MÚSICA PARA CAMALEONES - Truman Capote

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10 de julio de 1977. Llamó Jake, enloquecido de alegría. Sin preámbulo, me anunció. " Como le dije, las cremaciones siempre huelen mal. ! Bob Quinn se ha casado!, Bueno, todo el mundo sabía que tenía otra familia, una mujer y cuatro hijos. Los mantenía escondidos en Appleton, un lugar a unos ciento cincuenta kilómetros al sudoeste. La semana pasada se casó con la dama. Ha traído a mujer y cría a su casa, pavoneándose como un gallo. Juanita se revolvería en la tumba. De tener una tumba". Estúpidamente, aturdido por la historia de Jake, le pregunté. "¿Qué edad tienen los hijos?". Me contestó: " La menor tiene diez y la mayor diecisiete. Todas mujeres. El pueblo está conmocionado. Los asesinatos no los escandalizan, un par de homicidios no les molesta. Pero su caballero andante, su gran Héroe de Guerra, se aparezca con su descarada ramera y sus cuatro bastardas, es demasiado para sus mentes presbiterianas".

Le dije:" Las hijas me dan lástima. Y la mujer también". Jake me replicó: " Yo me guardo la lástima para Juanita. Si existiera el cuerpo, y pudiera exhumarse, apuesto a que el forense encontraría una buena dosis de nicotina en él".
Le contesté: " Lo dudo. No haría daño a Juanita. Era una alcohólica. Él era su salvador. La amaba".



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Lentamente, Jake preguntó: " ¿Supongo que pensará que no tuvo nada que ver con la muerte de Addie?". Respondí: "Era su intención matarla. Lo hubiera hecho. Pero ella se ahogó." Jake acotó: " Ahorrándole el trabajo. Está bien. Explique lo de Clem Anderson. Lo de los Baxter". " Si, todo fue obra de Quinn", señalé. " Tuvo que hacerlo él. Es un mesías con un deber que cumplir". Jake dijo: " Entonces. ¿por qué permitió que el jefe de correos se le deslizara entre los dedos ?". Repliqué: " ¿Será así ? Yo creo que el viejo Mr. Jaeger tiene una cita con la muerte. Quinn se le cruzará por el camino algún día. Quinn no puede descansar hasta que eso suceda. No es cuerdo, sabe".
Jake colgo, pero no sin antes de preguntarme, con mordacidad: "Y usted, ¿lo es?"

15 de diciembre de 1977. Vi una billetera negra de cocodrilo en el escaparate de una casa de empeños. Estaba en muy buenas condiciones y llevaba las iniciales J.P. La compré, y como nuestra última conversación había terminado mal ( él estaba enojado, aunque yo no), se la mandé como regalo de Navidad y ofrenda de paz al mismo tiempo.

22 de dicembre de 1977. Una tarjeta de Navidad de la fiel Mrs. Connor: ! Estoy trabajando para el circo! No, soy acróbata. Sino recepcionista. ! Es divertidísimo ! Mis mejores deseos para el Año Nuevo.


17 de enero de 1978. Un garrapateo de cuatro lineas, de Jake, agradeciéndome la billetera. Lacónica, inadecuadamente. Sé entender una indirecta. No volveré a escribir ni llamarlo.

20 de diciembre de 1978. Una tarjeta de Marylee Connor, nada más que la firma. Nada de Jake.



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12 de septiembre de 1979. Fred Wilson y su mujer estuvieron en Nueva York la semana pasada, de paso para Europa ( su primer viaje), felices como en su luna de miel. Los invité a comer afuera. La conversación giró en torno de los agitados preparativos del viaje inminente hasta que, mientras elegíamos el postre, Fred dijo: "No has mencionado a Jake". Simulé sorprenderme, dije con tono casual, que hacía más de un año que no tenía noticias suyas. Astutamente, Fred preguntó: "¿ Se han disgustado?"
Yo me encogí de hombros: "No hubo ninguna pelea, aunque no siempre hemos coincidido en nuestros puntos de vista". Luego Fred dijo: " Jake ha tenido problemas de salud últimamente. Enfisema. Se jubilará a fin de mes. No es que me meta, pero me parece que sería bueno que lo llamaras. Necesita que lo alienten".

14 de septiembre de 1979. Siempre estaré agradecido a Fred Wilson. Hizo que me tragara el orgullo y llamara a Jake. Hablamos esta mañana. era como si hubiéramos hablado ayer, y anteayer también. No parece que hubiera habido una interrupción en nuestra amistad. Confirmó la noticia de su jubilación: "! Me faltan sólo dieciséis días "!.
Dijo que pensaba vivir en Oregon, con su hijo. " Pero antes pasaré un par de días en el motel Prairie. Tengo que terminar un trabajito en ese pueblo. Hay unos informes en los tribunales que quiero robar para mi fichero. !Escuche! ¿ Por qué no vamos juntos? Volvemos a reunirnos. Podría esperarlo en Denver, y seguiríamos el viaje en auto"

Jake no tuvo que obligarme. Si él no me hubiera invitado, yo le habría sugerido la idea: muchas veces, dormido o despierto había soñado con volver a ese melancólico pueblo, porque quería volver a ver a Quinn, quería conversar con él, los dos a solas.


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Era el dos de octubre. Jake no aceptó mi invitación de que me acompañara, me prestó el auto, y después del almuerzo salí del motel Prairie para cumplir con mi cita en el establecimiento de campo B.Q. Recordé la última vez que recorrí esas tierras: la luna llena, los campos nevados, el frío cortante, el ganado apretujado, reunidos en grupos, el aliento tibio que empañaba el aire ártico. Ahora, en octubre, el paisaje era, gloriosamente, diferente: la carretera de asfalto parecía un angosto mar negro que separaba un continente dorado. A cada lado, resplandecían los rastrojos, blanqueados por el sol, del trigo segado, con vetas de amarillo aquí y allá, como sombras oscuras bajo un cielo sin nubes. Había toros haciendo cabriolas entre el pasto, y vacas, entre ellas madres con terneritos, comiendo y dormitando.
A la entrada de la estancia vi una jovencita recostada contra el letrero de las hachas cruzadas. Sonrió, y me indicó con la mano que parara.


Jovencita: ! Buenas tardes! Soy Nancy Quinn. Mi papá me envió a que lo esperara.

TC: Bueno, gracias.

Nancy Quinn ( abriendo la portezuela del auto y subiendo): Está pescando. Tendré que mostrarle dónde está. ( Era un alegre marimacho de doce años, de dientes prominentes. Llevaba el pelo castaño rojizo bien corto, y tenía pecas por todas partes.
Todo su atavío era un viejo traje de baño. Una de sus rodillas estaba envuelta en un vendaje sucio.)


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TC: ( refiriéndose al vendaje): ¿ Te lastimaste?

Nancy Quinn: No. Bueno, alguien me tiró.

TC: ¿Te tiró?

Nancy Quinn: Bad Boy me tiró. Es un caballo muy malo. Por eso se llama así. Ha tirado a todos los chicos del campo. Y la mayoría de los tipos grandes, también. Yo dije: Bueno, a que yo puedo montarlo. Y lo hice. Pero por dos segundos.
¿Ha estado antes aquí?

TC: Una vez. Hace años. Pero era de noche. Me acuerdo de un puente de madera...

Nancy Quinn: ! Está allí, más adelante!
( cruzamos el puente. Por fin pude ver el río Azul, aunque por muy poco tiempo, y de una manera tan borrosa como debe ver el picaflor en sus revoloteos. Lo tapaban los árboles con las ramas caídas hacia el agua. Los mismos que entonces no tenían hojas, ahora resplandecían de oscuro follaje otoñal.) ¿ Ha estado en Appleton?

TC: No.

Nancy Quinn: ¿ Nunca? Que gracioso. No conozco a nadie que haya estado en Appleton.

TC: ¿Me he perdido algo?

Nancy Quinn: Bueno, es muy bonito. Nosotros vivíamos allí antes. Pero me gusta más vivir aquí. Se puede andar sola y hacer lo que una quiere. Pescar. Matar coyotes. Papá me dijo que me daría un dólar por cada coyote que matara, pero después de pagarme más de doscientos dólares, lo he rebajado a diez centavos. Bueno, no necesito dinero. No soy como mis hermanas. No hacen más que mirarse al espejo. Tengo tres hermanas, y le diré que no son felices aquí. No les gustan los caballos. Odian todo. No piensan más que en muchachos.

Cuando vivamos en Appleton, no veíamos muy seguido a papá. No más que una vez por semana. Se ponían perfume, se pintaban la boca, y tenían muchos novios. Mi mamá no decía nada. Le gusta arreglarse y parecer bonita. Pero mi papá es muy estricto. No quiere que tengan novios. Ni que se pinten la boca.


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Una vez algunos amigos vinieron de Appleton, y mi papá los esperó en la puerta con una escopeta. Les dijo que la próxima vez que los vean en su propiedad les hará saltar la cabeza de un tiro. !Cómo dispararon esos tipos!. Las chicas se enfermaron de tanto llorar. A mí me causó mucha gracia. ¿ Ve esa bifurcación en el camino? Pare allí.
( Detuve el auto. Los dos bajamos. La jovencita señaló un claro entre los árboles: un sendero oscuro, cubierto de hojas, que bajaba.) Vaya por allí.

TC ( de repente, con miedo de estar solo): ¿No vienes conmigo?

Nancy Quinn: Mi padre no quiere nadie cerca cuando habla de negocios.

TC: Bueno, gracias de nuevo.

Nancy Quinn: ! El placer fue mío! Se alejó, silbando.
En partes, las ramas eran tan bajas que tenía que doblarlas, y protegerme la cara del roce de las hojas. Los pantalones se me enredaban en las zarzas y extrañas espinas. Por encima de los árboles se oía el graznido de los cuervos. Vi un búho. Es extraño ver un búho a la luz del día. Parpadeó, pero no se movió. En un momento dado casi tropiezo con un avispero: en un hueco del tronco de un árbol había un hervidero de avispas negras. Todo el tiempo oía el río, como un lento y suave rugido. De repente, en un recodo del sendero, lo vi. Vi a Quinn, también.


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Tenía puesto un traje de goma, y sostenía en alto una flexible caña de pescar, como si fuera la varita de un director de orquesta. Estaba metido en el agua hasta la cintura. Se veía su cabeza, sin sombrero, de perfil. Su pelo ya no tenía vetas grises, sino que era totalmente blanco, como la espuma del agua que rodeaba su cintura.
Tuve ganas de dar media vuelta y echar a correr, pues la escena era tan parecida a esa otra, que hacía mucho tiempo, cuando el doble de Quinn, el reverendo Billy Joe Snow, me esperaba, metido en el agua hasta la cintura.
De repente oí mi nombre: era Quinn que me llamaba, haciéndome señas mientras vadeaba en dirección a la orilla, pensé en los toros jóvenes que había visto pavonearse en los pastos dorados. Quinn, resplandeciente en su traje de goma, me hacia recordar a ellos: vital, poderoso, peligroso.

Con excepción del pelo blanco, no había envejecido ni un ápice. En realidad parecía varios años más joven, un hombre de cincuenta años perfectamente saludable.
Sonriendo, se puso en cuclillas sobre una roca, y me indicó que me acercara. Me enseñó las truchas que había pescado:
- No muy grandes, pero son sabrosas.
Nombré a Nancy. Sonrió y dijo: - Nancy. Oh, sí. Es una buena chica.--- No agregó nada. No se refirió a la muerte de su mujer, ni al hecho de que se había vuelto casar: pensaba que estaba al tanto de la historia reciente--.
Me sorprendió que me llamara.
¿Si?
- No sé. Me sorprendí. ¿Donde se aloja?
- En el motel Prairie. ¿En donde más?
Después de un silencio, con cierta timidez, me preguntó:

- Jake Pepper está con usted?
Asentí.
- Alguien me dijo que dejaba el Departamento.
- Si. Se va a vivir a Oregon.

- Bueno, supongo que ya no lo veré más. Qué lástima. Pudimos ser muy buenos amigos. De no ser por todas esas sospechas. Maldito sea, hasta pensó que había ahogado a Addie Mason-- Rió. Luego frunció el entrecejo--. Yo veo así las cosas: fue la mano De Dios.
- Levantó su propia mano, y el río, visto entre sus dedos separados, pareció entretejerse como una cinta oscura--. La obra De Dios. Su voluntad.


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3.--- CONVERSACIONES Y RETRATOS


Conversational Portraits



I.--- Un día de trabajo

( A Day's Work)

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Escenario: Una lluviosa mañana de abril de 1979. Camino por la Segunda Avenida de la ciudad de Nueva York, cargado con un capacho de hule para la compra, lleno de artículos de limpieza que pertenecen a Mary Sánchez, quien va a mi lado tratando de mantener un paraguas por encima de los dos, lo que no es difícil, pues es mucho más alta que yo: mide seis pies.

Mary Sánchez es una asistenta que trabaja por horas, a cinco dólares la hora, seis días a la semana. Trabaja aproximadamente nueve horas al día , y visita una media de veinticuatro domicilios distintos entre lunes y viernes; por lo general, sus clientes sólo requieren sus servicios una vez a la semana.

Mary tiene 57 años, nació en un pequeño pueblo de Carolina del Sur y ha " vivido en el Norte" durante los últimos cuarenta años. Su marido es puertorriqueño, murió el verano pasado. Tiene una hija casada que vive en San Diego y tres hijos, uno de los cuales es dentista, otro que está cumpliendo una condena de diez años por robo a mano armada, y un tercero que "sencillamente se ha ido, Dios sabe a dónde.


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Me llamó la pasada Navidad, parecía muy lejos. Le pregunté: ¿dónde estás, Pete?, pero no me contestó, de modo que le dije que su papá había muerto, y él contestó que bueno, que era el mejor regalo de Navidad que podía hacerle, así que colgué el teléfono de golpe y espero que no vuelva a llamar nunca. Escupir de esa manera en la tumba de papá.

Bueno, es cierto que Pedro no fue bueno con los chicos. Ni conmigo. No hacía más que emborracharse y jugar a los dados. Se iba con mujeres malas. Lo encontraron muerto en un banco del Central Park. Tenía una botella casi vacía de Jack Daniels en una bolsa de papel sujeta entre las piernas; aquel hombre sólo bebía lo mejor. Con todo, Pete se pasó al decir que se alegraba de la muerte de su padre.
Le debía el don de la vida, ¿no es cierto? Y yo también le debía algo a Pedro. Si no hubiera sido por él, seguiría siendo una baptista ignorante, perdida para el Señor. Pero cuando me casé, lo hice por la iglesia católica, y la iglesia católica llevó un resplandor a mi vida que nunca ha desaparecido ni lo hará jamás, ni siquiera cuando yo muera. Crié a mis hijos en la fé; dos me salieron buenos, y de ello doy crédito a la iglesia que a mi misma".

Mary Sánchez es fuerte, pero tiene una cara redonda, pálida y suave, con una nariz algo respingona y un bonito lunar en la mejilla izquierda. No le gusta el término "negro", aplicado en forma racial. " Yo no soy negra. Soy castaña. Una mujer de color castaño claro. Y le diré algo más. No conozco a mucha otra gente de color que les guste que les llamen negros. Quizás a algunos jóvenes. Y a eso radicales. Pero a gente de mi edad, ni aun a los que tienen la mitad de mis años. Ni a la gente que son negros de verdad les gusta. ¿Que tienen de malo los negros? Yo soy negra y católica, y estoy orgullosa de afirmarlo."


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Conozco a Mary Sánchez desde 1968, y ha trabajado periódicamente para mí durante todos estos años. Es concienzuda, y se toma un interés más que circunstancial por sus clientes, a bastantes de los cuales apenas ha visto o no conoce en absoluto, porque muchos de ellos son trabajadores solteros y mujeres que no están en casa cuando ella va a limpiarles el piso, se comunica con ellos, y ellos con ella, por medio de notas: " Mary, por favor, riegue los geranios y dé de comer al gato. Espero que se encuentre bien. Gloria Scotto."

Una vez le sugerí que me gustaría seguirla durante el transcurso de un día de trabajo, y ella dijo que de acuerdo, que no veía nada malo en ello y que, en realidad, disfrutaría de mi compañía: " A veces, éste puede ser un trabajo bastante solitario."
Y por eso es por lo que caminamos juntos en esta mañana de abril pasada por agua.

TC: ¿Qué demonios lleva usted en este capacho?

Mary: Vamos, démelo. No quiero que maldiga.

TC: No. Lo siento. Pero pesa.

Mary: Quizá sea la plancha.

TC: ¿Plancha usted la ropa? Nunca plancha la mía.

Mary: Es que alguna de esa gente no tiene utensilios. Por eso tengo que cargar con tantas cosas. Yo les dejo notas: compre esto, compre lo otro. Pero se olvidan. Es como si toda mi gente estuviera absorta en sus problemas. Es como ese míster Trask, a cuya casa vamos. Lo tengo desde hace siete u ocho meses, y aún no lo conozco. Pero bebe demasiado, su mujer lo abandonó por eso y debe facturas en todas partes, y si alguna vez contesto al teléfono, es alguien que trata de cobrar. Sólo que ahora le han cortado el teléfono.


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( Llegamos a la dirección, y de su bolso de bandolera saca un enorme aro metálico en el que tintinean docenas de llaves. El edificio, de color pardo rojizo, tiene cuatro pisos con un ascensor diminuto.)

TC ( después de entrar y echar una ojeada al piso de Trask. Una habitación de gran tamaño con verduscas paredes de color arsénico, una cocina pequeña y un cuarto de baño con un retrete roto que mana constantemente): Hmm. Ya entiendo lo que quiere decir. Este tipo tiene problemas.

Mary ( abriendo un armario viscoso y lleno de ropa para lavar con olor a sudor): !Ni una sábana limpia en esta casa! ! Y mire esa cama! ! Mayonesa! !Chocolate! Migas, migas, chicle, colillas de cigarrillos. ! Lapiz de labios! ¿Que clase de mujer estaría dispuesta a meterse en una cama como ésta? No he podido cambiar las sábanas durante semanas. Meses.

( Enciende varias lámparas con las pantallas torcidas; y mientras se afana en organizar el desorden circundante, observo la estancia con mayor cuidado. En realidad, parece que un ladrón la hubiese saqueado, dejando algunos cajones de la cómoda abiertos y otros cerrados. Encima de la cómoda hay una fotografía con marco de cuero de un hombre rechoncho y moreno y de una rubia desdeñosa de la Júnior League, y de tres chicos pelirrubios, sonrientes, dentones y tostados por el sol, el mayor de unos catorce años.
Sujeta en un espejo empañado, hay otra fotografía sin marco: otra rubia, pero sin duda, no de la Júnior League, quizás un ligue de Maxwell's Plum; me figuro que el lápiz de labios de las sábanas de la cama será de ella.
Un ejemplar del número de diciembre de la revista True Detective yace en el suelo, y en el cuarto de baño, junto al retrete, incesantemente agitado, hay un montón de revistas de chicas, Phentouse, Hustler, Oui: aparte de eso, parece haber una total ausencia de pertenencias culturales. Pero por todas partes hay centenares de botellas de vodka vacías: del tipo de miniaturas que sirven en las líneas aéreas.)


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TC: ¿Por qué cree usted que sólo bebe esas miniaturas?

Mary: Quizá porque no puede comprar nada mayor. Sólo compra lo que puede. Tiene un buen trabajo, si es que logra conservarlo, pero su familia lo tiene arruinado.

TC: ¿En qué trabaja?

Mary: En aviación.

TC: Eso lo explica. Esas botellitas las consigue gratis.

Mary: ¿Si? ¿Y cómo? No es camarero. Es piloto.

TC: !Oh, Dios mío!

( Suena un teléfono con un ruido amortiguado, porque el aparato está hundido bajo una manta arrugada. Con expresión malhumorada y las manos jabonosas de agua de fregar, Mary lo desentierra con delicadeza de arqueólogo.)

Mary: Se lo deben haber conectado otra vez. ¿Diga?
(silencio.) ¿Diga?

Voz de Mujer: ¿ Quién es ahí?

Mary: Esto es la residencia de míster Trask.

Voz de Mujer: ¿La residencia de míster Trask?
( Carcajada; luego, en tono altanero): ¿Con quién hablo?

Mary: Soy la doncella de míster Trask.

Voz de Mujer: Conque míster Trask tiene doncella, ¿eh? Vaya, eso es más de lo que tiene la señora Trask. ¿Querría decirle, por favor, a míster Trask que a la señora Trask le gustaría hablar con él?


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