que, a pesar de su fortaleza moral, empieza a querer olvidar.

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